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El fantasma de la abadía. por nezalxuchitl

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Notas del capitulo:

Meguri meguttemo mata koko de aitai hagure nai you ni kono te wo tsunagunda.

Incluso si nos separamos volveremos a encontrarnos; entonces nos tomaremos de la mano para nunca volver a separarnos. (Tsunaida te, Lil'B)

 

12º  Tsunaida te.

      (Tu mano sobre la mía.)

 

-Buen peregrino, no reproches tanto a tu mano un fervor tan verdadero: si juntan manos peregrino y santo, palma con palma es beso de palmero.

(Parlamento de Julieta, Romeo y Julieta.)

 

"El tiempo giró y giró y volvimos a encontrarnos; me he aferrado a tu recuerdo para no ser separado. Caminar entre la luz y la sombra de esta manera, mirando desde lejos la ciudad... La calidez no se obtiene de una sola persona, el amor puede ser muy fuerte: lo supe cuando te encontré."

Era un espacio negro, basto. Pero por primera vez en siglos había luz. Provenía de cada rincón, de las ruinas que dejaban de ser tales; se levantaban, menos derruidas. Estaba anegado en algo que parecía ser agua pero sabía salado. Sus ondas brillaban levemente en la claridad, tenue, pero un gran progreso después de tan larga oscuridad.

Lotario estaba sentado sobre el capitel de una columna derrumbada, y componía, creaba, un poema que le inspiraba Teodora.

"Si duermo a solas no podre soñar, pero si estoy contigo soy capaz de todo; incluso la noche sin estrellas seguirá iluminando.

Pretendo ser fuerte pero no puedo; quizás me calmaría si estuvieras aquí... solo quiero sujetar tu mano, ¿recuerdas? Quiero ver que es lo que hay en tu interior, saber en que tipo de mundo has vivido. Estoy solo aquí mirando a la nada: no puedo encontrar mi propia tranquilidad... Si estuvieras aquí seria tan feliz."

Lotario se levanto, giró y giró, bailando como aquella vez bailó con Teodora. Giró posando sus pies de espectro sobre el mar de lágrimas que inundaba su limbo. Era tan feliz luego de encontrarla que la sangre había desaparecido. Las ruinas de su existencia se recomponían.

Ya había superado el hecho de que Teodora ahora fuera un varón. No se puede decir "Señora, os amo", no se tiene que decir: basta con el "Te amo"

El cuerpo tan querido había desaparecido: de polvo estaba hecho y al polvo volvió. Poco le afectaba a él, que no tenía cuerpo, esta diferencia. El alma, el alma de Teodora estaba ahí, su parte mas importante, la que mas había amado; seguía siendo la misma. La mente era la que le preocupaba: la mente estaba formada por la interacción del alma con el cuerpo. Solo los seres humanos poseían mente. Convencido de que el alma de Teodora habría formado una mente similar, una personalidad similar a la de la que había amado decidió visitarla ahí.

En su mente.

 

***

 

Llovía a cantaros sobre Belcançone. Con truenos y rayos: una tormenta en forma, completamente atípica a la estación, al clima atribuido a principios de febrero. Quizá el tsunami y los experimentos nucleares tuvieran algo que ver con ese desacompasamiento climatológico.

Enrico y Teo se habían portado con normalidad, una normalidad tan normal que delataba que ninguno de los dos había olvidado la noche pasada juntos. Teo, por lo menos, estaba caliente como un brasero desde ese día. Quien sabe que tenia el sexo que era tan placentero, tan adictivo... no dejaba de recordarlo, de pensar en ello, sentía unas desmesuradas ganas de repetirlo.

Masturbarse por las noches se le estaba volviendo una costumbre, y el protagonista de sus fantasías era Enrico. Si el pobre barón supiera todo lo que le había hecho en su imaginación...

Contenía sus jadeos, gozando en silencio, ejecutando la primitiva caricia... el sonido de la lluvia lo arrullaba. Cayó profundamente dormido en cuanto terminó.

Y tuvo un sueño.

Estaba en las ruinas de la torre octogonal, contemplándolas como en su primera visita. Algo cálido le rozó la mejilla. Teo se llevó la mano a la mejilla y tocó una mano cálida. Se volvió. Un hombre alto y bien parecido lo miraba con ternura. Estaba vestido con ropa medieval, una capa y un gorro de terciopelo rojo. Teodoro reconoció al fantasma que lo había espantado.

Retrocedió por instinto, pero no estaba asustado. Se golpeó el trasero con un antiguo escritorio de madera. Se fijo a su alrededor: la torre no era una ruina. Estaba entera, amueblada, la luz se filtraba por altas ventanas de vidrio opaco, el suelo que pisaba estaba cubierto de paja. Algunos monjes se afanaban sobre sus escritorios: estirando pergaminos, escribiendo con plumas de ave.

-Teodora...

Volvió a fijarse en el hombre del gorro rojo. Los ojos grises eran límpidos. El pelo rubio, a contraluz, parecía una aureola.

-¿Quién eres?

-Soy yo, Lotario.

-¿Yo te conozco?

-Si. Nosotros... - al fantasma se le ahogó la voz y se tapó la cara. Tardó unos segundos en recomponerse - Nosotros éramos amigos.

-¿Amigos?

-Yo te amaba. - Lotario rompió a llorar, se puso la mano sobre la frente a modo de visera. - Yo te amo.

-Pero...

-Tú no me amabas. No se si tú no eras capaz o si yo no supe encender la llama.

-Pero... - un monje, con el rostro oculto bajo la capucha los atravesó.

-Tú eres Teodora... ¡Dios, que extraño es decirte esto! ¿No recuerdas nada Teodora?

El hombre llamado Lotario no le era desconocido, pero no recordaba nada de él.

-Yo soy Teodoro de Haro y Mendoza.

-¿Mendoza? ¿Eres hispano?

-Soy español... pero, ¿Qué quieres? ¿Por qué me sigues?

Lotario abrió los brazos en cruz.

-Porque te amo.

Teo se apoyó en el escritorio. Que curioso, si se quería detener, se detenía, si lo quería atravesar con el dedo, lo podía atravesar.

-Usted esta equivocado.

Lotario negó dulcemente con la cabeza.

-No, eres tú. - lo tocó - Eres otra persona pero la esencia de Teodora esta en ti. Tú eres Teodora, tienes su alma.

-¿Su alma? ¡Esta es mi alma! - Teo le quitó la mano de encima suyo y se la azotó - Yo soy Teodoro de Haro y no se nada de su Teodora.

Lotario sonrió. Tal como lo había pensado: la personalidad era muy similar.

-¿En que se basa para decirlo? - Teo se sentía molesto.

El hombre metió la mano en su pecho y sacó algo de su corazón. El escenario cambio a su alrededor: seguía siendo una biblioteca, pero era más pequeña, con muchos estantes de libros y un solo escritorio. Al ver hacia abajo Teo se encontró enfundado en un largo vestido color azul. Se tocó la cara y sintió sus facciones diferentes. Buscó una superficie reflejante; los ojos de Lotario eran los únicos. Se acerco para mirarse en ellos. Estaba metido en el cuerpo de una mujer de pelo corto.

Lo empujó y sacudió la cabeza, furioso. Al abrir los ojos volvía a ser el mismo.

-¡A que diablos juega! ¡Déjeme en paz!

-No puedo hacerlo Teodora: te amo demasiado.

-¡Pero yo no joder!!!

Aquella escena... tenia su deja vú. Para ambos.

-Ya lo se... pero me conformo con amarte y vivir a tu lado.

-¿Qué?

-No te pido que me ames Teodora, ya se que no puedes... pero igualmente debes de saber que yo no puedo vivir sin ti.

-Pero... usted... - Teo arrugaba el ceño, en un exfuerzo intelectual - está... muerto.

Debía de estarlo: era imposible que hubiera vivido desde la edad media.

-Si, lo estoy. Existo de un modo diferente el tuyo. A pesar de eso tú me dejaste vivir a tu lado, Teodora.

-¿Cómo?

-Luego de mi muerte yo... volví a ti Teodora. No quise irme para estar a tu lado. Tu me lo permitiste Teodora... en esta sala... Solíamos hablar toda la noche hasta el amanecer, cogidos de la mano hasta que saliera el sol; caminando siempre juntos como luz y sombra... Quiero ver que es lo que hay en tu interior, saber en que tipo de mundo has vivido. Quiero estar contigo, Teodora, vivir a tu lado: ¡te amo, te he amado mas allá de la muerte, durante todos estos siglos! - Lotario cogió sus manos y las llevo a la altura del pecho- Te amo como te lo prometí: podremos pasar otra vida juntos! Ha valido la pena la espera, solo por la dicha de vivir dos vidas contigo, porque contigo, es tanta la dicha, que aunque este muerto vivo!

Teo sentía el amor de Lotario, lo sentía inundando su pecho, corriendo por todo su ser; era un sentimiento tan bello, tan hermoso... Se sintió contagiado por el... lo reconoció: era lo que había sentido aquella noche en la abadía. Pero también era triste: ese hombre había muerto y se había quedado por amor a el, a pesar de que el no lo quería... ¿no lo quería?

Teo estaba abrumado. Era muy conmovedor, y todo, pero el era otra persona. La amada de Lotario se había muerto y él era otra persona, no tenía nada que ver con él, trato de explicárselo entre balbuceos.

Lotario lo calló con un abrazo. Era tan agradable como lo envolvía con su calidez...

-Lo siento mucho Teodora... de nuevo me estas pidiendo lo único que no te puedo dar. - Lotario le acarició la mejilla - Descansa por esta noche. - pasó su mano sobre sus ojos y Teo se encontró solo. Sentía frio. Escuchó el lejano retumbar de un trueno y abrió los ojos: estaba en su cama y las mantas no lo abrigaban lo suficiente.

Confundido por la experiencia vivida en sueños encendió la tele para hacer luz, se levantó por otra cobija, se tapó y se quedó mirando sin ver las viejas caricaturas de Tom y Jerry. No se sentía asustado... de hecho, sentía un bienestar muy especial.

-Lotario... - murmuró en la noche.

 

Continuara...

 

Notas finales:

Una de las fuentes de inspiracion para escribir este relato, y en especial este capitulo es la cancion Tsunaida te. Les dejo el link abajo, vale mucho la pena:

http://www.youtube.com/watch?v=FQcXhoiFJGo

¡Besos y nos leemos el lunes! (Actualizo viernes y lunes.)

Nota: Lotario puede entrar a los sueños de Teodoro porque el sueño es el hermano de la muerte. Hypnos y Tanatos, eran las divinidades griegas, y a lo largo de la historia no ha habiado periodo ni civilizacion que no crea que los sueños poseen algun tipo de poder sobrenatural.

 


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