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El fantasma de la abadía. por nezalxuchitl

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Notas del capitulo:

¿En que consiste la verdadera felicidad?

20º  ¿Estás segura?

 

Agotada, con un dolor de espalda que era cada vez mas recurrente Teodora se paró de su silla y caminó por la biblioteca, estirando piernas y dedos. Era una anciana de 57 años, pensó, ya no estaba para esos trotes, para tanto escribir y tanto agotarse. Tenía la vista cansada, y el espíritu también.

Se recostó sobre el sillón que Lotario y ella solían compartir, esperando que se le apareciera su amigo. Tenia muchas ganas de verlo esa noche, muchas. Pero Lotario no compareció. La luz de la vela se hizo más débil, indicando que estaba por acabarse. Teodora abrió sus grandes ojos melados para mirar las sombras danzarinas. Le gustaba ver como su propia silueta, y otras tantas, parecían tener vida propia, y todo un efecto de la óptica.

"No ha sido una mala vida. - pensó la vieja - Tal vez desgraciada, pero no mala."

Consideró lo que había visto a lo largo de su larga existencia: el triunfo del emperador, la derrota de su heredero... Las teorías sobre la pobreza que con tanto énfasis defendió... ¿habían servido para algo? Los pobres seguían siendo pobres y los ricos, ricos. Los teólogos del Imperio, y todos sus pensadores tenían en sus manos teorías sociales con las que podían hacer menos ignorantes a los simples, pero sólo las utilizaban para minar el poder de la Iglesia...

Sin embargo, un mundo en el que Guillermo de Occam había enunciado la teoría de los signos era mejor que uno sin susodicha teoría. Un mundo con un poema épico sobre el más allá escrito en la lengua vulgar florentina era mejor que uno que carecía de tal poema.

Dignificar al ser humano, darle a probar la felicidad desde éste mundo era lo que Francisco y, humildemente ella, habían querido. Esa felicidad de la que se llenaba la boca de mencionar y que en lo personal nunca había conocido.

Salvo que se contara su primera infancia, cuando nada sabia y nada entendía Teodora nunca había sido feliz. Contenta, si; satisfecha, si. Y los momentos de mayor satisfacción no habían sido aquellos en los que había triunfado con su labor intelectual entre los hombres, no, eran aquellos que mas especialmente había pasado con Lotario.

"¿Debí haberme casado con él?" Era una pregunta que la acompañó por toda su vida, pero siempre, a los 15, a los 20, a los 30, se había dado la misma respuesta: no. Porque no era ese el amor que sentía por él.

Lotario, atrapado en este mundo por su causa, la llenaba de pesar... ¿Qué seria de Lotario cuando ella se muriera? Era como un niño... tan ingenuo, tan indefenso... Cuando ella muriera... ¿se iría al infierno? Nunca había confesado que convivía con un fantasma, por prudencia, para que no la declarasen loca y dieran al traste con sus escritos, para que no la acusaran de hechicera y dieran al traste con su vida...

"La vela esta a punto de apagarse; tengo que pararme, prender otra y terminar ese comentario sobre la Summa Teológica."  Se dijo a si misma Teodora. Pero otra voz, la némesis que habitaba en su propia mente le dijo: "¿Para qué? ¿Crees en verdad que mañana será importante el comentario de una milanesa sobre el Aquinate? En un siglo, o dos, nadie se acordara de él, ni de ti. Otro teólogo ostentara el titulo de doctor de la Iglesia, los textos de otro sabio visionario serán tema de ortodoxia como hoy son los de Roger Bacon"

-Estoy cansada. - dijo Teodora - Lo terminaré mañana. - dijo, olvidando las palabras del gran Abelardo.

El mañana nunca llega.

Apagó la vela y dejó el pergamino, la pluma y la tinta sobre el escritorio, sin imaginar que era la ultima vez que los tocaba, ni que los profesores de la universidad a quien había donado todo menospreciarían el trabajo de su benefactora por ser una simple mujer, destinándolo para pasto de las ratas.

Se acostó en su lecho y en su sueño sin sueños de repente empezó a tener uno. Su vida entera pasaba como una tira de imágenes frente a sus ojos, y sentía vértigo, como cuando la acometieron los malestares del término de la fecundidad, pero aun peores, pues también se sentía como cuando el carruaje iba muy de prisa. Velocidad y mareo, como un tirón en las entrañas, y su padre y su madre y Lotario, Lotario siempre Lotario junto a ella, incluso ahí en ese túnel vertiginoso...

Justo cuando creía que iba a vomitar se detuvo. La sensación de ser una peonza que el niño había detenido y clavado en la arena explicaba más o menos lo que sentía. Al final de aquel túnel había un espacio amplio, blanco, sin nada. Solo el suelo y la infinidad.

-Hola hola. - la saludó una inquietante voz a sus espaldas. Se volvió.

Detrás de ella, de la nada, había aparecido una gigantesca puerta, y enfrente de ella, como resguardándola, una silueta femenina, informe y blanca, como todo lo demás, solo señalados sus bordes por una especie de aura. La figura no tenia cara.

-¿No te has dado cuenta que te has muerto?

Era como si la silueta se comunicara directo con su mente. Teodora se miró las manos: veía a través de ellas. Era como una ilusión, la única cosa a colores en medio del blanco.

-Tengo que pasar por esa puerta. - afirmó con convicción. Pero apenas iba a dar un paso al frente cuando la silueta le dijo:

-¿Estas segura? Una vez que cruces no hay vuelta atrás.

Teodora titubeó.

-Además tú no puedes cruzar. No quieres cruzar.

-Lotario... - murmuró Teodora.

Unas sombras surgieron a las espaldas de Teodora y ganaron rápidamente el espacio en blanco.

 

***

 

El padre Tezza disertaba sobre la influencia islámica en el dogma de la Inmaculada Concepción.  Teo se chupaba el índice, rememorando como se chupaban partes corporales más interesantes. Por primera vez, al igual que todos sus compañeros, no tenia idea de lo que alegaba el doctor en filosofía.

Era primavera y la vida no podía ser más perfecta. El amor estaba en el aire: Elisabetta no dejaba de mandarle mensajitos a hurtadillas por el móvil a Bruno, los pajaritos cantaban y se abrían de alitas cortejando a sus parejas, el tenia frescos en la boca y en la memoria los recuerdos de la increíble noche de sexo con Enrico. Con su delicioso Enrico. Ya quería que fuera de noche para que volviera a mamársela. Quería tenerlo ahí abajo chupando para siempre; era lo más delicioso que había experimentado.

En cuanto sonó el campanazo le dio el cortonazo al profesor con la típica levantada de mano.

-¿Si señor De Haro?

-La clase ha terminado, padre.

-¿En serio? ¡Vaya! ¿Hace cuantos minutos?

-Medio. - respondió Teo. El padre Tezza se mosqueó un poco: lo interrumpían antes de tiempo.

-Muy bien. Deberes... - tanto Elisabetta como Teodoro lo miraron con un alto grado de intimidación - ¡sin deberes por hoy! Hay que festejar el Carnaval.

Teodoro salió a la carrera. Le urgía ir a ver a Enrico... quizás si estaba a solas en su oficina podrían tener un rapidito... la idea le excitaba montones. Se estrelló contra una pared solida salida de la nada: el fornido cuerpo de Bruno Rossi.

-Oye tu... - le dijo el muchachote con un tono que revelaba lo mucho que le costaba dirigirle la palabra. Teo frunció el ceño: lo último que necesitaba era una reedición de su pelea en el baño - Gracias.

Dio un puñetacito amistoso en el brazo a Teo y luego tomó a Elisabetta por la cintura. La muchacha evitó mirarlo, como hacia desde su fallido intento de follar con él. Ni lo miraba ni le hablaba: como si no existiera. Teodoro no podía estar más agradecido.

Se quedó mirando como se iban, Bruno colocando cariñosamente una mano sobre la baja espalda de Elisabetta, ésta inclinando la cabeza hacia el muchacho. Alejo la sarcástica idea de que le había hecho un favor bien jodido a Rossi intercediendo por él ante su compañera... no lo había hecho de mala fe, de veras.

Con la mochila al hombro caminó rápidamente hacia el antiguo edificio que albergaba al banco de Belcançone: el sol había cambiado ya y la luz era más fuerte, marcando un contraste mayor entre sol y sombra. Iba feliz, pensando que ya nada se interponía entre Enrico y él.

-Teodora. - oyó que le llamaban, y al sentir una caricia en su mejilla se dio la vuelta para encontrarse con Lotario enfrente suyo.

-¿Qué haces aquí?! - exclamó, y una señora que pasaba se le quedó viendo raro.

-No hables en voz alta. - le dijo Lotario - Recuerda que los demás no pueden verme. Háblame a la mente.

Teo se metió bajo un pórtico, se apoyo en el viejo portón remachado con clavotes de hierro y cruzado de brazos se dirigió a Lotario.

-¿Qué haces aquí?

-Estaba probando. - respondió Lotario, saliéndole al paso a un transeúnte que simplemente lo atravesó sin apercibirse de nada. Con cara de satisfacción el caballero se volteó - Tenia mucho tiempo que no lo hacia, el andar entre la gente... - miró con curiosidad un autobús de pasajeros que se detenía. -¡Vaya! ¿Es eso un carruaje comunal?

-Algo así. - masculló Teodoro.

-Con la mente Teodora, con la mente. - le reprendió Lotario.

-¡Joder! - pensó con fuerza el muchacho.

-¡Teodora! - se escandalizó el fantasma.

-Soy Teodoro. No te he llamado Lotario, invades mi privacidad.

-¡Soy tu amigo!

-Oscar Wilde decía que son precisamente los amigos de quienes menos gratas son las visitas.

Lotario ladeó un poco la cabeza, como un niño regañado.

-No se quien sea ese Wilde, pero sin lugar a dudas no era un caballero.

Teodoro soltó una carcajada y se golpeó los muslos con las manos. Era imposible mostrarse enfadado con Lotario. Sus comentarios eran divinos. Su plática fascinante. Era de lo más flipante, como si una maquina del tiempo le hubiese traído un espécimen vivo de ochocientos años atrás. Era como una película de Hollywood: el encuentro de los mundos o algo así.

-Hace cien años, en Inglaterra, Wilde era el ejemplo de un caballero. El gentleman por excelencia... aunque, en realidad, era poco caballeroso. Su escandaloso ingenio era como una majadería constante para todos sus oyentes, tan gilipollas a su lado que solo podían aplaudir como changuitos.

-¿Los monos aplauden? - inquirió Lotario.

-Solo en las caricaturas. - Teo lo cortó levantando una mano. Si, era fascinante, pero también pesado, poner al día a un fantasma del siglo catorce. Lotario, me parece genial que puedas aparecerte en cualquier lugar y momento, pero que puedas no significa que debas.

A Teo le aterraba la idea de que Lotario se apareciera justo cuando estuviera en la cama con Enrico. De momento no quería pensar en como el enamorado de su vida pasada se tomaría la noticia de que ahora estaba enamorado, y no precisamente de él. Así que tomando la enseñanza de los políticos de problema aplazado problema resuelto estaba decidido a ocultar sus relaciones con Enrico el mayor tiempo posible... A final de cuentas solo seria de ahí a julio, pues en julio regresaría a Castilleja y no lo vería mas, ni a Lotario y ni a Enrico... la congoja que sentía al considerar esto último era tangible en la boca del estomago.

-Claro Teodora: poteres non deberes. Procuraré acudir solo cuando me llames.

-No, no lo procuraras - dijo Teo volviéndose a poner chulo - lo harás. Aparecerás solo cuando te llame. La gente va a creer que estoy loco si me ve mascullando y gesticulando al vacío.

-De acuerdo Teodora, por la noche será, entonces, como antes...

-¡No! Por la noche no. - se atragantó Teo. Golpeó el piso con el pie, pensando a toda leche - Por la tarde. Mientras hago mis deberes, me encerraré en mi habitación, esa que ya conoces. O si puedo iré a la Abadía.

-¿De verdad? ¿Vendrás a la Abadía? - Lotario estaba encantado.

-Si, lo mas que pueda. Ahora déjame, tengo que ir con mi tutor o se preocupará.

-Me gustaría conocerlo...

-¡No! Ya lo conoces. No quiero que te le acerques porque... - Teo ponía cara concentrada - ... podría... pensar... que estoy endemoniado y echarme.

-Oh, claro, tienes mucha razón. Has de tener mucho cuidado con la Inquisición.

-Oh, si, bueno, la Inquisición ya no existe, o mejor dicho si existe pero no es como antes... luego te explico! - Teo se dio la vuelta y agitó la mano en alto.

Lotario lo vio adentrarse en el edificio del banco, suspirando entonces y desapareciendo.

Continuará...

 

Notas finales:

¿Que tal mis lectoras? ¿Les parece que Teo podra mantener oculto su noviazgo con Enrico a Lotario y a su vez mantener oculta a Enrico su amistad con Lotario?

Ahora sobre la parte mistica: cuando Teodora muere ella si atraviesa todo el tunel hasta llegar a "la puerta de la verdad" que es algo asi como la antesala del mas alla. En esta historia, cuando una persona llega a la antesala ya no puede permanecer como fantasma: Lotario se regreso a mitad del tunel, por eso pudo permanecer como fantasma. Nunca llego a frente a la puerta, solo sabe de su existencia. Teodora no pudo, o no quiso atravesar la puerta para ir al mas alla (se explicara a lujo de detalles mas adelante en la historia) por eso pudo reencarnar. Una vez atravesando la puerta no hay vuelta atras: la gente se enfrenta a su juicio definitivo.

Cualquier duda, comentario, o chistorin sera respondido a la brevedad posible.

Besitos misticos.


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