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SI TU ME QUISIERAS... por Orseth

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            -¿Acaso ya te contrató de custodio? –Respondio el hombre mirando a Harry entre sorprendido y ofendido- ya decía yo que la fortuna Malfoy había tenido mucho que ver, pero nunca pensé que hasta tú caerías.

 

            -Váyase al diablo –dijo Draco esquivándolos a ambos y comenzando a caminar mientras el tipo se giraba a gritarle muchos insultos.

 

            -¡Espera! –Escuchó a Harry alcanzarlo con pasos rápidos- no deberías alejarte así, es peligroso.

 

            -Es mejor no hacer caso –respondio Draco sin detenerse.

 

            -Aun así.

 

            Como Draco ya no dijo nada, Harry prefirió quedarse callado, hasta que sus ojos vieron a los lejos una tienda de varitas, no del renombre de “Ollivander´s”, pero si con buena pinta.

 

            -Mira ¿entramos ahí?

 

            Draco asintió en silencio y con pasos ya más tranquilos llegaron hasta el establecimiento, en el cual no fueron atendidos por más que esperaron aunque casi no había clientela.

 

            -¡Que descortesía!

 

            -Olvídalo, no nos atenderán –dijo Draco dirigiéndose a la salida.

 

            -Pues tienen la obligación de…

 

            -No, no la tienen –interrumpió Draco alzando la manta color amarillo para darle un vistazo a su hijo,      quien simplemente lo miró con ojitos atentos provocándole una sonrisa- eso es, eres un buen niño.

 

            -Imbéciles… -masculló Harry buscando otra tienda de varitas.

 

            Encontraron una, cerca de callejón Knockturn, con la pintura descascarada y los vidrios de la puerta pañosos.

 

            -Esta muy fea, mejor buscamos otra –dijo Harry viendo el letrero de la entrada con mala ortografía.

 

            -¿Otra?... ¿Y  cuántas tiendas de varitas crees que hay en el callejón Diagón, Harry?... Ollivander´s es un maldito pequeño monopolio, con esta solo hay tres, si quieres otra, habrá que buscarla en lugar, porque aquí no hay –respondio  empujando la puerta para entrar siendo seguido por el moreno.

 

            -Buenas tardes –saludó el rubio echando una ojeada al pequeño y desordenado lugar con cientos de cajitas en estantes pegados a la pared.

 

            -Hola –respondio un hombre de abajo del aparador- en un momento los atiendo.

 

            -Si quieres podemos ir mañana a otro lado, yo creo que…

 

            -Un cliente quisquilloso –interrumpió el hombre levantándose justo a tiempo para mirar a Harry hacer gestos despectivos del lugar haciéndolo apenarse al saberse pillado- no se deje llevar por las apariencias, joven.

 

            -Perdón, no quise ser ofensivo –se disculpo Harry haciendo que Draco rodara los ojos.

 

            -Yo lo conozco –dijo el hombre como de setenta años aproximadamente y de aspecto bonachón- ¡ah, es Harry Potter!

 

            -Bingo –musitó Draco comenzando a recorrer el lugar viendo las empolvadas cajitas, algunas de madera, otras de cartón.

 

            -Y a usted también lo conozco –continuó el hombre mirando a Draco y al bultito que llevaba en brazos- es Draco Malfoy.

 

            -¿Algún problema con eso? –exclamó Harry ya de mal humor.

 

            -Pues no –respondio el señor encogiéndose de hombros- como le dije antes, las apariencias engañan; por ejemplo, usted menosprecio mi establecimiento por la fachada y es que la verdad la ubicación no me ayuda mucho y el que la tienda de Ollivander´s este a unas cuantas calles, tampoco; por lo que el negocio no es el más elegante precisamente, sin embargo, los que se dignan visitarme y adquirir alguna varita mía, quedan fascinados, pues descubren las gran calidad de mi trabajo y que fui un aprendiz de Ollivander.

 

            -¿Usted fue aprendiz de Ollivander? –exclamó sorprendido Harry.

 

            -Si, pero ese no es lo importante, lo curioso es que fui despedido por él cuando se dio cuenta de mi iniciativa e inteligencia… y no, no es que me lance flores yo solo –añadió al ver a Harry levantar una ceja- sucede que el viejo esperaba que yo aprendiera todo con los ojos cerrados, que él me llevara de la mano como si fuese el mesías de las varitas, pero la verdad es que mi intuición natural para con estos artefactos lo sorprendió, había ocasiones en que estando a punto de darme un consejo, yo le soltaba una sugerencia haciéndolo indignarse; finalmente un día me despidió diciéndome que si de verdad sabia tanto de varitas, pusiera mi propio negocio… y bueno, eso hice, pero no antes de conseguirme otro mentor que terminara de enseñarme como se debe y que no fuera tan arrogante.

 

            -Vaya… -silbó Harry.

 

            -Y puedo darme cuenta de que llegaron aquí no por la recomendación de algún cliente satisfecho –continuó el hombre sacando varias cajitas de madera de una caja de cartón- es más que conocido que el gran Harry Potter adquirió su primera varita con Ollivander.

 

            -Así es, es porque nadie quiere venderme una a mi –dijo Draco regresando al mostrador- ¿usted también se va a negar? Porque si es así, tanta charla es pérdida de tiempo.

 

            -No se sulfure, joven amigo –respondio el señor sonriendo al tiempo que recargaba un codo en el vidrio- yo no hago distinciones con mis clientes y menos a alguien de mi misma casa.

 

            -¿Cómo dice?

 

            -Su vida ha sido desmenuzada en los diarios, se que perteneció a Slytherin, en Hogwarts… yo también fui a Slytherin.    

 

            -No sé porque no me sorprende –exclamó Harry meneando la cabeza.

 

            -Así que manos a la obra –dijo el hombre haciendo a un lado las cajitas y extendiéndoles la mano- me llamo Elliot Kesller.

 

            Después de estrechar la mano, Elliot se frotó las suyas como quien va a hacer algo muy emocionante, y es que en verdad eso era para él; cada que alguien iba a elegir una varita, se emocionaba como si el comprador fuese él mismo.

 

            -¿De qué estaba hecha tu antigua varita?

 

            -mmm… era de espino, 10 pulgadas y con corazón de cabello de unicornio –respondio Draco sintiendo nostalgia- pero esa fue mi primera varita, he usado otras desde entonces.

 

            -Aja… -musitó Elliot dándoles la espalda mientras se rascaba el trasero ante el espanto de Draco- veamos… cabello de unicornio ¿he?... mmm… ¿será posible? –susurró volteando a ver al rubio, con expresión entre intrigada y curiosa.

 

            -¿Qué sucede? –preguntó Harry intrigado también.

 

            Elliot se volvió de nuevo hacia ellos mientras miraba fijamente e Draco, quien comenzó a sentirse nervioso por el escrutinio.

 

            -¿Han escuchado hablar del unicornio plateado?

 

            -¿Unicornio plateado? –repitieron al unisonó.

 

            -Por sus expresiones puedo ver que no y no  sorprende mucho en realidad; es más, los magos que han oído hablar de él, piensan que es un mito, pero no lo es.

 

            -¿Es plateado en realidad o solo es el nombre? –preguntó Draco realmente intrigado.

 

            -Este hermoso caballo esta extinto, y si… si es o más bien, era plateado, pero solo en noches de luna llena, cuando era bañado por esta luz nocturna y solo en sus rituales de apareamiento.

 

            -Vaya… -musitó Harry recargado en el mostrador.

 

            -Tenga, pueden sentarse en estos bancos –ofreció Elliot pasándoles dos banco altos de madera, en los cuales los chicos se sentaron rápidamente para poder seguir escuchando el relato de aquel hombre.

 

            -Era muy hermoso, pero también muy atrayente… por eso vivían en regiones y valles ocultos por su propia magia, sin embargo eso no fue impedimento para los cazadores furtivos que terminaron extinguiéndolos debido a su belleza y como ingredientes para pociones.

 

            -¿Fue hace mucho? –preguntó Draco destapando a Harry, quien comenzaba a removerse inquieto y que al quedar libre de la manta, por fin quedó en paz.

 

            -Aproximadamente unos quinientos años.

 

            -Bueno ¿y a que viene toda esta genial historia? –preguntó el rubio arrullando a su bebé.

 

            Elliot sonrió sin responder, algo que impaciento a los chicos.

 

            -Iré al grano… ¿pero primero me dejas cargar a tu bebé?

 

            -¡No! –exclamaron Draco y Harry al mismo tiempo.           

 

            -Tranquilos… no pretendo hacerle daño, entiendo que estén nerviosos por la actitud de la gente, yo mismo lo vi cuando paseaba por la calle el día del la liberación.

 

            -¿Y para qué rayos quiere cargarlo, acaso nunca ha visto a un bebé? –Exclamó Draco enojado- mi hijo no es ningún fenómeno.

 

            -Yo lo sé, es solo… no sé, si no quieres, pues no y ya.

 

            Draco exhalo un suspiro impaciente, la verdad es que Eliot no se le hacía amenazante, era simplemente la costumbre de protegerse de todos.

 

            -De acuerdo –dijo al fin haciendo que Harry lo mirara sorprendido.

 

            Encantado, Elliot salió de su mostrador y extendió los brazos recibiendo el cálido cuerpecito.

 

            -Hola bebé ¿Cómo te llamas? –saludó dejando que Harry le tomara un dedo con ambas manitas.

 

            -Se llama “Harry” –dijo Draco sin perder ni un detalle.

 

            -Hola Harry… -musitó Elliot comenzado a dar pequeños paseos por el reducido local.

 

            Al cabo de unos minutos más, Eliot lo regresó a su papá.

 

            -Gracias, es un niño muy lindo.

 

            -Ya lo sé.

 

            Regresando a su lugar, Elliot se sentó en el banco que tenia atrás del mostrador.

 

            -Verán… es que yo… -dijo Elliot bajando la voz como si estuviese a punto de revelar la ubicación de una nueva piedra filosofal- tengo una varita con el núcleo de crin de unicornio plateado…

 

            Ambos chicos abrieron la boca asombrados al escuchar a Eliot, quien satisfecho por la reacción causada, siguió hablando.

 

            -Un unicornio hembra, en realidad…

 

            -Tengo Veritaserum en mi casa –dijo Harry de repente- no intente engañarnos.

 

            -Auror hasta el tuétano –respondio Eliot sin el menor asomo de haberse ofendido- no lo culpo, señor Potter, démela a beber cuando quiera ¿puedo seguir?

 

            -Siga.

 

            -Bien, esta varita esta…

 

            -Espere… -interrumpió ahora Draco- si lo que dice es verdad ¿Cómo llegó hasta usted algo tan difícil,  si no es, que imposible de conseguir?

 

            Elliot se rascó la cabeza impaciente, pero a la vez comprensivo de la desconfianza de los chicos.

 

            -Por mi tata tatarabuelo… -respondio al fin- no soy el único fabricante de varitas en mi familia, aunque si el único por el momento; pues bien, él heredó una pequeña casa al Sur de Francia a sus hijos, y así sucesivamente hasta llegar a mi; nadie había explorado en su totalidad esa casa, ya que por ser demasiado pequeña no le daban gran importancia, pero yo exploré el sótano y encontré un baúl con varios de sus escritos, varios secretos que cualquier fabricante de varitas desearía, y ahí, entre todo eso encontré el pelo de unicornio con una nota en ese hermoso lienzo negro en el que estaba envuelto… ¡ah, parecía un hilo de luz!... –añadió Eliot reviviendo ese momento en su mente.

 

            -E hizo una varita –concluyó Harry.

 

            -Así es… hice una varita con crin de unicornio plateado, solo una… y nunca la he ofrecido a nadie.

 

            -¿Y por qué ahora? –pregunto Draco sin dejarse envolver.

 

            -Ya se los dije… intuición.

 

            Ya ningún chico dijo nada en una clara espera, por lo que Elliot entró a la trastienda tardándose casi diez minutos, hasta que al fin regresó con un paquete envuelto el papel marrón.

 

            -Aquí esta.

 

            Draco y Harry olvidaron al instante las protestas de la espera al verlo desenvolver una larga cajita forrada de cuero negro y destaparla con gran parsimonia.

 

            -Aquí la tienen… -exclamó Elliot sacando una hermosa varita- once pulgadas, palisandro India… como pueden ver, esta madera tiene varios colores que van desde albura blanco amarillento con algún tono rosado y con un duramen de color muy intenso, que va del violeta azulado oscuro al anaranjado, y corazón de crin de unicornio hembra plateado, la matriarca de la ultima manada que existió, según los escritos de mi tata tatarabuelo.

 

            Draco y Harry miraron embobados la larga varita de tonos rosados y violetas que Elliot sostenía con gran orgullo.

 

            -¿Y en cuanto piensa vender la invaluable herencia de su tata tatarabuelo? –exclamó finalmente Draco despidiéndose de esa varita sabedor de lo que escucharía, no le agradaría para nada.

 

            -Primero, mi  querido joven… habría que ver si esta varita lo elige a usted.

 

            -Eso es verdad, dame a Harry –exclamó el moreno tomando al bebé.

 

            Sintiéndose nervioso, Draco tomó la varita que Elliot le ofrecía sintiendo al instante una energía electrizante recorrerle el brazo y luego todo el cuerpo de forma casi dolorosa haciéndolo jadear.

 

            -¡Rayos! –masculló sintiendo erizarse todo su cuerpo.

 

            -Lo sabía… -musitó Elliot maravillado.

 

            En cuanto se recuperó, Draco parpadeó varias veces mirándola de cerca.

 

            -¿Cuánto cuesta? –preguntó Harry.

 

            -Bueno… -respondio recargándose otra vez en el mostrador- esa no es una varita cualquiera.

 

            -Dígalo de una vez –dijo Draco colocándola de nuevo en la cajita- no por darle vueltas, el precio va a disminuir.

 

            -Bien… cien galeones.

 

            Si la quijada de los chicos no cayó hasta el piso fue porque la tenían pegada.

 

            -Pues… pues si que los vale –exclamó Draco sonriendo- es una lástima que no…

 

            -¿Puede guardarla unos días? –interrumpió Harry.

 

            -Si, como ya les había dicho, nunca había ofrecido esta varita a nadie, y menos ahora que ya ha elegido un dueño.

 

            -Pues espero que esta varita no sea caprichosa y pueda elegir a otro, pues lamento decir que no la podemos adquirir y si nos disculpa, tenemos que retirarnos –exclamó Draco tomando a Harry de la mano y arrastrándolo fuera de la tienda.

 

            -¿Por qué hiciste eso? –preguntó Harry siguiendo a Draco mientras éste se alejaba con paso veloz.

 

            -Porque no quiero esa varita y tu ibas a comprármela –respondio Draco alejándose del callejón Knockturn.

 

            -No iba a comprarla.

 

            -¿Y entonces para que preguntaste si podía guardarla unos días?

 

            -Pues porque no tengo efectivo ahora, mi dinero esta invertido y necesito unos días para…

 

            -Basta Harry, por favor –interrumpió el rubio girándose para mirar fijamente al auror.

 

            -¿Basta de qué?

 

            -No quiero que gastes tanto dinero en mí, no sé si algún día podré pagártelo.

 

            -Yo puedo esperar –respondio Harry sonriente.

 

            -Pues no me gusta –dijo Draco con rostro serio haciendo que la sonrisa de Harry titubeara en sus labios- sé que lo haces con la mejor de las intenciones, pero me incomoda.

 

            -La verdad no entiendo porqué, ya habíamos hablado de eso y quedamos que es un préstamo.

 

            -Ya lo sé, pero no lo hagas… no me agrada –respondio Draco con voz baja mientras se daba la vuelta comenzando a caminar de nuevo.

 

            Harry se le emparejó ya sin decir nada sintiendo que el ambiente se había tornado algo denso, entonces sus ojos se toparon con una tienda de artículos de bebé haciéndolo emocionarse y olvidarse del mal rato instantáneamente.

 

            -Mira, entremos ahí.

 

            Con el pequeño en brazos, Harry entró primero haciendo caso omiso a las miradas sorprendidas de quienes reconocían a su acompañante cayendo en cuenta entonces de quien era el bebé que cargaba.

 

            -¿De qué pañales llevaremos? –preguntó deteniéndose frente a una estantería con paquetes de pañales de distintas marcas y clases.

 

            -No tengo la menor idea… -respondio Draco rascándose la cabeza- no sabía que hubiera de tantas clases.

 

            -Mira, aquí dice las edades, guiémonos por eso.

 

            -Bien.

 

            Soportando los malos modos de la vendedora, llevaron pañales y formula para el pequeño.

 

            -Ya hace frio –dijo Draco sacando de su chaqueta la pañalera reducida para sacar otra manta.

 

            -Es que ya es tarde.

 

            -¿Quieres que yo lo cargue?

 

            -No, si ni pesa.

 

            -Regresemos.

 

            -Antes pasemos a la pastelería, llevemos algo para merendar.

 

            -¿Llevaremos la botella para Sirius?

 

            -Diremos que se nos olvidó.

 

            Charlando animadamente a pesar de la gente que los miraba mal, con odio a Draco y sorpresa e indignación a Harry, recorrieron tranquilamente las ya oscurecidas calles.

 

            Los días comenzaron a pasar con una tranquila y agradable rutina; Harry y Sirius al trabajo y Draco en casa cuidando a su hijo, aprendiendo a cocinar con clases “muy particulares” de Harry.

 

            -¡No, Harry!... ¡Sirius puede entrar! –jadeó Draco con un cucharón en la mano y la cabeza de Harry en su entrepierna mientras se recargaba en la alacena.

 

            -Sirius… salió a comprar pan… -respondio Harry bajándole los pantalones hasta los tobillos mientras él mismo se masturbaba.

 

            -¡Oh!... ¡Mgh!... ¡Diablos…! –balbuceó Draco a punto del delirio mientras Harry lo preparaba.

 

            -Ven acá… -exclamó Harry arrastrándolo a la mesa, que afortunadamente solo tenía un par de tazas, las cuales arrojó al piso para subir al rubio en ella con las piernas abiertas.

 

            Pataleando para deshacerse de los molestos pantalones, Draco se le pescó del cuello mientras Harry lo acercaba a la orilla de la mesa para tenerlo en mejor posición.

 

            -Házmelo ya… házmelo ya, Harry… te necesito dentro…-masculló Draco lamiéndole la oreja, por lo que Harry lo penetró de una sola embestida haciéndolo temblar entre sus brazos y sin decir nada comenzó a embestirlo inmediatamente y con fuerza haciendo rechinar la pobre mesa.

 

            Draco se acostó en ella mientras Harry se acomodaba las blancas piernas en sus antebrazos para mantenerlo abierto mientras lo penetraba.

 

            -¡Ah…! ¡Mmm!...

 

            Harry veía con lascivia los labios rojos que se mordían y abrían para pasar la lengua por ellos en un gesto de completo disfrute.

 

            Por detrás de Harry, solo se veían los pies de Draco bamboleándose rítmicamente mientras el moreno contraía sus nalgas en cada penetración haciendo esto por un buen rato; entonces le bajó las piernas y levantándolo de la cintura, lo volteó sobre la mesa quedando completamente desparramado sobre ella mientras le abría las piernas y le levantaba las caderas para volverlo a penetrar.

 

            -¿Te gusta esto, Draco?... ¿te gusta esto? –preguntó Harry pasándole su hinchando miembro entre las nalgas.

 

            -¡Si!... ¡si!...

 

            -¿Quieres que te coja otra vez?

 

            -¡Si Harry!... ¡házmelo duro!

 

            -Pero luego me lloras que te duele… -susurró Harry riendo mientras le acariciaba la espalda y la suave curva de las caderas.

 

            -Pues tomaré un analgésico…

 

            -No puedes tomar analgésicos –respondio Harry inclinándose sobre él para besarle la nuca y poder tomarle el pene.

 

            Draco suspiró encantado por la atención extra recibida en su miembro al tiempo que alzaba más las nalgas en un gesto ansioso de más sexo.

 

            -Me encanta cogerte Draco… me calientas mucho… -dijo Harry hundiendo su nariz en la nuca.

 

            -Pues hazlo ya, zoquete.

 

            -Déjame tenerte así un ratito mas…

 

            -O terminas lo que empezaste o no habrá más hasta dentro de un mes.

 

            -¿Serías capaz de hacerme eso?

 

            -Prueba y veras.

 

            -No aguantarías… tú también eres un caliente… -exclamó Harry restregándole su miembro.

 

            -No me conoces, antes me meto una zanahoria a dejar que me toques.

 

            Harry comenzó a reír a carcajadas por la ocurrencia de Draco, quien riendo también, simplemente se quedó quieto en la mesa con el moreno riendo en su oreja.

 

            -Creo que no volveré a ver a las zanahorias sanamente nunca más… -dijo al fin Harry incorporándose.

 

            Draco calmó su risa al sentir las cálidas y rasposas manos acariciar sus nalgas, hasta sentir la repentina y fuerte nalgada que lo hizo respingar.

 

            -¡Hijo de puta! –gritó sintiendo un hormigueo al tiempo que se llevaba su mano al trasero golpeado.

 

            -Eso es por amenazarme –dijo Harry quitándole la mano al tiempo que apuntaba su miembro a la tierna entrada- y ahora a callar mientras me meto en este apretado y delicioso culito.

 

            Refunfuñando, pero obedeciendo, Draco sintió claramente como el enorme miembro de Harry iba abriéndolo nuevamente hasta alojarse por completo en su interior haciéndolo apretarse por reflejo.

 

            -Si… así… apriétame rico… -musitó Harry viendo su pubis completamente pegado a las nalgas de Draco permaneciendo así unos momentos disfrutando el interior caliente y suave.

 

            -Jus-justo… estas tocando mi… pros…próstata… -balbuceó Draco- si no te mueves… me voy a venir…

 

            -No sin mí, amigo… -respondio Harry saliendo y entrando una y otra vez, cada vez más fuerte.

 

            Jadeos y gemidos se escuchaban en la cocina hasta que por fin uno después del otro llegó al orgasmo quedando desmadejados en la mesa.

 

            -Black… no tarda… en llegar… -musitó Draco con el pecho pegado en la mesa y con Harry desparramado en su espalda aun con su pene en su interior.

 

            -No quiero salir… está muy calientito ahí dentro.

 

            -Torpe… -exclamó Draco sonriendo mientras se levantaba.

 

 

 

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            Cuando se cumplió el primer mes, tuvo que llevar a Harry a su primera revisión en la cual insistió ir solo, pues no quería comprometer al Harry adulto, quien a regañadientes solo lo acompaño hasta la entrada de San Mungo.

 

            -¿A qué viene? –preguntó una enfermera cuando lo vio frente a su modulo.

 

            -A una revisión mensual de mi hijo, me llamo Draco Malfoy.

 

            -Un momento.

 

            Cinco minutos después fue pasado a una sala en donde estaba el mismo medimago que había revisado a su hijo, el señor Rusell Miller y Cindy Hedges, la medipediatra.

 

            -¿Qué tipo de exámenes le harán?

 

            -Tranquilo señor Malfoy, solo le sacaremos un poco de sangre –respondio el señor RRR descubriéndole un bracito.

 

            Una hora después, con un pequeño dormido en sus brazos, salió de ahí deseando no regresar nunca más.

 

 

 

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            A dos meses en los que Draco se la pasaba limpiando y haciendo todo al mero estilo muggle, prácticamente encerrado por no poder salir solo debido a dos intentos anteriores de agresión, y cocinando para cuando aquellos llegaran, su ánimo estaba por los suelos, con las únicas visitas de Molly, Arthur, Hagrid y Remus, quien junto con Tonks y el pequeño Teddy, le quitaban un poco la rutina a su vida; pues Ron y Hermione habían regresado a América sin volver a hablar más con Harry hasta que según palabras de Ron, “recuperase la cordura”, y referente a ellos no es que deseara tenerlos ahí, sino que le pesaba que Harry los extrañara.

 

            -Necesito calcetines… -musitó mientras bañaba a Harry, ya de tres meses, el cual reía feliz al ver el patito hacer burbujas en el agua- y también necesito ropa interior…

 

            Harry, por supuesto había ofrecido varias veces ir de compras para llenar su armario de otra cosa que no fuera ropa deportiva de color azul claro, pero él se había negado rotundamente sin que nada ni nadie pudiera convencerlo de lo contrario.

 

            -Y quiero una colonia francesa… y quiero también una varita nueva… y una escoba último modelo… y… y… poder comprarte yo mismo tus pañales… -concluyó sonriendo triste al pequeño Harry que manoteaba en el agua formando pequeñas olas.

 

 

 

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            -¿Trabajar?... –repitió Harry extrañado mientras cargaba al pequeño.

 

            -Ajá –contestó Draco doblando la ropita que Molly había llevado de regalo esa tarde.

 

            -¿Trabajar, trabajar?

 

            -Sí Harry, trabajar –respondio Draco algo exasperado.

 

            -¿Y para qué?... ¿te hace falta algo?

 

            -Aquí está la olla con los biberones –exclamó Sirius entrando en ese momento con una olla en las manos- la pondré en el tocador.

 

            -Me hacen falta muchas cosas –respondió Draco sin hacer caso a Sirius, quien sin que nadie le dijera nada, notó algo raro el ambiente.

 

            -Te faltan porque quieres, ya te dije que podemos ir a comprarlas.

 

            -Con tu dinero ¿no?

 

 

 

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