Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

PiercedEye por Vanuzza

[Reviews - 64]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Estaban atrapados bajo el toldo de la panadería. A ninguno de los dos se les había pasado por la cabeza que en cinco minutos un día soleado seria nuevamente el diluvio bíblico. Incluso los dueños se habían ido y ellos seguían allí parados observando el millar de gotas aporrear la calle. Los paraguas de colores como flores bailando por el viento.

 

-Pan dulce...-Murmuró Christopher, acariciándose las sienes y observando a Carrie Marie devorar el aperitivo con una delicadeza casi femenina. Aunque el de por si creyó por dos años y medio que era una chica.

 

-Sí, pan dulce -repitió.

 

-¿Por esto ahora estoy atrapado bajo el fin del mundo?

 

-No exageres, no es el fin del mundo ni tampoco te obligue a venir, Chris -dijo, terminando de comer el tercer pan de esa hora.

 

-Podía pasarte algo.

 

-Puedo defenderme.

 

-¡Una chica sola no puede andar por las calles a estas horas, Carrie!

 

-Soy un chico, Chris. -Le recordó, sonriéndole con diversión.

 

-Ah, es cierto. -Murmuró el rubio, con las mejillas rojas nuevamente, rascándose con un poco de nerviosismo la mejilla.

 

Carrie no pudo contenerse una suave carcajada, viéndolo desde cierta perspectiva, Christopher era como un niño, bajando la cabeza cuando sentía vergüenza, olvidando pequeños datos recién descubiertos por mera costumbre, el deseo de creer que podía defenderle de cualquier tempestad. Era un gesto sumamente lindo de su parte siempre estar pendiente de lo que pudiera pasarle, como un hermano mayor o quizás...más que eso.

 

-No te preocupes, son todos para ti. -Le dijo cuando quiso ofrecerle uno de los pancitos de dulce.

 

-No seas modesto, tú los pagaste, es justo que pruebes uno.

 

-Son un regalo para ti, Carrie. Sé que te gustan mucho.

 

-Y yo quiero regalarte uno, Christopher -Insistió- No seas terco.

 

Chris rió con suavidad ante su modo de presionarle a hacerlo porque él quería, aunque no le negó más el obsequio, tomando el panecillo, probando un bocado de los pocos que se daba el gusto. Quería bajar un par de kilos de peso, y para ello había visitado un nutricionista, cuya primera regla fue cero azúcar. Pero eran los ojos verde esmeralda de Carrie quienes se lo pedían, ese par de cristales de jade a los cuales nunca les negaría nada. Se resistiría, pero acabaría cediendo como ahora.

 

-¿Delicioso, no? -Preguntó el gótico, comiendo otro bocadillo una vez más.

 

-Harás que suba los kilos que he perdido, Carrie.

 

-Eso no importa, me gustan gruesecitos.

 

Christopher ladeó la cabeza, con las mejillas incluso más ruborizadas que antes. Si algo le contagió en todos esos años la presencia de Merlov, fue la costumbre de pensar mal a la primera palabra que tuviera doble connotación. Se ocultó el rostro con una mano, frunciendo los labios y el entrecejo.

 

-¿Qué pasa? ¿Has pensado mal? -Preguntó al instante, siendo que ya tenía costumbre de verlos en ese plan tanto a Chris como a su primo- Anda, ¿será que tú eres gruesecito, Chris?

 

-No digas más esa palabra, Carrie. -Le regañó otra vez, a lo que el pelinegro no pudo evitar sonreír con picardía, acercándosele hasta acorralarlo contra una pared, acurrucándose contra su pecho- ¿Qué haces?

 

-Tengo frío -Murmuró, escuchando el latir apresurado de su corazón contra su oído, disfrutando del hermoso sonido- Abrázame...

 

Ante aquella petición, no pudo resistirse, arropándole con cuidado entre sus brazos. Era cierto, hacia mucho frio, pero al menos no estaban empapados o sería peor. Luego de un rato estaban ambos sentados en el piso junto a la puerta de entrada a la panadería que por suerte seguía seco. Aun abrazados el uno al otro, aunque el mayor se quitó la chaqueta para cubrir el tembloroso cuerpo del niño gótico.

 

-Este es uno de esos momentos que me provoca tener una guitarra en la mano.

 

-¿Para qué? ¿Me darías una serenata?

 

-Quizás si -No parecía para nada una mala idea.

 

-Pero si tienes voz de pato, Christopher. -Le recordó divertido el pelinegro, de solo imaginarse los vecinos quejándose desde los edificios del estruendoso chillido que llegaba tres metros a la redonda.

 

-Que malo... como seguro tú cantas como los ángeles.

 

-Por algo soy el segundo vocalista. -Se encogió de hombros, mirándole con picardía.

 

En momentos como ese, cuando no había forma ni manera de salir del embrollo donde aparentemente se habían sumergido, se acostumbraban al hecho de decir cualquier cosa para mantener la conversación viva, evitando sentirse aburridos o que se durmieran en medio del pavimento.

 

Después de todo, como su autoproclamado "Caballero Andante", al más estilo Don Quijote, debía estar atento a los monstruos de la noche que quisieran atormentar aquella silueta delicada. Sin embargo, la sensación de su aliento le sacó de sus pensamientos, dándose cuenta de la forma en que Carrie le miraba atento tal cual un felino mimoso.

 

-¿Sucede al...?

 

-¿Aun te gusto? -Preguntó, cortando su frase, aunque respondiendo a la pregunta que estaba por hacerle. No era para nadie un secreto, que el amor siempre consigue dejarse ver aun si no era intencional.

 

-¿Eh?

 

-Sí, dime, ¿Aun te gusto?

 

Christopher sentía que la vergüenza volvía a él, al igual que un millar de respuestas se acumulaban en su cerebro, presionando contra su garganta en busca de ver quien salía primero. No sabía que responder. ¿Seguía enamorado del pelinegro? ¿O eso se acabó cuando supo la verdad? ¿O quizás seguía pero quería negárselo por considerarse aun como heterosexual? Pero entonces... ¿Por qué su corazón latía tan rápido?

 

-Carrie...

 

Murmurar su nombre era más dulce que esos panecillos de los cuales solo quedaba un par que guardaban para el punk y el emo, quienes les habían prestado el dinero para comprarlos con la condición de que les guardaran un par.

 

-¿Si, Chris?

 

Estaban tan cerca, perdidos en los ojos del otro con una sutil sensación de ensueño ¿Seria que estaban dormidos? ¿Encerrados en un sueño compartido? Escuchaba una música romántica de fondo, aun cuando solo estuviera el sonido de las gotas de lluvia estallando en el pavimento. Tal vez cada una contaba una historia a la par que caía, conversando para hacer más ameno el viaje.

 

Siendo los únicos testigos del tierno beso que se suscito,

Como la prueba más dulce de ese secreto amor.

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).