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Mercy rain por kozzha

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Notas del capitulo:

Hooola!!!!
Aquí la kozzha de nuevo.
Spero y el cap sea de su agrado, era obvio que Seguichi no se iba a quedar de brazos cruzados y ver como Yuki trata de reconquistr a Shu, bueno creoq he hablado de más jajajaja.
Siempre las venganzas terminan mal; y lo peor es que hay gente inocente que sufre las consecuencias.
Dejen muuuchos reviews, pues dependiendo de cuantos me dejen,es de cuanto tardaré en subir el próximo cap XD.
besos

Poco a poco se fue alejando de las tinieblas en las que se encontraba sumergido; recuperó lentamente la conciencia, pero aún así, sus párpados se sentían pesados. Hizo un gran esfuerzo y entornó sus ojos violetas, topándose con el techo blanco de una habitación. La boca la tenía seca y a cada movimiento que intentaba hacer, el cuerpo entero le dolía; sumando el collarín que rodeaba su pequeño cuello y le impedía enderezarse. El olor a medicina y aquél molesto piteo que indicaba el ritmo de sus latidos le hizo darse cuenta que se encontraba en un hospital. Completamente aturdido y confundido respecto a lo que había sucedido, miró a su alrededor, hasta encontrarse con un joven dormido en la cama contigua, enfocó aún más su vista nublada. El cabello negro, la tez blanca y aquellas facciones mestizas hicieron que Shuichi reconociera a la persona.

-H…Hi…Hisoka…-murmuró con la voz ronca, desconcertado -¿Qué…haces…-pero simplemente no puedo terminar, pues las tinieblas volvieron a sumergirlo en la inconsciencia.



Capítulo 10
Una errónea conjetura.


La tenía frente a él, pero aún incrédulo tocó su rostro suave, cerciorándose de que era real. Tenía a la verdadera Cameron Diaz frente a él, quien con su sonrisa infantil se acercaba cada vez más dispuesta a darle un beso. Cerró los ojos y sintió una lengua pequeña y áspera que lamía su cara.

-¿Me está lamiendo?-se preguntó, recibiendo como respuesta un maullido. De sopetón se despertó, encontrándose con un par de grandes ojos verdes-Waaaa-gritó asustado, cayendo de la cama-¡Nyankotaro!-vociferó Tatsuha, frustrado. El minino simplemente se acercó y dejó un pequeño pez de peluche frente al moreno.-¿Me despertaste de mi sueño con la sexy de Cameron nada más por que querías jugar?-farfulló, como respuesta el gato maulló y acercó aún más al peluche-Yo no soy Eiri, gato-bufó para luego lanzar el pez muy lejos de su habitación.

Cuando el felino hubo corrido en busca de su juguete, Tatsuha se puso de pie y miró el reloj que marcaba las siete de la mañana en punto, lanzó un suspiro. La función del gato de Eiri para con Tatsuha era de servirle como despertador, pero desgraciadamente Nyankotaro no sabía diferenciar entre fin de semana de descanso y días laborales, por lo que sin importar que día, despertaba temprano al moreno para que jugara con él; como esa mañana de Domingo. Resignado al ver que ya no podría conciliar el sueño, decidió prepararse un almuerzo occidental. Salió de su habitación chocando con varias cajas en el camino y topándose con el animal, quien lanzaba de un lado a otro al pequeño pez de felpa. Bajó las escaleras de la nueva casa que compartía con su hermano, se quedó parado en el descanso de estas y observó la amplia estancia, la cuál, como el pasillo, estaba llena de cajas, valijas y muebles arrimados.

-En buena hora se te ha ocurrido irte de viaje, Eiri-comentó en tono irónico el monje.

Mientras el joven preparaba su desayuno entre bostezo y bostezo, la mayoría de los habitantes de Tokio descansaban plácidamente, incluyendo al pelirrosa quien roncaba a pierna suelta, aprovechando que aquél día era el último para poder descansar sin el ajetreo que su trabajo conllevaba. Pero en Kioto, la vida era distinta para cierto escritor, quien enfurruñado, intentaba hacer el nudo a su corbata. El aporreo de la puerta le hizo dejar su actividad y atender.

-Buenos días profesor-saludó Mizuki, quien llevaba el carrito del desayuno.

-Hola-respondió el hombre con fastidio. La joven editora entró a la lujosa suite.

-Me tomé el atrevimiento de yo misma traerle el desayuno-comentó la chica-dejando el desayuno en el pequeño comedor de la suite. Yuki no dijo nada y siguió intentando anudar esa “mugrosa corbata”-Me permite-dijo Kana, el hombre tan sólo lanzó un bufido y dejó que su editora le ayudara-Tendrá sesenta años y seguirá sin poner hace un nudo, profesor.

-No todo mundo tiene esa habilidad-se excusó.

-Bueno, si vamos a eso, entonces todos los niños de 7años son más hábiles que usted, incluyendo a su pequeño sobrino de 5 años-la joven terminó el trabajo.

-Me sorprende su independencia, pues con ese par de padres que tiene… -el escritor tomó asiento en una de las bellas sillas que componían aquél pequeño comedor y comenzó a degustar de una ensalada de frutas.

-Su hermana Mika es buena madre.

-Si tú lo dices.

-Por cierto; ¿También quiere que le ayude a anudar las cintillas de sus zapatos?

-No es necesario-el hombre estiró un pie y le mostró a la mujer un zapato sin cintillas.

-Vaya…por fin a encontrado los zapatos perfectos-sonrió Kana.

-Al principio me costó mucho trabajo encontrar zapatos de vestir sin las molestas cintillas, debo de admitir. Pero ahora son muy comunes

-Bueno, eso debe de servirle de consuelo pues al parecer hay mucha gente sin esa “habilidad”-tomó asiento frente al escritor.

-Así es.

Mizuki sirvió té en las dos tazas que estaban en la mesa. Eiri ya estaba degustando de un omelet que estaba bañado en salsa de ostión.

-Debo pedirle una gran disculpa-suspiró la editora.

-¿Y eso?-Yuki miró a su compañera.

-Por las ocurrencias del jefe usted tuvo que venir de improvisto; y sé perfectamente que a usted no le agrada éste lugar por su padre…

-No te preocupes-el joven centró su atención en su té al cuál le ponía cuatro cubitos de azúcar.

-¡Claro que me preocupo!-exclamó-aparte, ahora mismo estaría con el joven Shuichi.-Yuki desvió la mirada.

-En serio, no debes preocuparte Mizuki, he decidido darle un tiempo-probó su té y no muy convencido de la cantidad de azúcar, le echó un cubito más.

-No soy nadie para meterme en su vida sentimental, pero; ¿Cree que es lo mejor?

-Si, eso creo-mintió, pues el pensaba lo contrario.

Yuki Eiri había aceptado el repentino viaje promocional de su libro a Kioto, pues el viernes pasado, después de hacer lo que quedaba de la mudanza y cerciorarse de que su gato se encontraba mejor, había decidido ir a ver de nuevo a su ex amante, encontrándose con la grata noticia que el jovencito había ido de fin de semana con sus padres, lanzándole una mirada asesina a la recepcionista como si fuera su culpa; el joven Yuki salió enfurruñado del hotel dispuesto a ir a casa de los Shindo; pero a mitad de camino se detuvo, pensando bien las cosas y haciendo sus cálculos matemáticos, sacó la conclusión de que cuatro Shindo contra un Usegui no daba un buen resultado, por lo que enojado y frustrado había regresado a su nueva casa, siendo recibido con la noticia de su viaje.

Después de terminar su desayuno en silencio, el par salió de la lujosa suite, preparados para el largo y tedioso itinerario de aquél día Domingo.





Ese mismo día pero horas más tarde, ya con la mente despejada; Shuichi se encontraba peleándose con su pequeña maleta. Había llegado a casa de sus padres con sólo dos mudas de ropa, pero ahora que regresaba al hotel del centro de Tokio, cargaba con ropa llamativa que su mamá le había comprando, pues alegaba de que el negro no le favorecía a su hijo. Con un gran esfuerzo se echó la pesada mochila al hombro y salió al encuentro con su familia quien lo esperaba en la estancia.

-Ya estoy listo-murmuró cuando estuvo en el recibidor.

La familia Shindo salió de casa y montando en su auto, se dirigieron a la estación más cercana de metro.

-¿Estás seguro que no quieres que te llevemos hasta el hotel?-preguntó su padre.

-No es necesario-respondió el primogénito de los Shindo.

Cuando estuvieron en la entrada del metro, la madre soltó en llanto.

-Te voy a extrañar mi niño-chillo, abrazando efusivamente a su hijo.

-Vamos mujer, no seas tan exagerada-comentó el padre. Maiko por su parte, veía la escena abochornada, pues la gente los miraba y susurraba.

-No hay que llamar mucho la atención-se apresuró a decir-a mi hermano no le conviene ser visto en el metro.

-Tiene razón Maiko-murmuró el señor Shindo alejando a su esposa de su hijo.

-Cuídate mucho mi niño-moqueó la mujer.

-Lo haré madre, y no llores que en una semana más vendré a verlos de nuevo-la mujer asintió y le dio paso a su marido quien con el semblante serio como siempre, se acercaba a su hijo y le abrazaba.

-Me dio mucho gusto verte.

-Igual.

El cantante se despidió de su hermana y entró a la estación del metro. Lanzó un suspiro cuando se hubo sentado y dejado en sus pies la pesada maleta.

-Parece como si hubiera viajado al otro extremo del mundo-murmuró. Contó cuantas estaciones eran de la casa de sus padres al centro de Tokio y lanzó un suspiro, tenía mucho que pensar en ese largo camino.



Después de festejar el cumpleaños con su familia, Shuichi y Maiko se habían ido a dormir a muy temprana hora, como en tiempos muy lejanos. A media noche, el joven se había despertado sediento, bajando aún somnoliento por un vaso con agua. Antes de llegar a la cocina escuchó su nombre, por lo que se quedó ahí escuchando la conversación que sus padres entablaban.

-Me da gusto que nuestro hijo haya madurado-comentó con orgullo el padre.

-Si…ha madurado-murmuró cabizbaja la señora.

-¿Y por que esa cara mujer?

-Por que mi niño lindo ya no existe.

-No exageres.

-Pero…él ya no es mi Shuichi…él aún sonríe y habla muy fuerte…pero sus ojos son opacos y llenos de rencor…temo que se ha convertido en la persona que más odia.

-¡Ni lo menciones!

-Pero es que… velo.

-Shuichi tenía que dejar a ese tipo para avanzar, tarde o temprano necesitaba madurar y darse cuenta de las cosas, en hora buena tomo aquella decisión de dejarlo.

-¿Tú crees?

-¿No piensas lo mismo?

-No…pienso que no fue la mejor decisión…-pero el cantante no terminó de escuchar lo que su madre decía, pues ya había regresado a su habitación.

-No soy como Yuki…-pensó. En la bocina del vagón se escuchó la voz de una mujer, anunciando la próxima parada. Salió de su aturdimiento cuando las puertas del transporte se abrieron, resoplando salió del vagón y se percató de que se había pasado dos estaciones-Genial-farfulló.

Salió del metro y miró su reloj, pasaban de las siete de la tarde. Se había pasado de la hora acordada con su manager.

-Sólo espero que no se enoje por unos horas de atraso-musitó. Decidió tomar un atajo para no llegar pasada la noche por lo que se encaminó hacía el parque Tsuki, o como vulgarmente los nipones le nombraban: “El parque de los atajos”.

Esperaba entre un grupo de personas a que el semáforo les diera la indicación del cruce por aquella avenida. Mientras cruzaba la calle, sus ojos se centraron en un jovencito tan conocido para él, el cuál se veía perdido.

-Hey niño, ¿Se puede saber que haces a estas horas en la calle?-comentó en forma de regaño. El chico dio un respingo y al ver de quien se trataba, su mirada se iluminó y con efusividad abrazó al más pequeño.

-¡Shuichi!

-No seas tan efusivo Hisoka-bufó muy abochornado, alejando a su amigo.

-Que bueno que ya regresaste, ¿Cómo te fue en casa de tus padres?

-Bien…

-¿Y tu hermana?-murmuró en un hilillo de voz pero el cantante le escuchó.

-Muy bien…te manda saludar.

-Ahh…-iba a gritar pero al ver la mirada escrutadora que su sempai le dedicaba tan sólo se limitó a decir-vale, está bien.

-Bien…regresemos al hotel, que ya se está haciendo de noche.

-Si y sobre todo para que descanses de tu viaje.

-Claro, cómo es tan agotador viajar en metro-dijo en tono irónico pero el menor no se percató del comentario. Hisoka siguió a su mayor.

-Por cierto…¿Por qué estás vestido así?-ante esta pregunta, el joven Shindo se erizó.

-Mi madre me compró está ropa, porque según ella, el negro me hace ver muy pálido y parezco muerto.

-Ohhh…vaya…-Hisoka trató de disimular una pequeña risa al ver a su amigo, quien vestía con un pantalón entubado amarillo chillante, unos zapatos verdes limón y la playera azul turquesa con un estampado que decía “Soy el más sexy”-Bonita combinación.

-Mi madre me obligó a ponérmela, de hecho en esta mochila pesada llevo más ropa así, pues las prendas que llevaba terminaron como jirones de tela.

-Tu madre es de armas tomar.

-Así es-Shu se detuvo y azotó la maleta en el suelo resoplando en la acción.

-¿Quieres que te ayude?

-No es necesario-intentó cargar de nuevo la maleta pero un crujido en su espalda le hizo detenerse-Pero tan sólo tengo 23 años…-murmuró completamente abochornado. Cuando se enderezó vio a Ono, quien llevaba al hombro su valija.

-¿Estás bien?

-Si-se apresuró a decir el mayor, enderezándose por completo e ignorando la pequeña punzada en su columna. Siguieron andando hacía el parque-Por cierto, ¿Qué hacías sólo?

-Me perdí…-comentó con vergüenza.

-Lo supuse.

-Vine a Japón cuando era pequeño, ¿Cómo iba a recordar todo?-espetó.

-Calma, no es para alterarse, pero me sorprende que en Nueva York jamás te perdiste y…

-Ya entendí a lo que te refieres-le interrumpió el guitarrista.

El resto del camino el par permaneció en silencio, en ocasiones, el joven mestizo se detenía a observar los llamativos aparadores mientras que Shindo seguía su camino, dejando atrás al pobre niño quien sin deseos de perderse seguía histérico a su mayor. Llegando al parque, el móvil de Hisoka sonó, asustando al pobre chico. Se detuvo, dejando la maleta en el suelo y contestó; pero como era de esperarse, el cantante siguió su camino sin más.

-¿Diga?

-En donde demonios estas-la chillona voz de su hermana mayor retumbó en su oído.

-Waaa…casi me dejas sordo.

-Pues eso te pasa por no avisar a donde te vas niño, no tienes idea de cómo estoy de preocupada.

-Estoy en un parque.

-Ah…vaya…ya estoy más tranquila-masculló sarcástica.

-No te preocupes, estoy con Shuichi.

-¿Ya regresó mi Shu?-la voz de la niña se dulcificó

-Si…está junto a…-al verse sólo en aquél lugar, el miedo le invadió.

-Hermano que pasa…

-Nos vemos al rato Hiromi-el menor de los Ono cortó la llamada y miró por todos lados en busca de su compañero-No puedo creer que me haya dejado aquí-dijo abrumado. Cargó la mochila y miró hacia la dirección en donde suponía se había ido sempai, pero desgraciadamente en esa dirección, el camino se dividía en dos: en uno recto y en uno con una curva sumamente pronunciada. Descartó el primer camino, pues estaba muy alumbrado y no se veía ni un alma, por lo que optó por la curva. Cuando ya estaba por doblar la curva un grito se oyó en esa dirección. Botando la mochila en uno de los arbustos, Hisoka se echó a correr hasta detener su carrera a unos cuantos metros de un tipo de aspecto vago, quien con saña pateaba a un pequeño bulto tirado en la acera.

La vestimenta llamativa hizo que el joven reconociera a su amigo Shindo. Un cosquilleo recorrió su columna y los cabellos de la nuca se le erizaron, con la mandíbula apretada, el chico se echó a correr en dirección del extraño; al que lanzó muy lejos de ahí con un golpe inesperado. Aprovechando que el sujeto se había quedado aturdido, Ono se acercó a su amigo, quien se retorcía de dolor.

-Por dios…-murmuró con un hilillo de voz al ver la cara deforme del pelinegro por los golpes-Vamos Shu…resiste-se apresuró a decir, cuando vio que el mayor escupía sangre. Escuchó unos quejidos a su espalda, dándole a entender que no podían huir de aquél hombre quien comenzaba a recuperarse del ataque.-Por favor resiste un poco más, Shu, sólo un poco-le suplicó con angustia el menor. Shuichi tan sólo se limitaba a lanzar pequeños quejidos. Con sumo cuidado, Ono cargó al chico quien lanzó un alarido de dolor.-Un poco más, por favor resiste un poco más-le dejó recargado en un árbol-no tardo-dicho esto el joven se dirigió al sujeto quien se ponía de pie.

-Mocoso entrometido-farfulló el hombre. Hisoka se puso en posición de ataque, como los boxeadores, pero otro alarido de dolor de Shu le hizo distraerse, recibiendo un puñetazo que lo tumbó en el suelo, el vago se le abalanzó y comenzó a golpearlo hasta que el joven le dio un puntapié en la espinilla y logró sacárselo de encima.

Miró al pelinegro quien intentaba acercarse a él.

-No te muevas Shuichi, sólo te lastimarás más-le pidió, sin darse cuenta que el sujeto se acercaba detrás suyo. El cantante quiso prevenirle, pero ante el dolor en su boca, no podía articular palabra alguna. El extraño le dio una patada por la espalda al jovencito quien se retorció de dolor.

-Eso te pasa por meterte en lo que no te importa-rió con cinismo el sujeto, pateando a Ono. Cuando hubo estado satisfecho y notó que el chico no se movía, centró su atención en el cantante quien con la cara desencajada veía a su amigo herido-Bien-sonrió el extraño y se encaminó hacia el cantante-ahora si podré terminar lo que empecé-tronó los huesos de sus puños.

Hisoka, quien había fingido el desmayo, se enderezó con sumo trabajo, pues el cuerpo le dolía por las patadas que el tipo le había dado. Hizo un esfuerzo sobrehumano y logró ponerse de pie, con la vista nublada por la sangre que escurría de su frente y los fuertes dolores que sufría, logró enfocar la amplia espalda de su adversario, y como había hecho cuando separó al hombre de su amigo, arremetió al hombre, golpeando con su hombro a la altura de donde se encontraba el riñón de su contrincante. El sujeto cayó de bruces al suelo, retorciéndose por el fuerte dolor que sufría en el órgano blando. Ono se acercó al hombre, lo giró y sin miramientos comenzó a golpearlo sin piedad, su consciencia ya había perdido control de su cuerpo, que tan sólo pedía masacrar al hombre frente a él. Shuichi; por su parte, hacía un gran esfuerzo por mantenerse consciente y tratar de detener a su amigo quien torturaba sin misericordia al extraño.

-Basta…-suplicó Shu, con lágrimas de impotencia…-por favor…Hisoka…-apretó los puños y haciendo uso de las pocas fuerzas que le quedaban, gritó con desesperación-¡Basta Hisoka!

El puño del moreno quedó al aire ante el grito de su amigo, el hombre quien con la cara deformada por los golpes, habló con un hilillo de voz.

-Tan sólo hacía mi trabajo…Touma Segushi me contrató…-al finalizar, el hombre cayó inconsciente.

Aquél nombre hizo eco en los oídos del joven cantante, quien con los ojos desorbitados, veía al hombre desmayado.

Hisoka recuperó completamente la cordura y con extrañeza miró la escena frente a él, aterrado se puso de pie y miró con ojos desconcertados a su amigo, quien tenía la vista perdida.

-Shuichi…-el aludido centró sus ojos idos con los ojos arrepentidos del menor-Lo siento…-abrazó a su sempai y soltó en un llanto desgarrador-Perdóname…por favor perdóname…no pude protegerte. -Shindo murmuró el nombre de su amigo antes de caer desmayado.



Faltaba tan poco, tan sólo unas cuantas calles más y llegaría al hospital, en donde atenderían a su amigo. Después de que Shuichi había perdido la conciencia, Hisoka se vio en el apuro de buscar ayuda, algo que la mayoría de la gente se negó, excepto un anciano, quien paseaba con su perro. Después de forzar su mente cansada, el viejo le indicó de manera muy clara, la forma de cómo podía llegar al hospital más cercano. Con Shuichi en brazos, el joven herido y cansado se encaminó al lugar, sintiéndose desfallecer en varios momentos, pero tomando energía al ver en el estado en que se encontraba su mayor.

Sus ojos se iluminaron al ver frente a él la amplia puerta de urgencias. Entró a grandes zancadas.

-Necesito un doctor-gritó, llamando la atención de varias enfermeras y un doctor que se encontraba en la recepción. Un camillero apareció con una cama, en donde depositaron al joven y el doctor en compañía de dos enfermeras se apresuraron en llevar al herido para que fuera atendido.

Hisoka suspiró tranquilo al ver que su amigo ya estaba en mejores manos, dejándose vencer por el dolor y el cansancio. Lo único que oyó decir a lo lejos fue la voz de alguien pidiendo ayuda.



¿Desde cuando no le sucedía eso? ¿Desde cuando no perdía los estribos y terminaba masacrando a alguien? Desde que era tan sólo un niño entrando a la pubertad. Cuantas veces no había pasado lo mismo, el perdía conciencia de sí mismo y cuando regresaba en sí, su hermana yacía llorando, la gente a su alrededor lo veía con terror y alguien a sus pies, yacía desmayado y bañado en sangre. Por algo todo el mundo le decía “El monstruo”. Todos los niños le temían y nadie deseaba ser su amigo, pues temían que Hisoka Monstruo los matara pero su hermana lo defendía a capa y espada, argumentando que él era un niño normal, pero simplemente no lo era. A muy corta edad sus padres habían decidido encerrarlo en casa, y contratarle un tutor, pues en la escuela hasta los administrativos y docentes le temían. Así vivío su niñez, aislado, jugando sólo con su hermana Hiromi, platicando con sus padres y su amorosa abuela materna.

A cuantos psiquiatras no lo llevaron sus padres, quienes siempre recibían la misma teoría: Su hijo necesita estar en un psiquiátrico. Hasta que un par de conocidos de la abuela lo atendieron, era un par de hermanos muy singulares; uno era un psiquiatra reconocido; mientras que el otro, era un neurólogo. Después de hacerle unos estudios, los hermanos Vite habían llegado a la conclusión que el niño Hisoka era el niño más normal del mundo, a excepción de la ira contenida que le hacía perder la razón, algo que no era patológico ni neuronal y que lo único que le podía ayudar eran unas terapias de control de ira y mantenerlo sumamente ocupado. Por tal motivo el hijo varón de los Ono; aparte de las clases de música que sus padres le daban, había estado en pintura en óleo, danza regional, boxeo, baloncesto, karate y yoga, sumándose el reingreso al colegio, costándole mucho trabajo, pues su mundo tan sólo era su familia.

Al principio, el chico sufrió mucho al enfrentarse al mundo real, pero poco a poco fue tomando seguridad en sí mismo y en un corto tiempo, Hisoka Ono era el niño más normal del mundo, tenía amigos, muchos amigos, la gente ya no lo veía como el monstruo; entre otras cosas. Pero aquél duro esfuerzo de sus padres y de él se había ido en un instante, ¿El detonante de todo eso? Su sempai herido.

Lentamente fue recuperando el conocimiento, sintió que alguien acariciaba su rostro con delicadeza, reconocía aquella pequeña y cálida mano. Abrió los ojos y después de enfocar bien, miró los ojos caídos y tristes de su hermana mayor.

-Hola…-saludó ella en un murmullo. Su hermano no respondió y tan sólo observó su mano derecha, la cuál estaba enyesada-te fracturaste dos dedos-comentó la chica, el herido cerró los ojos y de inmediato recordó a Shu, enderezándose en un instante y ante tal movimiento, se dejó caer de nuevo en la cama, retorciéndose del dolor-tranquilo, no vuelvas a hacer eso, que te puedes causar más daño.

-Shuichi-murmuró entre gemidos de dolor-¿Cómo está Shuichi?

-El está bien, ya está estable y descansa en la cama contigua-el moreno miró hacia su costado derecho en donde a unos metros más allá yacía el cantante inconsciente.

-¿Qué día es hoy?

-Lunes…-el par de hermanos quedó en silencio, hasta que Hiromi, un poco nerviosa decidió romperlo con aquella pregunta que rondaba en su mente-¿Qué fue lo que sucedió?-soltó de repente. Ante la pregunta, el menor se tensó y desvió la mirada de su hermana.

-Soy un monstruo.

-¿Cómo?

-¡Que soy un monstruo!-vociferó Hisoka.

-No digas eso, tú no eres un monstruo-musitó la chica, dolida de ver así a Soka.

-Claro que lo soy-el chico comenzó a llorar desesperado- he vuelto a ser ese monstruo.

-No es cierto hermano-la chica tomó el rostro magullado de su menor y le hizo verla a los ojos-tú no eres un monstruo, jamás lo haz sido.

-Entonces…¿ Por qué sólo recuerdo a un extraño ensangrentado a mis pies? ¿Por qué sólo recuerdo a Shuichi a unos pasos míos, herido también y con la mirada perdida? Yo golpeé a Shuichi.

-¡No es cierto!-vociferó Hiromi-tú no serías capaz de eso.

-¿Y tú como lo sabes?

-Por qué te conozco perfectamente y sé que serías incapaz de herir a un ser querido-la chica consoló a su hermano, mientras el sentimiento de duda comenzaba a aflorar en ella-No…el sería incapaz-murmuró para sí.




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