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El fantasma de la abadía. por nezalxuchitl

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Notas del capitulo:

P.- ¿Son sodomía los tactos lascivos entre dos hombres, siguiéndose de ellos polución?


R.-Que no; porque falta el concúbito, a no ser con afecto ad vas praeposterum; en cuyo caso el deseo o afecto contraerá la malicia de la sodomía. La polución o congreso tenido in ore sive viri, sive feminae, aunque no sea sodomía, trae consigo una deformidad gravísima que debe manifestarse en la confesión. (Compendio Moral Salmaticense, fragmento)

19º  ¿Sabes a qué estás jugando?

 

Enrico tardó tanto en llegar que Teo casi se dormía. La incomodidad producida por  la mala circulación en sus piernas, que se las dormía, se lo impedía. Cuando por fin llegó y prendió la luz, la línea que se filtraba por entre las hojas de la puerta pintando una raya sobre su rostro lo hizo sentirse infantil. Jugando a las escondidas a sus años. Por la misma delgada abertura del armario espió al rubio y hermoso objeto de sus deseos.

Estaba vestido con una elegante bata, misma que se quitó con naturalidad. Que hermoso era ese amado suyo, ¡que hermoso era! Si tan solo él lo supiera... Movía los labios sin hablar, sus susurros eran demasiado quedos para atravesar el etéreo aire. Teodoro sentía su pecho inflamarse de amor, el calor subía a su cara. Sin ropa, tal como lo había imaginado, Enrico se echó a la cama.

-¡Ay de mi! - suspiró - Teo, Teo... ¿porque eres tan joven? - abrazó una almohada contra su pecho, Teo sintió celos de esa almohada - ¿Por qué eres mi pupilo?

"¿Sigo escuchando o debería revelarme ya?" se preguntó el jovencito.

-¿Qué importa la edad? ¿Qué es la edad? Solo la cuenta de los años... a tus años tú puedes hacer cualquier cosa que desees...

Teo tomó la invitación de sus palabras y salió a paso tembloroso del armario, tal vez por la excitación, tal vez por el hormigueo. Llegó hasta la cama, entonces sus piernas le traicionaron y cayó sobre Enrico, que absorto en besar la almohada no se había apercibido de su presencia.

-¡Teo! ¡Oh cielos, que quieres hacer!

El chico jalaba la almohada que era cuanto lo separaba de Enrico, éste la mantenía firmemente asida.

-Déjame, o gritaré. - amenazó.

Pero Teodoro, impulsado por los deseos que durante tantos días lo habían acometido, aprendida la lección de cómo ser un matón libidinoso impartida por Ludovico, se lo impidió estampando su hermosa boca sobre los labios de Enrico.

Las palabras acalladas no hacían sino inflamar aun más a Teodoro. Enrico se defendía con bastante languidez: resulta difícil encolerizarse demasiado cuando con tanta ternura se recibe el beso de quien más se adora en el mundo. Teo, envalentonado, atacó con redoblado ímpetu, ponía en ello toda la vehemencia de sus candorosas y virginales fantasías.

Tal como lo había soñado despierto docenas de veces recorrió los flancos esbeltos del barón... Enrico dejó de ocuparse de la almohada para estrechar la espalda de Teo. Correspondió a sus besos, su deseo también estaba a mil, ese delicioso jovencito no sabia con clase de fuego estaba jugando... Siempre había sido considerado y tierno con él, no conocía, no sospechaba su lado mas salvaje, ese que clamaba por aventar la almohada que se apretaban entre su cuerpo, ponerlo debajo y montárselo con ganas.

Teo seguía acariciándole inocentemente los flancos y las caderas, se dejaba guiar en el beso, pero desde arriba. Un pequeño seme, lo catalogó, al sentirlo instalarse entre sus piernas. Enrico las cruzó sobre su trasero y lo llevó al paraíso haciéndole cosquillas en el paladar. Cuando no pudo aguantarlo más lo aventó con inesperada fuerza, haciéndolo rodar a un lado. Arrojó la almohada al suelo y escaneó con lujuria el vestido cuerpo de Teo.

-Enrico... - dijo Teo bajando su mirada por el centro del perfecto cuerpo, hasta su erección. Se apretó los labios al vérsela.

El barón se montó a gatas sobre él.

-¿Sabes a qué estás jugando Teo?

-Si...

-Yo creo que no. - Enrico le mordisqueó el cuello - Aun eres virgen y posiblemente tan confundido como yo con tus sentimientos.

-No me trates como un niño.

-Todavía no eres un adulto.

Teo se escalofrió al sentir la mano de Enrico acariciándole el muslo hacia arriba, desviándose hacia su trasero, hacia adentro. Teo apretó los dedos de Enrico entre sus nalgas. Le agarró las muñecas y se las alzó, se dio otra vez la vuelta, sujetándoselas contra el colchón, en la orilla opuesta a la comenzaron sus escarceos.

-Te deseo. - lo besó con pasión, apretándole las muñecas. - Vas a ser mío.

Enrico tuvo ganas de sacudir la cabeza y gritar de tan tierno que era aquello, incluso portándose mal Teo era adorable.

-Solo mío. - le mordió un hombro. Enrico levantó la cadera para juntarla con la de Teo. -A mi no me importa tu edad, no me importa nada... sólo me importa tu sabor.

Enrico se derritió con las palabras de Teo. Con los ojos lánguidos buscó su boca y se fundieron en un nuevo intercambio de caricias linguales.  Teo terminó aquel beso para perderse por el cuello del barón, explorándoselo... aflojó la presión sobre sus muñecas, Enrico movió las manos para que se las liberaran, bajando en automático hacia la bragueta de su pantalón, abriéndoselo, acariciando su bajo vientre, bajando su ropa, tocando de nuevo su pene.

Teo gimió y dejó de besar su cuello. Se arrodilló sobre la cama orgulloso de su erección.

-Chúpamela. - ordenó a Enrico.

El rubio no se hizo de rogar. El blandito lecho se hundía, se acostó de ladito, jalando por el pene a Teo para que bajara la cadera, hasta sentarse sobre sus piernas semiabiertas. Apoyó la cabeza en ellas y chupó la erección del pelicastañito. Chupó solo la puntita, pero a cada chupada engullía más y más miembro, masturbándose pues no podía simplemente aguantar por el placer.

Teo, doblemente complacido, por las sensaciones y por el espectáculo sentía que iba a desmayarse, o algo. Temblaba un poco, cada succión de la boca húmeda era mas placentera, sentía ganas de gritar pero solo resoplaba, los labios le dolían de tanto que se los mordía. Las tetillas rosadas de Enrico lucían deliciosas... quien pudiera chuparlas... echo la cabeza atrás y se corrió con un jadeo. Tanta masturbación le pasaba la factura. Ojala Enrico no pensara que era mal amante, o peor aún, pensara en follárselo.

Aún mareado por el placer se lanzó sobre el miembro de Enrico, retirando su mano y engulléndolo... no era tan fácil como parecía. Acarició con su lengua el frenillo y la puntita, era delicioso, se sentía como todo un puto haciendo eso. Los gemidos del barón lo mantenían caliente.

-Me... me vengo! - avisó Enrico muy cortésmente. Teo apenas tuvo tiempo de encerrar dentro de sus labios el capullo para no terminar con un facial encima. Mantuvo aquello en la boca mientras decidía si tragárselo o no.

Al ver su expresión compungida Enrico lo cogió por la nuca y fundió sus labios con los suyos, haciéndole tragar el semen, probando un poquito. Luego se acostó en la cama pesadamente.

-¿Qué he hecho? - negó con la cabeza.

-Barón... - Teo, muy púdico, se tapaba las partes pudendas estirando la camisa sobre ellas, sentado nuevamente sobre sus piernas. Al tener la atención de los ojos azules continuó - se mi novio.

Aquella ingenua petición le llegó al corazón.

-¿Y pretendes llamarme barón al tiempo que soy tu novio? - no supo porque dijo eso.

-No... Enrico. - dejando de jalarse la camisa Teo se estiró para besarlo de nuevo.

El rubio lo jaló sobre si y continuaron solazándose sobre el blando lecho.

 

***

 

Era la una de la madrugada y lamentándose sin cesar Teodorico curaba las heridas de sus hermanos. Federico tenía un ojo moro y Ludovico un feo corte en la frente. El segundo hermano no había podido echar fuera de la casa por fuerza al pequeñín.

-¡Mamma mia! - exclamó Enrico - ¿Qué le pasó al televisor? - entró enfundado en una elegante bata.

-He intentado quebrar la cabrona cabezota de Ludovico contra ella, pero he fallado. - explicó Federico, sosteniendo su bolsa de agua fría sobre el ojo.

-¡Te has cargado mi pantalla plana de 47 pulgadas!

-Te la repondré. - dijo avergonzado Federico.

-¿En que pensabas cuando estrellaste la cabeza de Ludovico contra ella?

En nada, recordó Federico, solo que tenía sometido a Ludovico, con su cabeza aprisionada entre el torso y el codo; simplemente buscó estamparlo contra una superficie plana antes de que se soltara. Si la pared hubiera estado en lugar de la tele Ludovico no estaría ahí: lo habría dejado inconsciente y sacado a rastras, pero cabreado por el corte que le hizo un cristal en la frente, además de asustado por la chamusquina, Ludovico le aplicó una llave y cayó de sentón sobre su abdomen, dejándolo sin aliento.

Al ruido de la pequeña explosión de cuando se rompió la tele, además del aroma, acudió Teodorico armado con un balde de agua fría que echó sobre los  contendientes.

-Más importante - dijo Enrico, volviendo a su hermano de los recuerdos - ¿Por qué sigue él aquí?

-No ha podido sacarme. - se jactó Ludovico. Teodorico y Enrico cruzaron una mirada llena de preocupación - Pero no te apures, no intentare nada con tu noviecito. ¡Eeee! - Ludovico lo acalló - Es tu noviecito y has debido decírmelo desde un comienzo. Así nos habríamos evitado disgustos. Un varoncito soltero esta disponible para el primero que lo coja, en especial uno así de sabroso, pero el novio de tu hermano es sagrado... es la familia. - enunció con solemnidad Ludovico.

Teodorico le aplicó una bandita adhesiva sobre su cortada.

-¿Es cierto? - preguntó Federico, bajando por un momento la mano con la bolsa de agua - ¿El chico es tu novio?

-Si. - dijo Enrico, y tanto Federico como Teodorico abrieron la boca. El primero se repuso rápidamente de la impresión. La vez que más tiempo lo habían dejado sin habla fue cuando Armani diseño la corbata más guay de todos los tiempos.

-¡Pillín! Te pones viejo y te gustan los jovencitos.

-¡No estoy viejo! - protestó Enrico.

Federico lo miraba con reproche, como diciéndole "no lo creería de ti", pero se limitó a negar con la cabeza.

-No tienes que estar viejo para que te gusten tiernitos. - observó Ludovico -Yo una vez follé...

-¡Noqueremossaberconquienfollaste! - le espeto rápidamente Teodorico - Federico ponte esa bolsa en el ojo. ¡Hay caro! - se dirigió a Enrico - ¿Cómo es posible que no tengas un bistec para las emergencias!?

-Si... ¿Cómo es posible que no tengas bisteces en el refri? - le dijo Federico.

-Mañana mandaré a Tomasa que te traiga un buey entero. - Federico quedó satisfecho con aquello - Ludovico, ¿es en serio lo que dices? ¿De verdad vas a dejar de molestar a Teo?

-Si, por supuesto. Te ofrecería la pipa de la paz pero mi cargamento de hachís llega hasta pasadomañana.

-¿Llega? - repitió el barón - ¿No querrás decir aquí verdad?

-Este es mi lugar de residencia. - dijo Ludovico, cruzándose de piernas y balanceándose hacia atrás en la silla.

Enrico se llevó el dorso de la mano a los ojos. Contó hasta tres y se tranquilizó.

-Y, vuestra relación, ¿es secreta? - preguntó muerto de curiosidad Teodorico, quien ya preparaba un cafecito con que amenizar la charla.

"Es de hace media hora." Tuvo ganas de contestar Enrico.

-Supongo que si.

-Pero no lo habrás forzado, ¿verdad? - inquirió preocupado Federico.

-¡No! ¿Por qué dices eso?

-Por el motivo por el que ocupaste al licenciado Tranzi.

-Oh, no, eso fue un malentendido... lo de Teo y yo - ¡que bien se sentía decir eso! - es mas reciente. Me llena de culpa. - terminó aceptando la taza de café que Teodorico le ofrecía.

-Lo difícil es la primera vez. - lo animó Ludovico - Luego se te va como agua...

 

Continuara...

 

Notas finales:

La practica hace al maestro, eso lo sabe muy bien Ludovichi.

Si se quedaron asi X_x con el parrafo de las notas del capitulo, sepanse que yo tampoco acabo de entenderlo muy bien. Creo que quiere decir que si es verdadero pecado los toqueteos entre dos hombres, y dice que no porque no hay penetracion.

¿Que les parece? Se presta a debate, ademas de ser una curiosidad guarrisima. Es un fragmento de un tratado de moral navarro de principios del siglo XIX, os dejo el enlace por si deseais leer mas.

http://www.islaternura.com/VERTEDERO/ESTUPIDARIOmoralSalmantina.htm

Besitos malvados!


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