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El dolor de la guerra por caballero_de_jamir

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Notas del capitulo:

n_n

Tengo que decirlo, no es por presumir, pero amo este fic *o*

es uno de mis temas favoritos. 

está hecho con mucho amor *w*

disfrútenlo como yo *o*

UNA PROMESA

Por la noche, todos dormían. Al menos eso pensaba Milo cuando se levantó y se fue a sentar a las escaleras de madera que llevaban hacia la casa.

Se sorprendió de encontrar a Camus ahí sentado, viendo hacia arriba, la puerta cerrada. Miraba con nostalgia. Tal vez extrañaba esa libertad de antes, de la preguerra.

Milo se sentó en un escalón cerca de él. Camus se asustó un poco, pues no lo había sentido llegar.

-Perdona. No quería asustarte.-le dijo en voz baja. Se acomodó en su "asiento".

-No hay problema. ¿Sabes? Hace días que no puedo dormir.-le dice Camus con toda serenidad. Milo lo ve curioso.

-¿Cuál es la razón? ¿Estás preocupado por...tu familia?-temió preguntar.

-Algo...También por ti...Es decir... ¿Qué pasará si un día nos delatan? Es seguro que nos enviarán a un campo, pero... A ti podrían hacerte algo peor...-le dijo mientras veía hacia abajo, preocupado.

-Por mí no te preocupes. Si llegara el momento, yo me encargaré de que me sigan, ustedes escaparían. Lo que a mí me pase, es irrelevante en comparación con lo que le pase a tu familia.- dijo Milo mientras apoyaba sus brazos a sus costados y veía hacia el techo, despreocupado.

-Si no nos preocupara, jamás te habríamos dejado estar con nosotros. Pero mientras algo podamos hacer...No nos rendiremos ante ese maldito...-dijo con odio mientras veía hacia el horizonte.

Un silencio invadió el lugar...Milo veía a Camus un poco preocupado por sus palabras. Camus seguía inmerso en sus pensamientos.

Milo suspiró. Se movió un poco buscando una posición más cómoda.

-Cuéntame... ¿cómo fue que llegué aquí?- lo miró a los ojos. Camus sonrió con nostalgia.

-Escuchamos los disparos a lo lejos. Vi por la ventana que había muchos soldados corriendo hacia la torre. Oímos explosiones. Granadas...tal vez bombas. No sé de eso. Vi que una pared cayó y noté que había varios soldados ahí antes que eso pasara. Salí corriendo y te encontré. Papá revisó rápido si había alguien más vivo aún, pero no fue así. Él y yo te trajimos antes que los nazis llegaran al lugar. Nos encerramos en el sótano mientras ellos seguían disparando a los pocos que aún seguían hacia la torre.-le explicó brevemente. Lo miró de reojo.

-¿Por qué se tomaron la molestia de salvarme si era tan peligroso? Creí que yo mismo había llegado hasta su puerta y se habían visto en la obligación de recibirme.- le dijo Milo sorprendido ante aquel relato.

-Fue un impulso mío. Por eso, si algo sucede, será exclusivamente mi responsabilidad.-Miró hacia donde los demás dormían.

-No...no lo será...-Milo tomó su mano. Camus se extrañó de esto. -Haremos un pacto.-le dijo mientras sacaba un pequeño cuchillo de entre sus bolsillos.

-¿Te refieres a...?-Milo asintió.

-Un pacto de sangre. Tú y yo protegeremos a tu familia. Si algo llegara a pasar, ambos nos encargaremos de que tu familia salga de aquí a salvo. Es una promesa.-dijo cortando su palma. Camus lo miró. Vio la sangre en su palma. Miró la propia.

-Está bien...-Milo hizo la cortada en su palma y ambos estrecharon sus manos. Se sonrieron el uno al otro. Cuando ambos se dieron cuenta de que seguían tomados de la mano, y continuaban viéndose de esa manera, se apartaron inmediatamente.

-Lo siento.-dijo Milo apenado. Lo vio de reojo.

-Yo también...-dijo apenado Camus mientras veía hacia el suelo, sonrojado.

-Deberíamos irnos ya a dormir, ¿no crees?-le sugirió el griego aún sonrojado.

-Eh...sí...-contestó nervioso. Sentía que no podía mirarlo de nuevo, al menos por ese momento.

Ambos se fueron a dormir. Al menos Milo intentó dormir.

Intentó...No pudo, no al menos por unas horas. Cuando pasaron un par de horas se decidió a voltearse hacia donde estaba Camus. Le había dado la espalda ese rato. Ahora sabía que dormía.

Y en efecto. Dormía plácidamente. Miró aquella expresión de tranquilidad. En todo el día no lo había visto así. Siempre estaba tenso. Todos en esa casa lo estaban. La tensión de solo pensar en que podría pasar lo peor.

 

Eran pensamientos negativos...Debía alegrarlos con algo...pero ¿con qué?...Entonces recordé...Se acercaba la navidad... ¡Eso podría ser la solución!

 

Y Milo comenzó a planear la fiesta de navidad. Era Junio, pero qué importaba, tenía meses para hacerlo. Comentó su idea a Camus, quien se puso a conseguir algunas cosas. Sería una sorpresa para su familia.

Milo tenía entre sus pertenencias algunas cosas que Camus podía vender en el mercado negro y así comprarían sin hacer uso del dinero de la familia. Esconderían las cosas en la antigua habitación de Milo. Ahí estarían a salvo esas cosas mientras llegaba la navidad.

-Entonces regreso enseguida.-dijo Camus tomando la bolsa donde Milo había puesto algunas de sus pertenencias que le quedaban.

-Cuídate mucho.-le dijo preocupado. Camus abrió la puerta para salir, Milo retrocedió.

-¿A dónde vas?-cuestionó enojado Jean Baptiste, que iba a entrar a penas, pero al verlo con esa bolsa, se le hizo extraño.

-Voy...Yo...-Camus se puso por demás nervioso. Típico de los culpables. Tendrían que explicarle al hermano de este sus planes.

***

-Y es por eso.-finalizó Milo con una sonrisa. Jean los miró extrañado.

-Bien, yo los ayudo. No voy a dejar que mi hermanito ande solo por las calles de París en estos momentos.-dijo rodeando sus hombros y sonriéndole.

-Hermano.-se quejó apenado.

Ambos  salieron entonces a vender esas cosas y comprar los implementos necesarios. Dejarían algo de dinero para la comida.

Me sorprendió cuán rápido pasaba el tiempo a lado de Camus. Una hora con él se sentía como si fueran sólo 15 minutos. Disfrutaba cada momento que podía compartir con él, ver su sonrisa, escucharlo hablar tan poéticamente, como era característico en él. Seguramente sería un gran escritor o algo parecido. Pero esta guerra... ¡esta maldita guerra que tantas ilusiones le ha robado a la gente inocente!

Estar con él...olvidar todo...soñar...Me atrevía a eso en ese momento...

 

La navidad se acercaba. Quedaban escasos 2 días para que comenzara, y Milo estaba más atareado que de costumbre, encerrado en la habitación, preparando todo. Camus se había puesto a limpiar la casa un poco y conseguir un pino, para poder adornarlo. Su hermano lo ayudaría a hacerlo. Los tres guardaban esa sorpresa para los demás.

Ya era casi un año que Milo había llegado a vivir con ellos. Literalmente era ya parte de la familia, porque los padres ya lo trataban como si fuera su hijo, y Jean Baptiste, Jeanelly y Camus ya lo veían como a un hermano.

Realmente se sentía como con su propia familia. Extrañaba la libertad, claro, pero al menos no estaba solo, a merced de los alemanes.

-Mañana prepararé una torta.-dijo Camus, que se disponía a salir por huevos, harina y leche para tal efecto.

-Sabes...te agradezco que apoyes mi loca idea de la navidad.-le dijo Milo antes de que saliera. Camus sonrió y levantó el pulgar.

Esperaba, como de costumbre, impaciente. Temía que algo malo pasara. Mi paranoia era evidente para los demás. Pero por primera vez sentía algo...algo terrible. Quería salir a como diera lugar, a buscarlo, pero pensé en los demás. Si algo le pasaba a Camus, él no querría que ellos salieran heridos o muertos por esa causa. Tuve que contenerme demasiado.

Y comenzamos a escuchar la ráfaga de balas cerca. Corrí a la puerta, pero Jean Baptiste me detuvo y me tiró al suelo. Una bala atravesó la puerta, seguida de otras más. Nos arrastramos hasta el pasillo que daba hacia el sótano. O debo decir, Jean me arrastró hacia allá.

 

-¡Camus!-quiso incorporarse, mas el otro lo agarró fuerte contra el suelo.

Lo describiría como los minutos más largos de su vida, esperando saber algo del francés, que no daba señales de vida.

Pero media hora más tarde, llegó. Lo acompañaba un hombre de unos 40 años, que lo había llevado hasta allí en su auto. Milo al verlo, corrió hasta él y lo abrazó muy fuerte.

-Tranquilo, estoy bien, el señor Raffaulte me permitió quedarme en su tienda mientras pasaba todo.-dijo Camus, sin conseguir que Milo se calmara.

-Era un grupo pequeño de hombres de la resistencia. No quedó ninguno.-dijo el señor Reffaulte.-Bien, con su permiso, damas, caballeros, debo ir a tranquilizar a mi esposa.-se despidió el señor.

Milo lo alcanzó antes de que se fuera.

-Muchas gracias por ayudar a Camus...Se lo agradeceré eternamente.-dijo efusivamente. El señor sonrió.

-No eres francés... ¿eres familiar de los Sabatier?-inquirió curioso. Milo no lo pensó dos veces.

-Soy...su primo.-el señor sonrió y se despidió de Milo. Éste lo observó por el resquicio de la puerta.

 

CONTINUARÁ...

Notas finales:

u///u gracias por leer

 

próximo capítulo:

 

¿Y SI NO TE VUELVO A VER?

...Una confesión, en medio de la desesperación...


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