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Mi Faraón por Shiochang

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Mi Faraón

Este fic es algo especial, no siempre salen las cosas como me gustan, pero en este caso sí, y espero que les guste a ustedes también.

El sueño prohibido del príncipe heredero

Deia no era del tipo de personas que contenía sus impulsos o cuidaba su lengua, pero con Heero había tenido que aprender a hacerlo, ya había metido la pata esa mañana cuando Heero lo maquillaba, que debía decir era muy hábil con aquello ya que se veía perfecto, cuando le dijo que tenía una boca muy deseable y que ansiaba probarla. Heero había apretado los labios y su mirada se había enfriado notoriamente, sin embargo, no le dijo nada. Y desde ese momento que Heero no lo miraba a los ojos, evitaba que lo tocara y se mantenía en silencio absoluto.
- ¡Ya basta, Heero! - gritó molesto al fin por la noche - ya entendí que metí la pata contigo.
Heero siguió desmaquillándolo en silencio, estaba dolido por las palabras de su amo, le habían sonado demasiado parecidas a las del terrateniente, aunque debía admitir que él también quería probar la boca del egipcio.
- Heero, no sigas con esto, me duele - lo tomó por la cintura - por favor - le rogó.
- No se ponga así, mi amo - lo abrazó con fuerza.
- Perdóname, Heero, no quise hacerte sentir mal, simplemente te hacía un cumplido, tu boca es hermosa, parece una fruta madura y yo me preguntaba sí es tan dulce como parece que es y si me dejarías probarla una y otra vez.
- ¿Sabe, Amo? Habla demasiado - le dijo uniendo su boca a la del trenzado con pasión y deseo y la respuesta de este no se hizo esperar, le rodeó el cuello con los brazos e hizo más profundo el beso al pasar levemente su lengua por entre los labios del japonés mientras le acariciaba la nuca.
- Que bien sabes - le dijo sin aire.
- Usted también.
- ¿Por qué te enojaste? - lo miró curioso.
- Fue lo primero que me dijo el terrateniente.
- Ah, tu antiguo dueño - dijo bajando la mirada sintiéndose muy herido por la comparación - pero no te importa besarme a mí ¿verdad? Yo soy distinto y, claro, te gusta mi boca, soy muy sabroso, más joven, más hermoso, más poderoso, más tierno, más...
- Hablador - lo interrumpió volviendo a besarlo haciendo que se pusiera de pie para no estarse inclinando mientras lo besaba. Dúo sonrió a medias y lo comenzó a acariciar lentamente por el pecho desnudo frotando levemente sus tetillas mientras se adueñaba por completo de su boca.
- ¿Me bañas? - le dijo sonriendo divertido.
- Le gusta demasiado que lo acaricie - lo regañó pero se apartó un poco para ayudarlo a desvestirse - pero creo que puedo hacer algo al respecto.
Deia sonrió y se dejó hacer sintiéndose en la gloria.
- No puedes negar que a ti también te gusta acariciarme - le respondió ruborizado mientras se quitaba la ropa y se metía al agua tibia a la que Heero le agregó las sales y salieron las burbujas con aroma a violetas - anda, hazme... cariño.
- Como mande - se metió al agua y comenzó a bañarlo.
- ¿Y si te mandara a hacerme otra cosa? - lo miró ruborizado tomando la mano derecha del esclavo guiándola hacia su miembro excitado.
- ¿Quiere que le dé placer? - Le dijo sin soltarse pero con la mano izquierda frotando su pecho con el jabón.
- Quiero que me hagas tuyo - le dijo echando la cabeza hacia atrás mientras humedecía sus labios con placer.
- Sabe perfectamente que eso no puede ser - le replicó besándolo en el cuello con deseo - pero si puedo ayudarlo.
- ¿Y si yo te lo ordeno? - le dijo abriendo los ojos.
- Amo - le reclamó dolido.
- Me gustas - le dijo echando el brazo hacia atrás - dame placer.
- Claro - comenzó a frotar lentamente su miembro mientras soltaba el jabón y su otra mano le frotaba el pecho y le acariciaba el cuello y las orejas con los labios.
Pequeños gemidos de placer salían de los labios del trenzado mientras sentía las firmes manos de Heero acariciando su piel, sus labios recorriendo toda la extensión de la piel de su cuello al alcance de sus labios y su miembro recorrido con firmeza mientras un dedo travieso le frotaba la punta sensible.
- ¡Heero! - dejó salir - estoy... estoy...
- Tranquilo - susurró en su oído - déjese ir - le pidió frotando con más fuerza cada vez más rápido.
- ¡Ah! - gritó y su semilla escapó con violencia.
- Mi amo - lo abrazó dejándolo recostarse en su pecho agotado - ¿le gustó?
- Me gustó - le dijo agotado cerrando los ojos una vez más - mucho.
- Es mejor que salgamos del agua, o se pondrá arrugadito como una pasa.
- ¿En serio? - sonrió medio dormido - llévame a la cama.
- Es un poco travieso, amo.
- Pero así te gusto - le replicó mientras lo secaba acostándolo en su cama - dime ¿dormirías un rato conmigo?
- Pero sólo hasta que usted se duerma - le advirtió.
- Me quedaré despierto toda la noche.
- Entonces, hasta que amanezca - le dijo cubriéndolo para luego secarse a si mismo y meterse bajo la ropa a su lado apoyándolo sobre su pecho - no quiero meterlo en problemas.
- Sólo si mi padre nos descubre - le sonrió - pero casi nunca viene a mi casa, tiene demasiadas ocupaciones como para preocuparse por mí.
- Pues usted también las tiene - le recordó - y como su nuevo administrador necesito saber...
- Mañana, Heero, mañana - le dijo besándolo en los labios - descansa, pronto tendrás mucho que hacer y no quiero verte agotado - agregó volviéndose a acostar sobre su pecho quedándose dormido de un viaje.
- Las estrellas predicen problemas para los enamorados, mi amo, y me temo que se identifican con nosotros - con mucho cuidado acomodó al durmiente - hay demasiados que envidian su posición y querrán usarme para causarle problemas y es mejor que no sepan que soy su favorito - se levantó luego de plantarle un beso en la frente y se retiró a su habitación en silencio.

Heero se despertó temprano y lo primero que hizo fue ir a averiguar cuales eran las obligaciones del día de su amo, no se le pasaría un solo detalle, por lo mismo iba anotando detalladamente en un pergamino cuanto debía hacerse planeando con cuidado cada cosa. Miró hacia el cielo y vio que el sol estaba en lo alto y regresó de vuelo a las habitaciones de su amo.
- ¿Dónde te metiste? - le dijo furioso mientras lo tomaba del brazo cerrando la puerta de su habitación - te llamé hace rato.
Heero lo miró preocupado, no le gustaba esa actitud, es más, le dolía que lo tratara así, aunque, después de todo, él era un simple esclavo ¿verdad? Bajo la mirada al suelo y trató de mantenerse inexpresivo.
- Fui a ver que obligaciones debería cumplir hoy, mi amo - le dijo tratando que la voz no le temblara - pero se me pasó el tiempo anotando las del resto de la semana para no andar preguntando a cada rato, lo siento.
Deia se quedó estupefacto al escucharlo, no había sido su intención herirlo, simplemente pensó que lo había abandonado cuando no lo encontró a su lado y no acudió a él cuando lo llamó al desayuno.
- Lo siento, Heero, yo solo estaba preocupado por tu ausencia - le dijo obligándolo a que lo mirara a los ojos - sé que no es razón para tratarte así - lo abrazó contra su pecho - pero es que me sentí tan solo cuando desperté y no estabas...
- No me debe explicaciones, mi amo, soy sólo un esclavo más, es usted quien da las órdenes y es mi deber acatarlas.
- ¡TÚ NO ERES UN ESCLAVO MÁS! - le dijo exaltado besándolo en los labios - ¡ERES MUCHO MÁS QUE ESO Y LO SABES!
- Amo, yo no debería importarle tanto.
- Eres un sueño que he acariciado desde que cumplí los doce años, Heero, cuando mis poderes sobrenaturales se manifestaron en pleno, he soñado noche tras noche con estar a tu lado, que eres mío y que soy tuyo en cuerpo y alma, que nos acariciamos y somos uno del otro en toda la extensión de la palabra, y mis sueños fueron subiendo de tono lentamente hasta la noche anterior a tu arribo, esa noche te sentí en mí por completo ¿cómo no voy a angustiarme con tu ausencia si te amo?
- No debe hacerlo, mi amo - le dijo tratando de soltarse - debo maquillarlo, tiene un reunión en el palacio con su padre y el arquitecto de la pirámide.
- No seas frío conmigo, mi Heero - le rogó - te quiero mucho.
- Amo bonito, déjese maquillar - medio le ordenó - ya pasó.
- ¿Qué tal si en la tarde me haces un masaje de esos que me dijiste que sabes hacer? - le pidió tratando de recuperar su habitual buen humor.
- Bueno, le haré el masaje, pero después de cenar será mejor, así podrá dormir tranquilo toda la noche sin sueños eróticos.
- Pues más me gustaría hacerlos realidad - le dijo sentándose en un taburete para que lo maquillara - pero voy viendo que no estás dispuesto - cerró los ojos mientras Heero comenzaba a aplicarle el maquillaje sobre los ojos.
- Amo, los sueños no es bueno cumplirlos con premura ya que después de cumplidos no queda mucho por qué luchar - le advirtió.
- Pues no me interesa mucho, creo que dices eso sólo para tratar de postergar lo inevitable - le respondió sin ver que la azul mirada de Heero se entristeció notoriamente - debes admitirlo.
- Vaya a su reunión, amo, aún tiene demasiadas obligaciones que cumplir en el día de hoy - le dijo manteniendo la voz neutra y Deia se dijo que había vuelto a meter la pata ¿por qué sería tan bocón?

La reunión se le hizo interminable al joven trenzado ¿Para qué querría su padre construirle una pirámide mortuoria si él ni siquiera estaba enfermo? En fin, se había regodeado con las ideas del arquitecto e incluso lo había obligado a prepararle una cámara mortuoria muy singular, ella estaría oculta bajo las cámara principal y sería activada de una manera muy especial, así nadie profanaría su cuerpo y podría llegar completo al más allá.
- Siempre y cuando tu cuerpo no haya sido profanado ya, mi querido primo - le dijo Aleh burlón.
- ¿Qué quieres decir, sobrino? - saltó su padre molesto.
- Este idiota - dijo Deia apretando los labios - está hablando porque tiene boca.
- Oh, vamos, yo sé que hace algunos días te quedaste con algunos de los más exquisitos esclavos que llegaron de oriente, para ser exacto con el mejor de todos, vino esta mañana a anotar tus deberes y se preocupó hasta de saber cómo debías andar vestido para la ocasión, un joven bastante guapo, debo admitir, tienes buen gusto, y muy diligente, por lo visto, y te has maquillado excelentemente sólo para que él te vea hermoso ¿verdad?
- …l me maquilla - le dijo molesto - es un joven muy inteligente que no es sólo belleza, sabe leer y escribir, como habrás notado, y se preocupa de hasta el más ínfimo detalle, pero no sé que insinúas.
- Bueno, si él fuera mío...
- Pero no lo es - lo cortó furioso.
- Pero en el caso que lo fuera, yo no dejaría ir la oportunidad de poseer tal belleza.
- Sólo intenta tocar a mi esclavo y te irá muy mal, desgraciado - lo amenazó con dientes apretados mientras una aura dorada brillaba a su alrededor.
- Cálmate, Deia - le ordenó su padre - espero que lo que dices no sea cierto - le dijo a su sobrino.
- Es algo improbable - admitió al fin - no parece ser de ese tipo de esclavos - dijo retirándose - ¿o si lo es, Deia?
- ¿Qué quieres decir con eso?
Pero él se marchó sin responder pero habiendo sembrado la duda dentro del pecho del faraón que ordeno que lo vigilaran a toda hora, pero no todos los guardias de palacio estaban dispuestos de perseguir a Deia hasta el "ultimo concho del mundo" como había dicho el faraón, el príncipe era muy perceptivo y de seguro les jugaba una mala pasada con tal de deshacerse de ellos.
Deia se fue a su casa para prepararse para la siguiente reunión, Heero le había dicho antes de salir que debía ir a una ceremonia en el templo de Isis y que debía ir vestido de acuerdo para la ocasión y que debía arreglarle el maquillaje, iba apurado, pero no para ir a la reunión, sino para pasar unos minutos a su lado.
- Algunos sueños se cumplen aún sin proponérselo - se dijo y se detuvo al sentir que lo seguían unos guardias de palacio - ah, no, padre, a Deia Mon no lo atraparás tan fácilmente - cerró los ojos y provocó que un montón de cestas de mimbre cayeran sobre sus perseguidores mientras él se escabullía y llegaba a su casa tranquilamente.
- No debería hacer ese tipo de travesuras, amo - le dijo Heero haciendo que se sentara para limpiarle el rostro y volver a maquillarlo.
- ¿Cómo lo sabes?
- Sé leer el futuro no sólo en las estrellas, mi amo, sé leerlo en mil formas más, incluso puedo descifrar sueños. Además, eso le leí en sus ojos, los que son expresivos como un libro abierto, están divertidos.
- Me gustas cada vez más - lo abrazó - termina de maquillarme luego, quiero comer un poco e ir a esa famosa ceremonia y regresar lo antes posible.
- No se impaciente, amo, se enfermará.
- ¿Sabes, Heero? Uno de mis primos, que los dos que tengo son sacerdotes de Ra, le insinuó a mi padre que tú me habías profanado mientras hablábamos con el arquitecto acerca de mi pirámide mortuoria.
- Está envidioso que usted pronto será Faraón y que tiene tan buen ayudante.
- Es posible, ya que de morir mi padre yo seré el faraón ya que soy su único hijo.
"No le des concejos al príncipe, sería un terrible daño para él políticamente hablando" recordó la voz del anciano "sólo cuídalo como la joya más preciosa y delicada". Y aquello lo hizo decidirse, sería cauteloso con quienes visitaban a su amo, nadie le haría daño a costa de lo que fuera, porque lo amaba. "¿Lo amo? Si, de todo corazón, desde que lo vi y se preocupó por mí en aquella celda"
- ¿Pasa algo malo, Heero? - le dijo al verlo tan serio.
- No, mi amo, sólo pensaba en que le ordenaré para comer.
- No me importa mucho si decides ser el postre - le contestó.
- Amo, debería sacarse aquello de la cabeza.
- ¿Por qué? - le dijo tratando de abrazarlo pero este se apartó.
- No debería darle mi opinión, pero sé que entiende que es malo para usted que siga con aquello, lo podrían usar en su contra y tratar de destruirlo.
- Oh, vamos, ya suenas como mi padre.
- …l sabe por qué le dice las cosas, amo - se apartó de él y le puso una delicada camisa de algodón y luego los gruesos adornos de oro descansaron sobre su pecho - debería velar por sus intereses, no es bueno que un primogénito real se comporte como un niño cuando ya no lo es - lo besó en la mejilla - ya está listo, tan pronto como haya comido deberá irse al templo, la ceremonia será larga, por eso le puse algo debajo, a la noche le dará frío.
- Muy bien, supongo que he de cenar allí, pero quiero que me tengas un buen baño listo, junto con mi...
- Está bien - lo interrumpió - las cosas se harán como ordene.
- Si siempre fueras así de sumiso - suspiró yendo al comedor - no tendría problemas - se sentó y esperó que otro de los esclavos probara su comida y el vino - ¿tengo otras obligaciones para mañana?
- Muchas, amo - le dijo Heero sentado a su lado abriendo un papiro - debe dirigir una ceremonia en el templo de Ra, por la tarde debe ir al puerto a recibir a los embajadores de los reinos aledaños dado que su padre tiene una importante reunión con los administradores del reino y por la noche debe asistir a una fiesta de gala en el palacio.
- Detesto las fiestas de palacio - dijo molesto mientras comía - aparte de aburridoras, no se me está permitido regresar a casa hasta bien entrada la mañana del día siguiente.
- Pues creo que deberá llevarme para que lo atienda - dijo Heero pensando en las ropas y el maquillaje del príncipe.
- Genial, así podrás dormir conmigo.
- Amo - lo regañó y vio que este sonreía feliz, así que no volvió a insistir.

El día había pasado terriblemente aburrido para Heero, la casa de su amo era muy fácil de administrar dado que todos sus esclavos lo adoraban, cosa que lo hacía sentir un poco celoso a ratos, pero cuando ellos lo admitieron como su jefe natural, se sintió más tranquilo, sabía que su amo tenía un carácter muy amable y cariñoso, un poco travieso a ratos, pero divertido, así que se dedicó a hacer su trabajo con tranquilidad. Hizo cambiar las cortinas del baño por unas más delicadas, el lecho fue sacudido y le puso sábanas de seda que le habían traído desde China, hizo limpiar a fondo todas las habitaciones y vigiló que todo quedara completamente limpio. Luego revidó las ropas del trenzado, no le parecían adecuadas a una persona de su rango, así que ordenó le hicieran nuevas con telas más suaves y delicadas y pidió al orfebre real reparara las joyas del joven con gran esmero agregando varias piedras preciosas que habían venido desde su tierra con él.
- De seguro al terrateniente le dio un ataque al no encontrarlas - dijo Heero a otro de los esclavos - pero era mi paga por aguantarlo esos seis años..
El trabajo de joyería había sido magnífico y por poco alcanzó a estar en su lugar antes que llegara el príncipe que venía echando pestes por los cuatro costados por lo aburrido de la ceremonia y por haberse tenido que quedar hasta el final cuando todo el mundo comenzó a irse antes que esta terminara cuando perfectamente pudo haber matado el tiempo en su casa haciéndole cariños a su esclavo amado.
- Amo, está enojado - le dijo Heero divertido tapándole los ojos - pero le tengo una grata sorpresa.
Dúo sentía demasiado cerca el aroma de su Heero e intentó volverse hacia él, pero el japonés lo impidió obligándolo a caminar con cuidado hacia su habitación manteniendo sus ojos tapados.
Heero recordaba las palabras del anciano y su recomendación a darle lo que el amo le pedía, su cuerpo, pero no quería ser sólo un objeto para él. "Te volverás una obsesión para él y terminarás por destruirlo, has lo que te pide".
Se detuvo ante la puerta mientras le hacía una señal con la cabeza a otro de los esclavos y este la abría y luego la cerraba a espaldas de ellos dejándolos a solas. Lentamente Heero lo hizo avanzar hacia la división con el baño dejándolo de espaldas a este y le destapó la vista.
- Abra los ojos, amo - le dijo al oído rodeándole la cintura con los brazos.
Deia sintió que un escalofrío le recorría la espalda y quiso apoyarse en él, pero antes lo picó la curiosidad y miró su habitación, estaba muy cambiada, todo parecía ser más bello, reluciente, más acogedor y excitante. Se volvió hacia Heero y vio la cortina que lo separaba del baño, era realmente una delicia.
- Es mi regalo para usted, amo - le dijo al oído provocándole un nuevo cosquilleo que le bajó hasta su miembro, despertándolo - ¿Le gusta?
- De... - carraspeó - ¿de dónde sacaste todo esto? - le dijo tratando que su voz sonara normal, pero le salió ahogada - es perfecto.
- No podía ser de otra manera - le acarició el hombro con los labios - ¿todavía desea que lo bañe?
- Claro que sí, Heero - le dijo con voz entre cortada apoyándose contra él al fin - sabes que soy capaz de cualquier cosa porque me toques.
- Esta noche es especial - le sonrió y lo llevó al agua que ahora despedía otra clase de aromas, era más dulce que el de las violetas pero no por ello menos sensual - haré sus sueños realidad.
- ¿Mis sueños? - dijo el egipcio rojo hasta la raíz del cabello imaginando grandes cosas, aunque pensándolo bien no sabía cuales - ¿Cuáles?
- Ay, mi amo, creo que es un poco distraído - le dijo metiéndolo al agua luego de desnudarlo y desnudarse para meterse también - verá que le gusta.
- ¿Qué cosa? - lo miró intrigado siguiendo con la mirada lo que hacia su esclavo.
- Empezaré y entenderá todo - le dijo colocándose frente a él comenzando por frotarle el pecho con jabón masajeando lentamente los pezones que al roce de sus dedos se levantaron, lentamente bajó por su abdomen dejando un camino de suave espuma hasta llegar al bajo vientre y volviendo a subir por sus costillas lentamente, frotando delicadamente sus contornos y volviendo a bajar por su espalda hasta la cintura y de regreso de manera sensual.
- ¿Serás... mío? - Gimió casi sin aire, aquella tortura era exquisita.
- Amo - le reclamó algo dolido, no quería que se lo pidiera así.
- ¿Ni aunque te lo ordene? - dijo sin pensar y sintió como Heero se detenía automáticamente. Abrió los ojos que había cerrado cuando comenzó a acariciarlo y vio que su esclavo se había enfriado como por arte de magia - Heero - lo abrazó con fuerza atrayéndolo hacia su pecho - te amo.
- Yo también, mi príncipe, yo también - y ocultó el rostro contra el cuello de su amo - yo sé que puedo seducirlo así, pero no sé que más hacer.
- Entonces, yo me encargaré de convertir mis sueños húmedos en realidad - le sonrió besándolo en los labios - y seremos uno para siempre.
Lentamente Deia comenzó a guiar las manos de Heero por su pecho para luego soltarlas y empezar su propia exploración por el pecho de su esclavo, la piel era suave y tersa, ella cubría los bien formados músculos pectorales que denotaban la fuerza del japonés, bajó un poco más hasta el vientre plano sintiendo como él contraía los músculos a su paso y se estremecía de placer. Se inclinó un poco sobre él pasando sus manos por su cintura hacia su espalda haciendo que se sentara sobre sus piernas para tener más acceso a su cuerpo bien dotado, como podía notar en su excitación contra su vientre.
- ¡Heero! - suspiró acariciando su cuello con los labios lentamente dejando un reguero de besos de oreja a oreja por el mentón mientras una mano viajaba lentamente hacia el frente adueñándose del miembro del japonés que estaba a la expectativa de sus caricias. Deia se asombró al atraparlo, sospechaba que era grande, pero ahora entendía la razón de por qué no quería tomarlo, sería demasiado obvio.
Heero sintió que lo apretaba en aquella zona y no pudo sino ocultar su rostro en el cuello de su amo, avergonzado, jamás nadie lo había tocado así y era un poco doloroso sentir su agarre, claro que se daba perfecta cuenta que él lo tenía un poco más grande que su amo, pero eso no quitaba que... Y no pudo seguir pensando porque el egipcio comenzó a recorrerlo lentamente frotando su punta con el pulgar.
- ¡Amo! - gimió bajito tratando de no gritar de placer - me gusta.
- Anda, déjate hacer libremente - le dijo acariciando con la otra mano su pecho - no temas demostrar lo que sientes - le dijo tomando su mentón y besándolo en la boca dejando de acariciar su pecho para pasar su mano por el muslo desnudo y mojado hasta llegar a su bien formado trasero - si sientes dolor, házmelo saber - le susurró al oído - lo que menos quiero es que sufras.
- Ni si quiera un golpe de su parte me causaría dolor - replicó acariciando con los dedos los pezones sintiendo que el trenzado hundía un dedo en su recto. Sin hacer un gesto, aguantó el dolor lo más que pudo hasta que sintió que otro dedo entraba en él y, pese a la delicadeza con que se movía, el dolor se le hacía apenas soportable y arqueó el cuerpo intentando relajarse.
- Así no, Heero - le dijo el príncipe asustado al ver el dolor reflejado en el rostro amado - no quiero que sufras, amorcito.
- No se detenga - le pidió - ha dejado de doler.
- Pero, Heero, yo... - empezó todo nervioso.
- Amo ¿ya no quiere tenerme? - lo interrumpió dolido.
- No, no es eso, pero estás sufriendo por mi causa, no es justo que tu pagues con dolor el amor que me tienes.
- Quiero ser suyo - le dijo con firmeza un tanto molesto, todo lo había preparado para ese momento para que ahora le saliera con eso. Levantó las dos manos hasta el rostro de su amo y lo miró directamente a los ojos, era ahora o nunca, no le importaba si después no podía sentarse en una semana- Cerró los ojos levantándose un poco y le atrapó la boca en un profundo beso mientras forzaba la penetración sentándose sobre su miembro excitado. El dolor fue grande, pero casi de inmediato lo reemplazó el placer de saberse suyo mientras comenzaban a moverse lentamente tocándose por todos lados por donde sus manos alcanzaban, rozando sus bocas y acariciando con ellas la piel expuesta fuera del agua.
- Ah, Heero - soltó el trenzado tomando su miembro entre las manos una vez más frotándolo con la misma intensidad de sus embestidas - que apretado estás - gimió con placer.
- Mi amo - gimió este a su vez sintiendo que cada vez lo tocaba más profundo, que le daba tanto placer que podría tocar las estrellas - más fuerte.
Deia sentía que estaba por alcanzar la gloria con cada empuje dentro de su esclavo amado, yendo y viniendo cada vez con mayor fuerza y rapidez, sintiendo que los músculos de ambos se tensaban y estallaban casi juntos, el trenzado dentro del japonés y este sobre su vientre. Con cuidado, Deia sacó su miembro cansado del lugar donde estaba y se asustó.
- ¡Estás sangrando! - le dijo al ver que el agua se teñía de rojo y se salió con violencia del agua sacándolo también - Heero ¿por qué no me dijiste?
- Yo quería ser suyo - contestó y se desmayó en sus brazos.

Heero despertó acostado sobre el pecho de su amante e intentó regresar a su cuarto, aunque el alba comenzaba a despuntar, pero su cuerpo se negó a obedecerlo, el dolor era insoportable, así que volvió a acomodarse en el lugar en que estaba, podía sentir perfectamente sobre su espalda el tibio calor del brazo del trenzado que tenía el cabello totalmente suelto. Allí se sentía protegido, el dolor y el tiempo no tenían importancia, tampoco lo tenía que él fuera esclavo y el otro su amo, eran sólo dos enamorados. Miró por la ventana y siguió el curso de las estrellas, si león estaba satisfecho y feliz, pero el león viejo se sentía amenazado por su cachorro, así que buscaba una excusa para deshacerse de él, y, lo peor, era que sería el león viejo el que desapareciera dejando el corazón de su amado lacerado. Se preguntaba si sería bueno darle una advertencia al faraón, pero las estrellas le aconsejaron que callara, el faraón desconfiaba de él a causa de un ser envidioso de su propia sangre, alguien de gran confianza, que le metía ideas en la cabeza.
- Pero es mi amo el que me preocupa - se dijo angustiado - ¿qué es esa sombra negra que empaña el futuro de su constelación sin descanso?
Deia se movió apenas apretándolo contra él intentando sentir mejor su calor mientras los sueños húmedos volvían a invadir su mente y su alma, apenas había vivido una parte de ellos, el resto le restaba cumplirlos y su mente ávida y febril de deseos se lo hacía notar sin descanso, aún no eran uno por completo, faltaba ser él el poseído por su esclavo, quien tuviera en su interior una y otra vez la carne de su amado sin tener que preocuparse por nada ni por nadie.
- Si me revelara alguno de sus sueños, tal vez podría hacer una predicción más exacta del futuro que le espera - sonrió bajando su mano por su vientre legando al lugar prohibido - pero no creo que sean del tipo de sueños predictorios que yo necesito para ayudarlo - se dijo al notar que estaba excitado una vez más.
- Heero - suspiró este besándolo en la frente casi sin despertar acariciando suavemente su brazo que descansaba sobre su pecho.
- Amo - le sonrió y cerró los ojos, no ganaba nada con tratar de adivinar las cosas, igual el destino no lo dejaría intervenir para solucionar los problemas que se avecinaban.

Deia despertó bruscamente y se sentó en la cama buscando a Heero, pero este estaba en pie ordenando lo que se pondría ese día y el siguiente en las ceremonias en las que estaba obligado a participar como si la noche anterior no hubiese pasado nada. Enojado, se dirigió hacia él y lo atrapó por la cintura, por lo que este se volvió hacia él y le dio un leve beso en los labios a modo de saludo.
- El desayuno pronto estará listo, lo maquillaré y se pondrá esta ropa, de seguro se verá más bello que nunca.
- ¿Estás bien, Heero? - lo miró a los ojos y no vio rastro de dolor.
- Soy un joven fuerte, amo - lo regañó - aunque no me puedo sentar, claro.
- Ah, pensé que no habría consecuencias - se burló más tranquilo - espero que no estés embarazado, eso sí sería un problema - bromeó.
Heero lo miró un segundo sin entender y luego sonrió también.
- No podría asegurarlo, amo, no tomamos precauciones - le siguió el juego.
- Dime ¿podrás acompañarme esta noche a palacio? - lo miró cambiando de expresión a una de profunda preocupación - creo que sería mejor que te quedaras aquí, no sólo para que mi padre no sospeche nada, sino porque no quiero que hagan más comentarios a costa tuya, es cierto que eres bello y exótico, pero me desagrada sobre manera los comentarios nada de sanos que hacen de ti y de lo que te harían si fueras de tal o cual persona, me dan ganas de matarlos y de fríelos en aceite y luego dar sus cuerpos de comidas para los buitres y...
- Amo, se le hace tarde - lo interrumpió e hizo pasar al esclavo con los alimentos - coma para que lo maquille luego.
- Me tratas como si fueras mi madre - le replicó - pero ella murió al nacer yo, soy el único hijo varón de mi padre, ninguna de sus concubinas y esposas tuvo otro hombre, sólo tengo varias hermanas, pero ni las conozco - le contó comiendo apresuradamente - mi padre les prohibió verme, dice que no es bueno para mí, serían una tentación - sonrió - si supiera que la tentación a la que tanto teme ya la tengo en casa, de seguro no estarías aquí ahora...
- Amo - lo calló poniendo el vaso de agua en sus labios delicadamente - tenga cuidado con su lengua - le advirtió de pie a su lado.
- ¿Acaso me la voy a morder? - lo miró extrañado medio en serio, medio en broma sonriendo de oreja a oreja.
- Usted es demasiado distraído y podría decir algún inconveniente.
- Supongo que tienes razón, suelo hablar de más y decir cosas sin sentido, pero también doy demasiada información y podría echarme de cabeza al agua - dijo pensativo - no debo darle motivos a mi padre para que nos separe.
- Tampoco se deje provocar.
- Si tú me provocas, voy a saltar sobre ti - le dijo sonriendo.
- No me refiero a eso - le reclamó rojo hasta la raíz del cabello.
- Lo sé, no te sulfures - sonrió nuevamente tratando de atraparlo - trataré de controlar mi temperamento, pero si alguien me dice algo respecto a ti, yo...
- Prométame que controlará su lengua - lo cortó.
- Está bien, amor mío, prometo controlar mi lengua ante alguna insinuación en tu contra - le dijo levantando la mano derecha - siempre que no me saquen de paciencia - advirtió.
- Es un caso perdido, amo, no tiene remedio - dijo moviendo la cabeza al ver que había terminado. Retiró la bandeja y procedió a hacer su trabajo con la vestimenta y el maquillaje - olvidé algo, amo, ordené al orfebre real que le modificara algunas joyas, espero que le gusten, hice que les agregara algunas piedras preciosas que traje conmigo desde mis tierras.
- Si tú las trajiste, deben ser bellísimas, tienes un excelente gusto, como que te gusto yo - sonrió.
- No es nada de humilde, amo - le dijo este divertido - terminé, ahora, vaya a cumplir con sus funciones reales.
- Te veré más tarde, Heero - se puso de pie y lo besó en los labios antes de salir.

Los días pasaban con calma, Heero estableció una buena rutina en la casa con el resto de los esclavos del príncipe heredero que hizo que las tierras a su cuidado florecieran con gran esplendor, las ganancias se multiplicaron y la vida para sus habitantes se hizo más grata, ya que debido al nuevo orden el trabajo se había alivianado puesto que cada uno cumplía una labor específica sin tener que sacrificarse en cosas que nunca serían capaces de cumplir, pero ello atrajo sobre el príncipe y su esclavo serias sospechas dado el poder, que muchos decían excesivo, que le había dado al esclavo japonés.
- Es pura envidia - dijo Deia a su padre cuando este le reclamó al respecto - están así de molestos porque bajo la admirable administración de Heero mis negocios han prosperado y tengo la casa más hermosa de la ciudad.
- Aún así, le has dado mucho poder a un simple esclavo.
- Tal vez, pero sin Heero las cosas no marcharían bien en mi casa.
- Ese muchacho sabe hacer muchas cosas demasiado bien ¿verdad? - le dijo con tono brusco insinuando algo que Deia no comprendió y, por lo tanto, pasó por alto sin verlo - lo admiras demasiado, Deia, y eso puede ser fatal para ti, se está convirtiendo en una mala influencia para ti, así que apenas puedas, lo vas a vender a quien sea.
- Me niego - le contestó molesto cruzándose, de seguro habría muchos libidinoso que lo quisieran comprar y él no iba a permitir que nadie lo tocara - me lo mandaron de regalo desde tierras lejanas y no se lo voy a dejar a nadie más. Además, Heero no se merece su trato así de mi parte y menos cuando gracias a él mi casa se encuentra más bonita y tranquila.
- Deia, lo vas a vender, te guste o no - le advirtió.
- Jamás, Heero es mío y lo va a seguir siendo hasta que me muera.
- Deia, no me obligues a hacer algo drástico - lo amenazó molesto perdiendo los estribos ante la tozudez de su hijo.
- Tú que le haces algo a Heero, padre, y te las tendrás que ver con la ira de Deia Mon - le dijo furioso poniéndose de pie y marchándose - Heero es mío y no voy a permitir que nadie lo toque o le haga daño.
Pero aquello fue la gota que terminó por derramar el vaso de la paciencia del faraón ya que debido a las intrigas de su primo que lo acusaba de ser amante del príncipe y que por ello tenía tanto poder, el faraón había comenzado a desconfiar de la relación que ellos mantenían creyéndole la historia y le había puesto guardia permanente de día y de noche al joven heredero, aunque en muchas ocasiones la burlara usando sus poderes, pero sabía que no siempre estaría en guardia y que en algún momento habría de descuidarse y lo agarraría infragante y sería el fin del esclavo japonés, ya se libraría de su terrible amenaza a costa e lo que fuera, aunque Deia sufriera por ello, estaba totalmente seguro que después se lo agradecería con creces, aunque se sintiera defraudado al principio.

"Cuidado con la terrible amenaza del león viejo, siente que su cachorro y su único heredero ha sido amenazado en su integridad por su amado guardián y con ello todo su poder ha sido puesto en peligro, por lo mismo tratará de destruir al joven perro que cuida, conciente y ama a su cachorro, separándolos dolorosamente, sin saber que es una serpiente ponzoñosa la que verdaderamente lo amenaza a él, a su poder y la vida suya y la de su hijo amado. La vida del perro guardián en estos momentos corre un grave peligro, está sentenciado a muerte por el amor que le tiene al cachorro de león y esto puede ser fatal para todos en el reino ya que traerá consigo terribles consecuencias para quienes se vean involucrados en ella".

Heero dejó a un lado la tabla del adivino, no le gustaba para nada lo que le decía, el león viejo del que hablaba ella de seguro era el padre de su amo, el faraón; el cachorro de león, su querido y amado Deia; el perro lo más seguro que fuera él y la serpiente debía ser el primo ese que le metía ideas en la cabeza al faraón, así que pronto la amenaza de muerte sobre él sería real, pero ¿cuándo? Esperaba que no muy pronto, por lo visto aquello desencadenaría cosas terribles para el reino y para el mundo, ya que el poder del príncipe tenía guardado un gran y terrible secreto que no conseguía descifrar con nada...

Continuará...

Amigas mías, espero les guste este capítulo, estoy tratando de recrear las intrigas de palacio que provocaron que Deia Mon cayera en la maldición, lo que me ha costado bastante porque no hay historias acerca de la vida en la corte de la XIX dinastía faraónica (ni de ninguna otra) que sería a la que pertenece este príncipe. Supongo que muchas de ustedes leyeron Guerreros Legendarios, y por lo tanto sospechan qué es lo que pasará, pero no se preocupen, no es una pre secuela, simplemente es una historia más, aunque les adelantaré algo, sólo hasta el episodio de la maldición seguirá con Guerreros Legendarios, ya que modificaré bastante la historia para que tenga un final feliz.
Wing Zero (Las neuronas de Shio Chang siguen de vacaciones ¿será algo permanente?)

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