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El fantasma de la abadía. por nezalxuchitl

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Notas del capitulo:

Yet, if he said he loved me,  I'd be lost, I'd be frightened.  I couldn't cope, just couldn't cope:  I'd turn my head, I'd back away, I wouldn't want to know.  He scares me so. I want him so. I love him so.

(Incluso si el me dijera que me ama, estaría perdida, estaría congelada. No podría lidiar con ello, simplemente no podría: voltearía mi cabeza, daría media vuelta, no querría saber. El me espanta demasiado. Lo quiero demasiado. Lo amo demasiado.  -  Jesuschrist superstar, fragmento.)

 

 

52°   I don't know how to love him...

 

Como Dios quiera. Subyugar su existencia a la omnipotencia: era como para tirarse de los cabellos. ¿Se había el enamorado porque Dios quiso? ¿Había nacido porque Dios quiso? ¡No! ¡Había nacido porque una mujer llamada Teodora Ortelano se sacrificó. Pero, esa mujer llamada Teodora Ortelano, ¿se había sacrificado porque Dios quiso?

¿Cómo puede el guarro de san Agustín decir que la gracia divina no aniquila el libre albedrío? ¿Cómo puede sugerirme que crea para comprender y que comprenda para creer?

¿Y si elegía no colaborar más? Ponerle punto final aquí y ahora. Dejar tanto a Lotario como a Enrico, y que la ultima voluntad de Teodora se joda, pues, ¿Dónde estaba su primera voluntad? Irse a donde mereciera llegar, sin hacerle mas el juego a Dios.

Sonrió torvo; se le antojaba...

... a menos, claro, que esa fuera la voluntad de Dios.

¡Grrrr!!!

 

***

 

Teodorico estaba enloqueciendo a mamá. Un día iba un florista con una carretada de flores para decidir que modelo y color de flor combinaban mejor con el palazzo. Al siguiente iba un arquitecto interiorista para planear la distribución de las sillas y mesas, así como el transito de camareros e invitados.

Enrico consolaba a Madonna jurándole que esa seria la única vez que se casara, lo que no hacia sino empeorar el humor de la marquesa, pues su máxima ambición era hacerse retratar con un pequeño futuro conde de Sacria, engendrado por el heredero actual.

Enrico mantenía un gesto alegre, sin embargo, había nubes en el horizonte que amenazaban con nublar su dicha: Teo.

Su mal humor, su... depresión, no podían deberse solo al estresante revuelo de Teodorico. Había algo más, tenia que haberlo.

Un día había tardado mucho en volver a casa. Llego a las tantas de la noche, sin pinta de haber estado en ningún mal lugar. Pero venia atormentado. Por más que intentara ocultarlo sus hermosos ojos azules gritaban pidiendo ayuda.

Enrico procuraba ser discreto, imaginaba que los recuerdos de su vida pasada estaban volviendo a él, al estar ahora en su palacio. Pero esta idea no terminaba de convencerle. Las barreras que levantaba el joven no le permitían conocerlo tanto como quisiera, pero con lo que conocía, no creía que se amilanara por tan poco.

Había algo más. Al día siguiente noto algo perturbador: Teo tiró su uniforme a la basura, como si nunca más lo fuera a usar. Enrico sabía cuanto apreciaba Teo su uniforme, la comodidad que le brindaba, la sensación, incluso, de pertenecer a un grupo. Por eso le pareció perturbador que lo tirase sin decir nada.

Ahora usaba una ropa casual, oscura, roquera, muy normal para un chico con sus gustos musicales, que hacia a Teodorico bufar cada que se presentaba en tenis negros para ir a las más exclusivas cavas a elegir el vino de su boda.

El total desinterés de Teo por los detalles de la boda también le parecía preocupante. Es decir, ¡incluso dejo que Teodorico y DJ Tiesto eligieran la música, entre la que no figuraba ni una sola canción metalera!

Interpretando su elección de ropa como el deseo de ser un chico normal y su desinterés por la boda literalmente Enrico concluía que... Teo no debía estar muy interesado en casarse con él.

Un vacio se le formaba en el estomago cuando recordaba el modo tan casual en que había aceptado, como si aceptara ir al cine.

Los viejos temores de ser demasiado viejo para él volvían.

 

***

 

Había sido extraño, luego perturbador y ahora peligroso. Henno se dejó ir atrás en su lujoso sillón giratorio, tapizado con piel. Sobaba sus sienes, en las que, a pesar de las muchas preocupaciones, todavía no ostentaba canas.

¿En qué diablos estaba pensando Mikael cuando le pidió que investigara sobre las bodas de semejanza? Había temido en secreto que su amigo se enterase de aquel curioso secreto de la Iglesia. No era un peligro para la Fe, pero estaba cataloga tan secreto como el dossier, por fin cerrado, sobre la Bruja Verde.

Ni Romain du Draguan había llegado a enterarse de aquella especie de boda gay. Bueno, había que tener en cuenta que Romain se había centrado en el lado oscuro. No les había comunicado su existencia a Álvaro y Orhan porque no creía que Álvaro estuviese dispuesto a casarse con Orhan ni este podía casarse porque era musulmán.

Así que jamás había tenido tentación de abusar de la confianza que la orden depositaba en el como guardián de las llaves del archivo. Monseñor Spada se las había dado, con su sonrisa franca de gladiador que ha llegado a viejo: no podía traicionarlo. Ni porque se lo pidiera Mikael. Había límites para las cosas a las que la amistad da derecho, y Mikael debería de saberlo.

Dio una patada al suelo que lo empujó hasta la pared. Se sentía súbitamente molesto con Mikael, por vivir en su mundillo inocente e infantil. Por no enterarse de que las cosas no son tan fáciles, y que no es cuestión de meterse a sacar un secreto que la Iglesia lleva siglos guardando como si fuera un juego.

"¿Y puede saberse para que quieres saber eso?", recordaba le había preguntado con voz airada.

"Es para este muchachito que te mande, Teodoro de Haro, ¿recuerdas? Para que pueda casarse con su novio"

"Esto no es un juego Mikael..." el sermón había seguido por más de diez minutos: Mikael lograba sacarle su lado más predicador. Se despidió gruñéndole que echaría un ojo, tal como el otro esperaba.

Pero conforme se sinceraba consigo mismo se daba cuenta que lo que en realidad le molestaba no era la simplicidad con la que Mikael le pedía que traicionara, de hecho, el navarro posiblemente ni cuenta se había dado de que le pidió que traicionara. Lo que le inquietaba era la posibilidad de que no fuera sincero. Que no buscara esa información con fines altruistas de pasársela a una parejita gay que se amaba sino... sino que quisiera practicarla él. Y con él. Casándose como san Sergio y san Baco.

Al volver de sus vacaciones, cuando monseñor Spada lo reprendió y confesó no se sintió sincero con la respuesta que dio a la pregunta de si había pecado carnalmente.

"No monseñor. Ni oportunidad hubo."

¿No había habido? ¿No dejo de ser fraternal su intimidad en ningún momento? ¿Quería a Mikael como amigo?

El sacerdote sacudió la cabeza con energía, olvidándose de que su anterior gesto de estrés lo había puesto pegado a la pared, a resultas de lo cual se dio un golpe que no hizo sino agravar su dolor de cabeza.

Con el control remoto apagó su modernísima mac de escritorio y se fue a rezar. Necesitaba orar con vehemencia.

 

***

 

Lotario creía que no se daba cuenta de que estaba ahí. Velándolo durante la noche. Llegaba cuando Teo ya estaba dormido. Suponía que era capaz de sentir cuando el ya estaba dormido, y, como la conexión con el no era tan fuerte, no interfería en nada su presencia.

Aquella seria una cuestión cuántica que plantear a Teodoro: si el observador finge que no observa, ¿la cosa ocurre? ¿O solo finge ocurrir?

Pero de momento no quería pensar en Teo. No quería pensar en nada: quería sentir, solo sentir... sentir la presencia de Lotario, su calidez, la luz invisible pero tangible que acompañaba su presencia.

Ante la indiferencia de Teo por la boda pensó en cancelarla. Pensó que sería hermoso, noble, renunciar a Teo para devolvérselo a Lotario, aunque aquello significara renunciar también al caballero. Se imaginaba vestido de época, tomando la enguantada mano de Teo, vestido de novia, y poniéndola sobre la mano de Lotario, entregándola en matrimonio como hizo aquel hidalgo de Verona con su amigo en la obra de Shakespeare.

Aquello le haría noble, desinteresado, similar a Lotario... ¿o más bien lo hacia un frívolo al que tampoco le interesaba demasiado casarse con Teo?

La facilidad con que  imaginaba resignarse... ¿sería vileza? ¿Veleidad de un sibarita que ya se había saciado de su amante y ahora iba por otro?

Lotario lo cautivaba, de eso no había duda. Se presentaba como todo un enigma ante sus ojos: un caballero medieval, un amante capaz de separar el amor del sexo, cosa que él, a pesar de sus orgiásticos intentos, no había logrado.

No sabía cómo amarlo, que hacer, como comportarse. En aquel breve tiempo toda su confianza de sibarita experimentado se venía abajo al no saber cómo reaccionar frente a un hombre que seguramente muriera virgen.

Su aplomo seductor se convertía en ingenua torpeza. Quería verlo, ¡oh, como quería verlo! Pero no sabía que decirle. Por eso, como Selene y Endimión, fingía que no lo observaba bajo la luz de la luna. No quería cometer el error de la diosa y romper el encanto.

Si demostraba que estaba consciente, ¿Qué hacer? ¿Confesarle su amor? ¿Gritar y llorar? ¿Pretender que nada sentía? ¿Cómo podía conmoverlo de esa manera, que tenia de especial? ¡Era un hombre, solo un hombre! No un sueño...

Simplemente no sabía cómo amarlo.

 

***

 

-Teodora... ¡Teodora!

Lotario tuvo que levantar la voz para sacar de su ensimismamiento a Teo. El pesado libro con las obras completas de Spinoza cayó al suelo. El golpe fue sordo, seco.

Justo como el portazo que acababa de darse en su mente.

-Lo siento, ¿Qué decías?

-Decía que creo que este Spinoza erró tremendamente al unificar el cuerpo con el alma, pues su teoría, aunque es correcta para explicar el génesis de la mente, niega de plano el libre albedrío.

-¿Cómo? - el pensamiento de Teo había ido por esa misma dirección.

Lotario exhaló pesadamente y se dispuso a explicarse por segunda vez.

-Digo que cómo es posible que exista la libertad humana, si todo está sometido a una inexorable regulación permanente. En su afán de negar a Dios Spinoza termina convirtiendo su libertad en una paradoja.

-¿En una paradoja?

-Así es, en una paradoja. Para él la libertad humana aparece cuando el ser humano acepta que todo está determinado; la libertad no depende de la voluntad sino del entendimiento; el hombre se libera por medio del conocimiento intelectual. Es decir, el hombre llega a ser libre cuando acepta que no es libre. El mero hecho de admitir su no-libertad le convierte en libre.

Aquel razonamiento se parecía demasiado a la formula de la vida dada por Oriana Fallaci, acaba de descubrir.

-¿Te disgusta la idea? - Teo esbozó una sonrisita desagradable.

Para él que esa idea se parecía mucho al "como Dios quiera" con que Lotario se abandonaba en manos del Creador.

-Si, porque de no haber libre albedrío la bondad y la maldad no existirían. Si el malo estaba destinado a serlo, condenarlo por su maldad seria monstruosamente cruel.

-Y, naturalmente, Dios no puede ser así. - últimamente, Teo traía entre ceja y ceja al Todopoderoso.

-No Teodora, Él es todo amor.

"No Lotario, tú eres todo amor" estuvo a punto de replicarle Teo. Pero solo se rió. Una de esas risas sin alegría que últimamente dejaba escapar y que le partían el corazón a Lotario. Tomó su mano entre las suyas.

-¿Qué te ocurre amiga mía?

-Nada...

-Días tiene que te vengo notando preocupada, triste... cínica. Teodora, tú no eras así.

-No, no era...

-¿Qué te preocupa? No cargues tu cruz sola, incluso Nuestro Señor requirió la ayuda del Cirineo.

-Es que ese es el punto Lotario, cada quien carga con sus penas. No se las puedes transferir a alguien. No hay nada que puedas hacer para ayudarme.

Aquello era cruel, sobre todo, si, como pensaba Lotario, él era la causa de la preocupación de Teodora.

-No seas orgullosa y cuéntamelo. No te niegues el consuelo de la confidencia a un amigo.

Teo decidió que si con alguien se podía mostrar frágil era con Lotario, con su fiel amigo que se había mostrado fuerte aguardándolo por siglos.

-Temo no ser dueño de mis actos.

-¿Por eso me has pedido que leyera a todos esos? - señaló un pilón que iba desde San Agustín hasta Friedrich Nietzche.

-Si, me llena de rabia pensar que no soy libre.

Lotario lo refugió en su pecho, abrazándolo. Apoyó la mejilla sobre su coronilla. Teo sollozó en silencio. Lotario lo estrechó más fuerte. Así permanecieron unos minutos.

-Tal vez... - titubeó Lotario - Tal vez no importe tanto ser libre como ser feliz.

-¿Cómo puedes saberlo, si por mi culpa jamás has podido ser feliz?

Ahora fue a Lotario a quien se le inundaron los ojos.

-Yo he sido feliz Teodora, allá, en nuestra juventud... y ahora. Cuando estoy contigo soy feliz.

-No es cierto...  - Teo escondió el rostro en su pecho y golpeó el respaldo del sillón - tú me amas y no se puede ser feliz viviendo un amor no correspondido... ¡no existe nadie tan bueno!

Lotario lo obligó a levantar el rostro. Besó una mejilla bañada en lágrimas y luego la otra.

-No te preocupes por mi. Sé feliz con tu amado. Yo estaré bien.

Teo abrió la boca para hablar pero lo que surgió fue un lamento gutural. Hundió el rostro en el cuello de Lotario, abrazándolo. ¡Lotario! Quizás de verdad creyera que estaría bien, pero no era así. Se daba cuenta de lo mucho que desmejoraba desde que supo lo de la boda.

No podía casarse con Enrico; Lotario no lo resistiría.

Lloró como un bebé en su regazo, hasta quedar dormido.

 

Continuara...

 

Notas finales:

Link a la cancion: http://www.youtube.com/watch?v=G9S072UBKYs

Proximo capitulo: "Era como si durante el sueño la tormenta en su mente hubiera despejado, pues al despertar el panorama era lucido y frío."

Nota atrasada: lo de las bodas de semejanza no me lo he inventado. Fue investigado por un tipo llamado John Boswell. Les dejo la ficha del libro:

John Boswell, Cristianismo, Tolerancia Social y Homosexualidad, Los gays en Europa occidental desde el comienzo de la Era Cristiana hasta el siglo XIV, Biblioteca Atajos I, Muchnik Editores SA, Barcelona 1998, 604 pp. [Traducido del inglés por Marco Aurelio Galmarini].

Carpe noctem!


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