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Like a feather por Kitana

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Tomó asiento frente al escritorio de la secretaria. No se sentía bien. En realidad hubiera preferido estar en cualquier otro lugar excepto ahí donde se encontraba. Estaba seguro de que lo menos que le esperaba era una reprimenda. Muy probablemente perdería su empleo. Iban a echarlo por su conducta poco profesional. Para esos momentos todos en la firma sabía como y en qué circunstancias se había fracturado el brazo.

No dejaba de pensar en que si lo habían llamado sólo era para despedirlo. Se sentía demasiado nervioso y descontrolado. No estaba del todo seguro de que ellos fueran a ser amables, o de cual sería el resultado final de todo aquello. No tenía pensado negar nada acerca de Radamanthys. Lo admitiría todo. Siendo francos, ¿de qué iba a servirle mentir? Suspiró con abatimiento cuando la secretaria del director de la firma le indicó que podía pasar. Abandonó su asiento y se dirigió a la puerta que permanecía cerrada.

Se sorprendió enormemente al darse cuenta de que el director no estaba sólo. Alguien más estaba sentado frente al anciano abogado. No podía verlo bien. Descartó a Milo de inmediato, ese hombre tenía los cabellos negros.
—Buenos días, Zlatan, tome asiento, por favor —dijo el director con voz calma. Afrodita se sentó al lado del desconocido sin saber que esperar y con la mente en blanco. Estaba nervioso, más de lo que había estado jamás en toda su vida adulta —. Antes de comenzar. Me gustaría hacer las presentaciones debidas —dijo el director con una sonrisa que descolocó por completo a Afrodita —. Doctor Gemini, él es el doctor Zlatan, uno de nuestros mejores elementos y su jefe directo.
—Encantado de encontrarme de nuevo contigo, Afrodita —dijo aquel hombre con un brillo travieso en esos enormes ojos verdes —el director los miró sin comprender mientras Afrodita registraba todo su banco de memoria para recordar quien demonios era ese hombre.
—¿Se conocen? —preguntó el director.
—Por supuesto, fuimos compañeros en la universidad —dijo Gemini con una sonrisa suave.
—¿Kanon Gemini? —dijo Afrodita sin creérselo todavía.
—En persona —susurró el otro sin dejar de mirarlo fijamente.
—Bien, supongo que eso facilita las cosas para todos —dijo el director sonriendo de nuevo —. El doctor Gemini comienza a trabajar con nosotros a partir de hoy, hemos decidido que comience siendo su asistente, Zlatan.
—Será un placer — dijo Kanon con una extraña inflexión en la voz.
—Espero que la cooperación entre ustedes sea fructífera, el doctor Gemini tiene excelentes referencias —dijo el director y estrechó la mano de Kanon —. Gemini, mi secretaria le indicará donde se encuentra su oficina, más tarde le será presentado el resto del equipo, ¿cree que podrá hacerse cargo de ese tema, Zlatan?
—Si, por supuesto —dijo Afrodita sin terminar de comprender lo que estaba pasando justo en sus narices.
—Afrodita, quédese un momento, me gustaría tratar con usted un asunto importante — le dijo el director una vez que Kanon se retiró.
—Por supuesto —respondió el sueco.
—El dueño de la firma esta al tanto del incidente en la escalera entre usted y el señor Wyvern, comprenderá que una cosa semejante no puede pasarse por alto —Afrodita sintió que la tierra se abría bajo sus pies en ese preciso instante —. Usted conoce la política de la firma en situaciones como esta, sabe que lo usual sería pedirle su renuncia y retirar al cliente de nuestra cartera.
—Lo sé… —murmuró Afrodita, su voz fue a penas audible.
—Le diré, Afrodita, que si por mi fuera, usted estaría recogiendo sus cosas en este preciso momento, sin embargo, el dueño de la firma se ha tomado muy en serio las amenazas del señor Schwartz, uno de nuestros clientes más importantes, quien no está de acuerdo con que se implemente la medida habitual a su caso— Afrodita lo miró con incredulidad —. El propio señor Case se mostró reacio a despedirlo. Así que me han pedido decirle que puede conservar su empleo, no será despedido, siempre que mantenga el decoro como lo indican nuestras reglas. Usted es uno de nuestros mejores elementos y ya que nunca había incurrido en una falta semejante, permanecerá como socio, comprometiéndose por escrito a no cometer una falta de este tipo nuevamente.
—Yo… por supuesto…
—… y además, a no ver jamás a ningún otro cliente con intereses ajenos a los de la firma. Además tendrá que pagar una sanción económica, Zlatan. ¿Está de acuerdo?
—De acuerdo…
—No esperaba menos de usted.
—Lamento profundamente esto… no volverá a suceder, lamento profundamente haber actuado de una manera tan poco profesional.
—Estamos seguros de ello. Vaya, aún tiene que presentar al doctor Gemini.
—Si, señor.
—Por cierto, quiero que le de todo su apoyo al doctor Gemini, creemos que puede llegar a ser socio.

Afrodita abandonó la oficina del director bendiciendo su buena suerte y sin comprender del todo lo que había sucedido ahí.

Volvió a su oficina con el corazón latiendo todavía a velocidad alta, aunque se sentía un poco aliviado. En el futuro tendría que ser mucho más cuidadoso, mucho más. Al menos conservaba su empleo. Aunque comenzaba a creer que no podía confiar del todo en Kanon.

Sabía como se hacían las cosas en el medio, sabía que todos los que ingresaban a White & Case, lo hacían con la intención de convertirse en socios. La única manera de volverse socio era haciendo que uno de los abogados que ya lo era fuera despedido. La mayoría seguía esa táctica, pocos lo hacían como él o como Milo, trabajando duro. No metería las manos al fuego por nadie, ahora era un blanco fácil.

Dada la posición en que se encontraba, no era descabellado pensar que alguien tenía ya en mente hacer hasta lo imposible para sacarlo de la jugada. Era una presa fácil, todos los ojos estaban sobre él y cualquier error que cometiera, se vería magnificado. Si no se cuidaba lo suficiente, las cosas no podrían resultar bien.

Sólo podía confiar en Milo.

Se dirigió a su privado sin dejar de pensar en su situación. Definitivamente las consecuencias de su conducta no se habían hecho esperar, aunque habían sido leves, pero eso no significaba que podía seguir actuando descuidadamente. Tenía que retomar el camino que le había conducido hasta White & Case. Tenía que retomar el camino que siempre había seguido. Se arrepentía de todos los errores cometidos.

Radamanthys había trastocado su vida en más de una manera, y había llegado el momento de arreglar aquello.

Simplemente tenía que volver a ser el de antes, aunque estaba seguro de que sería imposible, por más que arreglara lo que se había roto, jamás volvería a ser igual. Nada podía ser igual, en especial él mismo.

Se encerró en su oficina, cansado de las miradas acusadoras y los cuchicheos. Estaba cansado de eso, de todo. Al poco rato, Cora entró para ofrecerle el café que tomaba todas las mañanas.
—¿Todo en orden, jefe? —dijo ella mientras ponía sobre el escritorio de Afrodita la taza de café.
—Sí… dentro de lo que cabe, al menos seguimos teniendo empleo ambos. Descuida, voy a arreglarlo.
—Como digas…por cierto, tienes llamadas…— dijo Cora.
—Dile que no vuelva a llamarme. No quiero volver a verlo, ni escucharlo, ni tenerlo cerca.
—OK; aunque no garantizo que surta efectos, ¿sabes?
—Sólo hazlo.
—Bien, escuché que tienes un nuevo asistente que es muy guapo — dijo Cora, Afrodita la miró de mala manera.
—Eso no importa, Cora.
—¿Es guapo?
—Si quieres saberlo, pregúntale a Milo. …l lo conoce mejor que yo.
—¿Milo lo conoce?
—Si, los tres fuimos juntos a la universidad. Antes de que lo olvide, llama a todos, hay que presentarlo.
—Correcto, me ocuparé de eso —dijo ella y lo dejó sólo.

Pocos minutos después, el teléfono comenzó a sonar.
—¿Diga? —susurró con voz ronca.
—¿Afrodita? —reconoció esa voz de inmediato. Era Shura.
—Hola Shura, ¿qué pasa? ¿Algún problema?
—Ninguno, es sólo que me he enterado de que tuviste un accidente, ¿cómo te encuentras?
—Ahora perfectamente, aunque me rompí el brazo y me han dicho que necesitaré terapia cuando el hueso sane.
—Tal vez sería bueno que te revise.
—Shura, yo…
—Vamos, es mi especialidad, mi campo de trabajo; además me sentiría mal si no lo hiciera.
—Bien, bien. Acepto.
—¿Cuándo crees que podrías venir a verme?
—Hoy me será imposible, tengo demasiado trabajo pendiente —mintió, no estaba listo para encontrarse con Shura.
—Entonces, ¿qué te parece mañana?
—Si, me haré un espacio mañana.
—Bien, entonces nos veremos mañana.
—Si, claro.
—¿Te encuentras bien? Te noto abatido —Afrodita guardó silencio —. ¿Afrodita?
—Si… yo… sólo estoy cansado…
—¿Seguro?
—Completamente, Shura, no tienes que preocuparte de más. —dijo el rubio intentando recobrar el aplomo.
—Entonces te veré mañana.
—Si, claro, te llamaré antes para no interrumpir nada.
—No es necesario, sólo llega antes de las siete, tengo que ver a mi jefe a esa hora.
—Muy bien, antes de las siete entonces —susurró —. Shura…
—¿Sí?
—Gracias — respondió extrañamente confortado.
—No he hecho nada todavía —dijo el español —. Nos vemos mañana, Afrodita.

Cuando colocó la bocina en su sitio, se quedó un momento mirando hacía la nada. No había pensado en Shura hacía mucho… después de todo, seguían siendo amigos.

Luego de realizar la presentación oficial de Kanon y de la nueva asistente de Milo ante el resto de los empleados de la firma, volvió a recluirse en su privado. Esta vez, su mejor amigo le acompañaba.
—¿Qué opinas? —preguntó Afrodita cuando estuvieron a solas en su privado.
—Que la vida es injusta, ¿cómo es posible que te premien dándote a Kanon como asistente y a mi me haya tocado esa chica loca? — dijo el griego, Afrodita lo miró un instante y se echó a reír.
—No me refería a eso, y desearía poder hablar en serio.
—Ya lo se, pero tenía que desfogarme un poco, ¿comprendes? Odio sentirme tenso, sabías que esa chica se pasó diez minutos contemplando mi trasero, no es que opine que no debe ser admirado pero…
—Milo… por los dioses estás exagerando.
—Abogado, quizá no sea un sabelotodo come libros como tú, pero he vivido lo suficiente como para saber cuando alguien me mira el trasero con intenciones non sanctas. De acuerdo, me callo, dispara, abogado.
—Milo, por todos los dioses… deja eso y dime, ¿cómo es que Shura sabe que tuve un accidente? —dijo el sueco mirando fijamente a su mejor amigo.
—Tal vez cometí una pequeña indiscreción, pero no ha habido dolo en ello, lo juro.
—Si, claro, tú nunca actúas dolosamente.
—Bien, lo admito, yo lo mencioné, el domingo me lo topé en el fútbol, una cosa llevó a la otra… y bueno, tú entiendes. No creo que tenga nada de malo.
—Te recuerdo que él es cliente de la firma.
—No por mucho tiempo. Según mis fuentes, su asunto esta en lista para sentencia, la publicaran a más tardar el viernes.
—¿Volviste a sobornar secretarías?
—Nada de eso, yo no soborno, simplemente soy generoso y encantador. Como sea, ¿no te alegra? Supongo que te habrá llamado, y para el viernes tu español será hombre completamente libre y desde ese día no será fruta prohibida.
—No estoy interesado en él de esa manera.
—Si, claro y a mi no me gustan los hombres, además, él si esta interesado, más que interesado, diría yo.
—No me importa…
—A mi me parece que mientes, abogado.
—Lo que pasó con Radamanthys me ha hecho pensar.
—Supongo que tu estrategia será el regreso a tus viejas costumbres, ¿o me equivoco?
—¿Y qué si es así? no todos podemos ser como tú —dijo Afrodita sintiendo que Milo lo conocía aún mejor de lo que había imaginado.
—Diría que es algo completamente predecible, pero, da igual, estoy seguro que el ardiente español se las arreglará para hacerte cambiar de opinión.
—¿Tan seguro estás? ¿Por qué?
—Porque te conozco, en el fondo eres más cursi que mi abuela.
—Idiota…
—Yo también te quiero — dijo Milo con una sonrisa torcida —. Debo insistir en que no es buena idea ver la vida pasar sin hacer maldita la cosa, ¡tienes que probarlo todo!
—Olvídalo, tu filosofía de vivir el presente nunca me ha convencido.
—¡Por los dioses, Afrodita! Tienes que probar todo lo que hay en el menú.
—Milo, la vida no es un buffet.
—Tampoco es un velorio, ¿sabías? Me voy, aún tengo que instruir a la chica mira traseros — dijo el griego dejando su asiento.
—La solución perfecta a tu problema sería que le dijeras que eres demasiado homosexual.
—Querido, el habérselo dicho evidentemente incrementó mi sex appeal a sus ojos. Créeme, no fue una buena idea, aparentemente es homofilica. Vendré a buscarte a la hora de la comida.
—Como digas, ven pronto, hoy no desayuné.
—OK, por cierto, tendremos compañía.
—No me digas que invitaste a Kanon…
—No, no, se trata de alguien a quien querrás conocer.
—Sólo dilo, no me gustan las sorpresas, ¿recuerdas?
—Es mi amigo misterioso, el que me acompaña al fútbol. Tiene vacaciones y quiso venir a saludar. Espero que no te moleste.
—No, no, por supuesto que no. Por mi no hay problema.
—OK, entonces nos vemos más tarde.

Una vez que estuvo solo, Afrodita se concentró en el trabajo. No tenía ánimos para pensar, del mismo modo que no tenía ánimos para recordar las docenas de mensajes que Radamanthys seguía dejándole pese a su persistente negativa de escucharlo. No habían vuelto a hablar desde el incidente en la escalera. No quería hablar con él y resucitar lo que ese hombre despertaba en él.

No sabía como manejar una situación semejante, nunca había enfrentado algo así. Tampoco quería que volviera a suceder. Había dolido demasiado. Sentía que la conducta de Radamanthys había quebrado algo en su interior que jamás volvería a ser el de antes por más empeño que pusiera en unir de nuevo los pedazos.

Se sentía atrapado por todas las emociones que urgían en él a raíz de su rompimiento con Radamanthys. Estaba profundamente decepcionado. Sin embargo, no podía dejar de pensar en él, de amarlo.

Racionalmente sabía que no había marcha atrás, él no iba a tolerar semejante cosa no quería ser uno más, quería ser el único, sólo eso. Y con Radamanthys no iba a conseguirlo. Lo sabía, sin embargo, algo en su corazón no se resignaba, algo en su corazón intentaba convencerlo de que lo mejor era admitir los requiebros del inglés y dejar de sufrir de una vez por todas, de dejar que todo volviera a ser como antes.

Pero, en definitiva, nada podía volver a ser como antes… ni siquiera él.

A la hora de la comida, Milo se presentó como un torbellino, lleno de energía y emocionado como un niño pequeño.
—Date prisa, ¿si? No quiero que espere demasiado —dijo presionándolo a salir, fuera quien fuera ese amigo suyo causaba un efecto en Milo que pocas veces había visto.
—Ya voy —refunfuñó Afrodita mientras tomaba las llaves de su oficina.
—A prisa, abogado — le apuró Milo sin dejar de mirar el reloj.
—¿Quieres calmarte? Te esperan para comer, no para salvar al mundo —Milo frunció el ceño.

Bajaron por la escalera, ya que Milo consideró que esperar el elevador iba a tomarles demasiado tiempo. al salir del edificio, Afrodita se sorprendió a notar a un hombre enorme que recordaba haber visto antes.
—Te dije que era puntual — comentó Milo mientras caminaba hacía ese hombre de proporciones monumentales. Afrodita calculó que seguramente mediría más de dos metros.
—Yo lo conozco — murmuró Afrodita.
—Claro que lo conoces, es el dueño del restaurante, ¿recuerdas?
—La verdad, no.
—Es igual, ven tengo que hacer la presentación oficial —dijo Milo y lo arrastró junto con él. el gigantesco sujeto sonrió ampliamente al ver a Milo.
—Hola — dijo al estrechar efusivamente la mano del griego.
—¿Recuerdas a Afrodita? —preguntó Milo.
—Si, claro, uno no se olvida tan fácilmente de alguien como él — dijo el gigante ofreciéndole la mano al sueco —. Por cierto, soy Aldebarán.
—Hola— se limitó a decir Afrodita, agradeciendo mentalmente que aquel hombre hubiera dicho su hombre.

Acudieron a un pequeño restaurante donde servían comida thai. Afrodita no disfrutó demasiado la experiencia, estaba muy ocupado analizando a Milo y a su nuevo amigo. Ellos se llevaban demasiado bien. Milo actuaba con mucha naturalidad, cosa que no hacía con nadie más que con él. Milo solía mimetizarse con la idea que alguien tenía de él, pero nunca actuaba con naturalidad como en ese momento. Le parecía que el aire sosegado de Aldebarán contribuía a crear ese efecto en su mejor amigo. Como quiera que fuera, le alegraba ver así de relajado a Milo, le gustaba verlo actuar sin poses.
—Dioses, esto esta delicioso — dijo Milo al probar el plato que había solicitado —. Este chef es genial.
—Deja de decir eso o me pondré celoso —bromeó Aldebarán.
—Hey, tú sabes que eres mi chef favorito — dijo Milo, Afrodita no podía creer lo que estaba viendo —. Ya vuelvo — dijo el griego al darse cuenta de que estaba recibiendo una llamada.
—Así que trabajas con Milo — dijo Aldebarán cuando el griego los dejó solos.
—Sí, así es, además fuimos juntos a la universidad — dijo Afrodita sin tomarle mucha importancia a aquello.
—Entonces se conocen desde hace mucho, ¿no?
—Si, poco más de diez años, para ser exactos.
—¿Puedo hacerte algunas preguntas? —Afrodita miró sorprendido a aquel hombre.
—Si… supongo que lo que quieres es hablar de Milo.
—Así es.
—Adelante —dijo resignado. No era la primera ni sería la última vez que le sucedía algo semejante.
—…l… ¿tiene a alguien? Me refiero a una pareja.
—No que yo sepa — dijo Afrodita sin mirarlo, no le gustaban esa clase de interrogatorios.
—Tú lo conoces bien, ¿cierto?
—Eso creo.
—¿Crees que un tipo como yo tenga oportunidad con un tipo como él? — dijo el gigante con un hilillo de voz. Afrodita casi se atragantó al escuchar aquello.
—¿Cómo… dices? —preguntó con voz ronca.
—Yo… estoy interesado en él… pero, necesito saber si tengo oportunidad con él, ¿me entiendes? —Afrodita asintió levemente —. Sí no está contigo y no hay nadie más, quiero intentarlo, pero tampoco quiero perder su amistad.
—Ya… entiendo.
—Tú, ¿qué piensas?
—¿Yo? Bueno… él te diría que si no intentas, no sabrás como podrían ser las cosas —dijo Afrodita mirando hacía la nada —. Milo es un buen hombre, ya ha sufrido mucho, ¿sabes? Así que hagas lo que hagas, no lo lastimes —dijo el rubio y Aldebarán sonrió.

Cuando Milo regresó, Afrodita se dedicó a estudiarlo con más detenimiento. Su amigo parecía realmente feliz con la compañía de ese enorme sujeto. Probablemente algo bueno iba a resultar de la iniciativa de Aldebarán.

—¿Qué te pareció Aldebarán? —dijo Milo cuando subían a la oficina.
—Parece alguien agradable.
—Lo es.
—A ti te gusta estar con él, ¿cierto?
—Un momento… ¿quién de los dos está imaginando cosas? —dijo Milo a la defensiva.
—A juzgar por como te comportas, creo que tú.
—No es lo que piensas.
—¿Cómo puedes saber lo que estoy pensando?
—Tú piensas que él me gusta.
—No, yo no lo pienso. Estoy seguro de que te gusta, lo que creo es que te estás enamorando de él —dijo Afrodita sonriendo como sólo él sabía hacerlo. Milo abrió los ojos al máximo.
—¡Claro que no! Te he dicho mil veces que sólo es un amigo.
—Milo, tú y yo somos amigos, él es algo más para ti, ¿o me equivoco?
—Suponiendo, sin conceder, que lo que dices es cierto, no quiero cambiar a un buen amigo por un mal amante.
—¿Por qué no? ¿Qué no eres tú el que siempre dice que hay que probarlo todo antes de decir que no?
—Esto es diferente.
—¿Por qué?
—¿Por qué? Pues porque si no funciona, habré perdido a un buen amigo y yo no quiero perder lo que tenemos, por pequeño que sea, por perseguir una posibilidad poco menos que incierta a juzgar por mi pasado…
—Sólo hazlo…
—Tú sabes algo que yo no, ¿verdad?
—No pienso decirte nada.
—Afrodita…
—No acepto ni niego nada…
—Eres un infeliz…
—Sólo hazme caso, ¿quieres?
—De acuerdo, tomaré tus consejos, aunque no sé para qué.
—¿Crees que Kanon quiera mi puesto? —soltó Afrodita sin más.
—Sería ingenuo pensar que no. Siempre ha sido ambicioso, el perfecto abogado, duro, sin sentimientos en cuanto al trabajo se refiere. Es casi como tú.
—¿A que te refieres?
—A que es demasiado profesional para ser humano, es todo cerebro.
—Entiendo…
—¿Qué harás con él?
—Nada, seguiré como siempre. Aunque supongo que debo ser más cuidadoso y precavido. No quiero perder mi puesto en la firma.
—No perderás nada, ya lo verás — dijo Milo. Confiaba demasiado en la capacidad de su amigo. Estaba seguro de que Kanon intentaría casi cualquier cosa, como también estaba seguro de que Afrodita haría lo necesario para frenarlo.

Aquella tarde ambos tuvieron que quedarse después de la hora de salida, había mucho que hacer. Milo se pasó las horas quejándose de su nueva asistente, aparentemente la chica no era tan incompetente, pero al griego le gustaba exagerar las cosas.

Mientras su amigo salía en bsuca de algo que cenar, Afrodita siguió revisando los documentos que tenían que analizar para ese caso. El teléfono sonó, dudó un poco, pensó que podía ser Radamanthys.
—¿Diga?
—Sabía que estarías ahí, según parece te encanta permanecer en la oficina —era Shura quien le hablaba con tono risueño.
—Si, bueno, tengo trabajo.
—Lo supuse. Sólo quise llamarte para saludar y saber como estabas.
—Yo... bien, gracias…
—Me alegra, supongo que tengo que dejarte trabajar, te veré mañana.
—Adiós. — susurró, cuando colgó, se sintió extrañamente mejor….

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