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Cristales del Valhalla por PrincessofDark

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Notas del capitulo:

¡Hola! Les agradezco muchísimo a todos los que continúan leyendo y comentando la historia. Espero sinceramente que este capítulo sea de su agrado y que haya valido la pena. 

Una pequeña advertencia: si odiaban a Abel creo que con esto lo van a odiar aún más... XD. 

Dedicado a ti que lo estás leyendo. ¡Gracias! 

-Veo que lo has traído – la voz fue tan gélida como el paraje – has hecho muy bien en cambiar de bando, Abel.

-Mí señor – el dios del sol inclinó apenas su cabeza en señal de respeto sin dejar de sujetar a Shun en sus brazos y recordó.

                                                 *          *          *

Abel se encontraba peleando con una de las valkirias sin percatarse de que lentamente se alejaba del centro de la batalla y se internaba en un camino paralelo y desértico. Recién se percató cuando la valkiria desapareció en un ágil movimiento y él se encontró frente a frente con Odín, el dios más importante de las tierras del invierno. El cosmos del Dios era tan poderoso que lo detuvo de inmediato y no le brindó ninguna posibilidad.

-No quiero matarte – indicó Odín con fría voz.

-¿Qué quieres? – jadeó expectante.

-Ofrecerte un trato… sé que quieres algo o mejor dicho a alguien… la misma persona que yo necesito.

-¿Shun?

-Así es. Shun de Andrómeda. Sé que él está involucrado con Hades, que es su amante o que está muy cerca de serlo.

-¿Qué me ofreces? Tú vas a matarlo…

-Dejaré que sea tuyo antes si eso es lo que quieres. No necesito la pureza de su cuerpo, sino la de su alma.

-Yo…

-Te conozco más de lo que crees, Abel. No te importa la vida de ese joven, lo único que quieres es saciar los deseos de tu cuerpo y poder enrostrarle a tu hermano que fuiste el primero en tenerlo. Si me lo traes… será tuyo antes de que lo sacrifique.

Abel quizás lo pensó durante unos minutos pero la respuesta llegó a sus labios más rápido de lo que él mismo creía.

-Lo pensaré

Odín sonrió despectivamente antes de responder.

-Aceptarás. Estoy seguro de que aceptarás.

Odín hizo aparecer un pequeño frasco en sus manos y una llave de oro que depositó en las manos de Abel.

-El frasco contiene unos polvos somníferos muy poderosos. Hará dormir a Shun durante muchas horas y ningún poder podrá despertarlo hasta que su efecto pase. La llave te permitirá transportarte frente a mí pero se destruirá inmediatamente después de que la uses. Podrás llegar pero no volver al Inframundo. Ahora… vete de una vez.

Abel se apresuró a regresar al combate, ocultando celosamente las cosas que Odín le había entregado. Unos minutos más tarde, el grandioso Hades había hecho su aparición y los había sacado a todos del lugar conduciéndolos a su reino.

En su interior no pensaba entregarle a Shun a los enemigos, no quería ser cómplice en la muerte de ese chiquillo cuyo único defecto o mayor don era ser el alma más pura de toda la Tierra. Había pensado comentarle a Hades la propuesta de Odín, dejando celos y rencores a un lado en pro del bienestar común y de la vida de Shun. Por eso lo había seguido una vez que todos habían sido distribuidos en el palacio de Giudecca y lo había visto entrar en la habitación de Shun.

Sigilosamente se había acercado y pese a saber que era incorrecto había espiado los acontecimientos que se desarrollaban adentro. Algo dentro de él se rompió al sentir las palabras de amor de Shun, dedicadas a Hades y no a él. Los celos ocultaron cualquier buen pensamiento que había podido tener y sólo la rabia y la frustración tuvieron lugar en su mente a partir de ese momento. Deseos de venganza atenazaron su mente y a medida que las horas pasaban se fueron volviendo más y más fuertes.

Por eso había decidido cambiarse de bando, siguiendo esa venganza que quería cumplir a toda costa. Había esperado hasta que todo el castillo estuviera sumido en el silencio y la tranquilidad y se había colado dentro de la habitación de Shun para llevárselo y dárselo a Odín.

                                                 *          *          *

-Muy bien, Abel. Lo llevaremos de inmediato al palacio donde se realizará el ritual.

El dios del Sol, asintió y siguió los pasos del señor del Valhalla rumbo a la lejana edificación. El camino se le hizo eterno por lo extenso y por lo difícil del avance debido a la nieve eterna y a una nevada continua y molesta que hacía aún más difícil la visibilidad.

El interior del palacio contrastaba con el frío del exterior por la calidez proveniente de algunas antorchas y de la chimenea que encendida iluminaba un gran salón en donde se encontraban Frey, Loki y Thor. Los tres dioses restantes, ignorantes del trato existente entre Abel y Odín vieron con la sorpresa reflejada en sus rostros la llegada de éstos con una figura más pequeña y frágil.

-¡Lo trajeron! – gritó Loki, poniéndose en pie y acercándose raudo.

-¿Cómo…? – comenzó a preguntar Frey pero fue detenido por la voz de Odín.

-Abel, el poderoso dios de la luz solar ha decidido unirse a nosotros. Ha sido él el que ha traído a Shun con nosotros, corriendo un gran riesgo por el que será recompensado muy pronto.

-¿No se dio cuenta de nada? – preguntó Thor, señalando con un gesto a Shun.

-No. Le di a Abel unos polvos somníferos que todavía durarán unas cuantas horas. Al anochecer, cuando él esté despierto, realizaremos el ritual necesario para restaurar por completo el poder de los cristales. Ahora lo dejaremos en alguna habitación para que descanse.

Odín indicó unas escaleras a Abel y éste comenzó a subir sin soltar su preciada carga. Al poco rato se encontró en un largo pasillo lleno de puertas de madera firmemente cerradas. Odín abrió una de esas puertas y los tres entraron dentro de un pequeño cuarto pintado de un sobrio color verde seco. Abel se apresuró a dejar el cuerpo de Shun sobre la cama amplia y de doseles que había en la estancia y en un movimiento inconsciente lo arropó con una manta de terciopelo verde malva.

-Puedes ocupar cualquier otra habitación de este pasillo para descansar un rato, Abel. O si prefieres puedes dormir aquí, me da igual.

-Me quedaré aquí – contestó Abel, dejándose caer en un sofá con descuido.

-Bien, como quieras. Ya escuchaste que por la noche realizaremos el ritual así que tienes hasta ese momento para hacer lo que quieras con él.

Odín abandonó la estancia y Abel no pudo dejar de sentir por un momento el peso del remordimiento, de dudar si lo que había hecho era lo correcto. Sin embargo, se repuso al convencerse de que ya era demasiado tarde para volver hacia atrás. Agotado, no tardó en dormirse intentando descansar un poco.

                                                 *          *          *

En el palacio de Giudecca el movimiento comenzó temprano por la mañana, con el ruido de los caballeros de Atena poniéndose en pie para tomar un breve desayuno y comenzar los entrenamientos. Al poco rato los generales marinas de Poseidón y los espectros de Hades se unían a ellos para comenzar una serie de combates cuerpo a cuerpo para fortalecerse y generar resistencias a las más diferentes técnicas.

Hades desayunó en su habitación, un poco agotado por el trajinar del día anterior pero después de saciar su apetito abandonó su dormitorio y se dirigió al de su pequeño y apetecible amante. Llamó un par de veces y como nadie respondió se atrevió a entrar, seguro de que el joven quizás se estaría bañando.

Encontró la cama revuelta, con signos de que Shun había dormido ahí pero al tocar el hueco dejado por el cuerpo del muchacho lo sintió frío, como si hubieran pasado muchas horas desde que Shun se había levantado.

-¿Shun? – llamó en voz alta, inundando la estancia con su voz ya un poco preocupada.

En quince minutos había revisado las habitaciones de punta a punta, cerciorándose de que Shun no estaba y no se había llevado ninguna de las ropas que había dejado en su armario. Al salir del cuarto dio órdenes inmediatas de buscar al joven en todo el palacio y en todo el inframundo mientras él personalmente se encargaba de avisar a Ikki de la desaparición de Shun.

En menos de una hora todo el Inframundo había sido movilizado de punta a punta, revisando cada una de las prisiones y de las regiones del averno: el Tártaro, Cócito, los Elíseos, etc. Todo era revisado por los espectros, los caballeros y los generales marinas hasta que todos llegaron a la misma horrible conclusión: Shun se había esfumado del Inframundo y eso, eso era sencillamente imposible.

-¡Abel tampoco está! – la noticia provino de Mu, uno de los que se había percatado de la ausencia del dios del sol pese a la preocupación por Shun.

Sí alguien creía haber conocido a Hades enojado se dieron cuenta de que ese enojo era nada en comparación con el que tenía ahora. Su cosmos se encendió, más oscuro, siniestro y poderoso que nunca, causando que todo lo que estaba a su alrededor se convirtiera en un montón de cenizas.

-¿Tú crees que Shun y Abel hayan huido juntos? – se atrevió a insinuar Poseidón.

-¡No! No falta nada de ropa en el cuarto de Shun. ¡Tiene que habérselo llevado sólo con el pijama que se había puesto antes de dormir! – Hades respondió furioso y repentinamente iluminado subió las escaleras encerrándose de nuevo en la habitación de Shun.

Cuando salió, luego de un rato que transcurrió increíblemente despacio, lo hizo con un semblante frío y letal, tan letal que todos contuvieron la respiración.

-Abel nos ha traicionado y se ha llevado a Shun para entregárselo a Odín. En la cama había restos de unos polvos somníferos muy potentes. ¡Voy a asesinarlo! Ahora sí que voy a matarlo.

-¿Qué vamos a hacer? – la voz que se atrevió a preguntar fue la de Atena y Hades ni se dignó a responderle, concentrado por entero en encontrar una solución,

                                                 *          *          *

Abel despertó sin ser demasiado consciente del tiempo que había pasado durmiendo. Al levantarse del sofá notó que Shun seguía durmiendo todavía, pero que alguien había entrado mientras ambos descansaban y había dejado una túnica blanca y unas cuantas joyas de oro sobre la cama. Seguramente se trataba de la ropa que Shun debía llevar para el sacrificio, ya que ese pijama de franela no era lo más adecuado para el acto.

Se estremeció al pensar en las pocas horas que debían quedarle de vida al chiquillo que dormía ajeno a todo lo malo que había sucedido y aún faltaba por suceder.

Sin embargo, había cosas que ansiaba más que preocuparse por el final de Shun, así que con suavidad quitó la manta que cubría el cuerpo del indefenso joven y lo cambió de posición, colocándolo boca arriba y en la mitad del lecho. Shun se veía más adorable y apetecible si eso era posible estando así, tan indefenso a los deseos del dios del sol que con movimientos lentos se acercó a él y se le colocó encima.

Las manos de Abel acariciaron por un instante el rostro pálido y terso de Shun, disfrutando de la suavidad de esa piel de marfil y sintiendo la acompasada y sosegada respiración del más joven. Poco después de esas caricias, las manos de Abel se dirigieron a la camisa del pijama que Shun llevaba, comenzando a desprender uno por uno los botones redondos y corrientes de la prenda.

Cuando la camisa estuvo desprendida por entero disfrutó observando la piel pálida como la luz de la luna que poseía el joven y luego de esa observación tan analítica fueron sus manos las que se atrevieron a tocar a Shun para reconocerlo y descubrir cada rincón a medida que empujaba y deslizaba la camisa para quitársela. Con cuidado, Abel lo alzó de la cama lo suficiente como para poder quitarle la camisa a Shun, acariciando y descubriendo la piel de su espalda hasta llegar al pantalón.

Volvió a depositarlo sobre la cama y su rostro descendió hasta quedar a pocos centímetros del rostro de Shun, de esos suaves y húmedos labios que estaban firmemente cerrados y que parecían atraerlo como un imán. Abrió su boca y la posó sobre los labios de Shun, forzándolos un poco para obligarlos a abrirse y poder introducir su lengua para reconocer la húmeda y cálida boca. El primer pensamiento de Abel fue comparar el néctar de esos labios con la más fina de las ambrosías, se perdió en las sensaciones que descubría a través de ese beso forzado por tanto tiempo que creyó enloquecer.

Sin embargo, el cuerpo de Shun lo llamaba por entero y con una mezcla de disgusto y satisfacción fue descendiendo, besando y lamiendo el pecho de Shun sin reprimir ninguno de los jadeos y expresiones de placer que inundaban su garganta. Descendió hasta que encontró un obstáculo nuevo, los pantalones que el muchacho aún conservaba y que él estaba desesperado por quitar. Tomándose su tiempo desprendió el botón del mismo y bajó el cierre para desprenderlo del todo y comenzar a descenderlo por las caderas del más joven hasta poder quitárselo.

Se apartó un poco a medida que el pantalón alcanzaba las rodillas del más joven y entonces la sintió. Sintió una voz suave y débil que acompañaba a unos ojos que lucían más desolados y tristes que nunca antes mientras lo miraban y le sostenían esa mirada dejándolo paralizado y estupefacto.

-¿Por qué? ¿Por qué me hace esto? ¿Qué le he hecho?

Notas finales:

¿Y? ¿Qué les pareció? A las que amenazan con matar a la autora (jajajaja) les recuerdo que se quedarán sin saber el final de la misma. 

¡Nos leemos pronto! 


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