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Mi Faraón por Shiochang

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Mi Faraón

Me alegro que les esté gustando la historia, espero que la sigan hasta el final, ya que voy a tomar algunos acontecimientos de Guerreros Legendarios para poder terminar, lo que no quiere decir que este sea el final.
Wing Zero.

¡No liberes a los guardianes del infierno!

Después de nadar y retozar toda la mañana desnudos en la orilla del lago, ambos se sentaron a descansar a la sombra de un enorme árbol de frondosas ramas. Heero tenía hambre, pero no le había dicho nada al respecto a su trenzado, no quería preocuparlo, pero este notó su tensión y se enderezó a mirarlo.
- ¿Tienes hambre, Heero? - le dijo sonriendo y este asintió - Bien, cierra los ojos, yo me haré cargo - lo besó en los labios y se concentró, hacía mucho tiempo que no viajaba a ese lugar, desde la primera vez que soñó con Heero.

[[Era un chico muy dulce el que estaba a su lado, corría tomado de su mano sin decirle nada, ambos estaban completamente desnudos y jugaban al borde de un lago de brillantes aguas plateadas calentadas por el sol, uno de ellos tenía los ojos de un extraño color azul y sus cabellos de un castaño oscuro, casi negros, desordenados en la frente y su piel color canela, era poco más alto que el otro muchacho, que tenía un larguísimo cabello castaño más claro suelto al viento y los ojos de color violeta delineados delicadamente de azul.
- Es un lugar muy bonito, Deia - le decía el chico sonriendo mientras se detenía y lo tomaba entre sus brazos con delicadeza - me gusta estar aquí.
- Me alegro que te guste - le sonrió él apoyándose en él sintiendo que su cuerpo reaccionaba a su calor - aquí estaremos en paz siempre.
- Pues se te ha levantado algo - le señaló su cosita.
- ¡Oye! - le dijo avergonzado al verse y le dio la espalda - nademos.
- ¿Te duele? - le dijo con curiosidad acercándose a él al ver que se metía al agua hasta que esta le llegó a la cintura.
- ¡Claro que duele! - le replicó - se me ha puesto más grande de lo normal y me palpita con fuerza - se quejó.
- Pobrecito - le dijo y lo abrazó poniendo su mano en su sexo - quizás te pueda ayudar a desaparecer el dolor - le dijo con inocencia y comenzó a masajearlo con calma, era bueno haciendo esas cosas, pero nunca había tocado algo así.
- ¡Ah! - dejo salir Deia apoyándose en su pecho mientras arqueaba la espalda - me... gusta - le dijo todo tembloroso - quiero... más - pedía tomando la mano que lo acariciaba obligándolo a apurar los movimientos hasta que sintió que algo dentro de él estallaba y se escapaba por allí dejándolo agotado y cayó sin aliento en los brazos de su amigo.
- Creo que ahora lo necesito yo - le dijo él avergonzado pero el egipcio sólo sonrió para darse vuelta y hacerle lo mismo con gran entusiasmo.]]

Y esa había sido la primera vez que había ido a ese lugar, con la ilusión de ver al chico que lo acariciaba en su sueño, que lo había hecho conocer el placer de su carne sin pedirle nada, solo dándole.
Se concentró el lo que quería usando con intensidad sus poderes y apareció la comida frente a ellos en dos cestas, allí había todo lo que necesitaban, incluyendo algunas cosas que Deia no conocía ni por asomo, de seguro estaban en el recuerdo de Heero.
- Ya está, Heero, abre los ojos - le dijo apoyándose en su hombro.
- ¡Hace mucho que no como arroz! - le dijo este sorprendido al abrir la primera cesta - y fideos con dientes de dragón ¡mm! - dijo relamiéndose - y pescado asado con especias, esto es genial - abrió la otra cesta - y hay panes de arroz dulce - agregó feliz - me siento como si estuviera en casa - dijo sin pensar.
- ¿Todas estas cosas las comías en tu hogar?
- No - admitió - las comía en la casa del terrateniente, mis padres no tenían lo suficiente para darnos estos lujos.
- Sabes, te voy a dar de comer a los cocodrilos - le dijo el trenzado molesto.
- ¿Por qué lo dices? - lo miró intrigado mientras tomaba los palillos de la cesta y comenzaba a comer el arroz en un pocillo y sacaba trozos de pescado - porque dije lo de mi hogar ¿verdad?
- Tu hogar debería estar a mi lado - le reclamó pero Heero le metió arroz en la boca y se atragantó, tosiendo, le dijo - malo.
- No me gusta cuando te pones en ese plano - le dijo y lo atrajo a su pecho - ven, te alimento con las delicias de mi tierra.
- Bien, pero no trates de matarme de nuevo ¿de acuerdo?
La comida fue bastante tranquila, Deia descansaba sobre su pecho mientras le daba de comer las cosas que allí estaban, una curiosa mezcla entre los alimentos egipcios y los de su antiguo hogar que a su paladar se sintieron como el cielo, en especial luego que entre bocado y bocado se daban besos y caricias que iban despertando sus cuerpos lentamente y subiendo la temperatura de ambos.
- Recuerdo mi primer sueño contigo - le dijo Deia - estábamos jugando desnudos por el borde del lago tomados de la mano cuando me abrazaste y mi amigo aquí abajo se despertó por primera vez, sentí tus caricias hasta acabar y luego te hice lo mismo, por eso conozco este lugar, solía venir aquí a tratar de convocarte, pero era imposible, todo lo que pudiera imaginarme llegaba a mi lado, menos tú.
- Yo habría sido muy feliz si me hubieses sacado de la casa del terrateniente cuando era niño - le dijo Heero acariciando su cabello que había soltado entre caricia y caricia - pero supongo que no me podías sacar porque no nos conocíamos.
- Te amo tanto - suspiró - quisiera que no me fueras infiel.
- ¿Y se puede saber cuando te he sido infiel? - le dijo separándose de él molesto - el coqueto eres tú y tienes cara de decir que te soy infiel.
- Como si yo no viera como miras a ese "esclavito" tuyo - le dijo molesto.
- Y dale con lo mismo - dijo fastidiado - ya perdí la cuenta de las veces que te he dicho que yo no tengo nada con Quatre ¿en qué momento lo voy a hacer si te la pasas a mi lado que no me dejas ni pensar con cordura?
- Tal vez ahora, pero ¿y antes, cuando estaba dormido?
- Quatre me trajo la noticia que tu primo estaba muerto y lo que había dicho antes de morir y yo de inmediato me puse en marcha para despertarte - replicó fastidiado - no he sido ni he tenido a nadie aparte de ti
- ¿Y se puede saber donde aprendiste todas esas cosas que me haces?
- En mis sueños y contigo, la mayoría lo he aprendido de ti - le dijo ruborizado
- Eso me agrada - sonrió volviendo a recostarse sobre su pecho - ¿por qué no me muestras otras cosas que tú hayas aprendido a hacer a mi lado?
- Pues preferiría que me contaras tus sueños - le dijo sonriendo - a ver si puedo descifrar lo que me han dicho las estrellas tanto de ti como de mí - lo acomodó.
- Comámonos el postre primero - le exigió ofreciéndole la boca y Heero se la tomó en un beso salvaje y apasionado - ¿Podemos... podemos hacerlo? - le preguntó ruborizado. Heero, en vez de responderle, comenzó a besarlo lentamente por el rostro mientras sus manos vagaban delicadamente por su espalda acariciando suavemente sus contornos. Deia se sonrió y le rodeó la espalda con los brazos atrayéndolo más hacia sí. Se besaban apasionadamente, nada más importaba que el aquí y el ahora, piel contra piel, su aroma impregnando el cuerpo del otro.
- Heero, empieza tú - le rogó y este asintió bajando lentamente por su pecho, acariciando, pasando la lengua y succionando los pezones erectos, bajando por los firmes músculos del vientre hasta llegar al ombligo. Allí se entretuvo un momento mientras le quitaba los pantalones y los boxer tomándolo por la cinturilla y bajando lenta y sensualmente la ropa aprovechando de acariciar y dejar pequeños besos por las piernas - Heero - gimió extasiado.
Heero sonrió y comenzó a ascender por la parte interna de las piernas recorriéndolas con manos y boca hasta llegar donde el miembro orgulloso de su amado lo esperaba altivo y palpitante. Lentamente lo recorrió con la punta de la lengua hasta llegar a la punta donde comenzó a pasearla haciendo que el trenzado se estremeciera de placer, ambas manos lo tomaron y comenzaron a recorrerlo jalando suavemente la piel y luego lo tomó entre sus labios.
- ¡Heero! - gemía retorciéndose de placer mientras sus manos se hundían entre los cabellos del japonés que lo continuó torturando hasta hacerlo acabar.
Deia respiraba agitado, aquello era tan delicioso que tomó a Heero por los hombros y lo empujó hacia atrás para poder hacerle lo mismo.
Heero descansaba un momento con la cabeza sobre el pecho del trenzado que aún respiraba agitadamente por las acciones pasadas, se notaba que no tenían la misma resistencia, se dijo pensativo y comenzó a acariciarlo lentamente de nuevo sólo por donde alcanzaban a llegar sus manos, pero era suficiente teniendo en cuenta que lo principal estaba al alcance de sus dedos.
- Heero, sigamos - le pidió en voz baja.
- Claro, mi pequeño faraón - le sonrió y atrapó sus labios en un nuevo dulce y apasionado beso mientras sus dedos recomenzaban el camino de la pasión.
Deia sentía que todo giraba a su alrededor y se detenía con cada beso que su amado le depositaba sobre la ardiente piel, a cada roce sensual en su carne y el firme pero suave agarre de su miembro de nuevo despierto. Heero había vuelto a bajar a su vientre para prepararlo, tocando y acariciando su hipersensible piel, separándole cuidadosamente las piernas y preparando el camino haciéndolo que se olvidara del dolor de la penetración de sus dedos mientras lo masturbaba con la otra mano y sus labios. Cuando ya lo tuvo listo, regresó a su boca sin soltarlo y lo penetró lentamente, pero Deia quería más, lo rodeó con las piernas y lo hizo hundirse profundamente en él y dejó escapar un sonido de éxtasis.
- Te amo, Heero - le dijo en los labios.
- Yo a ti, mi faraón, yo a ti - y comenzó a moverse lentamente provocando fuertes y deliciosas sensaciones en el cuerpo del trenzado, que se movía intentando hacer que el placer se intensificara en cada embestida hasta perder por completo el control y terminar en un grito de placer y caer rendidos en los brazos del otro.

[[Zero y Deathscythe, guardianes de las siete llaves del poder, amigos inseparables pese a ser tan diferentes, cuidaban la entrada a la bodega donde se guardaban las armas. Unas puertas más allá estaban Sandrock y Heavyarms, custodios de las trompetas del trueno, ellos también permanecían siempre juntos y se amaban profundamente. Nataku, el ángel solitario, dormía esa tarde la siesta luego de un arduo entrenamiento junto a San Rafael y San Gabriel, él quería ser un arcángel, pero era un papel difícil de lograr y debía esforzarse al máximo.
Sin percatarse casi de su presencia, Talguis averiguó qué era lo que tanto protegían Zero y Deathscythe y para qué servían, nadie sospechaba que él ayudaba al ángel más bello en su rebelión en contra del Padre y mucho menos se imaginaban que era el "otro" de Epión, quien era uno de los guerreros más poderosos y uno de los más ambiciosos ya que soñaba con derrocar a San Miguel y convertirse en el máximo general de las fuerzas celestiales, pero ello sólo se concretaría si el Padre era derrocado.
Lo único que debía hacer para probarle su lealtad a aquel ángel bello y malvado era entregándole aquello que le daría el poder que tanto ambicionaba, pero para ello debía burlar la vigilancia de Zero, dudaba que aquel ángel amigo suyo, que estaba perdidamente enamorado de él pero que no se atrevía a declarársele, fuera algo difícil de controlar. Habló con Epión y este le pidió a su seudo novio que fueran a caminar por las orillas del lago Amor. Con semejante propuesta, el ángel se alegró aceptó gustoso, lo que angustió a su joven amigo, el ir a aquel lago sólo significaba una cosa, quería proponerle matrimonio. Por el mismo motivo, descuidó sus labores y le dio la oportunidad a Talguis que esperaba mientras él trataba de evitar que ellos se unieran.
Pero Epión se apresuró demasiado, pretendía tener a Zero antes de la boda y este, pese a amarlo, lo rechazó y trató de regresar a sus labores. Tratando de detenerlo el tiempo que necesitaba su amante para robar las llaves, intentó convencerlo que se había equivocado, que esperarían hasta la boda, pero Zero se negaba a escucharlo, había escuchado los sollozos de alguien detrás de los arbustos. Intentó enderezarse, pero el otro ángel lo detuvo.
- ¡Ya lo hice! - le gritó Talguis alejándose a toda velocidad.
Epión se levantó victorioso, tal vez no había conseguido profanar a Zero, pero había conseguido algo mejor y pronto, muy pronto, sería el general de todas las fuerzas celestiales y así se lo hizo saber.
Zero sólo se quedó en silencio, estaba tan herido que ni siquiera era capaz de derramar lágrimas, su corazón se había secado al oír sus palabras, usado, era lo único que podía pensar, que aquel bello ángel lo había usado para obtener lo que ellos guardaban. Entonces recordó a su querido amigo y ambos se abrazaron llorando, a uno lo habían engañado de frente y al otro le había llegado de rebote el mismo dolor, pero debían de recuperar las llaves antes que pudieran usarlas.
Regresaron a su casa y le contaron todo a sus amigos, Zero se sentía avergonzado por haber caído con tanta facilidad en las garras de aquel ambicioso, pero estaba dispuesto a lo que fuera con tal de recuperar las siete llaves del poder. Hicieron un plan muy cuidadoso pero sencillo, dos de ellos se infiltrarían y recuperarían las llaves, uno de ellos montaría guardia y los otros dos les darían un medio de escape.
Sin embargo, llegaron en muy mal momento, todos los traidores se encontraban reunidos en un lugar oscuro, cosa rara en el paraíso, y las llaves estaban en el medio, pero tenían una ventaja, ellos no querían compartir los poderes, todos querían adueñarse de todos y eso había armado tremenda trifulca entre ellos. Deathscythe se aprovechó del pánico y tomó las llaves y junto con Zero intentaron huir, pero al llegar junto a Nataku, alguno de los confabulados notó la ausencia de las llaves y los atacaron. Se defendieron como pudieron ya que, aunque ellos eran fuertes, eran demasiados. Sandrock y Heavyarms entraron a ayudarlos y pudieron dispersarlos un poco y regresar a la base, pero los primeros guerreros venían mal heridos, aunque conservaban las llaves.
- ¿Qué podemos hacer para evitar que las toquen? - dijo Deathscythe preocupado mientras Sandrock curaba las heridas de Zero - de otra manera van a intentar robarlas de nuevo.
- Debemos hablar con nuestros superiores antes que intenten destruirnos - sentenció Nataku - recuerden que les vimos a todos y que sabemos que preparan una rebelión en contra del Padre.
- Nataku tiene razón - dijo Zero - si toman a todos desprevenidos, van a hacer una terrible masacre.
- Pero eso significaría admitir que fallamos al proteger las llaves del poder - dijo Deathscythe.
- Es mejor que sepan que fracasamos pero que pudimos enmendar a que piensen que somos traidores - le replicó Zero.
- Esperemos que Epión no los haya acusado de entregar las llaves - les dijo Sandrock preocupado - ese infeliz ya le andaba metiendo ideas en la cabeza a San Rafael sobre nosotros.
Los cinco fueron con sus jefes con apenas tiempo para informarles lo ocurrido antes del ataque. San Miguel los miró preocupado y no los castigo, simplemente les pidió que sellaran las llaves dentro de siete rollos que sólo los humanos pudieran abrir y los guardaran y se unieran al resto del ejército.
Fue así como los ángeles de dividieron en buenos y malos, los que apoyaban al ángel más bello y el peor de todos, y los que apoyaban al Padre Santo. La lucha fue terrible y muchos ángeles buenos cayeron, pero el jefe de los traidores fue desterrado finalmente y los suyos, que pasaron a ser demonios, también. Epión fue capturado y encerrado en uno de los rollos por las súplicas de compasión de Zero, que lo seguía amando para dolor de Deathscyhte, y ellos, por haber permitido que los engañaran y no reaccionar a tiempo, también fueron castigados y obligados a custodiar las puertas del infierno para que aquellos seres que eran realmente peligrosos no llegaran hasta la humanidad y la destruyeran por completo. Habían aceptado el castigo con humildad, pues, al menos, habían conseguido detener las ambiciones de aquel traidor, por el momento.]]

Deia despertó pensativo, Heero le había dicho que sus sueños podían darles respuestas a las interrogantes que planteaban los enigmas de las estrellas ya que nada parecía tener lógica, pero este sueño no parecía tener relación alguna con todo lo que le había dicho su amado. Miró a su amado levantando apenas la cabeza y lo vio tan dormido que le dio pena despertarlo, así que cerró los ojos e hizo aparecer una manta con la que los cubrió a ambos.
- ¿Te dio frío, amor? - le dijo Heero sin abrir los ojos.
- ¿Te desperté? - le preguntó levantando la mirada hacia él.
- Estoy despierto hace rato, sólo disfrutaba de tu calor en mi piel.
- Y yo que no quería despertarte para volver a comenzar - le dijo haciendo un gesto muy divertido con la boca que a Heero le pareció muy sensual.
- A mí me gusta ese gesto tuyo - le mordió el labio - si quieres más, aquí me tienes.
- Y eso que hace unos meses no querías hacérmelo - le dijo divertido entregándose de nuevo a sus caricias.
- ¿Te estás quejando? - le dijo mordiéndolo suavemente en el cuello.
- Claro que no - respondió arqueándose de placer - me gusta así - le acarició el cabello - dime, en tu tierra... en tu tierra... está permitido... permitido esto...
- Creo que sí - le sonrió atrapando el pezón entre los dientes - creo que serias el Uke y yo el seme - le besó el pecho y empezó a acariciar el otro lenta y sensualmente - eres tan rico, delicioso.
- ¡Ah, Heero! - gimió - sigue así - le dijo al sentir que le atrapaba el miembro entre sus dedos que se movían en toda su extensión dándole un suave masaje haciendo que botara un poco de semen - me gusta.
- Claro, son mis manos - se inclinó más abajo y sus dedos fueron a su trasero a buscar su entrada...

[[Heero abrió los ojos y vio el lugar a su alrededor, iban subiendo aquella larga escalera hacia el altar del sacrificio, miró las prendas que vestía una hermosa y delicada túnica de algodón rojo prolijamente bordado con hermosos y delicados hilos de oro, llevaba sandalias de cuero labrado y doradas a fuego, tobilleras, muñequeras, cinturón y collarín de oro con incrustaciones de hermosas piedras de jade rojo, un tocado del mismo material y con plumas rojas, una capa pendiendo de su espalda de la que colgaban hermosas plumas por el borde inferior. De sus orejas y de las delgadas trenzas en su frente pendían pesados colgantes de oro y jade. Pero en estos momentos sólo le quedaba el cinturón y la túnica, era parte del ritual irse quitando las prendas hasta quedar desnudo al llegar al altar, sólo conservaría las piedras en el cabello. Miró a su derecha y vio a Deia que estaba en sus mismas condiciones y que volvía a tomarlo de la mano.
Deia miró a Heero, estaba cansado ya de subir aquellas largas escaleras y gimió para sus adentros.
Iban al sacrificio porque sus tribus luchaban por un extenso campo de cultivo, a él le parecía que bien podían compartirlo e igual les sobraría de comer, pero la gente de Heero había perdido la batalla y éste había aceptado ser el sacrificado para detener el exterminio de su gente y al mismo tiempo darle su sangre al dios Xipe Totec, dios de la primavera y de las nuevas cosechas, así tendrían una excelente cosecha y su muerte habría de valer la pena. …l lo había acompañado porque lo amaba y quería demostrarle al Halach Uinic (jefe supremo) que las cosas no se solucionaban de esa manera.
Estaban por quitarse la túnica cuando comenzó a temblar violentamente, varios sacerdotes e incluso el Ah Kin (Sumo sacerdote) rodaron por las escaleras. Heero abrazó a Deia y se hizo a un lado mientras seguía temblando y caían los que estaban arriba del altar de sacrificios. Pero se quedó tieso al ver como empezaban a llenarse las escalinatas de sangre sin que nadie estuviera siendo sacrificado.
- Hee Kun - le dijo Deia a Heero asustado - ¿qué está pasando?
- No lo sé Dúo Kile - lo abrazó con fuerza - pero parece que es sangre lo que corre por las escaleras, parece que los dioses no han querido nuestro sacrificio.
- Yo le dije al Halach Uinic que la tierra era más que sobrante para las dos tribus, pero de todas maneras quiso sacrificarte, que así sería mejor la cosecha, que a Xipe Totec le iba a gustar tu sangre de noble enamorado de su hijo.
- Intentemos bajar - le dijo al ver que se detenía el temblor - no se le vaya a ocurrir venir una replica y ahora sí nos matemos.
Ambos bajaron con cuidado evitando pisar el río de sangre que corría, a ambos se le hacía extraño todo aquello, pero era claro que a la gente de allí no, tal vez era su mentalidad de otras épocas que los hacía verlo como nauseabundo.
- ¡Gran dios Xipe Totec! - gritaba el Ah Kin - dinos ¿no te ha gustado el sacrificio? - un nuevo temblor remeció la tierra, está vez con mayor intensidad - Oh, gran dios, la sangre de los príncipes no debe ser derramada ¿verdad? - un temblor más débil se dejó sentir - Bien, ambos son libres.
- ¡Gracias a Dios! - gimió Dúo Kile y ocultó el rostro en el pecho de Hee Kun.
- Kukulcán me ha protegido, como siempre - le dijo éste despreciativo al Halach Uinic de la tribu del trenzado - espero que ahora si podamos trabajar unidos, creo que mientras más manos trabajen la tierra, más frutos nos dará Xipe Totec al final de la jornada.
- A mi hijo lo habrás convencido con tus tonterías, pero a mí no - se volvió y se retiró - y no creas que el dios te ha de proteger siempre, ya caerás de su gracia y entonces será tu fin - afirmó mientras se alejaba.]]

Heero se enderezó y despertó a Deia, sus sueños nunca eran así, de cosas que jamás había visto, de gente y costumbres extrañas, como si fueran de otro mundo, otras vidas, como si fueran ellos, pero en realidad no lo eran ¿o no? Estaba confundido.
- ¿Qué pasa, Heero? - le dijo Deia sentándose a su lado sintiendo una punzada en la parte baja de su espalda por lo que recargó en él.
- Solo un mal sueño, Deia - le pasó el brazo por la espalda acomodándolo contra su pecho - nada más, perdona.
- Está bien, si algo te preocupa, debes decírmelo, recuerda quien soy.
- Ay, amor - dijo divertido agarrándolo por el mentón - que seas Faraón no va a solucionar nada - lo besó en los labios.
- Yo tuve un sueño diferente - se abrazó a su cintura mientras volvían a recostarse - eran cinco enormes gigantes de metal que nos llamaban en el desierto e insistían en que era mi deber llevar hasta ellos a los cinco guardianes terrenales del infierno, en especial al corazón de los guardianes.
- Es extraño, pero yo soñaba que vivíamos en otro mundo, éramos otras personas, vestíamos de otra manera, pero nos íbamos a casar.
- Me gustaría tener una ceremonia nupcial - le dijo Deia sonriendo - acaso ¿la recuerdas?

[[Heero se estaba bañando tranquilamente en aquellas aromáticas aguas termales cuando se apareció a su lado Dúo que de un salto se metió al agua empapándole el rostro. Divertido, agarró a su novio y lo atracó contra su pecho.
- ¿Qué crees que haces, travieso?
- Llamar tu atención ¿qué más? - le sonrió - Halach Uinic está furioso porque Ah Kin le dijo que debíamos casarnos, que era eso lo que querían los dioses de nosotros y que si no lo hacemos, tendremos malas siembras y peores cosechas - se separó de él y tomó de la orilla un grano de cacao - abre la boca - se la introdujo bajo la lengua - me fascina el chocolate ¿a ti no?
- No soy dulcero - le dijo y lo atrajo de nuevo hacia él - pero puedo compartirlo contigo - y lo besó en la boca apasionadamente.
- No deben estar juntos - dijo una voz a sus espaldas y ambos se voltearon a ver quien los hablaba - hasta después de la boda que será mañana en la noche - era el padre de Dúo que los miraba molesto - salte del agua de inmediato.
- Pero...
- Nada, ya no verás más a Hee Kun hasta la boda o no se casarán.
- Ve, Dúo, ya habrá tiempo para nosotros - le besó la mejilla y lo dejó ir.
- No me hace ninguna gracia - murmuró.
- Aprovecha e intenta averiguar algo acerca de las llaves del paraíso, recuerda que cuanto más pronto las tengamos, más pronto estaremos de regreso en casa - le susurró al oído.
- Pero no estés mucho rato en el agua - le recomendó y salió siguiendo a su padre que le lanzaba miradas asesinas a su novio y que este respondía con miradas peores.
Fue a ver a Ah Kin al templo central para saber sobre el ritual matrimonial y aprovechar de hacer lo que Heero le había pedido, pero allí nadie sabía nada al respecto y le estaba prohibido usar sus poderes síquicos para intentar ubicarlas.
- Y en esta habitación guardamos las profecías del Chilam Balam - le decía un joven iniciado - yo no las conozco bien, lo único que sé es que son siete.
Dúo sonrió para evitar preguntar que era éso, no tenía idea de qué le hablaba, pero se notaba que era muy importante ya que el cuarto estaba sellado y había un guardia constante en la única y estrecha entrada.
Siguieron el recorrido por el templo buscando a Ah Kin que estaba ocupado preparando un extraño perfume con el cual debía cubrir el cuerpo de su novio la primera vez que hicieran el amor, por lo que le explicó el otro joven, era para dejar una marca sobre el cuerpo del otro que sólo la muerte habría de borrar de su piel y de esta manera evitaba que le fuera infiel.
- También es una poderosa forma de hacer que la pareja lo desee toda la noche, príncipe - le dijo Ah Kin divertido al ver como se ruborizaba - así se asegurará que su noche de bodas sea perfecta, aunque al principio duela un poco.
- Supongo que tiene mucha experiencia - dijo sin pensar.
- No tanta como quisiera, pero algo tengo - dijo divertido - con esto me he asegurado muchos hijos e hijas - se encogió de hombros - se lo recomendé a su padre cuando se casó con su madre, pero se negó a usarlo y por eso no tuvo más hijos. Espero que usted no se niegue, de seguro sería más fácil para dos chicos pasar la noche con esto para que les quite la timidez.
- Hee Kun de tímido no tiene nada.
- Y usted tampoco, por lo que escuché - lo regañó divertido - antes del intento de sacrificio durmió con él ¿verdad?
- Solo dormimos juntos, él me dijo que nuestro sacrificio sería más valioso así.
- Su amado está medio loco, príncipe, por eso le daremos de beber esto - le mostró una botellita semitransparente de color violeta - y lo cubrirá con este aceite especial, verá como lo potencia sexualmente.
- ¿Querrá mucho conmigo?
- Le va a tener que pedir tregua - le sonrió y se las entregó - pero póngaselas sólo si está dispuesto a agotar toda su energía en una noche de pasión.
- Está bien - sonrió - una pregunta ¿de casualidad no ha visto una llaves de oro con extraños dibujos?
- No lo creo, príncipe.
- Bueno, me voy, tengo que preparar mi atuendo para la boda.
- No se olvide del lecho - le dijo y Dúo se puso rojo como la grana.]]

Deia sonrió divertido, había tratado de hacer una maldad con su Heero en ese otro mundo, pero había cosas que Heero no veía.

[[El día de la boda había amanecido magnífico, al menos eso pensaba Dúo que ya tenía casi todo listo para esa deliciosa noche, casarse con Heero era como un sueño cumplido, antes nunca se habría imaginado que podía ser suyo en toda la extensión de la palabra, cuando lo conoció la primera vez, no era mal visto que dos chicos se amaran, pero él era el faraón y Heero su esclavo, y como aún no tenía esposa, sólo se acariciaron y nunca pasaron más allá de darse placer con las manos sin entrar en el otro, en el tiempo nuevo habían llegado a expresar por completo su amor, pero no estaban casados, eran amantes, y ahora tenía la oportunidad de llamarlo su esposo, suyo.
Miró a la gente de su pueblo que preparaba un enorme banquete para la fiesta de esa noche y sonrió, no le iba a decir nada a Heero, sin querer había entrado en contacto con alguien que conocía el lugar donde estaban ocultas las llaves y eran muy fáciles de tomar, pero pensaba en cumplir la otra parte de su misión también, además, habían dicho que debían evitar que lo mataran antes de ser rey y el antiguo aún seguía vivo.
- ¡Dúo Kile! - lo llamaron y el trenzado se volvió hacia aquel que lo llamaba - Halach Uinic lo necesita en la plaza central, dijo que era urgente.
- Voy de inmediato - se acercó a uno de los ciudadanos y lo detuvo en su trajín - dale esto a Hee Kun de mi parte - y se marcho siguiendo al soldado.
Pero algo activó sus poderes síquicos y descubrió que allí había gato encerrado y ni el propio soldado lo sabía, su padre iba a matarlo a él, a acusar al guardia de asesino y luego le echaría la culpa a su novio de complot para quedarse con todos los terrenos de cultivo. Se miró de refilón, iba vestido con una sencilla túnica de algodón y no levaba armas porque le estorbaban ¿cómo salvarse sin usar sus poderes síquicos? ¿Y cómo le hacía saber a su amor lo que estaba pasando?
- Debí tomar las llaves cuando pude - gruñó entre dientes.
- ¿Dice algo, príncipe?
- ¿Sabes que querrá mi padre?
- No, señor, sólo sé que estaba preparando una sorpresa especial para usted - lo miró pensativo - ahora que lo pienso, dijo que tendría que hablar con Ah Kin porque no lo iba a casar con Hee Kun ¿piensa cambiar de opinión en el último momento?
- No, los dioses decidieron nuestra unión allá en las alturas - le señaló el hermoso cielo azul - estoy seguro que ellos protegerán nuestra unión siempre.
- Está muy enamorado, ¿verdad?
- Supongo que sí, sólo espero que él lo haga de la misma manera.
- Es posible que sí, pero creo que no ha salido mucho de la casa en que se aloja, su padre lo tiene constantemente vigilado y me temo que no lo quiere mucho como su futuro esposo.
- Seré quien me case con él, no mi padre - afirmó.

Heero estaba muy cerca de la plaza donde estaba el padre de Dúo Kile estaba planeando la muerte del trenzado y cómo echarle la culpa a él después, sin embargo, él había sospechado algo porque de repente el guardia que lo vigilaba constantemente no estaba y siguió su corazonada hasta allí.
- Maldito - murmuró y vio que su trenzado venía en camino hacia la trampa - y Dúo viene desarmado ¿qué hago? - miró a su alrededor y se fijó que estaban junto a un árbol frondoso, desde allí podría ayudar a su amado sin que lo vieran - Bien, Dúo, es hora que evitemos tu primer intento de asesinato - se subió a la copa y espero que su amado llegara.
- ¿Me mandó llamar, Halach Uinic?
- Claro que sí, hijo mío - y avanzó hacia él ocultando un filoso cuchillo en la mano con el que pensaba atacarlo - quiero decirte que ni ahora ni nunca te casarás con el enemigo.
- Hee Kun no es mi enemigo, lo amo mucho - retrocedió leyendo sin querer sus intenciones en sus ojos - no seas obstinado, padre - intentó convencerlo pero el cuchillo rozó su carne y emitió un gemido de dolor.
Heero no lo soportó más y de un salto se interpuso entre los dos evitando que matara al trenzado pero recibiendo un horrible corte en el pecho que lo hizo perder el equilibrio.
- Maldito, no serás de mi hijo - le dijo el hombre mayor enterrando con más fuerza el cuchillo en las costillas del japonés - muérete.
- ¡NO! - gritó Dúo tomando a Heero para apartarlo - ¡NO LO HAGAS!
- Claro que sí, así serás libre de su hechizo - sonrió malvadamente.]]

Heero dirigió su mirada a Deia dándose cuenta que él estaba leyendo sus recuerdos directamente de su mente...

[[Dúo consiguió ocultar a su herido Heero detrás del árbol del que este se había bajado para rescatarlo esquivando una nueva estocada en el cuerpo de su amado que comenzaba a perder la conciencia. ¿Qué podía hacer? Le había prohibido usar sus poderes, pero de seguro allá arriba entenderían que lo hacia para salvar una vida, así que se concentró un poco y una fuerte ráfaga de viento de levantó a su alrededor creando una especie de escudo a su alrededor mientras intentaba detener la sangre que brotaba de la herida.
- No... debes... usar tus... poderes - le dijo Heero entrecortadamente.
- Ellos no saben que es esto - le limpió la herida con el borde de su túnica - no se te ocurra dejarme, te amo.
- Tú sabes... que yo... también.
En eso se escuchó un fuerte griterío que Dúo identificó de los sacerdotes menores y del Ah Kin, así que bajó la barrera y se mostró ante ellos con Heero acostado en su regazo, herido gravemente pero vivo.
- ¡Príncipe! - saltó el sumo sacerdote - no debería estar con su novio, las leyes...
- ¡Qué me importan las leyes cuando mi novio se está muriendo! - le reclamó - mi padre trató de matarme - le mostró el corte en su costado - y como él se interpuso en su camino, lo atacó a él - lo acarició con cuidado - no te desmayes, Hee Kun, no quiero perderte - y las lágrimas comenzaron a correr a torrentes por sus bellos ojos.
Un violento trueno se escuchó, luego vino un temblor y se vieron las luces de un relámpago, y luego otro y otro más y los sacerdotes se miraron entre sí antes de mirar a Ah Kin que se volvió hacia Ahalach Uinic enfadado.
- Con tu terquedad has conseguido que los dioses se enfaden con nosotros y nos castiguen - le dijo furioso - esos tres truenos son la señal que tres jóvenes poderosos vienen hasta aquí para destruirte.
- Para entonces, ese muchacho estará muerto.
Dúo puso la mano en la herida tratando de detener la sangre, debía contener las lágrimas, los ángeles no debían llorar de tristeza, pero no podía evitarlo. De pronto, se escucharon gritos por el costado de la plaza y tres jóvenes se dirigieron de inmediato hacia ellos.
Quatre se agachó junto a Heero y retiró las manos de Dúo antes de poner las suyas sobre la herida, ese era un don propio del muchacho al que estaba reemplazando, así que podía usarlo, cerró los ojos y se concentró en sanarle la herida a Heero frente a los asombrados ojos de todos. Cuando terminó, lo apoyó contra el pecho de su amigo y miró a Wufei que parecía echar fuego por los ojos, parecía un auténtico dragón en espera de saber quien sería su victima.
Trowa también estaba asombrado, les habían dicho que no ocuparan sus poderes allí, pero no sabía que Quatre tuviera los dones del arcángel San Rafael, sólo el de sentir las emociones de los demás ¿o no?
- Gracias - dijo Dúo acariciando el cabello de Heero que descansaba en su pecho.
- No te preocupes, está a salvo ahora - le sonrió y se acercó a Trowa - cierra la boca - le dijo divertido empujándole la barbilla delicadamente - pareces pescado - se abrazó a él antes de mirar nuevamente a Wufei - Hee Kun está fuera de peligro, Wuxica - le dijo - aunque no creo que Ahalach Uinic de aquí lo esté - miró al hombre mayor - usted intentó asesinar a nuestro amigo - le dijo señalando el cuchillo que aún sostenía en la mano.
Wufei avanzó amenazadoramente hacia él, sabía que el joven al que reemplazaba tenía el don de controlar el fuego, ¿por qué? Ni idea, pero lo hacía. Lo tomó por la muñeca y lo miró fijamente a los ojos, iba a vengar la herida de su amado. Casi de inmediato el hombre comenzó a arder sin razón aparente hasta convertirse en cenizas sin emitir ningún sonido. El chino se volvió hacia sus amigos y vio que Dúo había ocultado el rostro en el cuello de Heero y que este lo abrazaba tratando de calmarlo.
- Tranquilo, Dúo Kile - le acariciaba la nuca con ternura - sólo se ha hecho justicia - le dijo en un susurro.
- Pero ¿tenía que ser frente a mí?
- ¿Acaso él no intentó matarlo delante de ti también? - le dijo Wufei molesto por su actitud - eres un llorón, mejor alégrate que llegamos a tiempo.
- Las estrellas le habían dicho ya a su padre que si intervenía en su boda con el príncipe Hee Kun, él moriría de la peor manera, pero no me hizo caso - le dijo Ah Kin moviendo la cabeza - ahora debe separarse de él hasta la boda de esta noche.]]

- ¿Qué hace ese infeliz en tus sueños? - chilló Deia molesto de ver que Quatre estaba con ellos - no puede ser.
- Vamos, si ves a Quatre es porque él está con ese tal Trowa y hay otro chico más, ¿acaso no te diste cuenta?
- No me gusta verlo cerca de ti - hizo un puchero - perdona que sea tan celoso, es que como no tuve que conquistar tu corazón me da miedo que alguien llegue cualquier día y me lo quite - le dijo acariciándole el pecho - te amo tanto.
- No seas tonto - le acarició una mejilla- sabes que sólo te amo a ti.
- Como quisiera estar totalmente convencido, Heero - suspiró.
- ¿Sigamos viendo mi sueño?

[[En el altar esperaba Ah Kin junto con Dúo que vestía una delicada túnica blanca bordada finísimamente con hilos de plata, todos los adornos que portaban eran de plata, perfectas piezas de orfebrería complementadas por las delicadas piedras de jade blanco con delicadas tonalidades violeta que hacían resaltar el brillo de sus ojos y el leve rubor que cubría sus mejillas. Su cabello había sido prolijamente peinado enredando en él blancas cintas con piedras y bellas plumas, a su espalda ondeaba al viento su blanca capa con delicadas plumas blancas.
Heero lo observo tratando de no dejar que se le cayera la mandíbula, realmente se veía arrebatador, no encontraba otra palabra que describiera mejor los sentimientos que con tan sólo verlo habían despertado en su interior. Subió la escalinata hacia él tratando de no apurar el paso, no quería demostrarle lo ansioso que estaba por terminar con aquello para poder robárselo toda la noche.
Dúo miró de reojo a Heero y tuvo que contener el aire, se veía bellísimo con aquella túnica blanca que resaltaba el bronceado de su piel mientras se ajustaba a sus contornos tan masculinos, esos brazos tan musculosos adornados con brazaletes de oro y su cabello despeinado que se agitaba con el viento al pasar por su hermoso rostro, cómo no amarlo si era tan perfectamente hermoso. Le sonrió cuando llegó a su lado y apoyó su mano en la suya.
Los altos dignatarios de las tribus eran los únicos que podían estar cerca del altar, así que Quatre, Trowa y Wufei estaban viendo todo de cerca. El primero puso la mano en la de su esposo y le sonrió imitando a su trenzado amigo, la mirada del latino se dirigió al árabe y también le sonrió, ellos también podían hacer sus votos de amor eterno, aunque nadie se fijara en ellos.
- Para que la dicha sea eterna y la unión de nuestras tribus sea siempre perfecta, nuestro nuevo Halach Uinic y el príncipe Hee Kun unen sus vidas hoy y para siempre bajo la sombra protectora de Xipe Totec - dijo Ah Kin.
Heero tomó la mano derecha de su novio y la llevó a sus labios antes de prometerle su amor eterno e incorruptible. Este, ruborizado, lo imitó haciendo exactamente lo mismo.
Una hermosa lluvia de flores comenzó a caer sobre ellos y ambos se abrazaron sin comprender que ocurría, tal vez había algunas personas en la plataforma superior y ellos lanzaban las flores, pero en realidad no les importaba demasiado ya que ahora eran uno del otro.
Felices y bajo los vítores de todos, bajaron de la mano hacia la plaza en donde comenzaron el banquete de celebración. Allí empezaron por derramar el primer trago en la tierra para tener abundancia y luego lo repartieron entre todos. Luego siguió la comida que corrió en igual abundancia entre los presentes, hasta Wufei disfrutaba de la fiesta pese a su dolor.
Dúo se sentó junto a Heero mientras comían, iba a poner el brebaje en su vaso apenas se descuidara, pero Heero le rodeó los hombros al verlo cerca y lo atrajo contra su pecho mientras con la otra mano atrapaba su barbilla para que lo mirara a los ojos.
- ¿Te has dado cuenta, corazón?
- ¿De qué? - lo miró preocupado.
- Ay, Dúo - movió la cabeza y posó su boca en la del trenzado - volverá ser nuestra primera vez - bajó lentamente la mano por su espalda acariciándolo sobre la ropa - será fantástico ¿no crees?
Dúo se apartó sonrojado mirándolo a los ojos y volvió la mirada a la gente que los rodeaba, pero nadie les prestaba mayor atención, todos estaban entretenidos conversando, bailando, comiendo o bebiendo.
- ¿Por qué la vergüenza? - lo volvió a atraer contra su pecho - eres mi esposo, podemos besarnos y acariciarnos - lo sentó en su pierna - aunque no me gusta tener público ¿nos vamos?
Dúo lo miró y vertió en su copa el líquido del brebaje y lo llevó a los labios de su esposo y dejó que resbalara lentamente por su garganta.
- Vamos - se puso de pie y se lo llevó de la mano.]]

Dúo miró a Heero que había abierto los ojos y escuchó el susurro del viento, algo raro había pasado que puso alerta sus sentidos, pero al no poder descifrar de qué se trataba los volvió a cerrar para continuar con la historia.

[[La habitación tenía un aroma delicioso para los alterados sentidos de Heero y se preguntó qué le habría puesto el trenzado en el trago para sentirse así cuando ni siquiera había comenzado a imaginarse la pasión que vivirían esta noche, debía ser un afrodisiaco muy potente para tenerlo en ese estado, pero iba a controlarse, no se le iba a ir encima como fiera salvaje en celo, eso le terminaría por hacer daño y era lo que menos quería hacer.
- Pasa algo malo - lo miró Dúo sentándose en la cama y tendiéndole los brazos.
- Solo me preguntaba que fue lo que me diste para dejarme así - le dijo sentándose a su lado sin tocarlo - no entiendo, nunca me había sentido así.
- Así ¿cómo?
- Así - lo acercó a su pecho con las manos temblorosas - siento como si nunca más fuera a tener la oportunidad de estar contigo y amarte - lo besó en los labios - siento deseos enormes de comerte - le mordió con suavidad el labio inferior - de estar dentro de ti, sentirte dentro de mí, amarte hasta agotar todas mis energías - arrastró los labios viajando por la mandíbula hasta llegar a su oreja - pero no quiero hacerte daño.
- ¿Te gustaría poner en práctica algunas de las posturas que vimos en el libro? - le dijo ruborizado - que hagas realidad nuestras fantasías.
- Siempre que estemos juntos - lo empujó contra la cama - te amo.
- ¿Sabes? Es la primera vez que me lo dices primero - lo atrajo a su pecho rodeándole el cuello con los brazos - yo también - lo beso perdiéndose en su sabor.
Heero comenzó a desnudarlo y sonrió a medias, era más fácil de quitar esa ropa que los complicados pantalones que le gustaba usar al trenzado en su tiempo. Miró su torso desnudo y pasó los dedos suavemente por sus costillas hasta llegar a la tetilla derecha que se irguió de inmediato en respuesta a sus caricias, se inclinó hacia ella y la rodeó con la lengua y su dueño en respuesta se estremeció entero.
- Cada vez que lo hacemos es como si fuera la primera - dijo Dúo quedo presionándolo contra él - me gusta mucho sentirte - le acarició el cabello y vio como este pasaba a la otra tetilla arrastrando los labios y los dientes por su piel - ¡Ah, Heero! - gimió y sintió como una mano traviesa viajaba hasta su sexo y comenzaba a moverlo lentamente mientras los labios de su esposo comenzaban a bajar lentamente por su abdomen saboreando levemente su piel enrojecida.
- No hay mejor música para mis oídos que tus gemidos de placer - le dijo antes de comenzar a prepararlo - te va a doler un poco, corazón - le dijo presionando levemente los dedos en el recto, pero en eso vio una botellita de lo que parecía ser lubricante, se apartó un momento y la untó en sus dedos - esto ayudará - lo besó en lo labios y volvió a iniciar su labor.
Dúo sintió como algo entraba dolorosamente en él, sabía que eran los dedos de Heero preparando el camino, pero de repente se asombró al sentir que el dolor desaparecía como por arte de magia y se volvía placer y se abrió de piernas aún más para facilitarle la labor. Entonces sintió como resbalaba dentro de él algo más grande y más duro lo penetraba fácilmente y lo llenaba de placer en especial cuando su olvidado sexo sintió los dedos de Heero frotándolo al mismo ritmo de sus potentes movimientos contra su trasero. Le rodeó las caderas con las piernas para hacer más profunda la penetración y arqueó la espalda al sentir como sus puntos sensibles eran tocados por las hábiles manos de su esposo.
- Heero - gimió - voy... a acabar... - dijo sintiendo que no soportaba más.
- Ah, no - se detuvo viendo como Dúo se derramaba en su mano entre los dos, pero él se contuvo - quiero que goces como nunca - le prometió.]]
Heero abrió los ojos sintiendo algo duro contra su pierna y vio que su Deia ocultaba el rostro contra su pecho, aquello lo estaba excitando, al igual que él, pero decidió seguir observando, ya lo harían en vivo y en directo.

[[Dúo se despertó con la luz del sol pegándole en la cara, si no fuera por eso de seguro seguía durmiendo mucho tiempo más. Intentó enderezarse para cerrar las cortinas pero no pudo, la espalda le dolía, el trasero no aguantaba su peso y para colmo, Heero lo tenía bien sujeto con las piernas y los brazos.
- Estoy muerto - se quejó tratando de soltarse aunque sabía que no tendría fuerzas para alcanzar las cortinas - Heero, suéltame - le pidió pero este en vez de soltarlo lo acercó más tomando su pene entre los dedos despertándolo una vez más - ¡No, por favor!
- ¿No quieres más? - le dijo frotándolo con cuidado pasando levemente un dedo sobre la punta mientras seguía recorriéndolo - yo si quiero.
- ¿Qué clase de pilas tienes? - le dijo entrecortadamente sintiendo el miembro erecto de su amado contra su adolorido trasero - no tengo fuerzas ni para resistirme - puso la mano en la de Heero.
- Fue tu idea la de drogarme, ahora aguanta.
- No abuses de mí - le rogó.
- Yo quiero más - insistió - pero si te duele, podemos hacer otra postura - los destapó a ambos y lo puso boca arriba - yo te acaricio y tú haces lo mismo - y se puso a gatas sobre él dejado su sexo a la altura de la boca de Dúo - ¿te gusta más así?
Dúo sentía placer y más placer, era casi tan loco ¿cómo tenía fuerzas para seguir haciéndolo con las tantas veces y formas en que lo habían hecho la noche anterior? Y parecía que Heero tenía cuerda para rato, lo poco que habían descansado se había recobrado lo suficiente como para recomenzar como si nada.]]

- Ay, Heero - gimió adolorido pero este le respondió haciendo presión sobre su miembro frotándolo para liberarlo de su "sufrimiento"

Anochecía y un fuerte viento despertó a los amantes y luego apareció ante ellos un extraño ser con grandes alas blancas que los miraba preocupado-
- No deberían estar aquí - los regañó - aún no es la hora que los guardianes del infierno se despierten.
- ¿Quién eres? - lo miró Deia intrigado sin acordarse de que estaban desnudos.
- Soy un ángel guardián, faraón, y por eso deben marcharse a casa.
- No, porque aquí con mi Heero estamos tranquilos, sin que se nos moleste.
- ¿Acaso no has escuchado las voces que te llaman a traer aquí a los cinco guardianes terrenales?
- Bueno... si - admitió - pero no sé qué es eso.
- ¿Y has tenido sueños con ellos? - le preguntó alarmado.
- Si - admitió de mala gana luego de pensarlo un poco.
- ¡No puede ser! - dijo exaltado - eso te traerá muchos problemas, es mejor que te lleves a Heero o en definitiva lo perderás.
- ¿Qué quieres decir con eso?
- Son cinco guardianes del infierno y cinco guardianes terrenales, pero Zero y Heero son dos mitades de un todo y si el primero se adueña del segundo, será una catástrofe - dijo preocupadísimo - váyanse y no vuelvan.
- Pero ¿por qué? - insistió Deia viéndolo desaparecer en un haz de luz.
- Creo, mi faraón, que lo mejor sería escuchar sus palabras.
- Está bien - se puso de pie, pero una luz los rodeó y ambos desaparecieron y reaparecieron no precisamente en dónde debían estar sino frente a una construcción enorme de metal...

Continuará...

Bien, al fin un capítulo más largo que los demás, aunque casi es de los guerreros legendarios con tanto trozo tomado, en fin, se dio como salió.
Quiero darles las gracias a todos, los mensajes me dan ánimos de seguir y respondo unas cosillas:
Deia es celoso, como todos los "dioses", y ya di el motivo, aunque se pone un poco tonto, pero de a poquito se le va a quitar la tontera.
Los otros chicos, bueno, por ahora están en los sueños de Heero, pero ya están por aparecer, en especial Trowa que viene a llevarse a Quatre y a acabar con los celos de Deia.
Y para los que no leyeron Guerreros Legendarios o no se acuerdan Deia Mon, que en realidad era Dei Amon, es Dios Dominante.
Wing Zero les pide ayuda para que no lo desarmen y lo vendan por piezas para repuesto ¡por favor!

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