Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Gravity por Nabichan Saotome

[Reviews - 17]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Gravity


¿Alguna vez...has amado demasiado? ¿Tanto que el estar con esa persona te lastima?

Angst, yaoi
R
Shuichi x Yuki, Shuichi x Ryuichi

Akari: Muchas gracias por la bienvenida....ehhhh....en cuanto a lo de ser cruel, que este fic sea muy triste, que puedo llegar a ser mala y que.... mejor no digo nada, no tengo cómo defenderme. O_o Mejor lee y ya luego me matas >___<

Merle_18: Espero que te guste este capítulo, es un poco más triste así que no prometo nada bueno. Muchas gracias y besos.

Atentamente,
Nabichan Saotome.

"Dedicado a mi chocolatoamiga Ari-chan"
__________________________________________

2. Tears

Conduciendo a través de las calles aprendidas de memoria, sabiendo el perfecto atajo -incluyendo la ley rota al hacerlo en sentido contrario- hacia el trabajo tanto como a su departamento, Hiroshi Nakano iba de manera peligrosa más concentrado en Shuichi que en sí mismo, aún cuando el anterior mencionado no estaba con él y fuera todavía demasiado temprano para que siquiera se hallara medianamente despierto.

Quizá pensaba en él para redimir las culpas en la ingenua suposición, tonta al final, de que se sentiría menos culpable así.

Frenó casi sin tiempo, derrapando mientras, apenas vislumbrando la luz roja en lo más alto del semáforo, un camión de mudanzas se interponía en su malogrado sendero accidentado, evitando con el propio vehículo, sin planearlo, que Hiro no llegara con Shuichi en ninguna otra ocasión.

-¡¡IDIOTA!!- hizo caso omiso del calificativo, dejándolo desaparecer al tiempo que con una seña obscena el otro se largaba por fin; acomodó la moto en el pavimento, dirigiéndose a NG, con tiempo de sobra para llegar cinco minutos antes de la hora de entrada.

Fue el sonido molesto de un claxon tras él, causante de hacerle olvidar a su querido amigo por algunos instantes, obligándolo a observar el nuevo cambio en el semáforo, detonador, dejándolo libre, acelerando la motocicleta. Y tras unos segundos, sus pensamientos volvieron a una preciosa mirada violeta llena de vida, la cual sin saberlo le hizo virar hacia la derecha, no equivocándolo de rumbo mas sí cambiando el destino. Iría a aquella tienda de galletas, cara y exclusiva, a la que Shuichi tanto le gustaba ir; y a la que ya lo había invitado con anterioridad.

Y quizá, Shindou lo perdonara.

·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·

Había llegado tarde por casi media hora, contrario a los planes iniciales que le habían levantado con pesadumbre y razón en la mañana de la dulce cama en la que acordaba sus sueños en -no pudiendo evitarlo- extraños romances...con Shuichi.

Torció una sonrisa, incomprendiendo lo que existía. Aun enamorado de Ayaka seguía pensando en Shu-chan, quizá ya fuera costumbre, o el motivo por el cual incluso estando solo se dibujaba una mueca satisfecha en los rasgos preciosos remarcados por mechones escarlata. Abrió la puerta, su mochila al hombro, una blanca caja cuadrada en la palma de la mano desocupada, vislumbrando el brillante interior del estudio. Y en medio de él, debajo de las notas que Suguru practicaba, entre susurros de una canción sin terminar, dentro del silencio menguado por la tierna voz, se hallaba su mejor amigo, un poco tras el teclado, de vez en cuando interrumpiendo sus propias frases, indicándole lo que quería que hiciera. Podía observar un poco de los labios entreabiertos musitando palabras que eran aprobadas con una sonrisa extrañada de Fujisaki ante la participación, no molesto, muy por el contrario de estarlo. Sólo ellos en la habitación.

Shuichi estaba muy cerca de esconder el rostro en el cuello albino del jovencito menudo y precioso que hacía del teclado una parte de sí mismo, respirando palabras de romance oculto tras sus propias hebras rosas de cabello, sin mostrar más allá de sus labios abriendo y cerrando la puerta al paraíso.

¿Cómo es que Shuichi lograba dominarlo tan pronto cantaba, cómo lo hacía con todos los demás?

Entró, deslizándose sin hacer ruido, lentamente, no pudiendo ocultarlo, divertido con la imagen, aunque con cierta molestia tentadora en el inicio del estómago, y se afinó la garganta, siendo percibido sólo por Suguru, que tras dedicarle una mirada y una sonrisa pequeña en señal de bienvenida, volvió a su trabajo, cerrando los ojos, siguiendo el vaivén triste de la nueva canción, casi provocando excitación al tener al joven Shindou tras de sí y peligrosamente cerca. Fue cuando Hiro percató la mano izquierda apoyada en el hombro de Fujisaki. Demasiado.

Intentó llamar su atención, aligerando la presión visible en su rostro, dibujando una sonrisa forzada que parecía perfectamente natural y tierna, y mencionó fuerte y claro su nombre, haciendo pausa en las letras de manera divertida.

-S.h.u.i.c.h.i- más allá del eco de sus palabras, sobre la canción, no recibió ninguna muestra de haber sido escuchado en realidad. En el lugar donde el aludido debía pronunciar su nombre, no existía contenido dirigido a su persona.

-Un poco más rápido, Suguru...- ante la, ésta ocasión, frase más subida de tono, no pudo evitar sonrojarse. ¿Desde cuándo le llamaba por su nombre de pila? -Mmmmm...Así....- fue casi apenas dibujado con los labios, pero el tinte seco, casi hambriento de satisfacción, no pasó desapercibido para ninguno de los dos.

Fujisaki erró en las notas, rompiendo la música, el ambiente, y provocando que Shuichi dejara resbalar la punta de sus dedos a través de su hombro, llegando a la mitad de su brazo hasta desaparecer el contacto, alejándose.

-¡Yo...lo siento Shindou-san!- dio media vuelta hacia el pelirrosa, separándose del teclado, bajo la piel lleno de un extraño rubor, excitado con una sola palabra y recibido con un mover de cabeza, lento en negación.

-No te preocupes...necesitábamos un descanso- Alzó el rostro, sin que Hiroshi pudiera observarlo gracias a la intervención de Fujisaki, que insistía en su propio nerviosismo. -Lo volveremos a intentar más tarde- dio un cuarto de vuelta, dirigiéndose al ventanal del fondo, ocultando su cara nuevamente, seguido del pelirrojo que extrañado, de pie tras él ya cuando el pelirrosa había llegado a su destino, formó una mueca traviesa.

-Ummm.... ¿en qué estarás pensando que no me haces caso, eh?- nada en respuesta, ni una señal de haber sido escuchado. -Shuichi... ¿es por lo de ayer?- colocó la mano diestra tras su cabeza, riendo con nerviosismo. -Es que Ayaka-chan vino a visitarme. No te dije porque ella también me sorprendió... y pues... jajajajajajaja, ella y yo...bueno, tú sabes cómo me porto cuando viene...fue por eso. Demo...- entre juegos rodeó la estrecha cintura con el brazo derecho, hasta que incluso para él fue demasiado cercano el cuerpo atractivo, haciéndolo sonrojar sin realmente reconocerlo. -...ahora ya estamos solos-

Shuichi entrelazó los dedos sobre su piel, mismos que no habían percibido su cambio. Elevó un poco la mano que le abrazaba, arrastrando consigo la camisa blanca que llevaba puesta, mostrando su ombligo, haciéndolo acariciar la deliciosa piel bajo la sorpresa de Nakano y tras ello, lo alejó, rompiendo su abrazo, empujándolo lentamente lejos de él, sin voltearse hasta segundos después.

Lo hizo con cuidado, casi como si doliera moverse, mostrando su rostro, frío e inexpresivo, sin decir nada. Obteniendo al elevar los ojos violetas opacos, una respuesta sorprendida llena de silencio, los ojos grises ribeteados comprendieron, abriéndose un poco más antes de entrecerrarse con pesadumbre, dejando en su lugar los labios que intentaron dibujar algo en el aire sin hacerlo, y el ceño bajo, en tono doloroso, arrepentido.

Un ligero moretón violáceo, verduzco y rojizo, suave y contrastante con la mirada triste, ocupaba gran parte de su mejilla izquierda, así como un pequeño corte en el mismo, el reventar de la blanca piel que frágil no había soportado el brusco maltrato. -Shuichi- apenas percibió cuando se iba lejos de él, sin observarlo, hacia la salida.

No...No de nuevo. ¿Quién te hizo esto?

Soltó su mochila, dejó las galletas a un lado en el suelo, antes de correr tras él, ignorando la mágnum que empezó a disparar a su espalda tras unos minutos, pero no a las palabras que continuaron al silencio.

-Leave him alone. No quiere hablar contigo...- un nuevo disparo rozó su cabello rojo, deteniendo cualquier intento por seguir...y desistió.

·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·

Aunque no por mucho tiempo, había soportado no oír la voz alegre en grito prorrumpiendo en tonterías, mencionando carcajadas que él compartía por segundos antes de dedicarle una mirada extraña, el curioso tono que hacía una pregunta insegura y que por tanto regañaba, el llano explícito...que esa vez no llegó. Shuichi no le había dedicado palabra alguna en toda la mañana, y ya iban rozando la hora de la comida, limitándose a platicar con Suguru (cosa realmente extraña) o a intercambiar comentarios con Sakano, sin recibir ni una propuesta de amenaza de parte de K, ni un regaño, trabajando perfectamente bien, pero ignorándolo de una manera personal, incluso llamándole la atención cuando, por no dejarlo de ver, se equivocaba y tenían que recomenzar con la canción.

La nueva melodía que había sorprendido a todos, llena de dolor y melancolía suplicante.

-No creo que sea bueno darle este toque al nuevo sencillo. Es decir, mira esto, Shuichi...la letra es demasiado triste...sin mencionar que...- dudó el productor, reacomodándose las gafas perfectamente en su lugar. -...parece hablar sobre tu relación con Eiri-san- un ligero chasquido de parte de su manager, que mientras jugueteaba a apuntarles con su mágnum, sentado en un cómodo sofá, expuso su opinión.

-It’s perfect! Los fans se volverán locos, y se podrían elevar las audiencias....hasta el cielo. What do you think, my friends?- dirigió la mira hacia el pelirrojo, apenas tomándose el tiempo de observar el sorprendido objetivo.

-No creo que haya nada malo en la letra...es muy buena- tomó un sorbo de su refresco, observando de reojo al chico que ni siquiera se inmutó ante el sincero halago. Fue el turno de Suguru.

-Lo que quiera hacer Shindou-san está bien- el aparentemente frío comentario escondió tras el rubor en sus mejillas un verdadero asentimiento. Fue correspondido por una pequeñísima sonrisa de parte del pequeño de ojos violeta.

-Ok! Todo arreglado, iré haciendo los preparativos. ¡A comer!- un vitoreado aplauso ante la última frase, serpentinas y cuadritos de papel de colores de ninguna parte cayeron sobre el grupo, al tiempo de ponerse de pie y disponerse a salir.

·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·

No lo había visto desde la escena de la noche pasada, ignorando así las consecuencias de sus actos, o siquiera si el chico no estaba lo suficientemente lastimado como para alarmarse. Dios....Eiri ni siquiera sabía porqué lo había hecho.

Había quebrantado su paciencia, gritando agudamente su nombre, afianzándose de su cuello y cintura, rodeándolo, demostrando cuánto le amaba... y ese fue exactamente el problema, sentirse feliz con el escandaloso baka que tenía como amante, amarlo, dejar de escribir, ser demandado. De algún desconocido modo, tomando como referencia una estúpida salida que ahora no encontraba, lo odiaba por hacerlo feliz, obligarlo a amar su inocente existencia, provocando que ya no existiera nada más que su cabello rosa, ojos extraños, sonrisa preciosa y labios deseables que a cada segundo le exasperaban con monólogos que incluían respuesta a cada una de sus interrogantes, no necesitando siquiera que le pusiera atención. Pero lo hacía fingiendo que escribía, terminando por teclear con rapidez su nombre una y otra vez durante largo rato antes de, sin mucha ceremonia, callarlo a besos y hacerle el amor de manera exquisita, envolviendo los jadeos entre sus labios, y si acaso rebasaban el límite del cielo, o si acaso era demasiado su deseo, él le obligaba a....

Debo dejar de pensar en ti.

No había dormido en toda la noche, siquiera salido del estudio, limitándose a que los cigarros tras una sola calada se consumieran en el cenicero, escribiendo rápidamente, esforzándose al máximo, obligándose a canalizar el deseo de ir a ver a Shuichi a través de sus letras, sin quererlo logrando con su maltrato, inspiración para el dolor descrito en la novela. Pero al despuntar el alba su pelirrosa ya no se hallaba ahí.

Dio cuenta de su error, del cual se disculparía tan pronto su baka volviera a casa.

Porque lo haría, ¿no?

·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·

Camisa blanca de mangas largas, tres botones abiertos, rozando la formalidad; pantalón de mezclilla negra, una cinta gruesa del mismo color oscuro, amarrada a su muñeca izquierda dos veces antes de que aún así bordes de ella cayeran un poco, dándole el toque desenfadado, pero aún así, demasiado serio para tratarse de él.

Madura...

Se había disculpado con sus amigos de tener que resolver unos asuntos pendientes antes de asistir al comedor, tomando el camino largo, revolviéndose entre los pasillos perfectamente conocidos hasta dar dos vueltas alrededor de los estudios principales de grabación, ir a las escaleras aledañas a los ascensores, bajar cada uno de los peldaños con tal parsimonia como pesadumbre, aspirando cada suspiro solitario que quebraba sus defensas. …l no quería ser así.

Pero se había vuelto loco en su desesperación por complacer. Furioso con todo, incluidas las personas que amaba. Intentando ser algo que no era, querían que fuera, y odiaba. ¿Madurar? No entendía el significado del término. ¿Qué era? ¿Sonreír menos? ¿Cambiar sus gustos, de vestir, hablar, reír? Dejar de ser un niño, lo que le caracterizaba como Shuichi Shindou, quizá...dejar de ser feliz.

No pudo evitar llegar al comedor en el segundo piso, pidiendo una ensalada tan pronto se paró al mostrador. La sonriente señora que le atendió borró todo rastro de alegría por verlo...y extrañada tomó su orden muy lejana de las hamburguesas y helados habituales, entregándosela en la charola de plata tras unos breves minutos. Un simple “gracias” que no supo a nada, una sonrisa forzada al dar la media vuelta, vislumbrando las múltiples mesas redondas para ocho personas. Y tras muchas insistencias de parte de los integrantes de Bad Luck, en el centro del todo, se sentó a su lado, en completo silencio, sosteniendo el tenedor entre sus dedos antes de comenzar a comer, tal y como lo haría de no estar ahí.

La plática que siempre comenzaba con su preciosa voz, no lo hizo esta ocasión, dejando todo en un escalofriante abismo. Hasta que minutos después fue inevitable.

-¡¡Shu-chan!!- la mueca de alegría que por instantes apareció en sus rasgos, el cual fue razón de esperanza para sus compañeros absortos en únicamente él, desapareció con igual rapidez; cambiándose por la melancólica tranquilidad, el frío violeta y sus labios en un rictus serio que no correspondieron el feliz mencionar de su nombre. Bajó los cubiertos antes tomados, a un lado de su plato y elevando un poco la cabeza dejó que Ryuichi se colgara de su cuello, arrastrándolo consigo hacia el suelo, donde el fuerte golpe contra mármol puro no importó y quedó inmóvil, en espera de que terminara el encuentro. Sus brazos se hallaban extendidos a cada costado, con los ojos cerrados escuchando las palabras, sin tocar por sí mismo el cuerpo perfecto tan parecido a él. No supo sobre lo que hablaba, si acaso le recriminaba el no haber pasado más tiempo con él el día de ayer, o si comentaba algo acerca de Kumagoro o del nuevo sencillo que estaban preparando, si quería verlo de nuevo, sólo apenas observaba los labios moverse rápidamente, y unos ojos azules llenos de inocencia embriagarlo de felicidad, sin que esto fuese visible más allá de un ligero brillo en la mirada violeta antes de desaparecer. -... ¿Verdad, Shu-chan?-

Asintió.

El otro chico se sentó a horcadas sobre su cuerpo, moviendo a Kumagoro de un lado a otro como si estuviera vivo, hablando por él, con la voz inventada para el tierno peluche, festejando no supo qué, sin percatar que estaba demasiado absorto en el silencio concebido por la mente herida, donde nada más que el dolor podía existir, como para escuchar.

Sólo fue horas después, ignorando toda pregunta acerca de su extraño comportamiento, fingiendo que el desplante de Hiro no importaba pero sin hablar con él, únicamente trabajando a base de su mejor esfuerzo, esperando el momento que afortunadamente llegó. Despidiéndose con un pequeño “Hasta mañana”, con la mochila en sus hombros y la misma actitud, salió corriendo, bajando las escaleras, forzándose a mantenerse de pie gracias al recuerdo de Eiri, aunque éste mismo le destrozara las felices memorias, abandonando un aura de incertidumbre que se negaba a aceptar.

No, Yuki le amaba...incluso si jamás lo hubiese dicho.

Y el golpe de ayer no era símbolo de una emoción contraria, había sido solamente un movimiento demasiado fuerte sin la intención de lastimar, un descuido, un error sin interés; y él estaría bien después de madurar...quizá, con el tiempo, lograse que su querido rubio le mencionara ese par de palabras que suplicaba entre besos....

Mantuvo el rápido ritmo, esquivando los coches que se colocaban en su camino, doblando esquinas, caminando largos tramos, tomando atajos, empujando a quien se pusiera enfrente, al que quisiera intervenir. Sin observar el paisaje de multitud que danzaba frente a sus ojos absortos en un recuerdo, representando a un fantasma sin propósito mayor que el que esperaba esclavizarlo.

En un elegante restaurante cercano a la ruta que había optado por seguir, la más rápida dentro de su complejidad, un chico conocido miraba fijamente los amplios ventanales bajo la luz del sol ocultándose, esperando a que su cita llegara. Nervioso en ocasiones, de minuto en minuto cambiaba de posición en su asiento frente a la mesa, arreglándose un poco el cabello, colocando después las manos entrelazadas sobre el blanco mantel, en ocasiones alzando la copa de agua sin tomar de ella más allá de un pequeño sorbo, remojándose los labios, concentrándose en una flor a un lado de una cajita de finos chocolates, instantáneamente virando a la entrada cuando le parecía que llegaba. Suspirando preocupado al no ser así.

Observó al conejito sentado a su lado, comentando con él que ya había tardado una hora, pero mantenía la fe.

Rebuscaba entre la gente, asegurándose no haber errado de asiento, preguntando a los meseros acerca de ello, dándoles su descripción, pidiendo elegante en tono le avisaran si lo veían.

-No, Kumagoro. No. …l dijo que vendría, él dijo que sí hace rato, a la hora de la comida, aceptó que la comida que encarga Touma-kun es horrible, asintió cuando le pedí viniera conmigo...- observó al peluche que parecía recriminarle. -¿Cuántas veces tengo que decírtelo? No nos iremos...no tardará en llegar. Seguro que K-san no lo dejó salir temprano, su móvil se ha quedado sin batería...mmmm, o tal vez me equivoqué de restaurante, él no halló la dirección... ¡Quizá le sucedió algo terrible!- cambió su timbre a uno más infantil, tomando al conejo entre sus brazos, mordiendo su orejita y fingiendo lágrimas, antes de, y con un suspiro, dejarlo caer a sus piernas, enfrentándose a la realidad. -Quizá...simplemente Shu-chan se arrepintió de venir- se puso en pie, tomó sus cosas, la caja de chocolates, la flor, su Kumagoro, y se dirigió a la salida. Cuando hubo llegado a la puerta, donde el gerente se encontraba platicando con unos clientes, y tras esperar se despidiera de ellos, añadió con seriedad. -Por favor, si viene Shindou Shuichi...díganle que estuve aquí. De todas formas, regresaré un poco más tarde-

-Por supuesto joven Sakuma-san- una reverencia amable, resuelta por un asentimiento en son de gracias y Ryuichi desapareció tras la puerta.

-...por eso irás conmigo y con Kumagoro, a las 6:00 de la tarde al restaurante que está frente al Cine Tokân... ¿verdad, Shu-chan?-

Asintió.

-¿Oíste eso, Kumagoro? ¡Tenemos una cita con Shu-chan!


·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·

No estaba molesto, lejano se hallaba ese sentimiento hacia el travieso pelirrosa, pero no podía dejar de lanzar insultos en su contra, en la forma en que le había ilusionado sólo para dejarlo plantado...sin un trozo de recuerdo para descansar con él en la noche, contra el suave almohadón que recibiría sus murmullos incomprensibles, donde Kumagoro no existía y su faceta infantil no podía ayudarle a ocultar la realidad. Así que, entre pasos inconscientes y a la vez siendo estos, resultado de la previa diatriba, se encontró muy pronto frente a la casa del escritor.

Subió las escalones que le separaban de la vivienda, con su conejito fuertemente agarrado de ambas manos, preparando en su mente alocada las palabras perfectas, aquellas que lograrían -como siempre lo hacían- la mueca de culpa con la que Shuichi no podía negarse a nada. Bajo sus mechones castaños no le costó ni un respiro cambiar su expresión por una más afable, no la furiosa decisión, retrasando un poco más la actuación cuando alzando una patita del conejo tocó al timbre dos pausadas veces.

-Shhh, Kumagoro, no hagas tanto ruido...- un golpe se oyó fuerte del otro lado de la puerta, como de un libro al descender contra la mesita de noche, dando por terminada la (hasta ese momento) civilizada conversación, para dar inicio a la verdadera pelea. -...creo que no llegamos en un buen momento- se vio tentado a irse para dar un poco de intimidad...pero en ese instante la puerta fue abierta. -¡¡Shu...!!- unos suaves dedos se amoldaron a sus labios entreabiertos, callándolo. La sutil caricia que fue su contacto le hizo estremecer. La mano izquierda del pelirrosa en su boca, la otra sosteniéndole la mano, le condujeron hipnotizado al interior de la casa, antes de con susurros dar una breve explicación.

-Sakuma-san...esto...ehhh...pasa, pero no hagas mucho ruido. Yuki está enojado conmigo...- la presión en sus labios se aligeró hasta desaparecer, tomando esto como permiso de continuar.

-¿Enojado? Pero...- y la caricia, aquella que su piel exigía, regresó. Se quedó callado. Por tenerlo así...dejaría de hablar y cantar.

-Por favor, Sakuma-san- la súplica abandonada de toda la alegría, los ojos nuevamente brillando pero ahora con tristeza, y el moretón (cuya razón no se atrevió a preguntar) en su mejilla izquierda, no eran dirigidos para el pequeño niño detrás del cual se escondía, y asintió. Al parecer no se trataba de un juego. -Gracias- sus labios fueron liberados, sólo para ser conducido en completo silencio (y tras haberse quitado los tenis) a la sala, entrelazados sus dedos en un claro signo de confianza y amistad. …l se sentó en uno de los extremos del mullido sofá, pero Shuichi encontró la mesita de noche mucho más cómoda, justo frente a él, donde podían estar cara a cara. -¿Quieres café y galletas?- musitó en voz muy baja el pelirrosa, acercándose para ser escuchado.

-¡¡Hai...!!- bajó su tono de inmediato, cerrando los labios y sellándolos de forma infantil, como si corriera un zipper, diera dos vueltas a un cerrojo y tirara al mar la pequeña llave inexistente. Y esto, por momentos hizo a su amigo sonreír.

Para su sorpresa ya todo estaba preparado justo a un lado sobre una charola de plata, una jarra de humeante café, dos tazas, azucarera, leche en una graciosa tacita, un par de servilletas, dos cucharitas y un plato lleno de galletas que eran exquisitas a la vista y lo serían al gusto.

-Se lo iba a ofrecer a Yuki pero...- forzó una sonrisa, apoyando los brazos en sus piernas, agachando un poco la cabeza antes de continuar en voz aún más baja. -...no sé porqué. …l nunca quiere y yo sólo...- dudó antes de continuar, recobrando la conciencia de su compañía, alzando el rostro y virando hacia los aperitivos, sirviendo la infusión. -No importa...tú estás aquí- tras un largo silencio cómodo, siguiendo las instrucciones del castaño, mitad leche mitad café, una de azúcar, y preparándose el suyo un poco más dulce aún, entre susurros de agradecimiento y pláticas banales, tomando el rico tentempié, el tema surgió.

-¿Dónde las compraste? ¡Están tan ricas!- esto último fue añadido con emoción, mordiendo la patita de Kumagoro, y con un pequeño puchero en el rostro ligeramente sonrojado.

-Hiro...intentando pedir perdón. Las metió en mi mochila poco antes de salir...- recordó con aún más tristeza, no había sido tan tonto como para no darse cuenta de sus intenciones al “accidentalmente” tropezar con su mochila, tardándose un poco en ponerse de pie. Al observar a su compañero, quien lucía el perfecto significado a la confusión, en un punto muerto entre la madurez y su infancia, sonrió, de igual manera forzada, antes de volver a acercarse y susurrar. -Nos peleamos...eso es todo...pasará- subió los hombros un instante, añadiendo nula preocupación a sus palabras y, viéndose bajo la incómoda inspección de Sakuma, decidió cambiar de tema. -¿Y qué te trae por aquí?- dejó la taza a un lado, sentándose más al borde de la mesa, inclinándose, estrechando el poco espacio que existía entre ellos; lo que hizo al otro reparar en su cercanía, conteniéndose por no saltar encima de él, en aquellos abrazos posesivos que ya no eran más un juego. Agachó la mirada, concentrándose en los ojos violeta que le sonreían, a pesar de la tristeza refulgiendo (imperceptiblemente) en su cuerpo entero, y sin saber realmente porqué lo hacía de aquel modo, dándose cuenta de haber olvidado el propósito, empezó.

-Te estuve esperando- de igual forma dejó la taza a un lado, dedicándose a acariciar lentamente los suaves mechones del extraño rosa, esperando una explicación, sumido en la inusitada madurez. -Pero no llegaste- no era recriminación, pero quería saber qué había sido tan importante como para evitar su reunión. El otro no comprendió palabra de lo que decía, ladeando un poco la cabeza en un gesto tierno que no le logró ablandar el corazón, sino por el contrario lo endureció, rompiéndolo más. -¿Recuerdas? Nos quedamos de ver a las seis frente al Cine Tokân...- sonrió forzado, antes de continuar sarcásticamente, como si tal cosa fuese imposible. -Pareciera que no me estabas escuchando- la mirada que le rehuyó fue toda la respuesta que necesitó para desaparecer su sonrisa. -Oh...- apretó los puños apoyados en sus piernas cruzadas, logrando un color blancuzco en los nudillos de tal fuerza que utilizaba en contenerse. Intentó no parecer demasiado decepcionado, pero era tarde.

Traición.

…l también viró el rostro hacia cualquier otro lado. Indignado. -Entonces, si no me escuchas, no tengo nada que hacer aquí- estaba dispuesto a ponerse de pie, (aunque no tanto a irse), pero a mitad del camino Shindou cedió, cayendo de rodillas al tiempo que tomándolo de la cintura le obligaba a tomar asiento nuevamente. Y al final, tras demasiados segundos así, fue él mismo quien rompió el silencio. -¿Ya no me quieres, Shu-chan?- era un chantaje, lo sabía, uno de los más conocidos que existía, pero siempre funcionaba en el inocente chico. -¿Verdad? ¿Es eso? ¿Ya no me quieres?- aún así, sumido en su auto impuesto papel, se llevó ambas manos a la frente, por sí mismo apretando unos cuantos mechones entre sus dedos, en lo que parecería desesperación. Y comenzó a llorar con fuerza, la voz en grito como un verdadero niño de 3 años.

Shuichi se paralizó, producto de las continuas lágrimas dedicadas a él, intentó calmarlo colocando una mano sobre el cabello castaño, pero tan pronto hubo comenzado su caricia Sakuma aumentó el ritmo de sus pequeños gritos, alejándose, moviendo la cabeza en una rápida negación.

-Yo...- no había querido hacerle daño. Y le quería. Pero no pudo decirlo. -Por favor...ya no...- la voz rota se dejó ver forzada entre los murmullos que alcanzaban a salir temblorosos de sus labios, atragantado con un dolor jamás desahogado. Pudo oír nuevamente un golpe contra el escritorio...y la voz de la persona que amaba atravesó las paredes del estudio y el pasillo, entregándole una realista amenaza que no estuvo en su verdad.

-¡SHUICHI, YA CÁLLATE!- otro golpe, ahora más fuerte, y ésta vez se hizo a un lado en una reacción inconsciente, doliéndole nuevamente la piel lastimada de su mejilla, con un fuerte calor en ella, como si Eiri le hubiese golpeado nuevamente. Se llevó la mano al rostro, escuchando a Yuki ponerse de pie, lográndolo a pesar de los continuos lloriqueos del cantante. -COMO NO TE CALLES...AHORA....- gritando sin saber que del otro lado, él comprendía.

La aceptación llegó de golpe junto con aquellas lágrimas deslizándose suaves a través del rostro querido, casi como si llorara por él, lo que no había sido capaz de hacer. La herida se encontró abierta de un momento a otro, fresca y caliente, y él se hallaba en medio de la oscuridad, de rodillas, perdido, con el auricular entre las manos temblorosas, intentando hablar con Hiroshi.

Y Sakuma-san...su Dios...estaba llorando por él.

-No llores...- el tono ahogado, poco audible llegó a los oídos de Ryuichi. -...por favor...- le vio abalanzarse hacia él, rodeando su cintura con los brazos, haciéndolo sobresaltar y callar a la vez, con la cabeza en sus piernas, recargado, cerrando los ojos que entre tanta fuerza lograban deshacerse en lágrimas, sin que la renuencia a dejarse llevar por infantiles comportamientos sirviera. -...por favor perdóname...- comenzó a llorar con fuerza, ahogando las palabras contra él, repitiendo constantemente. -...no estaba poniendo atención, es que hoy...- no iba a decirlo, sería como defraudar a Yuki. Era su secreto. -...yo...no...- interrumpió las palabras, rompiendo en fuertes gemidos de dolor, aliviando con ellos su propia garganta suplicando gritar.

Del otro lado del cuarto, recién salido del estudio y sin que ninguno de los dos percatara su presencia, Eiri estaba de pie, observando con recelo la escena, en espera de que alguien aclarara razones. Principalmente de la comprometedora posición, aquella que esperaba (de manera inconsciente) Shuichi sólo utilizara con él. Los brazos rodeando la cintura querida, la cabeza apoyada en su regazo.

Ryuichi no sabía que decir, de alguna forma u otra, sentía que el llanto incontrolable del pequeño no era del todo su culpa. Y a decir verdad, jamás le había visto llorar de esa manera, tan...cruda. Siempre habían sido juegos, caprichos, expresiones de rostro, el grito desesperado por atención, desquitar ira, pero...de esa forma...como si la vida le fuera en ello, dudaba muchas personas le conocieran. Colocó la mano izquierda sobre el cabello rosa, recorriéndolo suavemente entre sus dedos con una caricia; la diestra sobre su espalda, calmándolo, abrazándolo un poco mientras se apoyaba un poco a su vez, mientras las manos antes en su cintura se deslizaban lentamente arriba, recorriendo su espalda, logrando un fuerte escalofrío en todo el cuerpo.

Iba a pronunciar con suavidad su nombre, pero otro se le adelantó, cambiando el tono a demandante.

-Shuichi- el cuerpo entre sus manos se tensó, liberándose de inmediato, retrocediendo y escapando; y visiblemente rompiendo el corazón, chocando contra la mesita casi volcando el contenido de tal, hasta agachar la cabeza en arrepentimiento, silenciando casi por completo. Se llevó ambas manos a la boca, tapándola dos veces para hacerse callar, pues de otra forma le parecía imposible. -Entra en el estudio- si iba a oponerse Ryuichi no lo supo, inmediatamente Shu se puso en pie y casi corriendo, evitando a ambos, a cualquier obstáculo en su camino, se metió en dicha habitación.

Se puso en pie, abandonando su carácter amable al adoptar la perfecta composición del desafío, preguntándose internamente lo que sucedía entre esos dos. Su querido amigo estaba demasiado extraño para su gusto, desde la ropa hasta la mirada vacía, demasiada seriedad y mentiras para tratarse de él. Al despegar sus labios, consciente del interrogatorio que le haría hasta conseguir la suficiente información, Eiri le interrumpió, frío, cruel, indicándole de esa forma que no era bienvenido. -...lárgate- dio media vuelta, sin darle mayor importancia, antes de desaparecer por la misma puerta que lo había hecho su amante, la cual cerró con suavidad. Del otro lado Ryuichi fue hacia la salida tras tomar sus cosas, la mochila y a Kumagoro, colocándose los zapatos, dispuesto a irse y dejar zanjado el asunto hasta que el pelirrosa quisiera decir algo; pero la curiosidad le hizo volver sobre sus pasos antes de lo previsto, dejando la puerta abierta, siendo cauteloso, de regreso, un poco más allá de la prudencia. Se estuvo en pie frente al estudio, escuchando. -¿Le has dicho?- frío, amenazante.

-...no- inmediatamente después se oyó el golpear contra el librero, un pequeño quejido que fue acompañado de la voz ahogada del cantante. -...es la verdad, no le he dicho a nadie-

-¿Y Nakano?- sonó sarcástico, no le creía en absoluto. Un nuevo golpe, varios libros cayeron.

-¡No! ...por favor...Yuki...-

-No te creo- un grito amortiguado, el golpear del escritorio (el arrastrar de este) contra un cuerpo, pudo escuchar incluso el leve ‘click’ del cerrar de la laptop y cuando se apartaron diversas cosas sin nombre.

-¡Yuki, para! ¡No quiero!- Aprovechó el pequeño alboroto para abrir la puerta, empujarla un poco hasta vislumbrar el interior del cuarto, hacia su izquierda se hallaban los dos. -...no le he dicho a nadie- el pequeño yacía medio desnudo sobre el escritorio, pataleando infructuosamente contra Eiri, evitando que le quitara del todo la ropa, al mismo tiempo intentando cerrar las piernas, lo cual le estaba costando un severo trabajo con su novio de por medio. Le golpeó varias veces en el pecho, acertando a empujarlo hasta tirarlo al suelo, pero al mismo tiempo se vio liberado del pantalón y la ropa interior, con la camisa desabrochada y deslizándose fuera de uno de sus hombros; sin importarle su aspecto bajó del escritorio, corriendo hacia la puerta.

Pudo ver su rostro aterrorizado, mismo que no lo vislumbró a él por tener los ojos cegados en lágrimas. Y se halló clavado al suelo, observando como Yuki halaba al joven contra el librero, golpeándolo dos veces contra los volúmenes hasta que se estuvo quieto y dejó de luchar. Eiri parecía calmado, mas, contrario a las expectativas, le hizo volver al escritorio, recargándolo con burda venganza de la necia resistencia, quitándole sin sensualidad ni delicadeza, la camisa blanca, desechada al suelo. Los brazos sosteniendo su peso, de espaldas a él.

Desató la cinta color negro que Shuichi llevaba aún en la mano izquierda, tomando cada extremo acarició la piel blanca, refulgente en su belleza, subiéndola a través del brazo, con delicadeza, sobre su hombro, haciendo ligera presión en su cuello, halando con fuerza, tiñendo de cierto sadismo la escena; haciéndole entreabrir los labios en busca de oxígeno, reclamando el poco aire de ahogados sollozos, callados por la boca fina que le besó, buscando en la húmeda cavidad el sabor de alguien más.

El no encontrarlo pareció aún así no satisfacerlo.

Le permitió luchar en su contra en una guerra que ya estaba ganada, intentar aligerar la presión prohibiéndolo de aire. Aprovechó la distracción, regalándole un fuerte mordisco en la comisura derecha. -¡Iteeeee!- presionó un poco más, ya casi lo lograba. Un segundo después consiguió que sus dientes se vieran dentro de la carne, saboreando la sangre que empezó a brotar, alejándose un poco. La aparente calma se vio convertida en una sucesión de gemidos dolorosos, que a su vez, cada que la inconsciencia le forzaba a separar los labios, abría más la herida, dejando palpitante la zona lastimada y formando con rasgaduras el tétrico silencio cubierto de lágrimas. La cinta que había estado jugueteado cruelmente sobre su piel, se deslizó a sus labios entreabiertos jadeando en el afán de otra realidad, y amarrada firme tras su cabeza la mordaza vio finalizada su utilidad, manchándose con la sangre que en finos hilillos caía, y las lágrimas deslizándose con resignación a través del rostro herido por sus propios actos, sabiendo que aún, cuando todo finalizara, el amor por Yuki se hallaría intacto.

Entornó los ojos, apenas vislumbrando algo a su alrededor que no fueran lágrimas.

Lo que más dolía es que Eiri apenas lo había tocado.

·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·

Arqueó la espalda, permitiéndose abrir los ojos velados en lágrimas, haciendo tal movimiento y esfuerzo por soportar las profundas, enérgicas y rápidas embestidas, que de poder, el doloroso gemido controlado por la mordaza se hubiera exteriorizado en gritos capaces de hacer jirones su garganta. La bonita mirada violeta se hallaba brillante, cubierta de gotas saladas que tras sostenerse con el último esfuerzo, eran rotas por un sentimiento mayor a la pérdida, siendo derramadas, en espera de que sanaran las heridas que lloraban.

Eiri de igual forma no estaba en absoluto cómodo, pues intercalado con el enfermizo placer se hallaba el dolor de la tensa estrechez envolviendo su miembro; en tanto se hacía de fuerzas para halar, empujando las caderas contrarias casi por completo, a punto de romper su unión, sólo para con un agresivo movimiento regresar al ardiente interior, valiéndose de toda su frialdad para no quejarse en absoluto. Sumado a ello, el rápido ritmo, la nula lubricación; no se veía capaz de soportar demasiado. Y el arrepentimiento surgió. Pero faltaba poco, no podía dar marcha atrás y mostrar que sus decisiones carecían de fundamento. Se dejó vencer, intentando olvidar, tal y como lo había hecho con el resto de sus relaciones...antes de la llegada de Shuichi. Desquitando con el cuerpo debajo un rencor que no le pertenecía.

Minutos después todo terminó.

La herida había llegado muy profundo, demasiado lejos, más allá de la sangre escurriendo de los labios del pequeño, o la que lloraba su interior. Simplemente dejando la marca que Eiri había ansiado por permanecer, y la razón por la cual realmente esto había empezado.

Shuichi era suyo.

·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·:·

Sus piernas no le sostuvieron por mucho tiempo, rindiéndose, haciéndose daño, intentando mantenerse del oxígeno envuelto en dolor. De rodillas. Tras breves instantes, oculto bajo sus mechones rosas alborotados, cayó hacia atrás, afortunadamente sin saber más de sí, siendo sostenido por Yuki.

Le retiró la mordaza suavemente, contradiciendo la maldad que le había nublado, viéndose en Shuichi. Siendo Kitazawa por una ocasión. Agachó el rostro, besándolo, antes de que la caricia de sus labios rondara hasta la comisura derecha, misma que tras terminada comenzó a sangrar nuevamente. Tomándolo entre brazos le llevó al sillón negro en el que a veces le dejaba dormir mientras escribía, depositándolo con suavidad antes de tomar la cobija (perfectamente doblada en uno de los costados) y cubrir con ella su desnudez.

Poniéndose de pie, se arregló la ropa con propiedad, como si nada hubiera sucedido, y dio media vuelta, dispuesto a seguir con la novela sin terminar. Sin embargo, lo primero que capturó su mirada le sorprendió (gesto que no pasó del todo desapercibido), y no le permitió. Sakuma Ryuichi estaba en la habitación, con su tierno conejito asido entre los brazos, con tal fuerza que temblaba, conteniéndose, dirigiéndole una mirada gélida, con cierto sadismo oculto en el brillo azul contrastante.

El cantante viró hacia su igual, observándolo largamente, enfurecido. Entreabrió los labios, cuidando que las palabras para Eiri deslizándose a través de ellos fuesen perfectamente audibles, aunque sin mayor sentimiento que la convicción. Al salir de la casa, cerrando la puerta tras de sí, el dolor hasta ese instante manipulado en fuerza se convirtió en lágrimas de igual forma interminables, sintiéndose un maldito cobarde por no asesinar a Eiri teniendo la perfecta excusa para hacerlo, ya no sólo que se tratara del novio de su querido pelirrosa; pero de haberlo hecho Shuichi no lo perdonaría, y no tendría fuerzas ni motivos para seguir. Durante todo el camino hacia su casa, en el taxi que había tomado, no dejó ni por un segundo de llorar, sin importarle que el conductor le observara con empatía, o le preguntara a cada calle sobre su estado, y una vez que estuvo en su cuarto se desplomó sobre la cama, sollozando en gritos su nombre, pidiendo perdón por lo que no había hecho.

“Esto me lo pagarás...”
__________________________________________

Transmisión...interrumpida.

¡No, no me maten! Si lo hacen no podré escribir los siguientes capítulos (que prometen ser más suaves), y no podrán saber lo que pasó con Shu-chan, o lo que significan las palabras de Ryuichi, o las consecuencias de los actos de Eiri, o los de Hiro. Sé que estoy siendo un poco mala con los personajes, pero por favor, permanezcan pacientes, esto mejorará. Si me quieren insultar por lo que hice (aunque lo suavicé lo más posible), háganlo, pero por lo menos...sigan leyendo.

No les había dicho pero, bueno, sólo el primer capítulo estaba planeado, todo lo demás es improvisado. (Lo digo por si a veces les parezco cruel, es cosa del momento). ¡Ah! Y esta historia nació bajo las influencias de “Santa Sabina”.

Por otra parte, si tienen un pequeño grado de masoquismo, pueden leer “Madness” un Harry Potter (Harry/Remus) en el que desde hace un rato trabajo, es un muy buen fic (Según críticas), aunque comparando “Gravity” con él pues en ese caso...lo que acaba de pasar Shu-chan es nada. Bueno, dependiendo del punto de vista...

En fin, me voy corriendo, antes de que los balazos que oigo venir, la bomba atómica que amenaza con estallar en mi casa, y los virus que ya parecen llegar, me alcancen. ¡Pero escríbanme! =18 Octubre 2004=

“I solemnly swear I am up to no good”

Atentamente,
Nabichan Saotome.

Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).