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Mi Faraón por Shiochang

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Mi Faraón

Amiga Jess, puedes traducir cuando quieras el fic, yo podría hacerlo pero si bien algo sé de inglés, me la paso con el diccionario al lado, sólo te pido un favor, mándame los reviews ¿Ok?
El capítulo va para ti va para ti.

El caballero de allende el mar.

Heero miró a Deia preocupado, ese no era el lugar a dónde debían ir, pero no le reclamó, su amado faraón estaba pálido como estatua de sal, así que se acercó a él y lo abrazó con fuerza tratando de tranquilizarlo. Al poco rato llego otro hombre de enormes alas blancas que los detuvo.
- No deben entrar allí, menos si faltan tres de los guardianes terrenales, Zero podría robarles el alma - le dijo y se acercó a ellos - los llevaré de regreso a casa y no deben regresar a estas tierras a no ser que sean llamados los cinco aquí - los rodeó con sus blancas alas y ambos aparecieron vestidos en el patio principal del palacio.
- Que extraño - murmuró Deia mirando a su alrededor - nos trajo a casa.
- Bien, mi faraón, no nos queda de otra que reasumir nuestras obligaciones - le tomó el cabello - pero lo peinaré y maquillaré primero, el hombre nos vistió pero está despintado.
- Muy bien, pero quiero cambiarme de ropa - se recostó en su hombro - y estoy un poco cansado, como si algo o alguien hubiese tomado mi energía sin mi permiso.
- Los viajes, mi amo - le dijo y lo levantó llevándolo a la habitación, pero al dejarlo sobre su cama notó que estaba dormido - no tiene arreglo, amo - le dio un beso en la frente y se fue a su propia habitación y vio que Quatre se paseaba nervioso - ¿pasa algo malo?
- Yo no quería molestarlo, me di cuenta que al faraón le molesta mi presencia, pero es necesario que los prevenga, una de las hermanas del faraón planea hacer que su esposo lo reemplace y para matarlo ha contratado un mercenario que viene de muy lejos - le dijo mirando hacia la puerta.
- El faraón está dormido - le dijo.
- Bueno, es que es muy celoso con usted - le dijo nervioso - la gente no se cuida mucho de lo que habla frente a los esclavos, menos cuando lo consideran a uno menos que un perro.
- ¿Cuál de sus hermanas fue la que planeó todo? - le dijo.
- La que está en prisión, ella ha convencido a sus hermanas que el Faraón no tiene derecho a gobernar, que deben matarlo y dar origen a una nueva dinastía.
- Así que a eso se referían las estrellas cuando decían que el enemigo seguía dentro hasta que llegara el caballero del otro lado del mar.
- Si usted quiere, puedo preguntarle a otros esclavos si han escuchado algo más sobre el hombre - se ofreció.
- No, Deia se enfadará mucho si te ve cerca.
- Llamó al faraón por su nombre - le dijo asombrado - ¿o es que me considera poca cosa?
- El faraón tiene un nombre muy sensual - le dijo - y le gusta que lo llame por su nombre, y si lo llamé así frente a ti fue porque te tengo confianza.
- Gracias, señor - le sonrió.
- ¡Heero! - lo llamó Deia molesto.
- Vete e investiga más, pero no vengas a mí, habla directamente con el faraón - le dijo en voz baja y regresó con el trenzado que lo esperaba molesto. Al menos al fin parte del enigma se revelaba al fin.

Deia estaba sentado en su trono escuchando las noticias que traían del otro lado de su reino los guardias fronterizos, los vecinos habían retirado sus tropas que amenazaban sus tierras, pero se le hacía sospechosa su actitud, aunque él no tuviera intenciones de atacarlo, no dejaría sin defensas su reino, allí había gato encerrado.
- Es extraño - dijo Heero pensativo - o ellos planean algo grande y en conjunto o los tenemos muy atemorizados, lo cual no creo posible.
- El problema es otro ahora, su majestad, nos han llegado noticias que grandes embarcaciones han sido vistas viniendo aquí desde lejanas tierras por el mar del norte (Mar Mediterráneo), traen muchos remos y grandes velas que se agitan al viento ¿Qué haremos con ellos?
- Déjalos llagar hasta aquí, pero tenlos vigilados, creo que no está bien confiarse de los visitantes, no después de lo que hicieron los asirios ¿No crees, Heero? - le dijo Deia - si no hubiese sido por lo buen soldado que eres, estaría en la tumba.
- Fui entrenado para samurai - le recordó - debemos hablar, mi faraón - le dijo - pero, A SOLAS - agregó en voz más alta y los hizo salir a todos - ¿recuerda la profecía que le hice antes que los Asirios trataran de matarlo?
- Era eso que el enemigo aún estaba dentro de palacio y que no se iría hasta que llegara un caballero del otro lado del mar ¿No?
- Si, por lo que me dijo Quatre - lo vio apretar los dientes ante su nombre - tus hermanas han contratado un hombre de tierras lejanas para que te mate. Ya sé que las respetas por ser tus hermanas, pero ellas no sienten el mismo cariño por ti, debes deshacerte de unas cuantas.
- No creo que sean tan malas.
- Tengo dos ejemplos de lo que son malas mujeres en tu reino, corazón mío, Une y Relena, la primera quería convertir a su amante en faraón y la otra te quiere quitar a tu amante mientras su esposo es faraón.
- ¿Cómo dices? - gritó escandalizado y furioso - ¡la mataré si te toca!
- No lo ha hecho, no la dejaría ni de broma, yo tengo un solo dueño - le dijo divertido - pero por lo mismo debemos andar con pies de plomo con los extraños, tal vez ni siquiera venga en ese barco, pero no vamos a bajar la guardia.
- ¿Y se puede saber a quien le encargaste el espionaje?
- Te vas a enojar - le dijo esperando su explosión.
- Odio a Quatre - le dijo - me dan ganas de venderlo al primero que lo quiera comprar - agregó fastidiado - lo cuidas demasiado.
- Pienso que eres terrible, Deia, por él estás vivo y por él conozco las intrigas de palacio, deberías estarle agradecido.
- Ese... está enamorado de ti.
- Quatre tiene a un joven, un príncipe de tierras lejanas, como el dueño de su corazón, las estrellas me lo dijeron, no deberías preocuparte por eso, se lo llevará muy pronto.
- Entiendo - se tranquilizó un poco - pero para que lo conozca debe estar a mi lado ¿no?
- Exacto.
- Bien, pero te quiero de guardia armada, me gustó tu espada - le sonrió acariciando su vientre.
- Deia - le dijo ruborizado comprendiendo el doble sentido de sus palabras.

[[Heero se mantuvo despierto la mayor parte de la noche mientras velaba el sueño de su trenzado que se apoyaba en su regazo. No quería dormirse, pero el sueño se la estaba ganando, claro que no lo vencería por completo, siempre había tenido el sueño liviano y si Deia tenía pesadillas, se despertaría para ayudarlo estando así más descansado. Cerró los ojos y escuchó una voz extraña que lo llamaba:
- ¡Heero Yuy - exclamaba la voz metálica - ven a mí!
- ¿Quién eres? - preguntó - no dejaré a Deia.
- Deia Mon debe traer a nosotros a los cinco guardianes terrenales para que juntos, guerreros Guardianes de la Tierra y del infierno, evitemos que se abran las puertas del infierno y se libere todo el mal que estas encierran con la unión del libro de los muertos y del libro del Diablo.
- ¿Los cinco guardianes terrenales? - repitió intrigado - ¿qué es ese libro que me mencionas?
- Ven por mí, tu corazón es el más firme, el más seguro, tienes en él la llave de Zero y junto a ti a la que nos liberará.
Heero abrió los ojos y acarició las mejillas de su trenzado, aquel hermoso faraón vuelto a la vida quien sabe por qué designios misteriosos de Dios, tal vez todo había sido planeado desde tiempos inmemoriales y este había venido al mundo en la hora equivocada y por eso todo lo de la maldición había ocurrido para que al final se reuniera con los otros guardianes de la Tierra y la protegieran del mal que estaba a punto de liberarse.
- Ven por mí, Heero Yuy, y conocerás todas las respuestas que quieres.
Heero abrazó a Deia con más fuerza hacia su pecho esperando que la tormenta pasara o que amaneciera y así despertar a todos, pero repentinamente una luz cegadora apareció sobre el vehículo y este comenzó a moverse en silencio. Heero miró a los demás que seguían profundamente dormidos, Trowa y Quatre abrazados el uno al otro, lo que no le asombraba ya que sabía que ellos se gustaban pero que no podían estar juntos como quisieran por culpa del padre del rubio, pese a que este no conocía al latino, y Wufei en un rincón, con los brazos cruzados sobre el pecho y el ceño fruncido, y se preocupó ¿cómo era posible que fuera el único que se diera cuenta de lo que pasaba? ¿O era acaso que él soñaba con semejante locura? Parecía ser lo último, era lo más lógico para su fría mente analítica.
- Heero, tú eres el corazón de los guardianes - le dijo una dulce voz femenina - y por lo mismo serás el único que conocerá el camino, no dejes que tu guardián se posesione de tu mente y corazón o te obligará a hacer lo que él quiera, incluso liberar el lado malo de tu propia naturaleza. No te preocupes de los demás, sólo Zero es capaz de lograrlo, pero una vez que lo controles, no dejes que tus emociones mueran dentro de ti, sigue amando.
El vehículo se detuvo suavemente frente a una bodega de metal y Heero remeció a Deia para despertarlo.
- ¿Ya amaneció? - preguntó somnoliento - ¿dónde estamos? - dijo al ver afuera.
Heero no le respondió y remeció a Trowa y luego a Wufei pues Quatre se despertó tan pronto el latino se apartó de él. Los tres miraron a Heero que salía llevándose del brazo a Deia.
- ¿Qué pasa? - le dijo Trowa asomándose - ¿Qué es esto? ¿Dónde se supone que estamos? - se bajó y ayudó a Quatre a imitarlo mientras Wufei se bajaba por su cuenta de un salto.
Heero caminó con Deia a su lado agarrados de la mano, sí en aquel lugar estaban los cinco guardianes del infierno, sólo él era capaz de abrir las puertas de la bodega.
- ¿En dónde estamos, Heero?
- Deia, abre las puertas ¿quieres?
Deia se adelantó y puso las manos sobre ellas. Casi sin pensarlo uso sus poderes síquicos y de inmediato aparecieron dentro de la bodega sobre una plataforma en medio de cinco enormes robots.
- ¿Qué es esto? - preguntó Wufei.
- Los cinco guardianes del infierno - dijo Deia saliendo del trance - uno para cada guardián de la Tierra.
- ¿Qué quieres decir con eso? - dijo Trowa mirándolo.
- Que a cada uno de nosotros se nos ha asignado la misión de proteger nuestro mundo del mal que la fundación Romefeler y la organización Oz pretenden despertar - dijo Heero - cada uno de ellos forma parte de nuestros corazones y sólo uno puede pilotearlo.
- ¿Uno para cada uno? - repitió Quatre y tocó uno de los guardianes - Sandrock, como mis adoradas arenas del desierto que tanto amo - y el guardián le dio un destello en respuesta y su cabina se abrió.
- HeavyArms - dijo Trowa tocando otro - una poderosa mezcla de destreza y poder, com muchas armas dentro de sí.
- Nataku - dijo Wufei - un dragón sagrado.
- DeathScythe - dijo Deia - el señor de las sombras de la muerte.
Las cabinas de todos se abrieron y comenzaron a investigar como era que funcionaban.
- Wing Zero, el más peligroso de los cinco guardianes - dijo Heero tocándolo - Me dijiste que si venía a buscarte me darías todas las respuestas.
- Pregunta, Heero Yuy, corazón de los guardianes.
Los cuatro jóvenes se volvieron a mirar Heero y al guardián que hablaba con él.
- ¿Por qué ha pasado todo esto?
- Deia Mon nació en una época equivocada, los otros guardianes de la tierra no habían nacido y no era aún el tiempo para que …l viniera a habitar entre los hombres, faltaba mucho para que su pueblo estuviera preparado para recibirlo, para que se cumplieran las escrituras. Fue algo que se le permitió hacer a esos malvados para el bien de la humanidad, en especial porque la otra mitad de la llave del infierno estaba muy lejos y a salvo, pero esto ya no puede contenerse más. Tú debías conocer y amar al pequeño y cariñoso faraón para liberarnos.
- ¿Por qué fui yo el elegido para ser el corazón de los guardianes de la Tierra?
- Tú eres un joven de firmes convicciones, tu corazón se mantiene a salvo dado que sabes mantener tus emociones bajo un férreo control, no eres del tipo de persona que actúa sin razonarlo muy bien primero, sin meditarlo, sin embargo, deberás primero dominarme.
- ¡Heero, no! - le gritó Deia tratando de detenerlo, de cogerlo de la camiseta - ¡él puede destruirte interiormente!
Pero Heero fue llevado al interior de la cabina de Zero rápidamente sin que nadie pudiera hacer algo para evitarlo. Deia trató de contactarse telepáticamente con él, pero fue rechazado violentamente y fue lanzado lejos cayendo a los pies de Quatre que lo ayudo a ponerse de pie angustiado.
- ¡NO VOY A PERMITIR QUE ME QUITES SU ALMA Y SU AMOR!
- No tienes derecho a intervenir ya, Deia Mon.
- ¡SOY SU NOVIO! - sus ojos se encendieron de ira - ¡DEVU…LVEME A HEERO!
- Heero Yuy no regresará hasta que me controle - respondió Zero y desapareció frente a los asombrado ojos de todos. Deia enfureció y se subió a su guardián, iba a recuperar a su amor a costa de lo que fuera, ese Zero no le robaría su alma.
- ¡Deia, espera - le dijo Quatre - debes confiar en Heero!
- Ese guerrero es diferente a los nuestros, Zero es capaz de potenciar el nivel guerrero de su piloto, de llevarlo a niveles insospechados, pero este deberá pagar un terrible precio por ser el mejor, entregará su alma y su corazón, se quedará sin sus sentimientos más nobles y será sólo una cáscara vacía.
- ¿Acaso no nos dijiste que no sabías nada de los guardianes? - preguntó Wufei.
- Eso lo vi cuando entré en contacto con la mente de Heero y Zero me rechazó, él necesita de su corazón para liberarse, para estar vivo de verdad y le importa poco lo que tenga que hacer para conseguirlo, que Heero me ame y que yo lo ame, me lo quitará igual.
- ¿Hay algo que podamos hacer para ayudarlo?
- ¡Ir por él! - encendió su guerrero poniendo las manos en los controles, de inmediato un montón de cables se conectaron a sus brazos, a sus manos, a sus piernas, a su cabeza y una luz pestañeó en sus ojos en clara señal de actividad.
Los otros lo imitaron en silencio y se asombraron al ver lo que pasaba cuando ponían sus manos sobre los controles en el tablero y al poco rato los cuatro guerreros Guardianes despegaban en pos de Zero que permanecía de pie en el árido desierto.
- ¿Acaso no lo comprendes, Deia Mon? Heero Yuy y todo lo que ha sido es sólo mío ahora - se burló Zero - absolutamente.
- ¡No lo permitiré, apenas ayer me confesó su amor!
- Te destruiré, entonces - le dijo por medio de la propia boca de Heero - así demostraré todo mi poder.
- Eres uno de los guardianes del infierno - le recordó Quatre - no puedes destruir a uno de tus compañeros.
- Ninguno de ellos vale tanto como Heero, Quatre Raberba Winner, ellos sólo son de metal.
- ¡No es cierto! - dijo Deia - ellos tienen alma, como nosotros.
Zero cortó la comunicación, no permitiría que Deía rompiera el control absoluto en que tenía a su piloto que era en estos momentos su esclavo incondicional. Sus metálicos ojos brillaron y cargó su espada, si destruía al faraón, Heero sería sólo suyo, no habría nadie que pudiera interferir entre ellos, y juntos defenderían al mundo del mal que estaba por despertar. Se lanzó contra el trenzado pero este levantó su escudo en acto reflejo de defensa.
- ¡Heero, reacciona, dijiste que me amabas!
- Déjame, Deia, o te mataré - le respondió - ya no te necesito.
- ¡Nunca, Heero, te amo! - trató de quitarle la espada atrapándole un brazo - Heero, recapacita, no quiero pelear contigo.
- Si no quieres dejarme, regresarás a la Tierra de los muertos - y le dio un violento golpe con el otro brazo en el costado para liberarse - te mataré.
- ¡Ah! - gritó Deia cayendo al suelo tocándose las costillas al ver que el golpe dado al guardián repercutía en su cuerpo.
Quatre avanzó para ayudarlo, pero un disparo lo detuvo.
- Quédate atrás si no quieres conocer el otro mundo también.
- Heero - le dijo Deia poniéndose de pie aún tocándose las costillas - tú no quieres matar a tu amigos, no dejes que Zero te domine.
- ¡Cállate! - se lanzó de nuevo con la espada por delante - morirás sin conseguir nada!
- ¡Heero, dijiste que me amabas! ¿Acaso eso no te importa?
- ¡Cállate! - repitió y volvió a golpearlo con la espada en el hombro haciendo un profundo corte en el hombro del guerrero que repercutió de inmediato en Deia.
El grito de dolor del joven trenzado fue demasiado para los demás y los tres se lanzaron y desarmaron a Zero.
- ¡No, no lo ataquen, lo herirán como me pasó a mí! - Les pidió Deia tomándose el hombro que sangraba - si voy a morir, que sea a manos de mi amado Heero.
- ¡No, yo no te mataré! - dijo Heero quitándose los cables de los brazos y la cabeza que lo mantenían unido al guardián - ¡Yo te amo, Deia, y Zero no me va a quitar tu cariño!
- ¡No! - reclamó Zero tratando de volver a conectarse con Heero con los cables, pero este consiguió salirse de la cabina y Zero se apagó de inmediato.]]

Deia abrió los ojos asustado ¿Qué era todo eso? Vestían de una manera extraña, eran cinco, los mismos que estaban en ese sueño en el que se casaba con Heero y, lo peor, volvía aparecer ese rubio... Quatre. Buscó con la mirada a Heero y lo vio despierto en el marco de la ventana, se veía preocupado, así que decidió callar y volver a dormirse, no necesitaba darle más preocupaciones.

[[Deia se bajó de su guerrero tan pronto vio a Heero en el suelo vomitando. Estaba herido, era cierto, pero más le preocupaba el estado su amado que el terrible dolor que sentía en el hombro.
Los otros tres pilotos también fueron a socorrerlos y fue cuando Wufei notó algo extraño o, mejor dicho, varias cosas extrañas. Primero, no se veía por ninguna parte el hangar en que estaban los guardianes del infierno, segundo, allí estaba el camión en que viajaban cuando este se quedó fuera del hangar y tercero, se veía a la distancia una ciudad y ellos estaba muy lejos de ella, al menos tres días, cuando los pilló la tormenta de arena.
- ¿Están bien, Heero, Deia? - les preguntó Quatre preocupado - ¡Estás herido! - le dijo al trenzado angustiado - Trowa, revisa su herida, por favor.
Heero miraba a Deia preocupado ¿cómo pudo ser capaz de permitirle a Zero controlarlo tanto? ¿Cómo pudo herir a su amado trenzado así? Incluso había pensado matarlo y en matar también a los demás. Apretó los dientes, ya se las vería Zero con él por haber jugado con su corazón y sus pensamientos.
Deia se volvió hacia él y le tendió el brazo sano para tocarlo y hacerle ver que no lo culpaba por resultar herido.
- Heero - lo llamó - es culpa de Zero, no la tuya, te manipuló.
- Y por lo mismo estoy furioso, me dejé manipular sin luchar.]]

Heero se acostó junto a su faraón, no sacaba nada con estar mirando las estrellas toda la noche, nada le decían excepto que los guardianes terrenales estaban por reunirse y que algo terrible pasaría, el cuarto ciclo estaba por acabar y el quinto debería comenzar de la destrucción total. Acarició con ternura los mechones de la frente de Deia y lo atrajo hacia su pecho, no era fácil verlo así de tranquilo desde que lo despertó de aquel sueño que debió ser eterno.
Un suave golpe lo sacó de sus pensamientos, miró a su faraón antes de responder haciendo pasar a quien llamaba.
- Perdone, señor Heero - le dijo un guardia - no lo habría interrumpido si no fuera importante - se disculpó.
- ¿Qué ocurre? - le dijo dejando con cuidado a Deia sobre la cama.
- El barco, arribó hace unos días al puerto, los hemos estado vigilando como se nos dijo y dos hombres extraños desembarcaron de él. Los persiguieron hasta el río y subieron en una embarcación pero los perdieron de vista al llegar a Tebas, creemos que se vinieron hasta aquí, pero como nadie los conoce...
- Pon en alerta a toda la guardia y pase lo que pase, ningún centinela se mueva de su sitio, sólo se moverán las tropas de refuerzo, no quiero que vuelvan a atacar al faraón por salirme de su lado.
- Mantendremos una estricta vigilancia, señor - le dijo y se marchó.
- ¿Pasa algo malo, Heero? - le dijo el trenzado medio dormido.
- No, Deia, duérmete - lo abrazó y volvió a apoyarlo sobre su pecho pero manteniendo cerca su espada, no lo volverían a tomar desprevenido.

Deia estaba en el jardín desayunando con Heero cuando notó la presencia constante de los guardias de palacio, miró a Heero y una mirada le bastó para saber que seguramente su vida estaba en peligro y que su amado quería protegerlo a toda costa, por eso cargaba con su espada de dos filos especiales.
- ¿Llegó el barco? - le preguntó y él asintió - ya decía yo que estabas demasiado preocupado anoche, esa espada tuya descansó toda la noche con nosotros.
- No está de más tener cuidado - le dijo encogiéndose de hombros - además, las estrellas me dijeron algo extraño anoche.
- Soñé con los guardianes del infierno - le dijo - el tal Zero trató de dominarte y hacer que me mataras.
- ¿Un tal Zero? - le dijo alertado - ¿estás seguro?
- Claro, pero habíamos cinco allí - se acercó y tomó un pan que untó en la miel - éramos los mismos de tu dueño en nuestro mundo secreto.
- ¿Estaba... - dudó antes de nombrarlo - Quatre?
- Si - dijo por un colmillo mirando al rubio no muy lejos de ellos - espero que su príncipe se aparezca luego por aquí para no ver más su fea cara.
- Es un chico bonito - le corrigió - lo miras feo y por eso lo ves feo, pero verás que cuando llegue aquel muchacho.
- Trowa, se llama Trowa - le dijo - lo mencionan en mis sueños y él lo llama así.
- Me pregunto si serán los dos el resto de los guardianes terrenales - le tomó la mano - algo muy terrible está por pasar que cambiará el mundo como nosotros lo conocemos, pero pase lo que pase, quiero que sepas que te amo sólo a ti.
- Yo también te amo - le sonrió - sólo a ti, lástima que no podamos tener un heredero de los dos.
- Ni jures que me voy a embarazar - le dijo muy serio.
- Ni pienses que voy a ser yo, soy el faraón - le dijo riéndose - te imagino gordito - dijo echándose a la boca otro trozo de pan - con mareos por las mañanas y descansando a mi lado.
- Ni de broma - replicó ruborizado.
- Te enojas, pero si pudieras ya lo estarías ¿verdad?
- Quien sabe si le gustara si fuera mujer - le dijo desviando la mirada hacia Quatre y sintió como el aura de su amo se encendía en fuego - tal vez te gustara él.
- Ni de broma, además, no me gusta que lo mires.
- Pero que él esté cerca significa sólo que tiene información para ti.
- Bien, llámalo a mi presencia, pero que ni una mirada tuya se dirija hacia él o lo mataré - lo amenazó y Heero movió la cabeza antes de hacerle una seña al rubio.
- Yo quería decirle, su majestad - le dijo Quatre temeroso - que sus hermanas dijeron que le hombre ya estaba aquí y que sería capaz de burlar la mejor guardia y acabaría con su vida.
- Dijeron, de casualidad, como era - lo miró fijamente.
. Solo sé que es alto, delgado y de ojos verdes - dijo - nada más han dicho, la señorita Une dice que él conoce muy bien el palacio porque el hombre que lo acompaña fue hijo de uno de los esclavos del General Solo antes que su padre lo encerrara, que les dio la libertad cuando era niño.
- El general Solo fue acusado de traición y murió en prisión - recordó Deia - estaba en la misma celda en que te encerró mi padre
- Recuerdo la historia - asintió Heero - y creo saber quien nos puede dar más datos sobre el muchacho.
- No deje solo a su majestad - le dijo Quatre mirándolo directamente aún sabiendo que aquello podía provocar la ira del trenzado - él sólo espera que usted baje la guardia para atacarlo.
- Te voy a... - dijo Deia furioso.
- Deia, tranquilo - le dijo Heero poniendo la mano en la suya - así estarás seguro que permaneceré siempre pendiente de ti - lo tranquilizó - hiciste un buen trabajo, Quatre, puedes retirarte - lo despidió y este hizo una reverencia y se alejó - ya te dije que cuando ese chico llegue aquí se lo llevará.
- Pero no me gusta como te mira.
- Son ideas tuyas, nada más - lo regañó.
- Pues no me tranquiliza nada.
- Eres terrible - le dijo acercándose a él y besándolo en los labios.

Pasaron varios días tranquilos en palacio sin que hubiese ninguna novedad que pudiera alterar los nervios del faraón, aparte que Quatre anduviera rondándolos, que decidió calmarse aunque el sueño con el encuentro con los guardianes del infierno se había vuelto recurrente y los demás se volvían cada vez más nítidos, cada vez podía ver con mayor claridad sus caras.
Heero había decidido dormir la guardia con el arma al brazo sentado en el marco de la ventana un tanto alejado de su faraón porque no quería perderse mirándolo dormir, pero el sueño comenzaba a vencerlo lentamente, pese a todos sus esfuerzos de mantener los ojos abiertos no conseguía ganar la batalla contra el cansancio y se durmió en esa posición, no cualquiera se quedaba tres noches sin dormir.

Dos hombres se detuvieron en el patio esperando que la guardia pasara en su ronda, ya que habían conseguido burlar a los centinelas, les faltaba pasar la guardia móvil y el guardia personal del faraón, sin embargo, esperaban que el cansancio de este jugara a su favor en estos momentos y pudieran deshacerse de él y luego de su amo,
- Vamos, Trowa, es hora - le dijo el otro hombre y salieron de su escondite sin meter el menor ruido llegando con gran facilidad a la habitación del faraón - aquí es - le dijo mostrando una puerta.
- ¿Estás seguro? - le dijo mirando la puerta.
- Esta no es la habitación del faraón, debe ser de su esposa, pero como no la tiene, será más fácil entrar por aquí para apresar a su guardia personal.
- Encárgate de él y yo me haré cargo del faraón - dijo abriendo con cuidado la puerta - y no hagas ruido, dicen que el faraón tiene extraños poderes.
Con cuidado avanzaron por la habitación, pero escucharon voces y se detuvieron antes de alcanzar la habitación del trenzado.
- Heero - le decía el faraón a su guardia - ¿qué haces allí, al frío de la noche?
- Hago guardia - le respondió.
- Acuéstate - le dijo y ambos hombres los espiaron y vieron que el soldado no se movía - ven, hazme compañía.
- Si me acuesto a tu lado, me quedaré dormido.
- Puedo protegerme con mis poderes.
- Y no te despertarás en una semana - replicó.
- Ven a acostarte a mi lado.
- No.
- Heero - lo amenazó sentándose en la cama - no me hagas enfadar.
- Deia, trato de protegerte...
- Ven aquí, es una orden - lo interrumpió molesto.
- No creo que sea buena idea - le dijo y se sentó en la cabecera de su cama - pero nunca me haces caso.
- No sería yo si lo hiciera - le sonrió recostándose en su regazo - parece que el buen razonamiento no es una de mis virtudes.
- Se supone que yo soy tu conciencia - le dijo Heero acariciando su cabello - duerme, yo seguiré de guardia.
- Ellos están en tu habitación - le dijo muy despacio.
- Lo sé, yo también te amo - se inclinó a besarlo en la frente.
Trowa miró fijamente a su compañero y notó que había ira en sus ojos, se preguntó que estaría pasando por su mente en esos momentos, aún no era tiempo de atacar, pero se veía que quería atacar al momento.
- Calma, debemos esperar que baje la guardia.
- Maldito, cuando el faraón padre estaba vivo me prohibió mirar siquiera a su hijo, pero viene un esclavo desde otras tierras y se convierte en su amante así como así y tiene gran confianza con él, hasta lo llama por su nombre.
- ¿Te gusta el faraón? - dijo preocupado, sabía que le habían asignado ese tipo como ayudante porque era quien mejor conocía palacio, pero si era así tendría que matarlo también antes de cumplir su misión.
- Yo me encargaré de matar a ese tal Heero por haberle robado el corazón al faraón - dijo y se lanzó contra él sin meditarlo, por lo que Trowa se vio obligado a lanzarse contra el trenzado para evitar que hicieran ruido y alertaran a los guardias.
El esclavo se lanzó contra Heero con gran violencia, pero este lo esquivo apartándose del trenzado cayendo este, ante la sorpresa entre los brazos de Trowa que le rodeó el cuello con un brazo y lo amenazó con un cuchillo.
- No te preocupes, tan pronto tu guardia esté muerto, lo seguirás.
- Heero es muy hábil - le dijo Deia confiado calculando sus posibilidades de atacarlo sin que se percatara de la activación de sus poderes y lo degollara como a un cerdo, y se estremeció de sólo pensarlo.
Heero consiguió apartarse lo suficiente para desenvainar su sable, como samurai había aprendido a luchar cuerpo a cuerpo, pero el tipo trataba de sacarle cierta ventaja, pero también notaba que estaba ofuscado, algo lo hacía atacar con mayor fuerza pero sin ningún tino.
- Maldito, profanaste a mi faraón - le dijo furioso.
- Deia es mío por su propio gusto - replicó tranquilo y vio como los músculos de su enemigo se tensaban al oír su nombre.
- Como te atreves a ensuciar su nombre en tu boca - le dijo aún más furioso.
- Pregúntale a él - se burlo al verlo venir contra él - Deia ¿a quién amas?
- A ti, Heero - le respondió calmado - sólo a ti.
- ¡LO TIENES MALDITO CON EL LIBRO DE LOS MUERTOS!
- No lo necesito - le dijo viendo que volvía a lanzarse en cu contra con la espada en alto queriéndolo despedazar. Cerró los ojos y giró su espada, eso haría que el fijo fuera aún más peligroso, y movió la muñeca y lo destrozo de cuatro certeros cortes - me ama y punto.
- Demonios, tendré que matarte ahora - le dijo al trenzado pero se asombró al ver que este sonreía divertido mirando a los ojos a su guardia.
- Creo que lo mejor que puedes hacer es soltarlo - le dijo Heero.
- Lo mataré si te acercas más - lo amenazó sin asomo de duda.
- No podrás - le señaló con la espada a sus espaldas y una de las estatuas de Deia lo apresó por los brazos obligándolo a soltar al trenzado - no conoces el poder del faraón ¿verdad? - abrazó a Deia revisando que no tuviera ninguna herida - que bueno que no se dio cuenta, amo.
- Eres un loco, Heero - le dijo - ahora mi habitación está llena de sangre - hizo un gesto de desagrado - ordena que la limpien de inmediato.
- Primero nos haremos cargo del intruso - le dijo sin prestarle mayor atención - es mejor asegurarnos que no haya más ataques por esta noche - caminó hacia la puerta y pronunció un nombre que hizo a Deia rechinar los dientes - ¡Quatre!
- Tienes que llamar a ese esclavito tuyo - le dijo molesto acercando una luz al intruso atrapado entre los brazos de su estatua - es... es...
- Vaya, el otro chico de tus sueños - terminó Heero mirándolo de cerca al ver tartamudear al trenzado - tu nombre es Trowa ¿o me equivoco?
- Sabes mi nombre.
- Es mi deber como administrador del reino conocer a los enemigos de mi faraón.
- Me tienes prisionero ¿Qué vas a hacer conmigo? Supongo que me matarán por tratar de matar al faraón.
- Te daré un destino peor - dijo sonriendo mientras veía entrar a Quatre a la habitación - Quatre, hazte cargo del mercenario, no seas muy duro con él, de seguro no será capaz de aguantar tu tortura.
- ¿Pretendes torturarme? Prefiero morir que delatar a quienes me contrataron.
- Ah, se nota que no conoces a tu torturador - le dijo Deia con malicia, había visto en los ojos de Quatre el destello del deseo - hablarás de todo con él, verás que sí, llévatelo, es todo tuyo - le dijo sonriendo, al fin se quitaba la espina de los celos de la piel, con ese chico lo mantendría tranquilo un buen rato.
- Como ordene, excelencia - dijo Quatre relamiéndose, ese era el encargo que con más gusto cumpliría, se dijo mientras ataba las muñecas de su prisionero - pediré que limpien su habitación.
- Y nosotros nos iremos al otro lado del palacio a dormir - le dijo Heero - que la pases bien, Quatre - le guiñó un ojo y lo vio salir arrastrando a un Trowa que se veía menos seguro de si mismo que al principio - ¿y?
- Está bien, soy un celoso sin sentido - le dijo Deia divertido saliendo de la habitación - el pequeño Quatre lo va a hacer hablar de puro gusto, pero me pregunto ¿qué clase de tortura le dará? Porque el tipo le gusta, lo vi en sus ojos y cuando leí sus pensamientos vi que pretendía...
- Sin detalles - lo cortó entrando a otra habitación - a veces pienso que eres demasiado curioso para tu propio bien.
- Supongo - admitió sentándose en la cama - pero te gusto así ¿verdad?
- No lo dudes - le dijo sentándose a su lado ofreciéndole su boca en un beso mientras se acostaban - es mejor que durmamos, si las cosas salen como creo, mañana tendremos mucho trabajo por hacer.
- De acuerdo - le dijo Deia recostándose en su pecho y durmiéndose casi en seguida.

[[Hacía demasiado calor para viajar a esa hora y por eso Quatre se había detenido en un oasis y había montado el campamento junto a los árboles para ganar algo de fresca brisa, ya que estaba preocupado por la salud de Trowa, pero al parecer éste ya había superado sus molestias estomacales.
- Podríamos dormir la siesta - le dijo después de comer mientras lo abrazaba contra su costado - me lo debes por dejarme cuidar anoche y esta mañana - le mordió sensualmente la oreja - ¿qué te parece?
- No lo sé, en el oasis nos podría interrumpir cualquiera...
- No seas así - le comenzó a desabotonar la camisa lentamente mientras acariciaba sensualmente el cuello con su lengua - te gustará, sabes que no tenemos muchas oportunidades de estar así a solas y que de ahora en adelante se nos hará más difícil - pasó la mano por su blanco pecho hasta atrapar una tetilla entre sus dedos y comenzar a frotarla.
- Trowa - gimió arqueando su cuerpo bajo las ardientes caricias mientras echaba un brazo hacia atrás para rodearle el cuello mientras se sujetaba del brazo que lo sostenía por la cintura.
- ¿Quieres más, mi ángel? - dijo bajando el brazo que lo sostenía por la cintura hasta que su mano alcanzó la hebilla del cinturón.
- Sí - gimió y Trowa lo levantó en vilo y lo llevó dentro de la tienda.
Quatre sintió que lo colocaba con delicadeza sobre el colchón y sonrió enderezándose para ayudarlo a desvestirlo y desvestirse, siempre le había gustado aquel juego sensual que Trowa le había enseñado muy bien a jugar, a medida que comenzaba a retirarle la camisa su lengua iba pasando por la zona en que la piel quedaba descubierta. Con el pecho de ambos al descubierto, se recostaron de nuevo y comenzaron a prodigarse caricias, Quatre era quien más las recibía, Trowa era adicto a escuchar sus sensuales gemidos pidiendo siempre más, pero a Quatre también le gustaba dar, así que de improviso se volvió colocando al latino debajo suyo y comenzó a acariciar su pecho musculoso, era algo fantástico sentirlo y verlo retorcerse bajo sus manos, en especial oír sus gemidos de placer mientras torturaba con su lengua una de sus erectas tetillas y una de sus manos traviesas bajaba a su entrepierna y se colocaba sobre la clara y abultada evidencia de su deseo.
- ¡Quatre! - gritó y este sonrió, sería la primera vez que él lo dejara desnudo primero. La otra mano también buscó el lugar y desabrochó el marrueco y el cinturón dejando a la vista el bóxer negro de su amado - por favor - le rogó. Quatre sonrió y lo deslizó hasta dejar al libre el sexo excitado. Bajó lentamente con sus labios por el pecho llegando a su meta mientras sus manos comenzaban a bajarle los pantalones lentamente llevando consigo también la ropa interior. Atrapó el miembro entre sus labios luego de pasar suavemente su lengua en toda su extensión.
Trowa se retorcía de placer, era la primera vez que su ángel le hacía algo así, a veces se inhibía demasiado, y si bien se había imaginado montones de veces lo que sería que él le hiciera algo así, la realidad estaba superando con creces su vívida imaginación. Se retorció de nuevo hasta conseguir quedar por completo desnudo y le acarició el cabello al rubio, quien se detuvo para terminar de desvestirse, también quería gozar.
- ¿Te parece un... 69? - dijo ruborizado al máximo.
- Fantástico - le dijo Trowa casi sin respiración viendo como Quatre se colocaba sobre él ofreciéndole su sexo excitado mientras él continuaba con su trabajo allá abajo.
Ambos se dejaron llevar por las sensaciones placenteras hasta acabar en la boca del otro con un grito ahogado. Trowa hizo a Quatre colocarse sobre él para poder besarlo y abrazarlo lentamente, sensualmente, estaba más tranquilo así, Quatre sabía demostrarle muy bien como y cuanto lo amaba.
- Quiero más - le susurró Quatre tomando de nuevo su sexo entre sus ardorosas manos despertándolo de nuevo - dime ¿tu quieres?
- Quatre, sabes que sí - lo besó en la boca y hundió su lengua dentro de ella recorriendo todos sus rincones para ser atrapada luego por la de Quatre que la frotaba con dulzura y luego se adueñaba del beso.
- Te amo - le dijo casi sin aire mientras sus dedos recorrían la cadera de Trowa hasta alcanzar su trasero. Este lo levantó para permitirle mayor acceso a esa zona y Quatre se levantó colocándose entre sus piernas mientras preparaba el camino con sus inexpertos dedos.
- Poséeme, Quatre - le rogó tratando de facilitarle el trabajo - te amo.
Quatre se colocó contra el ano de Trowa, con las piernas de este sobre sus hombros como tantas veces lo había sentido y visto hacer a él y de un envión lo penetró, pero al ver que este cerraba los ojos y unas lágrimas pequeñas escapaban de sus ojos, trató de retirarse de su interior, sabía bien que dolía, pero Trowa no lo dejó rodeando sus caderas con sus piernas, sólo tenía que acostumbrarse a tenerlo dentro, que sus paredes internas soportaran mejor su invasión. Al poco rato se movió y sintió que un mar de sensaciones lo envolvía.
- ¡Quatre!
El árabe comenzó a moverse lentamente entrando y saliendo del agujerito prieto y caliente de su amado, se sentía sumamente apretado, pero era también sumamente placentero, así que tomó el miembro de Trowa y comenzó a frotarlo con la misma intensidad de sus embestidas. Trowa sentía que ya no daba más de placer, le gustaba aquel delicioso vaivén y el fuerte y posesivo frotar de su sexo, y con un fuerte grito se derramó en la mano de su amado y casi al instante sintió que este lo llenaba de su semilla.
- Te amo - le repitió Quatre saliendo de él y recostándose en su pecho sudado y cansado mientras ambos recuperaban lentamente la respiración y el pulso volvía a la normalidad quedándose bien dormidos así, abrazados.]]

Deia levantó la cabeza, otra vez sueños de otro mundo, pero esta vez no eran ellos sino Quatre y Trowa, ¿acaso no tenía suficiente con ellos como para andar espiando a otras parejas? Que poca vergüenza la de su mente.
- ¿Qué pasa, Deia? - le preguntó Heero alertado por sentirlo despierto - ¿algún ruido extraño?
- Nada, sólo uno de mis sueños que me despertó.
- ¿Soñabas de nuevo con los guardianes del infierno?
- Ojalá hubiese sido eso, veía como lo hacían Trowa y Quatre, pero no los de aquí, los que veía en mi sueño con los guardianes y...
- Tranquilo, si quieres, podemos intentarlo nosotros también, a ver si distraes tu mente de ellos y te concentras en mí.
- Como si no estuviera siempre pendiente de ti - le dijo Deia haciéndose el ofendido - pero ahora tú abajo ¿te parece?
- Como quieras - le sonrió dejándose hacer...

[[- Dúo, tú y yo sabemos que no tenemos todo el tiempo del mundo para dedicarnos a jugar, ya después podremos amarnos a nuestras anchas.
- Pero ¿y si no es así? ¿Y sí ellos consiguen matar a alguno de nosotros? Ya no podremos estar juntos, no habrá oportunidad...
- Amor - lo hizo elevar el rostro hacia él y vio sus ojos llenos de lágrimas y no pudo evitarlo, tomó sus labios en un cálido beso - sabes que te amo de todo corazón, que siempre seré sólo tuyo, no llores, por favor - volvió a besarlo está vez con más pasión.
Dúo separó los labios para permitirle el acceso a su boca y sintió como aquella lengua recorría sus rincones hasta encontrarse con su lengua. Cerró los ojos y se dejó llevar por sus emociones, sus manos que hasta el momento se aferraban a su espalda, subieron por la columna hasta llegara a su nuca y acercarlo mucho más hasta adueñarse del beso que los estaba dejando sin aire.
- Heero - gimió casi sin voz y este se sonrió apartándose un poco antes de volver a atrapar sus labios - te amo.
- Yo a ti - le respondió y comenzó a tironear la polera hasta sacarla del cinturón de los pantalones y así poder acariciar su piel desnuda - ¿Quieres? - le preguntó mirándolo a los ojos.
- Si - era ahora o nunca, se dijo y dejó que le quitara la polera mientras él intentaba lo mismo - eres hermoso.
- Nunca tanto como tú - le replicó y comenzó a acariciarle el pecho lentamente haciendo pequeños círculos alrededor de un pezón mientras sus labios acariciaban su rostro en suaves besos y se acercaban a su oído - eres lo más bello que hay.
- Heero - volvió a gemir cuando sus dedos traviesos atraparon el pezón erecto y comenzaron a frotarlo mientras sentía que sus piernas ya no lo sostendrían más tiempo, el japonés, previendo esto, se dejó caer sobre la cama y luego lo empujó hasta dejarlo de espaldas contra el colchón - me gusta.
- Me alegro - respondió deteniéndose un poco.
- Sigue, por favor.
Pero Heero sólo se había detenido a mirarlo y ahora sus labios comenzaron a descender por su cuello dejando un reguero de pequeños besos que le quemaban la piel hasta llegar al sonrojado pezón atrapándolo entre los dientes mientras su lengua jugueteaba con él. Dúo se sintió desfallecer y un violento espasmo sacudió su cuerpo mientras sentía que los pantalones estaban por estallarle,
- ¡Heero! - dijo acariciando sus hombros y sus cabellos.
Heero sonrió para sí y dejó que una de sus manos vagara por su costado acariciando la piel mientras Dúo contenía la respiración. Se enderezó un poco y volvió a besarlo en los labios antes de tomar el siguiente paso; tomó la hebilla del cinturón y la soltó, luego desabrochó los pantalones y comenzó a retirarlos llevando con ellos la ropa interior y se detuvo a medio camino al ver lo rojo que su amado trenzado estaba.
- ¿Estás bien?
Pero Dúo no le respondió, se quitó los zapatos y se termino de desnudar antes de tomarlo por los hombros y acercarlo a él.
- Es mi turno - le sonrió y lo acarició lentamente.
Pero Heero estaba ya al límite así que se quitó toda la ropa que traía y lo sentó en sus piernas mientras se acariciaban, pero ninguno en realidad se atrevía a dar el siguiente paso puesto que era su primera vez.
- Me gustaría decir que sé lo que hago - le dijo Heero - pero es la primera vez que hago esto y no quiero hacerte daño - le acarició la espalda lentamente.
- Yo he visto cosas - le dijo ruborizado - podría intentarlo y luego tú ¿OK?
- Vamos - lo besó en los labios y se recostó sobre la cama.
Dúo tomó aire y se colocó entre sus piernas, introdujo con mucho cuidado un dedo dentro de Heero para dilatarlo poco a poco mientras con su boca acariciaba su torso desnudo de arriba abajo y luego atrapaba entre sus labios el miembro excitado, le sabía a gloria aquella parte de su anatomía, su sabor salado le inundaba los sentidos mientras Heero se retorcía de placer olvidado de la invasión de sus dedos que ahora eran dos en su interior al que se le unió un tercero hasta que Dúo lo sintió lo bastante preparado para penetrarlo.
- Yo te amo, pero esto va a doler - se disculpó y se posicionó entre las piernas del japonés poniendo su miembro en su entrada y de un envión entró en él. Un grito ahogado fue la respuesta de Heero, pero trató de relajarse al ver la cara de angustia de su trenzado. Le tendió los brazos y lo atrajo hacia él para atrapar sus labios en un beso.
- Te amo, Dúo, me había guardado para ti - le rodeó las caderas con las piernas y lo hizo hundirse más en él - hazme tuyo, por favor.
Dúo se sentía apretado en su interior, pero al moverse era tan placentero, pero no quería gozar a solas, así que atrapó entre sus dedos el pene de Heero y comenzó a frotarlo al mismo ritmo en que se movían sus caderas en un ir y venir tan placentero que ambos querían prolongar al máximo, pero que ya no podían detener.
- ¡Ah! - gritó Dúo sintiendo que no podía más y acabo derramándose en el interior de Heero. Casi de inmediato este lo imitó derramando su semilla en su mano sobre los vientres de ambos.
Con mucho cuidado Dúo se retiró de su interior e iba a colocarse a su lado para descansar un poco cuando vio que las piernas de Heero aún lo aprisionaban contra él.
- Quedémonos así un rato - le pidió y lo volvió a besar en los labios con un beso húmedo y apasionado, pero ya no tan salvaje como los anteriores...]]

Continuará...

Bien quisiera contestar los reviews, pero se me echó a perder el disquete donde los tenía así que voy a tener que volver a bajarlos si quiero responderlos, en fin, le doy la gracias a Jess, que me pidió permiso para traducir la historia, y a Carmín, que fue quien me dejó el último review que yo leí, espero que les guste este capítulo, intentaré adelantar un poco más antes que empiecen las clases, tal vez después no tenga tiempo.
Shio Chang.

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