Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Mi Faraón por Shiochang

[Reviews - 38]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo: Perdonen la tardanza
Mi Faraón

Espero que este capítulo sea el final, me han preguntado por qué Heero debe llorar, les diré que sólo el dolor purifica las almas, borra los pecados y nos da la ocasión de superarnos.

Purificación de la tierra

La primera puerta que habían traspasado no tenía nada de raro, al menos eso dijo Deia mientras caminaban bastante tranquilos hacia un túnel bastante oscuro. Heero se frenó y miró a su alrededor, debía de haber un guardián allí, lo había visto en sus predicciones, pero ¿dónde estaba?
- Esto no me gusta - dijo Zech mientras entraban en la cueva - está demasiado húmedo y siento como si unos ojos me miraran en la oscuridad - agregó molesto.
- Creo que puedo traer un poco de luz - dijo Wufei alzando su mano y apareció una pequeña llama bailando en su palma - que lugar más horrible.
- Era mejor cuando no lo veíamos - dijo Quatre aferrándose más a Trowa de manera asustada, aunque este sospechaba que se aprovechaba del pánico.
- Claro, pero si no vemos por donde vamos, podríamos caer en una trampa ¿no crees, Heero? - le dijo Deia afirmándose de su brazo al resbalar.
Heero miró el suelo y tuvo que contener un gemido, ellos hasta el momento sólo habían mirado alrededor, pero al sentir que Deia se resbalaba, miró el suelo y lo que vio lo dejó helado y aterrado, el camino que seguían estaba lleno de escamas, pero no cualquier clase de escamas, eran de una serpiente enorme y de seguro eran sus ojos los que Zech presentía que los miraban.
- Esto no me gusta nada - dijo Trowa tratando de mantener el equilibrio sobre el suelo tan resbaloso y topó con algo que no le gustó - parece que el suelo no es nada de sólido.
Wufei bajó la luz hacia el suelo y todos se dejaron caer al ver claramente la piel de la serpiente, era enorme, su ancho era de más de un cuatro pies ya que estaba aplastada, pero eso sólo podía significar una cosa, que su antiguo ocupante debía ser mucho más grande y estaba por allí, se giró moviendo su mano y se encontró con su peor pesadilla mirándolos fijamente desde un rincón de la cueva con sus ojos amarillos.
- ¡Cuidado! - le gritó Heero tratando que el chino saliera del estupor que lo mantenía como clavado en el suelo mientras el animal avanzaba hacia él lenta e inexorablemente.
- Wufei, muévete - le dijo Deia intentándolo hacer reaccionar pero en definitiva fue Zech quien consiguió sacarlo del camino de la serpiente, pero hizo que la luz se apagara - ese bicho sí que es feo - susurró el trenzado mirando hacia donde se había ido.
- Debemos seguir adelante, antes que regrese - dijo Trowa abrazando con fuerza Quatre con la intención de protegerlo, según él.
- Oye, chino, sal de tu estupor - lo remeció Zech - enciende la luz.
- No - dijo Heero hablando en un susurro - la serpiente sabrá donde estamos, debemos seguir nuestro camino con los ojos de Deia.
- ¿Con mis ojos? - dijo este asombrado.
- Activa tus poderes síquicos y podremos avanzar en la penumbra.
- Muy bien, pero no te aseguro nada, no soy un gato que ve en la oscuridad - le dijo y sus poderes síquicos le permitieron ver con toda claridad el camino hacia la salida - creo que vamos a tener que seguir el sendero que nos indica el cuero de la serpiente, no se ve otra salida de este lugar - agregó mientras las manos de Heero se aferraban a sus hombros - ¿pasa algo malo?
- Todo - dijo Heero mirando a Trowa que había apoyado su mano en su hombro con Quatre apoyado contra él, pero ni Zech ni Wufei se habían movido de su lugar - muévanse, la serpiente no se va alejar por mucho tiempo.
- Creo que alguien debería distraerla aunque fuera un rato - dijo el rubio al fin - después de todos dicen que ellas tienen muy buen oído y gran olfato, lo más seguro es que no podamos escapar de ellas.
- Bien, entonces, avancen - ordenó el japonés sacando su espada, sabía que era el único que llegaría hasta el final, los vería sufrir, pero ese no era el momento de recordar las profecías, era el momento de luchar - Deia, guíalos fuera de la cueva, lo alcanzaré en la siguiente puerta.
- ¡No te dejaré solo aquí! - le replicó el trenzado
- No grites, la serpiente viene de vuelta - le dijo - váyanse, los alcanzaré, lo prometo - y sonrió para tranquilizarlo.
Trowa y Quatre empujaron a Zech y a Wufei y entre los cuatro se llevaron a Deia que insistía en que debían esperar a Heero, aunque sabía que su esposo tenía razón, si se quedaban cerca tendría más dificultades en la batalla porque el monstruo tendría más objetivos por perseguir y quizás hasta resultara herido por protegerlos.
Heero los observó alejarse rápidamente por el camino antes de desplegar sus alas, ellos no corrían peligro en su ausencia, las profecías habían sido bastante claras en ello, los vería caer uno a uno antes de enfrentarse al peor de los demonios. Sintió como la gran serpiente se acercaba a toda velocidad hacia él y levantó la espada luminosa viendo con claridad sus enormes y feos ojos amarillos que se cerraron ante la luz, pero el ataque fue frontal. La rechazó con la espada, pero el daño fue mínimo, le voló unas cuantas escamas, pero nada más, aunque él recibió un golpe de refilón.
- Diantre - se quejó al sentir que el monstruo venía de vuelta, lo esquivó elevándose con sus alas, la espada no le hacía nada, sus escamas eran demasiado gruesas, su único punto débil debía ser la boca, pero para atacarlo allí necesitaría una espada más larga o se arriesgaría a que sus colmillos lo hirieran de muerte, bien sabía que allí estaba el veneno. Cerró los ojos unos instantes y recordó que Zero tenía otra arma, ella lanzaría un rayo de luz que sería capaz de detenerla. Se concentró y finalmente apareció el arma en sus manos, era enorme, pero eso pondría en su lugar a la serpiente, apretó con fuerza lo que parecía ser una palanca y activó el arma, el disparo fue tan violento que salió despedido hacia atrás, pero la serpiente ya no se movió más, le había volado la cabeza. Guardó las alas y comenzó a recorrer el camino que habían tomado los demás siguiendo a su corazón rápidamente aunque le dolía enormemente la espalda por el golpe que había recibido contra la pared.
Una luz dorada le indicó que estaba cerca, esa zona del laberinto estaba iluminada por quien sabe qué cosa, estaba muy agotado para tratar de pensar, así que simplemente se dedicó a avanzar apoyado contra la pared, pero sentía que las fuerzas le flaqueaban. Haciendo un esfuerzo sobrehumano consiguió llegar a la entrada de la luz y cayó de rodillas cerrando los ojos, deslumbrado por la luz del lugar, pero cuando al fin estos dejaron de dolerle, no pudo ni tratar de ponerse de pie.
- ¡Heero! - gritó Deia desesperado corriendo a su lado - ¿estás bien?
- Me deshice del monstruo, pero no me siento bien - dijo apoyándose en Deia que se había agachado a su lado y lo abrazaba con fuerza.
- Estás todo golpeado, corazón - le acarició el rostro y notó que sus ropas estaban rasgadas y que tenía llena de cortes la espalda - dioses - gimió.
- Yo lo curaré - dijo Quatre agachándose mientras curaba las heridas del japonés - parece que la serpiente le dio una dura batalla.
- Fue de rebote - dijo sintiéndose mejor - era demasiada la energía que usé, pero ya no molestará más, le volé la cabeza - suspiró cansado - ¿encontraron la puerta?
- ¿Cuál puerta? - le dijo el trenzado preocupado.
- La puerta que ese monstruo custodiaba - le replicó algo molesto - si había un guardián, hay una puerta y posiblemente una de las partes de la llave que cierra la puerta entre este mundo y el otro - le recordó.
- Yo estaba más preocupado por ti que por buscar la famosa puerta - le dijo bajando la mirada - eres muy importante para mí como para perderte.
- Oh, Deia - lo abrazó con fuerza - pero recuerda que tenemos una misión que cumplir para nuestros hijos - lo soltó y se puso de pie.
- Encontré dos puertas, una al lado de la otra - le dijo Wufei - y ambas tienen unas inscripciones extrañas que no hemos suido capaces de descifrar - agregó señalando a Trowa y a Zech. A Heero no se le hacía extraño, había esperado tener problemas para alcanzar su objetivo, era el punto donde uno de los ángeles volvería al inicio, ya que el último de ellos pertenecía al otro mundo.
- ¿Dónde están? - dijo al fin tomando de la mano a su esposo.
- Vengan - les dijo Trowa caminado hacia ellas, allí frente a ellos había dos puertas con extrañas marcas en sus arcos, estaba casi seguro de haber visto antes esas formas, sabía que era una escritura, pero ¿cuál?
- Es cuneiforme - dijo Deia sorprendiendo a los demás que lo miraron preocupados - recuerdo que uno de los aliados del abuelo tenía libros de arcilla y me enseñó a leerlo - se detuvo frente a una de ellas - dicen: "Escoge bien por el camino que irás, una de nosotras te abrirá el camino para seguir tu misión - se movió hacia la otra - pero la otra te llevará de regreso al lugar donde todo comenzó" - miró a Heero sin comprender nada.
- Sólo es cosa de escoger - dijo Wufei y abrió una puerta y entró en el lugar, ella se cerró inmediatamente detrás de él.
- ¡Wufei! - gritó Deia tratando de seguirlo pero la puesta estaba sellada.
- "Uno de los ángeles volverá al inicio" - dijo Heero jalando a Deia para que no forzara la puerta con sus poderes - era lo que debía pasar.
- ¡Sabias que Wufei iba a elegir mal! - le recriminó su esposo furioso.
- Fue su elección - le dijo Heero - al menos él no morirá - suspiró abriendo la otra puerta - vamos, Deia, sabes perfectamente que si interfiero en lo que va a pasar sólo conseguiré que lleguemos al final del tiempo sin haber cumplido nuestra misión ¿y qué sería de nuestros hijos si esto ocurre?
- No tendrían un mundo donde vivir ¿verdad? - dijo con tristeza.
Trowa y Quatre entraron por la puerta seguidos de Zech que miraba la puerta por donde había pasado el chino preguntándose dónde estaría ahora mientras Deia seguía mirando un tanto molesto a su esposo, quizás el faraón tuviera razón en su enfado con su esposo, pero de seguro para él era peor que para ellos ya que sabía de antemano lo que iba a ocurrir sin su interferencia y conocía lo que pasaría si intervenía para evitarlo, la destrucción final.
- Al menos podrías ponernos sobre aviso - insistió el faraón entrando al fin - es molesto no saber lo que te espera detrás de cada puerta..
- "Un ángel se quedará sin su compañero cuando el que estaba solo vaya de regreso con su pareja luego de vencer y encontrar el camino hacia la lucha final" - dijo en un susurro, pero todos lo escucharon muy bien.
Zech se sentía más tranquilo con la noticia, volvería a los brazos de su amado siendo vencedor, no le importaba ya lo que viniera, simplemente se esforzaría para llegar de la manera más victoriosa posible, sería el guerrero que Traize siempre había amado.

El camino se había complicado, aquello era un auténtico laberinto que no les permitía usar siquiera sus poderes, así que debieron seguir el camino de la forma usual, caminando, claro que Deia escuchaba voces y apretaba los dedos de su esposo asustado. Heero trataba de calmarlo un poco fingiendo que no escuchaba sus palabras, pero lo perseguían con la misma intensidad que al faraón, y se iban haciendo cada vez más claras:

"Las luces se volverán sombras y un ángel se volverá demonio, el tiempo separará a los que se aman y pasaran milenios antes que vuelvan a juntarse, el amor se olvidará y sólo quedará el dolor".

Heero se quedó sin comprender las palabras, pero no le gustaba para nada la profecía que hacía, un ángel no se podía volver demonio así como así ¿verdad? Suspirando tomó la mano de Deia y lo acercó a él, lo que consiguió calmarlo un poco ya que este se apoyó en su hombro.
- Detesto todo esto - dijo Zech molesto - hemos dado tantas vueltas que perece que estamos caminado en círculos.
- Pues he ido marcando el camino - le dijo Trowa - y te puedo asegurar que no es así - aseveró - aunque todo el trayecto nos parezca igual.
- Quizás debamos descansar - dijo Quatre señalando un sector más abierto un poco más adelante - hemos caminado por horas y sin descanso ¿no tienen hambre?
- Un poco - dijo Deia apurando el paso arrastrando a Heero a su lado - pero más que nada tengo sueño ¿qué habrá pasado afuera? Espero que no derroten a mis ejércitos antes que podamos salir de aquí, estoy seguro que esa bruja no dejaría a mis hijos gobernar - se sentó en un cojin dorado.
- No te preocupes por eso - le dijo Heero sentándose junto a él extrañado que aquello pareciera algo así como una de las salas de descanso del palacio - ¿no se les hace extraño el lugar? - les indicó.
- Mucho - admitió Trowa sentándose al frente de él con Quatre en su regazo - pero si podemos descansar un poco más cómodos, no me quejo.
- Pues, quizás sea una trampa - le dijo Zech sentándose junto a ellos - me gustaría saber que diantre debemos hacer, sólo tenemos una parte de la llave y ya hemos pasado tres pruebas ¿no se supone que son siete piezas y trece pruebas? - preguntó molesto - y ya sólo somos cinco ¿estará bien mi querido Traize? - suspiró mirando la cesta que apareció frente a ellos.
- Él está mejor que nosotros - le aseguró Heero abriendo con cuidado la cesta y luego miró a Deia - tú la hiciste aparecer ¿verdad?
- Claro, ¿cómo se supone que nos vamos a mantener con fuerzas si no comemos? - lo regañó apoyándose en su pecho.
- Chico listo - le sonrió besándolo en la mejilla.
- Bueno, si es así, no existe ningún peligro en que nos lo sirvamos - dijo Trowa y comenzó a sacar los alimentos de la cesta.
- Está todo demasiado tranquilo - insistió Zech preocupado.
- Pues mejor así - dijo Deia recostándose en el regazo de su amado - yo me voy a dormir un rato ¿velarás mi sueño, Heero?
- Siempre, mi faraón bonito, siempre.
Quatre miró a su pareja y este asintió, por lo que él también se acomodó a dormir, le gustaba tanto que Trowa fuera cariñoso con él, era tan bueno y dulce, su amado era un cielo.
Heero miró a su durmiente esposo acariciando su cabello antes de mirar directamente a los ojos a Trowa, sabía que Zech estaba en lo cierto, pero si hubiese algún peligro ¿no se habrían activado los poderes de Deia?
- Esto se me hace cada vez más extraño - dijo Zech - mira que encontrar una de las piezas del rompecabezas así, por casualidad, mientras avanzamos por este laberinto eterno.
- Creo que tienes razón - le dijo Heero y este lo miró preocupado - tengo la sensación que nos vigilan, pero está demasiado lejos como para ser un peligro para nosotros, quizás para no entrar en el campo donde Deia pudiera detectarlo, no lo sé.
- Sé que seré el siguiente en partir y por eso estoy tan alterado - le dijo Zech tratando de calmarse - me gustaría saber a qué clase de demonio voy a enfrentar - lo miró.
- No lo sé, las visiones son vagas, no soy capaz de verlo todo, apenas fragmentos que se me clavan como espinas agudas y dolorosas - le dijo - y no me pidas verlas de nuevo, hacen daño.
- Supongo que esas visiones te comienzan a desgarrar el alma - le dijo Trowa y lo vio asentir - menos mal que eres tú y no es Quatre o Deia, ellos no serían capaces de soportar aquello sin derrumbarse.
- Quizás ellos pudieran llevarlo mejor de lo que creemos - le dijo sonriendo - es malo subestimar a las personas ¿sabes?
Un ruido se escuchó acercándose y tanto Heero como Trowa miraron a sus respectivos durmientes, pero al parecer ninguno lo había escuchado.
- Viene un demonio - aseguró Zech - anden, llévense a los pequeños y, pase lo que pase, no regresen atrás, lo venceré y los alcanzaré con la pieza de la llave que custodia.
- Muy bien, pero ten cuidado - le dijo Heero poniéndose de pie con dificultad cargando a un Deia muy bien dormido.
- Quién diría que siendo tan pequeño, pesara tanto - se quejó Trowa cargando a duras penas a Quatre - ni que cargara un camello.
- No creo que a Quatre le agrade la comparación - le dijo Heero divertido - pero es muy extraño, he cargado muchas veces a Deia en el pasado y nunca me había pesado tanto, ni siquiera cuando estaba embarazado y eso que eran gemelos - se quejó - lo pondré a dieta.
- Debe ser por culpa del demonio que se acerca - les dijo Zech - apúrense, no podré batallar bien con ustedes aquí.
- Está bien, pero no pierdas la cabeza - le dijo Trowa y se echó a andar seguido por Heero, ambos cargando con cuidado y esfuerzo sus preciosas cargas.

La distancia que Heero y Trowa avanzaron cargando a sus respectivas parejas parecía ser interminable, pero cada paso que los alejaba del sector donde escuchaban batallar a Zech el peso se les hacía menor y el andar más ligero, aunque ellos no apuraran el paso, era como si una fuerza extraña quisiera impedir que ellos pudieran regresar a ayudar a su compañero en la batalla. Y Heero bajó la cabeza mientras trataba de contener las lágrimas, otro de los ángeles debería partir ahora y ellos no serían capaces de ayudarlo, aunque Zech se les iba a reunir vencedor, pero más muerto que vivo.
- Es como si nos empujaran lejos de ellos - le dijo Trowa haciendo eco de sus pensamientos - se quiere asegurar que al menos nosotros estaremos a salvo.
- ¿Crees que se trata de Zech? - lo miró tratando de acomodar mejor a Deia sobre su espalda que seguía sin despertarse.
- Estoy casi seguro, ese demonio le está causando problemas porque sigue tratando de protegernos ¿No crees que sería mejor ponernos fuera de su alcance para que pueda luchar mejor?
- Tratemos de volar, entonces, así podremos poner mayor distancia entre ellos y nosotros - le dijo extendiendo sus alas - genial, vamos.
Trowa lo miró extrañado, Heero tenía aquellas alas como de paloma, pero las suyas eran distintas. Sonrió, Deia también tenía unas extrañas alas, así que no importaba. Lo imitó y consiguieron poner una gran distancia entre los que batallaban, tanto, que ya no escuchaban la batalla, pero ni ello los hizo detenerse, debían conseguir un lugar seguro para esperar a Zech.
- Lo siento, Zech, no te podemos ayudar - escuchó a Heero murmurar y se preguntó que terrible visión habría tenido ahora, pero de algo estaba seguro, el japonés apenas contenía las lágrimas.

Deia y Quatre abrieron los ojos en un lugar muy distinto al que se habían dormido y ambos se volvieron a mirar a sus sudados y jadeantes parejas, parecía que hubiesen corrido una gran distancia a gran velocidad en muy poco tiempo. En eso el primero se percató de algo más, Zech no estaba allí.
- ¿Dónde estamos? - le dijo a Heero que trataba de recuperar la respiración - y ¿dónde esta Zech?
- Bueno - dijo este tomando aliento - cuando se quedaron dormidos tan profundamente, nos atacó un demonio y Zech decidió enfrentarlo solo, así que los tomamos y los trajimos aquí - señaló el lugar - sólo que tengo que decirte algo, cuando regresemos a casa vas a tener que ponerte a dieta, pesas demasiado, por eso estoy tan cansado.
- ¡No estoy gordo! - le dijo molesto y vio que este se reía - te estás burlando.
- No, era sólo una broma - lo abrazó - pesabas, pero no era culpa tuya, era del demonio que pretendía retenernos para tratar de usarnos contra Zech.
- Más te vale o voy a tener que castigarte - lo amenazó y se abrazó a él.
- Han sacado sus alas - dijo Quatre sacando el habla mientras trataba de limpiar el sudor de la frente de Trowa - pero cuando lo intentamos antes no pudimos hacerlo.
- Seguramente era el demonio el que bloqueaba nuestros poderes de ángeles y por eso mismo Deia no sentía el peligro - le dijo Trowa tomándolo por la cintura acercándolo a él con delicadeza - pero ya podemos usar todos nuestros poderes y desplegar nuestras alas.
- Alguien se acerca rengueando - les dijo Deia con los sentidos alerta - es Zech, pero viene mal herido - agregó preocupado.
Quatre se soltó de Trowa y se acercó al otro rubio que venía con una mano en el vientre mientras su sangre dejaba un rastro rojo por el camino. Puso sus manos sobre la herida y comenzó a sanarlo, pero las heridas eran muchas y le estaba tomando demasiado tiempo sanarlas. El rubio de pelo largo le sonrió con los ojos empañados y levantó la otra mano, en ella brillaba un trozo de metal que Heero identificó como otra de las piezas de la llave.
- No, Quatre, no... te angusties - le dijo al ver al pequeño insistiendo en cerrar sus heridas - he cumplido... y ahora... iré con... Traize, será... bueno volver... a verlo... ¿no creen? Aunque... no creo... que le... alegre... mucho... verme... en el... estado en... que voy... a sus... brazos, pero... eso ya... no importa, ¿verdad?
- Zech, no hables - le dijo Quatre casi llorando - apuras tu partida.
- Heero, son... dos las... partes... que... recuperé ¿Será... por... Traize? - tartamudeó y se desmayó.
Heero se agachó junto a los rubios y tomó la llave de la mano de Zech y sintió como este los abandonaba antes de comenzar a desaparecer convirtiéndose en arena yéndose con la ligera brisa que apareció de la nada.
- Adiós, Zech, volveremos a vernos - dijo metiendo las piezas que ya tenían en la bolsa, ya sólo faltaban cuatro piezas y siete pruebas por pasar.

Dos días, o algo así se imaginaba Deia ya que allí no había noche o día, habían pasado desde que Zech había partido a reunirse con Traize en el otro mundo, por supuesto, la voz que había escuchado antes había desaparecido, pero no tenía la certeza sí había sido imaginación suya o no.
- Estoy aburrido, Heero, quisiera poder ir a ver a los niños ¿estarán bien?
- Están en el paraíso - le recordó este, era la enésima vez que le preguntaba lo mismo y ya comenzaba a perder la paciencia - Deia, hay algo que debo decirte...
- ¿Qué me amas mucho? - le sonrió - eso ya lo sé, pero me gusta que me lo repitas - se apegó a su costado.
- Deia - lo regañó abrazándolo - no era eso lo que te quería decir.
- ¿Es que ya no me amas? - le dijo haciendo un puchero.
- No seas tonto - le dijo besándolo en la boca - claro que te amo mucho.
- ¿Entonces? - lo miró intrigado abrazándose a su cintura.
- Es que yo... - se ruborizó un poco al notar que tanto Trowa como Quatre se había volteado a mirarlos y los escuchaban - te lo diré después.
- ¿De qué se trata que no quieres que nos enteremos? - le dijo Quatre.
- Es algo personal ¿sabes? Y no deberías ser tan curioso - le respondió.
- Pues yo sé lo que quería decirle - le dijo Trowa burlón - se ha puesto rojo, así que lo que quiere es cama ¿verdad, Heero?
- ¡Cállate! - le dijo muy rojo y molesto.
- ¿En serio? - le dijo Deia sonriendo coquetamente - yo también quiero.
- Pero no pueden hacer algo así delante de nosotros - les dijo Quatre muy escandalizado - ¿verdad que no?
- Pues avancen un poco más y nos dejan solitos - le dijo el trenzado mirando apreciativamente a su esposo.
- Ah, no, sí él tiene, yo también quiero - protestó Quatre jalando a Trowa.
El latino no sabía de qué color ponerse, según Heero todos los colores del arcoiris habían pasado por su rostro antes que este pudiera aceptar o negarse a lo que el rubio le pedía insistentemente.
- No debiste abrir la boca - se rió Heero al fin - recuerda que llevamos varios días de abstinencia forzada.
- ¡No podemos hacerlo! - dijo al fin enojado - no podemos perder tiempo, si llega la siguiente luna sin que hayamos cumplido nuestro cometido, ya no tendremos un lugar al que regresar.
- Algo viene hacia nosotros - dijo Deia.
- Muy bien, me haré cargo - dijo Trowa todavía ofendido por las intenciones de su novio ¿acaso no podía sacarse esas ideas de la cabeza por un tiempo? Se dijo furioso, pero se calmó, de seguro a la inversa, Quatre ni se ofendía.
- Sólo un ángel llegara al final del camino, aquel ángel de bellas alas blancas, pero sólo si tiene las fuerzas para superar el dolor - dijo una voz terriblemente aguda que parecía taladrar los tímpanos.
- Espero que no te arrepientas luego de enfrentarte a un ángel - le dijo Trowa sin prestar atención a sus palabras.
- Habrán superado mi prueba, pero eso no significa que puedan vencerme - le dijo este de vuelta apareciendo frente a ellos, era un demonio muy hermoso, de tez clara y cabellos oscuros, sus ojos refulgían en un extraño color que a Heero se le antojó lujurioso.
- Así que fuiste tú quien puso esos deseos en nuestras mentes ¿verdad?
- Cierto, corazón de los guardianes - le dijo sonriendo con más lujuria que la que brillaba en sus ojos - pero fueron capaces de controlar sus impulsos ¿eh?
- Gracias a Trowa - dijo Quatre mirándolo molesto, era cierto que quería hacerlo, pero por cuenta propia, no porque un demonio se los metiera en la cabeza - no lograrás vencerlo a él.
- Entonces, tendrá que ser el primero en partir - le dijo y desplegó una oscuridad que los desorientó por completo.
- Heero, trata de sacar a los chicos de aquí, no quiero que trate de usarlos como escudo o dañarlos por atacarlo a él - le dijo Trowa.
- Vamos - tomó a Deia de la cintura y del brazo a Quatre, pero este se resistió a moverse - debemos dejar que Trowa batalle a solas.
- No, dijiste que dos enamorados se separarían cuando el ángel solitario regresara a los brazos de su amado, no voy a perder a Trowa.
- Quatre, van a matar a Trowa si no nos salimos de aquí - le dijo Heero muy serio - ese demonio no va a tener compasión y tú eres la debilidad de Trowa ¿no lo ves? Debemos dejar que luche a solas, será fácil que lo derrote.
- De acuerdo - dijo a regañadientes - cuídate, Trowa - le pidió y dejó que Heero se lo llevara en un vuelo rápido casi rozando el techo del túnel por el que viajaban.
- Me pregunto cuánto vas a durar en la batalla - le dijo el demonio.
- Mucho más de lo que piensas - le replicó y se concentró en sacar sus armas, no lo iba a vencer, iría a reunirse con su Quatre muy pronto.

Quatre se paseaba nervioso frente a la puerta que los había detenido, no le gustaba estar allí a la espera de acontecimientos desconocidos. Sin embargo, sabía que no podía volver atrás, Heero había sido bastante claro con respecto a aquello, el volverse atrás, aunque fuera por curiosidad, sería como decirle a Trowa que no lo creía capaz de cumplir su parte de la misión.
- Déjate de pasearte, pareces león enjaulado - le dijo Deia sentándose en el suelo - comienzas a marearme.
- Tú también estabas nervioso esperando a Heero - le replicó, pero se sentó.
- Chicos, mantengan la calma - les dijo Heero mirando la puerta, se le hacía extraña, no tenía ninguna inscripción ni advertencia en su marco, aunque era muy parecida a la que había cruzado Wufei - me pregunto sí...
- Ya viene Trowa - lo interrumpió Deia - pero su esencia es débil.
Quatre corrió a su encuentro y evitó que se golpeara al caer, venía con profundos cortes por todos lados, lo que provocó la desesperación del rubio que de inmediato activó sus poderes y comenzó a curar sus heridas, pero eran demasiado profundas y sentía que pasaba lo mismo que cuando trató de salvar a Zech, no lo conseguía y su vida se le iba de las manos como arena entre los dedos.
- Tengo... otra... pieza - se las mostró y Heero la tomó de su mano - no me... llores, mi... precioso... ángel, ha... sido un... placer... haber... caído... en tus... manos - le sonrió - te amo... recuérdalo - dijo y expiró.
- ¡NO, TROWA, NO ME ABANDONES! - gritó Quatre intentando traer de regreso su alma sanando sus heridas, pero ya no había caso, tal como había pasado con Zech, su cuerpo se convirtió en arena y una brisa se las llevó.
- Quatre - lo abrazó Deia y este se apoyó en él llorando amargamente - debemos seguir ¿encontraste la manera de abrir la puerta, Heero?
- Se ha abierto sola - le señaló - quizás esperaba la muerte de su guardián para cedernos el paso - ayudó a Quatre a ponerse de pie mientras seguía abrazado a Deia - vamos, no hay tiempo que perder.
Quatre caminó casi por inercia, no podía dejar de llorar la pérdida de la persona que más amaba y que lo había amado incondicionalmente a su vez.
Heero se colocó a un lado de Deia manteniéndose alerta ¿sería lo mismo que él tendría que pasar cuando le llegara el turno a Deia de partir? Movió la cabeza negativamente, no debía pensar en aquello, sólo comenzaría a sufrir antes de tiempo, aunque supiera que era cierto.
- Dos piezas más y tendremos la llave - les dijo para tratar de calmarse y calmarlos - así podremos regresar a casa, ellos nos estarán esperando.
Deia le sonrió por encima del hombro, pero sus palabras parecían no llegarle al desesperado Quatre, que seguía sollozando con dolor.

Al fin habían conseguido descansar sin preocupaciones, al menos Quatre y Deia ahora se veía más descansados ya que Heero había decidido montar guardia mientras ellos dormían. Claro que él también había dormido un poco, había sido algo inevitable que el cansancio lo venciera, después de todo, aunque fuera un ángel, tenía sus debilidades humanas.
- Que suerte, parece que estamos por salir - le dijo Deia besándolo en la mejilla a modo de saludo - no me gusta este lugar, hace frío o hace calor insoportable, no se puede descansar ni comer decentemente.
- A mí tampoco - admitió estirándose como gato - creo que paseamos por algún sector del infierno.
- Pues si no fuera por la misión, yo jamás lo hubiese visitado - dijo Quatre, a quien parecía haberse agotado ya las lágrimas, aunque en sus ojos aún había tristeza y dolor - es horrible ¿no pudieron encontrar una guarida mejor?
- Supongo que todos los lugares bellos ya estaban ocupado y no les quedó de otra - dijo Deia pensativo - vamos, pongámonos en camino antes que se nos acabe el tiempo - ayudó a Heero a ponerse de pie y luego a Quatre - ¿cuánto tiempo creen que llevemos aquí?
- Alrededor de una semana, creo - le dijo Heero - el tiempo se nos agota.
Caminaron un tramo y se encontraron con una nueva puerta, esta parecía ser de cristal, pero estaba terriblemente helada, así que Heero calculó que era de hielo, así que se dedicó a buscar la manera de abrirla ya que, como su antecesora, tampoco tenía inscripciones o advertencias.
- Heero, no la toques - le dijo Quatre - te robará el alma.
- Viene un demonio - advirtió Deia - ya está aquí, pero ¿dónde?
- En la puerta - le dijo Quatre apartando a Heero de ella - sal de allí, bicho del infierno - le dijo muy molesto.
- Primero que nada, ¡no soy un bicho! - les dijo este saliendo de la puerta que se volvió de madera tallada y Heero pudo advertir las palabras inscritas en ella - y segundo, ¿cómo supiste que era yo? - le dijo al rubio - no, no me respondas, eres el ángel que tiene el don de sentir los sentimientos de los corazones de los demás y la sanación está en tus manos ¿verdad?
- Bueno ¿y qué con eso?
- Me vengaré en tu sangre de lo que me hizo ese arcángel - dijo este perdiendo la paciencia - tendrás que luchar contra mí y te mataré.
- Espera sentado - le replicó molesto sacando sus espadas curvas - Heero, Deia, traten de pasar la puerta y pónganse a salvo, yo me hago cargo de este idiota - afirmó decidido - me voy a vengar por la muerte de Trowa.
- Ten cuidado, Quatre - le dijo - no es lo que aparenta.
- No te preocupes, leí su corazón y sé perfectamente lo que quiere, pero de mí no va a conseguir nada, se los aseguro.
- Pero... - empezó Deia.
- Déjalo, Deia, está decidido - lo cortó Heero - necesito que actives tus poderes para abrir la puerta, debe ser tocada sin las manos.
- Bien, pero nos alcanzas ¿entendiste? Y no en las condiciones que lo han hecho los demás - le advirtió - ¿me lo prometes?
- De acuerdo - le dijo el rubio y Deia activó sus poderes con lo que la puerta se abrió por completo. Heero lo tomó de la mano y juntos pasaron al otro lado.
- Bien, hijo de la luz, sólo has ganado tiempo para ellos.
- No creas que soy débil por mi apariencia frágil - le replicó y se lanzó contra él cruzando las espadas frente a él, sabía que iba perdido, pero obtendría a como lugar una parte de la llave para que Heero salvara su mundo - venceré a como dé lugar - dijo con los dientes apretados - no conoces a Quatre Raberba Winner, algún día mi nombre será sinónimo de ganador.

Heero se vio obligado a detenerse, una fuerte punzada había dado contra su pecho, el dolor era demasiado grande para poner seguir avanzando, así que se dejó caer de rodillas al suelo, aquello significaba que una nueva espina se venía a clavar a su alma ya herida. Había sido Quatre, estaba seguro, que se trataba de despedir de ellos, estaba herido de muerte, pero seguía tratando de sacar de combate el demonio del hielo testarudamente.
- ¿Pasa algo malo, Heero? - le dijo Deia agachándose a su lado acariciando sus mejillas y notó que una lágrima solitaria corría por su rostro pálido - no me digas que Quatre...
- No, no ha muerto, sigue batallando, pero me temo que si bien está ganando, ha sido herido de gravedad - le dijo tratando de no sentir el dolor en su pecho.
- Me prometió que no regresaría en las mismas condiciones que los otros - dijo Deia molesto - voy a regresar por él...
- No puedes, Deia, eso sería su derrota frente al demonio ¿no entiendes? Cada cuál debe librar una batalla con sus propias fuerzas, si no lo hacemos así nuestro mundo no tendrá salvación.
- No me importa la salvación del mundo si pierdo a mis amigos - replicó.
- No es por nosotros que luchamos, Deia ¿recuerdas? Nuestros hijos.
- Oh, Heero ¿por qué todo tiene que ser tan complicado?
- No lo sé, pero quizás es porque hemos sido demasiado malos desde que el hombre fue sacado del paraíso - suspiró, el dolor comenzaba a menguar - Quatre ha vencido.
- Si, lo siento venir hacia nosotros - suspiró el trenzado volteando su mirada hacia atrás - pero viene tan débil como los demás - caminó hacia él y este cayó en sus brazos sonriendo, pero agotado.
- No se ve tan dañado como los otros - le dijo Heero comprendiendo que las heridas que tenía el rubio no se veían a simple vista y por ello eran más graves que las que tuvieran los otros antes - estará bien.
- No me engañas, Heero - le dijo Deia conteniendo las lágrimas - Quatre.
- Creía que... me podía... vencer... con facilidad, pero lo... he destruido... por completo, lo... hice polvo... de hielo ¿no es eso... lo que me... dijiste... que llaman... nieve, Heero? - le sonrió el rubio - y conseguí... otra pieza - se la entregó a Heero y su mano cayó sin fuerza, los había dejado también.
Deia cerró los ojos para no verlo, pero también se convirtió en arena y la brisa se lo llevó. Cuando ya no lo sintió entre sus manos, dejó caer las lágrimas apenas contenidas, ya no quedaba mucho y sólo quedaban ellos.
Heero lo abrazo con fuerza, el dolor comenzaba a hacer mella en él, pero debía ser fuerte para luchar por ellos y por su familia, no se rendiría, jamás, el mundo se encontraría a salvo mientras hubiese un ángel para pelear por su bienestar.

Deia miraba para todos lados, hacía rato que se habían quedado solos, cuando Quatre desapareció luego de ser herido de muerte, al menos había regresado al lado de su querido Trowa, aunque bastantes lágrimas había derramado desde que se quedó sin él. Miró a Heero a su lado, y se abrazó a su cintura, no quería pensar en que él también pronto partiría, la voz había sido clara antes que Trowa se fuera "Sólo un ángel llegara al final del camino, aquel ángel de bellas alas blancas, pero sólo si tiene las fuerzas para superar el dolor".
- Tranquilo, Deia, estamos muy cerca ya - le dijo Heero rodeando su espalda con un brazo - sabes que te amo mucho ¿verdad?
- Y tú sabes que yo también te amo - le contestó ofreciéndole su boca - no quisiera tener que separarme de ti.
- Lo sé, pequeño, pero esta sólo será momentánea, luego regresaremos y tendremos toda la eternidad para estar juntos - lo besó con ternura - sigamos.
El camino era bastante escabroso, Heero había tenido que extender sus alas blancas para iluminar el camino y así evitar tropezar. Pero de todos modos Deia no quería verlo, se le hacía parecido a la boca de algún depredador, hasta de un cocodrilo o las fauces de un león hambriento.
- Amor, no te me pegues tanto, nos harás caer - le dijo Heero medio divertido por el temor de su esposo.
- Es que no quiero separarme de ti - se quejó.
- Que romántico eres - se burló besándolo en la frente - venga, coge mi mano y no te sueltes ¿de acuerdo?
- Heero, yo seré el siguiente ¿verdad? La voz dijo que el ángel de alas blancas llegaría al final y las mías son negras - dijo enojado - ¿por qué siempre tienden a separarnos? Mi padre trató de hacerlo, lo intentó mi primo, y ahora lo hacen ellos ¿qué daño hacemos estando juntos? Si lo único que quiero es poder amarte con todas mis fuerzas siempre...
- Deia, Deia - le sonrió - no te preocupes tanto, todo pasará pronto.
- ¿Sabes cuantos días llevamos caminado por este túnel maldito? - despotricó - ocho largos días dando vueltas por aquí si ver la luz del sol, sin ver a mis niños, sin hacer el amor contigo, descansando apenas recostado en tu regazo, esperando y temiendo que llegue el siguiente demonio que venga a tratar de frenarnos, a tratar de separarnos también, temiendo no ser capaz de afrontarlo o de caer antes de vencerlo...
- Deia, toma aire - lo jaló hacia él - pase lo que pase, te amo.
- Lo sé, sólo estoy nervioso y por eso hablo tanto - le sonrió y comenzó a temblar haciéndolos perder el equilibrio - ¿qué pasa ahora?
- Se siente como si algo se moviera debajo de nosotros - el japonés miró a su alrededor y se elevó arrastrando al trenzado con él.
- "No se salvarán volando, ángeles" - dijo una voz cavernosa.
- Heero, suéltame, yo lo enfrentaré - le dijo a su esposo expandiendo sus propias alas separándose de él - no dejaré que le hagas daño a mi esposo.
- "Ah, el ángel de alas negras pretende vencerme y tomar mi tesoro, pero ni creas que va a ser tan fácil" - se burló.
Deia miró a Heero y bajó a tierra parándose junto a un montículo de piedra que de inmediato pareció cobrar vida tomando una figura similar a la humana, sólo que era mucho más alto que Deia, lo pasaba casi por medio cuerpo ¿qué haría para vencerlo? Miró hacia Heero y se dijo que debía dejar de preocuparse, él era un ángel y debía luchar para obtener la última llave, sus hijos y su esposo se merecían la libertad de ese mundo. Suspirando enojado, levantó su mano derecha y algo así como una lanza se apareció en ella.
- "¿Con eso pretendes vencerme, pequeño ángel?" - volvió a burlarse.
- No es lo que aparenta - le replicó y un haz de luz se encendió en la parte superior convirtiéndose en una terrible guadaña.
El monstruo se lanzó contra el trenzado y este giró su guadaña haciéndole un severo corte pero que se reparó de inmediato. Molesto, comenzó a lanzarle enormes piedras que Deia convertía en polvo, pero no conseguía hacerle daño ni acercarse lo suficiente para averiguar cómo destruirlo.
Heero mantenía su distancia, había visto el punto débil del demonio cuando este atacó a Deia, pero no podía intervenir, aunque ello significara recuperar la llave antes, debía dejar que Deia lo venciera solo o ambos se irían al infierno y sus hijos no tendrían un futuro que vivir, pero ello lo angustiaba más ¿por qué tenía que ser testigo de aquello?
- ¡Deja de moverte tanto! - chilló Deia fastidiado y, usando sus negras alas a modo de escudo, se lanzó con su arma por delante partiéndolo por la mitad consiguiendo coger la llave - ¡la tengo! - le mostró a Heero pero no alcanzó a reaccionar a tiempo cuando una afilada roca atravesó su pecho desde atrás.
- ¡Deia! - gritó Heero al ver que este comenzaba a sangrar, pero no se podía acercar a él hasta que la batalla terminara.
- Bicho... del... infierno - dijo el trenzado escupiendo sangre levantando a duras penas su arma y la lanzó contra él con fuerza haciéndola estallar - no... salgas... más... de... allí... - terminó escupiendo sangre.
Heero aterrizó rápidamente evitando que Deia se golpeara la cabeza al caer. Lo retuvo entre sus brazos y lo acomodó contra su pecho mientras las lágrimas comenzaban a correr libremente por su rostro, sabía que eso iba a pasar, pero confiaba en que Deia se daría cuenta. ¿Por qué tenía que abandonarlo así?
- No llores, Heero... tus bellos ojos... no deben... empañarse así - le dijo tartamudeando mientras la sangre que surgía de sus heridas comenzaba a manchar las alas de su amado - conseguí... la última... parte... de la llave... para ti - se la entregó - te amo... mucho.
- No hables, mi vida, apuras tu partida - le dijo acariciando su frente limpiando su boca con los jirones de sus ropas - no me dejes todavía.
- No será... para siempre... Heero... sólo hasta... que consigas... entregarla.
- Deia - lo besó en la frente - no quiero separarme de ti ¿no lo ves? Aunque sepa que no es para siempre, no debiste partir así, mal herido ¿por qué no pude ser yo el herido? No debiste sentir dolor.
- Te amo... - susurró una vez más antes de perder el conocimiento.
- ¡DEIA! - gritó al verlo dejar de respirar y vio como su cuerpo comenzaba a desaparecer de sus brazos - no me dejes, mi amor - dijo llorando y en sus manos sólo quedó la cinta roja con que el faraón ataba su trenza - ¡Deia! - volvió a gritar, se había quedado solo.

Heero se puso de pie, no tenía fuerzas casi para mantenerse en pie, el dolor que laceraba su alma la estaba minando con mucha eficacia. Ahora estaba sólo, de los demás sólo quedaba el recuerdo, de su querido faraón sólo le quedaba la cinta del cabello. Lágrimas lavaban su manchado rostro, después de todo restos de roca y tierra le llegaron de la batalla de su esposo, pero ya no quedaba más por hacer que entregar el encargo, odió cada momento que había vivido en esa cueva, pero aquel era el peor, no lo iba a soportar mucho más, pero sabía que vería a Deia, su amado faraón lo estaba esperando, no podía rendirse, ni la muerte podría separarlos, no tenía derecho a dejarlo solo, al menos ahora estaba con sus niños ¿cómo sería el mundo para ellos sin sus padres? ¿Se formaría una nueva dinastía acaso?
- Vaya, vaya, el ángel final derrama lágrimas ¿sabías que ellas pueden ser el fin del mundo? - se burló una voz - un ángel jamás debe llorar, los sufrimientos para ellos no existen, en especial si están del lado de la luz.
- El dolor purificará mi alma y me dará la llave para regresar al lugar donde me esperan mi esposo y mis hijos - replicó.
- Si me entregas esa llave, podrás recuperar a su esposo.
- Si se la entrego a quien me la pidió, los recuperaré a todos - contestó y siguió su camino más por fuerza de voluntad que por otra cosa.
- Ángel idiota - le dijo y una bestia de seis cabezas se apareció frente a él dándole feroz zarpazo - todos le obedecen ciegamente ¿qué no ven que así son mucho más poderosos que Él?
- ¿En qué sentido? - se puso de pie con dificultad y miró a la única cabeza que le hablaba, las demás sólo lo miraban amenazadoramente.
- Tendrás el poder de dominar a sus débiles criaturas.
- Parece que se te olvida algo - dijo colocando una mano en sus costillas, el dolor era grande, pero no insoportable, no del mismo modo en que sentía la partida de su querido Deia - somos afortunados de poder servirle, que en Su Luz no hay sufrimientos y somos perfectos ¿por qué iba a perder aquello?
- ¿Por qué ustedes se sienten bien sirviendo a alguien que no los deja escoger lo que quieren hacer? - volvió a atacarlo y Heero se golpeó la nuca al caer.
- Porque nos gusta hacerlo, es por elección propia ¿no lo has notado? - respiró profundo, no podía perder la conciencia sin haber salido de ese laberinto, se puso de pie nuevamente - yo estoy aquí porque así lo quise, soy un ángel con apariencia humana porque esta me gusta, pude haber tomado la apariencia de Zero, pero no lo quise y Él no me obligo, yo acepté esta misión.
- Sabías lo que iba a pasar irremediablemente - le dijo.
- Si, es cierto que sabía lo que iba a pasar, pero debía hacerse Su Voluntad y no la nuestra ¿por qué los ángeles caídos no pueden aceptarlo?
- ¡Escogió a esas débiles criaturas suyas, ellas que no tienen nada que ofrecerle más que tristezas, por encima de nosotros que lo teníamos todo!
- Ustedes son unos seres vacíos que representan todos los vicios que han ido adquiriendo los humanos desde que los expulsaron del paraíso.
- Y les cerramos sus puertas - se burló.
- Por el momento - le dijo y se echó a volar, era terriblemente doloroso hacerlo ya que el demonio le había dañado no solo la espalda, sino también podía sentir que tenía una rota, pero necesitaba salir de allí cuanto antes, no tenía fuerzas suficientes para llevar un enfrentamiento con la gran bestia, así como sabía que no era él quien debía enfrentarla, no era el indicado, ni el momento, ni el lugar, para ello tendrían que pasar muchos años más, tendría que abrirse el Paraíso de nuevo y el tiempo no era el correcto.
- ¡Regresa aquí, ángel cobarde! - le gritó y Heero escuchó como echaba a correr detrás de él, así que trató de apurarse un poco más, pero el dolor en su cuerpo era demasiado como para batir sus alas con más fuerza.
- ¡Ah! - gritó al sentir como una roca golpeaba su hombro al caer del techo, de seguro la Bestia trataba de detenerlo destruyendo el túnel. Cerró los ojos para tratar de evitar que el dolor lo consumiera y tuvo una visión, Zero podía volar sin la necesidad de las alas, así que desplegó sus poderes y abrió los ojos, las alas se habían ido hacia sus costados y ganaba velocidad. Esquivó otra roca y fijó su vista al frente mientras ponía en alerta todos sus sentidos, al final del túnel había una luz y de seguro el final de su misión. Pero debía detener a la Bestia, no era la hora que saliera a destruir a la humanidad, pero no podía atacarla directamente.
- ¡El arma que venció a la serpiente! - se dijo y se concentró en hacerla aparecer, sólo tenía una oportunidad, así que apuntó lo mejor que pudo aún volando, pese a que la visión la tenía borrosa y el dolor era cada vez más insoportable - ¡no saldrás, bestia del infierno! - gritó disparando, dando en el blanco haciendo que la entrada de la cueva se derrumbase por completo, pero la fuerza del disparo lo empujó violentamente hacia atrás estrellándolo contra algo muy duro y el dolor lo hizo perder la conciencia al fin...

Una luz blanca estaba a su alrededor, podía notarla pese a tener los ojos cerrados, el dolor se había ido definitivamente, se sentía ligero y un dulce aroma y un agradable calor lo acompañaban. Abrió lentamente los ojos y se sentó, estaba recostado en una blanca cama en una habitación pentagonal. Allí estaban el resto de los guardianes, con excepción de Zech y Traize ¿dónde estarían? Se preguntó y trató de levantarse, pero una mano suave lo detuvo.
- Han hecho un gran trabajo todos ustedes - le dijo el ángel sonriéndole complacido - mi Señor ha dicho que haz detenido a la Gran Bestia, buen trabajo, pensábamos que sólo Miguel podría hacerlo.
- ¿Y qué pasó con Zech y Traize? - dijo preocupado.
- Lamentablemente a ellos no los hemos podido rescatar después de la batalla, sus almas se quedaron en la tierra y serán humanos nuevamente, en algún lugar y en algún momento se volverán a reunir y regresarán aquí purificados.
- Pero el resto está bien ¿verdad? - miró a Deia a su lado - mi amor - trató de despertarlo, pero no lo escuchaba.
- Aquí sólo están sus cuerpos, Heero - le dijo apenado - deberemos separarlos de sus ángeles si quieren volver a la vida, pero no es nuestra decisión ¿sabes? Tú debes decidir por todos qué es lo mejor, pero debes tener en cuenta algo, mi querido Heero, si se separan de sus ángeles regresarán a la Tierra pero no recordaran lo que fueron hasta ahora y perderás a tus hijos.
- ¿Y si no los separo de sus ángeles? - lo miró molesto.
- Ellos serán parte de nosotros y sólo tú podrás regresar con tus hijos a la Tierra, serán separados para siempre de ti.
- ¿Por qué no podemos quedarnos con nuestros hijos? ¿Acaso no se nos permite tener la felicidad de una verdadera familia?
- Heero, ellos serán los fundadores de una nueva dinastía, por supuesto, han perdido los dones de Deia, pero serán poderosos mientras vivan, sin embargo, no es que no puedan tener la felicidad, pero aún no es el tiempo ¿entiendes?
- Deia se enojará mucho, sea cuál sea mi decisión - suspiró.
- Escogerás bien, no te preocupes - le dio un beso en la frente - me gustaría poder aconsejarte, pero no puedo, debes decidir tú solo.
- Gracias, al menos ya sé qué debo hacer y cuales serán las consecuencias de mi decisión - suspiró de nuevo.
- Otra cosa, Heero, ustedes han perdido sus poderes angelicales, así que ya no tendrás visiones del futuro, Deia no podrá controlar la materia, ni Quatre tendrá el don de la sanidad en sus manos.
- Es mucho mejor así, es doloroso conocer el futuro y no poder hacer nada para modificarlo - aceptó - puedo sentarme junto a Deia a pensar ¿verdad?
- Claro que sí, siempre que no lo muevas, podrías dañarlo.
- ¿Y mis hijos? ¿Y la guerra que desató Relena? - dijo recordando el motivo por el cual ellos estaban allí.
- Bueno, te responderé lo segundo - sonrió a medias - la guerra que desató esa mujer terminó con los ejércitos del faraón vencedores, así que la traidora a muerto a manos de sus propios aliados. De momento en tu mundo hay una copia de tu querido faraón, supuestamente gravemente herido en batalla, en el templo de Karnac, junto con una copia tuya que lo custodia día y noche, a los sacerdotes se les dijo que Dios tenía a los niños a salvo y que regresarían an pronto como terminara la batalla.
- Así que ellos, decida lo que decida, deben regresar a la tierra.
- Así es - sonrió - los podrás ver si quieres, pero ellos no te conocerán, son muy pequeñitos para saber que eres su papá.
- Gracias, iré a verlos más tarde.

La decisión había sido complicada, había sopesado los pro y los contra de cada alternativa y no terminaba de quedar satisfecho. Si se decidía por sus hijos, perdería a Deia, la fuente de su felicidad, tal como había pasado cuando su primo lo había encerrado en aquel sueño de muerte. Además, siempre estaría su recuerdo alrededor hiriéndolo con su ausencia; en cambio, si se decidía por quedarse con Deia, perdería a los niños, la extensión de su amor. Claro que esta última alternativa era menos dolorosa, ya que una vez libres de sus ángeles, ninguno recordaría nada de lo que habían vivido allí, pero tenía la sensación que viviría sintiendo que algo le faltaba.
- Hola, Heero, te noto muy tenso ¿no puedes decidir aún? - le sonrió un ángel sentándose a su lado en el jardín en que Heero miraba a sus hijos dormidos - no te preocupes tanto y elige con el corazón, sé que amas mucho a tus hijos, yo también quería tener alguno, pero debo admitir que no sería capaz de sacrificar a la persona amada por ellos, más cuando sé que los voy a perder.
- ¿Qué quieres decirme con eso?
- Es que los hijos, tal como la vida de los humanos, es prestada ¿sabías? Cada alma le pertenece a Nuestro Señor y en su momento la va a traer de vuelta ¿por qué no disfrutarla mientras esta nos pertenece?
- ¡Uriel! - lo regañó otro ángel llegando junto a ellos - yo no sé como es que no has caído de la Gracia del Señor.
- Será porque me quiere mucho y yo a Él - le sonrió amablemente.
- Pero nos dijeron que no debíamos darle ninguna clase de consejos a Heero, lo estás desobedeciendo - le dijo más calmado.
- Se me olvidó - se puso la mano en la nuca - pero yo sólo pretendía...
- Sí, pero eso no justifica tu desobediencia. Además, Él te manda a llamar.
- Ups - dijo sacando la lengua - nos vemos, Heero, ojalá te puedas decidir.
- Gracias, me has sido de gran ayuda, Uriel.
Ambos ángeles caminaron hacia un lugar tan blanco que resplandecía mientras el segundo ángel seguía regañando al llamado Uriel.
- No debiste hacerlo ¿acaso no recuerdas por qué sacaron a los humanos de este lugar? - le decía y Heero les prestó atención.
- Pero no podía dejar que siguiera así, estaba sufriendo y nadie sufre aquí.
- El que el muchacho sea tu hijo no cambia la situación.
- ¡Claro que sí! - suspiró - yo lo dejé partir por amor ¿entiendes? Creo que Él me comprenderá muy bien, sabes que ama mucho a sus hijos y por eso nos hizo libres ¿recuerdas?
- Uriel, Uriel, nunca has aceptado que Zero ya no... - abrió la puerta y el resto de la conversación se perdió.
- Muy bien, será como tenga que ser - se dijo mirando una vez más a sus hijos - los debo dejar partir, mis pequeños, pero sé que será lo mejor para ustedes, yo trataré por todos los medios de hacer feliz a Deia mientras vivamos, se los prometo - les lanzó un beso a la distancia y regresó a la habitación donde estaban los otros guardianes - nos separaremos de nuestros ángeles y volveremos a la tierra sin recordar el pasado - dijo en voz alta y una luz blanca e intensa los rodeó a los cinco...

Las luces de aquel lugar podía deslumbrar a cualquiera, pero a Heero no le gustaban, de un tiempo a esta parte sentía una tristeza incomprensible, desde que había salido de Japón para estudiar en Estados Unidos que se sentía incompleto, como si una parte de su ser estuviese perdida por allí. En fin, tenía que entrar a la famosa fiesta, aunque no quisiera.
- Vaya, Heero, te decidiste a venir - le dijo una chica rubia.
- Si no fuera porque me obligaron, no estoy aquí - le dijo muy molesto.
- Anda, si es la presentación de los chicos nuevos de la facultad y tú eres uno de ellos - se burló - me dijeron que hay cuatro más aparte de ti, tres de ellos extranjeros y un rico tejano, quizás pueda conseguirme un esposo rico.
- Y quizás el tipo sea gay - le respondió entrando en el salón dejando a la rubia furiosa, le encantaba bajarle los humos así.
- Ah, el muchacho que nos faltaba - le dijo el decano un tanto molesto por el retraso del japonés - les presentaré entre ustedes y luego los presentaré ante el resto, espero que se comporte, jovencito.
- Como quiera - le dijo Heero indiferente sin mirarlo.
- Heero Yuy - le dijo y este levantó la mirada - Dúo Maxwell, Trowa Barton, Quatre Raberba Winner y Wufei Chang.
Pero la mirada de Heero había quedado clavada en la de Dúo Maxwell, era casi como si lo conociese de otra vida, era tan hermoso, su largo cabello castaño tomado en una trenza, sus ojos brillantes como una amatista y su boca con una sonrisa que lo derretía como helado al sol.
- Mucho gusto - le dijo este tendiéndole la mano y Heero la aceptó sintiendo que una corriente eléctrica lo recorría por completo. Ahora sabía qué era lo que le había estado faltando, aquel guapo muchacho.
- Es un placer - replicó esbozando la mejor de sus sonrisas y supo que era correspondido en su rubor - todo un placer.

Fin.

¡Salió, al fin salió! Bueno, no era como lo había planeado, pero había que terminar y terminarlo bien, espero que la larguísima espera haya valido la pena porque yo sabía que estaba allí, a las puertas de algo fenomenal (si, claro) pero las ideas no querían plasmarse.
En fin, gracias por leerme y espero poder sacar pronto la otra historia ¿me creerían que este capítulo salió de atrás para adelante? Creo que me devolví unas cuatro o cinco veces antes de darle el hasta aquí.
Gracias, espero que me sigan leyendo.
Shio Chang y Wing Zero.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).