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El fantasma de la abadía. por nezalxuchitl

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Notas del capitulo:

Kishinda omoi o hakidashita ino wa sonzai no shoumei ga hokani nai kara. Tsukanda hazu no boku no mirai wa songen to jiyuu de mujun shiteru yo.  Keshite riraitoshite kudara nai chougensou, wasureranu sonzaikan o.  Kishikaisei. Riraitoshite.

(El motivo por el que quiero borrar mis perturbados pensamientos es porque no existe otra prueba de mi existencia. El futuro que tanto deseaba plantea un conflicto entre libertad y dignidad. Borra y reescribe la inútil fantasía, el sentimiento inolvidable de ser. Revive. Reescribe.   Asian Kung Fu Generation, Rewrite, fragmento.)

41º  La vida es un sueño.

 

Fiammeta aprovechó su domingo para regresar a Belcançone: había quedado prendada de su hermosa Abadía. Habría quedado prendada también de su hermoso barón, de ser ella capaz de  enamorarse de otro ser humano y no solo de obras de arte. El barón Benzo había coqueteado con ella, pero, aunque le contestó, con quien realmente flirteaba era con la luz que traspasaba los ventanales rotos y con las ábsides y contrafuertes que aún quedaban en pie.

Había deseado tanto regresar, ¡como agradecía aquel trabajo de domingo! Cada hora extra fue un pago por si misma: guía de turistas de un lugar que ella misma visitaba por primera vez.

El consultor del comité para la conservación del patrimonio cultural llegó puntual con el tren de las ocho. Bajó del vagón exultante, como una niña, con el mismo cabello disparejo y escandalosamente morado que tantos menos de cabeza de respetables matronas había provocado durante su primera visita a principios de año.

Nadie la esperaba esta vez, así que rentó una motocicleta y se dirigió a las ruinas de la abadía que había inspirado a Umberto Eco a escribir su famosa "El nombre de la rosa". Había quedado seducida con la idea de pasadizos secretos, tesoros ocultos, osarios enterrados y se gozaba en esas ideas como otras mujeres se gozan en bolsos de lista de espera o amantes latinos.

La niña que había seguido con pericia a lo Sherlock Holmes un rastro de loza rota en el jardín del colegio para terminar deduciendo que madre pudo haber roto la loza y lanzadola ahí había crecido, madurado, y admitía (o tenia que admitir) que las islas del tesoro solo existen en la imaginación de novelistas apellidados Stevenson, y que a estas alturas de la historia de la arqueología, luego de Tutankamon y los guerreros de Xian, lo mas a lo que una curadora de museo como ella podía aspirar era a descubrir con luz ultravioleta una anotación de DaVinci en una esquina de la Gioconda asegurando que no era su autorretrato,  e incluso eso, se veía difícil, con tanto gilipollas dispuesto a asegurar (como si se lo hubiera preguntado en persona) que DaVinci, Shakespeare o hasta Gengis Khan habían sido gays, y sus obras, sus autorretratos, como si el declararse gay para atraer el aplauso publico o esas ridiculeces de expresar "tu mundo interior" se hubiera estilado en su época.

Fiammeta, a pesar de ser mujer, veía las cosas como eran, o como habían sido. Se daba cuenta de que era una especie en peligro de extinción, y que quizás lo preferible fuera que se extinguiera, pues el mundo de hoy, y el de mañana, no parecían tener cabida para alguien que gustaba de hablar de usted a los desconocidos o que consideraba estupefacientes y de mal gusto los anuncios de los productos para sacar la mierda atrasada.

Estaba sola en su lucha, como un hoplita al que los diez mil hubieran dejado atrás sin darse cuenta, peleando contra los barbaros que destinaban los fondos públicos al patrocinio de los grafiteros jamaiquinos en ver de dárselo a ella para que pusiera iluminación, buscara túneles, retirara escombros de las criptas de la bellísima abadía de Belcançone.

En fin. Fiammetta no esperaba que la vida fuera justa, solo bella, y en sus manos estaba hacerla. No tenia recursos monetarios para restaurar la Abadía, pero si mentales. Podía, y haría, un plan, para embellecer el lugar como si de hecho el gobierno le fuera a dar dinero, quien sabe, igual algún día se sacaba la lotería o Jamaica quedaba destruida en un terremoto lo mismo que Haití y adiós grafiteros: algunas monedas para Caronte, pero mas para mi.

Conforme avanzaba por el camino de terracería se fijó en que la Abadía resplandecía, por ciertos puntos... encaminó su moto al mas cercano. Y cuando llegó al lugar y bajó de la moto para levantar el objeto brillante, un tapón para frasco de tinta labrado en una pieza de una esmeralda de considerables dimensiones, se preguntó si estaría soñando.

 

***

 

Después de las impactantes revelaciones de la gitana Teo no había vuelto a tocar el tema. Aquella noche ignoró los ojos aprehensivos de Enrico, y al día siguiente también, y al siguiente...

El padre Nicholas le comunicó que sus calificaciones ya habían llegado: su promedio, a pesar de haber bajado cuatro decimas, fue el mejor de su clase. Nueve punto tres, con diez en filosofía, teología, química, lógica y hasta educación física. Matemáticas y Lengua (italiana) habían sido las más bajas, con nueve.

Su madre volvió a dirigirle la palabra la mañana de la entrega de calificaciones y fin de curso.

-¿Vas a ir a la fiesta de graduación? - le preguntó brusca.

-No. - dijo el. No tenía amigos entre sus compañeros de clase.

-Pero es que he pagado por cuatro cubiertos.

-Pues pregunta si hay reembolsos.

-¡Eres un malagradecido! Incluso Javiercete va a ir.

-Yo a la escuela iba a estudiar madre, no a tener vida social. Mis obligaciones terminan con la foto grupal para el álbum.

-¿Y que piensas estudiar?

El silencio subsecuente se hizo tan incomodo que Violeta apago el televisor.

-No lo presiones tanto Sabella... - musitó Fernando.

-No lo presiono, le hago una simple pregunta. ¿Y bien Teodoro? ¿Qué carrera elegiste?

Enrico estaba atento, haciendo lo posible por pasar desapercibido. El también estaba interesado en saber que planeaba Teo para su futuro, pero como el chico no se prestaba a ese tipo de conversaciones se alegraba de que fuera su suegra la que lo molestara con ello.

-No sé mamá.

-¿¡Como que no sabes?! - desde el kindergarden Sabella había orientado sus esfuerzos para el día en que Teo se graduara de la universidad, de Derecho o de una carrera respetable asi.

-Pues no sé. - Teo se puso muy gallito - Tal vez ni siquiera estudie. - Sabella se quedó sin aliento, luego miro con rencor a Enrico - Voy a tomarme un año sabático.

Sabella meneó la cabeza con amargura... el jodido italiano había convertido a su niño estudioso en un holgazán que no aspiraba al honor de ganarse el pan con el sudor de su frente. Malditos aristócratas de mierda.

-Estas mal Teodoro. - le dijo - Muy mal. Estas echando tu vida a perder. Arruinando tu futuro.

Teo se mordió la lengua para no soltarle a su madre los sarcasmos que tenía en la punta de la lengua: ¿Qué futuro? ¿Qué vida? Alguien como él, ¿tenia futuro? ¿No poseía solo pasado? Su vida, ¿era realmente suya o eran las horas extra de una mujer medieval? ¿Por qué no comprendía? ¿Porque no comprendían? ¿¡No podían dejarlo tranquilo?!

-¡Déjame en paz madre! - gritó dando un puñetazo en la mesa.

-No le grites a tu mamá. - le dijo muy serio Fernando.

Se levantó dejando sus hojuelas aguadarse en la leche. Enrico se limpió la boca con una servilleta y se paró para ir detrás de él. Lo siguió hasta su cuarto.

-Si tú también vas a preguntarme que voy a hacer de mi vida... - comenzó Teo.

-No. - Enrico lo abrazó por la espalda - Tengo bastante con que me dejes compartirla.

Teo se sintió enternecido: se puso flojito en los brazos de Enrico. Ese era el tipo de amor que quería, que esperaba: incondicional.

-Vamos a recoger las calificaciones y luego... ¿podríamos ir a Belcançone?

-Por supuesto.

La pregunta era porque Enrico pagaba. Cuando estuvieran casados, bajo bienes mancomunados, por decisión de Enrico, Teo podría disponer del dinero a su gusto, pues sabia que a su amado no le gustaba estar pidiendo.

-¿Podríamos ir hoy mismo?

-¿Tantas ganas tienes de irte?

-Necesito...

Lo que Teo necesitaba no tuvo tiempo de decirlo: Violeta entró de un portazo, cabreadísima.

-¡Eres un tarado! - le comunicó a gritos a su hermano, apuntándolo con el dedo - ¡Hiciste llorar a papá!

-¿Qué te pasa? - se engalló Teo. Pero con Violeta no le funcionó.

-¿Qué te pasa a ti, tarado? Llegas tan fresco, con tu novio gay, a decirnos que eres gay y que te vas a casar, ¿y esperas que nos lo tomemos tan a la ligera? Date cuenta que fue un notición para papá y mamá, lo están asimilando, eso de que las familias se pongan felices cuando un hijo sale del closet solo pasa en programas como Hannah Montana. - ¡ouch! Teo ladeó la cara como si hubiera recibido la cachetada físicamente... - Y luego les dices que a lo mejor ni vas a estudiar! ¡Nos shockeas! ¡Nos das uno tras otro! ¡Cómprate un mapa y ubícate!

Tras una mirada de disculpa a Enrico Violeta salió dando otro portazo.

-Tu hermana tiene razón. - Enrico no pudo contenerse.

Teo respiró hondo.

-Lo mejor será alejarme un tiempo, para dejarlos que lo asimilen. Además, quisiera salir en la foto del álbum del colegio de Santa Chiara de Montefalco.

Enrico lo miró sorprendido: Teo no le parecía la clase de persona que quiere salir en la foto. Pero así era, Teo quería dejar constancia de que había existido junto a Elisabetta y Bruno y el chico de los granos, para que en cincuenta, o sesenta años, o cuando el ya no estuviera, cualquiera pudiera tomar la foto entre sus dedos y comprobar que Teodoro de Haro y Mendoza de verdad existió.

 

***

 

A pesar de estar muerto Lotario todavía era capaz de soñar. Era más capaz de soñar que Teo, pues confiando en que su sueño se haría realidad aguantaba día tras día, siglo tras siglo...

Teodora había regresado, y seguía queriéndolo... de la misma manera en que lo había querido en vida. Como un amigo. El fantasma se preguntaba porque cuando Teodora había muerto no lo había llevado con él... ¿sería posible tal cosa? ¿O no quería tenerlo cerca? Lotario se daba cuenta de que podía llegar a ser engorroso, pero no podía hacer nada por evitarlo. Tal vez pedir disculpas: tenía tanto miedo de hacer enfadar a Teodora con su torpeza que los nervios que esto le producía le hacían cometer más errores.

¿Cómo agradar a Teodora?

Era algo que se había preguntado desde la primera vez que la vio...

No fue en la universidad, como decía la leyenda, sino en un baile. Uno del recién formado gremio de comerciantes, al que Lotario acudió como respondiendo al llamado de su alma, un joven muchacho de veinte años, enamorado del amor, que buscaba sin cesar, inconciente, a aquella a la que estaba destinado a amar.

Los violinchelos daban fondo coordinados con las citaras y las arpas. Los músicos tenían prohibido comer y él caminaba entre la gente, respondiendo a los saludos, pero sin alternar con nadie. Era el más noble de la concurrencia y todos le mostraban deferencia. Tocado con su gorro de terciopelo rojo resultaba especialmente atractivo... el rojo era un color muy caro, y a él le sentaba muy bien. Las hijas de los comerciantes bajaban la cabeza, ruborizadas, a su paso, y el ser conciente de que todas aquellas doncellas le querrían por marido no lo envanecía.

El buscaba a una, a la escogida... no la había reconocido en los rostros de las nobles bellezas que conociera en sus viajes a Venecia. No la había encontrado, pero estaba seguro de que lo haría, y entonces, le entregaría su corazón para siempre. Se pondría a los pies de su hermosa dama por toda la eternidad, pues así era él; o se entregaba por completo o permanecía indiferente.

Bastonazos anunciaron que el baile daría inicio: los grupos de concurrentes se replegaron hacia las mesas, algunos de los conejos atados a las patas para que los invitados se limpiaran los dedos fueron pisados y chillaron: aquellos que iban a tomar parte en la danza se colocaron frente a frente a lo largo del gran salón, iluminado por mas de un centenar de velas de buena cera de abeja.

Las damas por un lado y los caballeros por el otro. Una música suave y rítmica comenzó, la hija del anfitrión abriría el baile, como era costumbre...

La mas hermosa de entre las hijas de Eva atravesó con gracia el pasillo formado entre las hileras de danzantes: su afortunado compañero de baile hizo lo mismo y los dos se encontraron justo en la mitad; unieron sus palmas y tras hacerse una reverencia dieron un giro, el caballero cargándola a ella.

¡Oh dichoso mortal que pudo tomarla entre sus brazos! A ella, a la coronada por haces resplandecientes, que parecía ceñida por el sol. ¡Aquellos rizos castaños, dorados como el trigo maduro! ¡Aquellos ojos como ámbar! Pero aun más hermosos, pues si el ámbar es la luz de sol solidificada en las aguas del océano sus ojos eran la luz del amor solidificada en carne humana.

Su corazón era como un pájaro que aleteaba para salir de su jaula: anonadado, la contemplo mientras llegaba a ocupar el puesto de su compañero, primera entre los varones. De inmediato, la segunda dama con más preeminencia en el recinto salió de su lugar para continuar con el baile, pero Lotario solo tenía ojos para su dama dorada. Vestía de amarillo con un cinturón blanco; blancas eran también las puntas de los zapatos que asomaban bajo el ruedo de su falda, blancos los dientes que asomaron al sonreír ella gentilmente a la dama que se ponía a su lado.

-¿Quién es ella? - preguntó al primero que paso a su lado - ¿Cuál es el nombre que he de bendecir?

-¿La dama de amarillo? - replicó el joven sirviente.

-¡Ella!

-Es mi señora Teodora Ortelano. - el joven, caricarcomido, se permitió una sonrisilla al ver la expresión del caballero que susurraba: "Teodora" - El que se la lleve se llevara su peso en oro como dote, pues es la única hija del viejo maese Ortelano.

-Yo la desposaría aunque no tuviese dote.

El sirviente lo miró como diciendo "¡Ya! Si no fuese rica la harías una querida, pero no una esposa."

-Dicen que maese Ortelano ha organizado este baile con el fin de encontrarle marido.

-¿Pero es que es difícil hallar quien desee desposar semejante hermosura?

-Lo difícil será que la hermosura se deje desposar.

-¿Le atrae acaso la vida religiosa? - preguntó con temor Lotario.

-¡A saber! Parece monje más que doncella, siempre entre libros. Aprendió a leer - el siervo meneaba la cabeza - y no sabe hacer otra cosa.

Cualidades de reina poseía su hermosa, que sabía descifrar los signos pintados sobre el pergamino.

-¿Cualquiera puede pedir su mano?

-Cualquiera no... - rió el sirviente - pero mi señor de Milano no es cualquiera. ¿Veis aquel gordo señor junto a la vieja? Pues su padre es, y su madre.

Decepcionado por la falta de una propina que Lotario estaba demasiado emocionado para darle el sirviente carcomido de viruela chasqueó la lengua. Otro más, dijo, de los que enceguecidos por el brillo de la fortuna están dispuestos a cargar con la dama.

-Maese Ortelano, señora...

-¡Mi señor de Milano! - saludó con una reverencia el viejo comerciante - ¿Qué os acontece? ¿Por qué estáis tan exaltado?

-He de pediros un don muy especial - el brillo febril, el rubor, hicieron temer la solicitud de un préstamo a maese Ortelano - os ruego que seáis sincero conmigo, y que si hay algún obstáculo, me lo comuniquéis sin dilación.

-Hablad joven, que me alarmáis...

-¿Es vuestra hija casadera? ¿No esta comprometida con ninguno?

-Libre esta de todo lazo. - aseguró maese Ortelano, visiblemente aliviado.

-Permitidme hacerle la corte.

"¡La corte!", se escandalizó en su interior maese Ortelano: la mano era lo que quería que le pidiera. Con aquel influyente noble casaría a Teodora así tuviera que llevarla a palos al altar, a la muy loca.

-¿Son vuestras intenciones honestas? - preguntó con recelo.

-¡Naturalmente! - contestó escandalizado Lotario.

Maese Ortelano dudó... el noble era demasiado buen partido para su hija, y el mismo debía saberlo. Como padre, debía ser muy cuidadoso al guardar la virtud de su hija, pues la pérdida de su honor la devaluaría irremediablemente.

-Podéis...

-¡Presentadme a ella! No soporto más serle un extraño.

-Esperad al menos hasta que el baile termine.

Demasiado tiempo le pareció a Lotario, pero como caballero que era, supo aguantar. El baile terminó y maese Ortelano llamó a su hija. Teodora acudió dócil, inclinándose ante su padre y el desconocido.

-Teodora, este es mi señor Lotario de Milano: escucha lo que tenga que decirte.

Con otra inclinación la joven indicó a su padre que acataba su voluntad. Lotario extendió una mano, dudando antes de poner la suya encima consultó a su padre con la mirada. Este le guiñó el ojo. Apesadumbrada al descubrir que era un nuevo pretendiente, Teodora colocó su mano sobre la de él.

-Señora... - musitó el caballero, como quien musita el sagrado nombre de Dios.

-Caballero. - ella habló, en vez de permanecer callada como una buena doncella. Sintió de reojo la ira de su padre - Os escucho, ¿Qué tenéis que decirme, si no me conocéis?

-Os equivocáis. - dijo ferviente - Yo os conozco; os he conocido desde siempre.

¡Vaya!, pensó Teodora, este habla mejor que los otros.

-¿Cómo es eso mi señor? - replicó casi burlona.

Lotario, algo desconcertado por la falta de pasividad de la doncella, tardó un instante en rehacerse.

-Yo os llevaba aquí dentro del corazón. Os tenia, sin haber tenido la gracia de miraros. Y ahora que os he visto os he reconocido. Decidme Teodora, ¿no sentís lo mismo por mi?

Ahora la estupefacta era Teodora: ¿un hombre que le preguntaba su parecer?

-Perdón, ¿mi señor?

-Teodora os amo. - la confesión arrancaba las fuerzas a Lotario y a la vez lo llenaba de energía - Os amo.

Teodora se quedo boquiabierta, sin saber que decir: el caballero parecía tan sincero, tan puro... no había lujuria en la manera en que la miraba, ni codicia en el timbre de su voz, ni mentira en su actitud. Por primera vez se topaba con un hombre que la amaba. Rechazarlo iba a ser más difícil.

-No digáis esas cosas mi señor; es el vino que se os ha subido a la cabeza.

Ahí estaba, el nivel exacto de majadería para que no volviera.

-Estoy ebrio si, pero de amor. Vuestra vista es más potente que el vino especiado con mirra.

-Mi señor...

-Desposaos conmigo. - pidió atreviéndose a tomar su mano entre las dos suyas - Se que es precipitado, que sois casi una niña...

¿Casi una niña? ¡Tenía dieciséis y estaba a punto de convertirse en una solterona!

-Mi señor, ya que sois sincero os devolveré el favor: no perdáis vuestro tiempo. No siento inclinación alguna a casarme, y si mi padre intentara obligarme gritaría a voz en cuello mi negativa para que ningún sacerdote pudiera aplicarme el sacramento.

Lotario estaba tan impactado que no acababa de entender las palabras.

-¿Tanto os disgusto?

-No sois vos. Sois todos los hombres, la idea del matrimonio, el llenarme de hijos y morir intelectualmente.

Era la primera vez que Lotario oía hablar así a una mujer: expresar ideas, mostrar inteligencia... se enamoró aun más de ella.

El baile volvió a empezar y el destino quedó sellado.

Lotario despertó de su sueño. No estaba seguro de si lo que hacia, estando muerto, cuando cerraba los ojos y dejaba su mente vagar por su memoria fuera soñar; no siempre escogía que soñar.

El cielo sobre el, basto, infinito, se nublaba. Nubes lejanas se arremolinaban, amenazando con volver a dejar caer la lluvia. Acostado como estaba se estiró sobre el césped, pensando, recordando... Nunca hubo mentiras en su relación: Teodora siempre fue honesta. El necio fue él, insistiendo en algo que, empezaba a resignarse, nunca podría ser.

Continuara...

 

 

Notas finales:

¿Reescribe? ¿Teodora/Teodoro es como un dvd regrabable? ¿Es eso posible? ¡Proximo capitulo, lemon y el final de un fantasma!

Enlace a la cancion Rewrite:

http://www.youtube.com/watch?v=6j6NlH55uS0&feature=related

Por si alguien quiere saber como suenan los violinchelos, aqui les dejo un enlace tambien:

http://www.youtube.com/watch?v=PH68Z6ysqZs&feature=related

es el cover de Master of puppets, hecho por Apocalyptica, la banda de symphonic metal que toca con cuatro chelos. Eicca Toppinen, su lider, es una belleza.


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