Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El fantasma de la abadía. por nezalxuchitl

[Reviews - 339]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

No, no me equivoque al poner la frase. Si el plomo puede convertirse en oro el oro puede convertirse en plomo.

La gente suele ignorar el lado malo de las cosas, por ejemplo, al pensar en cambio suelen asumir que el cambio es positivo cuando puede ser negativo.

Advertencia: contenido heterosexual en este capitulo.

14º   El oro puede convertirse en plomo.

 

La buscó con la mirada pero no la vio por ningún lado. Por lo menos no hasta el tercer acto del festival, en el escenario, haciendo de Afrodita en el mito de Eros. Sintió pena por Elisabetta. Tanto que le echaba y quizá por puro prejuicio. Analizándola fríamente también ella era una buena estudiante.

No sacaba tan buenas notas pero participaba en muchas actividades extraescolares. Era popular: era el sueño americano en cuanto a estudiantes se refiere: bonita, popular, activa... igual hasta tiene pensamientos profundos o le preocupa el sida en África, pensó Teo, y yo siempre la he considerado una vacua que sólo piensa en maquillaje.

La acusación de mariconería de Bruno le quemaba. ¿Por qué no darle una oportunidad a Elisabetta? Para conocerla más allá de la falda cada día más corta y la sonrisa atornillada... para ver si le podía gustar una chica... para ver si no era gay.

Cuando su sainete terminó la fue a buscar tras bastidores.

 

***

 

La variedad de pizzas de la kermese lo dejó impactado. Se sentía reventar y aun traía tres rebanadas en el plato. Elisabetta reía y lo arrastraba del brazo de un puesto a otro, buscando los sabores que mas le gustaban y explicándole todos los ingredientes.

No era tan molesta. Incluso le recordaba a Violeta, su hermanita. Paralelizarlas lo hizo sentirse culpable por lo que había hecho y pensando con su compañera de clases. No le gustaría que un desconocido pensara cosas así de su hermana, ni que la tratara así, pues era una chica adorable a pesar de todos sus defectos.

Ser habladora, risueña, tierna... ser como se suponía deben ser las mujeres: hasta los libros medievales lo decían, sobre todo los árabes. "La mujer es dulce y afable, tímida por naturaleza, como un pajarillo que canta y gorjea cuando se siente en confianza con su dueño, así es la mujer." O "La mujer ha sido creada con su belleza y carne apetitosa, y Alá le ha concedido cabellera, cintura y cuello, senos que se hinchan y gestos amorosos que inflaman el deseo"... Ok: los libros árabes se iban mucho por la perspectiva de objeto sexual de la mujer, pero... tanta palabrería, tanto cliché... no podían ser en balde...

Hasta los alquimistas habían tenido razón: el plomo puede convertirse en oro. Basta con bombardearlo con la cantidad exacta de partículas alfa.

-¡Teo!

Con la boca llena de pizza el chico se volvió. Enrico lo llamaba alegremente. Se dirigió a él en automático. Elisabetta no soltó presa.

-Buenas tardes señor barón. - saludó la primera.

-Buenas tardes señorita... - Enrico interrogó a Teo con la mirada.

Teo se dio cuenta de que no sabía el apellido de la muchacha.

-Elisabetta - se presentó ella misma extendiendo una mano que el barón apretó.

-Un placer. ¡Teodoro! ¿Qué te pasó en la nariz?

Teo se tragó el bocado de pizza y se quedó pensando que contestar. La chica se adelantó.

-Ha pelado con Bruno Rossi por mi señor barón. - lo decía con indecible orgullo.

-¡Dios santo! - Enrico estaba casi tan sorprendido como Teodoro.

-Pero ganó. Teo solo tiene morada la nariz pero Bruno tuvo que ir al hospital con la mano rota.

-¡Jesús! - volvió a asombrarse el noble. - ¿Rossi, de los guardaespaldas Rossi?

-El mismo. Pero mi Teo le ganó.

Aquel articulo posesivo y el uso inautorizado de su diminutivo molestaron a Teodoro. La expresiva cara de Enrico estaba llena de pasmo. ¿Su Teo tan flaquito y tan apático liándose a golpes con sujetotes  por el amor de una porrista?

-Vaya... pues... Teodoro: esa actitud no me gusta. - no especificó si la de golpeador o la de andar del brazo con una chica.

-¡Oh, no lo regañe señor barón! Es el día del amor y la amistad... - Elisabetta hizo mohín soplamero.

-De acuerdo señorita. Teo, en atención a tu ¿amiga? no te regañaré  hoy. Vámonos.

Teo movió el pie en automático, pero la chica lo aferró del brazo.

-¡Oh, señor barón! ¡No puede llevárselo! Es mi compañero de baile. Yo se lo cuidare bien. Se lo llevó en la noche.

Enrico miró a Teo y este asintió. Una profunda desilusión se pintó al instante en la cara del rubio pero de inmediato se recompuso. Sonrió espléndidamente.

-Está bien. Teo tiene que estar a las once en el castello.

-¿Tan temprano?

-Once en punto. - Enrico era inflexible - Que lo pasen bien señorita. Teo.

El barón dio media vuelta y se fue a toda leche. Se montó en su ferrari y se dirigió abatido a su solitario castillo. En uno de los jardines, primorosamente decorado degusto solo pétalos de lirio cubiertos de chocolate y copitas de burbujeante champaña, con los pajarillos, felizmente emparejados, como única compañía.

***

 

Como aquellas parejas del oscuro jardín Teodoro y Elisabetta también buscaron un lugar más íntimo. El muchacho se había bajado la pizza con dos cervezas y dentro de la improvisada disco había tomado dos vasos de refresco de lima con vodka. Caldeado en exceso el ambiente donde resonaba la música electrónica la chica, sudorosa y jadeante lo había sacado fuera.

Teo no sabía bailar pero Elisabetta lo hizo por ambos, danzándole en torno y repegándosele con maestría y movimientos dignos de una desnudista. Convencido de hacer el ridículo Teo imitó los movimientos más discretos que veía hacer a la mayoría de los hombres.

-Estoy cansado. - le gritó para hacerse oír en medio del estruendo de DJ Tiesto.

Elisabetta le sonrió lascivamente, lo tomó de la mano y lo sacó del lugar. Se adentraron en los patios y jardines del colegio, buscando un rinconcito donde la luz de las farolas no molestara. Desafortunadamente muchos adolescentes se les habían adelantado en la ejecución de la idea, por lo que encontraron lugar libre entre los arboles que bordeaban una veredita.

La muchacha se le echó encima con pasión, rodeándolo con un brazo sobre la espalda y otro sobre la cintura. Su beso se sentía raro, resbaloso... ¡oh! Debía ser el labial; sabía a fresa. Al reconocer el lugar Teo se sintió lleno de ironía: era el jardincito detrás de la capilla, lugar de su más ardiente fantasía con Elisabetta. Y por lo visto podría llegar a ejecutarla. Ella volvía a besarlo, abrazándosele fuerte, mostrándose ansiosa.

Era el momento de probar si le gustaban o no las mujeres. Teodoro respondió a sus besos y caricias, repitiendo los movimientos que Enrico le enseñó con esa muchacha que también parecía una experta. Los senos se repegaban contra su pecho; los había visto zarandearse dentro del escote durante el baile, los había seguido hipnotizado, como un gato tras una borla, con ganas de agarrarlos... y ahora podía agarrarlos. Elisabetta no se opuso sino que bajó sus manos a su trasero, fajándoselo mejor de lo que él la fajaba a ella.

Comprobado: de gustarle le gustaba. Estaba bien duro y ella debía notarlo, y disfrutarlo, porque pegaba sus caderas. Armándose de valor y esperando una bofetada a cada instante Teo le levantó la faldita por detrás y acarició sus nalgas desnudas; metió la mano hasta tocar la entrepierna mojada. Jaló la tanguita y la chica gimió.

-Vamos a hacerlo. - le propuso.

Teo se quedo helado. Elisabetta le abrió la bragueta con una velocidad que delataba experiencia. Bajó sus ropas para liberar su pene y se arrodilló a chupárselo. Teo gimió y le apretó la cabeza, mesándole los cabellos. No quería que aquello parara pero la chica se levantó pronto.

-¿Qué posición prefieres? - inquirió mientras se quitaba la tanga y la pateaba a un ladito.

-¿¡Que?!

-¿Qué que posición prefieres? - se desató el cuello halter del vestido para mostrar sus senos. Teo se quedó impactado mirándoselos, a la artificial claridad de la farola - A mi me gusta estar arriba.

Elisabetta se chupaba un dedito mientras le miraba con codicia el pene. Súbitamente avergonzando Teo se lo tapó.

-Oye, yo no...

-¿Eres virgen? No importa, no es gran cosa. Acuéstate. - el tono profesional de la muchacha le recordó al del médico con cara de pederasta.- Yo me encargo.

Como le hubiera gustado a Teo tener feministas ahí cerca para enseñarles como una mujer lo trataba como objeto sexual. Estaba excitado, si, pero no al punto de perder la cabeza y dejarse utilizar. Se preguntó si seria capaz de controlar la situación de ser Enrico quien se le ofreciera. Se cerró la bragueta.

-Lo siento Elisabetta. No es esto lo que yo puedo ofrecerte.

Cualquier paralelismo entre su compañera de estudios y su hermanita se desvaneció. Las dos eran chicas normales pero Violeta jamás se portaría así de puta.

-Eres un pesado. - le dijo la chica, visiblemente molesta, anudándose el halter. - Un calenton... un anticuado... un reprimido, un persinado! ni siquiera eres mi tipo! - le reclamó con voz quebrada.

Pocas cosas son tan humillantes para una mujer como ofrecerse y ser rechazada.

-¡Ja! - Teodoro se indignó - Si no soy tu tipo, ¿porque diablos me perseguiste hasta que accedí?

-Tú te peleaste con Bruno por mi...

-No Elisabetta. Eso te imaginaste tú. Bruno fue a amenazarme al baño para que viniera contigo al baile. Tu ridícula cartita la leí esta mañana. Tú tampoco eres mi tipo. - se vengó ante su cara de incredulidad. Estaba a punto de irse cuando añadió casi como si otra persona se lo indicara- ¿Por qué no le haces caso a Rossi?

Elisabetta hizo puchero y sacudió la mano como para espantar un molesto insecto.

-Rossi es un buen tipo. Te quiere. Piénsalo Elisabetta: el también es popular, a su modo. Buenas noches. Se llegar solito al castello de mi tutor.

Dejo a la chica recogiendo su tanga y se fue caminando, un tanto raro por el dolor de testículos que comenzaba a hacerse presente. Cogió un taxi y pagó casi todo el dinero de su mes por el viaje.

Continuara...

 

Notas finales:

Besitos malvados.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).