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PiercedEye por Vanuzza

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Notas del capitulo:

Lamento mucho el haberme atrasado en subir el cap, he tenido muy poco tiempo libre con la uni estos meses y poca inspiración. De hecho lo que me despertó un poco fue una clase de tribus urbanas en clase de Tendencias..... Se me ha ocurrido torcer un poco del primer concepto y ramificar un poco esta historia (al mas estilo Junjou con sus tres historias que se conectaban en una sola) Anyway xD lean y den su vedericto. Enjoy~!

El timbre de clases sonaba de forma estrepitosa, como un chillido. Ese maldito timbre, rompía con sus oídos al punto que estaba por cometer su tercera “diablura” durante el semestre. ¿Para qué se suponía que una universidad debía tener timbre entre clases? No recordaba ese detalle en la universidad de Christopher la vez que había ido a molestarle. Suspiró pesadamente, observando pasarles por el lado a los niños “muñeca”. Una tribu urbana bastante fémina para ser masculina. Parecían incluso mujeres con una pieza extra. Mordisqueó el cigarrillo con notable impaciencia, contando los segundos para escucharles decir…

-¡Adiós, guapo! –dijeron al unisonó ya a un par de metros de él.

Merlov se contuvo con toda su fuerza de voluntad de girarse a propinarles unos golpazos hasta quitarles las extensiones de un jalón y sacarles las prótesis de silicón en las nalgas, de forma que los guardias de la universidad no le sacaran una vez más. Escupió el cigarrillo y lo pisó en una de las aceras, recordando el porqué había dejado de ser un “vándalo” como le decía Carrie.

Porque Eros se lo había pedido.

Frunció el entrecejo, suspirando pesadamente mientras recordaba su rostro de muñeca enfurruñada mientras le plantaba frente a la cara la nota de suspensión por una semana, que casualmente caía en la de exámenes, causando una baja en picada de su nota final, atrasándole tres materias que llevaba arrastradas. Le había repetido medio millar de veces que no importaba, que se las arreglaría para estudiar de noche.

Pero Eros tenía que poner su carita triste de cachorro regañado. Tenía que amenazarle con volverse un “flogger” para que el aceptara ponerse en la línea. Lo que menos deseaba era que su prospecto de novio se mostrara en el internet, tomándose fotos con el espejo del modo más estúpido posible, ni de perspectivas que dejaran a la vista su cuerpo, ni sus ojos. Esos ojos que eran solo suyos.

Ahora que lo pensaba mejor, no eran novios. No había que pedírselo formalmente. ¿Oh si había que hacerlo?

-¡Argh! –Gruñó, soltando la mochila y revolviéndose con desespero el peinado mohicano, al punto que tuvo que fijarse en el vidrio de una puerta para rehacerlo, prosiguiendo su camino hacia el bloque de Diseño Grafico.

Se sentía aparte algo estúpido por no haberse dado cuenta de los amigos de su mejor amiga. Se había dado cuenta de todas las criticas, eso sí, que le hacían por sentarse a almorzar de vez en cuando en los cafetines que rodeaban la calle de la Universidad, con una chica gótica. A quien había conocido de una manera en particular, rescatándola de las manos de un grupo de reggeatoneros en el turno nocturno.

Aunque según Carrie Marie, ella estaba en perfecto estado de defensa personal para luchar contra esas bestias que le tenían culto al sexo. Le pareció una egocéntrica al principio, aunque acabó teniéndole el afecto que actualmente le tenía. Era una niña solitaria en la realidad, que se sentaba de tanto en tanto en las gradas de la cancha para leer o escribir.

En la actualidad era Christopher quien le cuidaba a capa y espada, esperando que la chiquilla le diera el sí, pero el muy idiota lo que menos hacia era decirle que le gustaba.

-Hay que ver que hay gente temerosa…-Murmuró por lo bajo, saludando de lejos a otros anarcos que andaban platicando con los skaters. Tribu urbana con tribu urbana adyacente, parecía que hubiera un poco de todo en aquel sitio. Antes de darse cuenta sintió un par de brazos rodearle la cintura.

-“Merly~” -Canturreó una voz melosa, molesta de forma exagerada. Uno de los niños “muñeca”, de los cuales, Daniel era el más cursi de todo el maldito grupo.

-¡No me llames Merly, maldito fresa! –replicó, soltándose de sus brazos con rabia, girándose para observarlo. Bajito, cabello rizado y rubio, ojos color miel. Chemise rosa, jeans a la cadera. Estuvo por gritarle las mil y un barbaridades de no ser que de lejos observó a uno de los coordinadores que ya le había puesto el ojo encima. Refunfuñando por lo bajo mientras seguía su camino, estaba loco por llegar a su casa.

Daniel por su lado observó con desgano como su prospecto se alejaba de su lado, hablándole a su compañero, de ojos color miel y cabello pelirrojo, vestido de modo parecido y chupando una paleta.
-Ah, Paolo, no funciona, este tampoco me quiere…

-A ver, no se lamente, amigo, ya va a ver que ahorita nos conseguimos alguien bien bueno que le tome de la cintura y lo ponga a gemir como dios manda, aparte –le puso una mano en el hombro, hablándole de forma confidencial, mientras le delineaba los labios con el caramelo- …Con estos se puede ganar su buen dinerito ¿a qué no?

-Sí, Paolo, pero…-le miró con desgano haciendo un puchero- ¿Pero y si el tipo no me gusta?

-Hay, mijo, sépalo que…en este negocio, no hay forma ni manera de que se consiga una estrella de Hollywood ¿oyó? Aquí se va de lo que va, ahora vamos que luego se me va el cliente –dijo tomándole de la cintura y llevándoselo fuera de la facultad, donde otro dúo de “muñecas” le esperaba.

Por su parte, Merlov al fin había llegado al bloque de diseño grafico. Preguntándose arduamente lo mismo ¿Eran o no eran novios oficiales? ¿Debía o no debía de preguntarle? Habían dos opciones, que le golpeara o que le gritara, o quizás ambas. Eros era demasiado sensible en el sentido de que podía llegar a ser demasiado volátil su aptitud, según lo que pasara, por lo cual aun si no sabía la respuesta, si tenía la certeza que le asesinaría con alguna mirada.

Por fin, entró en el lugar, buscando el salón por todos los pisos, hasta que por fin le encontró. Como la primera vez que le había visto en el metro. Sus ojos cerrados con suavidad, el mp3 en los oídos, escuchando alguna música que le relajara. Aunque realmente siempre oía algo de todo menos relajante. Se acercó en silencio, dedicándose a contemplarle por largo rato, acercando a su mejilla una de sus manos, descendiendo hasta reencontrarse con sus labios, mordiéndoles juguetonamente a lo que esquivó la abofeteada del niño emo.

-¡No me muerdas, Merlov! –Se quejó con el rostro arrebolado, bajando el tono de voz por si le escuchaban, hablándole en un tono más confidencial y sereno- Siento que fueras a arrancarme el piercings del labio…

-Que importa te hago otro...-Le lamió el labio tal cual un perrito lamería una mano- Me gusta la carita que pones cuando algo te duele.

-Sádico...

-Florecita…-Le respondió, sonriendo divertido de la cara disconforme de Eros, sin sorprenderse cuando este le jaló por la corbata llena de chapas y pines metálicos.

-Desflórame –murmuró contra sus labios con voz sedosa, últimamente le daba por utilizar ese tono que le hacía temblar de pies a cabeza y le dejaba a su absoluta merced.

Hacía dos semanas desde que se lo pedía, pero no quería hacerlo así. Él, un punk quien nunca se había contenido, lo hacía ahora por un emo cualquiera. Claro, estaba enamorado. Y era bruto para los cálculos, pero sabía que si algo se hace con amor se debe de hacer bien…al menos a la primera. Recordó entonces la pregunta, tragó grueso antes de volver a hablar mientras se separaba hasta estar a una distancia prudente de su persona.

-No, espera, necesito preguntarte algo ahora….-dijo finalmente, entrelazando sus dedos con los suyos en un gesto tierno. Sorprendiéndose incluso por ello. Aunque era algo que se le daba últimamente en los ensayos de PiercedEye. Tomar sus manos durante los descansos, dejar que su cabeza se apoyara sobre su hombro…

-Adelante, hazlo. –Pidió, sonriéndole interesado. Ya Merlov le había dicho la razón de porque no deseaba que aquella primera vez entre ellos no se diera como cualquier cosa. Era común lo de romper estereotipos ahora.

-¿Somos novios?...- Preguntó sin más, dejando con un fuerte rubor en las mejillas a Eros, había una diferencia entre pareja y novios, pareja de amigos con derecho, novios era algo más serio. Aquello le había tomado por sorpresa, al igual que a un espectador metiche, que de lejos espiaba la conversación.


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