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Like a feather por Kitana

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Notas del capitulo: insisto, disculpen el retraso, ya se que en los ultimos meses me lo he pasado diciendo eso, asi que mejor me callo y aqui dejo el nuevo capi, bye!!!

- Creo que deberías intentar tranquilizarte - dijo Afrodita sin creerse todavía que era él quien le estaba diciendo esas cosas a Milo.

- Sí, es la tercera vez que me lo dices, abogado, así que tal vez te haré caso - dijo el griego mientras garabateaba algo en su block de notas.

- No entiendo porque demonios estás tan nervioso. No es la primera vez que te encuentras con alguien como Hades Schwartz.

- No, no es la primera vez... - musitó Milo sin mirarlo.

- Tú tienes algo más...

- No, y si lo tuviera, este no es el lugar ni el momento para hacer recuento de mis pesares, ¿tienes la copia del proyecto de convenio?

- Si, lo tengo, ¿tú tienes los otros documentos?

- Por supuesto, sabes que soy el mejor para estas cosas y que siempre me ocupo de todo lo que consideras trivial.

- Hay que ver que grande es tu ego...

- Yo también te quiero.

 

Su charla se vio interrumpida por la llegada de Pandora y Hades Schwartz, la joven mujer iba prendida del brazo de su padre, un hombre entrado en años pero aún atractivo que les miró con ojo clínico a penas cruzar la puerta.

- Buen día, caballeros - dijo Hades mientras estrechaba las manos de los abogados -. Entiendo que ustedes se harán cargo del divorcio de mi hija.

- En efecto, señor Schwartz, el doctor Zlatan y yo, nos encargaremos, Milo Scouros, a sus órdenes - dijo Milo con la mejor de sus sonrisas falsas, ciertamente no estaba de humor para lidiar con alguien como Hades, pero tenía que hacerlo.

- Entiendo... ¿tiene alguna relación con Ingrid Zlatan? Me refiero a la cardióloga - dijo Hades mirando fijamente a Afrodita.

- Ella es mi madre.

- Ya veo, el parecido es sorprendente - dijo Hades enarcando una ceja.

- Papá, estás poniendo incómodo al doctor Zlatan - dijo Pandora con una sonrisa franca.

- Lo lamento, tiendo a hacer comentarios poco apropiados en el momento menos indicado, me disculpo; señores, debo dejarlos, tengo que tomar un vuelo - dijo, acto seguido besó la mejilla de su hija -. Pandora, querida, no dejes de informarme como fluyen las cosas.

- Desde luego, papá - la mujer no dejó de sonreír,  tomó asiento frente a los abogados y los miró fijo -. Señores, se que la mayoría de la gente les habrá dicho cosas terribles sobre mi padre, les diré que no son ciertas - dijo los dos hombres la miraron a la cara sin saber que decir -. Hades Schwartz no es como lo pintan, es peor - les dijo sin dejar de sonreír -. Veo que no se sorprenden.

-  En este trabajo uno aprende a no meterse demasiado con los clientes, haremos lo que usted nos pida, dentro de los límites de lo legal, torceremos la ley hasta donde sea posible para conseguir lo que usted desee, esa es la política de la firma, y nosotros la acatamos puntualmente - dijo Afrodita sonriendo de esa manera en que pocas veces Milo lo había visto sonreír.

- Sorpréndame, doctor Zlatan, ¿qué tiene para mostrarme? - dijo la mujer cruzando los brazos sobre el pecho. Afrodita deslizó sobre la mesa la carpeta en que habían colocado el proyecto de convenio, Pandora lo leyó cuidadosamente. Lo sostuvo en sus manos un momento, sin decir ni una palabra -. Esto me parece verdaderamente razonable, al menos por lo que a mi respecta, ¿cómo piensan convencer a mi esposo de que acepte?

- Con esto - dijo Milo ofreciéndole la otra carpeta.

 

Los dos abogados guardaron silencio mientras los ojos de la mujer brillaban conforme pasaba una a una las páginas de esa carpeta. Cuando la cerró, les miró y sonrió ampliamente.

- Bien, creo que Hypnos no tendrá objeción, en realidad me atrevería a decir que si ustedes pueden sustentar esto, él está acabado.

- Por supuesto que podemos sustentarlo - dijo Milo con voz suave -. Nunca nos atreveríamos a decir algo que no pudiéramos sostener.

- Excelente, ¿dónde debo firmar? - Milo sonrió ampliamente, esta vez, de verdad.

- Aquí, si es tan amable - dijo el abogado mucho más relajado. Afrodita los observó, aparentemente, Pandora no era una de las razones por las que Milo estaba nervioso. Conocía a su amigo y empezaba a creer que él le estaba escondiendo algo.

 

Luego de una breve charla y de acordar una cita para dentro de dos días, se despidieron de ella y volvieron a su oficina. Ambos se encontraban un tanto tensos, Milo por una razón desconocida y Afrodita porque cada vez se acercaba más y más el fin de semana y debía darle una respuesta a Radamanthys. En realidad quería ir, pero tenía miedo de las consecuencias que eso podría atraerle. No entendía sus emociones, se sentía rebasado por todo eso que el inglés despertaba en él.

 

Como si sus pensamientos fueran una invocación, el teléfono sonó, era Radamanthys.

- Hola, Afrodita - dijo el inglés con esa voz profunda que le estremecía particularmente.

- Radamanthys...

- ¿Tienes ya una respuesta?

- Yo...

- Tranquilo, sé que talvez no podrás salir de la ciudad por tu trabajo, no lo tomaré a mal.

- Quiero ir... - dijo sin pensar.

- ¡Excelente! - dijo el inglés sin esconder su entusiasmo.

-  Pero tengo que dejar resueltas algunas cosas, no podremos salir muy temprano.

- Descuida, todo será perfecto, me encargaré de todo, lo único que debe preocuparte es disfrutar de este pequeño viaje, ¿quieres cenar?

- Me gustaría pero... tengo mucho que hacer si es que quiero disfrutar de ese viaje.

-  De acuerdo, hagamos esto, pasaré por algún refrigerio y te veré en tu oficina, ¿te parece bien?

-  Sí, por supuesto - dijo Afrodita sin poder reprimir una sonrisa. No entendía que le pasaba con Radamanthys, pero era un hecho que el inglés había terminado por cambiar sus esquemas.

- Te veré más tarde - dijo Radamanthys a modo de despedida.

-  Correcto - colgó poco después quedándose con una sensación agradable, misma que se desvaneció casi por completo cuando al abrirse la puerta vio aparecer a Aioria.

 

- ¿Quieres explicarme de que se trata esto? - dijo arrojándole al rostro la notificación que le habían entregado esa misma mañana. Afrodita adoptó un gesto duro y frío.

- Buenos días, Aioria, creí que tu refinada educación te impedía todo trato con alguien como yo - siseó bastante molesto.

- No me cambies el tema, creí que habías entendido que debías mantenerte alejado de mi marido.

- Me parece que estás malinterpretando las cosas.

- ¡Por supuesto que no! ¿Qué debo entender? ¿Qué caritativamente te le apareces para ayudarle con ese maldito asunto del divorcio? ¡Por supuesto que no me lo creo! Conozco a los de tu clase...

- Será porque crees que soy igual a ti, a diferencia tuya, no acostumbro a meterme con hombres comprometidos. No tengo por qué decirte más, la única razón por la que veo a Shura es por motivos profesionales, soy su abogado y su amigo, nada más, aunque, por supuesto, no te debo ninguna explicación, ni a ti ni a nadie - dijo el sueco terriblemente disgustado mientras se ponía de pie -. Tengo que pedirte que te vayas, antes de que el personal de seguridad tenga que echarte, no es bueno armar escándalos en el lugar de trabajo de alguien, ¿sabes?

- ¡Eres una sabandija imbécil! No creas que por haber cambiado tu aspecto vas a conseguir algo de él, me ama, y eso ni siquiera esa nueva cara tuya podrá cambiarlo - dijo Aioria mientras salía de la oficina del sueco. Afrodita estaba que echaba chispas. No entendía porque demonios ese hombre actuaba de esa manera, por lo que sabía, no había otro culpable de la separación con el español que el mismo Aioria, sin mencionar que él no tenía absolutamente nada que ver en ello, se limitaba a prestar sus servicios como abogado, a ser un amigo...

 

 Un amigo...  pensó mientras ordenaba cuidadosamente  los documentos que el paso de Aioria por su oficina había desperdigado. Estaba molesto, más de lo que había estado en mucho tiempo. Estaba seguro de que la visita del castaño iba a traerle consecuencias, no estaba de buen humor, no estaba como para semejantes niñerías, ese hombre había rebasado sus límites. Aunque, tal vez, lo que más le molestaba era que en cierta medida, Aioria tenía razón, él no había hecho eso sólo por ser un buen amigo, había seguido con el caso porque le interesaba Shura.

 

Se veía en un serio conflicto de intereses, ciertamente se sentía atraído hacía el español. Pero comprendía que si esperaba seguir en la firma no podía involucrarse más allá de lo que tenía con él, aunque si había que ser sinceros, con Radamanthys también estaba torciendo las reglas al máximo, sin embargo, sentía que intentar algo con Shura era ir demasiado lejos.

 

Pasaban de las nueve cuando salió de su oficina esa noche. Estaba demasiado cansado y todo lo que quería era tomarse un par de aspirinas y meterse a la cama. El asunto con Pandora Schwartz les había tomado demasiado tiempo, se había retrasado en otros casos y había tenido que recuperar el tiempo perdido esa misma tarde a riesgo de perder el fin de semana.

 

Se había sentido incómodo al escuchar a Hades hablar de su madre, evidentemente ese hombre la conocía, hablaba de ella de una manera bastante casual. No entendía a su madre, hacía años que no la veía ni tenía contacto alguno con ella, era como si se hubieran olvidado uno del otro luego de que él terminara la universidad. En su último encuentro, ambos habían discutido como nunca antes, Afrodita atribuía a esa discusión el que su madre no volviera a buscarle. En realidad no sabía si estaba interesado en verla de nuevo, Ingrid no había sido la mejor madre del mundo, jamás, simplemente ella no había sido ni de lejos lo que podía esperarse de una madre, siempre había estado más dedicada a su carrera que a su familia, a veces pensaba que ella sólo había sido madre por cumplir con la expectativa de su padre, de sus abuelos, pero no por un genuino deseo de ser madre. De su padre no podía hablar muy bien tampoco, Mikka no era el más astuto de los hombres, pero era endemoniadamente atractivo, por ello entendía que su madre hubiera gustado de él, sin embargo, la relación de ellos se había fracturado mucho tiempo atrás, no podía entender los motivos de ellos para seguir juntos, pero lo hacían, pese a que eran una pareja de extraños durmiendo juntos cada noche.

 

Su familia, en suma, no era precisamente ejemplar, no los había visto en años y no estaba seguro de quererlos ver nuevamente. Su padre solía llamarle en Navidad o su cumpleaños, pero, para él no era suficiente como para compensar todo lo que había vivido de pequeño.

 

De alguna manera el recordar a su madre le había hecho sentirse sumamente incómodo. Pensándolo bien, ese punto era el que le hacía coincidir con Milo en un principio, ninguno de los dos llevaba una buena relación con sus padres. No entendía a su familia, en realidad, nunca había intentado ponerse en la piel de ellos, simplemente porque no era algo que le reportara alguna utilidad. Hacía mucho tiempo que había dejado de pensar en ellos como se suponía que un hijo debía pensar en sus padres. Se sentía completamente ajeno a ellos, a diferencia de Milo, su relación con ellos nunca había sido siquiera cordial. Mikka se había esforzado esporádicamente, pero no era bastante, sentía que su padre no le veía realmente con la empatía con que un padre debía ver a su hijo.

 

Decidió dejar de pensar en ello, prefería concentrarse en ese viaje que comenzaría pronto, con suerte, después de ese viaje contaría con los elementos necesarios para, de una vez por todas, olvidarse de esa especie de obsesión que le ataba a Shura.

 

Sin embargo, sabía que no podía confiar demasiado en que eso sucediera.

 

Hacía mucho tiempo que estaba o creía estar enamorado de él, lo cierto era que a últimas fechas, no estaba seguro de lo que sentía por Shura, era todo tan complicado...

 

Se fue a dormir en cuanto llegó a casa, no tenía mucho que hacer y no quería seguir pensando en todo lo que le causaba problemas, definitivamente no era algo que quisiera tener presente sobre todo si consideraba que los días siguientes serían verdaderamente estresantes.

 

No tenía idea de que hora era, pero el teléfono no paraba de sonar, se incorporó y respondió al punto, era de la oficina.

 

Era media noche, se le vio salir apresuradamente de su domicilio con gesto angustiado. No entendía nada, absolutamente nada. Había recibido una llamada telefónica hacía unos minutos y se dirigía inmediatamente a su oficina. No estaba seguro de si era algo bueno o no, sólo sabía que si llamaban, él tenía que ir.  Medio dormido todavía se presentó en las oficinas de la firma.

- Buenas... - oyó decir a Milo mientras se aproximaba.

- ¿Qué pasó?

- Ni idea, sólo sé que llamaron, y ya sabes hay que hacer acto de presencia - dijo el griego encogiéndose de hombros.

- Maldita sea... - masculló Afrodita bastante molesto, empezaba a creer que se trataría de otro de esos casos de extrema urgencia y que debía despedirse de ese fin de semana con Radamanthys, cosa que no le hacía ni pizca de gracia.

- ¿A ti que te pasa? - le preguntó Milo al notar su reacción.

- Nada, nada, sólo que tenía planes.

- ¿Planes? ¿Tú? - dijo el griego verdaderamente sorprendido.

- Sí, ¿qué tiene de raro?

- Mucho, en especial si consideramos que tu idea de un gran fin de semana consiste en reordenar la casa de pies a cabeza.

- Deja de decir tonterías.

- Dímelo, de todas maneras me las arreglaré para saberlo, así que mejor dímelo ya.

- No es algo que te importe.

- ¿No? Soy tu mejor amigo.

- Sí, y también eres el hombre más entrometido de la creación.

- Oh, no me des tanto crédito.

- Es algo de lo que no quiero hablar ahora, ¿entiendes?

- OK, eso significa que me lo contarás después, ¿no es cierto?

- Dioses... a veces me pregunto por qué somos amigos.

- Porque soy encantador, abogado, atento, que ahí viene el jefe - dijo el griego adoptando un aire de seriedad que por poco le arranca una carcajada a Afrodita.

 

El dueño de la firma entraba en esos momentos a la sala de juntas, le acompañaba una llorosa mujer prendida de su brazo.

- Buenas noches, señores - dijo el viejo mientras se encargaba de que su acompañante tomara asiento. Ambos respondieron en voz a penas audible -. Ustedes deben conocer a esta señorita - dijo mientras limpiaba cuidadosamente las lágrimas de las mejillas de la chica -. Es mi sobrina, Tethys Siren - añadió mientras la chica intentaba mantener la calma -. Ella tiene un problema, y necesito que ustedes la ayuden a salir de él. Tethys, ¿puedes salir un momento? - dijo el viejo, la chica asintió pesadamente y en seguida miró a ambos abogados con gesto furioso -. Recurrí a ustedes porque sé de lo que son capaces, no me importa lo que tengan que hacer, no me importa de qué manera tendrán que actuar, sólo pido una cosa, ¡acaben a su marido! - dijo y deslizó sobre la mesa un grueso legajo de papeles -. Esto es todo lo que he podido conseguir hasta ahora, sé que ustedes serán capaces de más, no pierdan tiempo, tienen mi permiso para dejar todos los demás casos, quiero que se concentren en este, ¿me han entendido?

-Sí, señor - dijo Afrodita con gesto serio.

- Ahora vayan a casa y ni una palabra de esto a nadie, ¿entendido?

- Por supuesto, de nuestros labios no saldrá nada - declaró Milo con seriedad. El viejo salió enseguida, dejándoles un tanto confundidos -. Supongo que debemos partir de aquí, ¿no crees? - dijo Milo tomando el legajo que el dueño de la firma les había entregado.

- Sí supongo que si... - murmuró Afrodita contrariado.

- ¿Tu casa o la mía?

- La tuya, quiero conocerla por fin.

- Bien, vamos - dijo Milo ahogando un bostezo.

 

Salieron del edificio pensando cada uno en sus propios problemas.  Afrodita sospechaba que lo que fuera que sucediera en los días siguientes sería crucial para el resto de su vida, definitivamente tenía que comenzar a hacer las cosas en orden, debía llevar la pulcritud con que se conducía en su vida laboral al ámbito personal, así de simple. Era hora de madurar, de dejar de pensar bajo un velo de color rosa y ser práctico y realista. O al menos, eso era lo que tenía pensado hacer.

 

- ¿Qué te parecen mis dominios? - dijo Milo con aire teatral cuando entraron en su nuevo departamento.

- Me gusta, es muy tú.

- Quiero pensar que eso fue un halago...

- Lo es, quédate tranquilo.

- Esta bien, ¿por dónde debemos empezar?

- Como dijiste, leyendo esto, sea lo que sea, debe ser importante como para que el viejo en persona nos hubiera llamado.

- Cierto, y a juzgar por la cara de la sobrina estamos frente a la oportunidad perfecta para salir del anonimato.

- Tú y tus ideas grandilocuentes...

- ¿Qué tiene de malo?

- No digas nada, mejor vamos a ponernos a trabajar, ¿de acuerdo?

- ¿Tiene que ser ahora?

- Milo...

- Esta bien... comencemos.

- Bien, lee rápido.

 

Se pasaron las siguientes dos horas leyendo a detalle los documentos que les habían entregado. Más de una vez se les formó un nudo en la garganta a ambos. Lo que tenían en sus manos no era sino  una colección detallada de las desventuras de la sobrina del dueño de la firma.

- El viejo tenía muy buenas razones para estar furioso... - susurró Afrodita sin poder creer que todo lo que había leído era real.

- Sí... - dijo Milo mientras se masajeaba las sienes.

- Tal vez deberíamos dormir un poco.

- Estoy de acuerdo - respondió el griego mientras abandonaba sobre la mesa aquellos papeles.

 

Se acomodaron lo mejor que pudieron en la cama de Milo, ambos estaban tensos y procuraban no mencionar lo que sabían acerca de su nuevo cliente.

- ¿Sabes? He estado pensando con seriedad algunas cosas... - dijo Milo rompiendo el silencio.

- ¿Cómo qué?

- Como que es hora de hacer algo, de estabilizar mi vida, no sé, creo que he sido un niño por mucho tiempo.

- Ya era hora de que te dieras cuenta.

- ¡Tonto! Lo que quiero decir...

- Si, entiendo, lo que quieres decir es que ya es hora de madurar, para ambos - dijo el sueco interrumpiéndolo.

- Sí... precisamente eso... sólo que no sé por donde empezar.

- Tal vez admitiendo que el asunto de Alessandro te ha rebasado.

- No quiero ni hablar de ello, ¿sí?

- El ignorarlo no hará que el problema desaparezca, ¿sabes?

- Lo entiendo, sólo que parece que es demasiado para mí.

- ¿Por qué? Es decir, nunca he visto que tengas problemas con nada ni con nadie, por eso no entiendo que te pasa esta vez.

- Es complicado... cuando termine de entenderlo, te lo diré; ahora, vamos a dormir, más tarde tenemos que trabajar, ¿cierto?

 

Para Afrodita aquello no era una buena respuesta, sin embargo, dejaría en paz a Milo, de momento, pues tenía mucho en que pensar el mismo, muchas cosas eran las que tenía que decidir, y no estaba del todo convencido de que el camino que estaba tomando fuera el más adecuado dadas las circunstancias en que se movía en esos momentos.

 

No podía dejar de pensar en las consecuencias que tendría ese viaje que a toda costa quería realizar, no podía dejar de pensar en lo que iba a ocurrir con él en los días siguientes, en que debía tomar una decisión para la que no estaba preparado.


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