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El fantasma de la abadía. por nezalxuchitl

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Notas del capitulo:

1ª Ley del movimiento de Newton, o ley de la inercia:

"Todo cuerpo persevera en su estado de reposo o movimiento uniforme y rectilíneo a no ser que sea obligado a cambiar su estado por fuerzas impresas sobre él."

Es curioso observar que esta ley rebate la idea aristotélica de que un cuerpo sólo puede mantenerse en movimiento si se le aplica una fuerza.

48º Can not stop it.

 

El verano azotaba con furia la tierra española durante aquel año. Los feligreses andaluces que no murieran en gracia de Dios no encontrarían demasiada diferencia entre su clima veraniego y el del infierno.

Eran las dos y media de la mañana y apenas comenzaba a refrescar tantito, incluso entre los viejos muros de piedra de medio metro de grosor de la casa parroquial de Castilleja. Por la ventana abierta, con postigos descorridos, llegaba el perfume de los naranjos y las madreselvas.

Un par de sacerdotes se desvelaban viendo anime.

Era el segundo día de las vacaciones de Henno con Mikael y ya estaban viendo el capitulo 63 de Fullmetal Alchemis Shintetsu. Y aunque ya casi se le cocía el ojo de ver tanto anime el francés tenía que admitir que era una obra maestra.

Tendidos en boxer sobre la cama, juntos y con las cabezas inclinadas uno contra el otro pasaron de quedarse boquiabiertos a llorar conforme el personaje que había comenzado su vida hacia mas de mil años, como esclavo, llegaba por fin al final de su historia. Cuando Hohenheim murió, con la sonrisa más plena que jamás hubiera sentido Mikael y Henno se abrazaban llorando como unas verdaderas magdalenas.

Mikael sollozaba y se refugiaba en pecho de Henno, sus lagrimas corrían por los abdominales perfectos de Henno hasta humedecer la línea de vellos dorados que le nacía bajo el ombligo. Henno se estiró por un par de pañuelos desechables; ofreció uno a su amigo. Este se sonó estrepitosamente la nariz y señalo la tele.

-Es tan triste.

-Pero también muy hermoso.

-Uno desearía que los personajes siempre terminaran bien y fueran muy felices, pero... eso seria también muy aburrido.

-Además hay distintas maneras de llegar a la felicidad. - dijo Henno poniéndole pausa al capitulo final, que comenzaba - Para Hohenheim no había nada mejor que morir y reunirse con su amada: ya había perdido a su amigo - no había podido salvarlo, pensaba con tristeza - y sus hijos estaban bien. Ya había vivido suficiente, él mismo lo dijo.

-Pero también dijo que al final sentía que aun no quería morir...

-No creo que nadie quiera realmente morir, por más miserable que sea la vida, algo tiene que te engancha y te hace luchar por ella. - recordaba a sus primeros feligreses, desposeídos de todo por los serbios musulmanes, peleando hasta el ultimo momento.

-¿Y los suicidas?

-No sé... - dijo - quizás en verdad perdieron la esperanza, quizás solo querían ayuda.

-La vida es hermosa. - declaró Mikael, secándose las lagrimas con el borde del pañuelito, cogiendo luego el control remoto - Hay anime y estas a mi lado e incluso en este pueblo infernal la noche refresca. - le puso play. - Ya me dio frío.

-Ven aquí. - Henno separó las piernas y ofreció su cuerpo como diván. Mikael se acomodo y Henno lo abrazó. Por la pantalla corrió el epilogo de una de las mejores historias de todos los tiempos.

 

***

 

Su vida sexual era muy buena. Eran una pareja ardiente. Tenían, por una última noche, el castello entero para ellos solos, para retozar donde quisieran, antes de que al día siguiente Tomasa e Igor regresaran de sus vacaciones y día libre, respectivamente. Federico se había ido el lunes y había sido una semana magnifica, una semana de follar un día en la sala de armas y luego, recuperado el aliento, ir a "bautizar" el pasillo de los tapices.

A eso de las diez de la noche, luego de  hacer el amor todo el día, desnudos como ninfas por los jardines, subieron a su habitación. Y cual no seria su sorpresa al encender la luz y ver aparecer de la tibia noche a una muchacha de pelo morado, disparejo, con la piel ceniza y marcadas ojeras. Enrico buscó algo con que cubrirse y Teo se lanzó contra ella, desnudo como estaba.

-No pasa nada. - la chica esquivó a Teo, con las manos en alto. No llevaba ningún arma pero el anillo que llevaba en la diestra, enorme, volvería peligrosos los puñetazos de la muchacha.

Porque esa tipa era de las que daban puñetazos, decidió, al reconocer en ella a la conservadora de museo que su padre había enviado a principios de año para que les diera un tour privado por las ruinas de la abadía.

-Calma, por favor, solo quiero hablar.

-Estas no son horas de visita, señorita Bocaccio. - dijo Enrico, que ya se había puesto una bata.

-Ni modos. - dijo Teo, viéndola feo.

Llevaba jeans sucios de lodo y una camisita demasiado delicada para andar por los bosques, como probaban los desgarrones de sus vuelos. Su mochila era voluminosa.

-Lo sé, y lo siento. - dijo lanzándole una bata a juego con la de su novio - Pero no tenia a quien recurrir, salvo a usted. - se dirigió a Enrico.

Teo se puso la bata mientras Enrico se quedaba impactado.

-¿Y yo por qué?

-Porque usted la ama. - dijo la chica, con los ojos brillantes - A la Abadía. Creo que usted puede ayudarme.

Enrico trató de recordar hasta que puntos sus coqueteos durante la visita prometían el comprometerse.

-¿Y si no quiero?

-No pasa nada. - dijo desolada la chica, levantando las manos y dejándolas caer - Me iré por donde vine. - señaló vagamente la ventana y los jardines.

Enrico se preguntó si no seria buena idea cancelar su contrato con Cancerberi Seguridad, que no impedía que la gente entrara y saliera de su castello como Pedro por su casa. Invitó a sentarse a Fiammetta y lanzó una mirada tranquilizadora a Teo.

-¿Para que necesita ayuda?

-Soy la principal sospechosa de lo que le paso a la Abadía. - dijo con el tono dolido de una madre a quien hubieran acusado injustamente de filicidio. - Piensan que yo cause toda esa destrucción buscando el tesoro del Abad.

-¿Y lo hizo?

A Teo no le gustaba el modo en que, inconcientemente, el barón flirteaba con la pelimorada.

-No. - se dejo caer en el borde la cama, abrazando su mochila. - Yo vine el domingo en cuya noche sucedió el destrozo, y aunque tengo boletos y bouchers electrónicos que prueban que a las seis de la tarde estaba de camino a Milán mi coartada no convence a los imbéciles de la policía. Sostienen que como el lugar era apartado bien pude hacer yo sola, con mis tremendas fuerzas - flexionó como fisicoculturista sus delgados brazos - hacer todo ese destrozo desde antes sin que nadie se diera cuenta.

-¿No tiene para pagarse un abogado?

Fiammetta rió. De tener, tenía un pastón.

-Si y no. - dijo. Se encogió sobre si misma como una gata a punto de saltar - Lo que voy a contarles resulta tan increíble que bien podría escribirse una novela, pero les juro que es verdad. Resulta que me encontré el tesoro del Abad.

Teo y Enrico se miraron; el muchacho le había contado a su novio como Lotario se había vengado del Abad, y que desconocía quien se hubiera encontrado el tesoro.

-Solo les pido que me escuchen hasta el final, por favor.

El barón asintió gentil.

-Iba por la vereda cuando distinguí un resplandor. Casi me cago cuando ví que lo que recogí era un tapón para frasco de tinta, irlandés, del siglo X, artísticamente labrado. Tan solo su antigüedad valía más que los quilates de la esmeralda con que estaba hecho. Loca de contenta brinco alrededor - brincó de nalguitas sobre la cama - tropiezo, y me caigo de bruces sobre un relicario bizantino. Me pregunto si no estaré soñando o drogada... Encuentro más. Encuentro todo un jodido tesoro.

Hizo una pausa, pero sus oyentes no tenían nada que decir.

-Lo encuentro sobre el césped, como en las leyendas irlandesas. Como si los sidhe hubiera decidido bendecirme. Nada estaba rascado, ni fuera de lugar, ni destruido: seguía más o menos mohoso que cuando fuimos en febrero. Cogí todo, escondí lo que no pude cargarme en la motocicleta, llegue al pueblo, compre un par de enormes maletas, fue por el resto (no fuera a ser que se desvaneciera como el oro de los duendes) y cogí el tren de las seis a Milán, soñando con un futuro maravilloso para esta Abadía. Pensaba tomármelo con calma, buscar donde colocar disimuladamente las piezas que hicieran falta para salvar a sus hermanas... usted debe saberlo mejor que nadie, señor barón, que hay que tener mucho cuidado cuando se manejan este tipo de piezas.

 Sacó de su bolsillo una moneda de oro, reluciente (el oro es el único tesoro que no desmejora a la intemperie ni bajo el fondo del mar) grabada con el perfil de un antepasado de Enrico, el emperador Federico Barbarroja. Se la lanzó juguetonamente al barón. Este la mordió con un colmillo y luego siguió el relieve de su grabado con el dedo. Teo se acercó para verlo; Enrico se la pasó. Tener aquel trozo de historia hecho con el septuagésimo noveno elemento de la tabla periódica lo hacia sentirse emocionado como un niño, envuelto en un misterio aunque sabia cómo y porque aquella pieza había terminado en manos de la curadora.

Hizo ademán de devolvérsela.

-Quédatela. - dijo la chica - Como un souvenir. Tú también amas la Abadía.

Enrico la miró con la ceja en alto: si podía regalar una moneda así de valiosa como un souvenir significaba que el tesoro que encontró no era pedo de monja.

-Necesito quien me mantenga a salvo. No quiero que los imbéciles del parlamento me quiten el tesoro para dárselo a sus golfas o a "nuestros hermanos de Haití". - dijo con el desprecio vibrándole en cada silaba - No quiero que me quiten mi libertad.

-Necesitas quien te proteja a ti y a tu tesoro antiguo, a la vez que puede ir movilizando algunas piezas para convertirlas en dinero sin pasado, ¿no es así?

-Ha usted precisado el concepto con finura, señor barón Benzi. - Fiammetta se acomodó el pelo.

-¿Vienes a ponerte en mis manos solo porque crees que amo la Abadía y sabes que mi madre y mi hermano se mueven en ese mundo y bajo mundo, respectivamente?

-Si usted quisiera tenerme en sus manos para otra cosa... - la chica irguió el busto. Llegada a este punto era capaz de incluirse en el precio, aunque por la manera en que esos dos actuaban no creía que sus encantos fueran persuasivos de momento.

-¿Qué te dice que no te engañaré? ¿Qué no te haré desaparecer para quedarme con tu tesoro?

-Sus ojos. - dijo ella muy seria - Su mirada es la de alguien que no traiciona, que no deja a nadie atrás...

Enrico sintió que se le formaba un nudo en la garganta.

-Me honras.

-No tengo a nadie. - dijo ella - O confío en usted o me pudro en el bosque con mi tesoro.

-Pero elegiste confiar en mi.

La chica se encogió de hombros, reprimiendo una sonrisa. Tenía la sensación de que todo iría bien.

-Llámelo inercia, si quiere. Una vez puesta en movimiento por la vida resulta difícil detenerse.

Teo apreció aquella sentencia basada en una ley de la física.

-¿La ayudamos? - preguntó a Enrico.

-Señorita, permítame conducirla a la habitación de huéspedes.

-¿Va a ayudarme?

-Nadie se atreve a meterse por la puerta principal de mi castillo - se mofó de su seguridad - y como es la única que la policía conoce, estará a salvo. La pondré en contacto con mi hermano Ludovico, el es capaz de encontrarle contactos, realizar las transacciones y todos los etcéteras. Pero eso si, le advierto que cobra comisión, dependiendo del peligro.

Fiammetta asintió. Teo casi se golpeó la cabeza contra la pared: ¡Ludovico! Ahí había estado todo el tiempo y no lo había visto. El hombre que se movía por bajos y altos mundos... si era capaz de encontrar compradores para tesoros de dudosa procedencia debía ser capaz de localizar a la ex novia de su hermano, ¿no? En cuanto viniera por el negocio de la curadora le encargaría el suyo. A ver si le fiaba su comisión...

Un rato más tarde, encerrada a piedra y lodo la mujer en su habitación, Teo se folló a Enrico: tan eufórico estaba con la solución que había encontrado y, también, para castigarlo por haber flirteado con la pelimorada.

 

***

 

Ludovico tenía un nuevo amante: la despuntante estrella del porno francés Ludovic Canot. Estaba encantado de haber conocido a otro Ludovico gay, uke, por contrapartida. Le pagaba por un día mas de lo que los estudios BelAmi pagaban por videoclip, y por esa cantidad tan obscena de dinero lo único que el pornstar francés tenia que sacrificar era su gusto por la música de Lady Gaga, pues Ludovico se cagaba en ella y le advirtió que si la escuchaba estando en su casa lo sacaba a patadas en el culo.

Al Canot ni falta le hacia su artista, pues Ludovico desquitaba tan bien su dinero que lo hacia vocalizar a él mismo todo el tiempo, sin que esto provocara queja alguna de parte de los vecinos; después de todo, Ludovico tampoco se quejaba cuando se oían gritos, golpes o disparos procedentes de los apartamentos vecinos. El casero de aquel edificio debía ser el más feliz del mundo, con inquilinos que jamás se quejaban, arreglaban ellos mismos los desperfectos y pagaban puntualmente y en efectivo sus rentas.

En aquellos momentos Ludovico estaba follándoselo en una posición que algunos fisioterapeutas consideraban solo hipotética cuando su móvil sonó. Con el ringtone de la familia, así que tapándole la boca al uke para que sus gritos no le impidieran oír contestó.

-¿Qué hay Enrico? No, no interrumpes... no, no estoy haciendo ejercicio... Si... aja... ¿hoy mismo? Vale, hoy mismo. Ci vediammo! - colgó - ¡Ah, aah! - empujaba contra su uke de tal manera que parecía querer atravesarlo - ¡Aah!!!

Se salió y observó al pornstar en una toma de lo más pornográfica. ¡Como le gustaba el sexo sucio! Los putos eran de lo mejor. Dio un par de nalgaditas entre cariñosas y despectivas a su más reciente adquisición antes de subirse la bragueta.

-Me voy a visitar a mi hermano. - anunció sacando un fajo de billetes que ni contó para entregar a su tocayo - Te llamo cuando vuelva monada.

-Te estaré esperando, mon pètit choux.

Ludovico le dio un besito, le puso su ropa en las manos y lo empujó hacia la puerta.

-¡Mi móvil! - pidió el francés.

Ludovico se lo pasó y lo sacó: a vestirse al pasillo. Miró su decadente apartamento, no solo por el lujo sino por el desorden. No permitía que ninguna mujer entrara en su santuario (eso incluía a su madre) y el hombre que iba a hacerle la limpieza una vez por semana era medio fodongo, el cabrón. Cogió una maleta y metió una muda de ropa: ni la ropa de Enrico ni la de Teodoro le venían. Tomó un taxi al aeropuerto.

 

Continuará...

 

Notas finales:

Por esta santa luz que me alumbra y que pago puntualmente a la Comisión Federal de Electricidad les juro que Ludovic Canot es uno de los tipos mas sexys que he visto en mi vida.

Les recomiendo demasiado visitar su pagina: http://ludoviccanot.com/

Hoy tengo ganas de contarles un chiste: suena el telefono de emergencias de la comisaria de policia. <¿Si>, pregunta el policia. <Oficial, mandeme unos polilcias por favor>, le responden. <¿A dónde?> pregunta el policia, <¡A la chingada! Jajaja!!!>

¡Proximo capitulo: Noches hechas de dormir entrelazados entre el perfume de los naranjos!!!

Carpe noctem! 


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