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¿Aversión o atracción? por Natsumi Chan

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Notas del capitulo:

¡Hola a todos y a todas!


¿A que no me esperábais tan pronto? He decidido subir ya el segundo capítulo, aunque lo advierto, este es que ya lo tenía escrito, por lo que tardaré algo más en subir el próximo.


Muchas gracias a todos los que leísteis y a los que me dejasteis un review, espero no decepcionaros con este capi.  Por si no lo dije en el otro, lo digo ahora... no estoy para nada satisfecha con lo que escribo.


Los personajes de Naruto y todos sus derechos pertenecen única y exclusivamente a Masashi Kishimoto.


Os dejo con ello.

A lo largo de los días siguientes, para su alegría, no tuvo que volver a dirigirle la palabra al molesto microbio, pudiendo fingir que lo de aquella tarde nunca había tenido lugar. De vez en cuando, era inevitable mirarlo durante un breve lapso de tiempo. Naruto sonreía, como debía tener costumbre de hacer. Seguía armando más jaleo que una tropa de soldados rusos, y brincaba de acá para allá con su pequeño grupo de amigos, a los que ya había fichado:

- Hyuuga Hinata: La grandísima amiga del alma de Naruto. A su juicio, una chica normal, más bien tirando a sosa e insulsa, pero con una destacable virtud: no pertenecía al círculo de niñatas alocadas que lo acosaban y atosigaban sin descanso. Tenía el pelo negro azulado, largo y liso, los ojos de un color blanquecino y la piel pálida. Nada del otro jueves.

- Sabaku no Gaara: Un anómalo sujeto con menos salero que su abuela bailando La Samba. Completamente digno de un zoológico; falto de cejas, con ojeras rodeando sus ojos aguamarina, pelo de un intenso rojo fuego y un extraño tatuaje en el lado izquierdo de su frente. Solía mostrarse reticente a la hora de ampliar sus relaciones sociales, y se pasaba el día sumido en un excéntrico estado de trance.

- Sai: Con este fenómeno le ponemos la guinda al pastel. Acostumbraba a denominarlo como su copia barata, por el ligero parecido que guardaban. Tenía una melena color carbón, lisa y cayendo sin demasiada gracia hasta casi el final de su cuello, los ojos rasgados, del mismo color, y la piel blanca como la leche, de aspecto enfermizo. Consumía la mayor parte de su tiempo libre rellenando un bloc con indescifrables dibujos y bocetos que hasta la fecha, no había tenido el honor de contemplar.

Todos y cada uno de ellos, desde el primero hasta el último, eran unos raritos incomprendidos a los que desearía no tener que tratar nunca. Se suele decir que más vale solo que mal acompañado, y esa no era compañía demasiado digna que digamos.

Por otro lado, estaba harto de verse en la tesitura de inventar excusas para rechazar las reiteradas invitaciones de Sakura, que durante toda la semana siguiente, había insistido en que fueran a cenar juntos a algún restaurante caro del centro de la ciudad. Trató siempre de salirse por la tangente y no quedar en mal lugar.

Aquel jueves, los alumnos de su clase recibieron entre vítores y aplausos a Ten-Ten, la presidenta del consejo estudiantil. La chica pasó clase por clase para explicar las pautas del gran evento escolar del calendario de ese curso, el cual suponía en resumidas cuentas, un mero reconocimiento a la popularidad de los alumnos más destacados, entre los que, por supuesto, figuraba él.

En años anteriores, le había tocado la tarea de posar con alguna chica, o incluso solo, para que después, los más de mil quinientos alumnos de su instituto recibiesen a modo de obsequio un bonito calendario con los distintos planos y perspectivas de su cara y cuerpo impresos en cada página. Deseaba fervientemente no ser elegido de nuevo en el presente curso, ya que, a algún descerebrado sin escrúpulos, se le había ocurrido la genial idea de invertir los papeles en esa ocasión: los protagonistas serían un chico y una chica, hasta ahí todos de acuerdo, el cambio se podría apreciar en que la chica posaría con atuendos masculinos y viceversa. Había soportado lo de otros años, pero no estaba dispuesto a permitir que circularan libremente por todo el instituto fotos suyas ejerciendo de travesti.

En casa, las cosas marchaban sin sobresaltos. Itachi planeaba un viaje de negocios a la central de las empresas Uchiha en Nueva York. De paso, podría ver a su madre y a su padre, e informar a este último del estado de la sucursal principal de Tokio, de la que era presidente, y de algunas otras repartidas por todo el archipiélago nipón. Si todo salía bien, iba a poder disfrutar de la tranquilidad de su hogar durante, quizás, un par de semanas, y la idea no le disgustaba en absoluto.

Fugaku, su padre, había sido erigido director general de la firma Uchiha, una importante y poderosa compañía en el panorama mundial. A sus 25 años, Itachi ya estaba al mando la sucursal más productiva de Japón, y Fugaku esperaba que Sasuke siguiera la misma estela.

Cuando Itachi cumplió los 20, sus padres se trasladaron a Nueva York, para evitarse viajar casi semanalmente y pasar largos periodos de tiempo separados, dejándolo al cargo de Sasuke, que entonces tenía 13 años.

Apenas había vuelto a verlos en todo ese tiempo. Su padre, demasiado ocupado con el trabajo como para recordar que tenía un hijo, no se molestaba en ir a visitarlo. Con Itachi mantenía más relación simple y llanamente por su puesto en el negocio familiar. Sin embargo, nunca se había dejado amedrentar por ello. La presencia de su padre resultaba agobiante y asfixiante en demasía. Siempre dando importancia a las mismas cosas, siempre hablando de orgullo y de dinero. Se le hacía complicado echarlo de menos.

A la única que podía añorar era a su madre, Mikoto, una mujer excesivamente buena y comprensiva. Aún lo punzaba la nostalgia al recordar las veces en que lo acunaba contra su pecho por las noches, su suave y melosa voz cantándole nanas para dormir, la manera que tenía de aplacar la furia de Fugaku, cuando este se cabreaba con él.

Sasuke había sido testigo del progresivo deterioro sufrido en la relación matrimonial de progenitores, a medida que su padre pasaba más horas fuera de casa, embebido por sus negocios y trapicheos. Mikoto se había entregado a un hombre que nunca la supo corresponder y la única alegría que quedaba en su vida eran sus hijos, a los que rara vez tenía oportunidad de ver. Su existencia se había tornado gris, vacía y sin luz, y su matrimonio pura fachada. El egoísmo de Fugaku los había condenado a todos a la distancia, convirtiéndolos en una familia de débiles lazos de unión.

 

***

 

Viernes por la mañana. Llegó de los primeros al instituto. Aparcó su flamante descapotable rojo delante de la puerta principal, bajó con parsimonia y contempló cómo una moto, normal y muy sencilla, se estacionaba en la plaza de al lado. De ella bajó un chico, algo más menudo que él, vistiendo el uniforme negro del instituto Yamasa. El muchacho retiró su casco y sacudió la cabeza con garbo liberando su melena dorada.

Sasuke, que había permanecido apoyado contra la ventanilla de su coche observando la escena, emprendió marcha rápidamente al percatarse de que aquel no era un rubio cualquiera… era Naruto. Atravesó raudo la verja negra, percibiendo el leve rumor de los pasos que le seguían, mucho más lentos y pausados que los suyos.

Cambió el rumbo habitual y se dirigió a la cafetería, intentando evitar la presencia de Uzumaki el mayor tiempo que le fuera posible. Se sentó en una mesa vacía y pidió un café solo, después de todo, el dulce no era de su agrado. Sacó el libro de física de su cartera y repasó los temas de los que se examinaría ese mismo día, más por aburrimiento que por otra cosa.

- Hola, Sasuke. – Casi se atraganta con el café. Todos sus intentos de evadir a Naruto habían sido inútiles. Ahí estaba, ocupando con todo el morro del mundo la silla de enfrente.

Al ver que el moreno no le prestaba atención, le arrebató el libro de las manos, ganándose a pulso una furibunda mirada de reproche.

- ¿Se puede saber qué demonios haces? – Inquirió molesto.

- Me aburría, y te seguí hasta aquí. - Explicó, impregnando su voz de un tono sumamente inocente, mientras que el azabache enarcaba una ceja. Como si el aburrimiento fuese razón suficiente para ir a importunarlo. Se levantó, cogió su cartera y extendió la mano pacientemente, esperando que depositase en ella su libro. Naruto le devolvió el libro y se levantó de la silla. Sasuke atravesaba ya la cafetería a zancadas, dejándolo de nuevo atrás.

- ¡Camina más despacio! - Demandó intentando alcanzarlo.

No se detuvo, tampoco aminoró su ritmo. Ese pesado volvía a seguirle. Aún así, por mucho que no quisiera, ya le había dado alcance y caminaba despreocupado a su lado. En fin… no se negaría si no le daba la lata.

Recorrieron pasillos, subieron escaleras y, finalmente, pararon junto a la puerta de su aula. Para sorpresa del mayor, el ojiazul se había mantenido en absoluto silencio durante todo el trayecto, algo poco común en él. Naruto depositó su cartera en el suelo de mala manera y se acercó al gran ventanal. Apoyó la frente sobre la fría superficie de cristal y observó cómo los primeros rayos de sol despuntaban ya tras la línea del horizonte, creando una mezcla de luz y oscuridad en el cielo.

Muy pronto, empezó a aglomerarse más y más gente en los pasillos. Naruto reconoció la silueta de Hinata a lo lejos. Alzó la mano para saludarla y llamar su atención. La chica le dedicó una radiante sonrisa y se acercó a él.

- Buenos días, Naruto. - Dijo cuando ya se encontraban uno frente al otro con su voz aguda y cantarina.

A pesar de que Hinata fuese una persona tímida e introvertida en extremo, entre ellos dos existía una amistad de plena confianza; no tenían secretos y sabían lo que pasaba por la mente del otro con sólo mirarlo a los ojos. Se conocieron cuando aún no levantaban tres palmos del suelo, y desde el principio, habían congeniado bien, tanto que eran como hermanos; Naturo cuidaba de Hinata y al revés.

 

A primera hora tuvieron clase de inglés, nada complicado. A segunda el examen de física. Sasuke terminó de los primeros y mientras llegaba la hora del recreo, se entretuvo mirando la cara de espanto que ponía Naruto a la par que rellenaba su examen. Cuando estaba callado y concentrado era infinitamente más soportable que cuando gritaba y corría de un lado a otro. Se le ocurrió un posible mote, “Torbellino Uzumaki”, muy acorde a su personalidad.

Llegado el glorioso descanso de veinte minutos entre la segunda y la tercera hora, se dirigió al aula de música, siendo perseguido por Sakura.

- Oye, Sasuke, nunca sé dónde te metes en los recreos… y bueno, quisiera pedirte que me acompañaras. - Le dijo en voz baja. Inmediatamente después, agarró la manga de su chaqueta, evitando así, un posible intento de huída por su parte.

- Lo siento Sakura, tengo cosas que hacer. – Con eso dio por zanjada la conversación. Sakura agachó la cabeza y se fue sin replicar.

En algún momento tendría que darle una negativa clara y rotunda, sí, pero eso le traería problemas con su padre, y tampoco quería que rodara su propia cabeza. Si causaba tensión entre las dos familias por rechazar a la pelirrosa, Fugaku jamás se lo perdonaría. Seguramente, preferiría ponerle precio a la felicidad de su hijo antes que renunciar a su mayor fuente de ingresos.

 

Parecía que aquel día le iba a ser imposible llegar al aula de música. Apenas un minuto después de la interrupción de Sakura, se cruzó con Ten-Ten por el pasillo.

- Ah, Uchiha, a ti te estaba buscando. – Hizo una pausa para cerciorarse de que el moreno le prestaba atención. – Tsunade-sama quiere verte en su despacho de inmediato.

Estupendo, ahora la vieja decrépita quería que le hiciese una visita. Caminó furibundo hacia la primera planta, maldiciendo a la rubia directora durante todo el trayecto. Llegó hasta una puerta negra, más grande que las demás. A la derecha de esta, un cartelito verdoso rezaba “Dirección”. Golpeó levemente con los nudillos.

- Adelante. – Escuchó que decía Tsunade. Con paso decidido abrió la puerta y entró, cerrándola nuevamente. – Toma asiento, Sasuke. – Le ordenó de forma autoritaria.

- ¿Para qué quería verme? – Preguntó el moreno, una vez se hubo acomodado.

- Bien, supongo que estarás más que enterado del tema del calendario escolar. - Uchiha asintió. – Y no creo que sea una sorpresa para ti que te hayan seleccionado para aparecer en él. – Suspiró pesadamente y esperó a que el chico dijese lo que tuviese que decir.

- Tsunade-sama, llevo años posando para el calendario del instituto y nunca he rehusado hacerlo. Pero, con todos mis respetos, me niego a vestirme de mujer. – Soltó indignado, perdiendo la poca paciencia y voluntad que había logrado reunir.

- Supuse que dirías eso. Lo único que puedo hacer ahora es pedirte que me ayudes a buscar alguna solución… ¿qué propones? – Clavó los codos en la mesa y dejó que su cabeza reposara sobre las manos entrelazadas, encarando al menor.

- No tengo problema alguno con el calendario, pero ir con ropa femenina es... humillante. - Se quedó pensando durante unos segundos y cayó en un punto bastante importante que no debía olvidar. - ¿Cuál es la chica que ha sido seleccionada?

- Haruno Sakura, de tu misma clase.

El peso de lo que aquello implicaba cayó sobre él, produciéndole un prolongado escalofrío.

Si al hecho de posar con ropa de chica, le añadimos posar con Sakura, obtenemos una mezcla peligrosamente explosiva. Miró suplicante a la mujer, tenía que haber alguna otra alternativa.

- Tenemos dos soluciones: o haces el calendario con Sakura, o lo haces con otro chico. Tú eliges.

- No quiero posar con Sakura. - La voz le salió débil, pero no necesitó pensárselo dos veces. Tenía más que claro que posar con cualquier chico era mucho mejor que hacerlo con la pelirrosa. A saber durante cuánto tiempo tendría que soportar fotos adornando taquillas y carteles de todo el instituto.

- Comprendo. - Dijo pausadamente la mayor. – Te buscaré un chico. – Aseveró su mirada y frunció el ceño. – Quiero verte aquí este domingo a las diez de la mañana, ni un minuto antes ni un minuto después. Y no toleraré ningún tipo de queja por tu parte, ¿entendido, Uchiha?

Agradeció la caridad y paciencia que había tenido Tsunade con él. Esperaba una regañina monumental, gritos histéricos, amenazas de muerte… había perdido toda esperanza de librarse de su cometido, y en parte, lo había logrado. Ese domingo tendría una sesión de fotos con un chico que, probablemente, estaría mucho más ridículo que él, y eso era premio de consuelo, sin dudas.

No hubo tiempo de más, enseguida sonó el timbre de nuevo y tuvo que volver a clase. Por el pasillo, pocos metros delante de él iba caminando Naruto, a su izquierda, una sonriente Hinata. Sai y Gaara se acercaron a ellos y el moreno saltó encima de Naruto, aferrándose a su cuello. Uzumaki lo sujetó por la cintura y lo elevó a peso. Los adelantó fingiendo no haber visto la tierna escenita.

 

***

 

Los cálidos rayos de sol que se filtraban por las rendijas de su ventana interrumpieron su aletargamiento. Bostezó y estiró los brazos todo lo que dieron de sí. Miró el reloj-despertador de su mesilla. Las doce y media. Perezosamente, se levantó. Había dormido demasiado.

Se dirigió al cuarto de baño y contempló su soñoliento rostro en el espejo. Tomó el cepillo y la pasta de dientes, no tenía ganas de desayunar. A continuación, entró en la ducha dejando que el agua, ligeramente fría, recorriera su rubia melena, para bajar después por su cuello, su pecho, su espalda…

Salió del baño con una toalla anudada a la cintura y colocó sobre la cama la ropa que llevaría ese día. La idea de quedarse el resto de la mañana dando vueltas por su vacío apartamento, frente a la de pasear por el centro y entretenerse viendo gente y diversos escaparates, le resultó poco tentadora.

A pesar de ser otoño cerrado, no hacía excesivo frío. De un ágil salto subió a su moto y emprendió camino. No tardó demasiado en llegar a una de las avenidas del centro, al igual que tampoco le costó gran esfuerzo encontrar aparcamiento para su pequeño vehículo. A un par de manzanas de allí, se encontraba el centro comercial más grande de la ciudad, iría caminando hasta este. Las calles estaban abarrotadas, gente aquí, más gente allá. Era una enorme odisea ir sorteando a todo el que se le ponía de por medio.

Después de recorrer las tres plantas del edificio, parando en cada tienda que veía, entró en una cafetería para tomar un chocolate caliente, el dulce le apasionaba. Se quedó embobado contemplando la decoración del garito que, rebosante de cortinas, columnas, frisos, candelabros, figuras de mármol y piedra y frontones, recreaba a la perfección el estilo arquitectónico de la Europa del siglo XVII.

Mientras esperaba impaciente a que el maldito chocolate se enfriase un poco, observó impactado la escena que tenía lugar en la cafetería de enfrente. En una de las mesas, reconoció a Sasuke y a Sakura, dos compañeros de clase. El moreno removía una y otra vez su café con la cucharilla, y a su vez, la chica devoraba un trozo de pastel, sin dejar de hablar y sonreír.

No supo decir en qué momento exactamente Sakura se levantó, se tiró a los brazos del azabache y le plantó un beso en los labios. Cuando la chica volvió a su sitio, Sasuke frunció el ceño, golpeó la mesa con el puño y le dijo – más bien le gritó - algo, que obviamente no pudo interpretar.

Pagó la cuenta y se fue pasando desapercibido. Jamás habría imaginado, ni siquiera remotamente, que aquellos dos fuesen pareja… ver para creer.

Volvió a arrastrarse por las calles del centro, sin prestar demasiada atención a su alrededor. Hizo escala en un puesto de ramen y compró una ración doble de cerdo, para después regresar a casa.

 

***

 

Por fin el grandioso día. Había madrugado, se había duchado y engalanado para la ocasión, a pesar de no ser estrictamente necesario, y para no variar, le sobraba tiempo. Tan solo eran las nueve y hasta las diez no tenía que presentarse en el instituto.

Se sentó en el enorme sofá de cuero que presidía la sala de estar y encendió el televisor con gesto abstraído. Había recibido dos mensajes de Sakura, que se disculpaba por lo sucedido el día anterior en el centro.

 

Flash Back

 

Se encontraba en el patio trasero de su casa, tendiendo la ropa, cuando su hermano mayor lo llamó. Entró en la cocina. Itachi le dijo que tenía visita, que una chica aguardaba en la puerta. Sorprendido, se dirigió al recibidor, no esperaba a nadie. ¿Quién iría a buscarlo un sábado por la mañana a su casa?

¿Quién? Muy simple… Haruno Sakura. Allí estaba. Se había puesto un vestido blanco brillante que le cubría hasta las rodillas y unos tacones a juego. Llevaba el pelo recogido en dos coletas y se había enjoyado de arriba abajo con oros y perlas. La imagen era, como poco, espantosa.

- Sakura, ¿qué haces aquí? – Preguntó con la boca abierta. La chica se lo tomó a modo de halago y se sonrojó en el acto.

- Pensé que quizás… quizás te apetecería dar una vuelta conmigo… Itachi me ha dicho que no tienes nada que hacer hoy. – Itachi, plenamente consciente de que detestaba a aquella chica, lo había hecho a propósito para fastidiarle. Iba a tener una agradable charla con él a la vuelta.

Y de ésta manera, se vio obligado a aceptar la proposición de la pelirrosa. Fue arrastrado, como si de un perro se tratase, por toda la ciudad. Calle arriba, calle abajo.

Reprimió hastiado las ganas de estamparla al percibir que se colgaba indiscretamente de su brazo, y también, cuando lo tomó de la mano. “Paciencia Sasuke, tú puedes…” se repetía constantemente, repugnado por aquél contacto físico en absoluto agradable.

Dos horas después, Sakura decidió parar en una cafetería del centro comercial. Desde el momento en el que se sentaron, no consiguió mantenerla callada, ni por una milésima de segundo. Pidió su café de siempre y se centró en observar minuciosamente cómo se formaban pequeñas ondas marrones al dibujar círculos con la cuchara dentro de la taza. Dejó que el eco del monólogo de Sakura se distorsionara de forma lenta y progresiva en su mente, hasta convertirse en un murmullo ininteligible.

Y de repente, sin verlo venir, se encontró con el rostro de la muchacha a escasos centímetros del propio, notando la débil respiración de la pelirrosa chocar contra sus labios. Todo iba a cámara lenta. Se envaró en su silla, incapaz de reaccionar a tiempo. Sakura cruzó ambos brazos alrededor de su cuello con sólida seguridad, salvó los escasos centímetros que aún los separaban y lo besó. La sensación del beso en sí no era desagradable, pero no le excitó, no le disparó las constantes vitales, no le alteró. Fue un beso vacío, carente de sentimiento alguno, al menos, por su parte.

Una vez Sakura se hubo sentarse, denotando una respiración visiblemente acelerada, descompuso el rostro, creando una mueca de desagrado. Si no estaba equivocado, aquella chica acababa de besarlo sin su consentimiento.

Sintió furia, impotencia. No podía dejar las cosas así, eso sólo confundiría aún más la situación. Y, sin mediarse, lo soltó todo. Le reprochó el haberlo besado, le dejó claro que ellos no eran pareja. Golpeó la mesa con furia, le gritó, perdió completamente los papeles…

Y fue entonces, en el preciso instante en que desvió la mirada hacia la multitud, cuando lo vio. Naruto se alejaba corriendo. No supo qué expresión adornaba su rostro, simplemente desapareció.

 

Fin Flash Back

 

Suspiró pesadamente, quería borrar ese nítido recuerdo de su memoria. ¿Qué se suponía que tenía que hacer? Había intentado, por medio de indirectas demasiado directas, que Sakura comprendiese que él no la amaba, pero nada, ella seguía en sus trece.

Condujo hasta el lugar especificado en un santiamén. Intentaría olvidarse de todo aquél embrollo, al menos, mientras durase la sesión de fotos. Los únicos vehículos que halló el aparcamiento del instituto fueron el coche de Tsunade y una enorme furgoneta blanca.

Encontró la verja abierta y, tras entrar, se dirigió directamente a la dirección, esperando hallar a la rubia mujer allí.

- Pasa. – Le apremió su voz. – Ah, Uchiha, llegas pronto. – Le felicitó dibujando una sonrisa. – Tu compañero aún no está aquí.

- Mhh... y, ¿quién es? – Preguntó con fingida indiferencia.

- Bueno, no tuve tiempo de buscar demasiado, así que acabé pidiéndoselo a mi sobrino.

Una mujer alta, con el pelo castaño y gafas de sol entró en el despacho de Tsunade, y tras hacer una reverencia, se presentó como Katia, encargada de vestuario, peluquería y maquillaje durante la sesión de fotos. Detrás de ella, apareció un hombre calvo, muy amanerado. Se ocuparía de la decoración e iluminación, además de ser el fotógrafo.

- Venga conmigo Uchiha-san, le iré preparando.

Katia lo condujo hasta el gimnasio. Aquello le recordó escandalosamente al decorado de una película de Holywood. Habían cubierto el suelo con moqueta roja y colocado falsas paredes, creando una habitación en el centro del gimnasio. Todo estaba adornado con exquisitos muebles al más puro estilo retro. Detrás de la habitación, tenían alineadas filas y filas de percheros. A un lado, elegantes trajes de chaqueta de diversos colores y tejidos para él, y al otro lado, infinidad de vestidos con encajes, enaguas, cancanes, lazos y demás cursiladas para su compañero.

Katia le indicó el primer traje que tendría que llevar y le mostró los probadores que, acertadamente, habían instalado en la pared de la derecha. No mucho después, salió con un conjunto azul marino de raso puesto. La chica le hizo desfilar y dar varias vueltas antes de verificar si le quedaba bien o no.

- Sabía que ese te iba a sentar estupendamente. – Dijo más que satisfecha al fin. – Resalta tus formas masculinas.

Escuchó jaleo en el otro probador, seguramente, su acompañante estaba vistiéndose ya. Dejó que Katia le retocase un poco el pelo y acentuase el rubor de sus mejillas con colorete.

- A ver qué tal le va al otro chico. – Canturreó entusiasmada.

Corrió la cortina del probador con brío y sacó a base de tirones al joven avergonzado. La luz de los focos dio de lleno en su rostro. Fue imposible que el azabache no lo reconociera.

- Tú... – Pronunció a saltos.

Notas finales:

Se acabó lo que se daba.


Para aquellos a los que el capítulos les haya decepcionado: no sé hacerlo mejor, pero os prometo que me esmero al máximo.


*Se va a marginarse a una esquina*


Intentaré tener el próximo prontito.


Y como siempre, todo lo que tengáis que decir (incluso si queréis tirarme un piano a la cabeza), en un review ^^ prometo contestarlo!


Besos a tod@s.


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