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El fantasma de la abadía. por nezalxuchitl

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Notas del capitulo:

I'm gonna love you 'till the heavens stop the rain. I'm gonna love you ‘till the stars fall from the sky for you and I.

(Te voy a amar hasta que el cielo detenga la lluvia. Te voy a amar hasta que las estrellas caigan del cielo para ti y para mi. Touch me, The Doors, fragmento.)

33º Una enfermedad y su cura juntas.

 

 

La madre de Enrico no estaba, y en su lugar, un tedesco grandote y rubio dormitaba, medio sedado por el usual aroma de hospital al que nunca pudo acostumbrarse.

El conde Ludovico apoyaba un codo en la mesilla y la frente en la palma de esa mano, y conforme el sueño le ganaba el codo se le doblaba y la mano avanzaba por la frente arrastrando con ella la peluca. La quimioterapia había acabado con su abundante cabellera rubia, pero gracias a Dios y a Teodorico tenia unas pelucas excelentes que incluso (eso era lo mejor de todo) ya estaban peinadas.

Lotario lo observaba, semimaterializado junto a un biombo, recordando su propia vida... memorias borrosas de su madre a la luz de una vela, cuando todos decían que la fiebre lo mataría y seria mejor hacer otro heredero.  Sus noches ya como fantasma, sentado a la cabecera de la cama de Teodora, aprovechando que no necesitaba dormir para embelesarse contemplándola, pues su amor era tan grande y tan puro que sentía plenamente satisfecho con solo verla... y si Teodora llegaba a despertar y lo veía le sonreía amodorrada y se volvía a dormir con la cabeza inclinada en su dirección, cabellos casi dorados, muy cortos, como de varón.

¡Que diferencia con las noches de ahora, cuando entraba como furtivo ladrón para robarle su energía vital! Lotario era capaz de hacerlo diciéndose que no era un robo, sino un préstamo, que si Teodora era como la conocía no se negaría a brindar generosa su propia vida por el ser amado. Tomaba energía de Teodora y la pasaba a Enrico.

Cuando la cabellera de su padre cayo en el suelo y los ronquidos del hombre se oyeron medio sofocados por tener la cara pegada a la mesa Lotario se materializó por completo y caminó hasta ponerse en pie del otro lado de la cama, junto, invadiendo un poco el espacio, de un tubo con una bolsa de agua colgando que estaba conectada a las venas de Enrico, o esa era su impresión.

Lo tomó por esa mano amoratada, tan blanca antes y ahora tan maltratada. ¿Qué la habría pasado a aquel joven? ¿Habría tratado de suicidarse? Lotario no lo creía capaz, tan lleno de amor como estaba.

-Lotario... - Enrico había abierto sus ojos azules y extendía la mano libre hacia el - Viniste.

-¿Cómo os sentís?

-Mejor, aunque todavía tengo demasiado sueño. - puso su mano sobre la mano que estaba sobre su otra mano. - Tú me has curado. Gracias. Eres mi salvador, y siempre estaré en deuda contigo. - Lotario no decía nada, solo seguía trasmitiéndole su calidez - ¿Qué puedo hacer para agradecerte? - trató de incorporarse pero cayo lánguido sobre la cama.

-Desposad a Teodora. - dijo bajito Lotario, ¡y como le dolía decirlo! - Hacedla feliz... si alguien es capaz sois vos.

Aquel amor tan profundo y desinteresado conmovía a Enrico hasta lo mas hondo: ¡ojala fuera el capaz de amar así! ¡Ojala fuera capaz de inspirar un amor así!

-¿Cómo lo amas Lotario? - preguntó con vehemencia.

Lotario tardó un poco en contestar, la pregunta era difícil y dolorosa.

-Como si de una enfermedad y su cura juntas se tratase... el padecimiento y el alivio están en la misma Teodora. Sufro y gozo, al mismo tiempo, siempre por ella.

Enrico cerró los ojos y apretó la mano de Lotario entre las suyas. Jadeó: aquello era hermoso.

-¿Cuánto lo amas?

-Si pudiera decírtelo poco fuera.

Enrico llevó la mano de Lotario hasta su pecho, quería besarla, lo que decía ese hombre era tan hermoso que sentía que también lo amaba, como si el amor que poseía Lotario se le desbordara y lo contagiara a el también. Permanecieron así unos intensos momentos, hasta que Lotario terminó de pasarle toda la energía que llevaba. Retiro su mano; Enrico lamentó perder el contacto de aquellos dedos.

-Lotario...  no te vayas... - "te necesito", casi se atrevió a decirle.

-Descansa. - Lotario le acarició la frente, despejándosela del cabello desordenado. Aquella caricia electrizó a Enrico, dejándolo sumido en el limbo del amor.

 

***

 

-¡Teo, porque no me habías dicho que tu tutor era así de guapo! - reclamó Violeta, haciendo nudo los pares de calcetines para que no se perdieran.

-Porque no te importa. - replicó Teo, secándose la cabeza con una toalla. Tenía otra toalla ajustada a la cintura y aun chorreaba agua de la ducha. - Además, tú no sabes como es él.

-Si es hermano de ese príncipe rockero que esta ahí abajo debe de parecérsele, tonto. - su hermanita le sacó la lengua. Javiercete también tenía la lengua de fuera, pero miraba al infinito.

Teo dejó de frotarse la cara para verla.

-¿Ludovico te parece guapo?

-¡Guapísimo!

Teo se rió y negó con la cabeza: ¡si su pobre hermanita supiera!

-¿De que te ríes tonto? Claro, como ya te regresas a Italia... - estrujó enfurruñada un calzoncillo.

-Solo serán unos días. - le dijo quitándole los calzoncillos de las manos - Ahora salte, que me voy a vestir.

-Ni quien quiera verte. - se jactó Violeta, saliendo.

Frente a los ojos de Javiercete, que no su mirada, el joven se vistió. Quitó de las manos de su amigo la corbata del uniforme que se había quedado enroscando, echó algunas cosas más en la maleta y esperó no volver pronto a su casa. Al pie de la escalera abrazó muy fuerte a Javier.

-Deséame suerte.

-Suerte. - dijo Javiercete.

Escoltado entre Madonna y Ludovico (a cual de mas intimidante) Teo besó a su madre y a su hermana y se fue sin despedirse o pedir permiso a su papá.

En un auto de lujo, rentado, Ludovico manejó a Sevilla pasándose por el forro varios límites de velocidad y sentidos contrarios; Teo, que no sabia que era un excelente piloto, se sumía nervioso en el asiento. Estaba incomodo entre aquellas personas: aun sentía desconfianza por Ludovico y su suegra, bueno, esta vez no se molestaba en disimular la antipatía que siempre sospechó la marquesa sentía por él.  Dona Madonna debía de saberlo todo, y debía de agradarle muy poco, pero era una persona demasiado refinada para decirle lo que opinaba al respecto. Bastante despectivo era su aire altivo.

Un avión particular, pequeño, los esperaba en el aeropuerto de Sevilla.

 

***

 

¡Como había podido vivir sin Enrico! Se le encogió el corazón al volver a verlo tal como lo había dejado, tendido sobre una cama de hospital. Sin importarle nada (sospechaba que ya todo se sabia) se abalanzó sobre él. Quitó los cabellos de su frente y acarició su mejilla... ¡estaba calida! Tuvo ganas de gritar de gozo. Enrico, su amor.

-Teo... - susurró dormido, sintiendo su contacto.

-Aquí estoy Enrico. - le dijo con vehemencia: ¡que ganas tenia de besarlo! Pero sentía la mirada de Madonna clavada en su nuca.

-Lotario...

A Teo le subió una ola de pánico: ¿había visto a su agresor? ¿Sabia quien era?

-No volverá. - afirmó bajito - No te hará daño: yo estoy contigo.

Para decepción de Ludovico, que esperaba que su hermano despertara al roce de un beso como la zorra esa del cuento Enrico abrió sus ojazos. Madonna crispó los labios al ver como su bebé miraba a ese mocoso.

-Teo. - la sonrisa de Enrico, esa que creyó nunca volver a ver, valió todo para Teo.

Para sorpresa de todos los presentes fue Enrico quien se colgó de la nuca de Teo y lo besó en plena boca. Madonna sintió unos celos terribles, su coraje se enfocaba solo en Teodoro, aunque en lo mas profundo su parte racional consideraba que debió ser Enrico quien violara al chico como Tranzi se encargó de demostrar jurídicamente que no, y luego, siendo su hijo tan amable en la acepción de digno de amor el adolescente se había enamorado de él, con lo tutti contentti. Bueno, tutti no: ella no.

-Teo. - repitió, luego de que labios anegaran de dulzura al jovencito - Mi Teo. - estrechó la cabeza del jovencito contra su pecho... y entonces vio a mamá.

Un tanto atemorizado y/o avergonzado por haberse dado un beso gay delante de mamá estrecho más fuerte a Teo. Ni modo: no iba a dejarlo ir, mucho menos ahora que estaba conciente de amarlo más que a nada y de que contaba con el beneplácito de Lotario. ¡Lotario! Enrico recordó que había querido mostrarse enojado con Teo cuando descubrió que le ocultaba lo del fantasma. Pero encontró que no podía. Es difícil mostrarte enojado con lo que más amas.

-Mamá... - soltó a Teo y Madonna se acercó, violentada en su orgullo de madre, pero también rebosante de gozo por ver a Enrico consciente después de tanto tiempo.

-Bebé... - lo apretó contra sus pechos perfumados mientras le llenaba la cara de besos.

Ludovico sonreía de oreja a oreja: guiño el ojo a su hermano: estaba seguro de que mejoraría en cuanto los dejaran a solas y le dieran la inyección que tanta falta le hacia.

-¿Cómo estas? - Madonna acariciaba su rostro.

-Mejor mamá...

Entonces Madonna realizó la pregunta que ni Teo ni Lotario se habían planteado:

-¿Quién te hizo esto?

Enrico recordaba perfectamente el enorme anillo conglomerado de piedras preciosas en una de las manos frías y fofas que se cerraron en torno a su garganta, la sensación de ahogo y de maldad y el perder la consciencia en la oscuridad cómoda...

-No sé.

-¿¡Como que no sabes!?

-Solo recuerdo que estaba en la Abadía y perdí la conciencia.

-No te exaltes mami; Enrico acaba de despertar.

-Mi niño hermoso... - Madonna recordaba a una Virgen en algún cuadro del Nacimiento.

Enrico movió la cabeza como una cría de oveja.

-Deberíamos ir a la cafetería mami. - sugirió Ludovico.

Madonna lo vio feo.

-Enrico querrá... - la sonrisa de Ludovico se hacia más y más grande - tomar su medicina.

En cuanto Enrico estuviera oficialmente bien se lo acabaría a obscenidades.

-Anda mami, a tomar un capuchinno, o un frapucchino... ¿o prefieres un expreso? - casi la remolcó con su corpachón. Enrico y Teo se quedaron a solas.

-Mi amor... - dijo Enrico. Teo lo volvió a besar - ¡Oh mi amor! - Enrico dejó caer la cabeza sobre la almohada; Teo le besó el cuello.

-Te extrañé tanto.

-Y yo a ti. ¿Dónde esta Lotario?

Teo alzó las cejas, luego las arrugó.

-Ese infeliz. - casi escupió - Voy a mandarlo de regreso a los infiernos.

Ahora el sorprendido era Enrico: sorprendido y dolido.

-¿Por qué dices eso?

-Porque lo odio.

Enrico se sintió aun mas dolido: ¿Cómo podía Teo sentir algo así por un ser tan excepcional?

-Voy a verme con un exorcista de la Orden del Temple que me lo quitará de encima para siempre. - apretó los dientes - ¿Cómo es que sabes tu de él?

-Porque lo sé todo. - dijo Enrico - De ti, de él... de que tu eras Teodora, la de la leyenda.

-Yo no soy esa mujer. Y si Lotario no lo entiende, peor para él: no quiero volver a verlo, nunca...

-¿Por qué me engañaste?

-Yo no te engañé, yo no lo quiero.

-¿Por qué no me dijiste que sabias quien era el fantasma?

Teo estaba contrito: con lo que odiaba dar explicaciones, joder.

-Al principio no lo sabía... después... no quería que se conocieran. Asumí que Lotario no se tomaría nada bien que estuviera enamorado de ti y así fue: mira lo que te hizo cuando se enteró.

-Pero Lotario no me atacó.

-¿¡Que!?

-No se que me atacó, pero no fue Lotario; él me salvó. Me rescató de la oscuridad donde estaba y lentamente con su calidez pude... volver en mí.

-¿Cómo sabes que no fue él?

-Lo sé. - dijo tomándole la mano - Hay cosas que se sienten, Teodoro, que simplemente se saben, sin lógica, sin razones, sin ninguna de esas cosas que tu cabecita adora. Lotario no seria capaz de hacer daño a nadie, lo sé.

-¿Se lo has preguntado?

-Preguntárselo seria ofensivo, seria suponerlo capaz. No fue él: esta lleno de amor y... - Enrico interrumpió su arrebolamiento al ver lo suspicaz de la mirada del jovencito.

Teo estaba con el ceño fruncido, pensando rápidamente. ¿Qué razones tendría Lotario para curar a Enrico después de atacarlo?: ninguna, a menos que fuera un plan para reconquistar su afecto, acobardado ante su reacción. Para cosas como sentimientos y eso Lotario no era muy valiente. Esa deducción, empero, no lo satisfacía: se apoyaba en un giro muy precario de la personalidad de Lotario, en vez de seguir recta y lógicamente la línea de la razón. La razón más sencilla es siempre la mas verdadera, y de acuerdo a esta máxima la razón de Lotario para curar a Enrico seria el amor que sentía por él, lo curaba para que él fuera feliz, así como Bruno había tratado de golpearlo para que hiciera feliz a Eisabetta, aunque ello significara su propia desventura. Aquel motivo se apoyaba en una constante de la personalidad de Lotario de la que no dudaba: su amor por él. Además, demostraba una pureza de sentimientos de la que el fantasma había dado prueba, en tanto que la otra requeriría una cierta vileza o cobardía de la que no creía capaz a Lotario. Pero...

-Pero... si él no te hizo daño... ¿Quién fue?

-No lo se. - dijo Enrico - Pero quienquiera que fuera, usaba un enorme anillo con piedras preciosas de los colores del arcoíris. ¿Qué pasa? - preguntó Enrico al ver la cara de pasmo de Teo, que recordaba bien aquel anillo.

-Esas manos, - dijo - ¿trataron de estrangularte?

-Lo lograron. - respondió, llevándose la mano instintivamente al cuello.

Teo estaba abrumado. Se paró y le dio la espalda a Enrico, para que no lo viera así, llorar si se le salían las lagrimas. Lotario no había sido. Había tratado de explicárselo, pero no lo había oído. ¡Lotario! Sentía un gran arrepentimiento y un gran gozo... y una gran vergüenza. Había cometido un error, o, como decían en su pueblo, metido la puta pata hasta el fondo. Y ahora reconocer el error seria un golpe nok-out. Un derechazo de hierro a su ego. Con que cara iba a llamar a Lotario (después de decirle hijo de la gran puta) y decirle perdona, me equivoqué...

-¡Teo! - era la tercera vez que Enrico lo llamaba. Ya trataba de pararse.

-Acuéstate por favor. - respondió hurtando el rostro.

-Teo, ¿estas bien?

-Ja. No te preocupes por mi... yo... estaré bien... es solo que...

-¿Te ha impactado, verdad? Pero la culpa es tuya, por creer a Lotario capaz de semejante acción. - el tono con que Enrico defendía a Lotario daría más tarde en que pensar a Teo, así como porque era capaz de verlo, cuando se suponía (el mismo fantasma se lo había explicado así) que solo era visible para aquellas personas que estaban afectivamente conectadas con él.

-Descansa Enrico... - el hermoso estaba agotado por aquella discusión.

Aunque ninguno de los dos lo supiera, que Teo se quedara junto a el tomándolo de la mano ayudó mucho a su recuperación.

 

Continuará...

 

Notas finales:

A mi me parece que los ojos de Morrison exhalan una increible pureza cuando canta eso de "I gonna love you.."

Veanlo ustedes mismas: http://www.youtube.com/watch?v=PECk9A-07Pw&NR=1 

Jim Morrison me parece un personaje fascinante. Sumamente inteligente, dotado de un gran don para la musica, atormentado por demonios internos (y segun ciertas leyendas urbanas externos tambien). Hay por ahi una pelicula de los años noventa titulada The Doors: verla es un buen lugar para comenzar a aprender mas sobre esta leyenda del rock.

Ahora el fic: ¡diosas! He atravesado la barrera del capitulo 33. Mi primer novela acabo en el capitulo 33. Un fanfic largo y muy elaborado termino tambien en el capitulo 33. La verdad es que un fanfic de mas de 33 capitulos se me hace horrorosamente largo, (a pesar de que los capitulos no son muy largos) pero este los superara por mucho. Y es ironico porque originamente pense este relato como un cuento para practicar, y se convirtio en mi segunda y larguisima novela. Todavia le queda un rato, tal vez acabe en el capitulo 50, no se.

Asi que a las personas que me leen (que tienen el animo de seguirme leyendo en un relato tan horrorosamente largo) un sincero: ¡gracias!!!


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