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El fantasma de la abadía. por nezalxuchitl

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Notas del capitulo:

Reaching, searching, for something untouched. Earing voices for the never-fading calling.

Alcanzando, buscado, algo que sea puro. Escuchando el llamado que nunca se marchita. (Amaranth, Nightwish, fragmento.)

16º   Searching for something untouched.

      (Buscando algo puro.)

 

Teodoro estaba cansado, pero como venia haciendo desde que mandara el mail a Javiercete revisó su correo antes de dormir. No ver nada era una profunda decepción, pero ahora ya estaba, ¡si! La respuesta de su mejor amigo a su inquietud sobre su preferencia sexual. Decía así:

"Pues tu sabras."

Aquellas tres palabras hicieron que Teo se llevara la mano al pecho y cerrara los ojos, aliviado. "Creo que soy gay."  "Pues tu sabras."

-Gracias Javier... - susurró relajado, aliviado de un gran peso encima suyo.

¿Cuál es el poder de los amigos que te hacen sentir bien solo con escucharte, cual la magia que convierte en bálsamo sus palabras? La sabiduría de Javiercete lo dejó impactado. En esas tres simples palabras su amigo le reiteraba lo incondicional de su amistad, le recordaba su libre albedrío gracias al cual el era el dueño de su destino, le explicaba que su preferencia sexual era una decisión propia, que no dependía de lo que la sociedad juzgara sino de su voluntad, su placer, sentirse cómodo consigo mismo... ¿Cómo había dicho Enrico?: "una elección más, como el corte de pelo o el coche..." ¡Jodido Enrico! Pretendiendo que no se enorgullecía de su bisexualidad cuando era obvio que estaba orgulloso de su pelo y juzgaba que su auto era el mejor.

-¡Enrico... - dijo casi entre dientes- te voy a comer a besos, te voy a violar aunque estén tus hermanos!

Dolorosamente la erección volvió. Sin ninguna vergüenza Teo se abrió la bragueta y se la jaló. Pensando en Enrico, fantaseando con él, momentáneamente olvidado de lazos y tabúes, de prohibiciones que no existían más que en su cabeza. Un mundo flipante, abierto, basto, donde solo existía la lujuria y la suavidad de la piel de Enrico, el sabor de sus labios.

-Enrico... - susurró, pellizcando la puntita de su pene y mojando sus dedos con el líquido viscoso - Enrico... - lo hacia rápido, buscando el placer, buscando liberarse - ¡Enricooo!!!

-¿Llamabas? - entreabierta cinco centímetros, una línea de luz y la voz de Enrico penetraron.

-¡No! - asustado, Teo se metió el pene aun rígido en el pantalón, limpiándose la eyaculación en el mismo, poniéndose precipitadamente de pie. - No, estoy bien barón.

-Ok: que duermas bien Teo. Y, por favor, echa llave. - la línea de luz desapareció al cerrarse la puerta.

Desganado Teo fue a echar llave... "mejor dormiría contigo, Enrico" De mal humor se bañó y se acostó.

Tan cerca y a la vez tan lejos.

Cuando la media luna llegaba al cenit, en la callada hora de la noche en que los soldados hacen escapadas a la trinchera enemiga para degollar a los dormidos centinelas, Lotario atravesó la ventana, patinando en un claro de luna. Una figura en la nocturnidad, de pie a la cabecera del lecho de Teodoro, velando su sueño, ese hermano de la muerte que el había conocido y que ahora ya no disfrutaba.

Poco a poco la luz de la luna metamorfoseó a los ojos del muerto los rasgos de Teodora. Dejaba de ser ese jovencito para volver a ser la que había amado. Una infinita ternura subió a su garganta sobre la marea de unas inmensas ganas de llorar, de llorar por lo que nunca había tenido.

Ignorante de que Teodora empezaba a amar a otro, sin que eso significara alguna diferencia para él: Teodora no lo amaba. Nunca lo había hecho. Nunca lo haría. ¿Qué tan necio podía ser obstinándose en lo que no era?

Amor de su parte, solo de la suya. Acarició la mejilla del nuevo cuerpo de Teodora.

-Enrico... - susurró cogiendo su mano entre las suyas.

-En sueños susurras su nombre... - dijo derramando lágrimas verdaderas por sus ojos falsos - mientras yo en muerte clamo el tuyo.

Lotario giró sobre si mismo y se fugo ahí. El clima no era apacible en su limbo. Se sentó sobre las ruinas de un hogar, en una casa sin techo, a mirar el infinito cielo gris, a dejar que la lluvia lavara sus lágrimas confundiéndose con ellas.

En la Realidad, una gotita cayo sobre la mejilla de Teodoro, quemándole, no en la piel sino más adentro. Se revolvió en sueños, desde lo más profundo de su alma algo se levantaba; se desgañitaba en un grito de dolor, haciendo jirones cuanto atravesaba en su veloz ascenso.

A la mañana siguiente Teodoro se despertó demasiado cansado, confundido... tanto que tardó minutos en recordar que era sábado y no tenia que ir al colegio. Volvió a acostarse, mientras descansaba sin estar dormido se determinó a averiguar todo lo posible sobre el lejano incendio de la Abadía, en especial, si había algún Lotario que hubiese muerto en ella.

 

***

 

El párroco de Belcançone  no podía atenderle, pero su vicario, el padre Gianni, se mostró encantado de facilitarle el acceso a los antiquísimos registros parroquiales, que, en sus ratos libres, se dedicaba a digitalizar por medio de un escáner.

Usando guantes de látex entraron en la habitación con temperatura y luz controlada: las ventanas habían sido tapiadas y se había rifado un televisor, un dvd y un reproductor de discos compactos para comprar el equipo de aire acondicionado, que solo los vetustos libros disfrutaban.

-Es bueno ver que la gente joven este interesada en las cosas viejas. - el padre Gianni, recientemente ordenado, era rubio, feo y muy jovial. - ¿Te interesa la Abadía, verdad? Bueno, de la Abadía en si no tenemos nada, todo se quemó, pero tenemos los registros posteriores: las declaraciones del párroco del pueblo vecino, las de los monjes que se salvaron... - Gianni hablaba mientras sacaba volúmenes a veces encuadernados en cuero, a veces folios dentro de forros plásticos.

-¿Hay alguna relación de los muertos? - preguntó Teo.

-Si, claro... en este figuran los nombres, las edades y los lugares de origen de todos los monjes que fallecieron aquella noche. - Teo se apresuró a leer los caracteres góticos, perfectos en su caligrafía... conforme se acercaba al final de la lista su gesto se volvía decepcionado - No hay ningún Lotario...

El padre Gianni le miró con suspicacia.

-Lotario era un nombre más común del siglo doce que del trece. Cuando el franciscanismo surgió era el nombre más de moda. Hasta el papa Inocencio III se llamaba Lotario. Pero luego el nombre fue desbancado por el de Francisco. La Italia toda se llenó de Franciscos.

Teo asintió, atento. ¡Claro! Un hombre vestido con capa y gorro de terciopelo rojo no era un monje sino, quizá, un benefactor. La Abadía se había construido en el siglo doce, ¿no? Preguntó.

-En el once. Pero aun en el momento de su incendio se le hacían mejoras. Era una Abadía muy prospera y reputada en el mundo cristiano como centro del saber. Monjes de todos los rincones del mundo venían humildemente a solicitar ser aceptados como parte de la comunidad, uno de los últimos grandes scriptoriums en latín...

Teo asintió: eso ya lo sabía. La chica pelimorada se lo había dicho, que las universidades ganaban mercado a los monasterios produciendo manuscritos en las lenguas vulgares... Pero no era eso lo que le interesaba.

-Entonces, padre, ¿era posible que algún benefactor, algún caballero estudiase en la Abadía?

-He, pues, solo si era un niño, pero no era común. Los nobles educaban a sus herederos en sus propias casas, pero los hijos menores no era raro que se les destinase a la carrera eclesiástica desde nacidos, en cuyo caso ingresaban al monasterio tan pronto como tenían uso de razón, pero ya no eran caballeros sino novicios... ¿Qué quieres saber?

-Si en la Abadía murió algún caballero llamado Lotario. - se sinceró Teo.

-¿Lotario qué? ¿Qué apellido? - solicitó el padre Gianni.

-Nno lo sé.- balbuceó Teo, avergonzado.

-Lotario, Lotario... - repitió el padre buscando en su ordenador, pues los archivos de la época de la Abadía ya habíalos digitalizado - Lotario Osorio, muerto en 1164, donado, era un criado de los monjes. - Teo negó con la cabeza, aunque tomó nota - Lotario Paduano, instructor de los novicios, muerto en 1169.  Lotario de Fiésole, muerto en 1187, gramático. Lotario el greco, traductor de griego, muerto en 1193: posiblemente le pusieron greco para distinguirlo del gramático... son todos chico.

-Lotario Paduano... como instructor de los novicios, ¿no es posible que fuera de origen noble, o si?

Gianni se encogió de hombros.

-¿Y el gramático? - Teo mismo negó con la cabeza. No: algo le decía que su Lotario no era un monje.

-¿Qué es exactamente lo que quieres saber chico?

-No lo sé... Durante el incendio, ¿murió gente que no era del monasterio?

-Oh si, por supuesto. Pero no todos están relacionados. Con el caos que se generó con el incendio muchos se dieron al pillaje, huyendo con lo robado, otros simplemente aprovecharon la ocasión para desaparecer de un vasallaje pesado... hay una relación de muertos seglares. ¿Quieres que busque si hay algún Lotario?

-Por favor padre.

-¡Tienes suerte!  Lotario Bagnolini, mozo de cuadras: le pisotearon los caballos desbocados que liberó... pobre.

Teo se mordió el labio inferior, decepcionado.

-¿No hay mas?

-No chico. Se consignan 82 desaparecidos, que para la época eran muchos... - el padre tecleaba y buscaba - Ningún Lotario, aunque menos de la mitad de los desaparecidos tiene nombre. Se mencionan... 17 muertos sin nombre.

-¿Cómo muertos sin nombre?

-Se les vio morir, se encontró su cadáver, pero nadie sabía quienes eran. Quizá eran gente de otra aldea, gente cuya causa de muerte los desfiguró hasta hacerlos irreconocibles, ladrones...

-¿Ningún noble murió?

-Algunos monjes eran de origen noble, como ya te he dicho... el abad era un bastardo del duque de Milán, había un Segni, un Medici, un Albeiro, un Welfer y un Nevers: nada mas.

Teo suspiró pesadamente.

-¿Qué te pasa chico? ¿Qué era lo que querías saber?

-Eso padre, si había un noble llamado Lotario... o quizás fuera un comerciante.

-No me dirás que andas a la caza del fabuloso tesoro del Abad, ¿o si?

-¿Qué? - Teo se mostró perplejo - ¡Oh! No, no... se refiere a la leyenda, ¿verdad? Una consultora del patrimonio cultural me la relató. Que se cuenta que enterrado en algún lugar hay un valioso tesoro. - hizo un ademán como para alejar algo molesto. - Hay leyendas así en todos lados, todas igual de falsas.

-Mucha gente ha ido a rascar entre las ruinas de la Abadía, pero ninguno ha encontrado nada más que un buen susto. En los años veintes un tal Piero Verdi se volvió loco allá arriba: no sabia hablar mas que de las manos esqueléticas que lo estrangulaban, del brillo siniestro de su anillo arcoíris...

Teo respingo: ¡¿anillo arcoíris?!

-¿Te sorprende?

-No. - mintió Teo.

-¿Sabes hijo? Seria interesantísimo oírte en confesión...

Teo sonrió.

-¿Puedo padre? - señaló los documentos.

-Claro, mientras no te importe que no te pueda dejar solo. Ese que tienes en la mano vale por lo menos cinco mil euros. - Teo silbó entre dientes - Adelante, solo con cuidado. Voy a seguir digitalizando.

El padre Gianni escaneaba con muchísimo cuidado las crujientes paginas del libro parroquial que abarcaba de 1772 a 1785. Teodoro buscó pistas que lo condujesen a su misterioso fantasma.

 

Continuara...

 

Notas finales:

Para mi, el llamado que nunca se marchita es el que sale del corazon.

Besitos fantasmales.


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