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El fantasma de la abadía. por nezalxuchitl

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Notas del capitulo:

Never marry a Railroad man. He loves you every now and then, his heart is at his new train. No, no , no, don't fall in love with a railroad man. If you do forget him if you can; you're better off without him...

 

(Nunca te cases con un ferrocarrilero. El te amara de vez en cuando, pero su corazón esta con su tren. No, no, no, no te enamores de un ferrocarrilero. Si lo haces trata de olvidarlo; estarás mejor sin él...  - Shoking blue, Never marry a railroad men, fragmento.)

53º  Never marry a railroad men.

 

 

 

Cuando lo despertó la voz de aquel que amaba más que a nadie en el mundo sintió que caía en un abismo de infinita tristeza. Se frotó muy fuerte los ojos, para evitar llorar en su presencia. Luego se le quedó mirando como si quisiera grabárselo a fuego en el alma.

-¿Qué? - preguntó Enrico, tocándose nervioso un mechón de los que enmarcaban su rostro.

-Ah... ¿no crees que deberías ir al peluquero?

Enrico, que no se había cortado el pelo desde antes de caer enfermo estiró su mechón. Le llegaba más abajo del hombro.

-¿No te gusta mi cabello?

-Eh... si.

-¿Entonces porque quieres que me lo corte?

-No sé.

-Se ve muy femenino, ¿no es eso?

Enrico se sintió. El que se lo había dejado largo porque creía que así le gustaba más a Teo.

-No.

-Te gusta que sea como una mujer en la cama pero no fuera de ella, ¿no?

-¡Ash! No, no se porque dije eso.

Era verdad, no sabia.

-Quizás te gustaría que me vistiera de novia durante la boda. O mejor aun, que me cambiara de sexo.

-No seas dramático Enrico.

-¿Qué no sea dramático? ¡Eres tú el que es una maldita estatua! - pateó el piso - ¡Con tu jodido estoicismo fuera de lugar en las tiendas de moda!

-¡A mi no me gustan las tiendas de moda! ¡No sé porque insisten en llevarme ahí!

-¡Tal vez porque eres el novio!

-¿Pasa algo querido? - se oyó al otro lado de la puerta, tras unos toques.

-Nada mamá.

-Tu madre es una metiche. - le susurro enérgicamente Teo.

-¡La tuya es una mula! - le respondió Enrico - ¡De ella sacaste lo terco!

La madre de Teo les había devuelto la invitación con una nota que decía que de su parte podían irse mucho a donde Judas perdió el gorro.

-¡Basta! -Teo se paró - Esto no tiene sentido.

Enrico se quedó de piedra. Temio que Teo fuera a cancelarle la boda ahí mismo. Pero al chico le faltó valor.

-Iré a bañarme.

-La cena esta servida.

-No tengo hambre.

Por lo menos no le gruñeron las tripas en aquel instante. El muchacho abrió las llaves de la regadera y se sentó, abrazándose las rodillas bajo la lluvia casi fría. Era como si durante el sueño la tormenta en su mente hubiera despejado, pues al despertar el panorama era lucido y frio. Había visto con una claridad aterradora lo que tenia que hacer.

Sabia que tenia que hacerlo desde que platicó con la gitana, pero no se lo había querido decir a si mismo. Ya no podía engañarse más. Ya se había hecho puñetas mentales mucho tiempo.

No podía casarse con Enrico por más dulce que fuera el amor, pues su vida tenía una misión diferente. El había regresado solo para salvar a Lotario.  Lo demás, su hermana, Enrico, Javiercete... había sido todo ganancia.

Estaba muy acongojado por haberle dado su palabra a Enrico, palabra que ahora tendría que retirar. No debió contestar que si tan a la ligera, así ahora no se enfrentaría a la vergüenza de retractarse por primera vez en su vida.

 

***

 

El taxista, creyendo no haber oído bien, pidió que le repitieran a donde querían ir los signores.

Fernando sacó su arrugado papelito y tratando de pronunciar bien repitió:

-Al palazzo Ortelano, per favore.

El taxista miró socarrón los gastados zapatos de ante del hombre, la bisutería de la jovencita y el aspecto en general del retrasado mental.

-¿Pasa algo? - preguntó Fernando, amoscándose ya un poco.

-Niente. - el taxista arrancó como loco.

Después de todo, ¿a el que le importaba si esos zarrapastrosos querían ir a una de las mansiones más lujosas de Milán? Igual hasta iban por caridad. Mientras le pagaran la carrera, nada tenia que objetar. Habló de clima a sus pasajeros. De su primo el gondolero. De su mujer que le pegaba. Y casi los mata del susto cuando frenó haciendo chirriar la carrocería al cambiar la luz del semáforo.

Fernando masculló algo como hijos de la gran puta, se sienten todos pilotos de la formula uno y Violeta abrochó el cinturón de seguridad a Javiercete. El muchacho se lo agradeció con una tierna sonrisa.

Si Fernando había esperado que su próxima familia política fuese rica lo que vio por la ventanilla del taxi superaba sus expectativas. A Violeta, por el contrario, le parecía de lo más natural que aquel castillo de ensueño fuera el hogar de "una princesa" como Enrico.

Ayudo a Javiercete a bajar del taxi y lo condujo del brazo a la imponente puerta de madera labrada. Fernando se dejó cobrar de más por el taxista; de haber ido, Sabella habría regateado hasta el último centavo y habría pagado menos de lo justo. Suspiró. Su mujer. Todavía no pasaba un día y ya la estaba extrañando: pero no hubo poder humano capaz de convencerla de asistir a la boda de su hijo. Se echó al hombro su morral en forma de tubo y jaló la maleta rosa y con rueditas de su hija. Javiercete no se había quitado, ni durante el vuelo, la mochila escolar en la que (esperaba) llevara las pocas posesiones personales que necesitaba.

Violeta cogió la lengua de león que sobresalía de la aldaba y tocó.

-Hija, que para eso esta el interfon.

Sin embargo la esplendida condesa, o marquesa, lo que fuera su futura consuegra abrió la puerta, con una sonrisa que ni disminuyó ni aumentó al ver que Sabella no estaba entre sus invitados. Asentó como aleteos de mariposa sus uñas lacadas en tono mauve sobre los hombros de Violeta y le besó ambas mejillas. Luego hizo lo mismo con Fernando y por ultimo con Javiercete.

-¿Y quien es este caballerito? - preguntó.

-Es Javier María, el mejor amigo de Teodoro, señora... - pausa para recordar el titulo- marquesa.

-Madonna, simplemente Madonna. - sonrió - Los amigos de mi hijo político son mis amigos. Bienvenidos sean.

Madonna dio un paso atrás, jalando la otra hoja de la puerta. Los de Haro entraron y quedaron boquiabiertos ante la magnificencia del vestíbulo. Bueno, Javiercete siempre estaba boquiabierto, y si le impresionaba el vestíbulo o no seria difícil de decir.

-Hecho en falta a mi querida consuegra.

-Mi esposa... - "no ha querido venir" sonaba muy feo, y no había pensado en una excusa verosímil que dar.

-No se apure Fernando, ¿puedo llamarlo así? A cualquier hora que sus ocupaciones la dejen venir Isabela será bienvenida.

Fernando asintió.

-Lamento no haber avisado que venia el muchacho...

-Oh, no importa. Las habitaciones de huéspedes siempre están listas. ¡Marozza! - una mujerona ancha de espaldas y con leve bozo apareció - Lleva el equipaje de nuestros invitados a sus habitaciones, y avisa al señorito Teodoro de que su familia esta aquí. - la sirvienta se jaló el mandilito al tiempo que hacia una inclinación un tanto grotesca por sus dimensiones - Marozza - Madonna se dirigió a Fernando - la camarera en jefe. Hace las veces de mayordomo: al conde no le gustan los mayordomos, le parecen demasiado ingleses.

Violeta compartió la sonrisa de la suegra de su hermano.

La sala de estar era un lugar alucinante. Daria cabida hasta para un baile con cien personas. Violeta eligió para sentarse un primoroso silloncito estilo Luis XV. Fernando sentó a Javiercete en uno mas amplió y se sentó a su lado. Madonna hizo otro tanto frente a ellos. Jaló de un cordoncillo y otra mujer fea, del modelo seco y levemente jorobado apareció.

-Giacomina. - la presentó - cualquier antojo que tengan ella es la encargada. Permítanme ofrecerles un te de pétalos de rosa: era el favorito de la dueña original de esta casa, Teodora la enamorada.

-¿A quien estas aburriendo con la historia de esa guarra mamá? - tronó el vozarrón de Ludovico antes de que este hiciera su aparición estelar.

Madonna suspiró. Su hijo menor nunca había superado esa etapa de la infancia en la que es necesario lucirse en el mal comportamiento cuando hay visitas.

-Ludovici, ¿Qué te he dicho sobre andar en calzoncillos por la casa?

A Violeta casi se le salían los ojos de ver el cuerpazo de su príncipe rockero.

-¡Huy, pero si es la familia! - corrió a estrechar las manos de todos.

Violeta se puso lista y le dio dos besos en las mejillas. Cuando el sorprendido Ludovico se quitó pudo ver a...

-¡Teo! - saltó a sus brazos.

El afectuoso reencuentro, o encuentro, en el caso del conde, Federico y Teodorico, se prolongó hasta la hora de la cena. Enrico era el único que superaba en encanto a su madre. Teo procuraba no estar hosco, sin embargo, su gesto se parecía al de Baldomera, el esperpento que la marquesa tenía por chofer.

-Hijo... - Fernando lo llamó en un aparte mientras Marozza los conducía a sus habitaciones, ahítos de manjares. Teo se acercó receloso - ¿Por qué las sirvientas de esta casa son todas tan feas?

Teo se rió del susurro de su padre. El había temido que le reclamara su falta de contacto. Se hizo casita con una mano para susurrar a su vez.

-Es el método de la marquesa para evitar que las criadas le seduzcan al marido y a los hijos. Por lo que sé, los descendientes del sacro emperador romano germánico eran aficionados a procrear bastardillos con las fregonas.

-Le resultará efectivo. - se chanceó Fernando.

-De mil amores. - aseguró Teo.

Luego, aprovechando que Enrico no estaba cerca, abrazó a su padre.

-Voy a platicar un rato con Javiercete.

-Vale. - contestó Fernando - Violeta, princesita, ¿Dónde estas?

Lastima que las paredes no hablan. Si lo hicieran, podrían haberle contestado: "espiando al príncipe rockero".

 

***

 

Sentados frente a frente, compartiendo un audífono, por no molestar a los demás con folkmetal a altas horas de la noche, Javiercete y Teo estaban sin decir nada, sin mirarse siquiera, solo sintiendo la cercanía.

Finalmente, Teo rompió el silencio.

-No pensé que tu mamá te fuera a dejar venir.

-Yo tampoco. - respondió Javiercete unos cinco segundos después.

-¿A que universidad vas a ir? - preguntó, no sin cierta envidia.

-A la de Salamanca.

Claro: doña María había optado por lo más tradicional. Ni loca hubiera dejado que esos herejes de Oxford se llevaran a su Javiercete. Y la Sorbona era impensable, con lo depravados que eran los parisinos...

-Que bien. - luego, sin contenerse mas, dijo - No me puedo casar.

Javiercete centró en sus ojos su mirada límpida, inocente.

-No me puedo casar. - repitió Teo, atormentado. Pensaba en que no podía dejar a Enrico viudo, ni hacer pasar a Lotario por trance tan amargo...

-Pues no te cases.

Una vez más, la arrolladora simplicidad de la respuesta de su amigo, su exactitud matemática, sin líos, hizo la luz para Teo.

-No puedo dejar que esto avance más. - dijo en voz alta, mas para si mismo que para Javiercete - Tengo que decírselo a Enrico.

Javiercete, que tenía algún trabajo para seguir la rápida e intrincada conversación de su amigo, asintió comedido. Teo lo abrazó.

-Gracias Javiercete, tú eres el único que me comprende...

Violeta entró sin llamar.

-¡Teo! - volvió a lanzarse sobre el, parloteando mientras lo aplastaba - ¡No te vas a creer lo que el padre Mikael y yo encontramos para ti y Enrico!

Cualquier cosa que contara con la intervención del padre Mikael hacia recelar instintivamente a Teo. Se quitó de encima a su hermana y la sentó junto a Javiercete. Disimuladamente, prestó atención al rubor, al lenguaje corporal que le hacia sospechar que a su amigo le gustaba su hermana.

-No lo creeré, así que suéltalo. - la instó.

-¡Una boda por la Iglesia! - Teo imitó la boquiabiertez de su amigo - ¡Hay una boda gay por la Iglesia, pero la Iglesia la tiene escondida!

¿Deliraría Violeta con tanto yaoi o de veras la Iglesia se comportaba un poco como las novelas tan de moda a últimas fechas sugerían?

-¿Boda?

Mientras Violeta le contaba todo el rollo de las bodas de semejanza Teo solo sentía un pesar más grande. Tendría que haber dicho hacia días que no iba a haber boda. Ahora su padre había hecho el viaje (nada barato) de balde. Tenía que pararlo justo ahora o si no también habría curas locos que mandar a casa con un palmo de narices. Sin esperar a que Violeta concluyera su explicación se levantó y salió.

Violeta, consternada, se volvió a Javiercete, que la miraba con su sonrisa tierna. Si estaba enojada el le sonreiría para que se alegrara.

-¡Esta tan emocionado que ha ido corriendo a decírselo a Enrico! - exclamó la chica - ¿No es genial Javiercete?

-Pues si. - concluyó Javiercete cinco segundos después.

 

 

***

 

 

-Enrico...

-¡Caro! - vestido con sugerente piyama, Enrico corrió a abrazar a Teo. Lo besó en la boca. - ¿Te gusta mi nuevo corte de pelo? - ladeó la cabeza coqueto - No tuve tiempo de mostrártelo antes por las visitas.

-Te queda muy bien.

Era prácticamente el mismo que el anterior, solo que con desgrafilado y los mechones más largos apenas rozando la barbilla.

-Me lo hize pensando en ti... ¡oh! No te gusta... - Enrico se mostraba abatido, súper tierno.

Había decidido que el tenia la culpa de la pelea del otro día, tras la cual Teo andaba más huraño que nunca y ni siquiera se quería acostar con él.

¿Por qué tenia que ser Enrico tan adorable?, se preguntó Teo. Hacia mas difícil decirle lo que iba a decirle.

-No es eso, tú eres muy hermoso, con el corte de pelo que te hagas.

-¡Mi vida! - lo volvió a besar pero Teo no le respondió el  beso. Enrico lo miró, temeroso. Tenía tanto miedo de que lo dijera. No quería que lo dijera. No había nada de generoso en él: pasado el berrinche mental lo quería para el solo.

El silencio era cada vez mas incomodo.

-Enrico... - Teo estaba ronco y evitaba mirarlo - no puedo casarme contigo.

Enrico sintió que el mundo desaparecía bajo sus pies. Exhaló como si le hubieran golpeado el estómago.

-¿Por qué? - preguntó - ¿No me amas? - lo tomó por los hombros.

-Claro que te amo...

-¿Soy muy viejo para ti? ¿Es por ser hombre?

-Mi amor eres perfecto.

Teo cometió el error de coger el rostro de Enrico con ambas manos para mirarlo. ¡Era tan adorable!

-¿Por qué? - repitió Enrico.

-No puedo decírtelo. - lo besó con hambre, con ansias, como si aquel fuera el ultimo beso. Bruscamente se interrumpió - Lo siento muchísimo Enrico. No debí decirte que si hasta haberlo pensado bien. Perdóname. Te amo.

Sin violencia, pero con fuerza, lo separó de él, lo sentó en la cama y salió. Ojala su escondite todavía estuviera ahí, tras el espejo, oprimiendo el primero y el séptimo de cuatro. Suspiro aliviado, ahí seguía. Sin detenerse a pensar que podía haber alimañas o que el aire debería estar demasiado enrarecido se encerró ahí. Necesitaba cobrar fuerzas para poder decirles a todos mañana que no habría boda.

 

Continuara...

 

Notas finales:

No, no, no... no se casen con un ferrocarrilero. Si les es posible, no se casen en absoluto. El amor es algo demasiado extraño, las posibilidades de que lo encuentren son infimas...

Mejor aprovechen la noche.

link: http://www.youtube.com/watch?v=AXr-foin8UI


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