Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Caminando sobre la nieve por Winamark

[Reviews - 14]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

 

Disclaimer: Los personajes no me pertenecen sino que son obra de su creador Masami Kuramada, así como demás personas y entidades que tengan algún derecho sobre ellos

 

No hay intención de lucro alguno.

 

 

 

Capitulo 2.

 

No paraba de remover el contenido de la taza con la cucharilla, su mirada está fija en el líquido negro que tanto le agrada. Quedaba más de una hora y media para que empezasen las clases. Se había levantado muy temprano ya que había tenido una horrible pesadilla, donde unos seres encapuchados le habían perseguido y casi lo ahoga uno de ellos, pero dos hombres aparecidos de la nada le habían salvado utilizando sus "poderes"y luego uno de ellos, el hombre más atractivo que había visto, le había dicho que tenía que irse con ellos. Pero no fue ninguna pesadilla, pues al mirarse en el espejo del baño y ver que en su cuello tenía las marcas que esa cosa le hizo al sujetarle y eso no era consecuencia de un mal sueño. Para no preocupar a su madre se había puesto un pañuelo negro, regalo de Marie por su cumpleaños hace unos meses.

 

 Se tocó el cuello por encima del pañuelo, le dolía. Tal vez tendría que tomar algún analgésico para el dolor, ya que este iba incrementando poco a poco, siendo cada vez más molesto. Inicialmente solo le dolía el cuello, pero ahora el dolor se extendía a sus hombros y espalda.

 

- ¿No está bueno tu café, cariño?- preguntó preocupada su madre - O acaso no te sientes bien, te has puesto un pañuelo en el cuello y tú jamás te abrigas el cuello.

 

- Tranquila mamá, estoy bien. Ahora es la moda llevar un pañuelo negro- si era plenamente consciente que lo que había dicho era la excusa más estúpida que se le hubiera podido ocurrir. Su madre le conocía bien y le miró suspicaz, no le había creído ni una sola palabra. Tenía que buscar una excusa más creíble. - Estoy preocupado por los exámenes finales, dentro de un año iré a la universidad y matricularme en arquitectura. Este año han subido la nota mínima para poder entrar, también está el hecho de que cada año el examen de entrada es más difícil y dan menos tiempo para responder; además está el tema de la beca.

 

Desde luego eso había sonado más razonable y creíble, sobre todo porque hasta el día de ayer era su preocupación número uno.

 

- Por favor Camus, te estás preocupando demasiado, tú eres el chico más listo y aplicado que conozco. No lo digo porque sea tu madre, tu expediente académico así lo demuestra y el nivel del instituto de nuestra ciudad es uno de los más altos de la región del Ródano. Y por el dinero no te preocupes, tu padre y yo hemos ahorrado en una cuenta desde que llegaste a nosotros, dicha cuenta tiene suficientes euros para cubrir la matrícula y el alojamiento en Paris, en el caso improbable de que no te dieran la beca - le dijo sonriendo su madre. - Así que ahora tomate las tostadas y tu café antes que se enfrié.

 

- Sabes hoy no tengo hambre, almorzaré un poco más en el instituo y así compensaré el desayuno- dijo Camus levantándose de la mesa.  

 

-Pero hijo, el desayuno es la comida más importante del día- dijo su madre un tanto angustiada.

 

- No hace falta que hoy me lleves al colegio, voy a ir andando- dicho esto cogió su maleta y salió por la puerta que daba al jardín.

 

Cuando siente el aire en su cara se siente mejor. Hoy irá por el sendero del bosque, quiere ir al lugar donde ocurrieron los hechos de ayer y comprobar que aquello fue real, así que corre hacia allí con todas sus fuerzas sin importarle el creciente dolor.

 

Llega al cabo de unos minutos, como mucho diez, antes hubiera tardado unos veinte minutos, definitivamente de la noche a la mañana se había vuelto muy rápido. Sin embargo al mirar a su alrededor parece que no hubiera ocurrido nunca nada, no hay nada podrido como resultado de lo que hizo el hombre que parecía una mujer. Todo está rebosante de vida, incluso oye los pájaros y otros pequeños animales. Lo único que es igual es esa especie de descarga eléctrica que todo su cuerpo siente.

 

- ¡Buenos días Camus!- el joven se sobresalta al escuchar la voz que proviene a sus espaldas.

 

- ¿¡Usted!? - dijo el chico al reconocer al hombre de ojos violetas, que ahora le parecían más púrpuras. - ¿Me está siguiendo? ¿Qué ha pasado aquí? Ayer había árboles podridos, así como las plantas y ahora está como si nada...

 

- No te han enseñado que es de buena educación saludar si una persona lo hace - dice interrumpiendo al joven. A continuación, en un rápido movimiento le quita el pañuelo y le sujetaba de la nuca inmovilizándole y alzándole. Se agacha un poco para poder apreciar mejor las marcas negras en el cuello del joven. - Bueno, no tiene muy mala pinta, parece que eres casi inmune a su veneno, sino a estas alturas apenas podrías moverte, así que sólo debes tener molestias. Además no hay muchos daños, solo unos simples moratones que se irán en unos días. Sin embargo, no me gusta una piel como la tuya manchada.

 

Camus se sentía totalmente azorado por la cercanía de ese hombre, la sensación de una corriente eléctrica atravesando todo su cuerpo, erizando su vello. Puede sentir el olor de ese sujeto inundando sus fosas nasales y es tan embriagador, no reconoce el olor, pero era lo mejor que había olido en todas su vida, se parecía levemente al jazmín. La mano que le sujetaba por detrás lo hacía de una forma firme pero gentil. Quería ver sus ojos, los ojos más hermosos y enigmáticos que había visto nunca.

 

Pero, ¿qué diablos le ocurría?. Dios parecía una chica ante su... mejor ni pensarlo. Este hombre, no, este extraño lo estaba examinando sin su consentimiento, le sujetaba de tal forma que queda a su merced. ¿Y si es un loco pervertido? Tenía que hacer algo lo que fuese. Tenía que pensar en una salida a esta situación. Tenía que usar su lógica fría. Tenía... Todos sus pensamientos se fueron al traste cuando sintió las yemas de los dedos de la otra mano de Milo, si porque ya no es un extraño, rozar donde están las marcas oscuras  y sentir que le calentaban, quitándole el dolor que sentía.

 

- ¡Ah!- gimió Camus.  Joder acaba de gemir por la maravillosa sensación. El joven se recrimina mentalmente a sí mismo por ser tan débil y parecer una chica.

 

- Perfecto - dijo el hombre dejándole ir. - Ya no tendrás que llevar ese pañuelo para ocultarlas.

 

El joven le mira extrañado, no entiende a que se está refiriendo el adulto, quien le sonríe divertido.

 

- ¿Has notado el calor de hace unos instantes?- el joven asiente. - Te he curado las heridas que ese rastreador te hizo, las marcas de su agarre ya no están. Vamos demos un paseo y desayunemos algo, tú tampoco has comido nada y esa no es forma de empezar las clases.

 

- ¿Cómo sabe que no he desayunado?- preguntó extrañado y receloso.

 

- No pensarías que te dejaríamos sin nuestra supervisión, tenemos que protegerte, eres uno de nosotros - dicho esto comenzó a caminar, seguido por Camus.

 

Caminan durante unos minutos sin decirse nada, el más joven a unos pasos más atrás guardando las distancias, permitiendo le observar que el adulto viste la misma gabardina de ayer, seguramente también lleva la misma ropa.  Puede observar la melena ensortijada de Milo, que destaca más sobre el negro, le gusta el color de ese cabello una especie de azul violáceo o más bien púrpura, como sus ojos pero el color es un poco más oscuro. Le gustaría tocar ese cabello y poder comprobar si es tan suave como parece.

 

Se recrimina nuevamente por tener esa clase de pensamientos, eso solo estaría bien si Milo fuera una chica y es más que evidente que es un hombre, no le caben dudas como le ocurrió con su compañero.

 

Aunque para ser sinceros con uno mismo, nunca había tenido ese tipo de sensaciones con nadie, ni chicas, ni mujeres y mucho menos hombres o chicos. Nadie le atraía en un plano amoroso-sexual, es conciente que es guapo, las chicas siempre cuchichean y se sonrojan cuando están cerca de él, eso sin contar que recibía muchos e-mails de compañeras que le declaran lo mucho que le aman y que es el chico más guapo que han conocido, incluso algunas se habían atrevido a pedirle una cita, por lo que él se limita a mirarlas fríamente e ignorarlas. Sus únicos amigos Pierre y Marie, le reclaman como puede ser tan frío e insensible con los sentimientos de otras personas, él se limita a decir que eso le trae sin cuidado.

 

- Respecto a las preguntas de antes, aquellas que me has hecho al verme- Camus le miraba expectante y agradecido de interrumpir sus propios pensamientos. -  La primera es sí, es decir te he vigilado toda la noche  por si aparecían más rastreadores, siempre viajan en grupos de seis  y yo sólo maté a cinco, es muy posible que el sexto se encuentre por la zona o que haya ido avisar a más, lo cual será un problema. Mientras tanto Aphrodite ha borrado cualquier signo que indicase que estamos aquí y busca el rastreador que nos falta, pero parece que no está teniendo mucha suerte en encontrarle, no he sentido ninguna manifestación de su cosmos durante horas.

 

- ¿Qué eran esas cosas de ayer? Parecían monstruos, más bien zombis - dijo dando unos pasos más rápidos para estar más cerca y escuchar mejor lo que tuviera que decir.

 

- El enemigo. Los humanos no pueden verlos ni sentirlos, al menos la inmensa mayoría de las personas, aunque existen excepciones, es decir personas que si puede sentirlos, incluso verlos y hablarles. Esto significa que tienen muy desarrolladas las habilidades extrasensoriales o que eres uno de nosotros.

 

- ¿Y se llaman enemigos? - pregunto extrañado Camus.

 

- No, les llamamos comúnmente Aniquiladores, y los de ayer eran rastreadores, los cuales se dedican a buscar gente como nosotros, rastrean cosmos y son excelentes, son como sabuesos que no se detienen hasta que encuentran lo que buscan - el adulto se volteó para mirar con seriedad al joven de ojos azul oscuro. - Se alimenta de esencias vitales, cuanto antes lo sepas mejor - el chico hizo una mueca de total desagrado- dicho de otra forma lo que nos hace únicos y vivos, algunos lo llaman alma, otros la denominan esencia o anima, también conciencia y podría seguir dando ejemplos, pero creo que has entendido a que me refiero.

 

- ¡Eso es horrible! - exclamó asqueado y repugnado de pensar que semejante criatura realmente existiera más allá de la imaginación del hombre.

 

- No, lo horrible es que muchos de ellos fueron una vez humanos, pero alguien les convirtió en eso. Si un aniquilador no puede devorar una esencia la convierte, en un ser como él. Pero eso sirve solo con los humanos,  a nosotros no nos pueden convertir, así que nos devoran o nos matan. Cuando te devoran todo tu poder pasa al aniquilador, haciéndole más fuerte.

 

- ¿A qué te refieres con nosotros? Porque yo soy humano, así que no me incluyas en ese nosotros - dijo deteniéndose.

 

El adulto también se detuvo, le miro de forma inquisitiva, la mirada púrpura parecía que estuviera examinando minuciosamente todas las fibras de su ser. Para luego sonreírle divertido y proseguir caminando.

 

- Solo aparentas ser humano, eres él que más se aparece a los humanos de todos los que he conocido y he conocido a muchos, pero no lo eres y a medida que vayas creciendo te darás cuenta de lo que te diferencia de ellos y te convertirás en uno de nosotros en menos tiempo de lo que creía - le dijo el adulto.

 

El más joven ignoró el comentario y siguió andando más cerca de Milo.

 

- No te burles de mí. ¿En qué me diferencio a un humano?.

 

- ¿Acaso no has notado que nunca te cansas cuando realizas una actividad física como el resto de tus compañeros o personas que conoces? Necesitas menos tiempo para aprender una lección, seguramente memorizas todo con solo leerlo o escucharlo una vez. Y lo más importante, nunca has estado enfermo más que unas horas y cuando te has hecho una herida se te ha curado tan rápido que tus padres se han debido extrañar y asustar. 

 

- ¿Cómo sabe eso?- con una pregunta Camus había afirmado que es cierto todo lo anterior.

 

- Porque a todos nosotros nos pasa cuando estamos con los humanos, nos parecemos a ellos pero no somos como ellos. Además por lo que pude ver ayer tienes un cosmos de frío muy desarrollado y adaptable a las situaciones, por lo que otras cosas van a empezar a manifestarse en ti. Por ejemplo, hoy has corrido más rápido, a un humano le hubiera costado más de media hora en llegar y tú lo has hecho en menos de diez minutos, sin cansarte.  Tus habilidades físicas van a ir en aumento al igual que las mentales.

 

- Soy como una especie de superhombre, como un personaje de cómic, un superhéroe con poderes. ¡Me ha tomado por un crío de cinco años que todavía cree en Papa Noel! - dijo exasperado. - La causa más lógica es que haya empezado a utilizar parte de mi cerebro que no empleaba, ya que sólo utilizamos una parte muy pequeña y lo hago de forma inconsciente. Aunque es más seguro que sea una anomalía genética por los efectos de algún tipo de radiación que ha afectado a mi organismo.

 

Silencio. Milo se detuvo y lo miró con expresión asombrada, sus ojos se habían abierto en demasía. Entonces empezó a reír a carcajadas, las cuales eran mucho más fuertes y sonoras que las del día anterior, inclinándose hacia delante con sus manos sobre su estómago.

 

El adolescente le miraba con una expresión molesta, se estaba riendo de él, en su cara, nadie se había reído de él, él jamás lo había consentido a nadie, y esta no iba a ser la primera vez. Sin pensarlo levanta su puño e intenta golpear al adulto, que lo detiene con una mano, mientras continua riéndose y como si nada ocurriera a su alrededor. Entonces comenzó a dar varios golpes con las demás extremidades de su cuerpo, sintiendo que en su interior arde algo que jamás había sentido, haciéndole sentir que es más fuerte que nunca.

 

Pero el adulto le detenía con una mano y sigue riéndose, sin importar como le atacara, con una patada, una llave, un puñetazo, un cabezazo. Camus sabe que es fuerte, prueba de ello son los premios que adornaban las estanterías de su habitación, no importaba que deporte individual fuera, él siempre ganaba, y sus habilidades para la lucha eran innegables, cinturón negro con once años y batía a los adultos como si fueran niños.

 

En cambio ahora, este hombre que dice que no es humano, le detiene con una sola mano en movimientos desganados y como si estuviera espantando una mosca, aunque sus movimientos son en realidad precisos y veloces, deteniéndole al mismo tiempo que se adelanta para parar su siguiente movimiento. Tal vez sus palabras son ciertas, parece humano y en realidad no lo es. Se siente totalmente frustrado y cesa en su empeño en querer golpearle, apartándose.  

 

- ¡Por Zeus y toda su estirpe! - dijo Milo intentando calmar su risa. - Anomalía genética por efectos radiactivos, esta teoría siempre me hace mucha gracia, solamente falta que hubieras dicho que es como resultado de los experimentos de pruebas nucleares llevadas por el Gobierno. Creo que has leído mucho cómics de Spider-man o la Patrulla X o algún manga.

 

El adolescente estaba sonrojado por sentirse ridículo, pero intenta serenarse antes de que la furia se apodere de él nuevamente. Además, por qué diablos le cuesta tanto respirar y se encuentra tan cansado y sudoroso, y sobretodo, ¿por qué hacía frío?.

 

- Mira a tu alrededor Camus, dime si esto lo puede hacer un humano radiactivo o alguien que pueda utilizar todo el potencial de su cerebro.

 

La sorpresa es enorme en el adolescente. Hay nieve alrededor de ellos, cuando hace unos instantes no había nada de todo ello. Es imposible que haya nieve en esta época del año, casi es verano. Esta no aparece porque sí, debe nevar para ello, de forma copiosa y por lo menos una hora para cubrir una superficie como la que ve.

 

- Definitivamente le vas a agradar a Natacha. Este cosmos tuyo que ha despertado y no se muestra pero deja que se vean sus poderes. Ahora entiendo como es que has sobrevivido. Francamente estoy algo sorprendido.

 

- ¿Yo he hecho esto? - dice incrédulo al tiempo que coge la nieve entre sus manos para comprobar que es real, que el frío que siente también lo es. Desde que ha visto la nieve no ha escuchado ni una sola palabra, está ensimismado con ella, tan blanca y hermosa. Incluso algunas flores tienen escarcha en sus pétalos.

 

- Tu cosmos se manifiesta en forma de hielo y nieve. No eres un asgariano sino alguien bajo el signo de acuario, dime naciste en febrero, ¿no? - Milo mira como el joven presta atención a la nieve, caminando sobre ella con pasos un tanto inseguros como si fuera la primera vez e ignorándole a él. - Camus te he preguntado por la fecha de tu nacimiento.

 

Nada, le sigue ignorando y ve que hace extraños movimientos con su cuerpo, alejándose de Milo. El adulto le mira suspicaz intentando entender que hace. Desde luego no le gusta que no le respondan a sus preguntas.

 

- Increíble - dice para sí mismo Camus.-  Debe ser una superficie de al menos 100 metros cuadrados, hay nieve hasta en las copas de los árboles, pero salgo de la superficie y todo esta como debe estar, ya no es invierno. Pero si yo he hecho esto, ¿cómo?- mueve los brazos - No ocurre nada. Un momento, antes de ver la nieve estaba furioso y le he golpeado a él.

 

- Camus- dice apareciéndose enfrente del joven y mirándole de tal forma que siente miedo.  - Tú fecha de nacimiento, ahora.

 

- En... en... rea... lidad no...  no la... sé- se pregunta si su voz ha sonado tan aterrorizada como cree. Pero esa mirada le ha asustado, juraría que esos ojos que le parecen hermosos han adquirido un tono rojizo. Se siente inmovilizado y parece que le falta el aliento.

 

Milo se percata que está asustando al más joven, cierra sus ojos y al abrirlos vuelven a ser como antes, le pregunta con un poco más de suavidad.

 

- ¿Cómo es que no sabes cuál es el día de tu nacimiento? ¿Acaso en tu familia no celebran cumpleaños? ¿No está apuntado en tu certificado de nacimiento?

 

- Claro que celebro cumpleaños y tengo una fecha en mi certificado de nacimiento, pero no es el día en que nací. Sino el día en que me encontraron los gendarmes y me llevaron al orfanato- dice al tiempo que desvía su mirada, no le gusta hablar de ese tema con nadie, ni siquiera con tus padres adoptivos, le resulta incómodo no saber de sus verdaderos progenitores y por qué le abandonaron en el orfanato siendo un bebe. - Es necesario hablar de esto.

 

- De acuerdo, no hablaremos más del tema, por el momento. Vamos a desayunar se hace tarde- dicho lo cual levantó a Camus y lo colocó sobre su hombro como si se tratase de un saco.

 

- ¿Qué demonios está haciendo?- realmente preocupado y moviéndose lo máximo para que le dejara ir. En esta posición únicamente podía ver la gabardina negra de Milo.

 

Pero apenas estuvo unos segundos, ya que enseguida fue depositado en el suelo nuevamente, el más joven se sentía algo mareado, iba a gritar al adulto cuando éste le colocó un dedo sobre los labios.

 

- Mira a tu alrededor, antes de decir nada. No estamos solos.

 

Obedeció. No podía ser, otra vez estaba sorprendido, asombrado, pasmado... Y eso que aún no eran ni las ocho de la mañana. ¿Cómo era posible que estuvieran enfrente de su instituto? Pero si estaban a media hora de camino del punto en que se encontraban hace unos instantes.

 

La pequeña ciudad recién se despertaba. Los coches circulaban, en la parada de autobús había gente esperando y mirando el reloj, el bus seguramente se estaba retrasando como de costumbre. Algunos transeúntes. ¿Es qué a nadie le había parecido raro que apareciesen así de repente? ¿O acaso no les veían?

 

- Allí podemos desayunar - dijo señalando la pequeña cafetería de la esquina. - ¡Por Atenea que hambre tengo!.

 

Camus conocía el sitio perfectamente, muchas veces había desayunado y almorzado, su antiguo dueño era el Sr. Garnier, era un hombre afable conocido de sus padres, desde que empezara el instituto iba con asiduidad, le encantaba escuchar historias del señor Garnier. Pero había muerto hacía unos meses y sus hijos habían vendido el negocio, desde las horas no había vuelto, ya que no era lo mismo, faltaba su anterior propietario.

 

Al entrar pudo ver los cambios que se habían producido en el local, desde luego había mejorado la decoración y todo parecía más elegante, sin embargo no le gustaba. Se detuvo un momento en uno de los espejos decorativos, al ver su reflejo comprobó que era cierto, las marcas del agarre sobre el cuello ya no estaban. Milo le había curado y desde que sintiera la calidez de los dedos no había vuelto a sentir dolor o molestia alguna, mas bien había sido lo contrario, se encontraba en plena forma.

 

Luego siguió a Milo hasta una mesa, la más apartada de todas, cerca de la cocina. Antes de sentarse el adulto se quita la gabardina, Camus se fija en que el jersey de manga larga y cuello en pico, puede ver que alrededor del cuello hay una cadena de plata, pero no ve lo que cuelga de ella, queda por debajo del jersey, el cual parece que le está un poco holgado, como sino fuera de él.

 

- Buenos días, preciosa - saluda a la joven camarera quien se ruborizó levemente- Serías tan amable de traerme un zumo de naranja, un café bien cargado y un croissant a la plancha con mantequilla y mermelada de melocotón. Y para él lo mismo, pero mermelada de naranja amarga, por favor.

 

- Puedo pedir mi propio desayuno.

 

- ¿Acaso quieres otra cosa? 

 

- No.

 

- Entonces lo dicho - dijo dirigiéndose a la camarera, que se fue enseguida. - Supongo que quieres saber como hemos llegado tan rápido.

 

- ¿Me va a decir que nos teletransportamos?- a estas alturas eso ya le era bien posible, a lo mejor incluso podía volar.

 

- No, nunca se me ha dado bien por mucho que mis hermanos y Shion me enseñaran. Pero lo que sí soy es muy rápido, hay pocos tan rápidos como yo, nos hemos movido a la velocidad de la luz por eso te has mareado - observa el rostro inmutable del joven.- Parece que no te sorprende.

 

- Creo que me sorprenderé si dice o hace algo normal.

 

- Disculpen- es la camarera con el desayuno, va dejando sobre la mesa los diferentes alimentos, así como la cuenta, que Milo paga rápidamente dejando una buena propina.

 

- Muchas gracias encanto, has sido muy eficiente - dice Milo, quien la mira directamente a los ojos, el más joven siente algo raro. - Pero nunca recordarás que nos viste y que estuvimos aquí. Además ahora cerraras el bar y lo abrirás cuando nos hayamos ido.

 

Camus puede ver que la muchacha asiente y que su mirada está ida, como una autómata sigue las instrucciones dadas, cerrando la cafetería al resto de posibles clientes. Luego vuelve a otras tareas ignorándolos a ambos, como si no estuviesen.

 

- También puede hipnotizar a la gente- afirmó el joven.

 

- Podemos decir que es algo parecido, pero solo con los humanos. Como te habrás dado cuenta ellos nos ven, se comunican y en ocasiones colaboramos con algunos de ellos. Debemos protegerlos del Enemigo, para preservar ambos mundos y por necesidad, y una de esas formas es que cuanto menos conocimiento tengan de nosotros todo será mejor y así los alejamos del Enemigo. Los humanos son extremadamente curiosos, querrían saber más de ellos y de nosotros, lo más seguro es quisieran controlar ambas especies, pero eso es imposible y todo llevaría a un desastre- dice al tiempo que toma varios sorbos de café.

 

- No entiendo, el conocimiento es poder - afirma el joven de cabellos azul verdoso oscuro.

 

-  El poder también implica responsabilidad, la humanidad tal y como es ahora no está preparada para dicho conocimiento, no puede enfrentarse a los aniquiladores, y a todo lo que ello conlleva. Estoy seguro que desarrollaría tecnología y armas, como nosotros lo hemos hecho pero nosotros tenemos el cosmos y eso es lo que al final cuenta a la hora de enfrentarte al enemigo. Además, algunos aniquiladores son realmente inteligentes y poderosos, pero eso ya lo iras viendo y aprendiendo - muerde con fuerza su croissant.- Vamos come, debes tener hambre después de haber empleado tu cosmos.

 

- ¿Qué es el comos? - dice antes de pegarle un mordisco al croissant que había untado de mantequilla y mermelada.

 

- Nuestra energía vital, lo que nos diferencia principalmente de los humanos, ellos no lo tiene o mas bien no lo saben utilizar, se encuentra latente en ellos. ¿Nunca has sentido el universo recorrer cada fibra de tu ser? Es como sentir la explosión de millones de estrellas, si sientes eso, es que sientes el cosmos- intenta explicar Milo, pero siempre ha creído que es mejor las acciones que las palabras. Una aura dorada le envuelve, es brillante como el oro y cálida como un día de verano, es algo realmente bello y mágico. - Esto es una manifestación física del cosmos. Tú también tienes una aura auque se oculta.

 

- Yo nunca he brillado.

 

- Pero pronto brillaras, con mayor o menor intensidad, pero lo harás. Pero ahora hablemos de otra cosa - dicho lo cual el aura desapareció. -¿Cuándo nos vamos? ¿Qué has pensado hacer respecto a tus padres y tus amigos? ¿Cómo va a ser?

 

- ¿Irme? Yo no pienso irme y mucho menos con usted.  Tengo una vida aquí y un futuro, estudiaré en una buena universidad y voy a ser un arquitecto, diseñare edificios impresionantes. Así que no pienso marcharme a donde quieran llevarme - se felicitó mentalmente a sí mismo por sonar convincente y seguro.

 

- Camus, como te dije ayer, no puedes quedarte, los aniquiladores te terminaran encontrando y destruirán todo. ¿Acaso quieres morir o que tus padres y este pueblo desaparezcan?- su voz denotaba molestia.- Tienes hasta pasado mañana para decidir como va a ser tu despedida.

 

- Primero esto no es un pueblo, sino una ciudad, una pequeña ciudad - se corrigió - Segundo no quiero nada de eso, y mucho menos que alguien resulte dañado. Y por último, ¿a qué se refiere con decidir mi despedida?

 

- Tu muerte claro o piensas simplemente desaparecer y provocar que tus seres queridos te busquen y se pregunten hasta el final de sus días dónde estás - dijo Milo tomando el café. - Yo optaría por una muerte accidental, es lo menos cruel, como por ejemplo un accidente de tráfico, atragantarse con un trozo de comida o caerse y darse un mal golpe.

 

El joven se había puesto lívido, había perdido todo el apetito por lo que le quedaba de día. Todo eso iba enserio, accidente, atragantarse. ¿Pero cómo puede decir eso tan tranquilo? ¿Cómo podía fingir su propia muerte? A su mente sólo venían los rostros de sus padres llorosos y desencajados por el dolor.

 

- No... no puedo... hacerles...  eso - dijo apenas audible Camus. - Es cruel.

 

- Voy a decírtelo una vez más y espero que lo entiendas. Pasado mañana  nos vamos, soy extremadamente generoso por permitirte estar tanto tiempo, lo normal es que cuando encontramos a alguien como tú, es llevárnoslo enseguida, sin dar explicaciones y ponerle a salvo en el Olimpo. Así que, dentro de tres días nos iremos, no hay opciones, ni siquiera puedes huir, te encontraría en un pestañeo - termina de beber el zumo de naranja. - Por eso te recomiendo que elijas como quieres despedirte, porque sino lo haremos nosotros y te advierto que a Aphrodite le encantan las despedidas muy dramáticas y dolorosas emocionalmente.    

 

- Creo que debería irme, tengo clases a primera hora. - Sabía que quedaba aún un cuarto de hora para empezarán las clases, tenía tiempo de sobra para llegar, pero necesita estar solo.

 

- Sí, no sea cosa que llegues tarde - dijo Milo y siguió comiendo su desayuno.

 

Al salir de la cafetería se dirigió con paso cansino al instituto, se sentía abatido y sin esperanza, toda lo que le había ocurrido en las últimas dieciséis horas había devastado su mundo. ¡Ojalá que todo fuera una pesadilla!

 

Como un autómata se dirigió a su clase y se sentó en su pupitre, sin prestar atención a nada ni a nadie. Las horas pasaron, las clases ya no le interesaban, ni lo que tuvieran que decir sus compañeros, hacía ver que trabajaba, pero en realidad solamente le daba vueltas a la información que Milo le había dado, rememorar los hechos extraños que habían sucedido, y consecuentemente, pensar en como había sido su vida hasta hora y la que ya no tendría si se lo llevaban.

 

 Tal vez, si se lo contaba a sus padres o a la policía, ¿pero cómo le iban a creer? Si él mismo no terminaba de asimilarlo. Además si lo contaba le tomarían por un loco o lo que es peor el plazo concluiría y se lo llevarían a... ¿cómo había dicho Milo?. Olimpo. Pero ese no era el nombre de la antigua morada de los dioses griegos. Antes el adulto había nombrado al rey de los dioses del panteón griego. No, debe ser la montaña, en Grecia, aunque es probable que sea lo primero y viva con unos dioses, ya todo es posible.

 

- ¡CAMUS JEROME LACLAIRE!

 

El grito le sobresalta y busca a la persona causante. Vio a Marie con el ceño fruncido y los labios apretados, a su lado estaba Pierre con cara de aburrido y ganas de quererse ir. Ya no quedaba nadie en clase salvo ellos tres, parecía que las clases habían terminado.

 

- ¿Por qué chillas? No hace falta.

 

- No sé, veamos que te parece esta respuesta - la chica coge aire. - ¡PORQUE TE HEMOS LLAMADO CINCO VECES Y NOS HAS IGNORADO!.

 

- ¡Joder Marie! No me importa que dejes sordo a Camus, pero a mí no- decía Pierre tapando sus orejas con ambas manos. - A ver capullo, ¿qué te sucede hoy? La de los pechos grandes, quiero decir Anne - se corrige inmediatamente debido a la mirada furiosa de su amiga - Anne nos ha dicho que hoy no has prestado atención en clase y que has pasado de los profesores cuando han preguntado voluntarios para subir nota, en tu caso hacer más patente que eres el mejor. Tío desde que te conozco eso no ha ocurrido jamás, ¿estás enfermo?.

 

- No me sucede nada - dice molesto y recoge sus cosas para irse lo más rápido posible a casa. Por un minuto considera la posibilidad de contarles lo que le ha sucedido, después de todo son amigos desde que iban al parvulario, siempre los tres juntos aunque ahora estuvieran en clases diferentes. Los únicos que no le han mirado como el resto de la gente, sino que le veían a él y no al superdotado en estudios y deportes. Pero deshecha la idea.

 

- Espera Camus, ¿por qué tanta prisa? - pregunta Marie intentando darle alcance. - ¡Vamos Pierre no te quedes atrás!

 

Están llegando a la salida del instituto, cuando Camus se detiene al sentir otra vez la sensación de descarga eléctrica, la cual se está haciendo habitual y al mirar a las rejas de hierro de la entrada, reconoce a la persona apoyada. Es el otro. Aphrodite. Aunque en está ocasión lleva un ropa totalmente diferente, un traje de color gris claro, con una camisa azul oscuro con los dos primeros botones abiertos y unos zapatos negros. De una cosa estaba seguro es que esa ropa se veía de muy buena calidad y sobretodo cara, muy cara. Luego se fija en el rostro y sobretodo en esa expresión de molestia e irritación, ¿dónde estaba Milo?

 

- ¡Ya era hora! ¿Por qué has tardado tanto? Llevo veinte minutos esperando, ya iba a entrar para sacarte a rastras - definitivamente la voz sonaba molesta. - ¡Venga vámonos!

 

  - ¿Quién es esta... persona? - pregunta Marie un poco dudosa. Camus abre los ojos y por primera vez no sabe que contestarle a su amiga.

 

Aphrodite fija su atención en los otros dos jóvenes, una chica y un chico de cabellos  castaños pero de diferentes tonalidades, el de la chica es más oscuro, al mismo tiempo que en su mano aparece una rosa naranja, envuelta en una aura del mismo color y les dice.

 

- Olvidad que me habéis visto y marcharos a casa -  al instante caen los pétalos de la flor que al tocar el suelo se convierten en partículas brillantes, que una suave brisa los lleva hacia ellos.

 

- Hasta mañana Camus, nos vamos a casa - dicen al unísono sus amigos y se marchan.

 

 Sin lugar a dudas, les ha hipnotizado como Milo lo hizo con la camarera, sin embargo ha sido de forma diferente, es la segunda vez que Aphrodite utiliza una rosa para manifestar su poder. Desde luego nadie podría utilizar las rosas de la manera que lo hacía este hombre, así que debía ser una manifestación del cosmos. ¿Qué más podría ser?

 

- ¿A qué esperas mocoso?

 

- Mi nombre es Camus Laclaire, no me nombres de esa forma- ordena el muchacho con suma frialdad. - ¿Dónde está Milo?.

 

El de cabellos azul turquesa da unos pasos hacia él, su caminar es elegante pero al mismo tiempo resulta intimidante, ve una aura dorada a su alrededor, no puede evitar dar unos pasos hacia atrás, algo dentro de él le grita que tenga cuidado que las apariencias son eso, apariencias. El mayor sonríe pérfidamente y se detiene cuando el adolescente choca contra la pared.

 

- Nunca vuelvas a ordenarme, mocoso - dice desdeñoso. - Respecto a Milo, tiene cosas más importantes que hacer, no eres el centro de atención del mundo, así que te escoltaré hasta tu casa, en silencio y deprisa.

 

El regreso a casa, nunca fue tan agotador como el de hoy. Aprodithe no camina, corre y Camus apenas puede seguirle a esa velocidad, es agotador seguir su ritmo por el bosque. A parte ese olor a rosas le marea, sabe que proviene del otro.

 

El adulto se detiene, momento que aprovecha el joven para recuperar el aliento y normalizar la respiración, cuando se percata que ya habían llegado a su casa. Miró su reloj y se extraño, pero si sólo habían tardado veinte minutos, su hogar estaba a quince minutos en coche y casi una hora andando a paso rápido del instituto, eso si ibas por el bosque que era el camino más recto.

 

- Eres muy lento, tienes que ser más rápido - dice el del lunar en la mejilla.

 

Había oído bien, le ha dicho lento. Si nunca había sido tan rápido como hoy. No debía haber nadie más rápido, salvo estos dos hombre que estaban trastocando su vida.

 

- Así que esta es tu casa - dijo Aphrodite  refiriéndose a la casa de dos alturas con un jardín en la parte delantera, rodeada de abetos y la diferente vegetación del bosque. Había sido el hogar de los Laclaire desde hacía más de ciento cincuenta años, claro que con el tiempo había sufrido distintas reformas para adaptarla a las necesidades de la familia y para Camus su hogar es simplemente hermoso y cálido. - Espero que el interior sea mejor que lo que es por fuera. Por todos los dioses, que jardín tan poco cuidado, es una vergüenza el estado en que se encuentran las rosas.

 

¿Cómo se atrevía a decir eso de su hogar? Su jardín es maravilloso, su madre dedicaba muchas horas y cuidaba con mimo todas las plantas. Si antes no le caía bien, ahora mismo mucho peor tras insultar el trabajo de su madre en jardín, pensaba hacérselo saber.

 

- Mi madre...

 

- He dicho silencio, así que no pienses abrir esa boquita tuya otra vez, mocoso- interrumpió Aphrodite dirigiéndose a las rosas. - Tranquilas niñas que ya he llegado yo para hacerlas más bellas, porque son las reinas de todo jardín.

 

El de cabellos azul turquesa extendió sus manos hacia las flores, el más joven le oye murmurar una palabras inteligibles. Las rosas brillan, las marchitas se regeneran y los capullos se abren mostrando todo su esplendor. En toda su vida no había rosas tan hermosas, su fragancia inunda el lugar, parece que todo se vuelve más bello, con más vida, incluso los árboles tiene más vida.

 

- Sí pequeñas, ahora son y serán siempre bellas - dice Aphrodite con una sonrisa en los labios. - Entra en casa mocoso y ni siquiera se te ocurra salir. No pienso ser tan condescendiente contigo como lo ha sido Milo.

 

De momento decidió obedecerle, pensó que así se libraría de él ya que supuso que se marcharía enseguida que él traspasase el umbral de su casa, pero se equivocó al ver que también entraba en la casa detrás de él. ¿Cómo iba a justificar su presencia cuando su madre regresaran de su trabajo o su padre tras regresar de su viaje? A lo mejor sólo estaría unos minutos y luego se iría a otra parte.

 

- Es algo hogareño, pero le falta bastante de buen gusto - dijo despectivo.

 

- Es que solamente sabes quejarte de todo -la situación ya comenzaba a ser inaguantable. ¿Quién se creía que era?

 

- No me quejaría si ya pudiese volver a mi hogar o proseguir con mi misión, pero no es el caso. Tengo que hacer de niñera de un mocoso como tú - dijo enojado el del lunar en la mejilla.- No entiendo por qué Milo ha permitido darte unos días para despedirte.  No me gusta en absoluto esta situación.

 

- Entonces volved ambos a vuestro hogar y dejarme aquí con mi vida.

 

- No sé que te habrá dicho Milo al respecto, pero conociéndolo estoy seguro que habrá  sido cristalino contigo. Vas a venir con nosotros quieras o no. Pero si sigues así, con esta actitud tan infantil e imprudente, me es totalmente indiferente el plazo que te ha dado él y te llevare yo mismo sin contemplaciones al Olimpo. De esta forma ya no serás un problema para nosotros. No creas ni por un segundo que voy a permitir que hagas más fuerte al Enemigo.

 

Durante unos instantes no hubo palabras entre ellos, Aphrodite se dedicó a pasear por la planta baja de la casa, criticando todo lo que no le gustaba, es decir prácticamente todo. Pero hubo algo que le llamó la atención, las fotografías que había sobre el aparador y en la estantería.

 

- Eres adoptado - afirmó el mayor.

 

Camus le miró sorprendido, acaso Milo se lo había dicho, porque está seguro que esos dos han hablado de él.

 

- No te pareces físicamente en nada a ellos, los rasgos de tu padre son totalmente diferentes a los tuyos, aunque tiene ciertas semejanza a ella - dice señalando a su madre en la foto familiar de hace años, junto con sus abuelos y unos primos de sus padres y sus respectivos hijos. - Como la nariz, la barbilla y el color del cabello, son similares pero son meras coincidencias, porque esos preciosos hoyuelos en sus barbillas, como también los tienen el resto de los familiares. Si fueras su hijo tú también lo tendrías, el hoyuelo es un gen dominante, los casos en que un hijo no heredera ese gen son muy extraños y la expresión de tu rostro me lo ha confirmado - sonríe con autosuficiencia.

 

- El hecho que sea adoptado no es de tú interés.

 

- Al contrario mocoso, deberemos investigar de tus orígenes y averiguar más de ello, tal vez en tu familia biológica haya más como nosotros - se sentó en el sofá. - Por suerte yo no me ocuparé de ello. ¿No piensas ofrecerme nada? Eres un pésimo anfitrión, o acaso no te han enseñado modales tus padres adoptivos.

 

- Lo lamento pero ya no nos queda veneno. Pero no te preocupes, puede ofrecerte lejía - cada palabra pronunciada por el hermoso adulto le enfurecía y no soportaba más algún comentario, nunca había conocido a nadie que pudiera enfurecerle tanto como ese hombre con rostro de mujer.

 

- No gracias, pero un vaso de agua mineral con gas estaría bien, ¿o acaso también se terminó?.

 

Camus ni se molestó en contestar, se dirigió hacia la cocina dejando su mochila en una de las sillas, abrió el grifo llenando un vaso. Mineral, ya tenía suerte que no le escupiera en el recipiente, abrió uno de los cajones y cogió una aspirina, echándola al vaso.

 

- Bien, agua con gas.

 

Regresó de inmediato al salón, dejando sobre la mesita de estar el vaso, enfrente de Aphrodite quien se había sentado en el  mullido sillón levantó las cejas.

 

- No dije que la quisiera congelada.

 

El joven miro estupefacto el vaso, completamente congelado está el liquido en su interior así como la aspirina. Lo había vuelto hacer de nuevo, mejor dicho su cosmos lo había vuelto a hacer, porque él no tenía ni idea como sucedía todo aquello.

 

- Las emociones hacen que tu cosmos se manifieste, lo cual es muy gracioso para alguien que ha nacido bajo la protección de acuario y tenga un cosmos de hielo- se carcajea unos momentos ante la cara extrañada del joven. - Bueno me voy, quédate en casa mocoso.

 

- ¿Cómo? - ante su mirada atenta Aphrodite ha desaparecido.

 

De repente oye el ruido de los motores de los coches, sin duda su madre no volvía sola. Antes de que entren por la puerta recoge el vaso congelado y lo intenta ocultar, tras mirar a su alrededor considera que el mejor sitio es su habitación. Sube las escaleras al piso superior, al abrir la puerta de su habitación, se sorprende al ver sobre la cama un ramo de rosas rojas con una nota que al coger puede leer una simple palabra con letras alargadas e inclinadas hacia la izquierda; "Despedida".

 

Por unos instantes su cuerpo parece no reaccionar, sin duda aquello lo ha dejado el adulto que acababa de irse. Respira rápidamente y aprieta la nota en su mano arrugándola, se está enfureciendo. Oye la puerta de entrada cerrarse y a su madre anunciándole su llegada y la de su padre, cierra los ojos y exhala profundamente intentando calmarse, no podía permitir que sus padres le vieran en semejante estado. Al abrir los ojos exclama.

 

- ¡Mierda! ¡Maldita sea!

 

Su habitación se acaba de convertir en una nevera, podía ver que sobre los muebles y el suelo había una fina capa de nieve, y otras cosas con escarcha como el ramo de rosas, ve su aliento, la temperatura se encuentra bajo cero.

 

- ¿Cómo diablos vuelvo esto a la normalidad? - se pregunta en voz alta, sus padres pueden entrar y cómo se lo explica.

 

Abre la ventana para que salga el aire frío y entre algo de calor del exterior. Arroja por la venta el ramo de rosas, el cual va a parar bastante lejos, antes no hubiera ido tan lejos, pero eso era antes.

 

Luego saca el pequeño calefactor que todavía tenía debajo de su cama, conectándolo enseguida y encendiéndolo a la temperatura máxima, de esta manera iría caldeando la habitación.

 

- Camus cariño, ¿estás bien?- era su madre y se la oía muy cerca, sin duda había subido la escalera. El joven se apresuró a salir de la habitación.

 

- ¡Hola Mamá! No te he oído llegar - dice con una sonrisa y le da un beso en la mejilla, la mujer se sorprende, su hijo no es muy propenso a dar muestras de cariño.

 

- ¡Hola Camus! - saludó desde la planta baja un hombre de cabello negro, nariz aguileña, pómulos marcados y labios finos.

 

- ¡Papá! - exclamó contento el adolescente y que bajo apresurado las escaleras para abrazar a su padre a quien no veía en un semana - ¡Me alegro tanto de verte! ¡Te he extrañado tanto!

 

- Yo también hijo - el padre mira un poco extrañado a su mujer que baja pausadamente las escaleras. - Pero no me dijiste que ya eras muy mayor para abrazar a tu viejo.

 

- A veces digo tonterías - contestó Camus aún abrazado a su padre, había tenido un día muy difícil y raro, al verles todo lo que Milo les había dicho de la despedida vino a su mente, sintió miedo al saber que podía perderles, quería a sus padres, poco le importaba que fueran biológicos o no, eran sus padres y poco importaba la sangre.

 

- Camus, ¿estás bien? - preguntó preocupado el hombre al ver que su hijo aun no le soltaba y le abraza tan fuerte que apenas podía respirar.

 

- Sí, solo es que me alegro mucho de verte - deja de abrazar a su padre y se aparta un poco de él. - Bueno me voy a estudiar un rato antes de la cena.

 

El joven subió las escaleras tan rápido como las bajo, ante las caras extrañadas de sus padres. Se encerró en su cuarto, por un momento olvidó el pequeño desastre que tenía allí, la nieve y la escarcha se fundían más rápido de lo que suponía, transformándose en agua.

 

- ¡Joder!-  exclamó frustrado, la mayoría de sus cosas estaban mojadas. Fue al armario de la habitación de al lado en busca de toallas para secar y unas sábanas secas.

 

Al cabo de dos horas y media todo parecía haber vuelto más o menos a la normalidad, cuando sus padres se fueran a dormir pondría las toallas y las sábanas mojadas en la lavadora.  Lo cual hizo unas horas más tardes, después de que sus padres y él disfrutasen de una cena familiar y de que su padre les contara como había sido su viaje, la gente que había conocido y las anécdotas que le habían ocurrido. Camus hacía tiempo que no se sentía tan feliz compartiendo un momento con ellos y con ese pensamiento se fue a dormir.

 

 

Clak, clack. Es el ruido de algo golpeando el cristal de la ventana, consiguiendo que se despierte. Abrió los ojos y se incorporó en la cama, mirando hacia la ventana. Pudo ver la figura de un hombre que le saludaba con la mano. Un ladrón no podía ser, no sería tan estúpido para despertar a los propietarios de la casa que iba a allanar. Además la sensación electrificante le indicaba de quien podía tratarse.  Por favor, que no fuera el insoportable.

 

- ¿Milo? - dijo al encender la luz de la mesilla de noche y reconocer la figura tras los cristales. Aunque no lo demuestra se alegra de verlo, de inmediato se levanta y abre la ventana. - Pero, ¿qué hace aquí?

 

 - Pues invitarte a un picnic de medianoche - contestó con una deslumbrante sonrisa.

 

- ¿A estas horas?-  preguntó Camus, quien miró el reloj sobre el escritorio, el cual marcaba la una menos veinte de la noche. 

 

- Es la hora ideal, es un picnic de medianoche. Además es en el tejado, un poco de diversión te hará bien.

 

- ¿En el tejado de mi casa? - preguntó extrañado.

 

- Sí, o acaso ves otra casa por aquí. 

 

- Mis padres pueden despertarse, si no lo han hecho ya - dice preocupado ante la posibilidad de tener que explicarles la situación.

 

- No te preocupes, están bien dormidos, aunque hagamos un escándalo, no van a despertarse. Aphrodite los ha dormido profundamente. Pero tranquilo que mañana se levantaran como unas rosas - aclara Milo al ver la expresión alarmada del más joven. 

 

El joven asintió con la cabeza y se calzó unas deportivas, momento que aprovechó Milo para estirar de él, sacándolo por la ventana, Camus se sujeta a su cuello, por temor a caerse, por lo que el adulto le susurra al oído.

 

- Tranquilo, no pienso dejar que te caigas. Ahora vas a colocar bien los pies y procurar no resbalar, el tejado está algo mojado- el joven se separa y el adulto le coge de la mano. -  No te preocupes ya te tengo.

 

A Camus le gustó la calidez de la mano de Milo, un claro contraste con las suyas que siempre están frías, el adulto tira suavemente de él, quien caminaba como si nada sobre el inclinado tejado.

 

Su tejado tiene una inclinación muy pronunciada salvo que en la parte superior que apenas había. La verdad es que había subido varias veces por el tejado de su casa, de la misma forma que ahora, normalmente era para reparar las goteras ocasionales o cambiar las tejas rotas, actividades que realizaba bajo la supervisión de su padre y con todas las medidas de seguridad. Pero había otras en la que simplemente se escabullía por la ventana para pasar las noches de verano contemplando las estrellas, quedándose dormido varias noches. Así que estaba mas que acostumbrado a andar por el tejado de su casa. No necesitaba para nada la ayuda de Milo, pero le gustaba la sensación en su mano e inconscientemente la apretó con más fuerza. No entendía por qué este hombre le provocaba tantas sensaciones "agradables".

 

- Así que el mocoso se ha apuntado, lástima - Camus reconoció enseguida la molesta voz  de Aphrodite, quien tenía una manta fina echada por encima de los hombros, en su mano tenía una copa de vino, pero con la escasa luz de la noche y la luna nueva no pudo ver cual era su contenido. - Creo que Milo quiere que le devuelvas su mano.

 

- ¿Eh? - dijo extrañado y luego se percató que el de mirada púrpura hacía amago de que le dejasen ir, por lo que de inmediato le soltó, muy a su pesar, la mano. - Lo siento.

 

- Tranquilo. Siéntate aquí y come lo que quieras - dijo Milo señalando el mantel que había sobre el tejado, en el cual había una gran variedad de canapés. - La verdad es que la luz de esta noche es un poco pobre - con un chasqueteo de sus dedos apareció una esfera de luz anaranjada que quedó suspendida en el aire, iluminando un poco a todo su alrededor.

 

- ¿Cosmos? - preguntó Camus, a lo cual Milo asintió y sonrió.

 

El más joven observó mejor los canapés que había sobre el mantel, diferentes tipos de quesos, patés, salmón, sucedáneo de caviar y otras cosas que no estaba muy seguro que eran. No tenía hambre pero todas aquellas cosas le hacían agua la boca, así que comenzó a probar con los quesos. Estaba delicioso, el mejor queso que había probado en su vida y el salmón estupendo con el huevo hilado.

 

- ¡Está riquísimo! - exclamó Camus.

 

- Al menos tienes un buen paladar mocoso- comentó Aphrodite que servía una copa de vino tinto a Milo que Camus casi se desmaya al reconocer el nombre del vino y el año.

 

   -  La botella vale más de tres mil euros, al menos eso afirmó el reportaje - dijo el joven.

 

- Pues era un mal reportaje, la botella cuesta más de cinco mil euros - le corrigió Aphrodite.

 

- Aphrodite adora los buenos vinos franceses, bueno en realidad adora todo lo que tenga que ver con Francia - comentó Milo.

 

- Si es cierto, salvo que no soporto a los franceses - puntualizó el de cabellos azul turquesa mirando fijamente a Camus.

 

El más joven ignoró tanto la mirada como el comentario con segundas, no iba a permitir que el señor todo son quejas le alterara en lo más mínimo, iba a disfrutar de todos estos canapés y aunque no tuviera mucha hambre, iba a comer el máximo.

 

-  Un momento, esto no es sucedáneo de caviar - dijo después de comer uno.

 

- ¡Es caviar iraní, mocoso ignorante! - le gritó Aphrodite - Todo lo que hay sobre este mantel son delicias de la gastronomía.

 

El más joven iba a responderle, pero sintió unas nauseas terribles, como las de ayer.

 

- Aphro - llamó sutilmente Milo, tomando un sorbo de vino.

 

- Lo sé. Ya era hora - dijo el de cabellos turquesas poniéndose de pie. - Niñas encargaros del enemigo.

 

De la nada aparecieron cientos de rosas que se dirigieron hacia Camus que le esquivaron en el último momento, dirigiéndose hacia algo. Entonces se oyó un grito desgarrador, el adolescente se giró hacia atrás para ver de donde provenía, a escasos metros de él, reconoció inmediatamente la túnica raída, el rostro deformado y el humo que salía de su cuerpo. Un aniquilador como los de ayer, estaba completamente rodeado de las rosas que acaban de esquivarle, suspendido apenas un metro del tejado de su casa. Sus gritos de dolor hicieron que algunos pájaros y aves huyeran del lugar. 

 

- El sexto rastreador - dijo indiferente Milo que continua comiendo como si aquello no estuviera ocurriendo.

 

Camus observó con más atención lo que estaban haciendo la rosas a esa criatura que continuaba evaporándose de forma continua pero pausada. Las flores despedían una especie de aura rojiza, podrían todo lo que estaba en contacto con ello.

 

- ¿Has llamado a  más como tú, rastreador? - le preguntó Aphrodite rodeado en un aura dorada, quien se acercaba tranquilamente a ese monstruo. - Dime que sí y me harás feliz.

 

- ¡Mal... di... to dor... ra...  do! - balbuceó el aniquilador. - ¡ Ser... rás de... vo... ra ... do!

 

- Niñas que conteste a mi pregunta - las rosas comenzaron a brillar más y un grito más desgarrador que los anteriores no se hizo esperar. - Podemos estar toda la noche o acabar ya, solo tienes que decir sí o no. Como puedes ver es muy sencillo.

 

Otro gritó. Camus se tapó sus oídos con ambas manos, para no tener que escuchar más. Sus náuseas empeoraban, sin duda la causa era ese ser que ahora agonizaba entre las rosas rojas. En eso el más joven se percata que inconscientemente se ha movido al lado de Milo, en busca de protección, sabe que a su lado está seguro.

 

- No durara mucho - Milo le habla impasible. - Deberías acostumbrarte a esto, estoy seguro que serás un caballero y lucharás contra ellos. No, estoy convencido que serás un poderoso caballero, Señor del Hielo.

 

- ¿Caballero? - preguntó extrañado.

 

- Ya lo entenderás más adelante, para el día de hoy ha sido suficiente información - dando por zanjada la conversación y sirviendo el vino en tres copas, dando una de ellas a Camus. - Antes de que me la rechaces, esta copa de vino es mucho mejor que las mierdas que debes tomar los fines de semana. Tienes diecisiete años, así que el alcohol no es una novedad en tu vida.

 

Toma la copa de vino, bebiendo un poco, tal vez el alcohol le ayude a tranquilizarse o calme la ansiedad que va en aumento. Vuelve a centrar la atención en los otros dos, hay un intercambio de palabras entre ambos, pero le resultan ininteligibles, desde luego eso no es francés.

 

Las rosas brillan con más intensidad, la criatura se retuerce de dolor. Aphrodite se gira para mirar a Camus, que por poco se le cae la copa entre sus manos al ver la expresión de sadismo y disfrute que aquel hermoso rostro y dice.

 

- Vamos rastreador, canta para mí.

 

-¡NADIEEEE! - aulló el aniquilador, convirtiéndose inmediatamente en humo que se disipa en el aire, al igual que los pétalos de las rosas. 

 

 El de cabello turquesa regresa al lado de los otros, su rostro ya no tiene la expresión que ha aterrado a Camus, acepta gustoso la copa de vino que le ofrece su amigo y se sienta de nuevo, colocándose la manta sobre los hombros nuevamente.

 

- Bien todo ha salido mejor de lo que me esperaba y ha sido más rápido de lo previsto - comentó Milo brindando con Aphrodite. - Por un momento creí que tendríamos que estar toda la noche de picnic y la verdad hoy estoy cansado.

 

- Realmente se había ocultado muy bien, ni mis rosas percibieron su presencia hasta que se acercó a la casa y el señuelo de caballeros relajados siempre les es tan tentador. Siguen siendo idiotas - dijo Aphrodite al tiempo que cogía un canapé. - Aunque no llamó por refuerzos pero eso no significa que no vengan más.

 

Entonces el más joven comprendió que todo había sido una trampa para atrapar al rastreador que faltaba, pero lo peor es que el mismo había servido de señuelo, bebió el vino que le quedaba de un solo trago. Esa cosa había sido destruida a escasos metros de él, de sus padres dormidos. ¿Y si les hubiese ocurrido algo?. No, no tenía que pensar en eso ahora. ¿Y si volvían más? ¿Y ellos no estaban para proteger a sus padres o cualquiera de los habitantes de la ciudad? Él no podía protegerles, no tenía ese poder que estos adultos poseían. Esas cosas sentían los cosmos y él tenía uno que se manifestaba sin que tuviera control alguno. En ese momento tomó la decisión,  les protegería de la única manera que podía hacerlo.

 

- ¿Qué tengo que hacer para que mi despedida sea lo menos dolorosa para mis padres y mis amigos? - preguntó el joven.

 

Los dos adultos se miraron y sonrieron.

 

- No te preocupes, déjalo en nuestras manos, tú solamente céntrate en pasar el mayor tiempo con ellos, después de todo mañana es sábado no tienes que ir al colegio. Disfruta del día - le dijo Milo al tiempo que ponía una mano sobre el hombro del joven en un intento de reconfortarle algo, pero eso no era posible. 

 

Camus sabe que mañana va a ser el último día de la vida que ha conocido hasta ahora. Quiere gritar, quiere llorar, quiere correr a la habitación de sus padres y pedirles que le escondan. Pero no puede hacer nada de eso. Simplemente no puede hacer nada.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).