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El fantasma de la abadía. por nezalxuchitl

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Notas del capitulo:

Now it's too late to change the fate, to change the way, the time is out. Way too soon you had to go away? Why so soon you had to fly away? The pain we feel too bad it's so real...

(Ahora es demasiado tarde para cambiar el destino, para cambiar el camino, el tiempo se acabó. ¿Por qué tuviste que marcharte tan pronto? ¿Por qué tan pronto tuviste que volar lejos? El dolor que sentimos tan intensamente  es demasiado real... - Norther, Wasted Years, fragmento.)

 

67° Wicked game.

      (Juego trucado.)

 

Madonna había temido que Enrico se negara a dar sepultura a Teo, o que se encerrara en la cripta con él, como hacían los protagonistas de las desdichadas historias de amor del Decamerón que tanto les gustaban. Pero no. Tal vez su niño comprendiera que la época del romance había pasado, pero eso no evitó que se aislara: solo que eligiera su casa para hacerlo.

No recibía visitas, no contestaba el teléfono, envío por segunda vez de vacaciones a la servidumbre. Madonna temía que algo pudiera pasarle ahí solo... algo como ideas suicidas. Y no hubo manera de obligarlo a aceptar la compañía de nadie, ni siquiera de Ludovico. ¡Que lejos estaban los tiempos en que podía mandar sobre él!

Enrico se llevó todas las pertenencias de Teo, la ropa que todavía olía a él y a la que se abrazaba temiendo el momento en que no oliera más. Extendía sus pertenencias por el dormitorio que compartieran, dándose la ilusión de que todavía estaba ahí. Sobre la silla, el pantalón de cuero que nunca se estrenó, en el televisor, el dvd que nunca llego a ver... lo ponía una y otra vez, como un homenaje a Teo, para conjurar el ominoso silencio que invadía el castello.

Por eso no la escuchó entrar. No se apercibió en absoluto de su presencia hasta que ella le puso stop y le dijo:

-No sabia que los cabrones pudieran tener buen gusto musical.

Sorprendido, se volvió a verla.

-¡Fiammetta!

-Quédate donde estas.

Estaba cerca del balcón, inclinada sobre la silla del pantalón de cuero, con una mano sosteniendo visiblemente el control remoto del televisor.

Lo miró: esta vez era él quien estaba horrible: ojeroso, greñudo, en fachas. Pero por donde mas feo era era por dentro.

-¿Qué haces aquí?

Sonrió. Sabía que la había buscado.

-Vine a averiguar si fuiste tú quien mató a Teodoro. - la pregunta lo dejó boquiabierto - ¿Intentó escapar? ¿O te aburriste de él?

Enrico se paró como si hubiera recibido un latigazo.

-¡No tienes derecho a hablarme así!

-¡No jodas cabrón! - gritó Fiammetta - ¿Tu, hablando de derechos? ¿Tú, que te pasaste por el culo el mío a decidir sobre la maternidad? ¡Quédate donde estás! - detrás de la silla le apuntaba con una pistola.

La había elegido por compañera, para nunca más estar sola ni indefensa. Encontró que una máquina de dar plomazos era su amiga ideal.

-Eso... - dijo él, bajando el rostro - Lo siento.

-¡No! Soy yo la que lo siente, creciendo dentro mío, invadiéndome, atacándome, haciéndome vomitar hasta que me arde la garganta.

-¿Estas embarazada? - preguntó ansioso.

Su cara se le antojo hipócrita, repulsiva.

-No por mucho más.

La cara de dolor que puso el maldito actor le hizo merecedor del oscar de Fiammetta.

-No lo mates. - suplicó - Es, quizá, lo último que queda de él.

-Si no lo hubieras matado lo tendrías aun.

-Yo... no lo maté. Teo... murió... solo murió.

-Ajá. Eso dicen las autoridades. - replicó con sorna. - Dime, ¿realmente las autoridades me buscaban o era parte de tu plan?

-No hubo ningún plan... me vino a la mente cuando te visitamos.

-¡¿Por qué?! - exigió saber - ¿Por qué yo? Tienes dinero para pagar una madre sustituta, un laboratorio, porque... ¿Por qué tuviste que desgraciarme la vida?

-No tenía opción. - dijo él - Con una madre sustituta Teo hubiera sospechado...

-¿Sospechado qué? ¿Que querías forzarlo a tener un hijo?

-Sí.

-¿Por qué? Era muy joven, ambos lo son, ni modo que supieras que iba a morirse... - Fiammetta dejó caer el control remoto y se llevó la mano a la boca - ¡Lo sabias! ¡Sabias que iba a morirse! ¿Estaba enfermo de algo?

-No. - Enrico se dejó caer sentado, cansado.

-Entonces ya tenías planeado matarlo, pero, ¿Por qué querías un hijo suyo si querías matarlo? No tiene sentido.

-Tú lo has dicho Fiammetta.

-Cállate, el de la mente retorcida eres tú. Sin embargo... la otra opción... ¿se mató?

Enrico permaneció callado.

-¡Contéstame! ¿Se mató? ¡Contéstame!

El silencio se extendió por instantes. Tampoco era como para mostrarle la pistola e intimarlo a responder con el cañón apoyado en la sien: eso eran cosas entre ellos. Fiammetta se convenció de que Teodoro se había suicidado.

-¿Por qué yo? - cambió la pregunta.

-Ya te lo dije: no tenía opción. De habérselo propuesto no hubiera aceptado. Contigo la cosa parecía natural, me gustaste desde la primera vez que viniste a Belcançone, estábamos de luna de miel... No llegó a sospechar nada.

-Esto es muy confuso, no entiendo nada... ¿Qué pensabas hacer con mi hijo? ¿Mantenerlo escondido para siempre?

-No. - se permitió una débil sonrisa - Esperaba que un hijo lo atara a la vida... y... si se iba... - no quería llorar delante de una mujer - tener... tener... un... ¡un hijo suyo! - estalló en llanto - ¡Dios mío, Teo! ¡Teo! ¡Lo siento tanto! - se dirigió a ella - Lo siento tanto, pero... no me arrepiento. Por Dios que lo volvería a hacer. Gracias a eso tengo... tú tienes...

Fiammetta lo miraba ceñuda. Solo le importaba salirse con la suya.

-Pudiste habérmelo consultado...

-No habrías aceptado.

-No. - admitió ella.

-¿Ves? Al menos somos sinceros. Fiammetta, tú tienes lo que mas deseo en el mundo, lo único que deseo, y eres la única que puede dármelo. ¿Lo harás?

Ahí estaba de nuevo, el seductor, con su maldita cara tierna. Sujetó firme a su amiga en la mano.

-Así que ponemos las cartas sobre la mesa. Bueno, no. No tengo intención de dártelo. No se que hacer con él. Hay días en que quiero matarlo, hay días en que siento el impulso de salir a comprar estambre para tejerle sus chambritas... - sin que Enrico pudiera verla, se acarició el vientre con la pistola.

Enrico entrecerró los ojos.

-Yo lo quiero de un modo tan insano que obligue a una mujer a concebirlo. Lo quiero tan intensamente que traicioné mis principios.

La miró a los ojos. Se miraron a los ojos.

-¿Morirías por él? - preguntó finalmente, ladeando el cuello - ¿Lo quieres al grado de pagarlo con tu vida?

Enrico lo sopesó. Por un lado recordaba a Teo haciéndole prometer que seguiría con vida, por el otro... su hijo era más importante. Además, el quería reunirse con él, con ellos.

-Sí.

-¿Sí?! - repitió ella enarcando una ceja - ¿El día en que lo para puedo volarte la tapa de los sesos?

-Sí.

-Estás loco.

Enrico se encogió de hombros.

-Ya te dije que es lo único que deseo.

-¡Jum! Aquí hay un truco: lo que tú quieres de mi me es muy valioso, lo que yo quiero de ti... no te importa, ¿me equivoco?

-Si me preguntas si tengo un gran apego por la vida... me temo que no.

-Maldito juego trucado. - rezongó ella - Solo una sarta de engaños, de estafas, eso es la vida. ¿En serio quieres traer a otro ser humano a esto?

-Sí.

-Eres un prepotente.

-Y tú una insegura.

Fiammetta se quedó helada. ¿Lo era? Titubeó, la pistola tembló en su mano. Siempre se había considerado valiente, atrevida, pero... en realidad era frágil. Mucho. Y darse cuenta de que la única persona con la que podía contar era ella misma provocaba que desde lo mas profundo de su ser deseara protegerse dentro de un caparazón. Por eso el bebé le aterraba tanto.

Durante por lo menos quince años tendría que ser la persona en la que otro ser humano confiaría. Si responder de si misma ya era pesado, responder por otra persona...  Tenia miedo, mucho miedo.

Enrico se acercó un paso.

-¡Quédate donde estás! - ordenó con la voz y la mano firme. Podía estarse cagando de miedo pero debía aparentar fuerza. Aparentar: siempre aparentar...

-Fiammetta...

-Vete al carajo.

El reflejo de pelear o huir estaba activado y la valiente Fiammetta decidió huir. No podía pensar en esa situación, así que sin el menor titubeo disparó al posible padre de su hijo, hiriéndolo en la pierna para poder darse a la fuga.

-¡No, no, no!!! - mientras ella saltaba por la ventana y se perdía en el bosque lombardo Enrico se acercó hasta el teléfono fijo, el más cercano, para llamar a Ludovico. - Ha aparecido. Ella ha aparecido, y lo tiene. Acaba de irse de aquí, encuéntrala por favor.

-¿¡Enrico!? ¿Estás bien? - Ludovico se asustó por el tono de voz de su hermano.

Enrico juzgó que el sangrado no era excesivo, aunque no pudiera decir lo mismo del dolor.

-Si, pero ven de prisa, por favor. Llama a los sicarios, ella debe de estar cerca, necesitamos capturarla, asegurarnos de que no le haga daño al bebé.

-¿Pero de que bebé y de que leches me estas hablando?

Enrico exhaló pesadamente. Malditos fueran los secretos.

-Fiammetta, esta esperando al bebé de Teo. - hizo una pausa para que Ludovico dijera palabrotas - ¡Rápido! Por favor...

-Puta madre.

Ludovico colgó y Enrico supo que haría lo que le dijo. Marcó a emergencias y dijo que estaba herido. Cuando la policía llegara, diría que alguien, posiblemente un ladrón al que no alcanzo a ver, le había disparado.

 

***

 

Sabella estaba seca. Sus ojos estaban secos luego de llorar todas las lágrimas que tenía asignadas en la vida. Su corazón estaba seco también e incluso había perdido peso.

La culpa, el dolor, le quemaban como una flama. Tantos años desperdiciados con Teo, tantos años de ser dura con el cuando en realidad quería ser tierna... Mejor lo hubiera disfrutado: mimado y consentido, malcriado, quizá aun lo tuviera. Que importaba que fuera un paria, un cani, un pijo, lo que fuera, pero que estuviera vivo. Su hijo: oscura era la morada donde ahora habitaba.

Ahora menos que nunca creía que hubiera un paraíso, un cielo, un infierno, un más allá. Todo, todo lo que los humanos tenían era este asqueroso mundo terrenal, lleno de dolor. Mentira que hubiese algo mejor después de esto, mentiras, ¡mentiras, sólo mentiras, sucias mentiras!

Mentiras decía el cura desde el púlpito; mentiras decía Andalucismo Andaluz desde el estrado, mentiras decía Elsa Pataki desde  la tele, y ella las había creído todas. Como una estúpida borrega, todos estos años. Pero ya no más. ¡No más! Ni un momento más. No podía tolerar que siguiera existiendo más; había que destruirlo y que importaba si después nadie lo reconstruía, lo que urgía era inmolarlos, inmolarlos con ella, a ver si así la culpa y el dolor dejaban de quemar como una flama.

Quería destruirlo todo.

Comenzó con lo que tenía mas cerca.

-Fernando - irrumpió en la sala con voz dramática - quiero el divorcio.

Fernando, que comía palomitas junto a Violeta, las tragó con exfuerzo.

-Sabella, ¿que dices?

-Que quiero el divorcio.

-No piensas con claridad, lo de Teo esta muy reciente y...

-Quiero el divorcio. - lo cortó Isabel.

Los labios de Fernando temblaron.

-¡No mamita! - gritó Violeta - No por favor, papito te necesita... - sentía que su papá no podría lidiar con otra perdida.

-No me importa. - dijo ella.

-Sabella, los dos estamos sufriendo pero...

-¡Que sabes tú de mi sufrimiento! Nunca te interesó tu hijo, siempre lo solapabas con tal de que no te molestara.

-¡Mamá! - se paró Violeta indignada.

Sabella la miró fríamente: no iba a convencerla, no iba a seducirla... ¿para que quedarse, exforzarse y criarla si a final de cuentas también se iba a morir? Más tarde o más temprano, moriría, y de nuevo todo habría sido en balde.

-Lo he decidido Fernando, quiero el divorcio.

Sus ojos temblaron. Al final los cerró y dijo muy fuerte:

-No voy a dártelo.

-Entonces lo solicitare ante el ministerio de Igualdad. Y me lo darán, porque tú me maltrataste delante de testigos, rompiste la puerta del cura para sacarme a empellones, y ni siquiera la has reparado.

Fernando se quedó helado. Así seria, en cuanto Sabella pronunciara las palabras maltrato femenil las autoridades pondrían el grito en el cielo, pronunciando las terribles palabras de fascismo y machismo, y le prohibirían acercarse a la mujer que amaba. Fernando lo vio claramente y lamento haber solapado tanta estulticia con su perezosa indolencia.

-Sabella, por favor... te amo.

Sabella no dijo nada. Cogió la maleta con la que ya había bajado y se dirigió a la puerta.

-¡Te amo! - gritó Fernando.

-¡No me importa! - gritó ella antes de salir dando un portazo. Se alejó a paso vivo de la casa a la que no pensaba volver. Que durante el divorcio la vendieran y le dieran a ella la mitad del dinero, para mantenerse. No quería trabajar, solo quería destruir.

Fernando se quedó llorando en el sofá, transido de dolor por esta nueva perdida.

-¿Qué hize mal, Dios mío? ¿Qué hize mal? - repetía mientras Violeta, a su lado, no podía creer la maldad de su madre.

Su padre sollozaba en sus brazos y ella tenia que ser fuerte para sostenerlo. Muy fuerte.

 

Continuará...

 

Notas finales:

So many years waiting...

So many years now crying...

For you.

link: http://www.youtube.com/watch?v=jkPbKmCBzKQ

A ultima hora le cambié el titulo al capítulo. Pero el próximo ya esta hecho, completamente listo. No se pierdan el capitulo final la próxima semana: Till death unites us.

Kiitos!


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