2 Enrico.
Enrico Benzo tena tendencia a sobrerreaccionar. El da que se le perdi el perro moviliz a todo el cuerpo de carabinieri. Cuando vio que su joven pupilo no estaba en el lugar de costumbre se fue derecho sobre el director del colegio. El pobre sacerdote se vio asaeteado a preguntas. No, no sabia donde estaba el jovencito espaol. Si, lo senta muchsimo. No seria un poco exagerado dar parte a la polica? No, Enrico no lo crea as.
Una vez en la comandancia el objetivo de su fuego de artillera ligera fue el comandante de polica. Lo lamentaba mucho, pero la polica no poda dar por desaparecida a una persona antes de 24 horas de ausencia inexplicable. No, ni por deferencia al seor barn. Muy seor suyo, el no aceptaba sobornos! Pero si deseaba depositar ese billetito en la cooperativa para el equipo de futbol del honorable cuerpo de polica, por puro sentido del deber saldra a buscar al chico. Jijiji, esos chicos. No se preocupe, seguramente andara en el centro de juegos con otros chavalines. Si, se guardaba sus observaciones y sala pero ya.
-Imposible que un chico tan serio como Teodoro ande en juegos. - se dijo Enrico. La mera idea de Teodoro, con las comisuras de la boca apuntndole abajo, parado con un desgarbo que ya habra querido Kate Moss en medio de un local lleno de pitidos, luces y algaraba infantiles resultaba absurda. - Lo mas seguro es que haya emprendido el camino al castello a pie.
De un gil salto Enrico se mont en su convertible rojo, descapotado. Su motor pas de 0 a 150 kilmetros por hora en medio segundo. El beb Ferrari ronroneaba por el camino empedrado a la poco clida luz del atardecer. El barn lleg a su castillo sin haberle visto el polvo al muchacho. En el castello tampoco estaba. Imaginando ya al pobre chico secuestrado por terroristas turcos y pervertidos se imaginaba a si mismo asediado por los berseglieri, por la guardia civil, por los medios de comunicacin, el encabezado del telediario de la noche: playboy italiano pierde a estudiante modelo. Jess! Seria uno de esos escndalos tan temidos por mam. Papa se subira por las paredes y nombrara heredero a Ludovico, grrr!!! Sobre su cadver!
Iba a sacar Teodoros hasta de debajo de las piedras.
Teodoro lleg por si mismo pasaditas de las nueve. Venia azulado y tieso, el muy gilipollas. Lo primero que le calent fueron las orejas, a punta de regaos.
-Pero querido mo, Dnde te has metido? Mira en que condiciones llegas! Un poco ms y te da hipotermia, hipotermia, me entiendes!
La bronca estaba resultando mas o menos tan espantosa como Teo la previ. Su noble anfitrin manoteaba y gesticulaba e iba de un lado a otro trayndole el mismo frazadas que resultaban ser toallas, con la servidumbre siguindolo como los pollitos a la mam gallina, dndole las verdaderas frazadas y atendiendo sus contradictorias peticiones, que, naturalmente, eran rdenes.
El barn Benzo era un hombre de mediana edad, unos treinta y tantos aos, pero como era rubio, de estatura normal, delgado y con enormes ojos azules no pareca tener ms de veintipocos aos. Llevaba el cabello al ras de los hombros y se lo sola peinar en media colita, con dos mechones sueltos a cada lado de la cara para enmarcar su delicado rostro. Su nariz era pequea y perfecta, lo mismo que su boca. Con un vestido de Versace puesto Enrico se hubiese convertido perfectamente en Enriqueta. Posea una belleza andrgina.
Ostentaba actualmente el titulo de barn de Belcanone, pero cuando su padre, el conde de Sacria, falleciera, el heredara su titulo como primognito que era.
Mientras que la jugosa pensin que el gobierno daba a los nobles en su calidad de especies en peligro de extincin pasaba a su poder, Enrico jugaba al banquero en aquel primoroso pueblo que un tiempo fue parte de su feudo. Era caritativo, filntropo, humanista: en parte por conviccin y en parte porque estaba de moda. Era catlico pero no practicante, pues la vida era demasiado deliciosa aun en sus labios como para someterse a los rigores de una fe milenaria surgida en tiempos difciles. Particularmente le resultaba difcil seguir los dictados del catolicismo en cuanto a la vida sexual de sus fieles: cuando se es un bello y ardiente bisexual la castidad no resulta nada apetecible.
Enrico manejaba su vida privada con absoluta discrecin. Su madre le haba enseado que era en exceso ordinario que los acostones de uno fueran comentados por las comadres en el mercado. As que cuando quera una fiesta brbara con efebos y odaliscas iba directo al pas, no demasiado lejano, que los produca como parte del producto interno bruto. "La casa de los placeres", en Estambul, Turqua, era su club favorito. Incluso haba inventado un trmino para describir lo que iba a hacer ah: sexualizar. Madame Culotte opinaba que aquel era el trmino ms ocurrente que haba escuchado jams.
Opiniones de madames aparte, Enrico era ocurrente. Italiano. Delicioso. O pesado, si tomamos la opinin de Teo durante los cuarenta minutos que duro la regaina. Aprovechando los cinco segundos que Enrico necesitaba entre parrafada y parrafada para respirar Teo dio razn:
-He ido a visitar las ruinas de la abada. Lo siento.
Cinco segundos exactos para decir la frase. Enrico abri mucho sus enormes ojos azules y se qued mudo. Teo poda sentirse orgulloso: pocos podan presumir de haber dejado mudo de asombro al barn de Belcanone. Pero luego el barn lo dejo asombrado a l. Enrico lo agarr por los hombros y hundi su rostro en su cuello, hociquendoselo todo, yendo de la oreja izquierda a la derecha. El barn era un poco mas bajo que l y tuvo que ponerse de puntillas para olisquearle bien el cuello, agarrndole la cabeza para olerle tambin la nuca. Finalmente peg su barbilla a la suya, y Teo vio ese rostro acorazonado ms cerca de lo que haba imaginado verlo jams. Los labios del barn se movieron y Teo pens que iba a darle un beso.
-Barn, que hace!
-Hueles a rosas. Te pusiste perfume?
-No...
El barn se mordi el labio inferior y lo solt.
-Se te ha pegado un fantasma.
-Qu!?
-Por qu fuiste a la abada? - lo mir con reproche - Aceleraba cuando pasbamos enfrente de ella, pero su magnetismo es demasiado poderoso...
Enrico haba notado desde el primer da que Teo miraba la abada con demasiado inters.
-Por favor barn, de entre todos usted debera ser el ms razonable.
-Yo soy razonable. Pero tu no Teodoro, tu no. Ay! Hueles apenas poco. Que un cura te eche la bendicin. Ahora mismo. Igor!
El mayordomo acudi solicito.
-Seor?
-Que traigan al cura. Cualquiera ser bueno. Pero ya!
-Barn, Qu quiere decir exactamente con eso de que se me ha pegado un fantasma?
-Pues eso nio, eso. Y ya te he dicho que me llames Enrico.
-No puedo, barn.
Enrico desvi los ojos al cielo, en un gesto de exasperacin.
-Por qu fuiste? Oliste rosas no? Rosas deliciosas y fuiste al lugar de donde provena el perfume y cuando te diste cuenta estabas en la torre, verdad? Y algo te empuj.
Teo no dijo nada, pero estaba asombrado. Si, haba olido rosas, pero en la oscuridad asumi que haba rosas, solo que no poda verlas. Pero nada lo haba empujado. Debera decirle al barn que algo roz su mejilla? El procesador Cerebron, tecnologa de punta de la prestigiosa marca Dios, corazn de su sistema operativo, proces casi a la velocidad del sonido las consecuencias de enunciar ese enunciado: alharaca y ms bronca.
-No.
Un rato despus el cura llego, uno que Teo no conoca, y le hecho la bendicin y se qued a cenar y entre ambos lo interrogaron sobre su aventura calificndolo de muy valiente. Teo se sinti halagado, pero de haber sabido la que se iba a venir, se habra mostrado mas hurao que de costumbre.
***
Malestares provocados por fantasmas no padeci ninguno, pero malestares provocados por ser considerado el nuevo Juan-sin-miedo de la regin fueron demasiados. La ta de la sonrisa atornillada le dijo que se llamaba Elisabetta y que le encantara ir al antro con un to tan valiente como el. El bravucn del colegio lo reto a que fueran los dos a las ruinas de la abada pero a media noche. Esas y otras atenciones, de las que Teo hua como de la peste, llovieron sobre l.
Continuar...