Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El fantasma de la abadía. por nezalxuchitl

[Reviews - 339]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Te amo. I love you. Je t'aime. Ti amo. Vos amo. Kimi o aishiteru. Ani o'have otach. Ich liebe ditch. Ana Behebek. Maite zaitut. Ta gra agam ort. Taim i' ngra leat. Techihhila. S'apayo. Ni mits neki.Minä rakastan sinua.

Tantas maneras de decirlo como idiomas ha inventado el humano. Diferentes palabras y diferentes sonidos: el mismo significado.

10º ¿Cómo decirle que le amo?

 

Lotario montó en aquel extraño carruaje. Nunca había visto uno así, que no necesitara de caballos que lo tiraran. Teodora había acudido a su llamado, pero acompañada por otras dos personas, sus damas de compañía, barruntó, aunque, la Teodora que recordaba no solía tenerlas.

Necesitaba verla a solas, saber donde moraba... había fantasmas que sabían encontrar a las personas en cualquier lugar que estuviesen, pero Lotario no sabia hacer eso. Se reprochó el no haber indagado sobre sus poderes fantasmales, cuales eran, como ejercerlos... pero ¿a quien acudir? El Abad solo sabia de una cosa: de sus joyas. Los otros monjes no hablaban, ni habitaban de tiempo completo el lugar.  No había universidades de fantasmas, ningún libro...

Desazonado, permaneció invisible. Ya podía hacer eso. Ser visible o invisible a placer. La noche del arrobamiento místico de Teodora se había formado un lazo entre ellos, uno del que Lotario obtenía energía de manera constante, procurando que fuese poca, para no desmejorarla.

Pensó todo el día en que decirle.

"Os amo señora, os he amado mas allá de la muerte, durante todos estos siglos." "Os amo como os lo prometí."

Si, eso sonaba bien. Teodora le había pedido que solo la visitara cuando estuviera a solas, para no atraer sobre ella innecesarias sospechas de brujería, y así lo había hecho. A veces hablaban, a veces muy ocupada en leer y escribir solo le permitía verla. Conservó siempre los cabellos cortos. Para evitar sospechas morbosas dijo que era un voto hecho a Santa Radegunda para que le devolviera sano y salvo a su prometido (Lotario, a quien sabia difunto) y hasta su muerte se ocupó de que hubiese siempre una vela prendida en su altar y otra en honor a él en el altar mayor.

Siempre ingeniosa, Teodora mantuvo lejos a la Inquisición (un hombre soltero, mas aun una mujer soltera, que poseía textos árabes en su biblioteca, eran siempre sospechosos de brujería) y ganó la protección eclesiástica contra los pretendientes que, aun a la avanzada edad de 40 años llegaban, haciendo creer al arzobispo que donaría su fortuna a la Iglesia cuando muriera, como solían hacer los solterones o los que morían sin herederos.

Durante los 57 años de su existencia en esta tierra Teodora fue una cristiana ejemplar. Cuando su padre murió y quedo dueña de si misma y de su hacienda consultó a Lotario sobre las mejores medidas que podría tomar para evitar ser robada y violada con el fin de adquirir su patrimonio mediante un matrimonio forzoso.

-Ingresad con las clarisas. - propuso cándidamente la noche del entierro de maese Ortolano.

-No, mi vocación no es religiosa,  ni mis inclinaciones franciscanas.

-Pero Teodora, si vos siempre habéis gustado de los frailes pobres.

-Si - concedió, con su leve sonrisa- me agradan sus ideas sobre la pobreza y la felicidad y lo que de estas se extrae para el gobierno del mundo, estoy de acuerdo con ellas y las promuevo, yo que soy rica y no podría ser pobre. Mi vocación es ésta... - señaló  los estantes que tapizaban su biblioteca.

-Acudid al arzobispo. - dijo Lotario después de un rato - Decidle que esperáis mi retorno - alzó un dedo, que podría haber pasado por el de un vivo, para que no lo interrumpiera - que os proteja hasta mi regreso. Como hombre piadoso que es no podrá sino acogeros.

La idea le pareció buena a Teodora, pero cuando acudió al arzobispo tentó a su codicia mas que a su piedad. Le hizo creer que le legaría su fortuna si Lotario no volviese. Como a Lotario hasta los suyos le daban por muerto accedió encantado. Ese arzobispo y otros dos morirían antes que Teodora, pero entre los encargos que se trasmitían estaba el de proteger el patrimonio eclesiástico que aquella devota solterona mantenía "en uso".

Menudo chasco se llevaron cuando la vieja murió y en su testamento legaba todos sus bienes a la universidad.

-Mis hijos son éstos. - decía Teodora señalando sus escritos - Ellos vivirán después de mi y en ellos moriré un poco menos cuando muera.

Cuando Teodora murió Lotario casi enloqueció de dolor. Ella se fue, se fue definitivamente. Era valiente, Teodora, y toda su vida había buscado la Verdad: era indudable que iría a su encuentro.

Ella se fue y Lotario se quedó atrás, solo y gastado. Perdido en un limbo. Se refugio ahí, en ese lugar oscuro e interminable. Solo de vez en cuando visitaba la abadía; la casa de Teodora no, no podía soportar su vista sin que los ojos se le anegaran en llanto.

La existencia, al principio tan lenta, se fue volviendo mas rápida, como si, cosa impensable, el tiempo fuera relativo. Un día encontró que ya solo era una cosita, una diminuta entidad que apenas existía.

Se planteaba ya si dejar que su energía se consumiese por completo cuando la reencontró. Ella reapareció. Reencarnó.

"¡Señora mía, podremos pasar otra vida juntos! Ha valido la pena la espera, solo por la dicha de vivir dos vidas con vos."

Si, eso le diría. Le contaría quien era él, y quien era ella, y vivirían juntos de nuevo, porque al lado de Teodora la dicha era tan inmensa que aunque estuviera muerto, vivía.

Subió a la carroza de Teodora y la siguió hasta sus habitaciones... que raras eran las habitaciones de ahora. Lotario ni siquiera sabia que año de Nuestro Señor era aquel. Para el, el mundo había dejado de importar el día que Teodora lo abandonó.

Se hizo visible cerca de donde sentía su presencia. Era una habitación con una extraña silla que contenía agua y parecía estar hecha de porcelana. Lotario se alegró por Teodora: seguía siendo rica, si tenía carroza y una silla de porcelana.

Salió de detrás de un vidrio, mojada y desnuda, o, mejor dicho, desnudo. Era un varón: un segundo bastó para que su sexo se evidenciara a la vista de su cuerpo desnudo.

 Lotario sintió primero mucha vergüenza; el no había pretendido verla desnuda. Después la incredulidad. Una pequeña prenda, como taparrabos de bárbaro, cubría sus partes pudendas pero su pecho plano... ninguna mujer, por menos dotada de atributos femeninos que fuese tendría el pecho tan liso a la edad que le suponía a Teodora.

Aun estaba impactado cuando Teodora se volteó. Lo miró. Se miraron. Luego ella salió corriendo de ahí. Resultó evidente que no lo recordaba. Lotario se maldijo por espantarla, no era su intensión... pero... que hacer? Había previsto que se espantaría, pero la consolaría, le explicaría quienes eran... lo que no había previsto era que fuera un hombre.

¿Cómo decirle: "Señora, os amo" a un joven?

La situación superaba a Lotario. Se destocó de su gorro y se rascó la cabeza, como hacia siempre que no sabia que hacer, que pensar.

Aun estaba asimilando la cruda realidad cuando Teodora regresó. Con su dama de compañía rubia, que, con el pecho desnudo, resultaba evidente que era su paje. Les pegó un susto de muerte. Cuando intentó hablarles huyeron despavoridos. Lotario arrojó su gorro de terciopelo rojo contra el piso.

Que mal había salido aquel primer acercamiento.

Se desvaneció (con todo y gorro) hacia su limbo.

 

***

 

-Despierta, perezoso.

Teo sintió que lo movían y abrió los ojos, extrañado de despertar por contacto humano y no por la alarma de su celular. Vio el hermoso rostro de Enrico, enmarcado por los dos mechoncitos que dejaba sueltos.

Imágenes de la noche anterior lo abordaron como piratas. Sus mejillas se tiñeron. ¿Qué leches hacia en la cama del barón? Por lo menos ya estaba vestido y peinado.

-Te he traído tu uniforme. - estaba sobre una silla. Enrico parecía querer decir algo más pero, por primera vez desde que lo conocía, estaba callado.

-Gracias. - Teo se sentó en el borde de la cama. A el tampoco le salía lo que tenia que decir. - Barón, anoche...

-¿Vas a levantar cargos? - Enrico lo interrumpió tan bruscamente como el comenzó.

-¡¿Qué!? ¡No!

Enrico suspiró aliviado. Teo sintió ganas de tocarlo, pero luego de habérsele montado encima la noche anterior y atacarlo sexualmente sin previo aviso no lo juzgó prudente.

-Lo siento.  - se disculpó por segunda vez.

Enrico negó con la cabeza.

-Yo debí haberme contenido; tu eres menor de edad y... - virgen, iba a decir pero la palabra se le ahogó - Debes pensar que soy un viejo depravado.

Teo casi se rió: ¿viejo y depravado? ¡Para nada!

-Es la primera vez que algo así pasa, te lo juro. Ningún pupilo me había gustado, solo tu. - la contrición le arrancaba sinceras confesiones que de otro modo jamás habrían salido.

El dato de que le gustaba al hermoso y bisexual barón de Belcançone dejó a Teo impactado.

-¿Le gusto?

-Esto no volverá a ocurrir. Vístete por favor para que te lleve a la escuela. - Enrico salió de ahí jurando que se reprimiría así tuviera que usar un cilicio.

Teo estaba abrumado. Eran tan pocos datos, pero tan relevantes. Le gustaba al barón, un hecho, por otro lado, fácilmente deducible a partir de lo apasionado que se mostró la noche anterior. Pero oírlo decir la frasecita que arranca suspiros a los adolecentes, "me gustas" iba más allá del puro placer del contacto físico. "Me gustas"

"Tu también me gustas Enrico"

Teo se quedo con el calcetín en la mano. Le gustaba un hombre. ¿Era gay?

 

Continuara...

 

Notas finales:

¡Proximo capitulo: ajuste de cuentas!!!

Teo le gusta a Enrico. Enrico le gusta a Teo... ¿que puede impedirles amarse? Los engranitos dentro de sus adorables cabezas, ademas de un fantasma medieval...

Gracias a tod@s aquell@s que me leen y mas aun a quienes me comentan.

Si alguien esta interesado en contactar conmigo ahora cuento con facebook, soy Nezal Millán.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).