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Pastel de calabaza por saylor_mero

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Notas del capitulo: Otro capi^^
Gracias a las personas que me dejáis review, me hacéis feliiz *^*
De nuevo lo siento por no poder contastaros, la falta de tiempo ^^'
A leer!
Mientras recogía selectivamente y metía en una maleta la ropa del pequeño Teddy Harry se planteó si, como lo de Draco, el hacerse cargo definitivamente de un niño de poco más de un año a tan corta edad no sería una pésima idea. Además estaba el asunto de Malfoy… ¿cómo se tomaría que, de repente, un niño pequeño se fuera a vivir con ellos? Para él, el rubio era completamente impredecible en ese sentido, por lo que tanteaba terreno desconocido.

Pero, ¿acaso no era la mejor opción? Económicamente Harry podía mantener al niño sin problemas, y con la ayuda de Kreacher, no le faltaría de nada. No podía evitar pensar en sí mismo, y cuánto hubiera deseado la presencia de un padrino que se hiciese cargo de él sin dudarlo siquiera.

Un pinchazo de dolor se le clavó en el costado al recordar a Sirius. Se sacudió la cabeza, como intentando sacarse las ideas tristes de ella, mientras metía una camiseta de elefantes en la maleta, cerrando la cremallera tras ella.

Al levantarse y cargar todas las bolsas que había llenado con las cosas de Teddy, de repente Harry se sintió adulto. La idea de criar al pequeño metamorfomago empezó a gustarle… podrían hacer un montón de cosas juntos, le enseñaría hechizos, le compraría su primera varita, su primera escoba, su primera lechuza…

Inconscientemente sonrió, encaminándose al salón, cogiendo la última cosa necesaria de la casa de los Tonks antes de desparecerse. La última foto de Remus Lupin y Nymphadora Tonks, en la que ambos sonreían, felices, con su pequeño retoño de pelo fucsia en sus brazos.

Cuando por fin Harry se apareció en el vestíbulo del número 12 de Grimmauld Place, le indicó a Kreacher que llevara todas las bolsas la acogedora habitación de invitados. Tendría que hacer un par de arreglos a aquel cuarto antes de que el pequeño Teddy se mudara.

El olor a algo que probablemente sería carne asada le hizo la boca agua, haciendo que su estómago rugiera. Ni se había fijado en que pasaba del mediodía, al ser una mañana agitada. Dejando su abrigo y su bufanda en el perchero de la entrada, empezó a subir las escaleras camino a su cuarto, deseando cambiarse de ropa, esta vez con un poco más de calma.

No fue hasta que llegó al cuarto piso que se dio cuenta de que, exceptuando a Kreacher, no se oía ni un alma en la casa. Extrañado, miró hacia todos lados y a través del hueco entre las escaleras, pero no había ni rastro de Malfoy.

Se estaba preguntando si habría salido y si habría comido cuando oyó un ruido de cristales por encima de su cabeza.

¿Qué hacía Draco en el ático? ¿Qué se le había perdido por allí?

No muy convencido, Harry subió despacio y procurando no hacer ruido las escaleras que llevaban a la parte más alta de la casa, varita en mano. Cada leve crujido que producían las placas de madera bajo sus pies le hacía sentirse más nervioso. Tenía un mal presentimiento que no le gustaba nada.

Abrió la pesada puerta de madera con un chirrido imperceptible, y dirigió la vista a dentro por la pequeña rendija.

Lo que vio le hizo levantar las cejas con estupor. Draco Malfoy cortaba algo con un cuchillo de plata. Un fluido humo escarlata se escapaba del interior de un caldero para pociones, que borboteaba, calentándose por una llamarada de fuego mantenida mágicamente. Draco parecía increíblemente concentrado en su labor, removiendo el líquido del caldero con parsimonia y echando los pequeños trozos de sustancia blanca poco a poco.

Harry se preguntó de dónde habría sacado todo aquello. El caldero y los instrumentos era probable que los hubiese encontrado por aquél desorden que era el ático, pero los ingredientes para las pociones tenía que haberlos sacado de otro lugar. Probablemente, pensó, de casa de su padrino. A fin y al cabo era profesor de pociones.

Sin percatarse de la mirada de Harry, Draco se despegó del caldero por un momento, para buscar algo en el armario más grande. No pareció encontrar ahí lo que buscaba, por lo que empezó a remover cosas y a abrir puertas, hasta que encontró un alargado instrumento de madera que Harry no sabía para qué servía.

Desde su escondite improvisado, Harry sintió un escalofrío recorrerle la espalda, poniéndolo alerta. Se estaba preguntando si se estaría volviendo paranoico cuando vio cómo Draco levantaba la vista, serio, también alerta, y sacaba su varita del bolsillo del pantalón.

Pasaron unos segundo eternos hasta que, de repente, Draco se pudo blanco como el papel y dejó caer su varita paralizado. Su mandíbula empezó a temblar, y sus ojos se anegaron en lágrimas de terror.

Temeroso de lo que pudiera encontrarse, Harry entró a la estancia, con la varita en alto, y lo que vio hizo que el alma se le partiera en mil pedazos y se quedara clavado en el sitio, presa del horror.

Era sencillamente imposible. Pálido, fantasmagórico, una sombra de lo que había sido… los ojos vacíos de expresión alguna, la piel corroída y apergaminada, y con el pelo enredado y canoso…

Albus Dumbledore estaba parado en el suelo del ático, mirando fijamente al aterrado Draco.

Harry estaba completamente idiotizado. Sus extremidades no funcionaban. El terror paralizaba sus sentidos, y sólo podía ver, observar lo que estaba pasando, sin creerse todavía que estuviese sucediendo de verdad.

El anciano mago dio un paso al frente, acción que provocó que Draco pegara un grito de terror.

-¡NO!¡No te acerques!¡Déjame en paz!

Pero el silencioso fantasma no le hizo caso, y dio otro paso más, acercándose a él.

-¡Noo!¡Noo! ¡NOO! ¡AAAAAAAH!

Las lágrimas de Draco hicieron reaccionar a Harry de alguna manera, que clavó los ojos en aquella” imagen” del profesor Dumbledore. Era tan imposible… Albus Dumbledore estaba muerto, nada ni nadie podía cambiar eso, él lo había visto caer de lo más alto de la Torre de Astronomía de Hogwarts… Entonces, ¿cuál era la explicación para que ahora estuviese en el ático de su casa aterrorizando a Draco Malfoy, que lloraba y gritaba, igual que en sus pesadillas?

Sus pesadillas…

Algo se encendió en la mente de Harry, que le hizo correr, alzando la varita, e interponerse entre la fantasmagórica figura del anciano profesor y el delgado cuerpo de Malfoy. Ahora lo entendía todo…

Nada más cruzar los ojos con los de Harry, La apergaminada piel despareció, dando lugar a una larga y ondeante capa oscura.

El moreno apretó los labios.

-¡Rid..!¡Ridd..!-las fuerzas empezaban a fallarle, a medida que el tétrico dementor se acercaba más a su rostro. Se obligó a sí mismo a pensar en algo alegre, y enseguida recordó al pequeño Teddy Lupin, y a la nueva vida que se extendía ante sus ojos…- ¡Expecto patronum!

La encapuchada figura recuó ante el imponente ciervo plateado, y Harry lo dirigió como pudo hacia uno de los armarios, que cerró enseguida. Sudando, temblando y exhausto, dirigió su vista a Draco, que seguía paralizado en el mismo rincón, con perladas gotas de sudor adornando su frente.

El rubio se llevó las manos al rostro y se secó las lágrimas. Se pasó la mano por el pelo, todavía temblando. Harry lo miró fijamente durante unos instantes y luego, adoptando una expresión de profundo desconcierto, habló.

-… ¿Dumbledore?¿Dumbledore, Malfoy?
Draco levantó la mirada y la clavó en la de Harry. …ste, sin dejar de sorprenderse cada vez más, notó un deje de temor y súplica en sus ojos. Sin dudarlo, el Draco Malfoy que estaba ante sus ojos no era el mismo que había conocido años atrás, altivo y presuntuoso, sino que era un pobre chico desvalido, adjetivos con los que nunca pensó llegar a describir al rubio. Al final, en último término, Malfoy no era más que otro chico más, derrotado por las circunstancias, y con miedos y pesadillas.

Y Harry había, por un casual boggart en un armario en su ático, descubierto cuál era el mayor miedo de Malfoy.

Que su propia culpabilidad lo llevara a la locura.

Harry sintió un nuevo y desconcertante sentimiento de lástima hacia Malfoy. Se acercó con cuidado, temiendo una repentina reacción violenta por su parte, y le alargó la mano en un gesto de amabilidad, mano que, sorprendentemente, Draco aceptó.

-Malfoy, ¿estás bien?

Draco tardó en contestar, acompasando su respiración y tranquilizándose poco a poco.

-..S..sí, creo que sí.

El silencio inundó la habitación, Harry mirando a Draco y éste con la mirada clavada en el suelo.

-Malfoy, no deberías…

-Por favor, Potter, te agradecería que te metieras en tus asuntos- interrumpió Draco. Sus palabras habían sido duras, pero su tono de voz y la expresión de su rostro querían decir todo lo contrario a ellas, parecían gritar a viva voz súplicas como “ayúdame”, “abrázame”, e incluso “quiéreme”, súplicas mudas que perturbaron a Harry y lo obligaron a cambiar de tema enseguida.

-¿Qué es lo que estabas haciendo?-preguntó con no tan fingida curiosidad.

Draco pareció reaccionar con las palabras del moreno, y enseguida corrió hacia donde estaba el libro de pociones abierto y lo cerró de un manotazo, evitando la mirada de Harry, que desconcertado como estaba, no pudo más que pensar que el violento sonrojo de Malfoy era la guinda que faltaba para que la atmósfera fuera del todo perturbadora.

-Eeem…oye…- Harry se dirigió a Draco nuevamente, ignorando cualquier pensamiento violento y preocupante de su cabeza- tengo algo de lo que hablarte…así que, bueno, si eso nos vemos para comer…

Draco asintió levemente y apartó la mirada, clavándola de nuevo en el suelo.

-Eem...me voy…- Harry se dirigió a la puerta y salió del ático, pero antes de cerrar la puerta tras de sí, miró por última vez a Draco y susurró, lo suficientemente alto como para que sólo el rubio lo oyera- No fue tu culpa.

Y cerró la puerta, bajando por las escaleras, pensando en que probablemente Draco reaccionaría a sus últimas palabras y se enfadaría, por haber vuelto a meterse donde no lo llamaban. Pero es que realmente, ahora podía verlo, Draco sufría, Draco se sentía culpable. Su propia conciencia se apoderaba de él, tomaba la forma de Albus Dumbledore para hacerle sentir culpable y odiarse a sí mismo, poblaba sus noches, como aquella pesadilla de la primera noche en Grimmauld Place, y le martirizaba. Y Harry no podía evitar pensarlo, en lo mal que el rubio se tenía que sentir, y en lo difícil que sería para él ignorar a su propia conciencia para vivir en paz. Porque mientras él se creyera culpable, no habría nada que hacer.

Cuando llegó al comedor de la planta baja, la mesa ya estaba puesta. Kreacher había colocado dos platos con sus respectivos cubiertos, uno en frente del otro, y en el centro se veía, apetitosa, una gran fuerte de carne asada, que provocó que el estómago de Harry se asemejara a un animal salvaje. Mientras se encaminaba a una de las sillas y se sentaba a esperar por Draco, se preparó mentalmente. Cabía la posibilidad de que Draco se mostrara en completo desacuerdo con la idea de vivir con un niño de casi dos años, quizás no le gustaran los críos, o quizás no le gustara aquél crío en particular. Al fin y al cabo, era el hijo de un licántropo con el que él no había simpatizado mucho. Y además, era algo así como… ¿un primo? Su madre, Narcissa, era la hermana de Andrómeda, que era la…abuela...sí, abuela de Teddy…

Harry se sacudió la cabeza y bufó descontento, al final, resultaba que los Black estaban hasta en la crema de guisantes del Caldero Chorreante.

El acordarse de la crema de guisantes le llevó a preguntarse qué hacía Draco y porqué no bajaba de una vez y dejaba de matarle de hambre. Cuando ya se estaba empezando a plantear el pasar del rubio y empezar a comer, la casi plateada cabellera de Malfoy se asomó por la ornamentada puerta del comedor.

Harry le hizo una seña con la mano para que se sentara en frente de él, y con otro gesto le invitó a servirse comida, maldiciéndose a sí mismo por ser tan educado y no servirse la comida a sí mismo directamente, estando hambriento como estaba. Draco aceptó la invitación y se sentó elegantemente en la mesa, demostrando sus obligadamente refinadas maneras, y se sirvió algo de comida, con semblante serio.

-No hace falta que actúes tan estiradamente aquí, Malfoy, no estás comiendo con la Reina de Inglaterra, ¿o acaso lo parece?- comentó Harry, divertido.

Draco simplemente dirigió su mirada a Harry y levantó una ceja.-Potter, no entremos en una discusión sobre refinamientos y maneras, porque acabaría llamándote vulgar a la cara, y eso no contribuiría a la armoniosa paz de nuestra mesa.- respondió, serio, sirviéndose algo más de pudding de calabaza.

Harry lo miró, con una mueca de leve estupor.

-Eso ha sonado demasiado pomposo hasta para ti.- Antes de que Draco pudiera replicar, Harry añadió-Da igual, Malfoy, come como te dé la gana, no es algo que me quite el sueño.

-Ya pensaba hacerlo.- concluyó el rubio, indiferente.

Harry suspiró, llevándose por fin un pedazo de carne a la boca, que le supo a gloria y le hizo olvidar el resto del mundo.

-¿Y bien, Potter?

Harry levantó la vista, y miró al rubio con gesto de no comprender.

-¿No tenías algo que decirme?

Harry tragó el bocado con cierta dificultad.

-Bueno…no es algo tan importante…

Draco levantó las cejas.

-Tengo la ligera impresión de que sí lo es.

-Mmmf…Bueno, quizás lo sea un poco.- Harry no sabía cómo abordar el tema. Pero por Dios, ¡si sólo era Malfoy! ¡Y aquella era su casa! ¿De qué tenía miedo?

-Suéltalo, Potter.

-Bueno...está bien.-Harry levantó la vista y miró a Draco, quien lo observaba expectante.- ¿Recuerdas al profesor Lupin, Malfoy?-Draco hizo un leve gesto con la cabeza que Harry interpretó como un sí.-No sé si estarás enterado, pero antes de que terminara la guerra, tuvo un hijo...con tu prima, con Nymphadora Tonks.

Draco levantó las cejas, sin tener ni idea de a dónde quería llegar el moreno.

-Sí, algo había oído.

-Bien, pues…cuando ellos dos murieron en la batalla de Hogwarts, Andrómeda, la hermana de tu madre, se quedó a cargo del pequeño.

Harry notó como el rubio trataba de disimular una instantánea mueca de tristeza, probablemente por la mención de su madre.

-Pero…bueno, resulta que…al parecer ha caído en una fuerte depresión…vamos, que no puede hacerse cargo del niño.

Draco seguía mirándole con la misma expresión que al principio, sin saber por dónde venían los tiros.

-No sé si sabes, Malfoy, que ese niño es mi ahijado…

El rubio levantó una ceja, anticipándose a las palabras de Harry.

-He decidido hacerme cargo yo mismo de él, siento que es mi responsabilidad.

Draco abrió un poco la boca, para luego mirar a Harry con una expresión indescifrable.

-¿Vas a traer aquí al niño?- Malfoy señaló al suelo con sus índices-¿Aquí?

-Eeem…sí, eso pensaba.

Harry se quedó en silencio, intentando adivinar algo en la expresión de Draco, que sólo mantuvo las cejas levantadas y la vista clavada en la mesa.

-¿Te parece bien?

- Es tu casa, Potter, no tengo derecho a quejarme.

-Yo te estoy dando ese derecho, Malfoy. Ahora ésta también es tu casa.

Draco clavó sus ojos en los de Harry, adoptando un semblante serio en su rostro.

-No me importa. –Harry abrió los ojos como platos, pues no se esperaba una que fuese tan fácil-Pero, ¿crees de verdad que esta casa es apropiada para un niño? Quiero decir…me he topado con un boggart arriba, Potter…

De repente, a Harry le embargó un sentimiento de temor. Sabía que Malfoy tenía razón, antes de llevar a un niño tan pequeño a esa casa, primero debía asegurarse de que no existía ningún factor peligroso para él. Aún así, eso no le echó atrás.

-…l no se irá sólo al ático a preparar pociones, Malfoy. El resto de la casa es segura, y yo mismo me encargaré de limpiar el ático.

Draco hizo un gesto amplio, desentendiéndose del tema.

-Tú verás, Potter.

Harry suspiró, aliviado de que el rubio no hubiera puesto dificultades.

-¿Y cuándo lo traerás?- Más que indiferencia, realmente parecía que el rubio tuviera curiosidad por el tema.

-Tenía pensado traerlo mañana, a primera hora, antes de irme a la escuela de aurores.

Draco levantó la vista, escéptico.

-¿Y con quién se va a quedar?

-Pues con Kreacher y contigo, naturalmente.-respondió Harry con naturalidad.

El rubio soltó el tenedor, que cayó en la mesa haciendo un ruido metálico.

-¿No me estarás dejando a cargo del crío, verdad, Potter?

-No…bueno, en realidad se quedaría con Kreacher, no creo que haya problema, al fin y al cabo Kreacher ha cuidado de muchos niños en su vida…- contestó Harry, rodando los ojos.

-Más vale, Potter, porque no pienso hacerte de niñera.

Harry hizo un gesto que Malfoy no alcanzó a ver, y siguió comiendo, todavía sorprendido de que el rubio hubiera accedido tan fácilmente y sin poner pegas. Era incluso demasiado extraño, y le hacía desconfiar. Pero por ahora era mejor dejar las cosas como estaban, no era necesario tirar más de la cuerda.

Después de la suculenta comida, Kreacher sirvió el postre, y ambos lo degustaron en silencio. Cuando los platos volaron hacia la cocina por un encantamiento del elfo, Draco se excusó y se levantó.

-Gracias por la comida, Potter.- la palabra “gracias” seguía sonando extraña en los labios de Malfoy- Debo…subir a terminar mi poción.- a medida que hablaba, sus mejillas se iban tiñendo de un casi imperceptible rubor, que llevó a Harry a preguntarse nuevamente qué era lo que Draco estaba preparando.

Malfoy desapareció escaleras arriba, mientras Harry se levantaba perezosamente. Esa tarde iría a La Madriguera, a pedirle a la señora Weasley un par de consejos sobre decoración infantil, y de paso, a que le instruyera un poco en eso de tener un niño en casa. Harry sonrió para sí. ¿Quién mejor para hablar de niños que la señora Weasley?

*
Mientras entraba al número 12 de Grimmauld Place con un diario muggle bajo el brazo, Harry sentía como su cabeza daba vueltas sin remedio. La señora Weasley le había metido a presión millones de ideas, consejos, advertencias, y hechizos según ella imprescindibles si ibas a hacerte cargo de un niño. Y ahora su cabeza no era capaz de pensar en otra cosa, tratando en vano de recordar cada una de las cosas que le había dicho Molly.

Se deshizo de su bufanda y de su abrigo, colgándolos en el perchero del vestíbulo. Cuando llegó a su habitación el cuarto piso, se quitó los zapatos y los tiró a un rincón, importándole más bien poco el orden. Sabía cómo decorar las paredes del cuarto de Teddy, sabía cómo encantar el techo para que pareciera un cielo estrellado, que según Molly le ayudaría a dormir; sabía cómo poner medidas de seguridad, cómo bañarlo sin peligro, e incluso cómo actuar en caso de que de repente Teddy levitara a causa de una picadura de billywig. No había motivo para meter la pata, pero aún así, Harry se sentía nervioso y expectante.

Salió de su cuarto y abrió la puerta del acogedor cuarto de invitados, donde iba a instalarse Malfoy en un principio y el que ahora sería el cuarto del pequeño Teddy. Echó un vistazo alrededor, comprobando que todo estuviera en orden, y alzó la varita, dispuesto a empezar a decorar el lugar.

-¿Amo Harry?

El moreno se giró, encontrándose con Kreacher, que lo miraba con un frasco entre las manos.

-Amo, la poción para los golpes…

Harry tardó un momento en reaccionar, y cuando lo hizo, se llevó instintivamente una mano al lado izquierdo de la cara, notando la hinchazón. Con el ajetreo del día, se le había olvidado su ojo morado.

-Ah, Kreacher, gracias.- Harry observó en contenido del frasco, espeso y de un color rojizo metálico.- ¿Hay más pociones curativas donde estaba esta?

-Oh, no, amo, no hay pociones curativas en esta casa desde hace años- Harry le miró con el ceño fruncido de desconcierto- El señor Malfoy me la dio para usted, amo.

Harry abrió los ojos como platos del estupor. ¿Malfoy? Ahora Harry lo entendía todo.

Malfoy había querido tener un detalle con él, probablemente para disculparse por lo de aquella mañana. Por eso no quería que Harry viera el libro de pociones, por eso se había sonrojado al tocar el tema. Pero, desde luego, no iba a dejar que su orgullo quedara por los suelos al darle él mismo la poción a Harry, así que se la había dado a Kreacher, sin imaginarse que el elfo lo iba a delatar.

Harry miró una vez más el pequeño frasco y lo abrió, percibiendo al instante el olor dulzón de la poción. Quiso fiarse de Malfoy, al fin y al cabo, después de Hermione, él era el mejor en pociones de su promoción. Así que, tomando un poco entre sus dedos, lo esparció por su pómulo, notando al instante una sensación de frío y alivio.

Sonrió, negando con la cabeza, pensando en que, realmente, Draco tenía mucho más que ofrecer que lo que se veía a simple vista.
Notas finales: Ahí lo dejo.
Sé que el fanfic se desarrolla muuuy lento, pero pido paciencia, pronto las cosas empezarás a cambiar :3
Hasta el próximo capi! =)

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