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Mundo de Medianoche por malchan

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Notas del capitulo:

Gracias a tod@s por la cálida bienvenida! Me he puesto las pilas y he aquí el siguiente capi. Dénme el placer de leer sus pensamientos!



Su maestro Erak se mostró displicente ante el cambio de sede para sus lecciones pero eso era algo que el príncipe había esperado.


Él era estricto y no gustaba de los cambios así que no había tomado nada bien la idea de tener que dar clases en los jardines del castillo, y tras acceder a regañadientes a la petición del príncipe, no perdió tiempo en informarle que haría de su conocimiento la situación al rey Daeron.

- Nuestro joven príncipe parece no tener del todo claras las jerarquías, puede que por su
  pueril edad aún le parezcan confusas y por tanto esté tomándose demasiadas libertades.
  Es mi deber mantener informado al rey sobre su comportamiento, ya que además de su   
  mentor, resulta que soy consejero de éste.
  Y por supuesto, si él no tiene problema con ello, yo no tengo porque tenerlo tampoco,
  majestad.

Con eso, Ailén comprendió que esa sería la última vez que podría ver durante clases a las flores nocturnas en aquel místico lugar. Había ocasiones en que comprendía lo hermoso que era ese mundo, pese a la luz que faltara en él.

A veces nada importaba, simplemente valía la pena.
Erak y él eran iluminados por todo su alrededor por velas protegidas por esferas de cristal, colgadas de las ramas de los árboles más altos. Seguramente su sirviente Ntir había mandado a ponerlas para él. Él lo comprendía, su plática en la mañana no había sido un discurso, sino una advertencia, que al parecer sabía que Ailén no haría mucho caso.

Sonrió sin poder evitarlo.

Erak estaba a disgusto, era evidente, se acomodaba sus lentes que como siempre insistían en resbalar por su afilada nariz.

- Bien, vamos a comenzar- gruñó con resignación.
Y en ese segundo, justo como si el destino le jugara una broma, la mascota del príncipe  llegó corriendo a ellos, emitiendo una especie de ladrido para luego dar un salto en sus papiros y finalmente aterrizar en el regazo de su amo.

Sus notas salieron volando, cayendo sobre el pasto húmedo.

Erak se puso de pie, conteniendo en su rostro su furia.

- ¡No hay forma de impartir una clase de ése modo! ¡Menos con ese animal aquí!
  No está tomando nada de esto en serio, majestad.

El joven se mordió los labios, abrazando a Uggi quien no perdía su alegría.

- Uggi, lo siento, tienes que irte- le susurró el peliazul abriendo sus brazos, éste pareció
  comprender y compungido se alejó de regreso al castillo.

Erak lo miraba con sequedad, pero más bien su mirada le preguntaba si estaba retándolo.

Era esa maldad a la que jamás se terminaba de acostumbrar y a veces rondaba ese castillo.

- No perdamos más el tiempo, vamos a comenzar ¿gusta?- preguntó sarcástico.
  Hoy hablaremos de Historia.

Por fin. Hacía tiempo había deseado saber más sobre el pasado de sus tierras, aquellos tiempos en que el sol aún brillaba, en que la obscuridad sólo era dueña de unas horas.

Erak, pragmáticamente comenzó a hablar y Ailén estaba tan fascinado que olvidó tomar nota.

Habló de las ciudades del norte, de cómo había sido el Puerto de Faelvrin el primero en convertirse en ciudad, de los antiguos reyes y sus alianzas, de las épicas batallas libradas en honor a las doncellas de Mallbar.

Ailén escuchaba casi conteniendo la respiración, jamás Erak había sido tan elocuente al hablar del pasado, pues aunque en magia y ciencia nunca mostraba reservas, algo en la historia parecía no querer ser parte de su aprendizaje.

Unas voces se escuchaban apagadas a lo lejos, y aunque eso resultaba un tanto inusual, el príncipe no mermó su atención.

- Es sin duda un día especial, joven Ailén, está muy concentrado esta ocasión. Voy a
  permitirme hacerle algunas preguntas.
- Espera, ¿ya has terminado?
- Si, la lectura ha concluido.
- Pero, ¿qué hay de lo que pasó con el reino? ¿De la maldición?

Erak subió nuevamente sus lentes, el malestar se dibujó inequívocamente en él.

- ¿Maldición, dice? Eso no es más que un mito. No creerá en ellos, ¿o si?- cuestionó con
  un aire burlón.
- Yo… he oído ciertos rumores, antes existía la noche y el día, ¿no es cierto?
- ¿Ah si? ¿Y dónde ha escuchado tales rumores, señor?

Se mordió la lengua, comprendiendo su error.
A quien mencionara a continuación, no le esperaba más que un severo castigo.

- ¿Señor?
- No lo recuerdo.
- No lo recuerda, eso es muy conveniente, majestad.

Su maestro era parte de los que callaban. Pero eso no le sorprendía en realidad.

Su profesor enrolló el pergamino que había desplegado durante su clase y se puso de pie.

- Las mentiras se nutren de la fantasía, joven príncipe, no lo olvide.
  Por el momento creo que es mejor concluir, ya haremos las preguntas mañana al inicio
  de la clase.
Y dicho esto se dio la media vuelta, yéndose.


- Ellebrian y Luthien- dijo Ailén poniéndose de pie.

Eso detuvo a Erak, quien se giró sorprendido. Sus gafas resbalaban nuevamente.

- ¿Qué ha dicho, señor?
- ¿Quiénes son ellos? ¿Forman parte de la historia?

Un segundo de duda.
El corazón de Ailén comenzaba a agitarse.

¿Qué era esa incertidumbre en Erak? Nunca antes lo había visto titubear y tuvo la impresión de haber dado en el blanco de aquel secreto.

Ailén sintió la emoción recorrerle el cuerpo.

- Si forman parte de ella, lo desconozco. Debo volver a preguntar, ¿dónde ha oído tales
  nombres?

- ¿Nunca los habías escuchado, Erak?- volvió a preguntar, sin contestar su pregunta.

No solía ser tan directo, pero esta vez el impulso lo había vencido por completo.

La respuesta a la eterna obcuridad estaba tras aquellos labios siempre sellados.

El disgusto marcaba los rasgos de su profesor.

- Esos nombres no significan nada.

Las voces a lo lejos de pronto volvieron a escucharse y esta vez lograron distraerlo.

Ailén caminó, como presa de un conjuro lejos de su tutor, quien aprovechó el instante para alejarse por aquel campo nocturno.

La curiosidad lo había picado, las voces se oían a lo lejos.
Ailén se adentró a la parte más densa de los jardines, aquel lugar dónde las ramas peladas de los árboles daban un aire macabro al escenario, los ojos turquesas del joven brillaron un momento como los de un gato, mirando en la obscuridad.

Ahí estaban. Era el rey Daeron, con el perenne aire sombrío cubriendo su semblante, su rostro cenizo, lleno de dureza, y su armadura filosa y atemorizante.

Llevaba su cabello echado hacia atrás espeso como una melena y lleno de canas y avanzaba con sus botas de picos aplastando el pasto por el que caminaba.

A su lado lo alcanzaba un elfo viejo de cabellos trenzados y en cuyo rostro habitaba la preocupación y algo que supo, una reprimida desesperanza. Éste último parecía explicarle algo a su majestad, con gestos tranquilos y una voz ronca.
El duende sintió el impulso de acercarse, pero sabía que su presencia no sería bienvenida.

Así que los miró a la distancia, oculto entre las gruesas ramas, intentando adivinar qué asunto traería a un desconocido a un lugar tan inaccesible como ése.
Uggi regresaba a él, emitiendo chillidos alegres, obviamente no había ido muy lejos y estaba esperando la oportunidad para ser consentido, el joven en cuanto lo tuvo cerca lo alzó, respiraba algo agitado.

Aquel ruido logró que la mirada del viejo se posó en ellos.
Su inicial interés pareció lentamente cambiar a un desconcierto que Ailén no supo interpretar. Fue tal la intensidad de aquella mirada haze, que el rey giró para verlo también.

Ailén sintió una punzada. Algo en esos ojos había hecho saltar a su corazón.

El anciano de pronto caminaba hacia él.
Tenía la certeza de que eso le traería problemas.
Debía irse.

Sintió el enojo del Daeron sobre él, y supo que su comportamiento de las últimas semanas llegaría más pronto de lo que imaginaba a su oído.

Y eso tendría repercusiones sobre su hermana Attanis.
Ailén retrocedió, buscando una ruta para escapar, pero…

- ¿Es usted el príncipe? Permítame presentarme, mi nombre es…
- Esto es innecesario- interrumpió el rey de pronto, cruzando entre ellos su brazo
  adornado con una manga llena de gemas- Ailén no es alguien con quien deba perder el
  tiempo, él es hermano de la Reina Attanis, pero le aseguro que no encontrará en él las
  respuestas que busca, viejo.

- Pero mi señor- su voz sonaba casi urgente, el príncipe no supo que más hacer.

Jamás antes un desconocido le había hablado directamente.

- Aún así, es un placer conocerlo- respondió el viejo finalmente mirando un instante a  
  Uggi con una extraña satisfacción al tiempo que hacía una profunda reverencia.

Acto seguido, tomó las manos del joven entre las suyas en un saludo mucho más íntimo que sabía casi impropio.

- Difícilmente es un príncipe- susurró Daeron entre dientes dando un brusco manotazo
  que rompiera aquel contacto- creo que es hora que lo conduzca a la salida.

Ailén miró al rey lleno de preguntas, pero el esposo de su hermana parecía ser una estatua dura e impenetrable que llevaba incordiosamente al visitante lejos de ahí.

Sentía como su pecho punzaba alterado mientras sus manos apretaban el objeto que aquel elfo había colocado en sus manos furtivamente.

¿Qué era ese objeto? ¿De verdad estaba destinado a él?

 

 

 

 

Celebrar un aniversario era algo que no pensaba hacer este año.

No es que en realidad creyera en el luto, pero había algo de cierto en éste; las ganas de festejar, de sentir dicha por la vida, habían desaparecido.

Hasta hace dos meses la policía seguía investigando el accidente del cuál él era el único culpable, dado que era el único sobreviviente.

No es que Karin le hubiera pedido salir a cenar esa noche, pero con la suavidad de las mujeres le había preparado ella misma una cena en el departamento.

“Algo sencillo”

Ewan caminaba por la calle apenas iluminada por la mustia luz de los faroles, su cabello negro brillaba en un tono azulado mientras caminaba con su portafolio de cuero bajo el brazo.

Pese a que hacía buen clima le dolía la pierna izquierda… apenas habían transcurrido menos 150 días desde que su tibia se había quedado en pedazos.

Ocasionalmente los coches pasaban a su lado, deslumbrándolo molestamente con sus faros, Ewan cerraba los ojos no por la luz, sino por no evocar el recuerdo que lo invadía.

Después de aquella maldita noche no volvería a manejar un vehículo en su vida.

Pronto estuvo frente a su edificio.

Veía la lámpara de la sala prendida en el cuarto piso, seguramente ella estaba dentro encendiendo velas o poniendo música, luciendo hermosa.

Supo que debería sentir dicha, pero no la sentía.
Aquel, por mas ideal que se mostrara,  no era su hogar. A su hogar lo había destruido.

Sus padres estaban muertos y la oportunidad de cambiar eso… no existía.

Karin había insistido que se mudaran juntos, pues le preocupaba la soledad de Ewan.

Y él entendía el gesto e incluso había accedido, pero la realidad es que deseaba estar solo. No era simplemente un deseo, le sabía a su destino.

Pero se culpaba, se culpaba a sí mismo por aquel accidente, merecía la reclusión en su propia casa… y todo aquel dolor que había hecho nido en su alma.


 

 

 

Continuará...


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