Disclaimer: Este relato es un fanfic, y aunque está basado en personas reales, ninguna de las situaciones aquí descritas son verídicas. Yo soy fan de Tokio Hotel y también me gusta el yaoi, si a ti no te gusta alguna de estas dos cosas, ¿qué haces en esta sección de la web...?
I.
Lunes
Al despertar, lo primero que sintió fue un terrible dolor en su sien izquierda. Abrió los ojos, pero la oscuridad que reinaba en el lugar no le permitió ver nada.
«Qué demonios...»
Empezó a palpar con las manos el duro suelo en el que se encontraba tendido. Al mismo tiempo trató de moverse, pero un tirón en su tobillo derecho se lo impidió.
«¿Pero qué...?»
Se sentó como pudo y dirigió ambas manos a su tobillo. Palpó algo que parecía un aro de metal y una cadena enganchada a él. Siguió tanteando la cadena y descubrió que estaba enganchada a otro aro que a la vez estaba sujeto a una especie de tubo que sobresalía de una pared.
«No puede ser... ¿Unas esposas...?»
Se asustó. El corazón empezó a latirle muy deprisa. Trató nuevamente de enfocar la vista. Poco a poco la oscuridad se iba disipando, y pudo distinguir que se encontraba en una habitación pequeña, de unos seis metros cuadrados, con las paredes y techos completamente empapelados con lo que parecían pósters o fotografías. El suelo era gris y liso, de cemento pulido, y enfrente de él había una única puerta, metálica.
Sintió una nueva punzada de dolor en la sien. Se llevó una mano allí y notó humedad. Cuando se miró la mano descubrió que estaba manchada de sangre. También se dio cuenta de que su móvil y sus gafas de sol habían desaparecido.
Sentía ganas de llorar. No sabía dónde estaba, ni mucho menos cómo había llegado hasta allí. Lo último que recordaba era que había discutido con su hermano en casa. Para colmo, estaba encadenado a la pared como un perro. En realidad no igual, porque a los perros se les ata por el cuello y él lo estaba por un tobillo, pero venía a ser lo mismo.
Cada vez veía con mayor claridad. Miró por encima de su cabeza, en la pared que tenía detrás, y descubrió un pequeño ventanuco, de unos veinte por veinte centímetros, que parecía ser la única ventilación natural de la estancia.
Se puso de pie con dificultad. El metal le laceraba el tobillo a cada movimiento. Apoyó ambas manos en la pared y se puso de puntillas, pero aún así no alcanzaba a ver a través del ventanuco, que estaría situado a unos dos metros de altura. Sólo pudo observar un pedacito de cielo estrellado. Era de noche.
-¡Ayuda! -gritó igualmente, pero algo le decía que nadie iba a escucharle-. ¡Ayuda, por favor!
Nada. Emitió un pequeño gemido de frustración y apretó los puños sobre la pared, arrancando sin querer una fotografía. La vio caer al suelo sin inmutarse, hasta que se fijó en la imagen que contenía. Inmediatamente miró con más atención la pared que tenía frente a sus ojos... y sintió que la sangre se le congelaba en las venas.
Todas las fotografías y pósters que decoraban aquella habitación eran suyas. Y lo más preocupante era que no se trataba de imágenes promocionales, sino de fotografías reales, tomadas con una cámara normal, algunas de conciertos, pero también de diversos momentos de su vida privada.
Tenía que estar soñando. Mejor dicho, teniendo una pesadilla.
De pronto, escuchó pasos tras la puerta metálica.
Continuará...