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Cristales del Valhalla por PrincessofDark

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Notas del capitulo:

¡Hola! Muchas gracias por continuar leyendo la historia. Espero que este capítulo sea de su agrado. Perdón por la demora pero la musa se rebeló con este capítulo y todavía no estoy segura de que haya quedado bien. 

Dedicado a todos los que leen!!!! 

 

El beso le pareció muy breve a Hades porque debió interrumpirlo con la entrada de Ikki, Saori y Shaka en la habitación después de golpear brevemente. Dejó ir a Shun que volvió a acomodarse en la cama, con el rostro tenuemente ruborizado y él regresó al lugar que ocupaba antes.

-¿Cómo te sientes, Shun? – preguntó Saori mientras Ikki lo abrazaba efusivamente para sorpresa del jovencito, poco acostumbrado a esas demostraciones de afecto en público por parte de su hermano.

-Mucho mejor. Gracias, Saori.

-Será mejor que no nos cuentes nada, Shun. Podrías sufrir de nuevo y debilitarte.

-Él pudo hablar – indicó Hades, antes de que Shun pudiera comentar algo y Saori miró a su amigo con una sonrisa.

-¿En serio? ¿Podrías contarnos algo?

-Los báculos que yo soñaba llevan unos cristales que ellos llaman Cristales del Valhalla. Son cuatro báculos y cuatro dioses: Odín, Loki, Thor y Frey. Loki y Thor son los que conocemos. Ellos querían llevarme a las tierras de Odín, en las regiones nórdicas porque necesitan mi sangre. Dijeron algo de que los cristales recuperarán todo su poder si son bañados con ella. Yo… - la voz de Shun que hasta ese momento sonaba firme se quebró levemente producto de los nervios – me vi a mí mismo muerto en un altar.

-Tranquilo, Shun. Impediremos que ellos vuelvan a acercarse a ti – sostuvo Saori mirándolo y transmitiéndole confianza a través de esa mirada.

-Lo sé – Shun dirigió una rápida mirada a Hades que sonrió imperceptiblemente – es sólo que ustedes corren mucho riesgo por mí culpa.

-No digas eso, Shun. No te preocupes por eso. Tú te has arriesgado muchas veces por mí, ahora es el momento de que yo te proteja y no dejaré de hacerlo. ¡Te lo prometo! – reiteró Saori con voz dulce.

-Quisiera levantarme – pidió Shun mirando a su hermano – por favor.

-Está bien, Shun. Te dejaremos solo – Ikki accedió y los demás abandonaron la habitación cerrando la puerta.

El joven se quedó a solas y al notar esa soledad el peso del mundo pareció caer sobre sus hombros. Sabía lo difícil que era su situación en ese momento y también confiaba en las palabras de Saori. Sin embargo, era consciente de que permanecer en el Santuario pondría a todos sus seres queridos en riesgo y que se produciría una verdadera masacre con tal de defenderlo.

-No puedo dejar que se sacrifiquen así por mí. Morirán muchísimos por mí causa y eso no es justo – susurró en voz baja mientras miraba sus manos.

                                                 *          *          *

Abel se presentó en la Casa de Virgo justo cuando Ikki, Saori, Shaka y Hades salían de la habitación de Shun. Su rostro demostraba preocupación y también una decisión que no pasó desapercibida para nadie.

-¿Ya despertó? – preguntó sin tan siquiera saludar.

-Sí. ¿Por qué? – preguntó Ikki.

-Es mi deseo verlo. Quítense.

-Shun se está levantando – informó Saori en respuesta.

-¡Maravilloso! Así estará listo para el viaje lo más rápido posible.

-¿Viaje? ¿Qué viaje? – preguntaron a la vez Saori, Shaka e Ikki.

-¡Es que yo soy una persona que en verdad piensa, Saori! No como otros – Abel miró despectivamente a Hades – dejar a Shun aquí implica poner al Santuario al borde de una matanza. Esos dioses son muy poderosos, sería imposible que no triunfaran en un ataque al Santuario. Así que me lo llevaré a mi reino.

-Pero tú estás demente si piensas que dejaré que te lleves a mi hermano de aquí – dijo el Fénix en voz baja, pero tan terriblemente siniestra que Saori y Shaka palidecieron y Hades arqueó una ceja.

-Tú no eres nadie para impedírmelo. Por si no te acuerdas, yo ayudaré a Saori sólo si me entrega a Shun y aunque él me haya rechazado estoy seguro de que puedo convencerlo con un poco más de tiempo.

Hades que hasta el momento no había dicho palabra, dio un paso adelante y alzó su mano para lanzar a Abel contra la pared y elevarlo unos cuantos centímetros del piso. Shaka, Ikki y Saori no osaron intervenir en lo que se veía venir como una gran disputa entre los dos pretendientes del caballero de Andrómeda.

-En primer lugar Shun no es un objeto ni una mascota para que juegues con él. En segundo lugar, sacarlo del Santuario para mandarlo a tus y permíteme la expresión irónica “magníficos y extensos reinos” es una idiotez porque tienes menos guerreros para protegerlo y en tercer lugar… Shun ya te rechazó y no va a cambiar de opinión. Ah, y una cosa que se me olvidó, si intentas tan sólo llevártelo a escondidas tendrás que esconderte en tus “reinos” porque te mataré y lo haré tan lentamente que te arrepentirás de habértelo llevado. ¿Fui lo suficientemente claro o necesitas alguna otra explicación? – siseó Hades mientras agarraba el cuello de Abel, haciendo que le fuera imposible tomar aire.

-Está… está… claro.

-Perfecto entonces – Hades soltó el cuello del dios del Sol y éste cayó estrepitosamente al suelo.

En ese momento, Shaka que había permanecido sereno y sin intervenir se dirigió a Saori.

-¿No creen que Shun está demorando demasiado en salir?

Ikki, Hades y Saori parecieron preocupados de golpe y fue el Fénix el que se dirigió a la puerta cerrada y golpeó suavemente.

-¿Shun, estás bien?

Como nadie respondió al cabo de un minuto, los tres entraron a la habitación para encontrarla vacía y con la ventana abierta.

-¡No! – exclamó Saori angustiada.

-¡No puede ser que se haya ido! – exclamó Shaka que ingresaba en ese momento.

Ikki que no había dicho nada pareció reponerse y que buscó alguna nota que finalmente encontró sobre una mesa y leyó velozmente.

-¡Será idiota! – gritó furioso – se fue. Dice que no quiere ponernos en riesgo y que si vienen por él habrá demasiadas muertes que no soportaría sobre su conciencia.

-Hay que buscarlo – intervino Shaka – no puede haberse ido demasiado lejos. No creo siquiera que haya abandonado el Santuario.

-¡Rápido!

Los cuatro salieron a toda prisa y mientras Ikki y Atena ascendieron al Recinto Principal, Shaka y Hades buscaron en sentido contrario, descendiendo rumbo a la casa de Aries y preguntándoles a todos a su paso.

                                                             *          *          *

Shun se había escapado por la ventana, una salida demasiado cinematográfica a su humilde parecer pero no podía quedarse sabiendo el riesgo en el que ponía a los demás injustamente. Se había llevado apenas la ropa que tenía puesta y la caja de su armadura, compañera fiel en todos los momentos en que la había necesitado.

Nadie lo había visto descender y con sigilo se metió entre las sombras del Santuario para dirigirse a la salida en la casa de Aries. Vio pasar de lejos a Shaka y a Hades que se separaron para buscarlo, uno en el interior de los templos y el otro en el exterior de los mismos y los alrededores.

Sin embargo, Shun pudo adelantárseles y escapar pasando cerca de la casa de Aries hasta lograr salir a un pequeño bosque que separaba el sagrado recinto del Santuario del pueblo más cercano.

-No crees que estás bastante lejos de tus protectores

Shun sintió la voz a sus espaldas y no pudo evitar un estremecimiento de pánico al no reconocerla. Volteó lentamente y se encontró cara a cara con la persona que menos esperaba, Abel.

-¿Me está siguiendo?

-No. En realidad no. Después de las palabras que me dedicó Hades en la casa de Virgo decidí tomar el fresco y me vine hasta acá. No esperaba tu grata compañía. ¿Huyendo, mi bello Andrómeda? – preguntó con ironía Abel, acercándose a Shun.

-No quiero ponerlos en peligro – murmuró Shun en respuesta.

-¿Y ponerte en manos del enemigo es la mejor opción?

-No me atraparán.

-¿En serio? – Abel sonrió con ironía – sé que eres poderoso, pero para ellos eres un imán. Te necesitan y no cesarán de buscarte.

-Debo irme – Shun hizo el amague de retomar su camino pero una mano de Abel aferró su hombro y lo detuvo – Déjeme ir.

-Yo podría ayudarte si quisieras…

Shun lo miró analíticamente y dejó de intentar soltarse para escuchar lo que Abel quería decirle. Desconfiaba del dios del Sol, pero no perdía nada por escucharlo en ese momento.

-¿Tú no escuchaste nada de lo que hablé con Atena y Hades verdad?

Shun negó lentamente y Abel sonrió recordando las palabras de Hades de matarlo si se atrevía a llevarse a Andrómeda. Hades no estaba en ese momento y si Shun aceptaba irse de buena gana… ¿quién podría detenerlo?

-Tengo todo listo para viajar a mí reino y les ofrecí llevarte. Allí estarías más a salvo que aquí. Sin embargo, tu hermano y los demás rechazaron mi oferta. ¡Hades incluso me amenazó de muerte!

-¿Hades hizo eso? – Shun abrió con sorpresa sus ojos ante las palabras del mayor.

-Sí.

-¿Por qué no querían que me fuera con usted? Ellos podrían acompañarme, ¿no?

Abel sonrió de nuevo con satisfacción.

-Claro que sí. Ikki podría perfectamente ir contigo e incluso alguien más si tú quieres. La oferta sigue en pie y creo que eres tú el que debe responderla. ¿Quieres ir a mí reino?

-Buscaré a Ikki y a Shaka. Quisiera que ellos fueran – sostuvo Shun sin decidirse todavía.

-Aguarda, Shun. Te llevaré a ti primero y luego vendré por ellos. Así quedarás protegido más rápido. Estás en una situación débil en este momento, no podemos perder tiempo.

A Shun no le gustó demasiado como sonaban esas palabras y eso le volvió a generar la desconfianza que casi había perdido a medida que conversaban. Abel notó el sutil cambio del rostro de Andrómeda y su mirada se ensombreció, tornándose más pesada. Su voz, por el contrario se volvió más profunda y ronca con un toque de seducción evidente.

-¿Desconfías, Shun? No deberías desconfiar. Yo no tengo ninguna intención de lastimarte y mucho menos de entregarte a tus enemigos… yo quiero otra cosa.

La última parte fue la que no le gustó a Shun, la que lo hizo sentir incómodo y anhelar irse pero Abel seguía sujetándolo y en vez de alejarse se aproximaba aún más haciendo que su aliento rozara imperceptiblemente su rostro, erizándolo inconscientemente.

-Yo… te quiero… a ti… - jadeó Abel en los oídos del muchacho mientras su boca mordisqueaba el lóbulo derecho de la oreja de Shun, generando en el menor una sensación de placer a la que no estaba acostumbrado.

La sensación era diferente a lo que había sentido con Hades, pero no lograba comprender la diferencia todavía. El calor era la sensación que dominaba y podía sentir la lujuria por parte de Abel, pero no había las otras sensaciones que Hades lograba despertar en él. Su mente pareció reponerse e intentó soltarse, aflojándose y apartándose del dios del sol.

-Basta – Shun se apartó – no iré con usted.

El joven volvió a su recorrido pero no dio más que un par de pasos antes de toparse con una soberbia, orgullosa y enojada figura.

-¿Se puede saber qué demonios pretendías?

La voz de Hades retumbó en los oídos de Shun y lo hizo palidecer. No se explicaba como el mayor había logrado alcanzarlo, pero al momento eso tuvo una respuesta: demasiado tiempo perdido con Abel y su cosmos lo había descubierto cuando lo elevó para intentar zafarse.

-Yo… - comenzó a balbucear una respuesta pero el mayor lo interrumpió.

-¡No tú! ¡Tú, Abel! ¿Recuerdas todo lo que te dije, verdad?

-Sí, pero yo no te tengo miedo. Además, sólo estábamos hablando.

-¿Hablándole en el oído? ¿Te piensas que soy idiota? Intentaste convencerlo de que se fuera contigo. ¿Le dijiste que tu reino es mucho más débil que el Santuario?

Shun intentó escaparse en vista del enfrentamiento que se veía venir entre los dos dioses. Avanzó unos pasos pero un poderoso cosmos lo detuvo y lo inmovilizó.

-¡Ni se te ocurra intentarlo, Shun! – la voz de Hades sonó furiosa y Shun no pudo evitar sentir miedo - ¡Te quedarás allí y esperarás a que termine con Abel para que hablemos!

Hades volteó a ver a Abel y tomó aire durante un minuto antes de continuar.

-Mira, Abel. Te daré un minuto… ¡un minuto! En ese tiempo quiero que te vayas de aquí y si te vas a tu reino pues mejor para todos porque estoy a sólo un paso de asesinarte… y si no fuera por el maldito equilibrio que debe existir ya te estaría matando ahora mismo.

                                                 *          *          *

Shun vio desaparecer a Abel en menos del minuto que Hades le había dado y eso le preocupó. La furia de Hades retumbaba en sus oídos y aunque jamás lo reconocería temía un poco lo que pudiera pasarle frente a la persona que se había comportado muy bien con él y de la cual había escapado.

-¿No bastaba mi palabra de que te protegería para que te quedaras? – la voz de Hades resonó con un deje de decepción que estremeció a Shun.

-No… es… por eso. No quería… que nadie saliera lastimado.

-¿No bastó tampoco la palabra de Saori? – Hades pareció ignorar esa respuesta y desapareció el cosmos que impedía a Shun partir.

-¡No quiero que mueran por mí causa!

-Si ellos te capturan y te sacrifican moriremos todos igual, Shun. El poder de los cristales se volverá indestructible y la tierra podría ser destruida por su mero capricho. ¿Pensaste en que podrían atraparte?

-Sí. Pero pensé… que… podría escaparme.

-¿Escaparte con Abel? ¡Excelente idea!

-No…iba…

-Sí ibas a irte con Abel… si te dejaba llevar a Shaka y a Ikki. ¡Escuché y vi todo, Shun! ¿Y sabes qué es lo que más me molestó?

Shun negó suavemente con la cabeza.

-Que estuviera tan cerca de ti. Nadie tiene derecho a ponerte una mano encima que no sea yo, Shun.

Hades se había acercado a él lo suficiente como para que su voz fuera baja, profunda e íntima a medida que las últimas palabras escapaban de sus labios. Se apoderó de esa boca en un beso que no se comparaba al que le había dado apenas hacía un rato, cuando había despertado. Éste fue un beso enteramente posesivo, buscando una respuesta tan posesiva como la que estaba brindando. Se asombró cuando Shun le respondió de la misma manera, quizás inconscientemente y sin embargo, notó que su rostro se humedecía. Se apartó de golpe para ver el rostro del más joven cubierto de lágrimas.

-Shun…

-¡No quiero ver morir a nadie!

-Entonces vendrás con nosotros por las buenas – la voz rompió la escena entre ambos y los hizo girar para ver a quien interrumpía la escena. El rostro de ambos palideció mientras Hades se apresuraba a ponerse frente a Shun a modo de protección. 


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