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Fragmentos del corazón por PrincessofDark

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Notas del capitulo: ¡Hola! Muchas gracias a todos por leer y acompañar esta historia. Les cuento que me costó decidirme por la mano siniestra... jajaja, espero que cumpla sus expectativas el personaje que elegí para que lo sea.

Dedicado a todos aquellos que leen y a los que se toman un momentito más para dejar sus comentarios. ¡Saludos!
Las semanas pasaron raudas y veloces, inexorables como es el devenir del tiempo e ineludibles. Un par de semanas pasaron los caballeros de Atena en el Inframundo, con Hades enseñándole gran parte de Giudecca y del Inframundo para que pudieran moverse con total soltura. El único lugar por donde no estuvieron fue la Sala de Armas cuya existencia seguía siendo conocida sólo por Shun y Hades.

Fueron semanas de ciertas sorpresas para algunos de los atenienses, que con los ojos abiertos vieron pasar a Saori escoltada por Minos tantas veces que terminaron por acostumbrarse y a aceptar que pese a las apuestas, no era Seiya el dueño del corazón de la diosa. Y los atenienses veían a Seiya con cierta compasión que el Pegaso no notó o no le dio importancia alguna.

El joven caballero de Pegaso no parecía afectado por la relación de Saori, cosa que causaba aún más extrañeza.

La respuesta del porqué de la actitud del Pegaso era conocida por una sola persona, que no era otro que Shun.

El príncipe del averno, después de aquella ocasión en que había encontrado a Saori con Minos en los Elíseos y se lo había comentado a su consorte había ido corriendo a hablar con Seiya.

Shun, caminando y vigilando el Inframundo siguió recordando lo que había sucedido. Sus pies lo habían llevado a la habitación de Seiya y había golpeado para luego entrar sin avisar, encontrando lo que había supuesto y le daba felicidad. Seiya y Shiryu besándose largamente, con toda la tranquilidad del mundo. Aunque se separaron al instante al verlo entrar y lo contemplaron un poco apenado.

-Lo siento – Shun sonrió – pero como traigo noticias pensé que era importante venir pronto.

-¿Qué sucede? – preguntó Shiryu al instante.

-Nada malo. Es sólo que hace un rato vi a Saori con Minos en los Elíseos.

-¿Saori y Minos? – preguntó un atónito Seiya.

-Sí. Y parecían bastante… acaramelados.

-¿En serio? – los ojos del Pegaso brillaron al mirar a Shiryu.

-Sí. Me pareció que tenían que enterarse. Digo… por lo que pasa entre ustedes.

Shiryu asintió.

-Gracias, Shun. Sería una buena noticia que Saori pusiera sus ojos en Minos. Sabes que no le hemos dicho nada de nuestra relación por temor a herirla. Siempre pensamos… que ella estaba muy interesada en Seiya – agregó el Dragón.

-Por eso quise comunicárselos enseguida, para que pudieran hablar entre ustedes y quizás con ella misma para preguntarle.

Seiya negó suavemente.

-Pienso que es mejor esperar a que ella nos lo diga. Si nosotros vamos y le decimos “mira Saori, Shiryu y yo estamos viéndonos a escondidas desde hace años” y ella me confiesa que me ama o algo así. ¿Qué hacemos?

Shun estuvo de acuerdo con las últimas palabras de Seiya y les aconsejó esperar a ver lo que decía Saori antes de hablarle acerca de ellos. Shun era el único que sabía que el Dragón y el Pegaso tenían una relación desde mucho antes que él escapara de la casa Kido. Habían sido ambos su apoyo cuando descubrió sus sentimientos por Hyoga y eran los que le habían animado a hablarlo después de tantas idas y vueltas.

-¿En qué tanto piensas? – preguntó Hades acercándose a su distraído consorte para robarle un beso en el cuello al tiempo que lo abrazaba por la espalda.

-En Seiya… - Shun lo comentó en voz alta y el mayor puso un gesto de sorpresa y porque no decirlo de celos.

-¿Y por qué piensas en el Pegaso?

Shun rompió a reír con ganas antes de burlarse un poco de los celos de su consorte.

-¿Celoso? Deberías, porque Seiya me dijo que estaba muy guapo… - Shun sintió la descarga helada del mayor a sus espaldas, señal de que estaba furioso - ¡Era broma! Es que recordaba cuando le dije a Seiya que había visto a Saori con Minos.

-Sí, aún no comprendo muy bien porque lo hiciste – Hades seguía con un poco de celos que se transmitían en su voz.

-Es que Seiya y Shiryu tienen… algo… - Shun sonrió cuando notó que la noticia había dejado sorprendido a su dios del averno.

-¿Cómo?

-Seiya y Shiryu están juntos desde hace mucho, incluso antes que yo viniera aquí. No habían dicho nada por temor de herir a Saori. Lo que ahora están esperando es que ella comunique que sale con Minos para también mostrarse en público.

-¡Vaya! Nunca me hubiera imaginado eso – la voz de Hades era sorprendida mientras se permitía robar otro beso de su consorte - ¿por qué no me lo habías dicho antes?

-Porque les prometí no decirlo. Y si lo hice ahora es porque después de mi bromita ibas a terminar matándolo sólo por las dudas. ¡Pero no lo cuentes!

-Soy una tumba – murmuró el mayor – y Shun…

-¿Sí?

-No me hagas otra bromita como esa – Hades lo atrapó más contra sí y los besos en el cuello del menor se fueron haciendo cada vez más posesivos – o me las pagarás.

La tercera persona que contemplaba el desarrollo de la escena sin ser notada por las otras dos desapareció hecha una furia para ingresar en un oscuro lugar, en donde se dejó caer en un bastante limpio sofá de terciopelo negro. Un par de velas eran la única iluminación del lugar, aunque eso no parecía importarle a nadie, la penumbra era tétrica y penetrante.

-Así que es ese joven – la figura habló al aire, a la nada, transmitiendo sus pensamientos en voz alta - ¿cuánto tiempo lleva ocupando mí lugar, Hades? Es… hermoso… - Perséfone recordó los bellísimos ojos verdes, la tez pálida, la sonrisa dulce y el andar gracioso de Shun poniendo un gesto de sumo odio en su cara – Disfrutaré mucho cortando ese bello rostro frente a tus ojos, te lo aseguro.

Perséfone había tardado en poder romper el sello de la caverna en donde estaba pero no por nada era una diosa y lo había logrado para poder recorrer el averno desde las sombras. Todavía no la había descubierto ningún espectro y mentalmente esperaba que siguiera siendo así.

-Siento cosmos levantarse en otras partes… tan malignos como yo – volvió a comentar – muy pronto… muy pronto comenzará todo.
* * *

El primer cosmos que despertó después de Perséfone lo hizo en la antigua región del Lacio, donde en las ruinas perdidas de un templo primitivo etrusco se levantó un hombre. Su gesto adusto y frío, la pose guerrera y combativa, la armadura típica de la antigüedad y los cabellos negros como la más profunda noche revelaron al segundo enemigo.

-Bien, creo que el momento de la venganza está llegando.

Cronos contempló el lugar, recordando cuando ese templo estaba en su esplendor, hacia tantos miles de años. …l como dios del tiempo, había sido expulsado por uno de sus hijos, el actual rey del Olimpo y sus pasos lo habían conducido a la Italia más antigua, cuando los etruscos, los latinos, los sabinos y los griegos de la Magna Grecia poblaban ese territorio. Le había sido muy fácil convencerlos de adorarlo, enseñándoles unas cuantas cosas útiles y guardándose su innata maldad en el interior de su alma.

La entrega por parte de Zeus del control de la tierra a Atena lo había levantado en guerra, pero había perdido y tanto él como sus aliados habían sido condenados al sueño eterno hasta que se cumplieran los vaticinios de los dioses. Se preguntó que habría sido de ellos, de los otros que lo habían acompañado y rastreando sus cosmos supo que se estaban levantando casi al mismo tiempo que él.
* * *

En el monte Etna los pobladores contemplaban con horror como el otrora dormido volcán comenzaba a lanzar chispas y a resonar, lanzando nubes de polvo caliente y creando una neblina gris y densa que hacía pesar el aire. El alerta cundió, haciendo temer en cualquier momento una erupción que destruiría los pueblos y las aldeas.

En el interior del volcán, se notaba el trabajo constante de alguien que también había despertado. Corazas, armaduras, escudos, espadas se veían desparramadas por doquier en el taller de Hefestos. El dios de la fragua, trabajaba arduamente en compañía de sus recién despertados cíclopes pensando en el futuro combate. Su fealdad era conocida desde la antigüedad, pero el contemplarlo de frente hacía saber que cualquier descripción no preparaba a alguien a enfrentarlo: tuerto, cojo y prácticamente deforme causaba terror a quien lo veía. Sin embargo, todos lo respetaban, pues su arte, el de la fragua, permitía crear armas tan poderosas que era casi imposible destruirlas.

-¡Trabajen más rápido! – su voz era ronca pero sonora y generaba en los cíclopes miedo y respeto por lo que redoblaron sus esfuerzos para complacerlo.
* * *

Los dos muchachos sonreían con tanta malignidad que el contemplarlos generaba miedo. El primero con el cabello pelirrojo, alto, delgado y musculoso y rutilantes ojos rojos llevaba una túnica rojo sangre y un cinto negro y dorado. Unas sandalias negras completaban su atuendo dándole el aire de ser una figura antigua.

El segundo tenía cabellos azules como la noche, lacios y sobrepasando los hombros, era más bajo que el primero aunque por unos centímetros, era delgado y musculoso y sus ojos eran dos brillantes zafiros con un tinte de acero. Llevaba una túnica azul noche, con un cinto negro y plateado y sandalias negras.

Eran hermanos aunque físicamente no se parecieran, por sus venas corría la misma sangre divina y ancestral. El mayor era Deimos, la representación del terror y el más joven, Fobos, símbolo del pánico. Ambos hijos de Ares y Afrodita, venían a vengar a su padre y su propia derrota de siglos atrás, cuando jóvenes habían acompañado a Cronos junto a Hefestos para intentar conquistar la tierra, intento terminado con estrépito.

Comenzaron a caminar, juntos, dejando el templo cretense del cual habían surgido para encaminarse al pueblo más cercano.
* * *

La muchacha era a simple vista muy hermosa, cabellos rubios como el trigo, tez pálida y ojos claros enmarcados en graciosas cejas. Labios sonrosados y nariz respingona la convertían en una belleza junto a su altura y su esbeltez.

La túnica blanca que llevaba era sencilla al igual que sus sandalias al tono, el único detalle de lujo era el collar que pendía de su cuello con extraños signos.

Pero si uno se acercaba, podía leer en esos ojos la maldad del alma, el frío del espíritu y el paciente horror escondido. La muchacha sacudió sus cabellos y sonrió mientras avanzaba, Ate era su nombre y era la diosa de la fatalidad y de la insensatez. Hacía que los hombres cometieran locuras inimaginables estando en su sano juicio y su odio al rey de los dioses se remontaba no sólo a su alianza con Cronos sino a su expulsión del Olimpo. Al ser expulsada había buscado a Cronos y los dos se habían encargado de reunir a los demás dioses para enfrentar a Zeus.

Al ser vencida, fue encerrada muy lejos de Cronos, en un templo corintio de la Tebas griega. Sin embargo, su cosmos rastró de inmediato al de Cronos y se dirigió hacia él.
* * *

Shun estaba preocupado y su rostro lo demostraba. Estaba en su dormitorio, mientras Hades se encontraba en el Santuario de Atena. El eclipse sería al día siguiente y la mitad de los espectros del Inframundo se habían ido al Santuario, mientras él se quedaba junto al resto en Giudecca.

Isis y Alex dormían ajenos a todo, él los había llevado a los Elíseos durante la tarde intentando no pensar en el mañana. Habían pasado muy bien, faltando sólo la presencia de Hades para hacerla perfecta.

Claro que Shun no notó la mirada de odio proveniente de una mujer de cabellos negros y vestido también negro.

Perséfone había contemplado los gateos de los dos niños por los Elíseos con odio, sin embargo, no era tan tonta como para acercarse de improviso y sin estar preparada para enfrentar al que supuso un fuerte contrincante. La diosa debió reconocer que eran unos niños muy bellos y felices, siempre riendo y balbuceando.

-No tienen tu carácter – murmuró la mujer mucho tiempo después – sin embargo, son los herederos que no tuviste conmigo. ¡Estúpido!

Pero Shun no sabía nada de eso y miraba a través de la ventana con aire ausente.

-Shun – la voz proveniente a sus espaldas lo sobresaltó y lo hizo voltear al instante.

-¡Hades! – Shun estaba sorprendido de verlo allí.

-Pasaré la noche aquí – murmuró el mayor besándolo – mi lugar es contigo y con mis hijos esta noche. Al amanecer me iré al Santuario, todo está bajo control.

Shun esbozó una sonrisa, agradeciendo la presencia del mayor allí con él, para darle fuerza y finalmente levantó su rostro para besarlo él.

-Gracias. Me hacías falta – confesó abiertamente, arrancando una sonrisa en el mayor.

-Nada pasará… te lo aseguro. Por más fuerte que sea el enemigo, nada pasará. Nosotros venceremos y regresaré aquí pronto.

Shun asintió, confiando ciegamente en las palabras del mayor que suavemente lo fue llevando hacia el lecho entre besos y caricias cada vez más apasionadas y ansiosas.
* * *

El eclipse llegó al mediodía, cubriendo toda la tierra de punta a punta y volviéndola oscuridad. En el Santuario, Hades, Atena y Poseidón aguardaban expectantes, acompañados de sus ejércitos ya preparados para combatir. Y cuando el eclipse llegó a su cenit los dioses de la muerte, la tierra y el mar sintieron el temblor que sacudió las vastas regiones del globo terrestre. Después del temblor, una luz roja como un destello apareció y desapareció en el horizonte y se sintió el despertar de un cosmos poderoso como pocos recordaban.

Ese cosmos emergía de una mujer, que abrió sus ojos con pesadez antes de levantarse. Sus cabellos azules eran casi negros y sus ojos dos ónices oscuros. Acomodó su ancestral vestimenta azul y negra y sonrió al verse rodeada de aquellos que ella misma había ido despertando. Sólo faltaba Perséfone, quien no podía abandonar el inframundo, porque ella misma se lo había estado impidiendo. La antigua reina del inframundo, debía quedar oculta como un as bajo la manga hasta que fuera necesaria.

-Cronos… Deimos… Fobos… Ate… Hefestos – los nombró uno por uno y todos la reverenciaron al momento – la guerra ha comenzado, mis amigos.

En el Santuario, Atena, Hades y Poseidón notaron el cosmos nuevo y también como simultáneamente otros cosmos se revelaban a su presencia. Sin embargo, era el primero al que querían identificar y fue el dios del Inframundo el que lo reconoció y lo reveló.

-Némesis – su voz se elevó al viento y los otros dos dioses lo miraron con la tensión reflejada en sus rostros.

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