Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

I'll Follow you into the dark por Aakireh

[Reviews - 55]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

En este capitulo Matt confesara a Mello lo que le pasaba en Wammy's cuando comenzo a verlos con ojos distintos.

Me gusta hacer un Matt mas humano oculto tras un Matt serio que no muestra sus sentimientos pero no los tapa bruscamente como Mello lo hace. Simplemente no los muestra y ya. Pero no significa que no existan.

No me quise adentrar mucho a platicar de los conflictos Mello-Near porque dudo que Matt quiera platicarle a Mello algo que el ya sabes y que no querria leer.

Lime poetico o algo asi.

Para mí el vivir en La casa Wammy no significaba nada especial. Solo era un orfanato más. Cuatros paredes que me abrigaban del abandono. A pesar de ser un orfanato distinguido no cambiaba la realidad en sí, yo seguía siendo un niño huérfano y sin familia a la que le importara. Pero para mí eso era muy normal. No hería mi corazón el saberlo. Mis emociones y felicidades tan solo consistían en jugar mis videojuegos y jugar contigo. Me divertía ser cómplice de tus travesuras aunque también sufriera las consecuencias de los castigos. Eras la única persona que podía sacarme de ese mundo de gráficos 3D en el que solía vivir la mayoría del tiempo. Yo no conocía a ningún L, ni quería ser sucesor de nadie. Tan solo era un niño que vivía cada día como si el mundo en realidad no importara.

Yo sabía el porqué de tu coraje hacia Near. Jamás olvidare esa fiereza que irradiaban tus ojos cuando hablabas de L. De cómo el luchaba por la justicia. Admirabas la manera en la que él estaba arriesgando su vida peleando contra Kira, ese asesino despiadado que había tomado al mundo como rehén. Tú creías fervientemente que Near no merecía ser su sucesor. Porque a Near no le interesaba la justicia. Yo podía mirarte por horas, ahí dando vueltas de un lado a otro contándome los distintos casos que L había resuelto. En verdad lo admirabas. Así fue como comencé a comprender tu afán por vencer a Near. El verdadero significado de competencia en la casa Wammy. Ser como L. Me sentí vacio en cierta forma por no compartir ese sentimiento. Pero yo apoyaba tu causa.

¡Como nos divertíamos haciendo sufrir a Near! Pasábamos mucho tiempo ingeniando travesuras para fastidiarle. Cuando lográbamos nuestro objetivo, siempre y cuando Roger no nos cachara, corríamos sin parar por aquel pasto inmenso en primavera hasta lo más lejano del jardín a reír hasta que nos doliera la barriga. Así fue como crecimos. El tiempo paso volando porque nos divertíamos de lo lindo. Como detestabas que no te hiciera caso cuando jugaba con mi consola. Esa PSP que me diste no fue la única que tuve. Siempre que destrozabas los aparatos que robaban mi atención aparecía uno nuevo bajo mi almohada. Nunca pediste disculpas, ni yo te las pedía, pero yo sabía que eras tú. Siempre fuiste tú el que las reponía. Era un pacto mudo que teníamos entre nosotros. Una extraña amistad que fue creciendo con nosotros hasta que dejamos de ser unos niños y comenzamos a cambiar. Aunque no decíamos nada lo sabíamos. Esto aunque nos alejaba el lazo que compartíamos ya era indestructible.

Fue en aquel tiempo cuando yo comencé a fugarme por las noches de la casa wammy. Tu pasabas mucho tiempo castigado o estudiando, sumergido en tu obsesión de ganarle a Near. Ya no tenías mucho tiempo libre para compartir conmigo tus historias o hacer planes para las travesuras del día siguiente. Algo pasaba de lo que yo jamás te habría contado. Sentía cierto retraimiento al respecto. Necesitaba huir y olvidar el asunto por completo. Era algo que me provocaba un dolor muy fuerte en mi pecho que me asfixiaba. Entonces comencé a consumir cigarrillos. Subía a lo más alto de Wammy, a donde solíamos ir cuando Near te hacia rabiar. Quería que el viento se llevara mis penas. Estas cosas eran cosas que no podía saber nadie. ¿Sabes? Todo fue desde aquel día. Desde ese día ya no estaba seguro de porque se agitaba mi respiración cuando te veía entrar en una habitación. Mi silencio era cada vez más marcado. Todo era porque no sabía que decir ni qué hacer cuando estabas conmigo. Cuando te acercabas mucho a mi sentía que el corazón se me sala de un brinco y rompería la piel de mi pecho para estamparse en la pared vecina. Lo peor no era eso si no que no sabía qué hacer con esos sentimientos. Entonces huía y el fumar me daba cierta tranquilidad. Me volvía a la calma que siempre parecía tener. El semblante despreocupado e inmensamente sereno volvía a mí en un instante. Quería que ese humo caliente que quemaba mi garganta también calcinara mis pecados. Ahogarme en ese bocanada junto con mis pensamientos prohibidos. Era un pecador. Era un enfermo.

Todo comenzó en mis sueños. A mí siempre me habías parecido un chico bastante atractivo. Siempre sentí cierta curiosidad por tocar tu cabello y sentir lo sedoso que estaba. Quería saber si tu piel era tan suave como se veía cuando jugabas en el campo y descubrías tu pecho. Yo odiaba hacer deporte. La mayoría del tiempo que me obligabas a estar afuera permanecía sentado en el pasto. Me picaban los moscos y el césped era muy incomodo, pero me gustaba mirarte jugar. Aunque pretendía jugar mis videojuegos en realidad te observaba. Todos estos pensamientos se volvieron más recurrentes. Fue entonces cuando apareciste en mis sueños. Era tanta mi obsesión contigo que hasta en mis sueños te veía. En un principio no lo vi mal porque solo estabas ahí. Reviviendo aquel momento en que yo me había atrevido a darte un abrazo. Sentía tu calidez y el ligero aroma a chocolate que emergía de tu cuerpo, tus cabellos tan suaves y delgados acariciando mi cara. Hacia un esfuerzo tan grande porque ese recuerdo se sintiera real. Deseaba que así fuera. Entonces despertaba sudando y con hormigueos en mi cuerpo.

Yo quería abrazarte de nuevo. Buscaba inconscientemente una oportunidad. Pero era imposible porque tú no te dejabas que me acercara mucho y yo no tenía la iniciativa de hacerlo. No estaba acostumbrado al contacto de otras personas y menos que yo las tocara. Entonces recurrí a mi imaginación. Cuando estabas conmigo aunque solo estuvieras ahí sentado a mi lado con media cabeza metida en un libro. Imaginaba que me acercaba a ti disimuladamente. Imaginaba como se vería tu cara así de cerca a la mía y pasaba mi brazo al rededor de tu cuerpo colocando mi cabeza en tu hombro. Cerraba los ojos y pasaba minutos que parecían horas. Entonces el abrazo dejo de ser un simple e inocente abrazo.

Me tope besándote en mis sueños. Una vez sumido en ese abrazo te tomaba de las mejillas con mis manos y te empujaba tus labios hacia los míos. En aquel entonces tus labios eran aun más tiernos de lo que son ahora. Eran delgados pero rosados, suaves y siempre torcidos en una mueca que los hacía aun más deseables. Ya no escuchaba mucho de lo que decías porque no podía quitarles los ojos de encima. Recibí más de un golpe a causa de esa distracción. Cuando en sueños esa humedad de tus labios era robada por los míos esa emoción se transformaba en una fuerte vibración en algún lugar de mi cuerpo mientras inconsciente paseaba mi mano en aquel lugar sensible a mi propio tacto liberando aquellos espasmos que no conocía más que por las descripciones en los libros. La primera vez que sucedió corrí a escondidas al baño a lavarme con las mejillas encendidas en vergüenza. Mientras corría me sentía la persona más despreciable del mundo. Qué demonios estaba haciendo. Era un anormal.

A pesar de negarme todas estas cosas no podía evitar que sucedieran. Yo ya no te podía mirar a los ojos sin que el recuerdo de esa sensación que sentía en las madrugadas cuando soñaba contigo viniera a mi mente y me sonrojara. Yo no quería que tú vieras eso o te dieras cuenta porque entonces perdería todo. Jamás volverías a hablarme, no solo me propinarías una santa golpiza si no que no me voltearías a ver nunca. Perdería tu amistad para siempre. Volvería a estar solo en el mundo. Una vez más seria tan solo un mísero huérfano.

Recuerdo aquel día. Lluvia mucho y hacia mucho frio. Me calaba hasta los huesos. Tú estabas inmóvil en algún lugar de la habitación ignorándome como a veces o más bien casi siempre hacías en ese entonces. Te veías tan tranquilo sumido en tus pensamientos. Yo aunque moría de frio no podía dejar de verte. Quería verte sonreír. Quería saber lo que se escondía tras la mente de Mello. En que pensaba aquel niño rubio que a pesar de tender una barrera fría hacia el mundo, sabía que tenía un buen corazón. Habías descubierto mi vicio secreto y estabas muy enojado conmigo o al menos eso pensaba. Por eso no me dirigías la palabra. Habías corrido a la azotea y me habías encontrado ahí, fumando y pensando. Callado como siempre no te di razón alguna. Solo me limite a mirar tus pies descalzos sobre las tejas rojas. Entonces te sentaste a lado mío y sacaste un chocolate y un recorte de revista bastante arrugado que me enseñaste. Entonces reíste y me dijiste que le habías hallado una chica desnuda a un chico de un grado inferior. Cuando el eco de tu risa se apago volviste a tu postura de seriedad. Estabas molesto conmigo pero por alguna razón no me expresaste tu enojo. Entonces fumaba en el techo de wammy’s y tu lo sabías. Sabias donde encontrarme. Cuando no me hallabas en ningún lado corrías a lo más alto. Ahí estaba yo. No verte era mi escape a la realidad. Me había enamorado de mi mejor amigo. Era un sentimiento en cierta forma inocente. Había sido un accidente. Pero era algo que no podía ser. Algo que jamás podría ser.

Cuando Near te hacia enojar siempre ibas a aquel lugar. Nos gustaba estar ahí porque estaba alejado del mundo. Era como escapar de la realidad un ratito. Tenía que contener mi respiración cuando estabas ahí sentado junto a mí. Tu bella silueta recortada contra aquel hermoso cielo gris. Las nubes opacas hacían que tu cabellera rubia fuera aun más resplandeciente. Las formas de tu cuerpo ya no eran las de un niño. Tu voz comenzaba a hacerse más gruesa al igual que la mía y tus ojos eran más fieros.

Tú también sufrías esos trastornos como yo. Pero claro que no eran como los míos. Tú jamás platicabas de eso, ni lo harías. Seguro pensabas en alguna chica guapa que te llamara la atención. Aunque yo sabía que las niñas de Wammy’s te aborrecían tanto como tú a ellas, quizá en algún lugar de tu mente pensabas en alguien y eso me provocaba dolor. Quería husmear en casa rincón de tu ser. Quería saber lo que había tras esos ojos fríos. Entonces comencé a espiarte. No era que no me dejaras estar cerca pero yo quería saber lo que hacías cuando estabas solo. Ahora me parece bastante enfermo pero para mí era una necesidad porque ya no me bastaba con lo que veía cuando estabas conmigo. Entonces te mire en la ducha. Tú no te diste cuenta pero estaba más encendido que las llamas del infierno. ¡Y como dolía disimularlo!. Pero yo quería mirarte. Quería ver que se ocultaba tras las holgadas ropas negras que siempre usabas. Estabas de espaldas a mí pero aun así pude mirar. Así como lo pensaba tu cuerpo también había comenzado a cambiar. Era esa realidad que invadía mi ficción. Eras real y estabas ahí. Eras como una estrella. Brillabas tangible pero jamás te podría tocar. Pase noches despierto imaginando ese menudo cuerpo tan deseable que había hallado tras la pared de azulejos blancos de las duchas.

Las cosas fueron empeorando con el tiempo. En cierta forma lo había dejado porque pensaba en cierta manera que se me pasaría. Que era una etapa de mi crecimiento y que era algo normal. Los libros decían que así era. Pero ese deseo de sentirte, de tocarte era más fuerte. Podía conmigo demasiado. Ya no bastaba con imaginarte tocando mi cuerpo y rozando mis labios, con mirarte o imaginarte y hacer que se produjeran esas sensaciones en mi cuerpo falsamente placenteras porque en realidad no me satisfacían. Yo te deseaba. Era un sentimiento muy fuerte para ser de un niño. Yo ya no era un niño. Eso estaba más que claro.

Me provocaba angustia el que estuvieras tan cerca pero en realidad tan lejos. El que el tenerte tan cerca solo fuera en sueños. Mi angustia ya no podía más conmigo. La lluvia no paraba y los truenos comenzaron a cimbrar el caserón. Quería ir contigo no porque tuviera miedo, si no porque sabía que no me dirías que me marchara. Cuando mire tu habitación desde aquella ranura que se asomaba por la puerta entreabierta no pude evitar volver a mi mente la primera vez que te había espiado en tu habitación. Era de noche como esa noche pero no llovía. Abrí la puerta muy despacio pensándote dormido y trate de hacer el menor ruido para no despertarte. Apenas pude verte ahí. Estabas semidesnudo recostado sobre tu cama. Tus ojos estaban cerrados con los parpados muy apretados y estabas bañado en sudor. Mis ojos estaban tan abiertos que no podía cerrarlos y comenzaron a arderme un poco. Estabas tan concentrado en aquel placer que te estabas proporcionando que no reparaste en que la puerta se había abierto. Te movías mucho. Justo cuando presentí que terminarías supe que tenía que marcharme y así lo hice. Con el mismo halo de vergüenza manchando mi rostro fui a mi habitación a revivir lo que había presenciado. Esta misma sensación volvió a invadir mis mejillas cuando abrí la puerta. Lo hice con miedo de hallarte como aquella vez. Para mi suerte estabas dormido.

Te sacudí un poco sobre aquella cama después de mirarte reposar con tanta paz que no parecías ser el mismo. Creo que tus labios esbozaron una leve sonrisa cuando me viste al pie de tu cama. Aun estabas dormido porque solo te hiciste a un lado dejándome espacio considerable y un poco de sabana. Tu cama estaba calientita y olía a ti. Aspire ese olor extasiante de golpe muy fuerte y lo atesore en mis pulmones sin querer dejarlo ir. Abrazando una almohada no pude dormir al mirar tu espalda y tu respiración acompasada macerada en un profundo descanso.

Amarte era una angustia una pregunta. Una suspensa y luminosa duda. No podía evitar mirarte y querer saber todo lo tuyo. Robarte tus pensamientos, adentrarme en tu mente. Acosado por un leve temor de saberlo, de saber lo que guardabas ahí y constantemente callabas. Era inconcebible el que algún día mis fantasías dejaran de serlo para convertirse en algo más.

Fue entonces cuando quise expresarte lo que sentía. Ya no me importaba nada. Tenía que sacarlo de mi pecho. Habíamos subido a lo más alto de Wammy’s. Yo sostenía un cigarrillo y calaba aquel humo como si fuera el oxigeno vital que necesitaba para vivir. Tu solo estabas ahí con una enorme barra de chocolate derritiéndose en tu boca. Recuerdo lo feliz que te había hecho que te la obsequiara. Tu sonrisa me ilumino el mundo y me hizo olvidar mi secreta frustración. Te mire con cierto temor escondido en mi temple sereno de siempre y entonces hice escuchar mi voz. La verdad quería decirte las cosas que sentía cuando estabas cerca. Quería expresarte que eras el único amigo que alguna vez había tenido y que no quería las cosas entre nosotros cambiaran nunca. Que me hacías sentir cosas que nadie me había hecho sentir antes. Pero solo pudo salirme una patética pregunta a la que yo ya conocía respuesta.

"Mello... ¿Algún día te marcharas de aquí, verdad?"

Sentí que mi voz se quebranto cuando me di cuenta de que estaba consciente de esa respuesta.

"Si te vas, no dudaría en seguirte. Siempre puedes contar conmigo."

Lo que en realidad quería decir era un desesperado “Llévame contigo” un “No me dejes solo” pero no pude hacerlo. Me quede ahí sentado junto con el silencio cortante acompañándome. Yo quería escucharte decir algo, pero de antemano sabía que solo habría silencio. Busque alguna respuesta en tus ojos que miraban al vacio. Entonces volteaste a verte. No pude quitarme de la mente esos ojos porque eran como avalanchas de nieve que helaban mi corazón. Mascullaste cosas y te fuiste. Ese eras tú. Así eras y no iba a cambiarte. Yo te quería así como fueras y así habitarías mis pensamientos para siempre.

Notas finales:

Dado que las canciones que me lo inspiraron no las pueden escuchar... leanse este poema de Vallaurrutia que me sirvio de inspiracion.

AMOR CONDUSSE NOI AD UNA MORTE

Amar es una angustia, una pregunta,
una suspensa y luminosa duda;
es un querer saber todo lo tuyo
y a la vez un temor de al fin saberlo.

Amar es reconstruir, cuando te alejas,
tus pasos, tus silencios, tus palabras,
y pretender seguir tu pensamiento
cuando a mi lado, al fin inmóvil, callas.

Amar es una cólera secreta,
una helada y diabólica soberbia.

Amar es no dormir cuando en mi lecho
sueñas entre mis brazos que te ciñen,
y odiar el sueño en que, bajo tu frente,
acaso en otros brazos te abandonas.

Amar es escuchar sobre tu pecho,
hasta colmar la oreja codiciosa,
el rumor de tu sangre y la marea
de tu respiración acompasada.

Amar es absorber tu joven savia
y juntar nuestras bocas en un cauce
hasta que de la brisa de tu aliento
se impregnen para siempre mis entrañas.

Amar es una envidia verde y muda,
una sutil y lúcida avaricia.

Amar es provocar el dulce instante
en que tu piel busca mi piel despierta;
saciar a un tiempo la avidez nocturna
y morir otra vez la misma muerte
provisional, desgarradora, oscura.

Amar es una sed, la de la llaga
que arde sin consumirse ni cerrarse,
y el hambre de una boca atormentada
que pide más y más y no se sacia.

Amar es una insólita lujuria
y una gula voraz, siempre desierta.

Pero amar es también cerrar los ojos,
dejar que el sueño invada nuestro cuerpo
como un río de olvido y de tinieblas,
y navegar sin rumbo, a la deriva:
porque amar es, al fin, una indolencia.

 

review? 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).