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El fantasma de la abadía. por nezalxuchitl

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Notas del capitulo:

Er - Gebe Dich mir hin! Ich war von Trauer erfüllt...

Sie - Bis ich sterbe, umarme mich...

Er- ...Ich war so untröstlich...

Sie - ...Und ich werde wieder auferstehen...

Er - ...Doch Du hast die Liebe entfacht.

Sie - ...Ich liebe Dich, ich liebe Dich, ich liebe Dich!

 

(Él - ¡Me entrego a ti! Yo estaba lleno de dolor...

Ella - Hasta que muera, abrázame...

Él - ... mi corazón estaba tan roto...

Ella - ...y me alzaré de nuevo...

Él - ...pero has encendido el amor.

Ella - Te amo, te amo, ¡te amo!

Theatre of tragedy, Der Tanz Der Schatten, fragmento.)

38º Theatre of tragedy.

 

Antes de girar el picaporte de la habitación de Teo Enrico tuvo un momento como de purificación: iba a penetrar en un santuario, en el lugar donde la vida privada de Teo tenía lugar. El había estado expuesto desde un principio, en su castillo, como anfitrión: Teo sabía todo de él de entrada. Ahora era su turno de descubrirse en algo tan intimo como la habitación, lleno de cosas que no se pueden ocultar, que están ahí, seleccionadas por uno mismo a su entero gusto, muestra de tu propia personalidad.

A primera vista el cuarto parecía ordenado, pero eso podía ser obra de la mama, así que no era definitivo. La ropa de cama era de color azul marino, sin detalles de ningún tipo, individual, con una sola almohada. Había un escritorio, de esos que venden prediseñados en las tiendas de artículos para la oficina, de armar uno mismo, pequeño, de plexiglás y tubos metálicos desnudos, en tonos plata. Una silla giratoria negra completaba el pequeño estudio. Sobre la mesa había espacio para la notebook, un organizador de cds, una lamparita y un tapetito para el mouse de color negro, de lo más ordinario.

Aquello tampoco era definitivo pues seguramente no era elección de Teo si no de sus padres, que le daban lo que podían, lo que tenían a su alcanze. Un muchacho de diecisiete años no ha tenido tiempo, ni seguramente ganas, de escoger muebles. No había fotos por ningún lado.

Había una mesita con televisor y dvd, de las prefabricadas para ello, con espacios del tamaño del dvd y con espacios para meter las películas. El armario era de madera, bastante estándar, cuyas jaladeras delataban como de los noventa. La alfombra era negra. Las paredes estaban pintadas de azul claro (como las de toda la casa) y tenía una ventanita a la que llegaba la luz del farol de la calle. Enrico no hubiese podido sacar nada en claro de la habitación de Teo de no ser por el artículo que es "objeto de masas" de los adolescentes: el poster.

Pegados con pinchos, con cinta adhesiva y hasta con resistol había varios posters, todos de la misma temática: grupos de hombres pálidos con largos cabellos rubios o negros, vestidos de negro, con accesorios metálicos, mostrando a la cámara gestos mas o menos malencarados. Grupos de heavy metal, debían de ser.

Nightwish, Epica, Theatre of tragedy: fueron los primeros en los que se fijo, pues tenían mujeres, tan agresivas como los hombres, dos pelinegras y una pelirroja, las cuales, a pesar de estar rodeadas por los hombres no daban la impresión de ser símbolos sexuales. A eso, resultaba mas sexy, seguramente de una forma involuntaria, un rubio muy apuesto, sin camisa y tatuado hasta en la cara del poster de Finntroll. Enrico se acercó a examinar ese poster... ¿de verdad estaría tatuado ese tipo hasta en la cara? ¡Que cojones! Y que sexy que era... ¿la predominante presencia de figuras masculinas debería tomarse como indicador de que a Teo le gustaban los hombres incluso antes de el, incluso sin saberlo?

¿O se trataría de una pista falsa? ¿Un indicio de que Teo aun era muy niño y por ello, como los niños, solo "se juntaba" con niños?

Se acerco a curiosear las películas: para su sorpresa no había tales sino libros, libros tipo revista, con las aventuras de Asterix y Obelix, del pato Donald, de otros personajes de Disney. Libros infantiles, cuidadosamente guardados, sin estropear: el niño que los poseyó era cuidadoso. Había discos también, de las bandas de los posters, cuidadosamente ordenados por banda, en sus cajas. Objetos coleccionables todos los de aquel mueble. Y lo mejor de todo, aquel tipo de organización no estaba hecho por la mamá, debió de ser Teo mismo el que guardara así.

Se lanzó a los escondites secretos consabidos de todo varón que ha escondido pornografía de su madre durante la adolescencia; no encontró nada debajo de la cama, ni en el fondo de las gavetas del armario, ni en un doble fondo en algún cajón... casi iba a darse por vencido cuando recordó que Teo pertenecía a la generación electrónica. Se lanzó al organizador de cds del escritorio y para su sorpresa, ordenados juntos, encontró una docena de discos rotulados a mano como porno. Tomo el que mas le llamó la atención, dvd, por suerte, pues no llevaba computadora, y lo metió al reproductor, cuidando de bajar por completo el volumen.

Eran videos de porno normal, con mujeres blancas o morenas, ninguna negra, ni ninguna lesbiana, por lo menos en ese disco. Adelantándole, vio que casi en todos los videos la chica se la mamaba al hombre y luego era follada por la vagina, en un par de casos por el ano también. En cuatro videos la chica también recibía sexo oral, pero era mas lo que daba. Lo único que Enrico pudo sacar en limpio era algo que ya sabia: que a Teo le encantaba que se la mamaran... ¡oh, espera! Lo único que tenían en común las chicas de los videos era el cabello largo: todas a la altura de los hombros, por lo menos.

Enrico se tocó su propio cabello, mas largo de lo acostumbrado, pues durante su enfermedad no había podido arreglárselo. Deslizó sus dedos por sus clavículas, por su pecho, hasta llegar a su erección. Se había puesto caliente mirando  la colección de porno de Teo. Tenia buen gusto su niño, ninguna chica se veía corriente. Como diría madame Culotte, eran finas zorras francesas, no vulgares putas callejeras; algo que agradecer en un mundo decadente hasta en la pornografía, donde la mayoría de las putas lucían baratas y demasiado sucias.

Sacó el dvd y apagó la tele. Ojala su precioso pelicastaño no tardara, pues tenia ganas de comérselo... tan seme su pequeño, portándose tan macho cuando tenia aquellas pestañotas y aquella boquita besable, cuando estaba condenado por su juventud a ser uke... ¡oh si! Aquello también ponía caliente a Enrico, el rompedor de tabúes: cada vez que Teo lo sodomizaba apretándole la cabeza contra la almohada sentía un morbo increíble, tan excitante que era capaz de ponerlo duro con solo pensar en ello; uke de un jovencito.

Pero esta vez seria diferente, esta vez le tocaba ser uke al jovencito.

Teo penetró a hurtadillas en su propia habitación, ignorante de la determinación de Enrico, esperando toparse con una agradable sorpresa como la de la otra vez, pero la cama estaba vacía. Apenas iba a preguntarse donde estaría cuando Enrico lo atrapó por detrás. Lo sujetó por la espalda, rozando con su nariz la parte posterior de su cuello, abrazándolo por el pecho, pegándosele para dejarlo sentir lo duro que estaba.

Teo se quiso voltear para tomarlo entre sus brazos pero Enrico le mordió suavemente el cuello, y lo empujó a la cama, paso a paso, hasta tirarlo bocabajo en ella, montándosele encima de inmediato, frotando su dureza sobre sus nalgas, desvistiéndolo a la vez que dominándolo, y cada que hacia intensión de hablar lo mordía suavemente.

El jovencito captó que Enrico quería tomar las riendas esa noche, y estuvo de acuerdo. Se relajó para disfrutar de lo que su amante, tan experimentado, quisiera darle a probar.

La lamparita del escritorio estaba prendida; Enrico quería ver como lucia su niño en su propia cama, ¡que morbo follarlo en su propia camita! Hacerle perder la virginidad (un tipo de virginidad) en el mismo lecho de sus noches infantiles. "Eres un pervertido Enrico", se reprochó mientras bajaba los pantalones de la piyama junto con los bóxers, desnudando el trasero firme, curvado, del jovencito. Todavía con la camisa de piyama puesta le abrió las piernas y miró: las bolas se le apachurraban deliciosamente contra la cama, marcándose sus redondeces. Los glúteos, casi lampiños.

Enrico los estrujó, masajeándolos con sus dedos, recorriéndolos con la boca entreabierta, sin lamerlos ni besarlos, dejando un rastro de saliva, dirigiéndose hacia el centro... Teo, que había estado relajado, se tensó al sentirlo lengüetear tan cerca de su entrada. Enrico le había mordisqueado el trasero algunas veces, pero nunca le había lamido ahí. La abundancia de líquido entre sus nalgas lo alertó, se apretó de manera inconciente, pero Enrico lo abrió a fuerzas, separando sus glúteos con las manos, lamiendo descaradamente su orificio, ensalivándolo y rozándolo como si quisiera penetrarlo.

Jadeó al sentir la lengua rígida embistiendo su entrada, girando sobre ella, buscando la manera de entrar... un dedo sustituyo a la lengua, un dedo que sobaba su ano, presionándolo suavemente para que lo dejara entrar. Se sentía rico pero no podía gozarlo. Mejor dicho, no quería. ¿Pero como decirle a Enrico: oye, no quiero que me folles después de que el siempre se dejaba follar? ¿Cómo decirle que eso le parecía una perdida de la virilidad sin decirle implícitamente que el ya la había perdido? ¿Cómo decirle que aquello de la virilidad solo era válido para él, y que la regla cambiaba en su caso? ¿Qué no lo creía menos hombre por dejarse follar pero que el no se dejaba follar por no ser menos hombre? ¿Qué puta falta de coherencia era esa?

-Ah! - gimió Teo: el dedo había entrado, un tanto a fuerzas. Un dedo intruso en su ano; tan extraño, tan rico, tan morboso... se sentía resbaloso, como las lágrimas que pugnaban por salir.

Enrico lo penetraba con el dedo, acercando la lengüita para humedecer más la entrada, lamiendo tanto su cuerpo como el de Teo, brindándole una sensación que el consideraba exquisita. Sobaba la otra nalga de Teo con la mano que no lo penetraba... que delicioso estaba su niño, tan apretado, tan virgen, ¡que ganas de romperle el culo, como diría ese bestia de Ludovico! Animado por la aparente relajación de Teo Enrico le metió otro dedo. Esta vez el gemido fue de franco dolor. Dos dedos se sentían espantoso.

-Relájate. - le pidió Enrico, retirando su camisa y subiendo por su cuerpo para poner su miembro a la altura. Lamió el borde la orejita y le volteó la cara. Vio su perfil de completo dolor y resignación a la luz de la lamparita.

Era una victima, su hermoso niño, sobre la cama, dispuesto a dejarse sacrificar en aras de su amor. Pero no era sacrificio lo que quería Enrico, sino entrega. No quería tomar la virginidad "posterior" de Teo sino que este se la ofreciera: no deseaba follarlo a fuerzas. Enrico sacó sus dedos y acercó su pene enhiesto: en cuanto la cabeza rozó la entrada Teo se estremeció. Estaba claro que aquello era un episodio de pesadilla para él. Un nudo se le formó en la garganta a Enrico, no quería que fuera así. Quería enseñarle a gozar a Teo por detrás como le enseñara a hacerlo por adelante, pero su hermoso no estaba preparado. Recordando la charla que tuvo con sus hermanos quizá nunca lo estuviera.

Consciente de esto jadeó en su nuca, acomodó su pene para que se frotara entre las nalgas de Teo, sin penetrarlo, solo apretándose entre ellas. Acoplado de aquella manera sodomizó las nalgas del muchacho con vigorosos movimientos de cadera.

Teo, que no sabia que aquella era una practica frecuente entre hombres e incluso mujeres que no permitían ser desvirgados se extrañó. Aguardó de un momento a otro la penetración, pero luego de un rato le pareció que esta no llegaría, sobre todo por la sensación resbalosa entre sus nalgas. Se sentía rico aquello, el pene duro de Enrico moviéndosele ahí, tan caliente, tan mojado, tan extraño... su propio pene volvía a erguirse. Enrico jadeaba y respiraba ronco sobre su nuca, podía imaginar sus cabellos moviéndose... aquella faceta seme de Enrico lo calentaba, aunque seguía temiendo que lo penetrara... sonaba estúpido, pero había olvidado (o descartado) la posibilidad de que Enrico fuera el activo, y bien que tenia con qué.

Enrico se corrió entre sus nalgas y se abrazó fuertemente a él.

-Te amo. - le dijo.

 Teo pensó que era obvio.

 

***

 

Fernando estaba dispuesto a ser amigo de su yerno, aunque la idea de tener un hijo político en vez de una hija le rebrincaba en el cerebro todavía, como cuando se cambia súbitamente una polaridad que siempre ha ido de positivo a negativo. Violeta estaba encantada, le fascinaba el cabello de Enrico: tenia ganas de peinárselo como si fuera una de sus muñecas. Sabella estaba más huraña que nunca, dando clases de ejercicios extra para parar en casa lo menos posible. No quiso participar en la salida del sábado a Sevilla: delego de nuevo su papel de matrona a doña María.

Pero esta tampoco quiso ir, porque no aprobaba las relaciones homosexuales; sin embargo, no podía darse el lujo de sermonear al único amigo de su hijo, de cortar aquella única amistad que tenia. No temía por su Javier, era un niño muy inocente que parecía estar más allá de las tentaciones carnales.

En cuanto supo que Javiercete iría con ellos Enrico se sintió de muchos modos: ansioso, contrariado, con ganas de mostrarle al amiguito ese su lugar, dispuesto a dejarle en claro que Teo era suyo. Con lo que había oído del muchacho en la casa de Teo imaginaba a un chico intelectual, con gafas rectangulares, desenfadado y agudo, muy guay, demasiado guay para estar cerca de Teo sin que le provocaran celos.

Celos que se le antojaron ridículos cuando el chico, eternamente encorvado, apareció en la puerta con su carita ida de siempre. Tardo un momento de más en contestar a su saludo, y no se sentó hasta que Violeta se lo indicó. Podía ser políticamente incorrecto, pero no había porque sentir celos de un chico así. O sea: feo y retrasadito. Sonaba feo pero no era rival para el... ni para nadie. O por lo menos eso pensaba Enrico.

Antes de salir Fernando llamó aparte a Teo a la cocina. Teo acudió con cara circunspecta, temiendo lo peor, que su papa fuera a regañarlo por haber follado en casa. Pero no. Su papá respiró hondo y luego le dijo, de pie al lado de la alacena:

-Hijo, yo te quiero tal y como eres. - el pan y la mermelada le servían de fondo.

-¿Gracias? - Teo parpadeó, sorprendido. Su papa puso cara como de estreñimiento y apoyó una mano en su hombro.

-Solo voy a pedirte una cosa: que por favor no les eches flores a los toreros en La Maestranza.  - si su hijo hacia eso se moriría de vergüenza.

Teo enarcó una ceja.

-¿Cuándo he hecho yo eso?

-Nunca - concedió su papá, pero antes de que Teo pudiera hablar levantó el dedo - pero es que antes no eras gay.

Teo meneó la cabeza.

-Papá yo no soy gay. - la mirada de "no me digas!" de su papá lo hizo explicarse - Bueno, no me considero gay. No me gustan los hombres, sino Enrico: me enamoré de la persona papá, no del sexo.

-¿El sexo no es bueno? - preguntó extrañado el papa.

-Me refería al sexo masculino o femenino. Lo que mamá llama género.

-Ah! Ya... - Fernando había enrojecido hasta las orejas - Me... ¿alegro? de ¿saberlo?

Teo dio palmaditas en la espalda a su papá.

-No te compliques papá. Vámonos ya, o habrá un gentío en la fila.

 

Continuara...

 

Notas finales:

Link a un video de la cancion: http://www.youtube.com/watch?v=6DL6HI-Gd_4

Y dudé de compartirles el siguiente enlace: http://cdn.buzznet.com/assets/users16/darkfairy666/default/vreth-finntroll--large-msg-122678656027.jpg

pues Vreth Lillmans, vocalista de Finntroll es demasiado sexy como para compartirlo, pero en fin, soy tan buena...

¡Proximo capitulo: "Donde late el pulso de la vida"!

Y ya se acabó Fullmetal alchemist, kyaaa!!!

pd: Theatre of Tragedy solo me gustaba con Liv Kristine :(


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