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Mi Faraón por Shiochang

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Mi Faraón

No sé que decir, espero que les esté gustando, no siempre hago historias de este tipo porque son agotadoras, sin embargo, le he puesto todo mi empeño en buscar algunos datos que me ayuden a mejorarla y hacerla más grata y amena para ustedes. ¡Ah! Y si notan algunas diferencias con lo que publico en FF.net, es porque hago dos ejemplares, uno aquì y el otro allá, claro que ese se demora un poco en aparecer aunque publique casi al mismo tiempo, pero, en fin, se hace lo que se puede o al menos se intenta.

El quinto guerrero

Heero miró el papiro una vez más, no era extraño que Deia diera una orden que los administradores no comprendieran dado que no tenía pies ni cabeza, pero tampoco era común que le preguntara a él sobre su interpretación de los hechos, no era que no estuviera de acuerdo con Deia, claro que siempre habían discutido las órdenes que el egipcio impartía, con eso de transformar algunos monumentos pero sería un trabajo colosal transportar las piedras de las canteras a la ciudad.
- Estoy furioso - le dijo Deia tomando el rollo de sus manos mientras se paseaba molesto por el salón del trono - sería un regalo sorpresa para ti y los estúpidos esos lo arruinaron.
- Pero no te entendieron - trató de calmarlo.
- Debieron preguntarme a mí si no entendían y no acudir a tu persona, les dije que quería que fuera una sorpresa de aniversario - lo rompió en pedazos mientras un fuego azul salía de sus manos y lo consumía sin quemarlo a él - ahora no lo quiero.
- No seas infantil, Deia - lo regañó divertido.
- Soy como quiero - dijo fastidiado - voy a hacerme de un nuevo arquitecto, alguien que no sea tan inútil y no tenga que andar consultando cada sugerencia mía, alguien que transforme esta ciudad en algo digno de mantenerse por la eternidad, que muestre todo el esplendor que hemos logrado.
- La gente acude a mí por costumbre, Deia, recuerda que eres divino por ser el faraón y no se atreven a interrumpirte por cosas que ellos piensan que no son de real relevancia.
- Pues deberían saber que tú eres lo más importante para mí.
- Eso sería como hacerles saber que todas tus decisiones en realidad son mías - le dijo abrazándolo por la cintura - no seria bueno, políticamente hablando, que se supiera quien manda en realidad.
- A mí me importa un bledo - respondió apoyándose en él - después de todo, jamás me ha gustado tomar decisiones y tú lo haces muy bien sin que yo tenga que intervenir más que cuando tengo que dar las órdenes a quien corresponde, pero tal vez así fuera mejor ¿sabes? - se volvió hacia él - así dejarían de insistir en que tenga una esposa mujer que me dé un hijo, si ni imaginarme puedo haciendo con alguien más lo que hago contigo, mucho menos podría hacerlo.
- Pues deberías hacer el intento de embarazar a una chica.
- Primero me cuelgo - respondió molesto - en este mundo no existe nadie que pueda ocupar tu lugar siquiera por unos minutos, menos que sea capaz de despertar mi cuerpo como para engañarte, si sólo tu imagen puede excitarme y si llegase a hacerlo, tendrías que estar presente y luego con qué cara te miro, no, yo no podría hacer algo semejante, ni siquiera por dejar un descendiente mío en el trono de Egipto, sería casi como un sacrilegio, un injuria en contra de tu persona, una locura total. Además...
- Deia, cállate - le dijo Heero interrumpiendo su perorata para luego besarlo en la boca - hablas demasiado - lo acarició y se sentó con él sobre sus piernas - ya encontraré una solución, relájate.
- Es que la única solución posible que yo veo es que tú te embaraces, pero eres hombre y eso es imposible, ni siquiera en mis más locos sueños puedo verte así, no hay manera...
- Amorcito - lo volvió a interrumpir - yo me hago cargo.
- Pero...
- Nada, Deia, para todo hay solución - se echó hacia atrás con él encima y Deia sonrió, Heero sabía bien como hacer para que se olvidara de todo y de todos.

Pero ese no era el único problema que le planteaba el faraón, el conseguirse un nuevo arquitecto al gusto del trenzado no era una cosa tan fácil como este creía, había que cumplir con ciertos requisitos antes de elegir a una persona que a Heero le generara confianza puesto que interactuaría con ambos y a la corta o la larga descubriría quien era el jefe en realidad.
- Estos tipos son unos idiotas - decía Deia sentándose en el trono junto a Heero, los pocos arquitectos que habían conseguido pasar sus pruebas no lo habían logrado con el trenzado, este era exigente con ellos en el plano profesional y personal, no iba a admitir a su lado a nadie que le quitara el cariño de su Heero - no son capaces de hacer nada bien, mira que no entender los planos que les di, a mi me parece que las especificaciones son bastante claras - se lo entregó a Heero que sólo movió la cabeza, Deia tenía razón, el plano estaba prolijamente detallado.
- Es cierto, pero si eres tan exigente no conseguirás a nadie.
- No quiero un inútil a mi servicio - le dijo poniéndose de pie - mucho menos una persona que se vaya a interesar en ti.
- Los celos te van a matar un día de estos - le respondió.
- Tú no pareces entender que mi peor pesadilla es que me dejes para siempre, perderte sería mi más grande dolor.
- Te entiendo más de lo que crees - replicó acercándose a él - no sabes la angustia que viví cuando pensé que no sería capaz de traerte de vuelta a mi lado y yo no me pongo en este plan
- Tú no muestras miedo, Heero - se volvió hacia él y lo abrazó apoyándose en su pecho - eres mi fortaleza, la roca en la que descanso mi alma, de donde saco energías para vivir y soñar en algo mejor donde estemos los dos felices y en paz.
- Por lo mismo debes aceptar a algún arquitecto que me dé confianza, Deia, no podemos dejar a alguien que no cuente con nuestra entera confianza en una posición tan cercana a nosotros, se podría descubrir todo e intentar chantajearnos.
- Pues ninguno de los tipos que escogiste eran de mi confianza - le dijo acariciando sus costillas - yo también debo tenerle confianza si le voy a entregar mis proyectos de construcción e inmortalidad.
- Creo que deberíamos hacer un concurso público para proveer el cargo - le dijo pensativo - sería lo más justo.
- Sería divertido - asintió - podríamos pedir que nos hicieran un modelo a escala de un nuevo palacio real y escoger el mejor de todos para nosotros, pero seguir probando la integridad del arquitecto antes de nombrarlo oficialmente en el cargo, incluso ir tanteando si no se fija en ti o en mí, si es de confianza como para que trabaje codo a codo con nosotros y...
- Deia, respira - lo regañó divertido.
- Siempre me regañas - le dijo haciendo un puchero.
- Yo no sé cómo hablas tanto sin tomar aire - le acarició la mejilla - daré la orden del concurso y las especificaciones ¿de acuerdo?
- Me pregunto... - empezó apartándose de él.
- ¿Qué cosa? - lo miró intrigado.
- Si Quatre habrá conseguido sacarle algo a ese extranjero con su "tortura" - dijo malicioso - a mí me encantaría que me dieras motivo para torturarte así.
- Pervertido - le replicó sonrojándose y salió de la sala del trono.
Quatre entró en el salón del trono en silencio pero con una sonrisa complacida en sus labios, vaya que lo había pasado bien anoche "torturando" a Trowa, este había estado dispuesto a sufrir lo que fuera necesario antes de hablar, pero lo que el pequeño árabe le hizo sentir fue demasiado para él y el rotundo placer que sintiò en su cuerpo lo hizo soltar la lengua y contarle a su "dueño" todo lo que este quisiera saber.
- Así que te lo desayunaste - le dijo Deia mirando su cara y el rubio se sonrojó violentamente - le habrás sacado alguna información útil para nosotros.
- Si, majestad, me dijo que lo había contratado la princesa Relena por medio del hombre que lo acompañaba, que no la conocía personalmente.
- Esa mujer es la que me quiere quitar a Heero pese a que está casada - dijo molesto - ¿algo más?
- Bueno, al parecer no sólo ella está interesada en su muerte, pero claro, al parecer ella no sabía del odio de ese hombre hacia el Sr. Heero o no le habría permitido acercarse a él y este no conocía las órdenes que tenía Trowa puesto que se le entregó a este en un rollo lacrado o su misión habròa fracasado antes de comenzar.
- ¿Conservaría de casualidad el rollo?
- No, el hombre tenía órdenes de destruirlo una vez leído.
- Mm, así no tenemos pruebas incriminatorias contra la arpía esa, sería la palabra de Trowa, un extranjero mercenario en mis tierras, contra las de Relena, una de mis hermanas - se puso de pie - ahora ¿cómo nos vamos a deshacer de ella?
- Usted podría acusarla de intento de sedición, majestad, y ajusticiarla sin juicio - le dijo uno de los escribas.
- No voy a ser como mi padre - respondió molesto - después no tendría cara de mirar a los ojos a Heero.
- Y él es demasiado astuto como para no darse cuenta de las cosas - dijo otro de los escribanos - pero podría alejarla de aquí de otra manera, como enviando a su esposo de embajador a otra nación lejana, excelencia, y ella tendría que seguirlo como le corresponde a una buena esposa ¿no cree? Esa podría ser la mejor solución a ese problema, excelencia.
- Quatre, trae al prisionero a mi presencia, tal vez nos pueda ser de alguna utilidad que ella sepa que atrapamos a quien supuestamente iba a asesinarme para que acepte irse por un tiempo de aquí.
- Si, su majestad.
- Y después me contarás que le hiciste para que hablara.
- Fue muy divertido - respondió y se retiró.
- Heero se va a enfadar - sonrió Deia divertido - que uno de los guardias vaya por mi cuñado y mi hermana, es hora de aparatar a los buitres del trono.

Heero miró a Deia y a Quatre que charlaban amenamente en un rincón apartado del jardín, ¿qué se traería entre manos ese loco trenzado? Si antes no quería ni ver al rubio cerca porque se lo comían los celos y ahora estaban de lo más amigos conversando, eso le olía a gato encerrado, porque tan pronto él se acercaba a ellos o, cambiaban de conversación o sólo se desentendían de él y se iban a conversar a otro lado ¿qué planes tendría en la cabeza su faraón? Alguna locura o se lo habría dicho.
- Sr. Heero - le dijo uno de los guardias haciéndole una reverencia - ha llegado un comunicado muy extraño, me dijeron que sólo usted lo entendería - le entregó un pergamino y se retiró.
Heero lo abrió y lo leyó asombrado, esa letra la conocía desde hacía tiempo y nunca creyó volver a ver ese tipo de inscripciones en su vida, menos allí en Egipto, pero claro, si el faraón veía la carta se pondría celoso de nuevo, pero si lo que decía era cierto y su amigo trabajaba con un arquitecto postulante, era mejor que Deia lo supiera de antemano.
- Heero - le dijo este sobresaltándolo por no haberlo sentido tomando el rollo de sus manos - ¿qué es esto?
- Una carta - la apartó de sus manos - de todas maneras no la vas a entender, está escrita en mi idioma nativo.
- ¿Y quién te escribe en tu idioma? - le dijo dejando ver un atisbo de celos en su voz - porque quién sea te conoce muy bien.
- Lo conozco desde niño - le dijo y vio que sus ojos se oscurecían de rabia - nunca pensé volver a verlo, en especial porque a él lo vendieron siendo muy joven a un arquitecto extranjero, hasta ahora no había tenido noticias suyas, pero me pide ayuda para separarse de su amo que está decidido a volverse el arquitecto del faraón aunque tenga que matarme a mí.
- ¿Otro enamorado del pasado? - le dijo dejando salir los celos.
- Deia, Deia - le dijo moviendo la cabeza - Wufei y yo somos enemigos por naturaleza, él es un continental, un chino proveniente de una aristocrática familia venida a menos, pero aristócrata, y que fue vendido como castigo por haberse casado con una muchacha de otro clan que no tenía cómo pagar su dote y adquirir un Dragón Chang - le explicó - Wufei siempre hablaba de regresar a casa con Nataku y tener muchos hijos.
- ¡Ah! - dijo más tranquilo - sabes que no me gusta la competencia.
- Su majestad, Trowa me dice si usted le permite estar en su presencia para ayudarlo, él sólo quiso matarlo porque le pagaron una enorme suma para que lo hiciera, pero se arrepiente de ello, dice que será un buen soldado a su servicio - le dijo Quatre de un tirón.
- El chico te gusta ¿verdad? - le dijo Heero divertido y vio que se sonrojaba - ¿qué opinas, Deia?
- Que me voy a llenar de extranjeros - asintió sonriendo - y escríbele a tu amigo, quiero conocerlo, cualquiera que me pueda contar cosas de tu pasado de las que tú no me hablas es bienvenido.
- Deia - le reclamó divertido - eres un plato - se marchó.
- Debe estar con toda la curiosidad respecto a nosotros - sonrió el trenzado sentándose en una banca de piedra señalándole a Quatre que lo imitara - pero jamás preguntará nada, lo admiro por eso, la curiosidad no se la gana.
- Pero usted es todo lo contrario - sonrió malicioso y divertido - pero me agrada contarle lo que le hice a Trowa, él estaba preparado para el dolor, pero no pudo resistirse al placer que le di, incluso pedía más cada vez más fuerte - se sonrojó - pero no le di lo que quería hasta que me lo dijo todo.

//Entramos a nuestra habitación en el más rotundo silencio, lo vi tan guapo con los labios apretados y todo tenso tan dispuesto a soportar cualquier tortura que yo estuviera dispuesto a darle sin abrir los labios, que no me aguanté la tentación de tocar su piel, era más suave que cualquier tela que yo hubiese tocado en mi vida y sentí que una especie de hormigueo comenzaba allí donde lo tocaba y terminaba en... bueno, usted sabe, así que hice que el guardia lo echara sobre la cama y amarrara sus manos sobre la cabecera, luego le dije que nos dejara a solas, que lo llamarìa cuando lo necesitara. Noté que Trowa entrecerraba los ojos al verlo salir, pero yo cerré la puerta con seguro y regresé junto a él para preguntarle cosas, pero no habría la boca, aunque noté que sus mejillas se habían sonrojado cuando rocé su muslo con el mío.
Quizás haya sido un poco alocado, pero quería saber a qué sabía su piel, pero comencé a acariciar su pecho con las manos para seguir con mis labios frotando con dedicación sus pezones, bajé a su ombligo y mis manos apararon su ropa a tirones hasta dejarlo por completo desnudo, su cuerpo es tan perfecto, que me hice a un lado para mirarlo antes de volver al ataque.
Sonreí para mí al ver que había cerrado los ojos y sus labios se habían separado buscando el aire que parecía faltarle a sus pulmones, pero no lo dejé en paz, mis manos acariciaron una vez más por todos lados, sin tocar aquella parte de su cuerpo que se erguía orgullosa pidiendo atención. En ese momento comencé a preguntarle de nuevo, prodigando nuevas caricias cada vez mas atrevidas sobre su cuerpo excitado a cada respuesta que recibía, tanto así que me contó hasta acerca de su vida en su país allá en las siete colinas de Roma, en ese momento bajé mi boca y le atrapé el orgulloso, gritó de placer, lo solté y pregunté por la persona que lo había contratado, me dijo que no la conocía, sólo de nombre, pregunté cual era su nombre, me respondió todo lo que sabía de ella y lo hice acabar. Sin embargo, yo quería mucho más de él y le hice preguntas del plan para matarlo y como premio a sus respuestas lo hice mío.
Lo hubiese visto, se retorcía de placer, agitaba su cuerpo entero, me apretaba contra él con sus piernas, me apretaba con sus músculos internos, creo que hasta luces de colores vi al acabar dentro de él y el gritó que me amaba.//
- Pobrecito, no se esperaba algo semejante ¿verdad? - se rió Deia - era más fácil aguantar el dolor que el placer.
- Lo que más le llamó la atención, según me dijo, fue que usted lo atrapara tan fácilmente en los brazos de la estatua - suspiró sonrojado por el relato anterior - y la facilidad del Sr. Heero para pelear con esa espada que no parece tener filo pero que es peligrosísima, dejando sólo una mancha de sangre del cuerpo de su rival.
- Heero me dijo que había sido entrenado para samurai, que por eso era tan hábil para manejar la catana, una espada especial que necesita de un giro de muñeca para ponerse afilada - hizo un gesto - no me encontraría con él en un callejón oscuro, amo demasiado mi cabeza para perderla.
- Pues si me perdona que lo diga, yo creo que ya la perdió por el Sr. Heero - le dijo Quatre divertido - pero dicen los sirvientes que pronto va a tener que dejarlo para hacerse de un heredero ¿es cierto eso?
- He estado pensando mucho al respecto - dijo el trenzado - no tengo muchas soluciones al respecto, excepto que apareciera en algún lugar el libro de la vida con un conjuro especial para tener un heredero sin tener que recurrir a una mujer para hacerlo.
- Lo veo un poco difícil, excelencia, los sacerdotes jamás se lo entregarían.
- Lo sé, pero hay un lugar a donde puedo ir a averiguar al respecto - sonrió - pero no le digas nada a Heero ¿eh? No quiero que se entere hasta que sea demasiado tarde para revertir la situación.
- Se va a enojar si se entera que usted confió en mí y no en él.
- No lo hará, estará feliz de haberse deshecho de un problema - sonrió - espera ya regreso - dijo poniéndose de pie y desapareció ante los asombrados ojos de Quatre y de los guardias que lo custodiaban.
- ¿Dónde se metió el faraón? - se miraron todos angustiados.

Deia fue detenido por un hombre alado antes de conseguir llegar a su destino el que se lo llevó de un brazo ante su superior que lo miraba molesto, era el mismo que los había sacado con Heero la vez anterior que visitaron el lugar.
- Me parece haberte dicho claramente que no volvieras por estos lados - lo regañó con calma - si despiertas a los guardianes del infierno antes de tiempo pondrás en peligro a toda la humanidad y sin remedio alguno - miró al otro joven - estaba solo ¿verdad?
- Heero sigue en su mundo, san Gabriel - le contestó inclinando la cabeza.
- Menos mal - suspiró - dime cuál es tu problema y veremos si te podemos dar una solución antes de regresarte a la Tierra.
- ¿Cómo sabe que tengo problemas? - lo miró intrigado.
- Deia, Deia, aquí todo se sabe. Además, no te habrías arriesgado a la ira de tu esposo así porque sí ¿cierto?
- Cierto - sonrió - lo que pasa es que necesito un heredero, mi pueblo me lo exige, pero yo no quiero engañar a Heero ni serle infiel.
- Sólo las mujeres humanas pueden tener hijos de forma natural, …l los hizo así para que compartieran sus vidas.
- Pero siempre hay excepciones, hermano, y me parece que él es una de ellas - dijo otro hombre alado entrando en la sala - el Padre me envió a ayudarte, pequeño, pero ten en cuenta los riegos que corres al aceptar dar a luz un hijo - le explicó al verlo intrigado.
- ¿Yo seré el embarazado? - dijo alarmado.
- Así se me dijo - le sonrió tranquilo y le puso la mano en el hombro - no te preocupes, pequeño, será lo más normal posible.
- Rafael - le llamó la atención su hermano - ¿estas seguro que …l te dijo eso?
- Gabriel, …l me lo ordenó y yo no lo discuto - lo regañó con cariño.
- Lo siento, pero pensé que pudiste equivocarte, el que se permita engendrar un hijo en un varón es algo extraño - se disculpó y vio como lo conducía a una cámara.
- Mi querido Gabriel - le dijo una dulce voz a sus espaldas - recuerda que ellos siguen siendo en parte ángeles, pueden hacerlo siempre que sea una sola vez y se mantengan fieles entre ellos.
- Lo sé, Señor - sonrió - pero aún no es hora.
- No, aún no - desapareció.
- Bien, Deia, debes tener cuidado, eres fértil sólo por unas semanas, si pierdes la ocasión ya no podrás volver a intentarlo jamás.
- Bien, ahora puedes marcharte y no regreses hasta que te vayamos a buscar ¿entendido? - le dijo Gabriel - y que tengas un hermoso hijo.
- Gracias - les sonrió y regresó a palacio delante de un enojado Heero que lo agarró de un brazo y se lo llevó a la rastra a su habitación, no habría testigos de esa pelea.
Deia miró la habitación luego que Heero lo soltara, le dolía el brazo del violento apretón que le había dado y, para colmo de males, tenía deseos de llorar por el trato que le daba su amado. Heero se volvió hacia él y vio sus ojos cristalizados de lágrimas y eso le dolió mucho, se acercó a él y lo abrazó con fuerza contra su pecho por completo olvidado de su enojo. Deia, al sentir su abrazo, comenzó a sollozar y se volvió un mar de lágrimas.
- Perdóname, Deia, no quise hacerte daño, sólo que estaba muy angustiado por tu desaparición - le dijo acariciándole el cabello - no sabía dónde estabas y si estabas bien.
- Soy un llorón de primera - le trató de sonreír limpiando las lágrimas con el dorso de su mano - pero estoy bien, sólo un poco cansado - se aferró a él.
- ¿Y se puede saber dónde te habías metido? - le dijo preocupado.
- Andaba buscando una solución a nuestros problemas - le dijo separándose un poco - y ya tengo la manera de tener un hijo sin que alguno le tenga que ser infiel al otro - se soltó y se sentó en la cama - ¿quieres que te cuente?
- Creo que de todas maneras estás ansioso de contarme - se sentó a su lado.
- Pero sin enojarse - le dijo echándose sobre él.
- Mm, voy a intentarlo - replicó Heero mirándolo cómo se acomodaba sobre él mientras lo empujaba sobre la cama.
- Bien, lo que pasa es lo siguiente, fui al otro mundo a preguntarles donde está el libro de la vida...
- Nos prohibieron ir allí porque podíamos despertar a los guardianes - le recordó.
- Lo sé, pero no alcancé a llegar a mi destino y me llevaron con uno de los superiores, me regañaron y me iban a mandar de vuelta sin una respuesta, pero llegó su hermano y me dijo que él me podía ayudar a tener un hijo, pero debemos hacerlo pronto o ya no será nunca.
- Y quieres hacerlo ahora ¿no es cierto? - le dijo divertido - pero nos daremos un baño primero, para que te relajes.
- No, primero me harás el amor y luego lo que quieras.
- ¿Me quieres decir que tú vas a embarazarte? - le dijo asombrado - pero tú no puedes hacer eso, eres el faraón y por lo tanto obligatoriamente debo ser yo quien lo haga, sería más lógico.
- Pero fui yo el fertilizado y seré yo quien se embarace - replicó - así se decidió y así se hará.
- Pues me niego a embarazarte - le dijo quitándolo de encima - no acabaremos de un solo plumazo con todo el trabajo que nos ha tomado reconstruir el reino a su antiguo esplendor.
- Heero, si no hacemos a nuestro hijo pronto ya jamás podremos tenerlo por este medio - le dijo casi llorando - entiendo que estés disgustado porque antes no te pregunté, pero es que yo no quiero serte infiel de ninguna manera y si tenemos un hijo de ambos ¿Qué importa quien sea la madre? - se sentó en el borde de la cama y se dejó caer al suelo llorando - ¿es acaso que no me amas lo suficiente como para aceptar un hijo mío?
- Deia - se agachó a su lado y lo abrazó contra su pecho - tú nunca piensas con la cabeza, lo haces con el corazón.
- Pero es porque te amo, no existe otro motivo, además, ellos no me habrían ayudado si tú hubieses ido.
- Pero, Deia, políticamente hablando, eso te haría daño.
- ¡Que me importa a mí la política si tengo tu amor y un hijo tuyo! - le dijo dejando que las lágrimas salieran una vez más.
- Eres un chantajista - le dijo y lo besó en los labios - te amo.
- ¿Me harás un hijo, Heero? - lo miró limpiando las lágrimas con el dorso de su mano de sus cristalinos ojos.
- Cuantos quieras - asintió y vio como se aferraba a su pecho.
- Te amo, Heero, tanto como no te imaginas.
Heero cerró los ojos al sentir que los labios del trenzado se deslizaban lentamente por su pecho desnudo acariciando levemente su piel, pero su sangre comenzaba a arder con el leve roce de sus labios y su lengua, siempre le había encantado dejarse hacer así por él, siempre las sensaciones eran magníficas y las sentía con mayor intensidad que las primeras, tal vez porque ya había agarrado práctica o conocía mucho mejor sus puntos sensibles.
- ¡Ah, Deia! - gimió al sentir que Deia apartaba sus ropas y le atrapaba el miembro excitado para volverlo loco de placer - me gusta - gimió dejándose hacer.
- Me gusta tenerte - le dijo Deia - pero debemos cambiar de posición - le sonrió soltándolo - yo abajo.
- Mm - respondió enderezándose para recostarlo sobre la cama y se subió sobre él cubriéndole el pecho de besos y suaves caricias que enloquecían y hacían hervir la sangre del trenzado, que se retorcía cada vez que bajaba y subía por su pecho succionando, mordiendo, lamiendo y besando sus pezones dejándolos duros como piedras mientras sus manos recorrían sus piernas tanto por dentro como por fuera sin tocar aquella parte tan sensible y necesitada de atención.
- ¡Heero! - le reclamó molesto al ver que no le daba lo que quería - ¡ah! - dejó escapar cuando la mano de este le atrapó el miembro y comenzó a frotarlo suavecito y lentamente mientras su otra mano viajaba por su trasero hasta su entrada para preparar el camino - ¡Heero!
Pero los oídos de Heero ya no escuchaban nada externo, toda su concentración estaba centrada en darle placer a su amado faraón, tanto así que se olvidó de si mismo y siguió jugando con el cuerpo de su amado descendiendo ahora con los labios hasta atraparlo con su boca para darle más placer aún hasta casi hacerlo acabar.
- ¡No, Heero, dentro de mí! - gimió Deia sintiendo que ya no podía más. Heero simplemente se apartó, separó sus piernas y sin más preámbulos, se situó frente su agujerito ya listo y lo penetró de un solo empujón - ¡Heero! - se quejó por el dolor, pero este comenzó de nuevo a jugar con su miembro mientras se movía dentro de él lentamente - ¡Heero! - repitió pero ahora en otro tono - más - le pedía - más fuerte.
La mente de Heero estaba como ida, le encantaba sentirse así, en la cima del placer, dentro de su trenzado, viendo como este se agitaba cada vez con más fuerza por el placer que él le brindaba, como este le gritaba su amor eterno y él le respondía con el mismo ardor, con el mismo empuje de su cuerpo, a tal punto que Deia se sentía rozar las estrellas mientras Heero tocaba el paraíso en su interior y ambos terminaban en un estallido de luces multicolores y gemidos de placer.
- Eso estuvo bien ¿verdad? - le dijo Deia mirando a Heero que se salía de su interior con cuidado y se dejaba caer con cuidado sobre la cama junto a él - ¿estás bien, amor?
- Si, sólo necesito descansar - le dijo poniéndose boca abajo pasando el brazo por encima de su pecho y durmiéndose enseguida.
"Es natural que se duerma así - le dijo una voz que se le hizo familiar - de sus energías crearás al hijo que en nueve meses nacerá de tu vientre"
- ¿Ya estoy embarazado? - murmuró asombrado.
"Mientras más pronto lo hicieras, mejor sería el resultado, sólo espero que seas capaz de soportar el proceso"
- ¿El proceso? ¿De cuál proceso me hablas? - preguntó pero ya no obtuvo respuesta y también se durmió profundamente.

Al día siguiente comenzaron a llegar al palacio los arquitectos concursantes por el nuevo arquitecto de Deia Mon, quien revisaba minuciosamente todos los modelos a escala que habían llegado, algunos eran demasiado cargados, muchos adornos para su gusto, otro demasiado simples, algunos estaban cargados de imágenes suyas, pero si lo aceptara sería un reflejo de una vanidad que él no tenía y lo rechazó, el otro le hizo pensar que el tipo estaba obsesionado con su Heero y lo rechazó de plano, nadie osaría a mirar a su Heero.
- Su majestad - le dijo Heero mirando el trabajo de uno de los arquitectos - este parece ser uno de los mejores - se inclinó hacia él y le dijo al oído - lo hizo Wufei, pero su amo lo presenta como suyo.
- Si, puede ser - dijo asintiendo a sus palabras - quedará en el concurso, veremos si llegan otros más tarde y elegiré el mejor - agregó mirando el resto de los modelos - mm, no me gusta, parece demasiado lúgubre, más parece un panteón que un palacio - lo rechazó.
- Creo que debería descansar - le dijo Heero preocupado - tiene mala cara.
- Estoy bien - le dijo molesto mirando el resto de los modelos sin prestarle atención a las palabras de su esposo.
Sin embargo, algo le sucedió de improviso, sintió que todo a su alrededor se movía, que giraba violentamente y caía en un pozo negro sin fondo sin poder sujetarse de nada y perdió el conocimiento.
- ¡Faraón! - dijo Heero alcanzando a detenerlo en su caída - háganse a un lado - ordenó molesto haciendo que todos los presentes le abrieran camino. Se agachó un poco y lo levantó entre sus brazos dirigiéndose a su habitación.
- Sr. Heero ¿necesita algo? - le dijo Quatre solícito mientras lo seguía hasta la habitación.
- No, Quatre, creo sólo necesita descansar.
- Si me necesita...
- Te llamaré - lo cortó - Deia va a estar bien, no te preocupes, vete.
- Como usted mande - se inclinó preocupado y se marchó.
- Mi pobre Deia ¿son los efectos del embarazo?
- El hombre me lo dijo después que hicimos el amor - le respondió él abriendo sus ojos - él me dijo si sería capaz de soportar el proceso.
- Y yo que pensé que los síntomas vendrían más adelante - suspiró - pero todos los embarazos duran nueve meses ¿qué vamos a hacer para ocultarlo? No puedo decir que estás enfermo de algo, empezarían de nuevo con la tontera de casarte con alguna "princesa adecuada y buen partido" para ser tu esposa y la madre del próximo faraón.
- Me duele la pancita - se quejó Deia sin escucharlo.
- Sí estás así cuando apenas comienza el embarazo, no quiero ni imaginarme que va a ser cuando tengas unos cuantos meses - movió la cabeza.
- Hazme cariñito - le pidió tomando su mano.
- Muy bien - le dijo cansado y se sentó a su lado mientras le frotaba el abdomen suavemente - espero que esto realmente valga la pena y escuches cuando te hago alguna recomendación para tu salud y la del bebé.
- Te amo mucho - le dijo recargándose en su hombro quedándose dormido casi de inmediato.
- Mi loquito - le dijo acomodándolo en su pecho mientras se echaba hacia atrás decidiéndose a dormir una siesta aunque sólo fuera media mañana.

Tres días más se tomó el trenzado antes de decidir que modelo convertiría en su palacio, y mientras Heero había hablado con el arquitecto dueño de su amigo acerca de comprarle al chino para el faraón, pero este se negaba rotundamente a soltarlo, decía que era muy valioso para él, sin embargo, Heero sabía que era porque Wufei hacía su trabajo mejor que el propio arquitecto. Pero la mujer de este accedió a venderlo a buen precio porque ella sospechaba que su esposo se acostaba con el esclavo y no quería ni verlo. Es tarde Wufei fue llevado al servicio del faraón y al anochecer encontraron al arquitecto muerto en su cama,
- Ese viejo asqueroso - dijo Wufei - nunca dormí con él, por más que lo intentó.
- Ahora eres mi esclavo - le dijo Heero y lo vio apretar los labios.
- Sólo porque eres el esposo del faraón - replicó cruzándose de brazos.
- No sólo por eso, yo te compré - replicó.
- Pero el oro no es tuyo, es de tu esposo - insistió.
- Ya, me voy a enfermar - los cortó Deia - Hola, eres Wufei ¿verdad?
- A su servicio, su excelencia - le hizo una reverencia.
- ¿Te sientes bien, Deia? - le dijo preocupado mirándolo detenidamente - estás muy pálido.
- Sólo estoy cansado - le dijo sentándose en una banca puesto que estaban en el jardín - tanto ir y venir me está matando, siento el cuerpo pesado.
- Te llevo a la habitación - le ofreció.
- Oh, no - se negó - van a pensar que estoy enfermo y van a empezar con la cantinela de siempre... - se calló - se me mueve el piso - dijo asustado.
- Pues no es el único - le dijo Wufei sentándose en el suelo - parece que es un movimiento terrible.
Un ruido subterráneo y horrible se escuchó y el suelo se sacudió con mayor violencia haciendo a Heero caer al suelo aferrado a la banca en la que estaba el trenzado sentado y otro ruido se escuchó mientras una nube enorme de polvo se levantaba oscureciendo el cielo y luego el griterío se escuchó en toda la ciudad, una de las paredes de palacio se había rajado de arriba abajo y las estatuas de su abuelo se habían venido todas al suelo.
- Esto es terrible - les dijo Quatre que caminaba esquivando los escombros seguido de cerca por Trowa que miraba a Heero en silencio - parece que la ciudad quiso caerse al suelo - les señaló a la distancia - todos los monumentos de su padre y su abuelo han sido derribados, majestad.
"Los cinco guardianes de la Tierra se han reunido antes de tiempo - dijo una voz que volvió a remecer la tierra con gran violencia - ¿qué van a hacer tú y los tuyos al respecto ahora que estoy libre? No pueden detener el fin ya"
- ¿Quién habla? - dijo Deia aferrándose a Heero asustado - tiene una esencia muy maligna - afirmó ocultando su rostro en el pecho de su esposo.
"El fin se acerca" - se rió y de nueva cuenta comenzó a remecerse la tierra.
"Estás equivocado, no podrás salir de tu prisión todavía - le dijo una voz que tranquilizó la tierra - aún no es tiempo para dejar a tu merced a la humanidad, debes encontrar las llaves que abran tu prisión y una de ellas no ha sido creada"
"¡AHG!" gritó molesto y dejó de temblar.
- ¿Qué diantre fue eso? - dijo Wufei tratando de ocultar su gran miedo mirando alternativamente a Deia que se ocultaba en el pecho de Heero y a Quatre que se aferraba con gran violencia y fuerza a su esclavo amado.
- Una voz del infierno - replicó Heero - no creo que haya alguien capaz y deseoso de destruirnos que no venga del mundo oscuro.
- ¡Yo quiero que mi hijo nazca! - lloriqueó Deia casi sin darse cuenta.
- Tranquilo, nada pasará mientras la llave que la segunda voz mencionó no sea creada - le dijo Heero acariciando su nuca.
- ¿Qué quiere decir con eso que quiere que su hijo nazca? - lo miró Wufei.
- Nada - le dijo besando en la frente al trenzado - ¿estás mejor?
- Si, pero quiero dormir un poco - miró el palacio - ¿crees que se derrumbe? - le dijo a Wufei mirádolo atentamente.
- Este sector, posiblemente, recibió terribles daños estructurales en los soportes por lo que se puede ver a simple vista - le dijo mirando fijamente los muros calculando el daño - pero el otro sector de palacio parece haber resistido mejor el embate, este aguantará unos días mientras se reconstruye el palacio o le hacen una residencia provisoria para derribar esta y hacer la que usted eligió.
- Eso me deja más tranquilo - suspiró y se desmayó en los brazos de Heero
- No otra vez - dijo Heero molesto, si seguían con los mismos síntomas por más tiempo iba a tener problemas para sobrellevar el resto del embarazo.
- ¿Qué le pasa al faraón? - dijo Quatre preocupado.
- Está embarazado - aseveró Trowa y recibió una mirada asesina de Heero.
- ¿Cómo dices? - lo miró Quatre asombrado.
- ¡Eso es imposible! - replicó Wufei volviéndose hacia Heero pero este ya se alejaba con en trenzado en brazos - ¿o no?
- Los desmayos son síntomas comunes de embarazo en las mujeres - les dijo - es y los vómitos matinales.
- Tal vez el faraón sólo esté impresionado - lo defendió Quatre, pero su corazón le dijo que era cierto.
- Pues la mirada que me lanzó su esposo me lo confirmó.

Deia se despertó en su cama recostado sobre el pecho de su esposo, eso de estarse desmayando a cada rato no le hacía ninguna gracia pero no podía ponerle ningún remedio.
- Los síntomas se te va a pasar en algún momento - le dijo Heero acariciando su cabello - sólo espero que sea pronto.
- ¿Se sentirán así todas las embarazadas?
- Tal vez - se encogió de hombros - descansa ¿quieres?
- Bueno, pero cuando despierte quiero algo suculento de comer.
- Si antes comías como caballo y eras uno, ahora el reino se va arruinar antes de llenarte - le dijo Heero, pero el trenzado ya se había dormido.

El palacio y la ciudad comenzó a reconstruirse de las ruinas luego del terremoto, aquello le dio a los arquitectos seleccionados la perfecta oportunidad de mostrar todo su saber al faraón, claro que este no iba a visitar las construcciones muy seguido, se sentía pésimo por las mañanas, aunque había dejado de desmayarse por las impresiones, además, tenía inflamado el rostro o las piernas a ratos, esto último le dificultaba caminar, le dolía a cada rato la cabeza y Heero no encontraba qué hacer para calmarlo sin recurrir a alguna droga, le dolía el abdomen, que en esos casi cuatro meses le había crecido bastante, y la visión se le nublaba. Claro, a Heero no le hacía mucha gracia lo notorio de su embarazo, pero tuvo que hacérselo saber al médico real y este le hizo una serie de pequeñas pruebas al faraón para comprobar su estado de gravidez.
- Esto es extraordinario, su majestad - le dijo el médico sonriendo - es tan improbable que un hombre se embarace, pero veo que usted es especial.
- Doctor Traize - le dijo molesto - quiero saber si estas molestias se me van a quitar pronto, ya no las aguanto - le dijo Deia apoyando su mano en su vientre - deseo mucho a mi hijo, pero me siento pésimo.
- Bueno, no puedo decirle nada respecto a eso, excelencia - admitió - sé que a muchas de las mujeres se les quitan o aminoran al quinto mes, sin embargo, su caso es algo especial dado que no se trata de algo muy común, debe ser único en la historia de la medicina.
- Así que seguirá igual hasta el quinto mes, al menos - dijo Heero preocupado - pero debe haber algo que pueda hacer para aliviarlo ¿o no?
- Claro que sí, hay varias cosas que se pueden hacer.
- ¿Cuáles? - dijo el trenzado sintiéndose mareado de nuevo.
- Debe regular su alimentación, debe comer más frutas y verduras que masas y golosinas, dejar de beber vino y cerveza...
- Heero ya me los quitó - se quejó - he estado tomando puros jugos de frutas cocidas y no me gustan.
- No desvelarse - continuó divertido - no hacer fuerza porque podría darse algún golpe y dañar al bebé, puede bañarse por las mañanas con agua fría para aliviar el dolor en las piernas y por la tarde, dormir con las piernas en alto para que la sangre circule correctamente - miró a Heero - si le duele la barriga deberás hacerle un masaje con emplasto de légamo del Nilo, eso lo aliviará, pero trata que este no esté frío ni caliente, le haría daño a su hijo.
- ¿Y qué hago con sus cambios de humor?
- Soportarlos, no te queda de otra, es algo natural dado a que está generando en su cerebro nuevos líquidos desconocidos para su organismo y debe adaptarse a ellos para poder controlarlos y dudo que sea algo muy fácil de lograr.
- O sea, sus cambios e humar van a seguir hasta que el bebé nazca.
- Pero creo que debo advertirles algo, creo que tiene más de un bebé en su vientre y por eso tiene tantas molestias todavía.
- ¿Gemelos? - dijo Heero alarmado y asustado.
- Así que tienes que cuidarlos todavía más - le advirtió - pero no me han dicho cuanto tiempo lleva.
- Casi cuatro meses - le dijo Deia mirando a Heero que estaba pálido - fue tres días antes del terremoto que botó la ciudad.
- Mm, pues tendríamos que hacer una par de pruebas, a estas alturas del embarazo es menos riesgoso para el bebé hacerlas y sabremos con certeza si son o no son gemelos.
- Parece que Heero la hizo buena - se sonrió Deia - vamos, no te pongas así.
- Es que anduve averiguando de tu madre y ella murió por dar a luz a gemelas - le dijo - no quiero perderte.
- La reina, según me dijo el médico anterior, murió en el parto, pero porque el faraón la golpeó y la lanzó por las escaleras de la mazmorra cuando la encontró con el General Solo, creo que fue por celos ya que ella le llevaba consuelo al pobre hombre dado que estaba siendo tratado injustamente desde hacía un año.
- Lo sé, me contaron su historia.
- Me preocupa todo eso, yo no quiero llegar a ser como mi padre, pero cuando me nacen los celos se vuelven incontrolables para mí y quiero encerrar a Heero en un lugar donde sólo yo pueda verlo.
- Eso es lo que pretendió su padre - le dijo un hombre rubio entrando en la sala - dijo que lo amaba y lo encerró en el ala norte del palacio, pero el general se escapó con ayuda de su madre y por eso lo acusaron de estar con la reina.
- ¿Y cómo conoces tú la historia, Zech? - le dijo el trenzado.
- Yo soy hijo del médico real anterior - le recordó - pero como mi madre era extranjera, no se me permitió ocupar su lugar, pero se lo dieron a mi novio - abrazó a Traize - una concesión a la labor de mi padre.
- Bueno, hagamos todas las pruebas mientras consultas a Heero sobre sus datos familiares.
- Bien, toma asiento, esto va a tomar su tiempo.
- Heero no habla mucho de su familia allá en su isla - le dijo Deia - a ver que logras sacarle tú.
- Bien, primero que nada, cuántos años tienes.
- Veintiuno.
- ¿Tienes hermanos y hermanas?
- Mi familia es numerosa, tengo tres hermanas mayores y cinco hermanos menores, si no más - miró a Deia - el terrateniente me obligó a salir de mi casa cuando era todavía un niño.
- ¿Alguna enfermedad extraña en tu familia?
- No que yo sepa.
- Recuerda que estas preguntas son sólo para asegurarnos que el bebé nacerá bien - le dijo el rubio.
- Lo sé, pero me preocupa más lo que le hace a Deia,
- Sigamos, eso le tomará tiempo - le dijo encogiéndose de hombros - nosotros sabemos que el faraón no ha tenido enfermedades en su vida, pero ¿y tú?
- Nada más que fiebre una vez que me caí al río congelado cuando tenía seis años - dijo pensativo - fue porque el hielo estaba delgado ya.
- ¿Un río congelado? - dijo Deia asombrado - ¿cómo es eso?
- En Japón hay épocas del año en que hay temperaturas extremadamente bajas, entonces nieva y todo líquido se congela, todo queda blanco.
- ¡Quiero conocer tu país!
- Ya, está listo, veamos que pasa - dio un suave golpecito y escuchó atentamente la respuesta - ¡vaya! - dijo asombrado - lo siento, Heero, no me equivoqué, son gemelos y vas a tener que cuidar mejor al faraón.
- Diantre - dijo entre dientes - a ver si me da la paciencia.
- ¡Quiero ir al baño! - gimió el trenzado fastidiado - vamos a descansar también.
- ¿Qué voy a hacer contigo, Deia? - le dijo mirándolo mientras una gota la caía por el costado.

Continuará...

Bien, hasta aquí les dejo el capítulo, les agradezco que me dejen notas, me alegra saber que me leen y les gusta lo que escribo. ¿Qué pasará ahora? Bueno, simplemente me voy a basar en el Chilam Balam, el libro sagrado de los Mayas, para seguir escribiendo el resto, sin embargo, lo estoy sacando bastante de su contexto histórico porque mi historia ocurre en el año 1000 antes de Cristo y el Chilam Balam cuenta el fin de uno de los siete ciclos de la vida en el año 3000 antes de Cristo aproximadamente.
Wing Zero (¡Y con alas nuevas!)
Y no se preocupen si no les respondo ahora, voy a hacer un paréntesis especial para responderles a todos.

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