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THE PIANO'S MELODY ON THE BASEBALL PITCH. por Yoru Morino

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Notas del capitulo: Segundo capítulo. Tenía muchísimas ganas de poner este fic, gracias a los que lo leen, de veras.

CAPÍTULO 2: ACCIDENT.

   

Y allí estaban los dos, sentado el uno delante del otro, uno de ellos comía su cena alegremente, el moreno, mientras que el otro miraba su plato receloso y en silencio sin probar bocado.

-¿Hum? ¿Por qué no comes? Se te va a enfriar.-le comentó alegre el japonés. Gokudera puso su cara de mega cabreo y le chilló.

-¡¡Pues porqué sigo preguntándome que cojones haces en mi casa usando mi cocina y luego sentándote tan fresco a comer aquí!!

-Ja,ja,ja va hombre, no te quejes tanto, y comete la sopa de miso que fría no está buena.-dijo simplemente el otro.

-Dios no se por qué aún no le he volado la cabeza con dinamita.-pensó el italiano. Es verdad, ¿Porqué no lo había echo? Y mira que podía hacerlo en cualquier momento pero sin embargo…había algo que lo había hecho desistir en el empeño.

Simplemente…el tener a alguien en su casa que le preparase la comida lo había echo sentir nostálgico, quizás.

-Bah, estoy cansado, te volaría la cabeza ahora mismo pero no tengo ni ganas.-comentó con un deje de malicia.

-Bien.-sonrió el otro.-Acábate tu sopa.

-¡No me des órdenes! Descarado encima que te dejo entrar en mi casa, baka.-gruñó al tiempo que se metía una cucharada en la boca.

Había que admitir…que la sopa estaba buena, al menos ese imbécil sabía hacer algo bien.

Y así los dos comieron en silencio, hasta que acabaron y recogieron los platos.

-Tienes una casa grande para vivir solo.-comentó Yamamoto de nuevo con esa sonrisa confidente que en ocasiones cubría su rostro.

-Psé. No te importa.-respondió el otro, simplemente.

   

-Bueno, me marcho.-se despidió en la puerta Yamamoto, tras haber cenado.

-Lárgate y no vuelvas.-el otro le cerró la puerta en la cara.

-Hasta mañana.-susurró Yamamoto desde el otro lado de la puerta y después se marchó.

Gokudera suspiró, aliviado, al fin se iba ese tipo…Aunque…por una extraña razón, y aunque pareciera extraño, no sentía rabia realmente, al contrario…estaba como más calmado, como si la tranquilidad pasota de ese chico se le hubiera contagiado aunque solo fuera un poco. Aunque bien pronto desechó esa idea.

-¿Cuánto tiempo hacía que no cenaba con alguien? ¿Qué alguien preparaba una cena solo para mí?-su pregunta lanzada al aire quedó sin respuesta, ya ni lo recordaba…

No lo recordaba…

  

Por otro lado, el moreno llegó a casa, con un extraño sentimiento dándole vueltas en el estómago.

-Vaya hijo, si que llegas tarde hoy.-le dijo su padre al verlo cruzar el umbral de la puerta.

-Ah si, es que he cenado en casa de un amigo, ese chico que a veces pasa por aquí, Gokudera.-se excusó el moreno.

-Entiendo.-sonrió el padre.

  

Y en la oscuridad de su habitación, sin dormir casi, como todas las noches, solo logró mecerlo hasta el mundo de los sueños la pieza de piano favorita de su madre, que sonaba en su mp3.

  

Al día siguiente amaneció soleado, como era de costumbre en los veranos de Namimori. Como las clases habían finalizado, hoy, tocaba ir a animar a Yamamoto en su partido de béisbol.

Todos estaban en las gradas vitoreando a Namimori, incluso Gokudera se hallaba allí, pero no era por otra razón que estar al lado de Judaime y protegerlo por si alguna pelota descarriada amenazaba con darle a su amadísimo capo de la mafia.

-¡Ánimo Yamamoto!-gritaban sus amigos, estaban todos: Haru, Kyoko y su hermano, Tsuna, Reborn, Lambo, I-Pin, el padre de Yamamoto e incluso la madre de Tsuna.

 

Todos parecían eufóricos, exceptuando Gokudera, que aún se preguntaba que diantre hacía allí…Si, claro, seguir a Judaime hasta en casos como esos, en los que le importaba un pepino lo que pasara en el terreno de juego.

 

En fin, tarde o temprano aquel juego tedioso que consistía en golpear una pelota con un pedazo de hierro llamado bate acabaría  y al fin podría largarse a casa. Pero entonces sucedió algo que nadie esperaba. Una de las pelotas que había golpeado el equipo contrario le dio en la cara.

En menos de un nanosegundo todo el campo de juego volaba por los aires dinamitado por el italiano. Todo fue un maldito caos, y en medio del polvo y las huidas despavoridas de la gente Gokudera se limpiaba la sangre del labio, pues la pelotita de los cojones le había impactado de lleno en toda la boca.

-¡Gokudera-kun!-lo llamó una voz muy conocida para el.

-¡Judaime! ¿Está usted bien?-empezó a preguntar pero cuando la niebla que había entre ambos por culpa de la explosión empezó a disiparse Gokudera contempló que la cara de Tsuna no era precisamente la se siempre.

-Gokudera-kun…¿Porqué has hecho eso? Ahora tendrán que cancelar el partido con la ilusión que les hacía a todos jugarlo.-Tsuna estaba  serio y su voz tenía un tinte de decepción.

A Gokudera se le heló la sangre.

-Perdón…Judaime…pero es que…esa pelota me dio en la cabeza y…-se disculpó el otro torpemente.

-Esa no es razón.-dijo con tristeza Tsuna.-Por una vez podrías haber pensado en la ilusión que les hacía al resto el partido, me has decepcionado, siempre piensas solo en ti Gokudera-kun, eso es muy triste.-finalizó Tsuna bajando la cabeza.

Al ver la expresión de decepción en el rostro de la única persona a la que le había abierto su corazón en mucho tiempo, no pudo hacer otra cosa que disculparse de nuevo torpemente y irse de allí corriendo, apartando su deshonrosa cara de delante de su jefe; en momentos como ese, deseaba desaparecer. Yamamoto vio como Gokudera emprendía la huida y Tsuna lo contemplaba triste.

-¿Qué ha pasado Tsuna?-preguntó el moreno un tanto preocupado.

-Yamamoto…Creo que me he pasado un poco con la reprimenda…

Yamamoto puso su mano en el hombro de Tsuna.

-Tranquilo, ya me encargo yo de traerlo de vuelta.-dijo simplemente el otro al tiempo que emprendía la carrera para alcanzar al italiano.

  

Gokudera subió las escaleras todo lo rápido que le permitieron sus piernas, y casi sin aliento llegó hasta la azotea.

Le dolía la garganta de tanto correr y tenía el sentía una fuerte opresión en el corazón cada vez que recordaba las palabras de Tsuna.

Se sentía tan estúpido…había defraudado con su inmadurez a Judaime…y por culpa de eso se había enfadado con él.

 

Y todo por el béisbol…el condenado béisbol…

 

-Uff…menos mal, te he alcanzado.-dijo una voz a sus espaldas, la voz de la persona que menos ganas tenía de ver en ese momento.

Gokudera se giró violentamente para encarar a ese maldito desgraciado.

-Todo es por tu culpa…¡¡Por culpa de tu apestoso béisbol, por culpa de ese estúpido juego ahora Judaime no quiere verme ni la cara!!-le gritó fuera de sí.

Pero Yamamoto lejos de verse afectado por ello proyectó en su rostro la mejor expresión neutralidad que tenía y se fue aproximando poco a poco a Hayato.

-¡¡No te me acerques desgraciado!! ¡¡Dichoso loco del béisbol, gilipollas!!-le lanzó cartuchos de dinamita, que el otro esquivó, lo azotó lo que pudo, pero sin saber como se vio arrinconado contra las redes que delimitaban la azotea.

-Tienes sangre en el labio.-observó Yamamoto antes de acercársele peligrosamente al rostro y pasar su mano por su boca para retirar la sangre.-Será mejor que vallamos a la enfermería.-le propuso el otro calmado.

Fue como si un cubo de agua fría cayese encima del italiano, la rabia desapareció y dio lugar a una extraña palpitación dentro suyo, estaba temblando y dejándose llevar a la enfermería por aquel gilipollas que hacía tan solo unos minutos había estado a punto de matar.

Ni el mismo entendía que le había pasado…Quizá era…por que desde hacía unos días había estado recordando su pasado y por ello estaba más susceptible a todo. Que mas daba, ahora, el solo quería que Judaime lo perdonase…

Al llegar a la enfermería, Hayato se encontró que allí lo esperaba Tsuna.

-¡Judaime!-exclamó avergonzado, pero para sorpresa suya Tsuna en vez de dirigirle palabras de desprecio como el tanto se temía le dijo:

-¡Gokudera-kun perdóname! Se que me he pasado con la represalia, no sabía que te lo tomarías a mal, es solo que me apenó lo del béisbol…espero que la próxima vez no pase nada que te haga enfadar.

Hayato se quedó sin palabras, estaba fuertemente conmovido por la reacción de su Judaime, que lo perdonaba pese a todo.

-Muchas gracias Jyudaime, perdóneme a mí, no volveré a perder los estribos, se lo juro.-se disculpó con una reverencia.

Yamamoto sonrió, a sus espaldas.

   

-¿Otra vez siguiéndome?-inquirió con cierta disconformidad el italiano.-Ya hemos dejado a Judaime en su casa, lárgate a la tuya baka.

Yamamoto frunció el ceño y le respondió lentamente:

-¿Qué te ha pasado hoy?

Esta pregunta y el tono serio con el cual el friki del béisbol la pronunció tomó por sorpresa al italiano.

-¿Y eso…qué coño te importa? No es de tu incumbencia. –le respondió con tono de fastidio.

-Siempre eludes las preguntas de la misma manera y eso no deja las cosas claras.-comentó de nuevo serio el moreno.

- Si no me da la gana de responderte no lo hago y punto, estoy harto de que preguntes estupideces cuando no viene al caso.-le aclaró el otro con aire cansino.

-Somos compañeros, es normal que los compañeros se preocupen los unos de los otros, me importa lo que te suceda.-declaró con convicción Yamamoto.

A esto, Gokudera reaccionó emitiendo una carcajada de sorna.

-¿Compañeros? ¡Yo no soy tu compañero! ¡Y ni muerto lo seria! – se le aproximó y lo agarró del cuello de la camisa.- ¡¡Así que deja de joderme de una puñetera vez!!

Después lo soltó y se dirigió a la puerta de su casa, bufando de exasperación. ¿Qué coño se pensaba ese? Si apenas se conocían, estaba loco si afirmaba que eran “compañeros”.

 

Yamamoto, por primera vez en muchísimo, pero muchísimo tiempo sintió rabia.

Se aproximó a paso marcial hasta donde estaba Gokudera, que ignorando su presencia se disponía a entrar en su casa, ya estaba poniendo un pie dentro de su hogar cuando…

-Estás solo.-Yamamoto se había abalanzado contra él tan rápido que no le había dado tiempo de reaccionar, cayendo ambos al suelo y quedando el moreno sobre el italiano. A este último se le había cortado la respiración.

-Solo…-inconscientemente había repetido en un susurro la acusación del japonés.

El moreno lo había inmovilizado agarrándole ambos brazos contra el frío suelo.

-Si, solo. Tú nunca abres el corazón al resto, solo a Tsuna, todo absolutamente todo lo que haces es para llamar su atención, la atención del único en el que confías. Pero, sabes?  Con eso solo le darás problemas, no sabes hacer nada por ti, el no puede estar siempre a tu lado, en realidad estás solo.-cada palabra que pronunciaba Yamamoto, en la penumbra de aquel recibidor, se iba alojando en el cerebro de Gokudera e inutilizándolo…

Cada una de sus palabras abrieron una brecha en su alma, calándolo hondo.

Tenía…razón.

Su cara estaba teñida de tristeza y al verlo, Yamamoto lo liberó un tanto asustado por su reacción y por la suya propia también…¿Por qué le había dicho todo eso?

Gokudera simplemente se quedó allí, estático.

-Yo…yo…-musitó.

Ahí si que Yamamoto temió haberse pasado cinco pueblos con lo que acababa de decirle, no podía negar que su espontáneo enfado había influenciado en ello.

Entonces al ver la mirada cargada de preocupación de Yamamoto sobre él, al fin, Gokudera reaccionó, metiéndole un puñetazo en su estúpida cara con todas sus fuerzas.

El otro sin siquiera apartar el rostro ni girarlo recibió el puñetazo de lleno y le dijo con una sonrisa confiada:

-¿Ya estás más tranquilo?

Gokudera nuevamente se sintió estúpido.

-Gilipollas.¿Y tu qué sabes? – le escupió furioso. Se sentía estúpido, dolido…pero…

Bajó el rostro, era cierto, todo lo que decía aquel friki del béisbol era cierto, el, exceptuando a Judaime, el único que lo había aceptado tal como era y lo había acogido, estaba solo en aquel país, y no había querido abrirle el corazón a nadie más, por miedo a ser rechazado, como siempre, porque, nunca en toda su vida lo habían aceptado del todo en ninguna parte. Nunca había tenido compañeros. Nunca.

-Vete de aquí, Lárgate.-le ordenó al japonés. Le dolía la garganta…

-No.-se negó rotundamente el otro.

-¿Qué?- ese imbécil se le negaba, aquello si que era inadmisible.

-No me iré hasta que me cuentes que te pasa, si lo haces te sentirás mejor.-convino el otro sin dejar de mirarlo a los ojos.

Gokudera ya no podía más. Solo quería chillar y cargárselo todo a dinamitazos, estaba rabioso con todo, consigo mismo con su alrededor, con ese imbécil que decía justo lo que no quería ni oír ni admitir…

-Vete…-se mordió el labio para reprimir las lágrimas de furia que estaban a punto de salirle de los ojos, temblaba con los puños fuertemente apretados, intentando reprimirse el llanto. No lloraría, ni que fuera de rabia, delante de ese cateto, eso jamás.

 

Y de repente, como si de un sueño se tratase, dos brazos lo retuvieron, abrazándolo fuertemente. Yamamoto lo estaba abrazando.

-Llora si quieres.-le dijo el moreno.

El italiano agrandó los ojos, y tras unos segundos de shock por aquella acción imprevista intentó deshacerse del abrazo del otro.

-¡¡Suéltame loco!! ¡¡Maldita sea, suéltame!!-pero todas sus peticiones y forcejeos fueron ignorados, es más, el otro lo estrechó aún más entre sus brazos.-¡¡Suéltame joder!! ¡¡Capullo!! ¡¡Déjame!!-le continuó gritando, hasta que, cansado ya, se rindió al llanto, desesperado por la situación, rabioso…

Primero dos lágrimas cayeron por sus mejillas, y el dolor en su garganta de agudizó, después de eso apoyó su cabeza en el hombro de Yamamoto, mandándolo todo a la mierda. ¿Qué más daba si ese gilipollas lo veía llorar? ¿Qué más daba ya? Solo quería desahogarse ya no importaba nada.

-Ah…joder…ugh…sniff-sollozaba Hayato mientras las lágrimas que durante tanto había estado reprimiendo resbalaban libres ya, por su rostro.

 

El otro, simplemente lo dejó llorar, sin pronunciar palabra. No podía entender la soledad de aquel chico, puesto que él nunca había estado solo del todo, pero se podía imaginar lo muy duro que podía llegar a ser eso…muy duro…

 

Hay veces en las que más vale llorar a tiempo para luego sanar y seguir adelante.

  

Estuvieron así durante mucho tiempo, quizá incluso más de una hora o dos. Hasta que Gokudera totalmente agotado de tanto llorar se quedó dormido.

Yamamoto, el ver que el otro ya no emitía más sollozos y estaba inerte lo agarró en brazos y lo transportó hasta el piso de arriba, en el cual estaban las habitaciones. No le costó mucho identificar cual era la suya, pues la puerta estaba abierta y la luz encendida.

 

Una vez allí, lo depositó sobre su cama que estaba sin hacer y lo tapó con las sábanas que cubrían esta. Apagó la luz, no sin antes echar un último vistazo a Gokudera, cuya expresión era ahora una muy pacifica, le había venido bien llorar, parecía calmado del todo, en sus sueños.

 

Al verlo así, Yamamoto sonrió, ya no parecía el chico impulsivo y violento que solía ser, solo un niño crecido durmiendo, ajeno al terrible mundo de realidad que lo azotaría con toda su crueldad al despertarse.

 

El moreno cerró la puerta y se fue a su casa…mañana sería otro día.

 

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