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El fantasma de la abadía. por nezalxuchitl

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Notas del capitulo:

"The never-fading rain in your heart; the tears of snow-white sorrow"

"La lluvia que nunca cesará en tu corazón; las lagrimas de un dolor puro como la nieve." Amaranth, Nightwish, fragmento.

27º Tears of snow-white sorrow.

 

Lotario lo había observado todo. Todo lo que era necesario para darse cuenta de lo que había estado pasando.

Al sentir a Teodora cerca de la Abadía desobedeció su mandato y fue sin ser llamado.  ¡Jamás lo hubiera hecho! La extraña carroza de Teodora estaba detenida bajo un viejo sicomoro. Y dentro de ella Teodora y su tutor fornicaban. Era la palabra mas dura que había asociado jamás a su amada.

Al acercarse creyó que la carroza se habría descompuesto, al oír los jadeos temió que estuviera enferma... pero lo que vio... lo dejó paralizado de horror hasta el final del acto. Definitivamente Teodora estaba enferma, pero de iniquidad. Y ese paje malnacido también. ¡Noble! ¡Bah! Un noble que se reducía a esa abyecta pasión no lo era más que en el pergamino. Se movía como un poseído en el reducido espacio, sodomizando a su amada.

El hecho de que ahora Teodora tuviese cuerpo de varón lo molestaba aun más, pues siempre le había parecido que Teodora tenia algo varonil, algo que la hacia repudiar su rol en el acto carnal. Que ahora lo asumiera contra natura... era abominable. Y ese paje traidor, malandrín... Fornicando jovencitos como si fuera un pagano. Pensándolo bien, bien podía serlo, en ese mundo patas arriba en el que todas las herejías eran permitidas... El mas licencioso libertinaje reinaba. ¡Gracias a Dios que la gente de su época estaba muerta y bien muerta, sin necesidad de presenciar todo aquello!

¿Este era el progreso que tu querías Teodora, esta anarquía, este caos?

El abismo entre Teodora y él le parecía mas profundo que nunca. El casto lirio resultaba ser licenciosa orquídea. La que creía tan pura estaba corrompida... pero lo que verdaderamente le dolía era que la que creía incapaz de amar estaba enamorada. Y todo lo había hecho por amor, por amor que el nunca logro inspirarle.

Un grito desesperado cruzó como un rayo invertido las negruras que se arremolinaban en el limbo de Lotario, espejo exacto de su mundo interior, y la tormenta comenzó.

 

***

 

La tormenta arreciaba por momentos y el agua traída del Atlántico caía con furia sobre Castilleja. Violeta tenía miedo de los rayos y en momentos como aquel extrañaba más que nunca a Teodoro. Ya casi se volvía de noche, con lo su terror aumentaría. A cada rayo la pequeña se ocultaba bajo la cobijita y subía mas el volumen al telediario, como pretendiendo que la voz de los cinco reporteros dando la misma noticia acallara a la de la Naturaleza.

¡Brrruummm!!! Un trueno más potente que ningún otro y la señal se fue. La estática a todo volumen resultaba demasiado molesta. Violeta apagó la tele y rogo porque papá o mamá llegaran pronto.

Se acurrucó debajo de la cobijita, en el nido que había improvisado con las almohadas y cobijas de su hermano en el cuarto de éste, ausente desde hacia ya demasiado tiempo como para que el olor a él que Violeta creía percibir fuera real.

¡Teodoro! ¡Que envidia ir a Italia y vivir en un castillo y que te cuidara un aristócrata! Ojala fuera tan inteligente como Teodoro para sacar notas así de buenas y que la designaran estudiante de intercambio. Aquello era aun más bonito que los cuentos de hadas porque era real. En su fuero interno Violeta no podía culpar a Teo por no contestar las llamadas de mamá: debía de tener la mar de cosas interesantes que hacer allá.

Su hermano no hablaba mucho, pero ya le sacaría toda la sopa. Tendría que contarle que usaban las chicas italianas, si era verdad que eran las mas hermosas... En su mente infantil y romántica Violeta se proyectaba imaginando a su hermano haciendo de príncipe azul de una sofisticada chica italiana. Si ella fuera a Italia, ¡como le gustaría enamorarse de un chico italiano! Que le dijera "ti amo" con ese acento tan suave y que pasearan por la góndola con el remero (de rigurosa camisa a rayas) cantando "o sole mio" y la luna de fondo. ¡Eso si que era romántico! No como el torpe de Antonio que le ofrecía prestarle sus juguetes de Ben Ten.

El trajín de las llaves y de la puerta abriéndose le indicaron que ya no estaba sola. Saltó de su improvisado nido y corrió escaleras abajo, segura de encontrar a papá porque no había oído el auto.

-¡Papito! - se lanzó a sus brazos sin importarle que el impermeable amarillo de su padre chorreaba agua.

-¡Princesita! - le respondió el hombre de quien habían heredado el pelo castaño, sosteniéndola por los hombros para que no lo abrazara y se mojara, pero besándola en la mejilla.

-¡Papito! Que bueno que llegaste, tenía mucho miedo.

-Yo ahuyentare los rayos para que no espanten a mi princesita. - dijo el hombre manoteando mientras se quitaba el impermeable con el logo del astillero donde trabajaba.

Como mamá no estaba para decirle a papá que no debía decir a la niña esas cosas irrealistas y sobreprotectoras padre e hija se abrazaron. Violeta tenia ya casi catorce años pero su padre la tenia muy, muy mimada.

Fernando de Haro Hernández era ingeniero civil. Casado mas o menos felizmente con la misma mujer desde hacia mas de veinte años su mayor alegría la encontraba en sus hijos, sobre todo en la pequeña. Trabajaba de lunes a viernes de nueve a cinco (en teoría) en el Astillero Triana. Su trabajo consistía en supervisar el diseño de los barcos, para que, por ejemplo, no hubiese puertas que dieran al vacio. Tenia que enfocarse en lo practico, labor para la cual era bueno, en su vida laboral así como en la cotidiana.

-¿Ya comiste pequeña?

Violeta señalo el bol de la ensalada orgánica y los restos, casi inexistentes, de un sándwich.

-Me refiero a verdadera comida. - la sonrisa del hombre lo rejuvenecía, a pesar de marcar mas las arruguitas en torno a los ojos. Sacó de la despensa bolsas de papas fritas y refrescos y los tendió a una alborozada Violeta.

Como la tele no tenía señal pusieron una película en el dvd. Una de Disney.

El motor del coche y los típicos dobles pitidos de los mandos a distancia de las puertas de las cocheras se dejaron oír una media hora después. Los truenos resonaban cada vez mas distantes, como si de verdad la presencia de Fernando los ahuyentara.

Isabel Mendoza Ganzúa entró, haciéndose lio con las bolsas llenas de tenis que llevaba pues nadie corrió a recibirla. La mujer cerró de un portazo y acomodó cuidosamente su mercancía sobre la mesita del vestíbulo mojado. Gruñó al ver el impermeable empapado de su marido.

-Fernando, ¿Cuántas veces te he dicho de no dejar tiradas tus cosas? - reclamó encendiendo  la luz de la sala de estar.

Era una mujer atractiva, cuyos bellos ojos azules, sombreados de largas pestañas naturalmente curvas había heredado a sus dos hijos. Se mantenía en forma gracias a los aeróbicos que impartía y usualmente iba vestida con ropa deportiva, pero a la moda. Nadie recordaba el color natural de su cabello, en aquel momento rubio con luces (¿o debería decirse sombras?) castañas, como la actriz mas in del momento, presunta novia de Fran Rivera.

Se llevaba el auto a pesar de trabajar mas cerca que su marido, era moderna e independiente, firme creyente de la igualdad de géneros y de otras gilipolleces por el estilo. Vendía zapatos deportivos de marca para redondear sus ingresos y de no ser por la firme voluntad de Fernando alimentaria a la familia con puro cereal integral e insípido y otras comidas nutritivas.

-Otra vez estas dándole comida  chatarra a Violeta... - refunfuñó.

-Comí mi ensalada y mi sándwich integral mami. - dijo Violeta antes de llevarse otra papita a la boca.

-No seas dura Sabella... ni que fuéramos conejos para vivir de pura lechuga.

"Sabella" se quitó  la banda elástica para el sudor de la frente y la dejó sobre una repisa. Su ipod la siguió.

-Que tormenta... - observó - la mitad de la clase faltó... tuve que traerme de vuelta la mitad de los encargos.

-Pobrecita. - dijo su marido, sin despegar los ojos de la pantalla.

-Teodoro sigue sin contestarme. - se quejó sentándose al otro lado de Violeta - Va a quedarse sin ficha como siga de moroso, ¡podría hasta perder el semestre!

-Tal vez quiera estudiar allá.

-No tenemos dinero para costearle los estudios allá.

-No te preocupes Sabella. - Fernando estiró la mano por detrás de Violeta y le acarició el hombro - Todo va a estar bien.

-Me parece muy mal que tu hijo ni siquiera se digne hablarnos por teléfono después de todo lo que hacemos por él. Creo que mejor tiene noticias suyas Javiercete.

-Así son los muchachos... ya lo regañaremos cuando este aquí.

Isabel tomó la mano de Fernando y se quedo mirando el final de la película. Quizá la lista de cosas que le disgustaban de su esposo fuera mas larga que las que  de las cosas que le gustaban, pero el hombre del que se enamoró en los ochentas seguía estando ahí, o, por lo menos, el sentimiento.

Cuando finalizada la película, y ya sin truenos, Violeta corrió a bañarse Fernando besó a su compañera. Juguetearon un rato en el sofá antes de que Isabel se levantara para hacer sus últimos quehaceres.

 

***

 

Una expresión de beatitud se expresaba en el rostro de Teodoro al hundirse en la bañera. Había quedado pegostrioso de su encuentro en el auto pero ahora estaba limpio. Después lo habían hecho con Enrico tendido sobre al capó del ferrari y Teodoro supo que no volvería a ver un auto de lujo del mismo modo.

Después de eso quedó sumido como en un letargo, una sensación de bienestar que solo era contradicha por una ligera incomodidad física por haber sudado tanto. Esa aura amorosa que Lotario fuera el primero en notar era ya notoria hasta para los desconocidos. Resplandeciente, feliz, como si una gran luz lo iluminara desde dentro.

Aquella tarde solo había echado de menos a Lotario. No se había aparecido. Ya lo llamaría cuando saliera del baño.

Salió de la placidez acuática y al vestirse la piyama se preguntó si aquella noche finalmente se la dejaría puesta. Se asomó a la ventana, en dirección a la Abadía, y el aroma de noche joven, de hierba calentada de día inundó su nariz.

-Lotario - llamó con dulzura - ven a mí.

Que algo andaba mal lo noto desde que sintió la presencia de Lotario, un segundo antes de ver su gesto airado, su expresión terrible. Sus ojos grises, siempre tan bondadosos brillaban ahora de ira.

-¿Qué deseas, meretriz?

Uff... era la primera vez que Lotario insultaba así a una mujer.

-¿¡Que?!

-Meretriz, ramera... ¡mujerzuela concupiscente!

-¿Qué te pasa? - le preguntó Teo, ofendido y sorprendido.

-¿Qué que me pasa? Que estoy justamente indignado por tu comportamiento. - Lotario andaba de un lado a otro, Teo sintió un deja vú: alguien solía regañarlo así, ¿pero quién?

-¿Y se puede saber que he hecho? - preguntó comenzando a sospechar lo peor.

-¿Todavía lo preguntas? ¡Dios mío! Tu desvergüenza no tiene límites, ni tu inmoralidad paragón. Mesalina no habría sido tan cínica. Te he visto... - no podía pronunciar el verbo fornicar en voz alta - yaciendo con tu amante.

Teo perdió el color de la cara y le flaquearon las piernas. Al fin había sucedido. ¡Que mala suerte! Con lo poco que faltaba.

Lotario lloraba, Teo supuso que de rabia. Se cubrió la frente con la mano un momento y suspiró. Cuando la retiró una mascara de frialdad estaba puesta. Una mascara, porque estaba bien lejos de sentir la calma que aparentaba. Se sentía avergonzado y ofendido, ofendido de sentirse avergonzado, de saber que no poseía la razón absoluta... pero tampoco podía dársela a Lotario.

-Te he engañado, lo siento y lo reconozco, pero... no habría tenido que hacerlo si tu no te adjudicaras preeminencias que no te corresponden.

-¿Qué no me corresponden? ¡Te amo!

-No somos nada, Lotario.

Aquello era verdad y dolía más que morirse. Nada eran, nada significaban sus sentimientos.

-¿Cómo puedes ser tan cruel?

El gesto de Teodoro se endureció: ¿cruel? El solo hacia lo que cualquiera, ver por si mismo, porque, si no lo hacia él, ¿Quién lo haría? Sintió de repente mucha rabia en contra de Lotario, por querer siempre imponerle su voluntad, su amor... en su docilidad había mucho que agresión pasiva, lo encadenaba, lo hacia decidirse cada vez mas por su opción, violentando su libre albedrío. Y no había cosa que le fastidiara más en este mundo que le dijeran lo que tenia que hacer.

-No somos nada - repitió, calculando las palabras - no tienes ningún derecho sobre mi - estaba furioso y quería herir - no te amo.

-¡Teodora!!! - gimió Lotario, con tal estertor en la voz que erizaba la piel.

-¡Yo no soy Teodora! - gritó Teo - ¡Esa mujer está muerta y tu estás muerto y ni siquiera tendrías que estar aquí! ¡Vete!

-¡No me iré! ¡No te dejaré! ¡Te seguiré hasta el día de tu muerte susurrándote tu iniquidad y tu condenación!

-¡Me mataré antes de permitirte eso! ¡Es mi vida, es mi decisión!

-No te atreverías... - rehusó Lotario.

-No tengo miedo. Si voy a ir al infierno, -pronunció en voz alta su mas íntimo temor - ¿que importa que sea ahora o dentro de ochenta años? ¡Por lo menos me libraría de tu presencia!

-Tienes que arrepentirte Teodora, tienes que dejar a ese hombre ¡lo que haces es inicuo!

Esperando que los fantasmas pudieran recibir ostias Teodoro le pegó un derechazo a Lotario. Este cayó hacia atrás, sorprendido, pues evidentemente no podía percibir dolor físico. Pero no importaba: lo que importaba era el gesto.

-Amo a Enrico.

-¡Cómo puedes decir eso! ¡Es un hombre!

-Tú me amas, y no te importa que seamos hombres.

-Lo nuestro es distinto, es puro... cuando yo me enamore de ti eras mujer y el sentimiento era correcto y ahora... lo que yo amo de ti... ¡yo no te mancillo con toques impuros! ¡No te corrompo en actos de execrable lujuria!

-¿Y si me hubiera enamorado de una mujer? - Teo se puso chulo, todos aquellos golpes le daban, pues  parte de el los creía correctos, así que se defendía atacando - Eso convertiría a tu adorada Teodora en una invertida, ¿no? Una lesbiana. Tal vez lo era, tal vez por eso no te hizo caso.

Lotario estuvo a punto de golpearlo también. Solo lo detuvo de alzar la mano el recordar que era el alma de Teodora reencarnada. Apretó los puños. Teo había dado en el clavo. No le importaba que fuera otro hombre, en realidad, era de esperarse pues era la reencarnación de una mujer. O quizá si. Porque entonces era que otro hombre se la había ganado. Si se hubiera enamorado de una mujer, si Teodora fuera una lesbiana, no seria su culpa. No seria su culpa el no haber podido encender la llama del amor. De todos modos no era suya, pero descubría ahora que el modo era importante. No era lo mismo amar sin esperanza a una mujer que no esta enamorada de nadie, sin rivales, pues, que amar a una que ha premiado con sus favores a uno que te ha superado.

-Ese hombre... - dijo ronco - Enrico... es un desgraciado. Lo que hace contigo es indigno: abusa de tu juventud y de tu inocencia... es un villano.

-No lo conoces. ¿Cómo sabes si no fui yo quien lo sedujo? - Lotario lo miró con excepticismo - Hablas así solo porque eres un amante despechado.

-Tienes razón. Soy un amante despechado, un perdedor. - cuando Lotario alzó la mirada Teo se asustó. Por primera vez se dio cuenta de que Lotario era un caballero, un soldado, un hombre de acción. Y recordó lo que solían hacer los amantes despreciados con sus rivales justo en el momento en que Lotario mismo se lo decía - Debería comportarme como tal. Debería buscar venganza.

No podía impedir que lo amara, no podía impedir que la amara... pero vaya si podía impedir que gozaran de su amor.

-Lotario... tú no eres así. - suplicó Teo.

-¿Yo? Yo no se ni quien soy. Me habéis aniquilado, señora. - barrió el suelo con su gorro mientras efectuaba una profunda reverencia, desvaneciéndose.

-¡Lotario! - Teodoro ya no alcanzó  a asirlo entre sus dedos.

Y reclinado de espaldas contra la pared, mordiéndose los nudillos al otro lado de la puerta entreabierta, Enrico participaba su parte en aquel drama.

 

Continuará...

 

Notas finales:

Tampoco se pierdan el próximo capitulo. Ya solo falta por aparecer Javiercete.

Besitos malvados!!!

PD: He encontrado un libro de literatura (o sea no de educacion o de superacion personal) que trata sobre un homosexual de los años veintes atrapado en los engaños que el mismo se ha creado para encajar en un mundo de heterosexuales.

Se titula "Alexis o el tratado del inutil combate" (Alexis ou le traite du vain combat) de la difunta belga Marguerite Yourcenar. el ejemplar que cayo en mis manos es de editorial Alfaguara, impreso en marzo de 1990. No puedo decirles que tan bueno o malo me parecio porque llevo leidas veinte paginas, la proxima actualizacion les comento.

Pero paso el dato debido a la gran carencia de literatura yaoi. (primero me desuellan los sarracenos que hacerme leer un ebook del tema editado por la sociedad de bombos mutuos que sea)


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