Harry recordó por un momento la escena vivida en la Torre de Astronomía de Hogwarts, como Draco, profundamente abatido, había bajado la varita frente a los ofrecimientos de Dumbledore. …l sabía, pese a que hubieran sido enemigos durante toda su estadía en Hogwarts, que Draco Malfoy no era un mortífago, y mucho menos un asesino. Simplemente se había visto sumergido en un mundo al que no quería pertenecer, pero estaba obligado a ello.
Se preguntó cómo estaría Draco ahora. Sus dos padres estaban en Azkaban, su tía muerta, sus amigos lejos. Draco probablemente estaría sólo, esperando a que algún auror le diese el permiso para pasar a la sala del juicio, donde de nuevo, se decidiría para él un destino, sin que él tuviera ni voz ni voto.
¿Qué habría hecho durante todo aquel año? ¿Habría vivido por sí sólo en la enorme Mansión Malfoy?¿Habría sobrevivido con la fortuna de sus padres hasta aquel día?
Si en el juicio Draco Malfoy era declarado inocente, ¿Se quedaría a vivir allí, sólo, sin familia ni amigos? …l tenía a Hermione y a Ron, a la familia Weasley, a Teddy… ¿Pero él...a quién tenía?
Harry suspiró, al tiempo que se sentaba en un banco enfrente de la entrada a la Oficina de Aurores.
De nuevo, los destragos que la guerra había causado.
Se removió , inquieto, sintiéndose impotente por no poder saber nada sobre aquel juicio. Draco Malfoy iba a ser juzgado mientras él se dedicaba a practicar hechizos defensivos y encantamientos, y lo peor era que no iba a poder hacer nada si él salía elegido culpable.
¿O sí?
Harry se quedó pensativo un momento. Nunca había faltado antes a la escuela de aurores, por lo que si faltaba una vez no pasaría nada… Y si había algún problema en asistir al juicio…tal vez fuera el momento de utilizar todos aquellos privilegios que tenía por ser “Harry Potter, el Salvador del Mundo Mágico”.
Se levantó del banco apresuradamente. Era prácticamente imposible que el juicio hubiese empezado ya por lo temprano que era, así que de nuevo se metió en el ascensor, para bajar un par de pisos más, hasta que la dulce vocecilla le informó de que había llegado a la “Novena planta: Departamento de Misterios ”
Recorrió los pasillos del Departamento tan rápido como le permitieron sus pies. Odiaba aquel escenario, lo odiaba realmente, por lo que procuraba pisarlo lo menos posible, para así evitar todo recuerdo relacionado con Sirius y la Profecía. Bufó. El Ministerio estaba funcionando muy bien en muchos aspectos, pero ni se les ocurría arreglar el hecho de que el ascensor no llegara hasta las Salas de Tribunal, y sólo se pudiera acceder a ellas por el Departamento de Misterios.
-¿Harry?
Harry se sobresaltó al oír una voz a sus espaldas. Al darse la vuelta descubrió un amable rostro moreno que ya conocía, y a quien le dedicó una sonrisa.
-Kingsley.
-Vaya, Harry, no puedo evitar sentirme sorprendido de verte aquí.
Harry suspiró. Era mejor tener que tratar con Kingsley para entrar a la Sala del Juicio que con cualquier otro.
-Verás, Kingsley… me he enterado que hoy juzgarán a Draco Malfoy…
-Sí, así es, nos estamos preparando para ese juicio ahora mismo.
Harry decidió no andarse con rodeos, era mejor hablar claramente.
-Me gustaría asistir a ese juicio.
El Ministro ni se molestó en ocultar el gesto de sorpresa de se formó en su rostro al oír las palabras de Harry. Alzó una ceja y le miro con curiosidad.
-Vaya, Harry…¿Puedo preguntar por qué?
-Verás…-Harry retorció las manos, ni siquiera él sabía porqué- Fue compañero mío en Hogwarts, realmente me interesa lo que se decida en este juicio.
Kingsley de nuevo adoptó una mueca de incredulidad.
-Tengo entendido que érais enemigos…
-En cierto modo.
El hombre pareció mirarlo escrutadoramente por unos segundos, hasta hablar de nuevo.
-Está bien, Harry, no haré más preguntas.- Harry sonrió ante la perspicacia del ministro- Tienes mi consentimiento para participar en el juicio. Confío en tus motivos. Ahora Harry, si me disculpas, debo volver al trabajo.
-Eh... ¡Kingsley!- éste se dio la vuelta, mirándole de nuevo.- ¿Puedo hacerte una pregunta?
-Desdeluego…
-¿Realmente tiene la Marca?
El rostro de Kingsley adoptó un matiz serio, y le miró a los ojos.
-Sí, Harry, y ése es el motivo por el que lo juzgamos hoy.
Harry se quedó pensativo, observando al Ministro de Magia marcharse por el pasillo.
Se dio la vuelta y continuó por el camino hacia los Tribunales. Las paredes comenzaron a verse más antiguas a medida que avanzaba por el lugar. No pudo evitar acordarse de la primera vez que había recorrido esos pasillos, acompañado del señor Weasley, con el fantasma de los dementores en Little Whingins cargando sobre su espalda.
Cuando entró en aquel lugar le resultó tremendamente familiar. Había estado allí tantas veces…su juicio en el 5º año, escondido bajo la capa invisible, intentando robarle a Dolores Umbridge un pedazo del alma de lord Voldemort… Incluso en recuerdos que no eran suyos había estado allí, presenciando como Igor Karkarov delataba al joven Barty Crouch Junior delante de su propio padre…
Por eso no le impactó la imponente imagen que daba aquella sala… los escaños de los miembros del Wizengamot rodeaban a una sola silla central, que en aquellos momentos se encontraba vacía. Los pocos magos que se encontraban allí ya se encontraban dispersos por los escaños, serios, revisando documentos o escribiendo con sus plumas. En lo alto de la sala, justo enfrente de la silla reservada para el acusado, se encontraba, majestuosa, la silla sonde una vez se había sentado Cornelius Fudge, y que ahora era destinada a Kingsley Shacklebolt.
Harry se sentó en uno de los escaños que no tenían un nombre grabado, cerca del lugar del acusado, pero lo suficientemente escondido como para que Malfoy no le reconociera, y esperó, observando cómo magos y brujas vestidos con la misma túnica iban ingresando en la sala y se iban sentando, con aspecto serio.
Hasta que, al fin, la puerta principal se abrió y un abatido Draco Malfoy entró en la sala, acompañado de un auror de aspecto tosco, que le indicó con un gesto que se sentara en la silla central, y se desplazó hacia el extremo de la puerta, haciendo guardia, probablemente con la finalidad de detener al acusado si éste trataba de escapar.
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