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PiercedEye por Vanuzza

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Notas del capitulo:

A que nunca se esperarian esto xD....

Enjoy~ n.n

(y no me maten por favor xD)

Aunque no había perdido aun la consciencia, estaba con la cabeza que le daba tantas vueltas como un trompo debido al trió de copas que con suma premura había bebido. Toda la mañana hablando con naturalidad. Aguantando en el fondo de su corazón las inmensas ganas de salir huyendo de aquel lugar tan horrible.  Aun cuando él lo tratara con caballerosidad, no era Iván.

 

Su piel se sentía sucia cada que sus manos se posaban en su brazo, en su cuello, o en su muslo, cada vez que se movía con parsimonia para acariciarle hacia el mayor esfuerzo de no apartar su mano que tanta asquerosidad le producía. ¿A cuántos más no habría tocado ya?

 

Eran casi las doce de la medianoche, y aun seguían en esa salita. El Lugo parecía incluso no tener intención alguna de llevárselo a hacerle quien sabía qué, hasta ese momento en que tomo su mano, besando el dorso y al cruzar su mirada con la suya sentía que era una bestia salvaje lo que guardaba bajo la apariencia elegante de su persona.

 

-Ya no puedo resistir más...-Murmuró en un tono morboso, y en cierta  forma amenazante que le puso todos los vellos de su cuerpo de punta. Estaba inmensamente aterrorizado, mientras su aliento putrefacto a ceniza se hacía sentir tan cerca.

 

Era su fin, podía estar seguro de ello. Sin embargo no esperaba lo que sucedería entonces...

 

-¡Papá! ¡Ábreme esta puerta ahora mismo! -Gritaba, una voz sutil incluso en ese tono, que se le hacía en exceso familiar a Daniel.

 

La puerta del salón era aporreada con fuerza, y escuchaba a los guardias que con voz ligeramente asustada pedían al "Joven amo" que parara o el patrón se molestaría. Aunque bien sabían que el Lugo, tenía un miedo absoluto a los enojos de su hijo, debido a que era el único ser que quería sinceramente, y verlo molesto era sinónimo a la fobia de que este le abandonara como el resto de la gente de su familia.

 

-Déjenlo pasar. -Ordenó, reacomodándose la ropa con tanta rapidez que dejaba en claro lo habituado que estaba a lo que "hacía"- Pasa, mi niño.

 

De una sola patada, ambas puertas se abrieron, a lo que Daniel se cubrió la cabeza del susto, cerrando los ojos fuertemente mientras todo quedaba en silencio, exceptuando el sonido de unos tacones resonando a la par que aquel desconocido se acercaba.

 

-Te dije que no te metieras con él, eres un imbécil por completo -Hablaba aquel, suspirando pesadamente.

 

-Perdóname, mi niño. -Sonaba tan extraño un narco medio ebrio y pidiéndole disculpas a su hijo-. Pero no puedes culparme, es tan hermoso...

 

-¡Ese no es el punto, papá! -Estalló. Daniel, sin ver a su anfitrión, podía sentir como este se replegaba contra el respaldo del sillón, tal cual un minino asustado-. ¡Prometiste que no harías nada, y sin embargo lo buscaste! ¡Eres un mentiroso, debería dejar de venir a verte si quiera!

 

-¡No! ¡Eso no! -Se apresuró, aferrándose a la ropa de su hijo con los ojos desesperados- ¡No volveré a buscarlo si no deseas que lo haga!

 

El muchacho rodó los ojos, aunque sabía lo ventajoso que era que su padre le complaciera en todo lo que deseaba-. Perfecto, entonces deja que me lo lleve.

 

Era una voz suave, algo femenina, y el aroma nuevo que aparecía en el ambiente era una especie de perfume a rosas. Fue entonces que todos sus recuerdos dibujaron la imagen de alguien en quien había pensado mientras los transportaban. No, era imposible...

 

-Daniel, ven conmigo, Iván a de estar muy preocupado...

 

-¿Carrie? -Murmuró Daniel, levantando la mirada para observarlo. Si, en definitiva era el joven con aires de gothic lolita. Con una triste sonrisa en sus labios pintados de negro mientras le tendía una de sus manos enguantadas.

 

La tomó y se levantó, sin siquiera atreverse a mirar al mafioso. Solo a Carrie, como si fuera una tabla de salvación, quien se quitaba su largo abrigo negro para cubrir su propio cuerpo.

 

-No te preocupes. -Declaró antes de que el pelirrojo pudiera decir cualquier palabra- Tu lo necesitas más que yo.

 

Fue entonces que Daniel cayó en cuenta de que Carrie no estaba vestido como usualmente era. Por el contrario llevaba pantalones de gabardina negra y una especie de franela de algodón, un poco ceñida, junto a sus manos cubiertas de guantes negros y el largo cabello rizado recogido en la nuca.

 

Antes de que se diera cuenta ya estaban caminando fuera de la mansión, por los amplios jardines que despedían un aroma exquisito. Carrie se daba cuenta que Daniel no dejaba de mirarlo. Era divertido incluso de que aunque ambos fueran de estatura baja, sus botas le daban unos diez o doces centímetros más. Siendo al contrario de lo que normalmente ocurría, él parecía el hombre entre los dos.

 

-Nunca vengo vestido como acostumbro a este sitio. -Aseguró el pelinegro, acomodándose un mechón tras el oído y suponiendo que era esa la pregunta que pululaba tanto en la cabeza del otro-. Los guardias y trabajadores no me tomarían tan enserio.

 

-¿Eres el hijo del Lugo, Carrie? -Daniel aún no podía creer que hubiera esa conexión familiar.

 

Carrie le sonrió con suavidad, deteniéndose junto a la camioneta que le había traído-. Que esto sea un secreto entre tú y yo. Los muchachos e Iván lo saben, pero no se lo comentes a nadie más ¿de acuerdo?

 

-¡¿Iván sabe que estoy aquí?! -Preguntó con terror.

 

Carrie rió con suavidad, acariciándole el cabello con ternura-. No, el aun está seguro de que estas en casa de Paolo.

 

-¡Paolo! -Exclamó, recordando entonces-, ¡Carrie! No puedo irme.

 

-¿Por qué no?

 

-Matarán a Paolo si no hago lo que el Lugo desee...

 

-¿Pero de que estás hablando? -Preguntó Carrie, enarcando una ceja con interés- ¿Eso es lo que tu amiguito prostituto te dijo para que vinieras?

 

Con la mayor de las inocencias, y los ojos aterrados, Daniel asintió, provocando entonces un suspiro de Carrie-. Típico, ya van varias veces que dice el mismo cuento...

 

-¿Qué?

 

-Ven, súbete al auto, ya se está haciendo tarde -Comentó Carrie, abriéndole la puerta-. Te contare en el camino.

 

Durante todo el trayecto, el pelinegro estuvo hablándole, de cómo casi cada fin de semana, a el Lugo le subastaban casi como de un pedido de alimentos, de tiernos jovencitos que nunca habrían sido tocados. Por lo general todos eran conocidos de Paolo, que usaba cualquier excusa para alentarlos a aparecerse. Excusas que el mismo se inventaba para ganar las sumas de dinero que le ofrecían por ellos.

 

Le recordó que los mafiosos estaban siempre bajo el ojo clínico de la ley. Que de matar a un familiar, tendría que matar al resto de bocas sueltas, y un sicariato en un lugar tan bien acomodado como su ciudad, donde casi nunca ocurrían crímenes, era demasiado estúpido hacer una jugada como esa. Aparte que ningún chiquillo le valía tanto para amenazar de muerte...

 

-Por lo general, cuando uno no acepta, busca con toda tranquilidad a otro con quien pasar la noche, Daniel. -Le comentaba Carrie, quien ya se sabía todas las movidas que hacían allí-. Paolo solo deseaba el dinero que le ofreció, que por cierto, la suma que usted me dice es apenas una porción de la que ofreció. Y solo porque usted le pareció más atractivo y fuera de lo común.

 

Le tendió un pañuelo indicándole que se limpiara los labios, donde aun había un poco de brillo labial, antes de continuar:

 

-Pero no tiene de que preocuparse. Aunque Paolo trate de volverlo a traer con él, no lo aceptará. Tiene mi palabra de que no será así...

 

-Nunca creí que fueras así de bueno. -Admitió-. Siempre eres tan silencioso y un poco distante conmigo.

 

Carrie sonrió a medias, apretando la punta de su nariz con la yema del dedo-. Nunca creí que hicieras tan feliz a Iván. No sería buen amigo de permitir que destruyan su felicidad machacando tu persona. Así que oye bien, no te metas más con esa persona ¿eh?

 

Asintió casi como un cachorrito cuando se sacude, mientras el auto se detenía, pareciéndole el trayecto más corto. Pronto estuvo junto con Carrie frente a la puerta del departamento que compartía con Iván, y donde Christopher estaba viviendo desde hace un par de semanas, siendo el otro sobrino del doctor, aparte del único que le recibiría desde que su padre le había echado de su casa cuando le confesó su inclinación sexual.

 

Y aunque Carrie le había regañado por decirlo tan a la ligera, el rubio le había dicho un millón de veces que quería empezar aquella relación con buen pie. Por más que Carrie le recordara que ambos no eran una relación aun, sino algo que podía apenas catalogarse como amigos con "ciertos" derechos.

 

Chris le había vuelto a decir que haría todo tan bien que se ganaría su corazón antes de lo esperado.

 


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