Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Like a feather por Kitana

[Reviews - 39]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo: Hola a todo el mundo!!!! bueno, pues acá traigo otro capi de esta historia, como verán, comienzo a reformarme porque ya estoy actualizando con mayor regularidad, mil disculpas por los retrasos y sin nada más que agregar, acá este el nuevo capi, bye!!

Contempló con aire desganado el edificio, desde hacía unos días se había sentido sin ánimos para nada. El sol brillaba intensamente, pero aún así, hacía frío, demasiado frío para su gusto. Pensaba que sería muy bueno encerrarse en su oficina y beber una buena taza de ese café que Cora preparaba. No estaba de humor para líos. Pero estaba convencido de que los habría, tenía cita con Minos Griffin, las cosas con su asunto iban de lo mejor, pero conociendo al tipo, estaba cierto de que habría una minucia que le haría poner el grito en el cielo. Milo no había ido a trabajar en una semana. Estaba preocupado, no entendía muy bien que era lo que Milo se proponía. No había respondido al teléfono, estaba verdaderamente preocupado, su amigo jamás tomaba vacaciones. Dijera lo que dijera, Milo amaba su trabajo por encima de todo.

 

Estaba confundido, necesitaba a su amigo, tal vez Milano fuera la persona más cuerda del planeta, pero era quien mejor le conocía. Era a él a quien quería escuchar en esos momentos de desesperación.

 

Su ansiedad y su estrés estaban empezando a desquiciarle. No estaba funcionando correctamente, lo sabía, y aunque quería hacer algo al respecto, no encontraba la manera de ordenar sus ideas. Su mente, que siempre había sido un esquema perfectamente delineado y tan claro como el día, se había convertido de un día a otro en un verdadero galimatías. No había mucho que descifrar al respecto. Era claro, tan claro como absurdo, la presencia de Shura en su vida había hecho que volviera a comportarse como se había jurado que no volvería a hacerlo. A veces pensaba que Milo estaba loco cuando le decía que el cambio comenzaba con el pensamiento, pero en esos momentos estaba cierto de que su amigo tenía toda la razón. El sólo pensar en Shura le sacaba de balance, como en el pasado.

 

Se repetía una y otra vez que no era el mismo de entonces, que había cambiado, que todos esos días, que todas las humillaciones, eran cosa del pasado, que no estaba más en la preparatoria... pero era en vano, seguía teniendo esa sensación de ser inadecuado, inaceptado, se volvía más y más inseguro.

 

"¿Dónde te metes cuando te necesito?"  Pensó recreándose con la idea de lo bueno que sería contar en ese momento con su mejor amigo.

 

El teléfono sonó, hubiera querido no contestar, hubiera querido escapar a otro lugar, pero no podía.

--- ¿Hola?

--- Hola tú. --- reconoció de inmediato la voz, era Milo.

---- ¿Dónde demonios estás?

--- Pasándomelo en grande en un crucero. Necesitaba pensar.

--- Cuando termines de pensar, necesito que vuelvas de inmediato.

--- ¿En que caso vamos perdiendo?

--- En ninguno, es sólo que...

---- Entiendo, no digas más, siempre cuentas conmigo para arreglar tus líos del corazón.

--- O en su defecto para enredar más las cosas. --- escuchó a Milo reír al otro lado de la línea.

--- Sí, sí, como sea, ¿un adelanto?

--- Lo mismo de cuando desapareciste.

--- Ya veo, hagamos esto, mañana es sábado, vuela esta noche a San Francisco y ahí nos encontraremos.

--- ¿Quieres decirme por qué demonios tendría que volar a San Francisco?

---  ¿Quieres o no mi ayuda?  --- Afrodita guardó silencio un momento. ---- No te aflijas, sólo estoy en Creta, llego en unas horas a Atenas.

--- Si tú lo dices.

--- ¡Vamos!, si hasta te compré un regalo, además tengo cosas que contarte.

--- Seguramente son chismes, te conozco.

--- ¡Claro que son chismes! Pero de último minuto.

--- Como quieras, pero no tardes.

--- Ya voy a tu rescate mi amigo, tú sabes que me fascina verte en apuros

--- A veces puedes ser tan idiota...

--- Pero aún así, me adoras, soy tu mejor amigo.

--- Cállate y vuelve pronto.

---  Por supuesto, muero por contarte ciertas cosas.

--- Ahórrate los detalles esta vez. --- Milo rió una vez más --- Adiós.

--- Adiós, ogro. --- el griego no le dio oportunidad de seguir protestando, colgó de inmediato. La conversación con Milo le había dejado mucho más calmado, pero no por ello retornaban las cosas al lugar en que estaban cuando Milo tuvo la pésima idea de orillarle a presentarse a esa maldita reunión.

 

Resopló molesto. Cora entró y le encontró con mala cara.

--- Presiento que algo anda mal en el paraíso. ---- dijo ella con voz suave.

--- Cora, no hagas bromas. --- dijo cubriéndose el rostro con las manos.

--- No es broma, de verdad te vez mal, y el que Milo haya huido sin mirar atrás, no es buena señal. ¿Qué pasa?

--- La vida es un asco.

--- Eso ya lo sé, pero dime, ¿qué te pasó?

--- Nada, bueno, todo, pero... por el momento prefiero no hablar de ello...

--- Supongo que prefieres hablarlo con Milo.

--- De alguna manera... sí, es que... no sé que pensar...vi de nuevo al único ser humano del que me he enamorado. Y la verdad... es que fue desastroso...

--- Entiendo. Date tiempo, verás que las cosas no son tan malas como tú te crees que son.

--- Espero que así sea.

--- Tienes visita.

--- ¿Quién?

--- El flamante Radamanthys Wyvern. --- Afrodita frunció el ceño. --- Relájate, ahora que Milo esta de vacaciones, tendrás que lidiar con él, aunque no quieras.

--- Bonito momento se le ocurrió para aparecerse por aquí. --- masculló Afrodita mientras Cora le arreglaba la corbata. --- Deja eso, me haces pensar que soy un inútil.

--- ¡Tranquilo! Sólo contribuyo a tu grandeza. --- dijo la chica riendo suavemente, él también terminó por reírse un poco, después de todo, era mejor poner buena cara o Wyvern le fastidiaría con preguntas absurdas, había aprendido a conocerlo. En cuanto Cora salió, respiró hondo un par de veces, al poco, Radamanthys estaba frente a él, con esa sonrisa seductora que empleaba esperando que Afrodita algún día pescara el anzuelo.

--- Buen día, Afrodita.

--- Buen día, Radamanthys, ¿a qué debo la visita? ¿Problemas de nuevo? --- dijo el sueco sin mirarlo.

--- En realidad, se trata de una visita social. --- dijo el inglés ensanchando su sonrisa.

--- ¿Social?

--- Sí, vine a felicitarte, he sabido que te van a ascender, con el correlativo aumento de sueldo por supuesto. --- Afrodita fingió indiferencia.

--- ¿Ah sí? No tenía idea.

--- ¿En serio? Creí que tu amigo Scouros ya te habría contado.

--- ¿Milo?

--- Sí, a él lo notificaron antes de que saliera de viaje. ---  ¡maldito, y se dice mi amigo! , pensó Afrodita mientras se esforzaba por no echar de ahí a Wyvern. Comenzó a pensar que eso era de lo que Milo quería hablarle. Se preocupó, Milo de verdad debía estar terriblemente mal como para no decirle algo semejante antes de irse.

--- Vaya... --- susurró el sueco, sus labios se movieron de una manera que hizo que Wyvern titubeara.

--- Yo... bien, tenía en mente que podríamos ir a celebrarlo, lo merezco, después de todo, te he traído buenas noticias. - dijo el inglés intentando recobrar la serenidad.

--- Yo... no creo poder hacer eso hoy. --- dijo Afrodita sin mirarlo, tenía demasiadas cosas en mente, una de ellas, por ejemplo, era buscar a Alessandro y patearle el trasero.

--- Bien, ¿te parece bien mañana?

--- No... no lo creo, Radamanthys. --- dijo el sueco en voz baja, estaba preocupándose demasiado por Milo. Aunque también le preocupaba el hecho de que, de alguna manera, le debía algo a Radamanthys.

--- De acuerdo, ¿cuándo? --- dijo el inglés un tanto exasperado.

--- Yo... habla con Cora, dile que... programe algo, en una de mis tardes libres. --- dijo sin saber exactamente porque estaba dándole a Wyvern lo que tanto tiempo le había estado pidiendo.

--- Excelente. --- dijo el inglés sin poder  esconder ni un poco la sonrisa de satisfacción que adornaba sus delgados labios. Afrodita se quedó aún más confundido de lo que estaba antes de la visita de Radamanthys.

 

Finalmente pudo concentrarse de nuevo en su trabajo, tuvo que recomenzar el escrito que estaba haciendo, había cometido más errores que un principiante. Tenía que concentrarse en lo importante, no tenía que hacer demasiado caso a lo que había sucedido con Shura, tal vez, y sólo tal vez, había exagerado, pero, ¿acaso no tenía derecho a hacerlo de ves en cuando? No tenía que ser perfecto, en realidad, no era nada cercano a la perfección, él sólo era Afrodita, a veces sentía que el mundo exigía demasiado, a veces sentía que los prejuicios del mundo caían solamente sobre lo que hacía.

 

Por alguna razón, al llegar a casa, buscó esa vieja fotografía de su graduación en la universidad. Milo lo había convencido de posar juntos en la entrada de la facultad, su mejor amigo sonreía mostrando abiertamente una perfecta hilera de blanquísimos dientes, en tanto que él mostraba algo que se asemejaba poco a una sonrisa, nunca le habían gustado las fotografías, de hecho, esa, era una de las pocas que se había tomado. Aún en la edad adulta, no gustaba de ser fotografiado, no se lo había dicho a nadie, pero seguía acomplejado por su aspecto. No entendía el que la gente se fijara en él. No entendía como era posible que hubiera alguien que no reparara en su exterior una vez que le conocían. No podía entender que alguien como Shura se acercara amistosamente, sin ningún doblez ahora. Había tenido malas experiencias, muchas de ellas posteriores a conocer a Milo. A veces le parecía que él no le entendía del todo, que a pesar de todo, ciertamente provenían de mundos completamente diferentes. Mientras que Milo usaba su encanto para triunfar, él estaba acostumbrado a usar su inteligencia. A veces se sentía socialmente inferior a su amigo, a veces no paraba de compararse con él, como si acaso de repente su amistad se convirtiera en una especie de concurso. Milo no era tonto, nunca lo había sido, pero parecía gozar fingiendo serlo.

 

A veces, como esa noche, se sentía botado en medio del desierto, en medio de un vacío total en el que no había nada a que asirse. Estaba acostumbrado a presenciar verdaderas carnicerías humanas, dada su profesión. Había presenciado más de una revuelta en la firma, más de una vez había tenido que apartarse para no tomar parte en ninguna de ellas, siendo tachado de una y mil cosas, parecía que la gente no entendía que el no tomar partido no significaba carecer de carácter, sino cuestión de principios, él estaba ahí sólo para hacer su trabajo. Lo demás, era secundario, al menos para él.

 

Al día siguiente se presentó a trabajar sin mucho ánimo, la verdad era que hubiera preferido quedarse en casa y dormir un poco más a tener que soportar a sus impertinentes compañeros de trabajo. Había días, como ese, en el que se preguntaba ¿por qué demonios había escogido derecho cuando le preguntaron que quería estudiar?

 

Cora aún no llegaba, se tumbó en su sillón y hojeó el periódico, sin mucho ánimo, en lo posible evitaba las noticias, pero, sin duda, era mejor estar informado. Contempló una nota de sociales con franco desgano, uno de sus compañeros de trabajo se había comprometido en matrimonio con una de esas socialités que tanto le disgustaban. En fin, ese no era asunto suyo.  Vaya que no lo era.

 

Botó el diario en algún rincón de la oficina, se sentía bastante desanimado. De pronto le vino la idea a la mente de que sin importar cuanto cambiara, por dentro y por fuera, siempre estaría sólo...

 

--- ¡He vuelto! --- vociferó Milo entrando en la oficina con aires teatrales.

--- Buenos días. --- murmuró Afrodita con bastante mal humor.

--- ¿Acaso no te da gusto verme, abogado? --- dijo Milo acercándose a él.

--- Depende... ¿por qué no me dijiste que te iban a ascender?

--- Tenía demasiada prisa por desaparecer, lo lamento, de hecho también a ti te darán un ascenso.

--- Ya sé, Wyvern tuvo la gentileza de venir a decírmelo. --- dijo Afrodita con sarcasmo. Milo se echó a reír.

--- Pobre cejotas, seguro que vino a decirte con la intención de que aceptaras alguna invitación suya, ¿verdad? --- dijo Milo riéndose, Afrodita bajó la vista y palideció un poco. --- ¿Qué hiciste? Esa cara o es de culpabilidad o de arrepentimiento.--- dijo el griego mientras le apuntaba con el índice.

--- No pienso decirte nada. --- sentenció Afrodita.

--- Por tu cara, y por lo apenado que estás, ¡seguro te sacó alguna invitación! --- dijo Milo sin poder contenerse, estaba riéndose en la cara de su amigo.

--- Estaba muy distraído.

--- ¡Amigo, tienes que estar medio muerto para aceptarle una invitación a ese! --- alegó Milo entre risas.

--- Mejor cállate.

--- Oh no, claro que no, ¡con esto tengo para fastidiarte el resto de la semana! ¡Qué digo! ¡El resto del mes! --- dijo sin frenar sus risas. Afrodita sólo lo miraba con cara de pocos amigos, cuando Milo se comportaba como si aún tuviera doce, era realmente insoportable. --- ¿A dónde va a llevarte? Que sea un sitio caro, el tipo se pudre en dinero, no le vendría nada mal agasajarte en uno de esos sitios finísimos...

--- Milo, no quiero que te comportes como un payaso, tengo cosas más serías de que preocuparme en este momento, ¿entiendes? --- dijo Afrodita algo disgustado.

--- OK, me calló, ¿qué pasa? --- dijo el griego recobrando la compostura.

--- Demasiadas cosas...

--- El español, ¿o me equivoco? --- el sueco asintió moviendo a penas la cabeza.--- Entiendo. --- dijo Milo con clama.

--- No, no entiendes, ¡él no es lo que solía ser! --- estalló Afrodita.

-- Y apuesto a que tú tampoco. Amigo mío, los años pasan, la gente cambia, para bien o para mal. ¿o me vas a decir que esperabas encontrarte al mismo adolescente cretino que seguramente era?

--- Él no era un adolescente cretino...

--- Corrección, todos los adolescentes son cretinos, ¡es un hecho comprobado! --- dijo Milo, Afrodita lo miró como el gato que pretende comerse al canario. --- Lo que trato de decir es que él no puede seguir siendo el mismo chico de la preparatoria, seguramente cambió, al igual que tú. Tienes que quitar las capas para ver si sigue agradándote.

--- Odio cuando hablas con metáforas que sólo tú entiendes.

--- Lo que quiero decirte, abogado, es que intentes conocerlo antes de afirmar tan categóricamente que él no es lo que solía ser.

--- A veces, y sólo a veces, hablas con razón. --- dijo Afrodita.

--- Cuando quieres ser irónico, apestas. --- dijo Milo frunciendo el ceño. --- Mejor iré a ponerme al corriente, antes de que se arrepientan del ascenso. --- dijo Milo dándole la espalda.

--- ¿Por qué no quieres hablar de Alessandro?

--- Amigo, por favor, es un buen día, no lo arruines mencionando a ese sucio italiano. --- dijo intentando sonar divertido. Pero Afrodita se dio cuenta de que su amigo aún no superaba aquello.

 

Con el paso de los días, comenzó a procesar lo sucedido, comenzó a entender lo que le habían dicho Milo y Cora.  Tenía que ser realista, Shura no podía seguir siendo el mismo de la preparatoria, tal como no podía seguir siéndolo él. La gente cambiaba para bien o para mal. Tenía que aceptarlo.

 

Aquella mañana se presentó a trabajar con aquel pensamiento bien arraigado, estaba decidido a encontrarse de nuevo con Shura, y esta vez, haría las cosas mejor, no dejaría que el pánico le invadiera, quizá no iba a tener ese idilio con el que tanto había soñado en su adolescencia, pero al menos, podía recobrar su vieja amistad. Hacía tanto que había renunciado a todo posible romance que no le costó despedirse de lo que él había considerado hasta la fecha, su único amor. De alguna manera, se daba cuenta de que era tiempo de terminar de madurar y olvidar las ilusiones de adolescencia.

 

Faltaban diez minutos para las dos cuando Cora se presentó en su privado con una sonrisa que el sueco calificó casi de maligna.

--- ¿Por qué me miras de esa manera? --- dijo angostando los ojos.

--- Porque allá afuera esta tu queridísimo Radamanthys, alegando que tiene una cita contigo.

--- ¡Maldición! --- dijo Afrodita.

--- Cuando Milo se entere...

--- Dile que tengo mucho trabajo... dile lo que quieras, pero haz que se vaya.---- pidió Afrodita.

--- Lo siento, querido jefe, si no mal recuerdo, tú dijiste que le reservara una cita para cuando tuvieras tiempo, pues bien, el día llegó. Buen provecho. --- dijo Cora, a Afrodita le pareció que ella y Milo disfrutaban de su desgracia. A veces se comportaban como si no les cayera bien...

 

Quería que la tierra se abriera y lo tragara. ¡Porqué demonios había aceptado hacer algo semejante! Definitivamente ese día, algo le fallaba en la cabeza. Salió con cara de pocos amigos para reunirse con Radamanthys. El inglés no podía esconder ni un poco lo bien que le sentaba que al fin se le hubieran terminado los pretextos a Afrodita para evitar salir con él.

--- ¿Nos vamos? --- preguntó mientras un nervioso Afrodita se acercaba.

--- Sí... de acuerdo. --- dijo el sueco con cara de pocos amigos, misma que se acentuó cuando notó que Milo le espiaba desde su oficina con esa mirada que sólo podía indicarle que no pararía de burlarse de él.

 

Salieron del edificio, Radamanthys comenzaba a arrepentirse de la invitación, Afrodita parecía estar más obligado que por su voluntad. Cierto, gustaba podría decirse que en demasía de ese hombre, pero también tenía su orgullo. Se decidió a hacerle entender que tenía buenos argumentos para

 

Radamanthys erala clase de persona que no se daba por vencida tan fácilmente. Afrodita lo sabía, en algún rincón de su mente, algo gritó que tal vez el dejarle las cosas claras desde un principio hubiera sido lo mejor. Se había equivocado al hacer precisamente lo contrario, pero esa era una buena oportunidad para dejar las cosas bien claras.

 

Arribaron al sitio que Radamanthys había elegido para comer. Afrodita no hubiera podido encontrar ni un detalle fuera de lugar por mucho que se hubiera esforzado. Se sentó a la mesa junto con el inglés. Radamanthys parecía un tanto nervioso, un tanto indeciso acerca de algo, Afrodita lo miró con detenimiento, en efecto, era un hombre atractivo, interesante, por si aquello fuera poco, adinerado, pero... para él, aquello no significaba nada especial. Por algún motivo que escapo a su raciocinio, comenzó a comparar las sensaciones que le producían tanto Shura como Radamanthys, y en efecto, no se parecían en nada. Cierto, ya no era un adolescente, pero tener cerca de Shura lo hizo sentir prácticamente igual que cuando tenía dieciséis. En cambio, Radamanthys, Radamanthys sólo era Radamanthys.

--- ¿Ordenamos? --- preguntó educadamente el inglés. Afrodita sólo asintió con la cabeza. Radamanthys llamó al camarero luego de que ambos revisaran el menú, Afrodita sencillamente ordenó lo primero que le pareció conocido, a decir verdad no salía mucho, como no fuera con Milo, y los sitios que frecuentaban eran mucho más sencillos que ese restaurante. Las comidas de negocios no contaban, siempre eran en el mismo restaurante. Estaba un tanto disperso, a penas si se daba cuenta de lo que pasaba a su alrededor en esos momentos. Sintió que la mano de Radamanthys rozaba la suya, como un acto reflejó, retiró su mano. --- Lamento haberte incomodado. --- dijo el inglés con voz ronca.

---  No es tu culpa... es sólo que... bueno...yo... tengo ciertos problemas con que la gente me toque. --- intentó disculparse Afrodita.

--- No te creo.

--- Es la verdad. --- dijo el sueco apartando el rostro.

--- Lo siento... dime algo, ¿por qué viniste? No te ves ni siquiera cómodo.--- dijo sin poder contenerse más.

--- Verás yo...

---- Sé que no estás interesado en mí como yo lo estoy en ti, eso salta a la vista, todo lo que quiero que me digas es ¿por qué estás aquí, Afrodita?

--- Tenemos que aclarar esto... yo... no me he comportado como se supone que debe hacerlo un adulto al tratar contigo. --- dijo el sueco. --- Radamanthys, eres un buen hombre, y creo que muchos estarían encantados de estar contigo, pero...

--- Pero tú no, ¿cierto?

--- Yo...yo no soy de esas personas, Radamanthys.

--- ¿No? Entonces, ¿de cuales eres? Hasta donde sé, todos los seres humanos necesitamos un poco de amor.

--- No necesariamente de pareja. --- atacó Afrodita un tanto incómodo. Radamanthys sonrió de lado.

--- Así que no crees en esas cosas...

--- A decir verdad, no.

--- Comprendo.

--- Mi historia personal no es algo que venga al caso, pero no pretendo enredarme en un amorío, además, eres cliente de la firma, no puedo relacionarme contigo de esa manera, no sería ético. --- dijo el sueco mientras clavaba la vista en el humeante plato que tenía frente a sí.

--- ¿Eso piensas o es que intentas ser sutil al despacharme? --- comentó el inglés con una sonrisa que a Afrodita le pareció un tanto fuera de contexto.

--- Es sólo que yo...

--- Tú...

--- No tengo mucha experiencia en estas cosas.

--- Sólo dame una oportunidad, es todo lo que pido, una oportunidad y si no te agrada, lo dejamos.

--- No estoy seguro... es que yo, no sé si estoy listo para algo semejante.

--- No te estoy pidiendo que te cases conmigo, ni que vivamos juntos, sólo que intentemos salir unas veces como adultos civilizados que somos. --- argumentó el inglés.

--- Yo...

--- Entiendo que querrás pensarlo, ¿cierto? --- Afrodita asintió mientras se llevaba a los labios el agua. Sus dedos temblaron ligeramente al notar que en una de las mesas del fondo, Shura discutía acaloradamente con Aioria. No podía creer que tuviera tanta mala suerte, verlos juntos no era precisamente la mejor de las visiones. --- Se hace tarde, ¿quieres que te acompañe? --- dijo Radamanthys.

--- Sí, claro, por algo tenemos que empezar. --- dijo sin alcanzar a comprender la magnitud de sus palabras. Radamanthys sonrió y le tomó de la mano. Afrodita iba a retirarla, pero el inglés se la sostuvo con fuerza.

--- Cómo tú dijiste, por algo tenemos que empezar. --- Afrodita le mostró una sonrisa forzada.

 

Iban saliendo del restaurante cuando Shura les dio alcance.

--- ¡Afrodita! --- exclamó para hacerse escuchar. El sueco giró el rostro y se sorprendió al encontrarse con él.

--- ¿Lo conoces? --- preguntó Radamanthys.

--- Sí. Él y yo fuimos compañeros en la preparatoria. --- susurró el sueco mientras lo veía acercarse a grandes zancadas. Radamanthys contempló por un instante al fornido español, parecía despertar algo más que la curiosidad de su acompañante.

--- Afrodita, tengo que hablar contigo. --- dijo el español deteniéndose un momento para recuperar el aliento.

--- Hola, Shura. --- dijo el sueco un tanto exasperado, si había algo en el mundo que no le gustaba demasiado era el no saber como comportarse ante alguna situación. No se sentía precisamente cómodo al estar con esos dos hombres al mismo tiempo.

--- Disculpa, ¿cómo estás? --- dijo un tanto agitado.

--- Yo... todo bien.

--- ¿No vas a presentarme, Afrodita? --- intervino Radamanthys. Cómo si todo esto fuera poco...  pensó Afrodita mientras con una sonrisa fingida hacía las presentaciones.

--- Claro, Radamanthys Wyvern, Fernando Cervantes. --- dijo apresuradamente. Los dos hombres estrecharon las manos y pareció que querían eliminarse uno al otro lo más rápido posible.

--- Y... ¿en qué podemos ayudarte, Fernando? --- dijo Radamanthys con serenidad.

--- En realidad, quien podría ayudarme es Afrodita, a menos que tú también seas abogado.

--- No, yo, tengo otras ocupaciones. --- dijo Radamanthys un tanto incómodo.

--- ¿Para que necesitas a un abogado? --- preguntó Afrodita extrañado.

--- Para terminar de una vez por todas con mi divorcio. --- Afrodita tuvo la impresión de que eso significaba mucho más de lo que él podía vislumbrar.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).