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Pastel de calabaza por saylor_mero

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Notas del capitulo:

Aquí estoy de nuevoo ^^

De verdad, gracias a todas las personas que me dejáis review, me animáis a seguir T_T

Siento no poder contestar aunque me encantaría, pero apenas tengo tiempo para escribir, menos para contestar TT_TT

Bueno, este capi me gusta especialmente ^^ La histori atoma un buen rumbo ;)

Sin más, a leer! ^^

 

-¿Malfoy? ¡¿Malfoy, estás listo?!

 

Plantado en el recibidor, con la bufanda puesta y con un inquieto Teddy de la mano, Harry empezaba a perder la paciencia. Hacía algo más de media hora que el rubio había subido las escaleras hacia su cuarto, anunciando que estaría listo para salir enseguida, pero algo parecía retenerlo arriba, provocando que Harry empezase a preguntarse si realmente había subido a arreglarse o se estaba echando una siesta.

 

-¡Un segundo!

 

Harry bufó, rodando los ojos. Teddy se sacudió, intentando liberarse del agarre de su padrino, que le dirigió una mirada de advertencia, provocando que el niño hiciera un puchero y tornara su pelo del color de las cerezas.

 

-Ya estoy- Draco apareció en las escaleras, colocándose una gabardina que le llegaba por debajo de las rodillas. Su pelo estaba pulcramente peinado hacia atrás, dándole su característico aspecto de clase alta.- tampoco he tardado tanto…

 

Harry prefirió no contestar. Al terminar de comer se les había presentado toda una tarde sin planes por delante, y, desafiando a la suerte, el moreno había propuesto acercarse al callejón Diagon a hacer algunas compras. Los tres. Juntos.

 

Contra todo pronóstico, Draco había aceptado sin reparos, incluso se había ilusionado con el tema. Probablemente Draco estaba deseando salir y hacer vida normal, pensaba Harry, algo que seguramente hacía tiempo que no hacía.

 

Dejaron el número 12 de Grimmauld Place y se aventuraron al intenso frío invernal. Draco se estremeció y se abrochó todavía más la gabardina, y acto seguido le recolocó al bufanda al Teddy, gesto que hizo sonreír a Harry. Sus expectativas eran altas. Tenía el presentimiento de que aquella iba a ser una gran tarde.

 

A pesar de las protestas de Draco, optaron por el transporte muggle, y un taxi les acercó hasta Charing Cross Road, la calle donde se encontraba el Caldero Chorreante. Harry sonrió para sí mismo. Aquel era uno de sus lugares preferidos. Había sido, por decirlo de alguna manera, su primer “lugar mágico”. Podía recordar claramente el momento en el que había entrado por aquella puerta, cuando Tom aún era el dueño,  y había causado la conmoción, ignorante del porqué; cómo había querido estrecharle la mano al profesor Quirrell y éste se la había evitado; y cómo Hagrid le había llevado a aquella pared de ladrillo, y, dando golpes estratégicos con su característico paraguas rosa, le había abierto la puerta a su realidad.

 

Harry sonrió, y sólo salió de su ensoñación cuando Draco le advirtió con un codazo que ya podían avanzar.

 

El callejón Diagon estaba, como siempre, abarrotado de gente y lleno de vida. Multitud de niños se arremolinaban frente a la tienda de escobas voladoras, y el fuerte ulular de las lechuzas del Emporio le daba un sonido característico, mezclado con el griterío de la multitud.

 

Enseguida Draco se aventuró por entre la gente, arrastrando consigo a Harry y al niño, que parecía encantado con aquel ajetreo.

 

-¿Malfoy, se puede saber a dónde vamos?

 

El rubio dibujó una sonrisa orgullosa.

 

-¿No querías ropa? ¡Pues vamos!

 

La tienda de Mme Malkin era una de las menos concurridas del callejón. Estaba justo al lado de la librería Flourish & Blotts, y la llevaba una regordeta bruja de edad inestimable. Nada más entrar les recibió un, a los ojos de Harry, repulsivo olor a canela que parecía salir de un artefacto pegado al techo. La tienda estaba sumergida en una especia de penumbra, y la única iluminación que había era la que venía del exterior, mezclada con algunas velas dispuestas por los estantes. En general, se respiraba un ambiente limpio y elegante, que no cuajaba muy bien con el resto de los locales del callejón.

 

Harry suspiró y paseó sus ojos en busca de los estantes de ropa infantil. No es que le disgustara ir de compras, pero el hecho de que estuvieran allí, donde hacía tantos años Draco y él se habían conocido por primera vez, le hacía sentir incómodo.

 

-¿Qué tal ésta?- el moreno había alcanzado una gabardina roja de franela, y la sujetaba frente al pequeño comprobando el tamaño. Teddy hizo un mohín y salió corriendo hacia Draco, causando las protestas de Harry.

 

-¡Eh!

 

-No me extraña, Potter. Tienes un gusto pésimo.

 

Harry le miró con reproche. El rubio sostenía otro abrigo, verde oscuro, de grandes botones.

 

-Es un poco más cara, pero es mejor y durará más.- Draco se agachó, y con una mirada amable le probó la prenda al niño, que obedeció sin reparos.

 

Harry se sintió un perdedor sin gusto al lado de Malfoy. Últimamente sentía eso más a menudo de lo que le gustaría.

 

-¿No es un poco grande?-comentó, intentando recuperar algo de su dignidad.

 

- De eso se trata, Potter. Si le compras un abrigo de su tamaño, a los dos días no le servirá. Los niños crecen enseguida.

 

Harry le miró embelesado. Empezaba a pensar que ya nada de él podría sorprenderle.

 

-Está bien, encárgate tú- se rindió con un suspiro- está claro que se te da mejor.

 

Draco sonrió con autosuficiencia y cargó al niño en brazos, girándose de nuevo hacia los estantes. Harry por su parte intentó buscar algo de su gusto, sin éxito. Seguís prefiriendo la ropa muggle.

 

Después de casi una hora, que se hizo eterna para Harry, los tres cargados de ropa se dirigieron al pequeño mostrador donde Mme Malkin tenía sus utensilios.

 

-Joven Malfoy…-saludó la señora- es un placer volver a verle.

 

Draco asintió con una sonrisa de compromiso. Se notaba a distancia que se sentía incómodo.

 

-Hacía tiempo que no le veía por aquí… no he tenido la oportunidad de mostrarle mis últimas adquisiciones, que seguro serán de su gusto.

 

Malfoy levantó las cejas y apretó un puño, nervioso.

 

-No se moleste, madame… voy un poco apurado, y me temo que no…

 

-¡Por favor, joven Malfoy, será un minuto!- le cortó la bruja, ilusionada- ya no quedan clientes como usted, que sepan apreciar la ropa que vendo- Mme Malkin salió de detrás del mostrador y se dirigió a un estante apartado- …sólo un minuto, estaré enseguida…

 

Mientras la mujer rebuscaba entre la ropa, Harry observó a Draco. Éste mantenía el semblante serio y la vista clavada en algún punto del mostrador. Harry supuso, por el comportamiento de la bruja, que los Malfoy habrían sido muy buenos clientes de la boutique. Por lo poco que había logrado conocer a Draco, sabía que su imagen suponía una gran preocupación para él. Pero ahora, aquellos días de derroche de la fortuna de su familia se habían terminado, y eso le hacía sufrir.

 

-Aquí está- Mme Malkin volvió a su lugar con un paquete entre las manos- mi último pedido Nueva York. Estoy segura de que será de su gusto.

 

La señora apartó en envoltorio. Draco titubeó, pero finalmente alargó al mano y alcanzó la prenda.

 

El destello que emitieron los ojos del rubio al ver la perfecta túnica de gala que tenía entre las manos le hizo recordar a Harry el pastel de calabaza de aquella mañana. Los dedos de Draco recorrieron la tela con intensa suavidad, olvidándose por completo de su situación.

 

Mme Malkin sonrió.

 

-Lo sabía. Joven Malfoy, ni que decir tiene que tiene usted un gusto exquisito.

 

Draco reaccionó y soltó la tela con suavidad.

 

-¿Se la envuelvo, como siempre, verdad?- preguntó casi afirmando la bruja, sin perder la sonrisa. El rubio la miró, y no pudo evitar que una mueca afligida y triste poblara su cara durante un segundo. El corazón de Harry latió fuerte. Por alguna razón, odiaba esa expresión en el rostro de Malfoy.

 

-Eh…- balbuceó Draco atropelladamente, sonrojándose- …verá, en realidad…

 

-Por supuesto.- cortó Harry- por favor, cóbrelo junto a todo lo demás. Nos lo llevaremos ahora.

 

La señora sonrió contenta, mientras que Draco se quedaba inmóvil y estupefacto, mirando a Harry con los ojos desorbitados.

 

Salieron de la tienda, después de que Mme Malkin les hubiese hecho prometer que volverían por allí pronto.

 

-¿Podrías dejar de mirarme así?

 

Draco reaccionó y sacudió la cabeza, aún boquiabierto, y se apoyó contra una de las columnas de la entrada a la tienda.

 

-¿Qué…qué ha sido eso?

 

-¿El qué?

 

-No te hagas el imbécil.

 

Harry se balanceó un segundo. En realidad, no había una razón por la cual le había comprado la túnica a Malfoy. Sólo había querido… ¿hacerle sonreír?

 

-Eeeh, bueno…tú también necesitas ropa, ¿no?

 

Draco elevó una ceja.

 

-Tu ahijado es éste- dijo, señalando a Teddy con el dedo- no yo.

 

-Tú no te la puedes costear.

 

-¡No es razón para que la pagues tú!

 

-¿Y qué harías, robarla?- bromeó Harry, cogiendo al pequeño en brazos.

 

-¡No!- Draco fruncía el ceño- Simplemente me aguantaría.

 

-Malfoy, se te estaba cayendo la baba.- el comentario causó el sonrojo del rubio, que se cruzó de brazos y apartó la vista.

 

-¿Me acoges en tu casa, me das de comer, y ahora encima me compras cosas?- Draco suspiró, llevándose una mano a la cabeza- …esto no puede ser. Voy a tener que... buscar un trabajo.

 

-No.

 

-¿Eh?

 

Harry parpadeó. La negativa le había salido sola, sin siquiera pararse a pensar lo que decía.

 

-N…no.

 

-¿No qué, Potter?- Draco le miraba con una ceja alzada, confuso.

 

-No... no, no trabajarás, no es necesario. A...además… ¿tú trabajando?- Harry rió, sin verdaderas ganas de hacerlo- Nunca has hecho nada en tu vida, Malfoy. No estás hecho para eso.

 

Draco le miró alucinado. Se notaba que estaba herido.

 

-Y si quieres trabajar, puedes hacerlo en casa…con Teddy, realmente hace falta- continuó Harry. No necesitas buscarte un trabajo por ahí.

 

Harry miró al rubio. Éste le atravesaba con la mirada, con los ojos entornados. Estaba enfadado.

 

-Mira, Potter.- Draco le apuntó con el índice al pecho- puede que no sea el mismo Draco Malfoy de Hogwarts, pero ni pienses que estoy tan desesperado como para convertirme en…tu… niñera mantenida.- bufó.- Me largo.

 

Harry reaccionó.

 

-¡Malfoy!

 

-¡He dicho que me largo!

 

Con su pose orgullosa y altiva, Draco despareció entre el tumulto de gente, dejando a Harry allí plantado, con Teddy en brazos, preguntándose realmente qué había sido todo aquello.

 

                                                                                *

Cuando Teddy y Harry volvieron a casa, faltaba poco para que oscureciera. La casa estaba silenciosa y en penumbra, y no se oía más que el enorme péndulo del reloj del comedor rompiendo el silencio.

 

Harry le quitó el abrigo al niño y lo dejó en el perchero del recibidor, junto al suyo propio.

 

-¿Kreacher?- llamó, sintiéndose incómodo por romper toda aquella tranquilidad.

 

El pequeño elfo se apareció justo a sus pies.

 

-¿Sí, amo Harry?

 

- ¿Está en casa Draco?- la mención de su nombre le supo mal en la boca. No sabía desde cuando había empezado a referirse a él como Draco y no como Malfoy, exceptuando claro, cuando estaba en su compañía.

 

-Sí, amo. Desde hace un par de horas no ha salido de su cuarto.

 

Algo apretó sin piedad el estómago de Harry.

 

-Está bien, gracias Kreacher.- suspiró- no sé si querrá bajar a cenar, así que, si no baja… ¿podrías subirle algo de comer, por favor?

 

-Sí, amo.

 

Harry se apoyó contra la puerta que daba a la cocina. Teddy luchaba con los escalones frente a él, gimoteando por el esfuerzo.

 

Quizás debería ir a hablar con él. En cualquier otra situación lo hubiera dejado todo como estaba, si Drac… Malfoy no quería salir de su cuarto que no saliese. Pero esta vez se sentía diferente, culpable… extraño. Ni siquiera sabía cómo se sentía. Sólo sabía que no quería que todo se quedase así.

 

Cogió a Teddy en brazos y subió las escaleras, haciendo que el pequeño extendiera sus manitas hacia su rostro como agradecimiento. Al llegar al cuarto piso lo dejó en el suelo, dejando que corriera hacia su cuarto, tirándose en plancha encima de un peluche enorme de un dragón.

 

Harry sonrió por el comportamiento del pequeño mientras retrocedía por el pasillo hasta la puerta de su cuarto. Titubeó, sin decidirse a voltearse y encarar la puerta del rubio. Sabía que debería hacerlo, pero algo se lo impedía. Algo como miedo a lo que pudiese provocar.

 

Agarró el picaporte de la puerta con suavidad. Debía hacerlo, debía entrar. ¿Que por qué  debía? No lo sabía. Simplemente quería entrar y arreglar aquella situación. Pero por mucho que lo pensaba, no se decidía. Era tan difícil como traspasar una barrera de años de odio mutuo.

 

Miró hacia la derecha levemente. En el fondo del pasillo, jugando con el peluche, estaba el pequeño Teddy. Harry le sonrió, y el pequeño le miró, dejando ver sus ojos plateados, extrañamente familiares, enmarcados por la maraña de pelo negro que llevaba. La visión de esos ojos alegres hizo que Harry perdiera la sonrisa y se decidiera de una vez. Esa era la razón por la que quería arreglar las cosas con Malfoy y volver a lo de antes, que no era amistad, pero tampoco lo contrario. Para poder volver a ver esos ojos brillar, ya fuera por un pastel de calabaza o por una túnica de gala.

 

No quiso parase a descubrir lo que significaban esos perturbadores pensamientos. Simplemente asió el picaporte y, después de dar unos leves golpecitos en la madera de la puerta, abrió, adelantando medio cuerpo en la habitación.

 

Draco estaba sentado en el alféizar de la ventana, mirando el exterior con la mirada perdida. Ni siquiera miró a Harry cuando entró y cerró la puerta tras de sí, quedándose de pie, sin atreverse a abrir la boca.

 

Tras unos minutos de incómodo silencio, Draco suspiró, y sin apartar los ojos de la ventana, habló.

 

-Potter- Harry se estremeció, y el rubio ni se inmutó.- Hace años, cuando nos conocimos en la tienda, a pesar de tu aspecto desaliñado y descuidado, quise ser tu amigo. Algo me decía que no eras como cualquier niño de los que había por allí. Y no me equivocaba. Lejos de ser uno más, eras Harry Potter, el Niño que Sobrevivió.

 

Draco hizo una pequeña pausa, pero enseguida siguió hablando.

 

-Te ofrecí mi amistad. Pero tú la rechazaste. Y con ese rechazo provocaste que el odio creciera cada vez más entre nosotros. Te odié por pisarme de esa manera. Todo el mundo quería ser amigo de Draco Malfoy. Todo el mundo menos Harry Potter y sus amigos. Durante años, viví para humillarte, y hacerte ver que yo era superior. Viví para provocar disputas y entorpecer tu camino. Pero tú- Draco bajó la vista- siempre sonreías.

 

Harry entornó los ojos. Sin saber porqué, tenía ganas de llorar.

 

-Luego, todo fue diferente. Ya no se trataba de meterte en problemas, hacer que te castigaran o provocar accidentes sin importancia. Todo había cambiado, y debía enfrentarme a ti y a los tuyos, en el bando contrario. Esta vez no estropeé tu poción, sino que metí a los mortífagos en el colegio. Ya no te hice caer con un hechizo zancadilla, si no que derribé a tus aliados en la batalla. Y luego, escapé como un cobarde. Luché para salvar lo que quería ver destruido, por mi cobardía. Siempre, lo haya querido o no, he sido un obstáculo para ti. Un enemigo más. Siempre me has odiado por ser quien soy. Incluso llegaste a golpearme con una maldición.

 

Harry tembló cuando Draco dirigió su vista hacia él y clavó sus ojos en los suyos, con millones de interrogantes en ellos.

 

-Todo esto me lleva a preguntarme por qué eres precisamente tú la persona que más se preocupa por mí en el mundo. No es por interés, porque ya no me queda nada. No es por mejorar aún más tu imagen para la sociedad mágica, porque nadie se ha enterado de esto. Entonces, Harry- el moreno se estremeció al oír su nombre de pila- dime, ¿qué es lo que buscas? ¿Cuál es la razón por la cual no giras la cara ante mis problemas y me tiendes la mano?

 

Harry se quedó en silencio, mirando el rostro interrogante de Malfoy esperando su respuesta.

 

-Yo… porque…-las palabras, leves e inútiles, morían en su boca tan pronto las pensaba. Sería porque era él, la “personificación de la sinceridad y de la bondad”, el héroe del mundo mágico, pero mentir le resultaba una empresa casi imposible. Él sabía la respuesta a las dudas del rubio, la había sabido todos aquellos años, pero jamás la había aceptado. Sabía el motivo por el cual siempre le había estado observando, respaldado en excusas, sabía por qué le había ayudado siempre que había podido, por qué sufría cuando él sufría, y por qué siempre había provocado a Draco Malfoy, por qué ser odiado era mejor a ser ignorado. Lo sabía, claro que lo sabía, pero había tenido que darse una situación así para que por fin lo aceptase. Para que por fin se diese cuenta de que no odiaba a ese rubio pedante, odiaba simplemente que él lo odiara.- Malfoy…

 

-¿Potter?

 

-Yo… - no podía decirle la verdad. Si quería que Draco se dejase ayudar como hasta ahora, no debía permitir que su honradez le traicionase-…simplemente no podía dejarte tirado. Va en contra de mis principios.

 

Draco frunció el ceño.

 

-¿Principios?- Harry asintió levemente- Así que es eso, me tratas como si fuese un necesitado, bueno, como el necesitado que soy- Malfoy giró la vista y la clavó en el suelo, para volverla a levantar enseguida y mirar a Harry con acusación.- entonces, ¿porqué te niegas a que trabaje? Es la única manera de poder volver a subsistir por mí mismo…

 

Algo punzante y sin piedad se clavó en el estómago de Harry. Era absolutamente consciente de que no podía retener a Draco de esa manera por mucho que quisiera. Pero ese hecho no le gustaba nada. Quiso decirle un millón de cosas de las que ni él mismo estaba seguro, como que se quedara en casa sin preocuparse por nada, que se quedase con Teddy esperando a que él llegara con un enorme pastel de calabaza, y que sonriera sin parar…

 

-Sí, es cierto- cada palabra que pronunciaba le resultaba más difícil- tienes razón, me he comportado como un idiota. Desde luego que puedes trabajar, es tu vida y no tengo derecho a entrometerme.- Draco suavizó su expresión- Sólo te pido que por favor no te sientas en deuda conmigo, porque hago esto porque quiero, no porque busque nada a cambio.

 

Draco asintió con suavidad, paseando su mirada por el suelo.

 

Tras unos instantes de silencio, Harry se obligó a dirigirse a la puerta del cuarto.

 

-Y…Malfoy- el rubio levantó la vista hacia él- Yo no te odio. De hecho, no te he odiado nunca.

 

Salió del cuarto cerrando la puerta tras de sí, obligándose a ignorar el leve sonrojo del rubio ante sus palabras.

 

Mientras vestía a Teddy con su ropa de dormir y recogía sus juguetes, Harry no podía hacer otra cosa que preguntarse qué hubiera pasado si hubiese sido sincero y le hubiera dicho al rubio que lo que él quería, la causa por la cual se había negado a que trabajara, era porque necesitaba que él le necesitase. Que le encantaría que no pudiese vivir sin él.

 

Pero no lo había hecho. Afortunadamente.

 

Notas finales:

Ahí lo dejo :)

Intentaré subir el siguiente lo antes posible ^^

 


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