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Mi Faraón por Shiochang

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Mi faraón

Estoy de regreso, a ver si les gusta el capítulo, espero que la espera en realidad valga la pena y que Jess me diga si ya lo tradujo y lo publicó, yo intentaré adelantar más rápido ahora que tengo un atisbo de inspiración.

Alas de ángel.

"Los siete ángeles guerreros encontraran las alas cuando los seres nacidos de aquel que no podía tenerlos alcancen la vida para luchar por el reino después del segundo ciclo de la luna y deberán salvar las 13 pruebas antes que el séptimo ciclo concluya y la luna devore al sol por cinco días y cinco noches, entonces vendrá el final, aquel que limpiará este mundo para engendrar uno totalmente nuevo y se inicie un nuevo ciclo".

Heero se sentó a un lado de su querido Faraón mirando a sus hijos con gran ternura, realmente había valido la pena soportar esos largos ocho meses con Deia embarazado, ellos eran verdaderamente hermosos, aunque aún no sabía a ciencia cierta si se parecían a él o al trenzado, claro que eso no importaba demasiado, sin embargo, para el reino sería mejor que se parecieran a su rey y no a su pareja. Suspiró y se puso de pie sentándose en los pies de la cama junto al trenzado.
- Supongo que el mismo milagro que los engendró los hizo nacer - dijo Zech acercándose a los bebés - son una auténtica maravilla.
- Es extraño, pero fantástico - dijo Traize tomando a uno de los niños - y son muy bellos, su majestad.
- Los hice yo - dijo orgulloso - con la ayuda de Heero.
- Es mejor que descanses - le dijo Heero sonriendo - avisaré a los sacerdotes que no podrás ir a la ceremonia porque los niños acaban de nacer y mañana daremos la noticia oficial del nacimiento de los herederos del reino.
- ¡No nos dejes solitos! - le pidió Deia angustiado.
- No los dejo solos, amorcito - le sonrió y se inclinó a darle un beso en la frente - ya regreso, sólo voy a comunicar la noticia - salió.
- Debe descansar - insistió Traize - ellos lo necesitan en sus mejores condiciones, de seguro el señor Heero regresa pronto y él lo cuidará con cariño.
- Además, si usted se encuentra descansado, antes se recuperará del parto y podrá hacer "otras cosas" con su esposo.
- ¿Cuánto tiempo creen que deba esperar para eso? - los miró.
- Una semana, tal vez - dijo Traize divertido - dependiendo de cómo se sienta, pero, para ello, debe descansar mucho o no se repondrá.
- Ojalá y Heero no se ponga obsesivo otra vez con mi cuidado o el de los niños - suspiró cerrando los ojos - no me gusta que me trate como si fuera de cristal.
- Lo que pasa es que él lo quiere mucho y por eso lo cuida, recuerde que lo maldijeron con el libro de los muertos con anterioridad y estuvo más de tres meses como muerto, si usted lo hubiese visto, no era ni la sombra de lo que era o lo que es ahora, se notaba de lejos que había llorado mucho - le dijo Zech - parecía alma escapada del lago de Estigia, no comía ni dormía bien, así que supongo que tiene miedo de perderlo en definitiva.
- Pero no creo que deba exagerar - les respondió divertido mirando a sus bebés.
- Sería mejor que se dejara hacer, Su majestad - insistió Zech.

Ese mismo día los sacerdotes comenzaron a preparar la complicada ceremonia de presentación de los herederos, ya que ambos serían presentados y educados como primogénitos hasta que el faraón le diera su bendición a uno de ellos. Pero Heero no estaba nada de contento, sólo Deia podía estar con los niños y él, rebajado a la categoría de "esposa" no podía acercarse a ninguno de los tres y no le había podido decir al Faraón de la profecía que parecía estar a punto de comenzar, en especial esa tarde. Si estaba en lo correcto, esa tarde habría un eclipse, algo que antes había visto en su tierra, pero esta vez no sería la luna que desapareciera en las sombras, sería el sol que dejaría de dar su luz por unas horas. Se paseó una vez más por fuera de las habitaciones de su esposo y sus hijos antes de decidirse, estaba obligado a usar otras formas de llegar a ellos y las usaría. Salió del templo y se subió a una torre a medir el viento, no muchos se fijaban en el cielo, pensaban que sólo los pájaros podían volar, pero en su tierra había aprendido a hacer cometas de gran tamaño y usaría uno de ellos para llegar a la ventana de Deia y hablar con él, claro que debía tener mucho cuidado, no siempre se tiene la misma visión desde el aire que desde el suelo. Amarró la soga a una piedra grande y firme en el muro antes de subirse a la cometa y arrojarse al suelo, sabía que si no había viento suficiente era hombre muerto, pero el viento sopló en su favor y comenzó a elevarse lentamente, con cuidado comenzó a soltar un poco de cuerda hasta topar con el muro exterior de las habitaciones del faraón ¿quién diría que él, el esposo del faraón, se presentara como un ladrón a sus aposentos? Comenzó a descender lentamente hasta encontrar el marco de la ventana, se liberó de la cometa y entró en la habitación donde se escuchaba el llanto de dos bebés y los susurros de Deia intentando calmarlos.
- Ya, mis pequeñitos, papá vendrá muy pronto a cantarles una canción de cuna.
- ¿Yo? - le dijo Heero - mejor ordena a alguno de los esclavos que lo haga, si les canto, de seguro los traumatizo.
- ¡Heero! - le dijo sorprendido abrazándolo - ¿por qué no habías venido a vernos?
- Los sacerdotes no me dejaban entrar - se encogió de hombros.
- Entonces ¿cómo entraste? Afuera hay guardias que sólo obedecen a los sacerdotes.
- Entré por la ventana - le señaló y Deia se acercó a la ventana.
- Está muy alto - le dijo mirando hacia abajo - y está demasiado lejos para bajarse del techo, y no hubieses podido llegar hasta él sin pasar por los guardias allá abajo.
- Llegué volando - le dijo Heero tomando a uno de sus hijos y este se calló casi como por encanto.
- ¿Volando? - repitió Deia asombrado - los hombres no pueden volar.
- Tal vez los egipcios no, pero yo llegué volando en una cometa - se acercó a la ventana - aún está allí ¿le ves? - le señaló.
- Y Ajnón se calló y se durmió - le dijo mirando al niño en sus brazos - podrías acallar a Deia también.
- Los nombres que les diste - suspiró - tómalo y acúnalo tal como yo lo hice, de seguro se calla y se duerme también.
- Mm, sabes cuidar muy bien a los niños pequeños ¿dónde aprendiste?
- Allá en mi tierra, la cocinera del terrateniente tenía varios niños, ella me enseñó a calmarlos y entenderlos, no es tan complicado.
- Eso dices tú - le dijo el trenzado tomando a su pequeño acomodándolo en su hombro tal como le decía Heero, pero este no dejaba de llorar - no resulta ¿ves?
- A ver - le dejó al otro pequeño y lo tomó con cuidado - amorcito, dime ¿qué drama tienes? - le acarició las mejillas y vio como trataba de chuparle un dedo - vaya, así que tienes hambre.
- Dios, que hay que tener paciencia - dijo Deia dejando al otro pequeño con cuidado en la cuna mientras se quitaba las joyas del pecho y las dejaba sobre la mesa - nunca sé que quieren o cual es.
- Deia, tú los tuviste en tu vientre ¿cómo es posible que no sepas cuál es cual?
- Es que yo no le puse los nombres, fueron los sacerdotes - se defendió acunando al pequeño mientras se sentaba para alimentarlo - yo tenía pensado darles otros nombres, esos nombres son demasiado prepotentes para mi gusto, pero ya publicaron sus nombres en los libros y no puedo cambiárselos.
- Bueno, yo no sólo venía a verlos - Heero se sentó a su lado - esta misma tarde va a comenzar a desarrollarse la profecía.
- ¿Cuál profecía?
- La de los siete guerreros, recuerda que ganaremos nuestras alas al poco tiempo de nacidos aquellos de quién no podía tenerlos.
- ¿Cómo sabes que son ellos los de la profecía?
- Deia, esta tarde habrá un eclipse, la luna oscurecerá completamente al sol por un tiempo, esa será la señal de comienzo del fin, así me lo han dicho las estrellas, por lo mismo mandé a llamar a Quatre, Trowa y Wufei.
- Así que los siete guerreros encontrarán sus alas - murmuró mirando a sus hijos - pero ello ¿no significará extraños acontecimientos?
- La tierra debe ser purificada antes de renacer en un nuevo ciclo.
- Pero ¿qué clase de purificación será?
- Los vientos vienen de oriente - le dijo - incluso ya soplan desde allí.
- No comprendo.
- Deia, tú mismo mandaste a la arpía a tratar con tus enemigos - le recordó - es de allí de donde vendrá la destrucción del imperio, pero este se levantará renovado - le tomó la mano - no te preocupes, estaré siempre a tu lado.
- ¡Su majestad, el sumo sacerdote pide su autorización para visitarlos!
- Diantre - dijo Heero poniéndose de pie - no debe encontrarme aquí.
- Escóndete detrás de esa cortina - le dijo Deia - ¡espere, Sumo Sacerdote, no estoy vestido! - dejó al bebé en la otra cuna y se puso a toda prisa las joyas sobre su pecho, odiaba eso, pero no iba a llamar a nadie para que lo ayudara, podrían descubrir a su esposo allí - adelante - le dijo luego de asegurarse que no se fuera a notar la presencia de Heero.
- Su Majestad, la ceremonia estará lista dentro de un rato.
- ¿Y mi esposo, por qué no ha venido?
- Verá, majestad, él no puede ver a sus hijos hasta dentro de 40 días.
- ¿Y se puede conocer el motivo?
- Es el tiempo que se necesita para la purificación de su cuerpo, excelencia.
- O sea, que yo soy un ser impuro por haber tenido hijos.
- Oh, no, Su Majestad - lo rebatió con rapidez - es su esposo quien necesita purificarse.
- No entiendo, si fui yo quien tuvo a los niños.
- Sí, pero...
- Nada, si no veo a mi esposo dentro de un par de horas, destruiré este templo y no permitiré que lo reedifiquen ¿está claro?
- Er, sí su majestad.
- Recuerde que yo soy un Dios Vivo - le recalcó - y si yo me enojo, grandes catástrofes podrían ocurrir.
- Pero hace mucho rato que nadie ve al señor Heero - le dijo - debe andar molesto por allí porque no lo hemos dejado llegar hasta usted.
- Pues yo podría molestarme si no lo traen a mi presencia, de inmediato - le dijo - yo llevaré a mis hijos al templo central, nadie los tocará hasta que sea la noche.
- Como usted ordene, mi faraón - aceptó y se retiró.
- Heero, ve abajo y prepara todo.
- No te asustes si el sol es opacado por la luna, sólo es una señal para los tiempos que vendrán - le dijo y salió de la habitación evitando a toda costa ser visto por los guardias.

Dúo estaba sentado con un bebé a cada lado escuchando las palabras de la ceremonia, estaba mortalmente aburrido esperando que presentaran a sus hijos, pero un ruido a su lado llamó su atención, los guardias habían alzado sus armas para impedir que Heero llegara a su lado, pero se enfadó y dobló las puntas y este se sentó a su lado.
- No debe hacer eso, su majestad - le dijo un sacerdote menor.
- Silencio o te castigaré - le dijo Deia por un colmillo y el sacerdote retrocedió.
Heero se sentó en silencio a los pies de Deia mirando al sumo sacerdote que estaba bastante enfadado con su presencia, pero sospechaba que se iba a armar la grande si no los presentaban ya, dado que en cualquier momento ocurriría el eclipse y se oscurecería todo. Puso una mano en la rodilla del faraón y este apoyó la suya sobre esta. En ese mismo momento la luna comenzó a ocultar el resplandor del sol y se escucharon fuertes gritos a su alrededor, todo el mundo estaba aterrorizado, ese no era un fenómeno normal, los sacerdotes decían que era culpa del esposo del faraón por estar en un lugar que no debía, otros murmuraban que era el padre mayor del mismo que estaba molesto porque no presentaban a los niños luego, pero lo único cierto era que aquello estaba por convertirse en un caos total.
- Deia, está por terminar, pero creo que podrías aprovechar la ocasión - le dijo Heero al oído.
- Muy bien - le sonrió y se levantó - Oh, padre Ra, ¿qué es lo que os molesta? - dijo en voz alta y esperó como dando tiempo a una respuesta - ¿estáis molesto porque los sacerdotes no me permiten estar con mi familia? - volvió a callar unos instantes - Ah, queréis que demuestre cuanto amo a mi esposo y aparecerás de nuevo frente a nosotros - miró a Heero y le tendió una mano para que se pusiera de pie - venga, este es mi esposo y lo amo, igual que a nuestros hijos - rodeó el cuello de Heero con los brazos y lo besó apasionadamente. En ese instante la luna comenzó a dejar de cubrir al sol lentamente y todo volvió a la normalidad. Deia soltó a Heero y miró molesto al sumo sacerdote - debieron dejar que Heero estuviera a mi lado y nada de esto hubiese pasado.
- Lo sentimos mucho, majestad, pero es que siempre...
- Antes fue así - lo cortó - pero nuestro matrimonio cuenta con la anuencia del padre Ra allá en lo alto y su protección divina, así que no traten más de cambiar las cosas que yo ordeno.
- Bien, su majestad.
Heero miró a los niños que miraban con sus grandes ojos asustados a su alrededor, de seguro todo el alboroto causado los había despertado.
- ¡Los siete guerreros están por despertar! - se escuchó una voz desde lo alto - vienen vientos de guerra desde el oriente - les advirtió.
- Venga, Deia, debemos prepararnos para la guerra.
La ceremonia se habría terminado de desarrollar tranquila si no hubiese sido por el incidente que cuatro de los soldados de la frontera llagaron buscando al faraón para informarle que enorme huestes enemigas habían atacado desde oriente y que se dudaba que las defensas al borde del mar rojo pudieran resistir el embate mucho tiempo, quizás ya habían caído y avanzaban contra la capital del imperio.
- Debemos hacer algo, quizás ese fue el verdadero motivo por el que Rá se enfadó - dijo el Sumo Sacerdote.
- El ataque viene de oriente, de donde se envió a la arpía para evitar una ruptura dentro del reino - le dijo Heero molesto - ahora sólo debemos tomar precauciones y movilizar las tropas hacia la frontera.
- Heero - Deia llamó su atención - ¿escuchas sus voces? Los guardianes nos están llamando.
Heero cerró los ojos y escuchó el viento que soplaba, por supuesto, su esposo con sus poderes era mucho más receptivo que él, pero también alcanzó a escuchar el susurro en el viento, eran voces que parecían resonar en el metal, eran graves y extrañamente familiares, demasiado.
Deia avanzó hacia Quatre que lo miraba con los ojos asustados mientras se aferraba a Trowa que permanecía con Wufei en un profundo silencio, ellos también escuchaban las voces que los llamaban, lo podía ver en sus ojos, entendía su incomprensión, tal como hubiera sido si él no supiera de dónde era que los estaban llamando.
- Heero - lo llamó a su lado y este asintió tomando a los bebés.
- Faltan dos guerreros - le recordó buscándolos con la mirada y Deia recordó su visión y le hizo una seña para que se acercaran - debemos irnos.
- ¿Irnos? ¿Y a dónde? - dijo Wufei un poco molesto y un poco asustado.
- A donde nos esperan los guardianes - le dijo Heero mirando a Deia y los nueve desaparecieron del templo.

Un ángel los recibió antes que llegaran a los guardianes, les dijo que debían entregarle a los bebés, no podrían luchar esta batalla con ellos, era peligroso, que ellos se harían cargo de protegerlos como lo que eran. Heero no estaba muy seguro de estar haciendo lo correcto al entregarlos así a un desconocido, pero él tenía razón, de ellos dependía el futuro del reino, aunque ellos no fueran a estar allí para verlos reinar.
Y era eso lo que más le preocupaba, él había visto más allá de la profecía, pero no quería angustiar a los demás con cosas que quizás no serían, pero cuando el ángel lo detuvo para una última advertencia, su alma se vino al suelo.
- Eres el corazón de los Guardianes, el único al cual todos los secretos le serán revelados, por eso debes tener cuidado cuando te unas a Zero, podría transformar lo que sientes en un mal sentimiento, no dejes que te domine.
- ¿Quieres decir que esa cosa tratará de adueñarse de mí?
- Lo que ves allí es sólo una forma que tomaron los guardianes al perder sus almas y convertirse éstas en seres humanos, cuando vuelvan a ser uno, deberán ser capaces de elegir correctamente la forma que mejor convenga para la batalla.
- Dime ¿venceremos?
- La victoria no es algo que se gane con facilidad, primero habrá mucho dolor antes que la paz retorne, pero aún no es tiempo que sepas estas cosas tan tristes, primero gana la batalla contra Zero antes de luchar la otra.
Heero avanzó junto a los demás al lugar donde estaban los guardianes, allí sólo descansaban cinco de ellos, los conocidos por los guardianes del infierno. Deia caminó hacia uno como hipnotizado por él y susurró su nombre, Deathscythe, que dio una señal con una luz en sus ojos que lo aceptaba y la cabina se abrió dejando al trenzado asombrado, pero se subió. Lo mismo pasó con los demás, pero Heero aún miraba apreciativo a su guerrero, la advertencia debía ser por algo y no quería arriesgarse sin estar seguro de vencer.
- ¿Pasa algo malo, Heero? - le dijo Deia preocupado.
- No, corazón - le dijo y tocó apenas a Zero que de inmediato dio luces de haberlo conocido y le abrió la cabina. Entró y se sentó en el asiento, de inmediato muchas especies de cuerdas tocaron su piel y empezó a tener imágenes de un futuro terrible, eran visiones de destrucción, una masacre en la que estaban involucrados todos ellos, pero la imagen más horrorosa fue la de la muerte de su esposo, repartido a los cuarto vientos y él cubierto con su sangre - No, no es cierto - le dijo tratando de mantener la calma.
- Mi querido Heero, es lo que va a pasar.
- No, Deia va a permanecer conmigo, para siempre.
- Sabes perfectamente que no es cierto, que los siete ángeles van a llorar y que con sus lágrimas purificarán esta tierra por un tiempo, antes que vengan otros a destruir aquello que tus hijos construyeron ¿para qué luchar tanto si conoces el futuro y sabes que de todas maneras vas a morir?
- ¡Deja de mostrarme eso, yo amo a Deia y voy a luchar a su lado para que mis hijos tengan un futuro!
- Sabes que eres el único que puede ver el futuro y que no lo puedes cambiar, a no ser que me entregues tu alma y tu mismo destruyas todo sólo sin que ellos lleguen a arriesgar sus vidas.
- Si lo hago ¿me permitirás ver un futuro en el que Deia, mis hijos y yo estemos siempre juntos y vivamos como una familia normal?
- Nunca serán una familia normal, pero lo intentaré.
- ¡Heero, no le entregues tu alma! - le gritó Deia preocupado.
Pero Heero dejó que Zero entrara en su corazón, las imágenes que le había mostrado antes horrorizaban a su alma, no quería que ello pasase, no, amaba demasiado a su trenzado para permitir que él muriese así, a su amigos tampoco quería verlos morir, si alguien debía de hacerlo ¿por qué no debía ser él? Por las visiones sabía que su agonía sería mayor ya que los vería caer uno a uno antes de morir también, venciendo sí, pero quedando herido de gravedad y sin volver a ver a sus pequeños hijos.
Lentamente el nuevo sueño de Zero empezó a enraizarse en su alma y sus ojos perdieron su brillo, su alma estaba vagando por extraños senderos a los que Deia no podía llegar con su voz, así que trató de contactarse con él con sus poderes síquicos, cosa que el guardián rechazó violentamente.
- Ahora Heero es mío - le dijo con su voz metálica - no necesito al resto para vencer y volver a ser un guardián del paraíso.
- ¡Heero no puede ser tuyo porque es mi esposo! - le dijo Deia - devuélvemelo - le ordenó.
- Oh, no, Faraón llave, tendrás que luchar por él si quieres recuperarlo.
- Sí así lo recupero, lo haré - sacó su lanza y ambos despegaron abriendo sus alas mientras los otros guerreros los miraban preocupados.
- ¡Tenga cuidado, Faraón! - gritó Quatre preocupado viendo como Zero sacaba una espada y lo atacaba también.
Ambas armas se sacaron chispas una a la otra mientras esquivaban el ataque contrario con dificultad.
- ¿Cómo puedes tratar de recuperar un amor que nunca ha sido tuyo?
- ¡Heero me ama, lo sé!
- Vamos, sabes que no lo hace.
- ¡No le crea! - gritó Zech desde el suelo - el joven Heero casi se murió cuando pensó que no volvería a ver sus lindos ojos nunca más, no se deje vencer.
Pero Zero era un guerrero hábil que sabía ocupar los conocimientos de su piloto con cierta facilidad y cambió la posición de su espada a modo que se transformara en una espada samurai, primero mataría al faraón para que de esa manera Heero terminara de perder el control de sus emociones y después destruiría al rubio hablador ese. Sin embargo, no contaba con que Heero tratara inconscientemente de proteger a su amado.
- Heero, por favor, reacciona - le pidió, pero Zero consiguió herir al guardián, herida que de inmediato apareció en el cuerpo del trenzado - ¡Ahhhhh! - gritó de dolor y la sangre comenzó a brotar por fuera del metal imitando al faraón.
- ¡No, vas a matar a Deia! - dijo Heero reaccionando al fin.
- ¡Baja del guardián! - ordenó un ángel y Deia abrió la cabina bajando a tierra, cosa que de inmediato imitó el japonés corriendo a su lado mientras Zech y Traize atendían sus heridas.
- Estará bien ¿verdad? - dijo angustiado sin acordarse más de su guerrero que se quedó en silencio - no lo herí de verdad ¿no? - Heero estaba angustiado viendo la herida en el hombro de su amado, había querido tanto evitar que las imágenes de la guerra no se hicieran realidad que por poco y las hace desaparecer asesinando el mismo a su esposo.
- Estará bien, no te angusties - le dijo Zech vendando el hombro - no es tan grave como parece.
- Soy un idiota - se agacho a su lado y le tomó una mano - perdóname, Deia, estaba tan asustado de lo que me estaba mostrando Zero, que me dejé engañar por él para que ello no fuera realidad y por poco y te mato.
- Por eso se te advirtió - le dijo el ángel - no se preocupen tanto, el pequeño Quatre lo puede sanar con facilidad.
Quatre se había bajado de su guerrero en silencio y estaba allí, miró asombrado al ángel y se acercó a Deia en silencio, estaba nervioso, no entendía qué era lo que tenía que hacer, pero de todas maneras puso con cuidado su mano en el hombro del trenzado pensando en que debía cerrar su herida y una luz dorada surgió de ella generando un calor suave que cerró por completo su herida.
- Gracias, Quatre - le dijo Deia poniéndose de pie para abrazar a Heero que se puso a llorar aferrado a su cintura aún de rodillas - Heero, no llores así, no fue tu culpa, Zero trató de adueñarse de ti.
- Pero me dejé y pude haberte matado - gimió.
- Heero, yo no dudo de tu amor - le levantó el rostro secando sus lágrimas con sus dedos - por eso no necesitas mi perdón, no hiciste nada malo.
- Deia - suspiró y este se inclinó a besarlo.
- Ejém - dijo el ángel molesto - aún deben recobrar las alas de los ángeles restantes y decidir sus formas definitivas, después podrán hacerse los arrumacos que quieran, así que ¡andando!
Heero se puso de pie un poco sonrojado abrazando a su esposo y le lanzó una mirada fea, pero el ángel ni siquiera se inmutó y le entregó a Trowa un mapa.
- Vayan hacia el nacimiento del Nilo, allí encontrarán lo que les falta - les dijo e iba a desaparecer cuando Heero lo agarró de la túnica - qué quieres ahora.
- ¿Y nuestros hijos?
- Los bebés sólo regresarán a la tierra cuando la guerra haya terminado.
- Bien - dijo tratando de no pensar en lo que ello significaba.
- Cuídenlos bien ¿sí? - le pidió el trenzado caminando hacia el carro que los esperaba para llevarlos a su nuevo destino.

El nacimiento del río estaba bastante retirado, pero lo más complicado había sido pasar por aquella selva en donde había tribus que no reconocían al Faraón como su amo y menos como su dios y habían tenido que luchar a mano limpia con ellos antes que les dieran la pasada, aunque el rubio de pelo largo había tenido que cortar unos cuantos de sus mechones en forma de pago para ello también.
- Por esto lados jamás habían visto a alguien con nuestros colores - le dijo Deia divertido al ver como el rubio trataba de reacomodar su antes bien cuidada cabellera - por eso les llamaste tanto la atención.
- Quatre también es rubio - le recordó.
- Pero él no tiene el pelo largo - le replicó Heero deteniéndose con Trowa a mirar el famoso mapa - parece que es allí - señaló una montaña por la que bajaba una cascada de agua - el mapa señala algo allí.
Deia cerró los ojos centrándose en el agua y vio que bajo la cascada había una cueva enorme y se volvió hacia Heero, pero notó algo extraño en su esposo, al parecer estaba un poco reticente a encontrar lo que fuera que estuviera allí.
- Heero, vamos - lo jaló y Heero comenzó a seguir el camino del resto de los guerreros, no diría nada, sólo lucharía porque sus visiones no se cumplieran.
Zech y Traize se detuvieron un paso atrás de Trowa que miraba para todos lados buscando el punto que los conectara con la cueva que el mapa señalaba estaba allí, pero ¿cómo iban a entrar si no había paso.
- No podemos seguir por aquí - dijo el latino fastidiado - pero el mapa no nos señala otro camino.
- Tiene que haber alguna forma, no hemos llegado aquí para nada.
- Hay una manera - dijo Heero que había permanecido callado todo el camino - solo necesitamos que Deia le pida a los guardianes que nos den el paso con sus poderes síquicos.
Deia lo miró y asintió avanzando hacia la orilla del acantilado, no creía que fuera algo complicado, pero aún así le preocupaba algo, había algo que Heero estaba escondiendo, pero ¿qué podía ser que lo había escondido incluso en sueños para él? Su esposo había sido siempre abierto a él y ahora no podía saber qué era lo que le pasaba o pensaba. Suspiró, ya vería qué haría luego, ahora debían encontrar a los últimos guardianes y regresar a proteger su reino. Extendió sus brazos hacia el cielo y lentamente comenzó a bajarlos haciendo que un puente de color rojo dorado quedara a sus pies mostrando un camino que se perdía bajo la cascada.
- ¡Genial! - dijo Wufei entusiasmado - vengan que ya tengo hambre - agregó el chino comenzando a andar el camino. Los demás le siguieron divertidos, con excepción de Heero que miraba preocupado como las cosas comenzaban a tomar forma para que el escenario de una gran guerra se completara ¿cómo evitar la muerte de Deia si no podía evitar que fuera a la guerra?
- Allí están - dijo Trowa mostrando a los dos guerreros, uno completamente rojo y el otro blanco - vayan por ellos para que regresemos a casa, yo también tengo hambre.
Zech se paró frente al rojo en silencio acariciando su superficie y este le dio paso a su cabina, lo mismo que pasó con Traize que sonreía contento, ambos se volvieron a bajar y estos desaparecieron yendo a reunirse con los otros guardianes.
- Nos vamos a tener que ver de nuevo con esos salvajes - se quejó Zech.
- No - sonrió el trenzado - nos vamos directo a casa - miró a Heero y este alzó una ceja - formemos un círculo tomándonos de las manos e iremos por el camino corto - se concentró una vez que hicieron lo que les dijo y los siete aparecieron en medio de las ruinas de un templo - ¿qué ha pasado?
- La profecía, Deia - le dijo Heero - comienza a cumplirse, debemos decidir qué seremos, sí víctimas o vencedores.
- ¡Vencedores! - dijeron los demás a la vez y este asintió poniendo una rodilla en tierra concentrándose en el poder de los guardianes del infierno.
- ¡Heero Yuy, corazón de los guardianes, exige su presencia en la tierra de los mortales! - gritó y los siete aparecieron en torno a ellos.
- ¿Conservarán la forma de los guardianes de la tierra o la de los del infierno?
- Tierra - coincidieron intrigados.
- Unión de cuerpos - dijo Heero y fueron elevados en el aire a la altura de la cara de cada guardián del infierno de espaldas a ellos, una luz potente los rodeó y violentamente entró en ellos desapareciendo los guerreros pero adquiriendo cada uno de ellos sus facultades - estamos listos.
- ¿Listos? - repitió Deia casi sin percatarse que permanecía de pie en el aire - ¿para qué?
- Amor mío - le dijo el japonés divertido extendiendo sus alas como la del resto de los ángeles en el otro mundo - para ir a luchar por nuestro futuro.
- ¡Tienes alas! - dijo y sin querer extendió las suyas muy parecidas a las los murciélagos - las mías no son tan bonitas - se quejó.
- Son las facultades de los guardianes del infierno que se manifestarán en nosotros mostrándonos todo su poder - le dijo - en marcha.
Los siete se pusieron en movimiento y llegaron a la línea que luchaba cuerpo a cuerpo con los guerreros venidos de oriente, eran muchos contra los egipcios y Heero sospechaba que eran apenas una fracción de toda la hueste enemiga, así que detuvo a sus compañeros antes del ataque.
- Debemos pasar a la primera línea para hacer que nuestras fuerzas se replieguen sin más pérdidas - dijo Deia mirando a los soldados - nadie escuchará las órdenes del faraón aunque yo mismo se las dé.
- Bueno, vemos a entrar en batalla cada uno por su lado hasta que estemos en el frente - dijo Heero - si ellos nos ven luchando con fiereza van a sorprenderse y podremos reorganizar las tropas.
- Muy bien, entonces yo iré a la extrema derecha - dijo Wufei mirando la caballería enemiga, Heero solo asintió, al menos había elegido un lugar diferenta al que estaba en su visión, quizás no muriera hoy.
- Nosotros iremos por el mismo lado - dijo Zech muy seguro - un poco más centrados ¿verdad, Traize? - el trigueño asintió y Heero los miró asintiendo.
- Yo me iré del otro lado - dijo Trowa - allí están concentrados.
- Yo voy con él - dijo Quatre mirando a su novio.
- Bien, entonces Deia y yo nos encargaremos de los que están en el frente, lo que debemos hacer es tratar de romper su línea de ataque y llegar a las líneas de comando para obligarlos a retroceder ¿estamos listos?
- Listos - dijeron a la vez y se dispersaron.
Wufei, Zech y Traize se alejaron por la derecha y Trowa y Quatre se alejaron por la izquierda, mientras Heero avanzaba con su espada en mano por el centro, a unos diez o quince metros del trenzado que se movía con velocidad luchando ferozmente, evitando con habilidad dañar a sus propios soldados, diciéndole a los heridos que retrocedieran si podían. Cerró los ojos y se puso en postura guerrera, no debía distraerse mirando a su amado esposo, corrían peligro en batalla.
Los primeros en romper las líneas enemigos fueron Wufei y Trowa, cada cual por su lado, empezando a evolucionar hacia el centro buscando los líderes enemigos mientras los demás tardaban un poco más en llegar mientras luchaban con la misma ferocidad. Poco después Zech consiguió llegar hasta el chino y sólo pudo ver como Traize caía herido.
- ¡No, Traize! - gritó corriendo a rescatarlo, pero un enemigo se interpuso en su camino, furioso levantó su espada y le cortó la cabeza de un solo corte y siguió corriendo hasta llegar a Traize que lo miraba con los ojos empañados - amor, no te mueras, estamos por vencer - le rogó.
- Lo siento, Zech - susurró casi sin voz - el último ángel en nacer debía ser el primero en regresar a su mundo - tosió escupiendo sangre.
- No hables, apuras tu muerte.
- Nada puede evitarlo ya - sonrió apenas - sabía que esto iba a pasar, nunca fui guerrero - se quedó un buen rato en silencio antes de agregar - sabes que siempre te he amado ¿verdad?
- Y me vas a seguir amando - le dijo.
- Siempre, Zech... - y se le fue la voz, sus ojos quedaron en blanco y dejó de respirar con un ruido ronco.
- ¡Traize! - gritó y todos los que estaban a su alrededor salieron volando por la cantidad de energía que expulsó violentamente y luego los enemigos comenzaron a retroceder desordenadamente mientras una intensa lluvia comenzaba a caer sobre el campo de batalla mientras el rubio lloraba.
Heero miró hacia donde el rubio lloraba a gritos su pérdida y luego cerró los ojos, el dolor había comenzado para los ángeles, "el último será el primero en irse", claro, había pensado inmediatamente en Wufei, él había sido el último en reunirse con ellos, mas, sin embargo, la muerte había atacado al trigueño, al último que obtuvo sus alas. Caminó hacia Deia y lo abrazó con fuerza mientras este comenzaba a llorar también, debía ser fuerte para afrontar el futuro, ahora sabía con certeza quien iba a ser el siguiente.

Las tropas egipcias tuvieron un respiro luego de la tormenta, mientras los ángeles se dedicaban a planear el siguiente ataque. Por supuesto Zech era el que más ansioso estaba por iniciar la batalla, pero ni siquiera habían comenzado a realizar las 13 pruebas ¿no? Heero miró a los demás antes de plantearles aquella duda.
- ¿No te parece que llegar a nuestros guardianes y perder a mi novio es prueba suficiente? - le dijo Zech violentamente.
- El superar la partida de un ángel es la primera prueba - le dijo Heero fastidiado - pero no somos 13 como para irnos muriendo de a uno - le recordó - sé que estás dolido, pero no puedes abatirte ni buscar tu propia muerte, a Traize no le gustaría que te pusieras mal por él.
- Lo sé, pero es que yo no quería que él se muriera, por eso lo mantuve cerca de mí, nunca fue un buen guerrero, era médico - se sentó cubriéndose el rostro con las manos - y no pude evitar su muerte - volvió a llorar.
- Heero, tú conocías la profecía - le dijo Trowa abrazando a Quatre preocupado.
- No puedo decirles nada al respecto - le dijo desviando la mirada - sólo que debemos completar las 13 pruebas antes que la luna vuelva a ocultar el sol o el mundo quedará sumido para siempre entre las sombras.
- Así que de verdad sabes lo que nos va a suceder - insistió Wufei.
- No puedo contarles nada, esa es mi prueba, ser capaz de ver el futuro y no tratar de intervenir para que ellas no acontezcan o se cumplirán para mal.
- ¿Qué significa eso? - le dijo Deia preocupado.
- Que cada uno deberá superar un problema sin hundirse en la desesperación - miró a Zech - sé que duele perder a la persona amada y que cuesta mucho seguir viviendo, pero hay que encontrar las fuerzas para seguir luchando, para que la partida de esa persona no sea en vano.
- No tienes ni la más remota idea de lo que siento...
- Claro que lo sé, cuando Deia estuvo encerrado en ese sueño maldito del que no podía despertarlo, quise morir, la desesperación me había dominado y no podía dejar de recordar los momentos a su lado que había desperdiciado, todos aquellos dulces recuerdos se me volvían amargos, era peor que cuando su padre nos separó, al menos allí estaba esa profecía que me decía que volvería a su lado cuando él fuera faraón, pero luego que fue maldecido por el libro de los muertos las estrellas me dijeron que no tenía futuro a su lado, que otro ocuparía mi lugar ¿Sabes lo que es eso? Sé que hay más dolor para mí que para cualquiera de ustedes, pero no puedo hacer nada o perderé al instante aquello por lo que estamos luchando.
- Tranquilo, Heero - lo abrazó el trenzado - nunca te dejaré solo, seguiré luchando a tu lado hasta el final.
- Pero ¿cuáles son esas famosas pruebas?
- "Un ángel se verá obligado a regresar al comienzo, él último será el primero en regresar al paraíso" - dijo suspirando - "la primera prueba será ser capaces de seguir con uno menos mientras buscan las 10 piezas que conforman la llave que cierra el paso entre este mundo y el infierno".
- Entonces, cada pieza es una prueba en sí - dijo Trowa pensativo.
- "Cada pieza del rompecabezas está custodiada por un guardián poderoso que cada guerrero deberá vencer, al final, sólo uno será capaz de llegar a lograr la victoria final, pero su camino estará bañado de lágrimas y sangre".
- No entiendo ¿vamos a morir? - le dijo Deia preocupado.
- No puedo decir más, no me tortures - le pidió.
Deia lo miró y lo abrazó con fuerza hacia su pecho, pasara lo que pasara iba a luchar a su lado y juntos criarían a sus hijos con un nuevo reino, allí serían felices para siempre y serían como una familia normal.

Heero estaba sentado mirando las estrellas mientras viajaban al valle de los reyes, detrás de este estaba la entrada la laberinto de las 12 puertas, una de ellas era la salida, las demás sólo eran trampas que podrían llevar a la perdición a los hombres, pero también a la gloria, y era ello lo que más le preocupaba a Heero, si no se equivocaba, y esta vez esperaba que fuera así, sólo tenían posibilidades de salir con vida los seis si se mantenían juntos, pero también era cierto que quien más peligro corría era Zech, era muy poco el tiempo que llevaba de haber perdido a su compañero de toda una vida.
- Hay demasiados pasajes, quizás debamos separarnos para abarcar más - sugirió Quatre mirando las puertas.
- Sería un problema - le dijo Deia pensativo - así no podremos saber si hemos encontrado todas las piezas del rompecabezas antes de salir y de ser el caso que nos falte alguna, deberemos volver sobre nuestros pasos sin saber en que lados ya se buscó y en cuales no.
- No nos conviene separarnos - dijo Heero mirando la primera puerta - detrás de cada una de ellas hay un peligro que por separado no seremos capaces de vencer, en cambio unidos podremos afrontar lo que vengas y ayudarnos unos a otros.
- Cualquiera pensaría que tienes miedo de enfrentarte a los demonios tú solo - lo picó Wufei.
- Es cierto que tengo miedo, no soy tan idiota de no temerle a lo desconocido - le replicó - pero creo que debes recordar que soy yo el que tiene las pesadillas de muerte y no quiero que se hagan reales.
- Y no lo serán, Heero - lo abrazó su esposo - yo me mantendré siempre a tu lado. Además, debemos terminar pronto para regresar con los niños para que al fin seamos una familia feliz.
Heero ya no le contestó y lo tomó de las manos mientras abría la primera puerta, sabía que detrás de ella había un gran desafío a cumplir, pero también que del laberinto sólo saldrían con vida los ángeles que fueran capaces de vencerse a sí mismos.
Trowa y Quatre también se tomaron de las manos y caminaron detrás del faraón que no dejaba de parlotear intentando distraer a su esposo, cualquier cosa le parecía buena, pero estaba poniendo histérico a Wufei que estaba cansado de escucharlo, pero a Zech le hacía gracia escucharlo hacer planes para sus hijos.
- ¿Esta urraca no se calla nunca?
- No seas irrespetuoso con tu faraón - le replicó Heero mirándolo enojado.
- Es que habla demasiado, no es necesario que todos conozcamos sus planes para sus hijos, cuando yo tenga los míos, la única que sabrá lo que sueñe para ellos será mi esposa.
- Sólo estás celoso porque yo ya los tengo y a ti te toca esperar un buen tiempo más para tenerlos, pequeño dragón - le replicó Deia molesto - además, si no quieres escucharme, tápate las orejas o devuélvete por donde viniste, no tengo porque soportarte.
- Muy bien - dijo el chino dándose la media vuelta.
- No, no vamos a separarnos - lo cortó Heero fastidiado - si nos dividimos, los demonios podrán engañarnos, por cada ángel que se pierda en el camino, se hará más difícil de alcanzar la última de las tareas.
- No me interesa tener que estar aguantando a tu esposo y sus tonterías.
- Wufei ¿acaso no recuerdas quién te liberó de ser vendido a otro dueño cuando el tuyo murió? - le insistió el japonés - tú, al igual que Quatre, Trowa y yo, somos esclavos del Faraón y él puede decidir nuestra muerte o nuestra vida.
- ¡Yo no soy esclavo de nadie!
- Pues no recuerdo haberte dado la libertad - le dijo fastidiado - sigues siendo el esclavo del administrador de Egipto que yo sepa.
- Pues mátame, así no tengo que escucharlo.
- Un ángel no puede matar a otro - le dijo Quatre - y no tienes por qué enojarte con su majestad, él ha sido bueno con todos nosotros todo este tiempo sólo por el señor Heero, así que es mejor que te comportes.
- No tengo por qué aguantar que otro esclavo me llame la atención.
- Muy bien, sí él quiere ser el siguiente en partir al otro mundo ¿por qué no lo dejan? - dijo Zech fastidiado de la actitud del chino y lo enfrentó - quizás hubiese sido mejor que tú perdieras tus alas que mi querido Traize muriera.
- ¡Ah, claro, ahora me vas a culpar por su muerte!
- No lo estoy haciendo, pero estás resultando ser más un estorbo que una ayuda, no tienes por qué oponerte a cada paso que damos, no digo que estés de acuerdo con todo, pero si no tienes una idea mejor, deberías quedarte callado y servir de apoyo a los demás.
- Es mejor que sigamos adelante, esta discusión no conduce a nada - los cortó Trowa - tenemos mucho trabajo por hacer y poco tiempo para conseguirlo.
- Si, sigamos - dijo Quatre abrazando a su novio por la cintura y caminado con él.
Deia abrazó a su esposo y caminó de la misma manera que Quatre con él, estaba decidido a permanecer lo más cerca de él para no perderlo, nadie la haría daño a su chico si podía evitarlo, volverían a salvo y estarían con sus hijos el resto de sus vidas

Continuará...

Me he tardado mucho tiempo en tener listo este capítulo, lo sé, estaba embalada con la otra historia, una a la que ahora no le encuentro el final adecuado, pero como ya regresé a esta, creo que la voy a tratar de terminar antes que "Alma Vagabunda" o que me enganche con alguna otra serie.
Voy a contestar sólo el último Review, lamento no recordar su nombre en este instante, pero ella debe saber quién es. Lo cierto es que el servidor hace desaparecer muchas de las marcas de texto, en especial algunas que señalan que el texto es imagen o del pasado o del futuro, que es sueño o visión, aún no entiendo por qué, ya que lo mismo pasa con los párrafos separados y cosas por el estilo, así que si te pareció extraña alguna cosa por allí, es debido a eso. Deia tiene sueños de otro mundo, un mundo que existe en Guerreros legendarios, un fic un poco más de esta época, en el cual el faraón despertó en pleno siglo XXI y usaba esa clase de ropa. Espero que esto te sirva de aclaración.
A todos los demás, gracias por la paciencia para esperar por este capítulo, espero que el otro me salga un poco más rápido, ya que no quiero estirarlo más de lo debido, se suponía que tendría 10 capítulos, pero ya se me escapó.
Shio Chang y Wing Zero.

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