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El fantasma de la abadía. por nezalxuchitl

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Notas del capitulo:

Julieta -Te di mi amor sin que lo pidieras... ojala pudiera recuperarlo.

Romeo -¿Para que, mi amor?

Julieta - Para ser generosa y dártelo otra vez. Y, sin embargo, quiero lo que tengo. Mi generosidad es inmensa como el mar, mi amor, tan hondo; cuanto más te doy, más tengo, pues los dos son infinitos. (Romeo y Julieta, William Shakespeare, fragmento.)

 

22º Bodas de algo.

 

Es bien sabido que el carnaval tiene lugar antes de la cuaresma. La iglesia católica prescribe dos días de carnaval, lunes y martes, inmediatamente anteriores al miércoles de ceniza. Sin embargo, varias culturas han decidido que dos días de desmadre no son suficientes. Los brasileños lo festejan por tres o cinco días (aunque se preparan para el todo el año), los venecianos lo alargan hasta diez.

A este, si no el más famoso el más elegante del mundo creía que acudiría el conde Enrico Federico Teodorico Ludovico XIV Benzo Borguese, en compañía de su esposa la marquesa Madonna Manzoni de Benzo (Orsini de soltera).

El buen noble, capaz de rastrear sus origines hasta los Hohenstaufen o la gens Antonia, era incapaz de hacer lo mismo con su equipaje sin ayuda de su esposa. Hasta el momento mismo en que bajaron del expreso de Milán para tomar el autobús a Belcançone (pues nadie en su sano juicio lleva su auto a Venecia) el padre de Enrico estuvo convencido de que iba a disfrutar de los dos últimos días del carnaval en compañía de su segundo hijo, Federico, a quien su tía abuela, la vieja princesa Doria-Pamphilj había dejado en herencia una casita, una mansioncilla de nada a tres cuadras de la plaza de San Marcos.

Pero en vez de los imponentes caballos de hipódromo de Bizancio (robados durante la cuarta cruzada por el dux Dandolo) frente a la principal casa de Dios de la localidad lo que vio fueron grandes carteles con su nombre en rojo, sostenidos por sus hijos, quienes gritaban vivas y hurras todos a la vez, al tiempo que la banda del pueblo tocaba un viejo triunfo cuya partitura databa de la época de Mussolini.

Conmovido, el hombretón de más de dos metros, fue a abrazar a sus hijos, y de no ser tan fornidos Ludovico y Federico hubiese podido abrazarlos a los cuatro a la vez. Abrazó en primer lugar a Enrico, su consentido. Prefería a éste hijo sobre los otros por dos razones: era su heredero y como tenía el pelo rubio y los ojos azules (único de los cuatro vástagos con esa combinación), juraba que era idéntico a él.

El alcalde, a pesar de habérsele asegurado que no era necesaria su presencia, se adelantó hacia donna Madonna para pronunciar su discurso y entregarle las llaves de la ciudad.

La bajita y voluptuosa dama se adelantó con tanta gracia como patoso era su marido y recibió con sonrisa afable el protocolo. Para alguien de su linaje, ser recibida por el alcalde era un trámite de cortesía básica, tal vez un poco molesto, pero básico. En realidad Madonna no amaba mucho el aparato, la ostentación.

Curiosamente su tercer hijo si, y como Teodorico había organizado...

-Me sorprende que no haya traído al presidente de la república. - le comentó en voz baja Enrico a Teodoro.

Este asintió con un gruñido bajo. Eso de no tener sexo teniendo novio lo ponía de muy mal humor, pero de hecho, estar ahí con la banda del pueblo tocando la copia italiana de "La gloria de Prusia" le desagradaba menos que estar solo en el castello. ¿La razón? Simple: cuando estaba solo pensaba, y sentía que si seguía pensando la cabeza le iba a estallar (la que no tenia urgencia que le estallara). Así por lo menos estaba ocupado.

Enrico lo presentó como su pupilo, y la donna lo examinó a conciencia. Para ser una mujer menuda y sexy imponía bastante. Sus ojos eran cándidos y profundos a la vez. Como unos ojos del mismo color y forma que los de Ludovico podían ser tan diferentes era un misterio.

El conde despidió a sus antiguos vasallos y subió al todoterreno, el único vehículo lo bastante grande para que no se golpeara la cabeza. Conducía el mismo, a pesar de no ser ningún as del volante, pues tenia la idea de que el macho dominante era el que debía manejar.

La puerta principal del castello estaba adornada con una gran manta que rezaba: "¡Papá y mamá, felices bodas de algo!" El pastel, del alto de Teo, contenía la misma leyenda, así como algunos globos de helio con forma de corazón que Teodorico había conseguido a muy buen precio, saldos del 14 de febrero... después de todo, también sangre genovesa corría por sus venas.

El tamaño del pastel quedo plenamente justificado cuando Teo vio que la porción que servían a su "suegro"  era del tamaño de un ladrillo. El champan, la efusividad y la música de Nicola di Bari llenaron el ambiente.

El chico, un poco apartado y con cara seria, en parte para disimular su malhumor y en parte propia de quien no encaja comía su pastel y escuchaba la plática. Si creía que Teodorico hablaba rápido pronto se dio cuenta de que no le llegaba a los talones a su mamá cuando esta se lo proponía. Debían tener una mutación genética en la garganta o algo así, para poder hablar tanto. En una hora hablaron más que Javiercete en todo el año.

El recuerdo de su amigo y la bonita estampa de una familia feliz y reunida pusieron melancólico a Teo. Pidió permiso para retirarse.

-Quédate... - le pidió Enrico con una mirada tan tierna que le temblaron las rodillas y se volvió a sentar.

Para su propia delicia Madonna volvió a referir como había conocido a Ludovico (a su hijo homónimo y favorito lo llamaba Ludovichi, para evitar malentendidos), como le había propuesto matrimonio, como había comprado para ella un palacio de leyenda solo por saber (y mas asombroso, recordar) que ella adoraba la historia que acompañaba a aquellos muros en uno de los barrios mas antiguos de Milán.

-Así, yo espero a su padre en la misma sala en que Teodora esperó el regreso de Lotario... - Teo escupió como fuente el champan - ¡Caro! ¿Estás bien?

Teo asintió todavía tosiendo.

-¿Cómo dijo? - preguntó con los ojos llorosos.

-Que yo espero a mi esposo en la misma sala en que Teodora esperó el regreso de Lotario. ¿Conoces la leyenda?

"¡De primera mano!"  hubiese podido contestar el chico.

-No... mucho. ¿Podría contármela?

-Claro. - Madonna se arrellanó benévola. Ludovichi hizo cara de fuchi: las historias de amor heterosexual no le gustaban - Teodora era hermosa burguesa, su padre vendía telas y otros géneros, y se volvió rico después de la peste (en aquellos tiempos era fácil volverte rico después de la peste, si la sobrevivías), así que la doncella era rica pero no noble. Sin embargo, su hermosura y sus buenas cualidades enamoraron a un caballero de la más antigua prosapia, si bien no demasiado notable. Cuentan que se conocieron en la universidad, oyendo hablar a Michelle da Cessena, lo cual no deja de ser extraordinario. ¡Una mujer del mil doscientos en la universidad! Teodora era brillante y por eso Lotario la amaba. Cortejó a la doncella a pesar de la oposición de su familia, que deseaba para el algo más que la hija de un tendero. Dicen que no se atrevía a pedir su mano por que su padre lo había amenazado con maldecirlo. (y no tengo yo que decirte cuanto pesa una maldición) El romance se fue prolongando, Lotario era llamado con frecuencia a la corte del emperador (Hohenstaufen, por supuesto) hasta que en una de esas comisiones no volvió. Los pérfidos venecianos lo asesinaron. Nunca volvió y Teodora se volvió loca de amor. Desesperada, corto sus largos cabellos y lo ofreció a Santa Radegunda (la santa del amor carnal) como voto para que volviera su amado, prometiendo que los mantendría cortos hasta que Lotario volviera para desposarla. Pero Lotario nunca volvió y ella se negó a aceptar su muerte. Se mantuvo fiel hasta el final, esperando el retorno del amado. Cuentan que pasaba en vela las noches de luna llena, suspirando, y que con frecuencia se la oía hablar sola. Fue una intelectual también, escribió una notable biografía de fray Junípero y un comentario de la Summa Teológica que se ha perdido... De sus escritos solo sobrevivieron los religiosos, pues como era muy devota el obispo la tenia en gran estima, y reclamó sus papeles a la universidad, que pretendía quemarlos. En su testamento Teodora donaba su palacio y sus riquezas a la universidad. Un rector poco escrupuloso decidió adjudicársela, si bien debo agradecérselo pues si hubiera sido propiedad del Estado Ludovico no habría podido cómpramela.

-Lo que sea para mi pichoncita. - la besó el conde - Si Verona estuviera a la venta te la compraría.

-¡Oh caro! Verona no me gusta tanto... El amor de Romeo y Julieta es hermoso, si, me gusta más el amor de Lotario y Teodora, me gusta por la esperanza de ella, esa esperanza que es la vida misma.... No estaba loca pues hizo su testamento como si supiera que Lotario no iba a regresar jamás, pero no abandonó la ilusión, no renunció a su sueño... Hay algo de locura en el amor, en todos los amores. Me gusta creer que se reencontraron en el más allá.

"Mas bien en el más acá." Pensó Teo.

-Lo has dejado sin palabras. - comentó Enrico - ¿A que es una bella historia de amor? - preguntó juntando sus manitas angelicalmente. Había crecido oyendo esa historia, enamorándose de ella.

-Bah. - repuso Ludovico, picando a Enrico como siempre, celoso por la predilección de su padre, así como Enrico se encelaba de la predilección de su madre. - El amor es para niñas. Lo que los hombres necesitamos es... pasión, ¿verdad papá?

El conde masticó ecuánime.

-Eres un ordinario Ludovichi. - le espetó Teodorico.

Federico masticó ecuánime.

-¿Y... es... verdadera? ¿La historia es verdadera? - preguntó Teo a Madonna.

-Sí, sí que lo es. Se siente cuando algo es real. Además hay pruebas jurídicas, como diría el licenciado Tranzi: hubo una disputa entre el obispado y la universidad por la casa, está bien descrita y ubicada en mapas de la época, en documentos: no cabe duda de que es la casa de Teodora. ¡Esa casa que debió de escuchar las risas de los niños! - Madonna miró con ternura a tres de sus hijos peleándose - Si el destino no hubiera sido tan cruel con los amantes quizá ahora habría montones de Milani-Ortolano así como hay Chigi-Albani.

-Cierto. - dijo Ludovico, padre - Lotario da Milano murió sin herederos, por lo que su apellido se extinguió. Un primo Barberini o algo así se quedó con sus heredades. Por eso el primer deber de un noble es tener un heredero. ¿Cuándo vas a sentar cabeza Enrico?

Enrico evadió la pregunta de manera astuta:

-¿Más pastel padre?

 

***

 

La de quebraderos de cabeza que se hubiera ahorrado de haberse sincerado con Enrico, consideraba Teo. Lo menos se hubiera ahorrado la ida a  la parroquia pero... la información que tendría seria falsa.

"Se siente cuando algo es real." Dijo su suegra. Ella sentía real la historia de Lotario y Teodora, pero él, que era la reencarnación de Teodora sabia que no era así. Lo sentía. ¿Lo sentía como Madonna? ¿Se puede estar seguro de algo, de que algo es real?: no, el principio de incertidumbre de Heisenberg nos lo quitó.

Lotario no le inspiraba amor, o, mejor dicho, ese tipo de amor. Se sentía cómodo con él, como si fuera un amigo de toda la vida... la sensación, en cierta manera, era más íntima que la que compartía con Javiercete, y eso que conocía a Javiercete desde los diez años... Pero a Lotario lo conocía de toda la vida. Toda una vida a su lado. ¿Teodora lo habría amado? ¿Qué tal si la información falsa era la que tenia? No se pasa una vida al lado de alguien sin sentir nada por ese alguien. Se solía decir que el matrimonio venia primero y después el amor... Pero, ¿seria eso cierto? Lo que sentía por Enrico era muy intenso, muy rápido... ¿Seria verdadero amor?

¿Qué opinaría Lotario sobre como habían pasado a la historia Teodora y él?

Era irónico, por donde se mirase. La mujer que, en palabras del fantasma, tal vez no podía amar se había convertido en una heroína enamorada. La perseverancia, la fidelidad, la esperanza pertenecían a Lotario, no a ella... no a ella... ¿no a mi?

Teo dio un puñetazo a la cama. La adolescencia era una etapa horrible.

 

Continuará...

 

Notas finales:

Se "siente" cuando algo es real. Si no lo creen preguntenselo a tantos y tantos devotos que sintieron reales las reliquias que acariciaban...


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