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PiercedEye por Vanuzza

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Notas del capitulo:

Dije que las historias estaban entrelazadas no?, pues a partir de aqui tratare de dejar ver los pequeños hilos de la conexion entre los personajes, Las ideas me surgieron anoche fluidamente, ojala la inspiración no se me vuele como hace poco jeeje, anyway, enjoy n_n.

Dedicado a todos, pero en especial a Kanou san (Mino Chan x3) que tanto me estuvo animando a continuarlo con sus palabras tan bonitas n///n

Las luces de neón de varios colores destellaban en figuras indefinidas en los adornos fluorescentes de las paredes tapizadas de borgoña. El aroma mixto de tabaco y sexo, de droga y deseo, mezclándose todo junto con la música de índole erótica, conforme la figura delicada de algunos jovencitos de piel lampiña danzaban contra tubos de metal en tarimas, desnudando sus cuerpos de belleza felina, permitiendo que colocaran dinero en su ropa interior.

 

Allí estaba él. El capo más buscado. Con sus infaltables lentes espejados incluso dentro de un establecimiento, rodeado de dos muchachos. Sus manos grandes sobre las nalgas pequeñas, acariciándolas con cierta perversidad, oyéndolos ronronear como gatitos contra sus oídos entre el ruido de la melodía que rebotaba dentro de su pecho.

 

-Diablo. -Llamó a Paolo que disfrutaba de un Martini en una silla junto a la suya.

 

-¿Dígame, Lugo? -Contestó enseguida, poniendo una de sus mejores sonrisas.

 

-¿Disfrutando su bebida?

 

Una pregunta al aire. Redundaba, había comenzado a redundar, cuando lo hacía solo significaba que estaba por hablarle de negocios.

 

-Esta divina.

 

-Como su amiguito.

 

No se contuvo una sonrisa picara, entornando la mirada con seducción mientras se cruzaba de piernas en un gesto sensual. Sin duda era de negocios.

 

-Dígame quien, cuando y donde. -Dijo Paolo, tomando un sorbo de su copa. Era algo bastante común reunirse en aquel club del bajo mundo con el mero propósito de venderle la compañía de uno de sus "niños" por algunos días.

 

-Su amiguito...ese pelirrojo. -Respondió, haciendo ademanes al aire como si fuera cualquier cosa.

 

Paolo ensanchó los ojos, repasando cuidadosamente a su selecto grupo, y el único pelirrojo, era a quien el mismo había teñido su cabello- ¿Daniel? ¿El chico que ya me había rechazado, Lugo?

 

-En el momento no estaba de buenas para ponerme a enseñarle trucos a un cachorrito -Agregó como si nada, apretando las nalgas de los niños de casi dieciséis años que se afianzaban con sus brazos delgados a su torso, haciéndoles un ademan para que se marcharan, quedándose a solas con Paolo.

 

-No me relate ese cuento, Lugo, que usted y yo bien sabemos que no le gusto por otra cosa, y no porque sea virgencito...

 

-¡Bah, Diablo! No me replique la razón de que escoja o no escoja a una de sus muñecas -Replicó el mayor, aunque manteniendo la voz graduada para no causar revuelo en el sitio-. A usted le da lo mismo, no lo conoceré yo, usted solo quiere plata, y sus amiguitos también, y para ganar dinero hay que vender primero. Sabe que quiere, no me mire con esos ojos que niegan...

 

-¿Es que no vio lo desanimado que lo dejó, Lugo? -Dijo Paolo- El niño estaba que el mundo se le caía por el suelo del desplante tal que usted le hizo, sabe bien que yo...

 

-Le ofrezco cinco millones. -Le cortó al instante.

 

-¿Cinco millones? -Ensanchó los ojos ante tal oferta por un mero palillo, que era lo que le parecía aquel niño, atreviéndose incluso a agregar:- La cifra es ridícula, Lugo. 

 

-¿Por qué? ¿Deseas más?

 

-¿Me daría más por él? -La fibra de la avaricia comenzaba a vibrar dentro de sí. Aunque esperando que negara, la sorpresa llegó cuando asintió.

 

-Subiré la oferta a siete millones.

 

Casi escupía el sorbo que había tomado de su Martini. Aquello comenzaba a dejarlo sin palabras, aunque sabía que este mafioso tenía dinero hasta para quemar en el fuego de la chimenea, sus cuentas bancarias estaban que reventaban, y tenía la certeza de que su ropa interior era de billetes de cien dólares, como era posible que despilfarrara sumas tan altas en una simple criatura como  esa.

 

-¡Lugo!

-Es mi última oferta, la toma o la deja.

 

-Déjeme hablar con el muchacho aunque sea, hombre. -Le replicó Paolo, exasperado de todo el asunto- Vea que desde el desplante, el chico ha estado muy alejado de mi, y de esta vida.

 

-He allí que usted lo conoce, y no dudo que me lo traerá listo para comenzar cual cena suculenta. Te conozco, Paolo. -Era una de las pocas veces en que no utilizaba su apodo-. Tú lo quieres en cierta manera.

 

-¿Quererle?

 

-Claro. Para no haberle seguido buscando después del desaire...

 

-Tonterías, Lugo. Dejemos este tema hasta aquí, yo hablare con el haber qué decisión toma. -Rodó los ojos, agotado mientras veía al stripper descender del tubo en giros, arqueado y con expresión orgásmica-. ¿Para cuándo lo necesitaría?

 

-Este mismo fin de semana estaría bien.

 

-Perfecto.

 

 

*-*-*

 

"Esta sensación... ¿Es una mano?...Es tan cálida, huele muy bien... La luz...es tan brillante ¿Estaré en el cielo?"

 

-Eros...-Murmuró Merlov con suavidad, apartando algunos mechones de su rostro, complacido de ver sus ojos entreabriéndose- Que alivio...estas despierto.

 

-Merly...-Una sonrisa le decoró el rostro al verle, sin embargo esta se borró cuando una punzada de dolor cruzó todo su cuerpo al intentar levantarse de la cama, tumbándolo una vez más. Fue justo en ese instante que se dio cuenta de que estaba en un hospital y no en su casa.

 

Que estaba con moretones en todo el cuerpo y el tobillo fracturado. Que le habían ayudado los médicos de la enfermería de la universidad luego de que los guardias se llevaran a sus agresores. La ambulancia y Carrie diciéndole que iría por Merlov y Christopher mientras cerraban las puertas.

 

Y era el martes que habían esperado con tanta emoción.

 

 -¡Hoy es martes! -Exclamó Eros- ¡El concurso, Merlov! ¡Quizás aun pueda tocar el  bajo sentado y...!

Merlov no se contuvo una pequeña carcajada ante esa idea, revolviéndole el cabello amorosamente, mordisqueando un cigarrillo entre sus labios, aunque sin encender aun, por simple costumbre de hacerlo cuando estaba estresado o nervioso.

 

-Podríamos intentarlo...-Respondió- Si tuviéramos una máquina del tiempo para regresar cinco horas en el pasado. Ya es la madrugada del miércoles.

 

Eros sintió que toda la culpa radicaba sobre él, frunciendo el entrecejo nostálgico- Lo lamento...

 

-¡Bah, no te pongas triste por eso, florecilla! -Le gustaba llamarlo por esos motes porque sabía que le molestaban. No valía la pena llorar sobre mojado-. Ya habrá más concursos para presentarnos. Ahora lo importante es que te recuperes...

 

-¿Te importa tanto que este aquí? ¿No estás un poco molesto? -Preguntó con preocupación.

 

El punk ensanchó los parpados, sorprendido de que Eros pusiera una de sus metas antes que su bienestar-. Claro que estoy molesto... dije que quería llevarte a la cama, pero no era de esta forma, ¿ahora como se supone que te daré vuelta y vuelta?

 

-Merlov...-rodó los ojos, con una pequeña sonrisa iluminando su carita de muñeca de porcelana, con moretones que decoraban sus mejillas.

 

-¡Es la verdad! -Prosiguió con el chiste, quería hacerle sentir lo mejor posible, que olvidara lo que había pasado por un rato. Señaló la cámara de seguridad en una de las esquinas de la habitación- ¡Ni que yo fuera exhibicionista!...Me gusta ver porno pero no que yo sea el actor, no jodas.

 

-¡Sádico! -Exclamó, entre las risas que sus ademanes y gestos exagerados le producían- ¡Merlov, eres un sádico!

 

-Y tú un niño demasiado bueno...-Se inclinó para besar sus labios con dulzura. Su labio estaba roto. Le habían arrancado el piercing del labio. Por suerte no era más que la piel rasgada. Sus ojos volvieron a volverse melancólicos. Era un desastre como persona, pero con Eros era distinto. Le afectaba en lo más profundo de su corazón en aquellas semanas que llevaban como pareja.

 

Apoyó su frente sobre la suya, acariciando su pómulo con el dorso de sus dedos, perdiéndose en el verde jade de sus pupilas. Eros tenía la capacidad de desnudarle el alma con solo mirarlo. No tenía  idea de cuándo ni cómo, desde aquel día en el metro en que lo que catalogó como atracción, lentamente se transformó en amor.

 

El sueño efímero se volvía eterno...

 

-Quisiera irme contigo a donde nadie nos encontrara...-murmuró contra sus labios, besándolos con cariño, formando desde ellos nuevos caminos por su rostro- ...Donde solo fuéramos tu y yo, sin el resto del mundo...

 

Eros amaba cuando Merlov se ponía romántico. Le hacía sentir especial, único entre todos, desde que Carrie le había contado que el punk no había sido así con nadie más. Exclusivamente con él.

 

Pero lo que más le llegó, a lo más profundo de su corazón, fue la lágrima que sin previo aviso su mejilla surcó.  No recordaba ni una sola vez, que hubiera tenido la oportunidad de verlo llorar. Que sus sentimientos brotaran en público no era precisamente la actividad favorita de su itinerario punk.

 

Era el muchacho rudo de su facultad. Con unos bien cumplidos veintitrés años, a diferencia de sus recientes diecinueve, era más alto, más proporcionado, más atemorizante....y por ello era propio que no llorara. Pero aquel instante, ver al único ser que su corazón había conseguido el modo de decirle que le amaba, le destrozaba. Desmoronándole como una torre de cartas con la más fina brisa.

 

-No llores...no es tu culpa, mi amor...-murmuró, sintiendo como Merlov le acurrucaba entre sus brazos, apoyando la frente contra su hombro. La soledad del cuarto de hospital, donde solo permitían una visita era lo mejor para hacerlo abrir sus sentimientos. Pero tampoco era justo que se sintiera tan terriblemente.

 

-Si ha sido mi culpa -Replicó Merlov-, debí estar a tu lado para cuidarte...

 

-Ah, pero ya yo soy un niño grande, Merly  -Eros sonrió con ternura, intentando bromear un rato para aligerar la carga como hacia un rato.

 

 Sin embargo la sensación húmeda contra su piel y la forma en que el mayor afianzó el abrazo con tanta ternura, como si creyera que pudiese romperle cual si fuera un frágil cristal

 

- Merlov...-murmuró, acariciando su cabello, aun en el peinado mohicano, por el que posiblemente no le dejarían pasar de no ser que su tío Iván era vicepresidente de la junta directiva del Hospital Saint Marie.

 

-Me vengare de esos desgraciados, Eros, lo juro...-Murmuró contra su cuello-. Por dios y por el diablo, te juro que lo hare.


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