Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Mi Faraón por Shiochang

[Reviews - 38]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Mi Faraón.

Okashi: Amiga, uno siempre debe estar dispuesta a que otros tengan una idea similar a la tuya, lamento haberme adelantado a tu idea, pero creo que debo avisarte que esta es la segunda historia que hago de los egipcios, aunque sólo sea el principio en Guerreros legendarios. En fin, si ya se te pasó la rabia, sigue leyendo mi historia, mira que se me complica la existencia con ella.
Águila Fanel: Hace rato que no te veía, me alegro que te guste la historia, seguiré adelante para que tenga un final feliz, aunque no creo que salga muy larga.
Loretta: Bueno, hago lo que puedo, será muy romántico, si es que me sale pronto, aunque creo que a Heero le costará un poco asumirlo.
Marsetsuna: Bueno, verás que sigue así, aunque creo que uno que otro personaje de la serie va a aparecer por allí.
Dulce Di: Creo que verás que pronto Dúo está con Heero, pero le costará un poco ya que hay otros interesados.
Ruby: Me alegro mucho, aunque es cierto que es rarísimo ver a Heero tan sumiso, pero ya ves, comienza a cambiar y a imponerse.
Lina: ya lo dije, hago lo que puedo, espero que ahora si me salga mejor.
Aya-chan: pues será porque lo saqué de allí ¿no? Es que me gusta Seshumaru.
Kinyoubi: Le pondré empeño en que estén más capítulos arriba pronto.
Elichan: te dejo los capítulos anteriores como explicación, de aquí en adelante me dedico a la "línea alternativa" de mi historia, espero que te guste.
Dark: Eres especial, amiga, sígueme leyendo ¿Si?
Lady yaoi yuri: Que Heero no te dé pena, es un sobreviviente nato, ya ves que al final se sale con la suya.
Otra cosa, voy a agregar a otros personajes de la serie, aunque son casi de relleno ya que me voy a centrar exclusivamente en Dúo y Heero.
((Bla, bla(( Sueños de Heero (no sé si salgan los signos en la página, espero que si, porque creo que son la causa que algunas cosas no se entiendan)

Cómo despertar a Deia Mon

Heero estaba sentado en su habitación juntando sus cosas dispuesto a marcharse en cuanto amaneciera de palacio, no podía seguir allí, había muchos recuerdos de su amado faraón en todas partes, además, su "muerte" lo había liberado de sus obligaciones ya que no había sido comprado, sino que había llegado como regalo y las leyes decían que podría regresar a su hogar. Sin embargo, no contaba con la oposición del resto de los administradores del reino ya que, al no estar el faraón su administrador personal era quien debía asumir el mando y elegir al sucesor del mismo si este no tenía descendencia.
- Desde hoy y hasta que haya un nuevo faraón, eres el administrador principal - le dijo el sumo sacerdote señalándole el trono - debes ocupar el lugar de Deia Mon.
- Ustedes están locos, yo soy libre y regreso a casa - dijo cruzándose de brazos negándose a mirar el lugar donde se sentara su amo amado.
- Pero él te nombro su administrador principal y como tal tienes la obligación de darle un sucesor al trono, ya sea de tu sangre o de las hermanas del faraón - le dijo otro de los administradores - o encontrar la manera de traerlo de regreso rompiendo su maldición.
Heero respiró hondo ¿qué posibilidad había de despertarlo sin el conjuro que lo durmió antes? Ninguna, la magia que el primo de Deia había utilizado sobre él era demasiado fuerte para romperla. El poder del libro de los muertos sólo podía ser contrarrestado con el del libro de la vida y nadie conocía su paradero.
- Además, debes capturar a los traidores - dijo otro.
- Yo no soy egipcio - les advirtió.
- Eso no es problema - insistieron ellos - nuestro faraón confió en ti y por lo mismo nosotros nos ponemos a tu servicio.
- Está bien - se dio por vencido - sin embargo, yo llevaré a cabo los interrogatorios a los traidores.
- Es su prerrogativa - dijeron todos inclinándose hacia él.
Heero volvió a mirar el trono de su amado faraón y cerró los ojos, él jamás se sentaría allí, lo haría como si de su esposa se tratara, pero sin los derechos de esta. Caminó hacia el trono y se sentó a la derecha del lugar del faraón. Todos lo miraron extrañados, pero Heero los miró enfadado.
- Soy el administrador, no el faraón - les dijo molesto - no usurparé su lugar.
Los sacerdotes se miraron entre sí y tuvieron que admitir que aquella era una muy buena decisión, políticamente hablando, y los otros gobernadores dieron su beneplácito, no cualquiera asumía un lugar que no le correspondía por derecho propio y no se adueñaba de este.
- Quiero que me traigan a la mujer que atraparon en la habitación del faraón y a todos los sirvientes de la casa del Sacerdote Amus.
- ¿Va a interrogar a los esclavos, mi señor? - le dijo uno de los gobernantes escandalizado.
- Creo que no muchos cuidan lo que dicen delante de los esclavos, Atehran - le dijo con frialdad - lo sé muy bien.
- Como usted mande, Sahnaj - dijo otro administrador y dio la orden

Uno a uno los esclavos fueron llevados a la presencia de Heero quien hizo salir a los sacerdotes y administradores dejando sólo a los escribanos en el salón, junto con dos guardias que habían sido leales a su amo.
- Supongo que saben por qué los hice venir ¿verdad? - le dijo y vio que los chicos miraban atemorizados el suelo - quiero saber si alguno escuchó algo de su amo acerca de la traición a Deia Mon.
Los escribanos levantaron la cabeza extrañados de la actitud calmada del ahora gobernante.
- No quieren decir nada ¿verdad? - los miró pensativos - les podría dar la libertad si me dicen algo que me ayude.
- ¿Libertad? - repitió uno de los escribanos.
- Eso dije - caminó entre ellos y vio que bajaban la mirada - no soy el faraón y tampoco tengo sus poderes, pero si sé que alguno de ustedes escuchó algo realmente importante.
- Si yo le dijera que escuche como el amo discutía con al princesa Une la maldición que usarían ¿me haría libre junto con mi esposa y mis hijos?
- Bien, lo haré. Dime ¿qué escuchaste?
- Ellos discutían mucho acerca de que tipo de maldición podían echarle ¿sabe? Decían que sería de muy mala suerte asesinarlo porque era un dios y aquello pesaría en la balanza de la muerte cuando les llegara la hora, así que decidieron maldecirlo con el sueño eterno del amor, claro que no lo escuché completo, sólo una parte ya que me mandaron a buscar la comida, era algo acerca de una tablilla que estaría oculta en el lugar más obvio, pero en donde jamás la buscarían.
- Yo los escuché decir algo acerca que sólo el verdadero amor liberaría al faraón - dijo otro de los esclavos - pero también vi al amo regresar diciendo que por la culpa de la princesa Une no había podido concluir el conjuro y que debía regresar, pero como lo tenían vigilado no podía.
- Dijo algo acerca de acabar todo en su tumba y que se desharía de la princesa antes que ella lo acusara, así sería faraón - dijo el primero.
- Y ustedes - señaló a los demás - ¿no escucharon nada?
- Ellos no pueden hablar, mi señor, el amo les cortó al lengua por comentar que no podían matar al faraón.
- Ese tipo - gruñó - bien, los dejaré a los cuatro en libertad, si quieren pueden liberar a sus familias de paso - se volvió a sus escribanos - anoten sus nombres y que a partir de hoy son libres - ordenó - y díganle a los guardias de prisión que traigan a Une aquí, debo interrogarla también - dijo volviéndose hacia los guardias - si tratan de dañar al faraón en su propia tumba, les irá muy mal - dijo entre dientes volviendo a sentarse.
Al poco rato llegaron los guardias custodiando a la princesa Une que lo miró desafiante y burlona al ver que no ocupaba el lugar del faraón.
- Quizás te parezca divertido, pero no usurparé el lugar que no me corresponde - le dijo - así que creo que lo mejor es que comiences por decirme qué conjuro fue el que le echaron al Faraón - le dijo mirándola fijamente.
- Nada puedes hacer por él - le replicó ella - y mi amado vendrá por mí en cualquier momento y te matará.
- ¿No crees que si quisiera hacer cualquiera de las dos cosas no las habría hecho ya? - le dijo con frialdad - sabes bien que no lo hará, ya todos saben que es un traidor y que se le busca para hacer justicia, nadie querrá que en momento que su corazón sea pesado en la balanza de la vida esta se les incline en su contra por traición, por lo que no encontrará quién lo ayude.
- Yo no... - empezó preocupada.
- Tú amordazaste al faraón para que Amus pudiera ponerle la maldición - le recordó - por lo tanto lo traicionaste y eso pesará en tu contra, sin embargo, si me dices el conjuro que lo durmió o la manera de despertarlo, eso podría nivelar un poco la balanza.
- No sé el conjuro - dijo ella altiva - además, tú no eres el faraón para decidir...
- No, no lo soy, sin embargo, yo fui nombrado por él su administrador principal y por lo mismo gobernaré en su lugar hasta que llegue quien debe ocupar su trono, y ese mismo poder tengo para juzgarte ahora ¿sabes cuál es el castigo para la traición? - le dijo mirándola fijamente - la peor de las muertes, una en la que jamás encontrarás el descanso eterno, ya que tu alma jamás llegara hasta el juez.
- No te tengo miedo - le replicó orgullosa - soy una princesa de Egipto y no tienes derecho de hacerme nada.
- Muy bien, si así lo quieres, morirás muy lentamente y tu tumba no tendrá tu nombre - se puso de pie - guardias, llévenla de regreso a prisión y que los sacerdotes preparen la ceremonia de Ajnatón - ordenó y se la llevaron.
Uno de los escribas anotó en el pergamino la sentencia, ella consistía en la preparación de un cuerpo para la momificación con un solo detalle, este estaría vivo cuando se iniciara el proceso y si seguía vivo para el final, sería enterrado junto ala persona a la que había traicionado en el sarcófago sin ningún tipo de adorno y sin nombre, su alma vagaría por el lago de Estigia sin encontrar jamás el camino sin descanso.
Heero caminó por la sala preocupado ¿y si el primo de su amo andaba libre por allí tratando de hacerle daño? Después de todo, nadie lo había visto desde la noche en que atacó a su año y de esto ya iban dos lunas, perfectamente pudo haber llegado hasta él y haberlo destruido en venganza ya que tendría más que claro que nunca sería faraón.
- ¿Sólo aquellos cuatro esclavos trabajaban en la casa del sacerdote?
- No, pero ellos trabajaban personalmente con él, los otros pasaban fuera de la casa y de seguro no andaría hablando de esas cosas en la cocina o el baño.
- ¿Y los portadores de su litera?
- Son mudos, no podrían decirnos nada, señor.
- Perdone, mi señor - le dijo un joven irrumpiendo en la sala - aquí hay un esclavo temeroso que dice que debe hablar de inmediato con usted, dice venir desde Karnak y que tiene información para usted.
- Hazlo pasar - dijo y se volvió hacia la puerta para ver al esclavo. Era un muchacho no mayor que su amo, quizás incluso menor, se notaba que había sido muy mal tratado por su dueño y sintió lástima de él - muy bien, dime qué tienes que decirme.
- El sacerdote Amus murió hace una semana de una terrible enfermedad en el templo de Karnak el mes pasado, yo era su esclavo personal, pero antes de morir me contó algo terrible, él tenía en su poder el libro de los muertos pero para poder escapar lo vendió por partes a distintos mercaderes en el camino - dijo mirando el suelo sin atreverse a mirarlo a los ojos.
- ¿A cuantos los vendió?
- Creo que a cinco o seis, no me dijo, lo que sí sé es que dijo que la manera de despertar al faraón estaba en un lugar muy visible, pero que estaba muy seguro que allí jamás buscarían la tablilla para despertarlo.
- ¿Cómo te llamas, pequeño? - le levantó el rostro
- Quatre, señor - respondió desviando la mirada.
- Bien, me has dado buena información, así que ordenaré que te den de comer y luego tu libertad.
- ¡Oh, no señor, no me libere! - le rogó arrodillándose - si usted me libera me veré obligado a regresar a casa y mi padre volverá a venderme como esclavo - gimió casi llorando - repetirá que soy una vergüenza para la familia y mi gente y quien sabe como sea mi nuevo amo.
- Pero lo único que podría hacer contigo es conservarte como mi esclavo - le dijo pensativo - bien, ponte bajo las órdenes de mi mayordomo y dile que yo ordeno que te dé de comer, de vestir y donde quedarte.
- Gracias, mi señor - dijo feliz y Heero vio por fin sus ojos de un color como el mar por el que navegara para llegar a estas tierras donde su corazón estaba enterrado con su faraón dormido.
- Espera - lo detuvo - ¿dijo un lugar visible donde jamás se nos ocurriría buscar?
- Si, señor - lo miró intrigado - ¿por qué?
- ¿Sabes cuando estuvo allí? - ignoró su pregunta.
- Dos días después de que el faraón fuera enterrado, creo.
- O sea, un día después de mi última visita - murmuró pensativo - los esclavos de su casa aquí dijeron que el conjuro no estaba completo y que pretendía regresar a terminarlo - se volteó hacia los guardias con un brillo especial en la mirada - llamen a los sacerdotes, tengo la respuesta.
El esclavo miró a su nuevo amo más extrañado que antes, pero no dijo nada, su corazón sabía que el alma del joven rebozaba de alegría y de amor, así que salió en silencio y se puso a las órdenes del mayordomo entregándole las indicaciones de su amo.

Por la tarde se efectuó la reunión, los sacerdotes y los administradores estaban intrigados por el repentino llamado del Administrador Principal, ellos no tenían noticias del descubrimiento de Heero y mucho menos que el primo del faraón había muerto, así que ni sospechaban el motivo de la reunión.
- Me acaba de llegar una grata noticia - les informó sentándose - escribano, repite lo que nos contó Quatre esta mañana.
- "La manera de despertar al faraón estaba en un lugar muy visible, pero que estaba muy seguro que allí jamás buscarían la tablilla para despertarlo".
- ¿Lo ven? - dijo Heero y notó que todos movían la cabeza - el lugar es la pirámide de Deia Mon - les informó convencido.
- ¿Por qué está tan seguro? - le dijo uno de los sacerdotes mayores.
- Es muy simple, es el único lugar donde a nadie se le ocurriría buscar algo así, después de todo se supone que su tumba fue sellada.
- Pero pudo haberlo matado - insistió.
- Pero no lo hizo - se puso de pie - de seguro sospechaba que su muerte estaba cercana y por ello regresó a verlo, si su alma vagaba por el Lago de Estigia de seguro iría a declarar en su contra en su juicio.
- ¿Acaso Amus está muerto? - dijo uno de los administradores.
- Según me dijeron, sí, murió de una extraña enfermedad hace un mes en Karnak - respondió tranquilo.
- ¿Qué va a hacer con la princesa Une? ¿Su sentencia sigue en pie?
- Eso lo veremos luego, según mi parecer debemos dejar que la sentencia corra, sin embargo, si el Faraón decide perdonarla, el asunto no estará en mis manos.
- Espero que el joven Faraón acepte sus consejos - dijo otro sacerdote - nunca le gustó la administración pública.
- Ya veremos que pasa, lo mejor es que se comience con la preparación del viaje al valle de los Reyes.
- Así se hará, excelencia.

La noche fue bastante agitada, en especial porque la mayoría de los sacerdotes querían partir de inmediato hacia la pirámide del faraón a despertarlo, pero Heero se negó a moverse del palacio hasta que la única persona que quedaba viva de los traidores hubiese sido castigada en parte que fuera, era la mejor opción que tenía políticamente hablando, no podían traer al joven faraón de regreso cuando alguno de sus enemigos no habían sido castigados como se debía, su primo se había escapado del castigo justo al enfermarse y morir, pero la princesa no se escaparía con la misma facilidad.
Entre ordenes van y vienen, Quatre se sentía fuera de lugar entre los esclavos de palacio, la mayoría de ellos corría de un lado a otro arreglándolas habitaciones del faraón diciendo que el amor estaría de regreso y nadie le decía que debía hacer, solo corrían limpiando, cambiando sábanas y cortinas, ordenando las ropas y sacudiendo los rincones.
- Pequeño Quatre - lo llamó Heero divertido - pareces gallina en corral ajeno ¿estás bien?
- Perdone, amo, pero no sé que es lo que debo hacer para usted - respondió bajando la mirada sintiéndose culpable - no puedo servirlo bien y usted se verá obligado a castigarme por desobediente, tal como lo hacía mi antiguo dueño.
- No has desobedecido nada porque a nada te he mandado - le dijo con calma aparente, ese tipo de seguro tenía aterrorizado al muchacho o no reaccionaría de esa manera - pero puedes hacer algo por mí - le mostró la puerta de su habitación - verás, yo también fui esclavo un tiempo - entró en su alcoba - todos lo saben aquí, sin embargo, yo llegué aquí como regalo para el faraón Deia Mon, que entonces era príncipe, no fui comprado por él. Yo era su administrador y su ayuda de cámara principal, lo vestía y lo maquillaba todos los días, así que, cuando él llegue aquí, va a necesitar quien lo haga por mí. Yo tengo ya otras obligaciones como su administrador mayor ahora y no podré hacerlo.
- Claro, también puedo encargarme de ayudarlo a usted ¿Verdad?
- Me parece bien - asintió - mientras, encárgate de poner el orden mi habitación, aunque dudo usarla mucho - dijo en voz baja al salir.
Quatre se dedicó a ordenar pensando a qué se habría referido con eso, le parecía extraño su comportamiento y vio a otro de los esclavos que llevaba un alto de ropa blanca a la habitación principal.
- ¿Te puedo preguntar algo? - le dijo ayudándolo con la ropa - ¿desde cuando estás aquí?
- Desde que el Faraón Saamon II gobernaba con mano dura - respondió - claro que cuando el señor Deia comenzó su mandato, las cosas en este palacio cambiaron mucho, él era tan simpático, divertido y travieso, y el Señor Heero es muy justo, jamás nos ha castigado por un error.
- …l dijo que tal vez no pasara mucho tiempo en su habitación, no creo que me lo dijera a mí, pero tengo curiosidad y no quisiera que se enojara conmigo.
- Supongo que tendrás que saberlo ya que de todas maneras si eres su esclavo - le dijo sonriendo - él y el joven faraón eran amantes - cuchicheó - se pasaba la mayor parte de las noches con él, incluso el anterior faraón quiso matarlo por eso, pero se escapó con la ayuda de los sacerdotes y su sentencia no se dictó porque el padre fue asesinado por una de sus esposas siete noches después de su encierro en las mazmorras de palacio.
- No entiendo.
- Simple, nadie estuvo feliz bajo su mandato, dicen que mandó matar a la madre del entonces príncipe porque, según se dijo, había tenido amores con uno de sus más cercanos colaboradores, un general muy amable y simpático que iba con él a donde fuera, creo que si le hubiese encargado que le trajera agua del Lago de Estigia, él habría ido. Le dijeron que era padre de Deia Mon, pero él le demostró que no era cierto cuando a los doce años perdió el control y levantó por los aires a uno de sus guardianes.
- Entonces, sí era hijo suyo.
- Si, pero habían pasado muchos años desde que su general fue encerrado, él murió en prisión por su injusticia, espero que eso haya pesado en la balanza de la vida y le negaran la entrada a la vida eterna.
- No guardas buenos recuerdos de él ¿verdad?
- Yo era su esclavo personal desde hace 10 años, pero nunca lo vi ser amable, o considerado, o perdonar un error, es más, siempre encontraba a quien culpar cuando los errores eran los suyos, más de alguna vez fui castigado sólo porque él derramó el vino o porque el maquillaje se le había corrido, o la ropa se había ensuciado, etc., nunca se equivocaba y, lo peor, era vengativo.
- A mí me enseñaron que no se debe hablar mal de los muertos.
- No estoy hablando mal de él, estoy diciendo la verdad - dejó la ropa sobre una mesita - en cambio el joven Deia era muy diferente, solía usar sus poderes en ayudar a su gente, si alguien se quejaba que hacía mucho calor y veía que era verdad, dejaba caer una llovizna refrescante y luego salía el sol más radiante y no sentíamos el calor.
- ¿Y el joven Heero?
- …l se le parece mucho, aunque creo que es más aterrizado que el faraón - sonrió divertido - creo que no le gustaba gobernar ni tener obligaciones, pero no se lo vayas a decir, no podemos aconsejar a nadie, aunque nos pregunten, se podrían enojar, aunque lo dudo, el faraón se reiría.
- Así que mi amo era pareja del faraón - dijo pensativo - tal vez por eso estaba tan feliz con la noticia que le di.
- El joven Heero estaba muy apegado al faraón, vieras como lloró a escondidas cuando pensó que nunca más lo recuperaría.

Heero apoyó la cabeza sobre almohada realmente cansado, el preparar el viaje para el valle de los Reyes había sido agotador, en especial porque había demasiada gente que quería acompañarlo a despertar a su faraón, pero al final los había convencido que era el único que podía entrar en la pirámide ya que sabía perfectamente cuales eran las trampas que lo protegían. Miró hacia la puerta que lo separaba de la habitación de su amo y sintió que su corazón daba un vuelco, le pareció verlo allí, de pie, desnudo, esperándolo para que fuera a bañarlo.
- "Heero, ven a buscarme pronto" - le sonrió y desapareció.
Sorprendido, se enderezó y miró a su alrededor ¿Serían los poderes de su amo los que lo hacía verlo como si de un fantasma se tratase?
- "Te amo, Heero"
- Yo también, mi faraón, yo también - respondió y volvió a acostarse - pronto iré por usted, no se angustie, volveremos a estar juntos.

((Una luz blanca lo encandiló, pero cuando se acostumbró a ella pudo ver que frente a él estaba el sarcófago en que dejara a su amado faraón, la tapa estaba levantada y se angustió ¿dónde estaría su amado? Caminó alrededor buscándolo, intentó llamarlo, pero la voz no le quería salir. Sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas pero sintió que unos cálidos brazos lo rodeaban.
- Mi amado Heero - le dijo su dueño - no llores así, aquí estoy, a tu lado.
- Mi faraón - se volvió hacia él y vio su dulce sonrisa - pensé que se lo habían robado - lo besó.
- He estado mucho tiempo solo aquí - lo volvió a abrazar con fuerza - quiero que me hagas el amor.
- Amo bonito, las cosas que se le ocurren - le dijo sonrojándose violentamente - espere que regresemos al palacio ¿si?
- No, allí no podremos estar solos el tiempo suficiente para hacerlo - lo besó en los labios pasando los dedos por su pecho - me gusta tu ropa, te viene bien.
- Me obligaron a quedarme como administrador del reino mientras encontrábamos la manera de despertarlo - le sonrió - casi regreso a casa.
- Por lo mismo, debes hacerme el amor, porque ibas a abandonarme.
- Es que pensé que jamás lo recuperaría.
- Ámame, Heero, te lo suplico - le dijo agachándose ante él - por favor.
- Mi amo - respondió y comenzó a acariciarlo lentamente quitándole con cuidado las vendas - haré lo que quiera, pero no se ponga así - lo hizo ponerse de pie luego de desnudarlo por completo - me gusta mucho verlo en todo su esplendor, es tan hermoso - lo besó en los labios y comenzó a acariciarle lentamente el pecho con los dedos masajeando suavemente.((

Heero abrió los ojos sintiendo en sus manos la suavidad de su piel, en sus labios el sabor de su boca y en su nariz el dulce aroma de su esencia, como si realmente Deia hubiese estado a su lado, acariciando su cuerpo hermoso, sintiendo que alcanzaba la gloria en sus besos y caricias.
- Mi amado faraón - suspiró y trató de volver a dormirse. Sin embargo, el sueño continuó donde se había detenido.

((Ambos estaban completamente desnudos sentados en el suelo frío de la pirámide. Deia estaba sentado sobre las piernas de Heero acariciando denodada y suavemente los músculos de su pecho provocando espasmos de placer por toda su piel sintiendo como su miembro reaccionaba a su continuo masajeo.
- Ah, amo - dejó salir Heero sintiendo que su cuerpo no podía más ya - quiero ser suyo - le dijo pero él bajó con sus labios por su piel hasta tomar su miembro entre los labios - ¡amo! - gritó extasiado.
Deia continuó su trabajo acariciando el miembro de Heero hasta casi hacerlo acabar y luego volvió a sentarse sobre sus piernas ante la mirada interrogante de su amado. Lentamente tomó su mano y la llevó hacia su trasero, quería que lo preparara y lo tomara, era su mayor deseo, ser suyo para siempre.
- Tómame, Heero - le volvió a pedir y este comenzó a dilatarlo con cuidado mientras él se estremecía de placer sintiendo que su cuerpo no daba más - ¡Heero! - gimió derramando su semen en la otra mano de su amado, pero este sonrió y se acomodó para entrar lo más suavemente que pudo dentro de su faraón - ¡ah! - gritó de dolor y placer y comenzó a moverse lentamente - te amo.
- Yo... también, mi... faraón, yo... también - dijo sin aire y continuó moviéndose cada vez más rápido y empujando con mayor fuerza en su interior - ¿le... gusta? - dijo entrecortadamente.
- Si, amor, si - gimió - mucho.
El movimiento se hizo más fuerte, más rápido, más placentero y ambos estallaron en un gemido casi al unísono de placer gritando el nombre del otro y luego ambos se dejaron caer contra el suelo exhaustos.
- Vamos que tener que hacer esto más seguido, Heero - dijo Deia cansado pero sonriendo - fue fenomenal.
- Lo que usted diga, mi faraón - le sonrió y se durmió con la cabeza del egipcio sobre su pecho recuperando ambos lentamente la respiración.((

Heero abrió los ojos cansado y se sentó en la cama mirando hacia la ventana, comenzaba a amanecer, pero él no había descansado nada y. Al parecer, su sueño había sido más vivido que nunca, las muestras estaban en su ropa y en la piel, estaba sudado por completo y se notaba que había acabado en el sueño.
- Al menos no me desperté con las ganas - trató de consolarse.
Un golpe en su puerta lo sacó de su ensimismamiento.
- Amo, perdone que lo moleste tan temprano - le dijo Quatre - pero lo escuché quejarse y pensé que se sentía enfermo.
- No estoy enfermo - le dijo con calma - gracias por preocuparte.
- No quise despertarlo, perdone.
- Ya estaba despierto - replicó molesto por tener que hablarle con la puerta de por medio - mejor prepárame un baño ¿quieres?
- Como usted ordene, amo - le dijo y lo escuchó alejarse.
- Detesto todo esto - se levantó - al menos ya mañana estaré con mi faraón y no tendré que preocuparme por los sueños mojados - se dijo.
Una vez en el baño, se metió al agua tranquilamente mientras Quatre se encargaba de preparar sus cosas, no era algo que le importara mucho, pero se preguntó que diría su amo si supiera que su esclavo tenía su propio esclavo para que lo ayudara.
- Espero que no se enoje - dijo cerrando los ojos y sintió como su aroma le llenaba los sentidos una vez más - me estoy volviendo loco - dijo y se hundió en el agua y no salió hasta que sintió que los pulmones le ardían - bien loco.
Al rato, cuando ya estaba vestido y maquillado, se dirigió al salón y descubrió que lo estaban esperando con el desayuno listo.
- Amo - le dijo uno de los esclavos mayores - le hemos puesto un arcón con ropa para su majestad, espero que sea de su agrado.
- A él nunca le ha preocupado mucho la ropa, pero gracias, yo ni siquiera lo había pensado - asintió.
- Es un placer atenderlo, joven Heero - sonrió complacido el hombre.
- Bueno, que el carruaje del Faraón esté listo pronto, que apenas lleguen los sacerdotes que me van a acompañar partiremos al valle de los Reyes.
- A sus órdenes, excelencia.

Al otro día por la tarde llegaron a la pirámide del faraón dormido Heero y cinco sacerdotes mayores de Ra y sólo Heero entró en ella, tal como lo habían convenido. El llevaba un arcón con ofrendas para el faraón y ropa, en caso de tratarse realmente del conjuro con el que debía ser despertado. Se detuvo y empujó una piedra apenas sobresaliente de la pared, de inmediato el suelo falso cayó dejando ver a la escasa luz de las antorchas un profundo pozo que en vez de agua como en otras tumbas tenía afiladas estacas de acero. Pasó del otro lado y siguió rumbo a la cámara mortuoria, pero antes de romper la pared encontró una tablilla que no pertenecía a las que él había colocado en el lugar, aquellas contaban la historia de su faraón amado, esta no. "Aquel que creen muerto habitará nuevamente entre los vivos cuando llegue la hora indicada", rezaba el primer párrafo. "Su corazón regresará a su pecho y latirá con mayor fuerza que antes pues al amor habrá florecido", decía al final. Heero se devolvió a la entrada y la entregó a los sacerdotes, luego regreso adentro y derribó el muro, no se había percatado que del otro lado de la tablilla también había algo escrito. Y el ruido de la pared cayendo ocultó el ruido de los latidos del corazón del joven faraón que se escuchaban perfectamente desde adentro de la cámara mortuoria y las palabras que se encontraban escritas al dorso de la tablilla: "Quien lea estas palabras le traerá de regreso y será su único amor. Sin embargo, el joven faraón tendrá como límite un tercera luna para conquistarlo por completo o su alma regresará al valle de los muertos para siempre y sin remedio".
Entró en la cámara y se fijó en todos los tesoros que allí había sorprendido que el primo de su amo no hubiese conseguido llegar hasta allí y no robar nada, sin embargo, el sarcófago no se veía por ningún lado. Pero era obvio para él, existía una segunda cámara oculta bajo el piso tal como Deia se lo había pedido a su arquitecto pocos meses atrás. Movió algunos objetos despejando el lugar y aplastó una baldosa. Casi de inmediato se abrió una puerta del piso y se levantó el sarcófago finamente tratado y comenzó a pasar suavemente los dedos por él presionando levemente los dibujos hasta llegar a la palabra amado con lo que se abrió la tapa bruscamente.
Heero se asomó a mirar la momia de su amado temeroso que no estuviera pero se tranquilizó al verlo tal como lo había dejado, tenía sobre el rostro una máscara de oro que imitaba la belleza de su rostro y sintió algo extraño dentro de su pecho. Miró sus manos y vio una nueva tablilla descansando bajo ellas. Con cuidado retiró la máscara y la tablilla y vio como el paño de lino sobre el rostro del faraón se movía ligeramente al compás de su respiración. Miró la tablilla y la leyó en voz alta:
"Tú, el único que puede traerme de regreso, has llegado hasta aquí porque el destino así lo quiso. Descubre mi rostro y permite que mis ojos te vean y vean nuevamente la luz del sol de la cual el libro de los muertos me privó".
Heero descubrió el rostro de la momia con delicadeza retirando el paño de lino y revisando las suaves facciones del joven durmiente antes de continuar leyendo lo que ella decía:
"El tiempo no ha pasado por mi piel, ni mi sangre, me he conservado joven para que tú me despiertes hoy".
Heero miró la cara del joven faraón y le vio los ojos bellos color violeta que lo miraban fijamente.
- Heero - susurró este al verlo y levantó su mano para tocarlo, la que de inmediato el joven atrapó entre las suyas besándola - ¿dónde estoy? - miró a su alrededor con curiosidad.
- En su pirámide, mi faraón - le dijo retirando con cuidado las vendas mientras lo ayudaba a sentarse para vestirlo - lo trajimos aquí para protegerlo de su primo, pero él ha muerto, sin embargo, pese a que quiso llevarse su secreto a la tumba, al fin lo hemos librado de su maldición.
- Tengo hambre - le sonrió echándole los brazos al cuello para que pudiera sacarlo con más facilidad - y quiero tenerte.
- Las cosas que se le ocurren - dijo ruborizado recordando el sueño de la otra noche - le daré ambas cosas, pero no ahora, nos esperan afuera y en palacio, he castigado a la princesa Une, pero quizás usted quiera revocar la sentencia.
- Primero dame lo que pido y yo veré que hago.
- En mi sueño no era tan autoritario - dijo ayudándolo a ponerse de pie - venga.
- ¿Soñaste conmigo? - lo miró intrigado - ¿y se puede sabes de qué se trató?
- Me temo que no - le dijo rojo como la grana.
- Me lo imagino, debe ser uno de esos que yo tuve antes que llegaras a mi lado.
- Amo - le reclamó sentido.
- Está bien, no te molesto - le dijo abrazándolo - sólo dame un beso y nos vamos ¿de acuerdo?
Heero no le respondió, simplemente atrapó su boca en un beso arrebatador,

El viaje por el río Nilo fue bastante calmado, aunque no fuera natural que un muerto regresara a la vida, se dijo Deia descansando en el regazo de Heero que desde que salieran de la pirámide había estado muy silencioso, cosa que al trenzado no le gustaba para nada.
- ¿En que piensas, amor mío? - le dijo el faraón aburrido del silencio.
- En lo que seré ahora para usted, amo - le acarició la mejilla.
- Me despertaste, por lo tanto las cosas han cambiado - le sonrió - ya no ere mi esclavo, tienes todos lo derechos de mi pareja oficial, casi como si fueras mi esposa - sonrió al ver que se sonrojaba rápidamente - además, quiero que sigas administrando mi reino, sé de sobra que no soy bueno para tomar decisiones, es más, odio hacerlo, prefiero dedicarme a otras cosas y...
- Amo, está hablando demasiado.
- Siempre lo hago - se volvió a sonreír - espero que lleguemos pronto a casa para que me des lo que yo quiero - se sonrojó también - incluso si ahora navegáramos a solas yo te mostraría algunas cosas que ansío hacerte desde hace tiempo.
- Tiene una imaginación muy grande para esas cosas ¿verdad?
- Supongo que sí - dijo cerrando los ojos - pero recuerdo que en una de mis sueños hacíamos el amor navegando por el río calmado.
- Tal vez en alguna ocasión podamos hacerlo ¿No cree?
- Pero, dime ¿qué has hecho en casa en mi ausencia? Porque supongo que has modificado muchas cosas en mi ausencia, eres un joven inteligente y observador, te gusta mejorar las cosas y...
- No mucho - admitió - pensé que lo había perdido para siempre y que no lo volvería a ver, no tenía ánimos de nada, la casa estaba llena de recuerdos suyos, de momentos a su lado, no quería ni abrir los ojos, así que quise regresar a mi hogar...
- ¡TU HOGAR ESTÁ A MI LADO! - lo interrumpió exaltado sentándose.
- Yo pensaba que no volvería a verlo, pero no me dejaron partir - lo abrazó con fuerza - me obligaron a quedarme a administrar el reino y a buscar a un nuevo heredero o la manera de despertarlo a usted.
- Y encontraste como despertarme - dijo más calmado.
- Un muchacho que fue esclavo de su primo nos dio la información que necesitaba - dijo pensativo - quise liberarlo, pero me pidió que no, que lo volvería a vender así que lo dejé en palacio para que se encargue de atenderlo.
- Genial, un esclavo del traidor ¿No pensaste que cualquier noche de estas podría matarme?
- Lo dudo mucho, amo, su primo lo trató pésimo durante su servicio, creo que hasta lo golpeó, y es muy tímido, hará lo que sea por complacerme.
- Espero que no pretendas convertirlo en otra cosa, Heero - le dijo muy celoso apartándose.
- Vamos, amo, sólo usted es dueño de mi corazón, usted sabe que lo amo - le respondió tratando de abrazarlo de nuevo - y Quatre es sólo un chiquillo.
Pero Deia siguió sin mirarlo por el resto del viaje.

Llegando a palacio, Deia decidió darse un buen baño, el olor que tenía la pirámide se le había pegado a la piel y detestaba ese horrible olor a muerto que despedía, sin embargo, Heero no lo había acompañado, según él aún había muchas cosas que hacer y había enviado a su esclavo a atenderlo, pero Deia lo había despachado de inmediato, al verlo sus celos había vuelto a despertarse, era un muchachito muy bonito, de cabello corto y rubio, de ojos celeste verdoso, un poco más bajo que él, y de aspecto frágil, tal vez por eso Heero era protector con él.
- No puede ser cierto, si yo no logro que Heero sea mío en cuerpo y alma dentro de tres lunas, moriré de verdad - se dijo molesto - pero tampoco voy a permitir que ese muchachito se quede con él, antes lo mato.
- Amo - le dijo el rubio muy tímido - el amo Heero dice si puede hacerle compañía - agregó desde la separación del baño con su habitación.
- Dile que no - respondió molesto hundiéndose en el agua pero alguien lo jaló del cabello obligándolo a volver a la superficie - que quieres.
- No lo entiendo, amo, primero quieres estar conmigo y ahora no quieres ni verme - le dijo Heero sentido - ¿qué le pasa?
- Nada que te importe - le dijo tratando de safarse de él y no mirarlo, sabía que su cuerpo reaccionaría al verlo desnudo.
- Amo, algo malo le está pasando - se metió al agua derramando esencia de violetas en el agua - usted no me rechazaría por nada.
- Está bien, no sé mentir - le dijo mirándolo a los ojos - estoy molesto.
- ¿Y se puede conocer el motivo?
- No - le dijo seco y se trató de salir del agua, pero Heero lo tomó por la cintura y lo hizo caer dentro de ella - suéltame - le ordenó.
- Usted nunca había sido así conmigo - insistió tratando de besarlo.
- ¡D…JAME EN PAZ! - se soltó y se dirigió a la alcoba corriendo empujando a Quatre que lo miraba sorprendido.

Continuará...

Dejen reviews
Wing Zero (No pienso dejar hablar de nuevo a Shio Chang)

Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).