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Encontrando el Sol perdido por liuny

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Notas del capitulo:

Sí, ya sé que carece casi por completo de narración, lo siento, no me ha pegado muchas ganas de tirarme a describir o narrar, así que ¡diálogo, bienvenido a la vida!

:D Hasta el próximo, para quién lea esto...

Encontrando el Sol perdido

Capítulo II:

— Ohh… ya veo… —Comentó con ligereza el comandante Tresh—. Simplemente se perdieron en una galaxia y si vivieron es por la capacidad generativa de Breck y luego un alienígena decidió arrastrarlos a un planeta equis para ser luego rescatados por UN NAVEGANTE ¡¿QUE NO SÓLO ESO SI NO QUE TAMBIÉN LOS IBA A LLEVAR A MX-650?! —Breck se escudó en Aindreas quién simplemente había dado un paso hacia atrás. Evitando que la saliva del hombre le alcanzara.

— Comandante… cálmese, por favor, recuerde lo que dijo el médico —Abogó por la vida de los otros dos, el secretario de Sully Tresh.

— ¡¿Cómo maldita sea quieres que me calme Pitzser!? ¡ESTOS MENTECATOS!

— ¡Comandante! —Regañó Frey con tono molesto. El de cabellos canosos se aclaró la garganta y se arregló la ropa.

— Sí, comandante. En pocas palabras eso fue lo que pasó. Y si quiere echarle la culpa a alguien, hágalo con Breck...

— ¡Oye! ¡Gracias, Ai!

— Maldita sea, Breck. No me digas Ai.

— El viaje no fue de todo en vano —Agregó el de ojos verdes, un tanto malicioso, mostrándoles un recipiente de plástico transparente, que estaba aparentemente vacío.

— Esto... Doctor... ¿Un recipiente vacío? —Preguntó el secretario, subiéndose los lentes y mirando más de cerca.

— No seas ridículo, Frey. Aquí dentro hay un cabello. Por supuesto que el cabello parece estar alterado de alguna manera extraña puesto que presenta más características de ser un cable de fibra óptica, que un cabello humano. Pero, el efecto parece dado por el color extraño y casi transparente que presenta la melanina.

— ¿Y se puede saber de quién es el cabello? —Cuestionó el general, tomando un vaso de agua.

— Del Sol Perdido. ¡Por supuesto! —Todos comenzaron a reír, inclusive Aindreas—. ¿De qué se ríen?

— ¿Cómo que de qué nos reímos, imbécil? ¿Cómo carajos piensas que nos vamos a tragar que, ese cabello, cosa que no veo, es del Sol perdido?

— Lo encontramos dentro del libro...

— ¿Qué libro? —Soltó de pronto el Comandante. Todos voltearon a ver al de cabellos marrones y ojos azules. Éste tenía un libro de forro aparentemente marrón, todo quemado; en las manos.

— Lo encontramos cerca de un volcán en MX-250 antes de que la galaxia explotara igual que sucedió con MX-650 —Les hizo saber el General Hegde—. Dentro, había un apartado que explicaba lo del cabello. Pero, la mayoría del libro está totalmente destruido por las altas temperaturas. Si me permiten, a mí me parece que esto es pura basura. Pero, de todas maneras decidimos quedárnoslo... Así que ahora lo dejamos en sus manos —Le dijo, dejándole el libro en el escritorio.

— ¿Buenos días? —Saludó Frey agarrando el teléfono.

¿Pitzser, Frey? —Se escuchó en el otro lado del auricular.

— Hola, Sun. ¿Tienes el encargo?

Sí.

— ¿Lo vas a dejar personalmente?

Ni por asomos. Está en la recepción de encomiendas.

— ¿Qué lo has dejado, dónde?

En el receptáculo de encomiendas. ¿Desde cuándo sufres del oído, Pitzser? Nos vemos...

— ¿Quién era, Frey? —Preguntó el comandante, dejando momentáneamente de revisar el libro junto a los otros dos.

— Sun, señor.

— ¿Ya dejó el encargo?

— Sí, señor.

— Kerins, Hegde.

— ¿Sí?

— Acompañen a Pitzser a buscar lo que va a buscar.

— ¡¿Y por qué!? —Gimoteó Frey.

— Porque yo lo digo. ¡Largo!

1

— Esto... ¿A dónde vamos exactamente? —Preguntó Breck, recostándose del asiento delantero, en dónde se encontraba el General conduciendo.

— Vamos a la estación espacial...

— ¿Y para qué?

— Para buscar un encargo que le dejaron al Comandante...

— ¿Y por qué tenemos que acompañarte nosotros?

— ¡Joder Breck! Cállate de una puta vez.

— Alteza, cálmese un poco usted también —Le regañó el de cabellos azules. El general agarró a Pitzser por el cuello con mirada asesina.

— Llevo soportándole por más de un mes. No me pidas que me calme.

— Ai, Ai... ve hacia adelante ¡que nos vas a venir matando!

— ¡Piloto automático, activación! —Gritó el secretario asustado, al ver que Aindreas se había volteado completamente para comenzar a injuriar al pobre Breck.

— ¡Alteza! Por el amor a Dios, ¡sostenga el volante! ¿O es que pretende asesinarnos a todos?

— Podía venir a buscarlo yo solo —Gruñó de mal humor, tomando el volante de nuevo.

— Pe... Pensé que iba a morir. ¡Gracias! Frey...

— ¡Doctor Kerins! ¡Compórtese! ¡Casi hace que su Alteza nos estrellara contra cualquier cosa!

— ¡Que tengo nombre, Frey!

— ¡Ya lo sabemos Ai! —Le molestó el doctor, logrando que el secretario de lentes, sufriera de nuevo un infarto, al ver que el volante dejaba de estar siendo manipulado por alguien racional y consciente.

2

— ¿Se encuentra bien? —Preguntó el dependiente al ver que Frey presentaba un color de piel poco saludable.

— Sí. Gracias por preocuparse...

— ¿En qué lo puedo ayudar, señor?

— ¿Un envío para Frey Pitzser o Sully Tresh?

— ¡Ah sí! ¡Tenga! —Dijo dándole un paquete envuelto toscamente en papel kraft.

— ¿Qué habrá allí? —Murmuró Breck a Aindreas.

— ¿Tengo pinta de adivino?

— No. Pero, ¿Por qué mandaría el comandante a buscar algo a Frey?

— ¿Quién sabe? Tal vez es un envío personal...

— ¿Qué murmuran ustedes?

— Nada. ¿Estás listo? —Cuestionó como si nada, el General.

— Sí. Ya estoy listo. ¿Por qué estás actuando como si estuvieses haciéndome de escolta?

— Porque eso es lo que estoy haciendo. Trabajando de niñera.

— Alteza. ¿Usted no pensará jamás cambiar ese mal humor suyo?

— ¡Qué tengo nombre Frey!

— Él lo sabe, Aindreas —Le calmó Breck, en tono serio—. Mientras estés pisando tierra Eslutreeana, no te puede tratar como un amigo. Sería un insulto para los Nacidos.

— Pues, yo no tengo la culpa de ser un nacido, si me vas a llamar, llámame por mi nombre.

— Por cierto. ¿Qué hay allí? —Preguntó el General Hegde, tratando de curiosear disimuladamente el contenido del paquete.

— Ummm —El Secretario miró hacia todos los lados, con cautela y luego les respondió mirándoles fijamente—. Los datos del nuevo candidato...

— ¿Otro? ¿Tan rápido? —Espetó sorprendido el doctor de ojos verdes.

— Sí.

— ¿Y cuándo llega?

— Pues, aún tenemos que saber quién es, y llamar al navegante que nos hará el favor de buscarle.

— Esto será un total desastre. Cada vez que se estipula un nuevo candidato, siempre es sinónimo de guerra para Elustree. Para nada, porque igual, nunca es.

— Así muchísimo menos lo van a encontrar. Con gente como él —Ironizó Breck, entrando en el carro—. ¿Y de dónde viene este?

— Está a unos pocos años luz de aquí.

— Es de otra galaxia. Demonios, si resulta ser el dichoso personaje... no tengo ganas de enfrentarme a la nobleza.

— Por mí que no lo encuentren nunca —Les hizo saber Pitzser con rictus preocupado—. La nobleza es poca cosa con los pensamientos que tiene el Rey...

— ¿Hasta cuándo piensan seguir buscando al Sol Perdido? Llevan ya mucho tiempo en esto. Que se metan en la cabeza que no es más que una estúpida leyenda..., si quieren la salvación de la raza humana que empiecen a buscarla por su propia mano.

— Un niño de ojos ambarinos y cabellos rubios. ¿Cuánta gente no hay con esas descripciones en todo el universo? De verdad que viéndole de esa manera, no es difícil tener las resoluciones de Aindreas —Comento reflexivo, el doctor.

— Igual. Nosotros no podemos hacer nada si el Rey quiere que lo sigamos buscando.

— ¿Y que tiene pensado ese majadero insufrible? ¿Casarse?

— No le tienes en mucha estima ¿no? —Averiguó el ojiverde. La única respuesta que tuvo fue, la tensión que hubo en los músculos de Aindreas.

3

¿Por qué siempre le enviaban a realizar estos trabajos a él? Es más, sacando cuentas, sus ingresos, eran mayormente dependientes del Comandante de las F.T.I (Fuerzas Terrestres Interestelares). Volteó la cabeza al ver a su nuevo encargo. Un niño de catorce años a lo mucho, de cabellos rubios dorados, y ojos ambarinos. Era como la tercera persona con esas características que trasportaba ese año. El Sol perdido ¿Cómo era posible que creyeran que un niño iba a salvar a toda la raza humana? Después de todo, una sola persona no iba a lograr que los ataques hostiles bajaran de intensidad o desaparecieran. Dudaba mucho que cuando se anunciara que el Sol Perdido había sido encontrado, todos correrían a esconderse. Es más, él creía todo lo contrarío. Sólo irían a matarle al primer intento posible.

— ¿Estás bien? —Preguntó con calma, al joven que le acompañaba. Retorcía las manos de forma nerviosa.

— S... sí... lo-lo siento...

— ¿Tienes frío?

— No, la temperatura está agradable. Gracias...

— No te preocupes mucho. ¿Sabes a que vas?

— ¿Algo relacionado con el Sol perdido?

— No te preocupes mucho. No te doy muchas esperanzas de que seas lo que están buscando. Así que regresarás a casa en poco tiempo.

— ¿De verdad creen que soy el Sol Perdido?

— ¿Quién sabe? Realmente dudo mucho que dicho personaje exista. ¿Tú crees que eres él?

— ¡Imposible! Las leyendas hablan que el Sol Perdido, tiene poderes. Si bien, existen personas con capacidades sorprendentes yo no soy una de ellas.

— Entonces vas a regresar más rápido a casa de lo que crees.

— Aterrizaje en el puerto espacial Elustree en menos de diez minutos.

— Ya vamos llegando. ¿Es la primera vez que vienes a Elustree? —El chico asintió—. Activar los sensores exteriores y abrir completamente las escotillas virtuales.

— Realizando comandos requeridos, creando dimensiones virtuales, entrando en campo gravitacional Elustreeano en, 4, 3, 2, 1.

— Bienvenido a la segunda tierra de la humanidad —Dijo con su personalidad divertida el de ojos dorados. El pequeño rubio se levantó para ver mejor. Las paredes de la estación de mando, se habían convertido en un espacio de visualización en 360 grados—. ¿Te gusta?

— Es un planeta inmenso.

— Es más grande que Júpiter.

— ¿Del sistema solar?

— Ajá. Si quieres que te diga algo. Luego de ver otras galaxias, el sistema solar es aburrido.

— ¿Has entrado? He oído que es imposible acercarse en un radio de un año luz a Plutón.

— La gravedad es demasiado potente, pero, los planetas aún resisten dentro de la órbita de la gigante roja. Y sí, eso es lo máximo que te puedes acercar antes de que los motores de cualquiera nave, no sirvan para nada. Pero, no hay nada que un buen telescopio no solucione. No sé, cuál es el afán con la tierra, Elustree es tres veces más hermosa que ella.

— Bueno, la Tierra fue el planeta madre de todos nosotros. Cuando los humanos eran los reyes del universo. Cuando aún podíamos nacer... —El menos cerró el puño aún encima de la imagen—. No entiendo si el universo es tan grande tienen que tenerla agarrada con nosotros.

— Porque somos una especie peligrosa. Especialmente con el chiste de Rey que tenemos actualmente. ¿Qué no ha aprendido la lección? ¿Para qué quiere seguir conquistando, si ya tiene demasiados enemigos? ¿Qué en vez de lograr algo, sólo hace que los humanos tengamos menos lugares para existir? Especialmente, nuestra raza que es tan quisquillosa para vivir. Elustree es uno de los pocos planetas en dónde el ser humano puede vivir libre, pero, sólo algunos seleccionados pueden lograrlo. He visto miles de planetas en dónde no somos más que esclavos de las otras razas.

— ¿Tú eres Elustreeano?

— No.

— ¿Y dónde vives?

— Soy lo que llaman un Homml’ss.

— ¡Qué! —Soltó sorprendido—. ¿Y no has buscando un sitio dónde establecerte?

— Como Homml’ss que soy, siempre y cuando no me quede demasiado tiempo en un solo lugar, tengo permiso de estar en cualquier planeta sin necesidad de visado. Además, esta nave es mi hogar. Sólo necesito reabastecerme de vez en cuando. Vivo a plenitud con suplementos.

— Odio los suplementos..., son tan, insípidos.

— Finalización de los trámites de asentamiento en los andenes. Permiso concedido en el Andén 420, comenzando el descenso...

— La verdad es que a mí la comida no me importa, ni el sol, ni nada de nada —Contestó omitiendo la voz de la computadora quién reportaba el estado actual de las cosas.

— Mi padre habla parecido a ti. Él también fue un Homml’ss, hasta encontrar a mi mamá. Él también come sólo suplementos y trabaja como si fuese una máquina. Mi madre es doctora y por ello vivimos en amnistía. Cuando llamaron a mis padres para decirles que era un posible candidato, mi padre sólo gruñó —Dijo casi con tristeza. Observó pasmado como el otro rubio, se tiraba de una altura considerable y caía como si de un gato se tratara. De pie y sin afectación alguna—. ¡Oye! ¿Tengo que saltar?

— ¡Ah! ¡Mierda! ¡Lo olvidaba! Lo siento. Ven —Le invitó abriendo los brazos—. Yo te cacharé. Confía en mí, no te dejaré caer.

— Ok. Allá voy —Se lanzó sin pensarlo mucho y soltando un pequeño gritillo, con los ojos fuertemente cerrados, se detuvo su caída—. Eres muy fuerte —Dijo estando en sus brazos.

— Gracias —Concedió, dejándole en el piso—. Ten.

— ¿Para qué es eso?

— Para que te lo pongas —Le dijo colocándole él una gorra y ocultándole totalmente el cabello rubio—. Trata de no mirar mucho a nadie. Lo siento, pero los malditos piratas que contratan para darme la lata cada vez que tengo una encomienda tan jodida como tú...

— Lo siento —Murmuró, juntando los dedos.

— Esto... no era para que te disculparas.

— ¿Puedo hacerte una pregunta? —Habló mientras caminaban.

— ¿Y eso qué será?

— ¿Es cierto que hay un planeta dónde viven sólo Los Nacidos?

— Ummm... no lo sé. Eso se dice, pero, dado que el planeta es intrazable, y sólo unos pocos saben dónde está, es como que difícil creérselo. ¿A qué viene la pregunta?

— Sólo era una pregunta.

— Ya veo...

— ¿Y cuándo vendrán por mí?

— Ya Hellas debe haberles avisado, así que en cualquier momento estarán aquí.

 

4

— ¿Ya están aquí? —Preguntó el comandante Tresh, tomando de una taza, con gesto despreocupado.

— Sí, Comandante. Ya avisaron.

— Lárgate a buscarle...

— Comandante Tresh —Saludó militarmente el General Hegde, entrando en la oficina.

— Justo a tiempo, Hegde. Te largas inmediatamente con Pitzser a buscar un encargo.

— ¡¿OTRA VEZ?!

— Sí —Le contestó inusualmente tranquilo. Haciéndole temer lo peor a Frey.

— ¡Me niego! No está entre mis deberes hacerle de niñera cada vez que quiera...

— Oh... oí que La Doncella de Elustree venía en cam...

— Vámonos Frey, mientras más rápido encontremos lo que buscas más rápido regresaremos —Dijo empujándole, para salir de allí lo más rápido posible, sin variar ni un poco su cara.

— ¿No y qué no era tu deber, hacerle de niñera, Hegde? —Le detuvo el hombre canoso, con tono ladino.

— Que pena, ciertamente. Por esta vez haré una excepción, Comandante.

— Le enviaré sus sinceros Saludos a la Doncella.

— No se moleste, Comandante —Le pidió, atragantándose y empujando con más vehemencia al pobre secretario—. Vamos, Frey, Vamos. Corre...

— ¿Correr, Alteza? No hay motivos para ello... —Informó tranquilamente, a pesar de saber el problema.

— ¡Vámonos! —Le soltó alterado mirando hacia todos los lados en actitud paranoica.

— Tranquilo, Aindreas —Murmuró cerca de su oído—. La Doncella de Elustree estaba en camino hace cinco minutos, como sabrás, no puede llegar tan rápido.

— Tú sólo corre... —El de cabellos azules, suspiró, yendo a alcanzar al General, quién caminaba con paso rápido.

5

— ¿Cuál es el apuro? —Preguntó, deteniéndoles a mitad de camino, Breck; con mirar curioso.

— Estamos con prisa, Breck: Desaparece...

— ¿Por qué? ¿A dónde van?

— Vamos a recoger una encomienda, Doctor Kerins —Respondió afable el Secretario.

— Hola, Frey... ¿Una encomienda? Está bien.

— ¡Vámonos Frey! No creo que el Navegante espere tanto tiempo.

— ¡La trae un navegante! De lujo

— No se preocupe, Alteza. Créame que esperará el tiempo que sea necesario.

— ¿Pue...?

— ¡Breck! ¡Esfúmate!

— Oh... ¿Sabes? Oí que la Doncella...

— Está bien, puedes venirte también —Le concedió alterado, agarrándole por el cuello y obligándole a caminar, arrastrándole en el proceso. Pitzser sonrió al ver la cara risueña del ojiverde que le mostraba los dedos pulgares, dejándose hacer.

6

— Hola, Sun ¿Cómo andas? —Preguntó el Secretario del Comandante de las F.I.T.

— Ya te estabas tardando, Frey.

— Lo siento, lo siento. Hola —Saludó al pequeño que estaba al lado de Sun, con una chaqueta que le quedaba grande y una gorra. El chico volteó a ver quién era.

— ¡Ahhh! ¡¿Eilaan?! —Gritó el Doctor, sorprendido. El aludido alzó una ceja mirando el epicentro del grito.

— ¿Breck?

— ¿Se conocen?

— ¡Mira, Ai! Es Eilaan...

— ¿Ah? —Preguntó despistado el General.

— ¡¿Cómo andas?!

— E... esto... bien, gracias. Ahora, si no te me encimas, mucho mejor...

— ¿Dónde se conocían? —Volvió a preguntar Frey.

— Él fue quién nos devolvió a Elustree.

— ¡Ohh! Que coincidencias.

— Vaya, hasta Aindreas está aquí —El hombre simplemente lo miró feamente—. Ahí está el crío. Cuídalo bien, así que, yo me voy.

— ¡Moo! ¡No te vayas! ¡Te invito un café!

— ¡Deja de encimárteme, Breck!

— Creo que te salió compatriota —Le molestó divertido, el secretario.

— ¡Cállate! Vámonos, Breck.

— ¿Por qué? Ándate tú. Yo me quedo a tomar un café con él.

— Ni se te ocurra...

— Tranquilo, Eilaan. No soy tan ruin como para dejarte a merced de Kerins —Le hizo saber Aindreas, agarrando al latoso doctor por el cuello, mientras éste hacia pucheros. Eilaan se levantó de pronto y con un revolver en la mano, apuntando a alguien.

— Ponle una mano encima y será lo último que hagas en esta vida —Amenazó el rubio de ojos dorados. Quién trataba de dañar al pequeño, se irguió con las manos en la espalda. Frey colocó al Candidato en su espalda, mientras que Aindreas soltaba de manera brusca al ojiverde y se colocaba en posición de ataque.

TBC...

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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