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Like a feather por Kitana

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Notas del capitulo: Luego de desaparecerme un largo rato Xd, ando por aqui al finjejeje, bueno aqui dejo este nuevo capi de esta historia que espero sea del agrado de mi buena amiga Torres, ejem ya se que había dicho que habría actualización ayer, peeeero no contaba con que se iría la luz T___T, en fin, he aqui el capi jejeje
— ¡Hey, Afrodita! despierta de una vez, ¿quieres? —dijo Milo agitando una mano frente al rostro de su amigo.
—Lo siento, es que estaba distraído.
— ¿Distraído? —Yo diría que estabas medio muerto —le dijo Milo en tono burlón.
—Tengo muchas cosas en que pensar, ¿sabes? —dijo el sueco tragándose su disgusto. Habían sido días difíciles, muy difíciles. Tenía encima al director de la firma y a medio mundo. El trabajo se estaba volviendo complicado y tortuoso.
—Como quiera que sea, necesito que te concentres, por favor, quiero irme temprano a casa.
— ¿A dónde irás?
— A que no adivinas.
—Más bien tendría que imaginarme a donde va a llevarte Aldebarán, ¿o me equivoco? — dijo Afrodita con malicia.
—Si, voy con él. Pero no es lo que te estás imaginando y no tiene nada de malo. Los dos somos adicionados al mismo equipo —dijo Milo con naturalidad —. Iremos a ver el fútbol.
— ¿Otra vez?
—Pues si, ¿qué tiene de malo? A los dos nos gusta.
—Creo que deberías decidirte de una vez por todas, Milo, deja de jugar. Ese hombre es un gran tipo que está loco por ti.
—Eso ya lo sé, y creo recordar que te había dado mis razones para no hacer algo como eso. No es momento para algo así.
—Se va a hartar de esperar a que te decidas, ¿sabes?
—Tú no me des consejos, ya sabemos que tú no eres precisamente un experto en este asunto de los romances.
—No, pero te conozco, y sé que te mueres por ese hombre.
—Mentiroso…
—Bien, si, me pescaste, me gusta, me gusta mucho, ¿sí? Pero ya aprendí mi lección, y sé que eso no es suficiente para que algo como lo que quiero resulte.
—Dioses… era en serio que ibas a madurar… —dijo Afrodita sin burla.
—Tengo que irme con cuidado esta vez —dijo Milo con seriedad.
—Bien, te creo, pero créeme tú que tienes que tomar esta oportunidad, si es que vas en serio.
—Estoy yendo en serio, aunque con mucho cuidado.
—Me alegro…
— ¿Y tú? ¿Cómo estás?
—Estoy… sólo estoy…
—Ese maldito cejón…
—Ni lo menciones, ¿quieres? No quiero hablar de él, ni de nada que se relacione con él— dijo Afrodita.
—Comprendo, y muy bien, lo que viste no es fácil de olvidar. Pero, ¿qué hay con el español? Ahora que ya se terminó el asunto del divorcio…
—No estoy listo.
—Llevas años listo para él, ¿no te das cuenta? Radamanthys sólo fue un pequeño tropiezo. Reconócelo, el cejotas no te hace sentir lo que tu español.
—Es verdad… con Radamanthys era diferente, con él era...
—Pura pasión —le interrumpió Milo. Afrodita lo miró fijamente —. No te confundas, eso no era amor. Es peligroso, amigo. Todo lo que te hace falta es ser objetivo, nada más analiza lo que sientes por él como analizarías cualquier otra cosa.
—Lo haces sonar tan fácil…
—Yo no he dicho en ningún momento que sea algo fácil, sólo digo que es probable que eso sea exactamente lo que necesitas para comprender que eso que sientes por él no es ni ha sido nunca amor, sino apasionamiento. Créeme no es tan difícil.
—Aún así, esto que sentía, lo que siento todavía, no es tan fácil dejarlo atrás.
—No, no lo es, pero tienes que hacerlo. Tienes que, Afrodita. No es algo a lo que quieras pasarte la vida atado, ¿me comprendes? Espero que sí, espero que entiendas que no puedes tener ese lastre atado a tus tobillos.
— ¿Cómo puedes desprenderte de un sentimiento como ese? No lo entiendo…
—Sé que me escucharé más que trillado, pero, lo que voy a decirte es la verdad. Sólo con el tiempo y un pequeño esfuerzo lo harás. No puedes encerrarte en ti mismo, ¿sabes?
—Para ti es muy fácil decirlo, ¡eres capaz de encontrar novio donde sea!
—Puede que eso que dices sea cierto, pero con ninguno he ido en serio, tengo demasiados temores como para atreverme. Relaciones como esa son muy fáciles de olvidar. Pero las relaciones serias no lo son. Lo sé. Solo digo que lo que pasó no es el fin del mundo y ya habrá otros más.
—Otros más…
—Si, y yo soy el ejemplo viviente de que es verdad. Siempre queda alguien más, siempre queda algo más. Nunca es el fin del camino. Sólo he tenido dos relaciones importantes en mi vida, y en las dos todo ha sido horrible, pero eso no me desmoraliza del todo, sigo adelante, esperando a que llegue el momento de empezar de nuevo. Después de terminar cada una de esas relaciones, creí que era el final, pero no fue así. Seguí adelante, tuve que hacerlo, porque el mundo no se detuvo en ningún momento para que yo me recuperara. Así son las cosas, mi querido amigo —dijo el griego mirándolo fijo. Afrodita se quedó pensando en aquello, la verdad es que lo dicho por su amigo no estaba nada falto de lógica —. Ya llegará el definitivo, ya verás… —susurró con una sonrisa en los labios —. Y mientras llega, volvamos a trabajar, muero por ver ese partido.
—OK, a trabajar —dijo Afrodita ensayando una sonrisa.

Después de todo, a veces Milo daba buenos consejos.

Terminaron poco después de las seis. Justo a tiempo para que Milo saliera corriendo rumbo al estadio. Afrodita se rió muchísimo cuando se dio cuenta de que al aflojarse la corbata en el elevador, Milo dejó ver que bajo su elegante camisa de vestir se escondía la camiseta con los colores de su equipo.

Caminó despacio hacía la calle, tenía pensado pedir algo para cenar, abordaría un taxi, aún no le quitaban la férula. Ensimismado, siguió caminando hasta la esquina, donde pensaba conseguir un taxi.
— ¡Afrodita! —escuchó que alguien gritaba — ¡Espera! ¡Afrodita! —dijeron de nuevo. Se detuvo al reconocer la voz, era Shura.
— Hola —dijo y sin poder evitarlo, le sonrió. Shura lo miró fascinado por esa sonrisa — ¿Qué haces por aquí?
—Vine a buscarte.
— ¿A mí? ¿Para qué?
—Quiero invitarte al cine. Me acordé de que te encantaba Akira Kurosawa y me dije que había que aprovechar la oportunidad, hay un festival de cine japonés y conseguí unos boletos.
—Yo…
—Ya no soy cliente de tu firma, podemos salir, claro, si tú estas interesado —Afrodita sólo sonrió.
—De acuerdo, vamos. ¿Qué proyectan?
—Rashomon, ¿qué te parece?
—Es una de mis películas favoritas.
—Muy bien, entonces ven, por acá está mi auto.

Caminaron juntos y sonrientes hacia el auto del español. Ambos estaban nerviosos. Se habían visto con regularidad durante esas semanas. Shura le había revisado después del accidente y lo había recomendado con otro médico. El español pretendía eliminar todo obstáculo entre ellos antes de comenzar con la parte más seria de su plan para conquistarlo en definitiva.

El español nunca había considerado de verdad la posibilidad de renunciar a Afrodita. No se había resignado ni por un momento a perderle a manos de ese insípido inglés. No iba a conformarse con una amistad, él deseaba algo más, algo más profundo, mucho más íntimo y vinculatorio. Tenía todas las intenciones de continuar donde se había quedado ahora que Radamanthys había desaparecido de la escena. Aprovecharía su momento y conquistaría a su viejo amigo sin pensárselo demasiado.

Por su parte, Afrodita estaba favorablemente impresionado con el hecho de que Shura fuera capaz de recordar no sólo su afición por el cine, sino a su director favorito, lo cierto era que no lo había mencionado más que en su adolescencia y ese era un punto a favor de su viejo amigo. Para ser sincero, no se esperaba que Shura fuera capaz de recordar algo como que a él le gustaba el cine japonés, mucho menos que recordara a su cineasta favorito.

Mientras subían al auto, las mentes de ambos eran un hervidero de ideas. Shura encendió la radio y por una de esas coincidencias de la vida, sonaba una canción de sus años de preparatoria, de aquellas que escuchaban juntos sentados en el asiento trasero del auto del español.
— ¡Dioses…! Me siento tan viejo en este preciso instante —dijo Shura riéndose. Afrodita compartió su risa al recordar aquellos días.
—Por los dioses… la última vez que escuché eso, seguía en preparatoria…
—Todavía tengo el disco —comentó Shura con un deje de nostalgia.
— ¿En serio?
—Si, claro, lo compré… vaya que me sentía creep en esos días.
— ¿Tú?
—Si, yo, ¿es tan raro? En esos días nada era lo que parecía ser en mi vida, ¿sabes? Supongo que fue por eso que me aferré a Aioria de esa manera. De algún modo él era lo único constante en mi vida, él y por supuesto, tú.
—Si, bueno… algunas épocas de la vida son así de extrañas, ¿no lo crees? De adolescentes todos nos sentimos así. Aunque para ser sinceros, yo si que era raro en ese tiempo.
—Tú no eras raro.
—Lo era, tenía la cara llena de granos y mi cabello era horrible. Todos se burlaban de mí a mis espaldas y aún en mi cara. Era el tipo raro del colegio, y además usaba los malditos frenos…
—Ninguno de nosotros era perfecto entonces.
—Pero no había nadie como yo.
—En eso si que tienes razón. No había otro como tú. Eras el único amigo sincero que tenía. Tu no estabas conmigo por el asunto del fútbol, ni porque tenía auto o por lo que decían de mi. Tú si eras mi amigo —declaró el español con voz suave.
—Eso nunca me lo dijiste —susurró Afrodita con un leve tono de reproche.
—Tal vez debí hacerlo, pensé, tontamente que tú lo sabías… debí decírtelo y confiar en ti, decirte todo lo que estaba pasando…
—No tenías por qué…
—Tú podías haberme dado un buen consejo, y de haberte escuchado, muchas cosas no serían como son… en el último año mis padres se divorciaron, mi madre se cansó de las infidelidades de mi padre y decidió pagarle con la misma moneda. Fue un caos, ese ha sido el peor año de mi vida…
—Olvídalo, es lo mejor, además, aún estamos a tiempo para recobrar esa vieja amistad.
—Afrodita, creo que no he sido del todo claro, ¿correcto? Yo no quiero ser sólo tu amigo —dijo el español clavando la mirada en el perfecto rostro de su interlocutor.
—Shura… yo, no sé…
—Lo del inglés es muy reciente, lo sé, también sé que no fue algo sin importancia para ti. Entiendo que aún no estás listo para intentar de nuevo algo así, pero lo único que te pido es una oportunidad, sólo eso. Quiero que me dejes llegar a ti.
—No sé si esto sea correcto…
—¿Por qué? ¿Qué es lo que te detiene, Afrodita? —el sueco se quedó callado. No podía decirle que lo que le detenía era el pasado, ese viejo enamoramiento de adolescente que se había desvanecido por causa de Radamanthys.
—En realidad… no hay nada que me detenga —dijo Afrodita después de un largo silencio.
—Entonces, déjame intentarlo, dame la oportunidad de mostrarte lo que tengo que ofrecer. Estoy seguro de que resultara algo bueno, Afrodita.
—No lo sé… tengo miedo… —susurró Afrodita, tuvo que aclararse la garganta antes de continuar —… tengo miedo de que no resulte, de no ser lo que tu crees que soy…
—Tú y yo hemos cambiado, eso lo entiendo, como también entiendo que si nos damos esta oportunidad habrá que conocernos un poco más, ¿no crees? Sigamos como vamos, paso a paso, sin prisas.
—No sé que decir.
—Dime que te agrada la idea, sólo eso.
—Esta bien, sólo que… quisiera poner algunas condiciones antes de aceptar.
—Adelante, te aseguro que las respetaré —dijo Shura un tanto emocionado.
—Si vamos a comenzar una relación de ese tipo, será con exclusividad, yo no veré a nadie más y tú tampoco verás a nadie más que a mí.
—De acuerdo, me parece algo bastante razonable. No tengo ninguna objeción en aceptar tus condiciones, Afrodita.
—Y si en algún momento decides que quieres dejarlo, dímelo de frente, sin rodeos ni mentiras.
—Afrodita, dudo mucho que eso pase.
—Por favor, sólo di que lo harás, ¿quieres?
—Insisto, dudo que pase, pero, está bien, acepto eso también. Tienes mi palabra de que lo haré si se da el caso.
—Siendo así… acepto también —susurró el sueco con una extraña sensación recorriéndolo. Shura sólo sabía sonreír, feliz de que su proposición hubiera sido aceptada. Al menos tenía en sus manos la oportunidad de poder llegar a algo más con ese hermoso hombre que le sonreía desde el asiento del copiloto.

Después del cine, Shura sugirió ir a cenar, Afrodita aceptó encantado, después de todo, en realidad disfrutaba de la compañía de Shura y lo estaba pasando muy bien. Escogieron un restaurante de comida internacional, cenaron algo muy ligero y un buen vino, aprovechando que al día siguiente ninguno de los dos debía trabajar, prolongaron la velada con un poco de café en el departament6o de Shura.

Cerca de las doce, Shura llevó a Afrodita a su departamento. Se despidieron con un sutil beso en los labios en la puerta del departamento del sueco. Aquella noche, ambos se fueron a la cama con una enorme e imborrable sonrisa en los labios. Había sido una noche maravillosa para los dos.

Los encuentros y salidas se volvieron más y más frecuentes entre ellos, y sin que se dieran cuenta, ya habían transcurrido dos meses desde aquella noche. Lentamente, Afrodita recuperaba la confianza en sí mismo, poco a poco, volvía a ser el mismo de antes. Poco a poco, volvía a ser el abogado con nervios de acero que resolvía todo caso que se le planteara sin transpirar ni un poco. Volvía a ser ese hombre que en el ámbito profesional actuaba con precisión quirúrgica. Habían quedado atrás los días de la confusión y el titubeo, de la falta de concentración. Con ayuda de Shura y el apoyo de Milo, había vuelto a ser el de antes, y quizá, a ser aún mejor.

El episodio con Radamanthys era caso cerrado, un asunto totalmente superado, aunque le sorprendía que el dolor hubiera pasado con tal celeridad, se sentía mejor. La ruptura con el inglés había pasado de ser una tragedia, a ser no más que una experiencia más. No había vuelto a ver a Radamanthys, aparentemente, él terminó por comprender que el había sacado de su vida.

Luego de semanas de trabajo duro y horas extras, finalmente había conseguido recuperar la confianza de sus superiores y volvía a ser una de las estrellas de la firma. Gracias a su dedición y empeño, había logrado afianzar nuevamente su posición en la firma. Si bien todavía no conseguía llevarse al cien por ciento bien con Kanon, al menos ambos habían llegado a un acuerdo tácito de respeto mutuo. Trabajaban normalmente y con un trato bastante cordial que sorprendía a Milo, sobre todo sabiendo lo competitivos que eran ambos.

En más de un sentido, su vida parecía marchar sobre ruedas. Esa misma tarde debía acudir a su última sesión de fisioterapia. Luego de esa cita, sería dado de alta, finalmente. Luego de la consulta, vería a Shura. El médico había insistido en verle esa tarde, por alguna razón que él no alcanzaba a comprender, no podía evitar sonreír al pensar en todo lo que Shura había dicho para convencerlo de verse esa tarde. Había tenido que pedirle a Milo que se hiciera cargo de un par de citas que tenía en la tarde para lograrlo, pero vería a su español.

Al término de su última cita con el fisioterapeuta, Afrodita abandonó el consultorio del médico con una sonrisa en los labios. Estiró el brazo sin dejar de sonreír mientras caminaba hacía el elevador. Al fin se había librado del cabestrillo y de la férula, estaba feliz por ello. Nunca se había imaginado que esa caída tuviera semejantes consecuencias. La lesión había sido más delicada de lo que parecía en primera instancia. Por suerte, contó con la atención médica adecuada y ahora estaba completamente repuesto y no tendría ninguna secuela que prolongara aún más su convalecencia.

Se sentía mucho más sereno, mucho más entusiasta y optimista. Las cosas con Shura iban muy, mucho mejor de lo que había esperado. En aquellas últimas semanas había pasado más y más tiempo con el español y podía decir que Shura se estaba ganando su corazón, sin que él quisiera o pudiera evitarlo. Shura era mejor que en sus fantasías adolescentes, eso era claro. Cada una de las cosas en su vida, comenzaban a tomar el lugar que él quería que tomasen.

La manera en que se habían dado las cosas con Shura, le sorprendía verdaderamente. Esa relación, en definitiva, estaba resultando mucho mejor de que pudiera haber esperado.

Con una sonrisa se encaminó a las escaleras, tomó su celular y llamó de inmediato a Shura.
— ¿Afrodita? —dijo el español al levantar la bocina, sonreía, al igual que Afrodita.
— ¿Cómo sabías que era yo?
—Instinto —los dos rieron suavemente.
—Buenas noticias, al fin me deshice de la férula —dijo el rubio sin poder contenerse.
— ¡Por fin! —respondió Shura compartiendo la emoción del otro.
—Si, al fin, ¿dónde estás?
—En mí cubículo todavía. Dame un minuto y bajo a alcanzarte.
—No, será mejor si yo subo.
— ¿Recuerdas donde es?
—Por supuesto. Piso cuatro, tercer corredor a la derecha después de las escaleras, el segundo cubículo a la derecha.
—Me sorprendes.
—Siempre he tenido buena memoria.
—Demasiado buena… —Afrodita se rió al otro lado de la línea mientras Shura pensaba que aquello no podía ser mejor —. ¿Te molestaría esperar un poco? Tengo que dejar algunos informes antes de que podamos irnos.
—No, claro que no, mientras tú terminas, haré algunas llamadas.
—Dioses… ¿no puedes olvidarte del trabajo cuando estamos juntos? —le dijo el español con tono de fingido reproche.
—Por supuesto que puedo hacerlo, y precisamente por eso es que tengo que hacer esas llamadas, para que nos dejen en paz mientras cenamos.
— ¿Es esa una invitación?
—Si, claro que lo es, a menos que tengas algo mejor que hacer.
—Por supuesto que no, encantado de ir contigo, me daré prisa.
—Perfecto, entonces voy subiendo.

Afrodita subió al elevador con una enorme y satisfecha sonrisa en los labios. Definitivamente las cosas comenzaban a organizarse, poco a poco, y a tomar el sitio que él deseaba que tomara. Su vida comenzaba a ser como él había planeado que fuera.

Poco después, el sueco llegaba al cubículo de su pareja. Un sonriente Shura le abrió la puerta de inmediato y lo recibió con un beso.
—Siéntate aquí mientras termino con estos condenados informes —dijo Shura conduciéndolo hacía su escritorio.
—Muy bien —le respondió Afrodita sin dejar de sonreír. El sueco tomó asiento y dejó su portafolio en el suelo. Hizo las llamadas que había mencionado mientras Shura se movía aquí y allá por el minúsculo cubículo, estaba recogiendo sus cosas luego de terminar con los informes.

Sólo haría unas llamadas, un par a la oficina, una para confirmar su reservación en el restaurante y la última para verificar sus mensajes en casa.
—Hola, Milo —dijo en cuanto su amigo le contestó el teléfono.
— ¿Qué tal? ¿Todo en orden con el médico? —dijo el griego sinceramente interesado.
—Todo perfecto. Al fin me dieron de alta y no tengo que seguir usando la férula ni el cabestrillo, sólo me dijeron que debo hacer algunos ejercicios en casa y todo estará bien.
— ¡Excelente! Me alegro mucho por ti, al fin estás libre de esa cosa.
—Si, al fin soy libre.
—Antes de que me acoses con preguntas, te diré que todo ha salido bien. Atendí tus citas y todo marcha a la perfección, Kanon fue de mucha ayuda. La negociación ha sido un éxito, aceptaron el trato sin replicar y nuestro cliente está más que satisfecho —recitó Milo prácticamente sin respirar.
—Me tranquiliza escuchar eso, ¿Qué hay de la señora Lanzagorta?
—Todo en orden, trabajaré hasta tarde en ello con Kanon y la chica mira traseros, sólo hay que hacer unos cuantos cambios bastante pequeños, el jefe ya lo ha aprobado
—Milo, deberías dejar de llamarla así, esa chica tiene un nombre ¿recuerdas? Se llama Saori.
—La llamaré por su nombre el día que deje de mirarme el trasero, en fin, estamos trabajando y creo que terminaremos hoy mismo. Vete a casa, mañana te llamo para informarte detalladamente que demonios estuvimos haciendo
— ¿En serio?
—Si, claro, mereces tomarte la tarde libre. Descansa un poco y nos vemos el lunes.
—De todas maneras, te llamo mañana, y si se ofrece algo…
—Relájate, si se ofrece algo, me encargaré de resolverlo. Tú hiciste la mayor parte del trabajo, así que, anda, descansa un poco.
—Gracias, pero tu actitud me parece bastante sospechosa. ¿Estás seguro de que no tienes nada que decirme?
—De hecho si tengo unas cuantas cosas que contarte, pero será después, ahora quiero concentrarme en el trabajo, ¿de acuerdo?
—Te llamo mañana temprano.
—OK, llama a Cora, sigue pensando que ese médico quería cortarte el brazo.
—Lo haré, nos vemos.

Luego de llamar a Cora para tranquilizarla, hizo las últimas llamadas. No tenía ningún mensaje importante en casa, así que era libre para poner toda su atención en Shura.
— ¿Listo? —le dijo Shura, no había podido dejar de mirarlo mientras Afrodita estaba ocupado al teléfono.
—Si, listo, ahora soy todo tuyo.
— ¿En serio? —dijo Shura con malicia, Afrodita rió suavemente —. Hey, no te rías.
— ¿No?
—Por supuesto que no, ¿es en serio eso de que eres todo mío?
—Si, es completamente en serio —Shura lo abrazó y le besó suavemente en los labios.

Salieron del hospital cuando ya estaba oscureciendo. Se dirigieron al restaurante en donde Afrodita había hecho la reservación, era un sitio un tanto caro, pero que les gustaba a ambos. Ambos estaban felices de verse, la semana había sido verdaderamente agitada para los dos.
— ¿Sabes? —dijo Shura mientras esperaban el postre —. Me ofrecieron ejercer en una clínica privada, me ofrecen más dinero y lo mejor de todo es que tendré más tiempo libre —añadió el español, Afrodita sonrió.
— ¿Piensas aceptarlo?
—Tal vez lo haga, aún no lo he decidido, pero no voy a negar que es una oferta francamente tentadora. Ese sería un buen cambio.
—Creí que te gustaba tu empleo.
—Me gusta, es verdad, pero creo que llegó el momento de empezar a meditar acerca del futuro, ¿no crees? —el tono que empleó al decir aquello hizo que Afrodita se pusiera nervioso —. No pienso seguir el resto de mi vida como hasta ahora, tengo planes que me gustaría concretar.
—Todos los tenemos.
— ¿Cuáles son los tuyos? —dijo Shura.
—Lo mío es más simple, estoy ahorrando lo suficiente como para comprar una buena casa y un retiro cómodo. La verdad es que no me quedaré para siempre en la firma. Sé que llegará el momento en el que quieran deshacerse de mí, pero en el inter, haré lo que pueda para conseguir un buen trato.
— ¿Desde cuando eres tan pragmático? —dijo Shura, Afrodita se echó a reír, sin embargo, la risa se le esfumó al ver el rostro de la mujer que se acercaba a ellos.
— ¿Qué pasa? —dijo Shura al notar la manera en que Afrodita se tensaba por la presencia de esa mujer.
—Nada, no es nada —dijo Afrodita recomponiéndose en el acto. A Shura le pareció que Afrodita adoptaba la misma actitud que había tenido al comienzo con él. La mujer que se acercaba captó su atención, era idéntica al hermoso rubio que estaba sentado a la mesa frente a él. era muy hermosa, aunque seguramente pasaba ya de los cincuenta.
—Buenas noches —dijo colocándose justo frente a Afrodita. El rubio la miró con algo parecido al cansancio y pensó que su suerte no podía ser peor.
—Buenas noches, madre —dijo el sueco con un hilillo de voz, estaba verdaderamente molesto. No entendía porque su madre había comenzado a insistir de un tiempo a la fecha en forzar un acercamiento.
— ¿Puedo sentarme? Espero no ser inoportuna —dijo, Shura sólo atino a ponerse de pie y acercarle una silla a la madre de Afrodita, mientras el sueco no sabía que hacer ni que decir, no estaba del todo listo para enfrentar a su madre. La había evitado por casi siete años, y seguía sin estar preparado para tenerla enfrente —. Soy Ingrid Zlatan, la madre de Afrodita —dijo ofreciendo su mano a Shura, es español la estrechó sin perder de vista a Afrodita.
—Fernando Cervantes…
—Un placer —dijo ella intentando sonreír, a Shura le pareció que esa mujer estaba a punto de gritarle. Nunca había entendido del todo el por qué Afrodita se negaba sistemáticamente a mencionar algo que tuviera que ver con sus padres, ahora lo entendía, al menos un poco.
—No sabía que estabas en la ciudad —dijo Afrodita mientras intentaba asir torpemente la taza de café.
—Vine a asistir a un viejo amigo. No me quedaré mucho tiempo —dijo ella con sequedad.
—Comprendo.
—Me gustaría hablar contigo, mucho más ampliamente, y en privado —dijo ella mientras anotaba algo en una pequeña tarjeta que sacó de su bolso —. Intenta llamarme antes del martes, me voy ese día —dijo y sin más, se retiró. Afrodita ni siquiera la miró.
— ¿Estás bien? —le preguntó Shura al notar la mirada trastornada que Afrodita le dedicaba a su taza de café. El rubio asintió pesadamente.
— ¿Podemos ir a casa ahora? —dijo mirándolo a los ojos, Shura asintió mientras localizaba con los ojos al mesero para pedir la cuenta.

Salieron del restaurante a prisa, Afrodita no parecía ser capaz de actuar por si mismo. Shura comprendió que Afrodita no debía estar sólo en un momento semejante.

En silencio, y sin atreverse a hacer preguntas, Shura condujo hasta el departamento de Afrodita. El hermoso sueco parecía encerrado en sus pensamientos, en sus emociones, sin dejarlo entrar. Pasaron la noche juntos, sin decir nada, Afrodita parecía demasiado afectado por lo sucedido.

El encuentro con su madre no había sido precisamente lo mejor de la semana. Nunca entendería a su madre, ni esa manera de dirigirse a él, de mirarlo. Cada vez que se encontraban, le daba la impresión de que Ingrid examinaba cuidadosamente cada detalle de su persona, sin que él pudiera objetar el juicio que ella se formaba. Cada vez que se encontraban, ella hacía de cada gesto suyo un arma para acusarle. Se sentía estúpido, se sentía infantil por permitirse que el sentimiento que su madre le producía siguiera siendo tan fuerte y tan detestable, por permitir que la opinión de ella siguiera siendo tan importante para él.

Shura no se fue a casa, permaneció con él hasta el día siguiente. Afrodita se sintió mejor al saber que no estaba sólo. Se quedaron en casa, decidieron pasar el día ahí y ver una película. A ninguno de los dos le agradaba la idea de salir o de estar con alguien más. Necesitaban ese momento de intimidad.

— ¿Estás mejor? —le preguntó Shura a Afrodita mientras cocinaban. Afrodita había decidido ayudar un poco, venciendo su resistencia a involucrarse con la cocina.
—Eso creo —dijo el sueco con poca convicción.
—No entendí lo que pasó, pero, sea lo que sea, cuentas conmigo, lo sabes, ¿verdad? —Afrodita sólo asintió —. No conozco los detalles, pero, sabes que me importa todo lo que tenga que ver contigo.
—Gracias, Shura —le respondió Afrodita componiendo una sonrisa. Shura no insistió, era evidente que ese tema era bastante peligroso para Afrodita, su madre no era precisamente su persona favorita.

Se quedaron encerrados el resto del fin de semana, viendo películas viejas y comiendo en la cama. Quizás no era de lo más glamoroso, pero sin duda, era bastante bueno para hacer que Afrodita olvidara el pasado.

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