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Muestrame tu Verdad por AkiraHilar

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Notas del capitulo: Defteros desde la isla interpela su decisión de alejarse de Asmita y el santuario, recordando el fatídico día en que su hermano levanto su mano en contra del patrirca. ¿Podrá escapar de las memorias? ¿Asmita se rendirá?
El viento mecía fuertemente los arboles de la costa, amenazando con arrancarlo de raíz y devorar con sus brazos todo lo que estuviese en su paso. Las aguas embravecidas golpeaban las rocas de los riscos y se saciaban con dejar arañadas las arenas de las playas, llevándose con ella cualquier cosa que estuviera a su alcance. Los relámpagos danzaban en el cielo, acompañados de estruendos que anunciaban su llegada, y con ello creaba el panorama de una tormenta tropical. El demonio de la isla observaba desde su cueva el monstruoso espectáculo natural que doblegaba cualquier creación humana. Sonreía satisfecho después de toda una jornada en la cual puso hasta su máximo punto los límites de su cuerpo. Escuchaba su corazón, calmándose poco a poco luego de un entrenamiento que ponía en peligro a su vida pero le hallaba más significado. Ese sonido acelerado que iba bajando su velocidad conforme la sangre iba recorriendo tranquilamente los senderos de sus venas. Como sí…

Defteros se levantó de golpe para sacudir la idea que había venido a su mente. Su agitado cosmos inmediatamente intranquilizó la montaña de lava, la cual, demostrando su poco control, empezó de nuevo a levantar su lago de magma amenazando con explotar. Sólo requirió la voz de su nuevo dueño, su demonio, para aquietarle y hacerle entender el lugar al que pertenecía. En silencio, ella se dejó domar plácidamente por aquel hombre.

En medio del humo y la terrible oscuridad que gobernaba el mismo, se podía ver esos ojos azules, enrojecidos por el calor del lugar, sombrío, llenos de determinación. Sin querer, con el acto que acaba de ejecutar trajo a colación aquella dulce voz que intentaba enterrar en su memoria. “El poder de someter”. Defteros maldijo su propia mente cuando sintió esas memorias posicionarse en ella, aquellas imágenes que hacían arder a su cuerpo, mucho más que estar rodeados por las mismas llamas del infierno. “El poder de someter”… Recuerda aquella vez que le oyó esa frase y murmuró dentro de sí, intentando vanamente despejar esos recuerdos.

“El poder de someter”… …l día que Asmita le dijo esa frase, fue el día que por primera vez pudo someter algo, lo sometió a él. “Someter al mismo destino”… Defteros se odió a sí mismo por no haber entendido esas palabras a tiempo. “Si hubiera sido más fuerte…” Se decía constantemente… “Si lo hubiera entendido antes”… “De haberlo sabido…”Las hipótesis se juntaron sobre sí, haciéndole perder el control de nuevo. Esa rabia, ese odio, ese desconcierto en que se había convertido su estadía en esa desolada isla. Ya no era la sombra de la soledad la que lo cuidaba… era una sombra oscura, más inmunda que aquella, de olor fétido que muchas veces lo acorralaba, con voz ronca que soltaba bocarana de azufre por sus labios partidos. Odio, el estado más puro del odio, vestida del desosiego ciego que le producía esos recuerdos, esos recuerdos con el hombre que una vez amó e… ¿intentaba odiar? ¿Cómo podría hacerlo? Lo liberó de las ataduras que lo acorralaban y además… ¡Maldición! Deftero cayó en seco de nuevo, sosteniendo entre sus manos aquella cabellera casi calcinada por el rastro de cenizas, cansado, exasperado de pelear consigo mismo, con esa parte de él que clamaba por la presencia de ese hombre. Se dejó así ir por aquella oleada de memoria que reclamaban un poco de su atención.

-Quizás así me dejen en paz…- Pensó el demonio cerrando sus ojos y sucumbiendo finalmente al manto del pasado.

Aquella mañana, desde muy temprano, su hermano se había arreglado para el evento más importante esperado durante tanto tiempo: La reunión dorada. Recogió su capa inmaculada, sujetándola firmemente en su armadura y mostrando en su rostro una satisfacción tal que hizo sentir en Defteros la idea de que la espera ya había terminado. Tal vez, hoy sería el último día de esa mascara. Con una sonrisa llena de victoria, su hermano se retira para cumplir con su presencia, encontrándose en el camino con Aldebaran, quien gustosamente le puso la mano en el hombro con unas palmadas y una carcajada que no demostraba en nada los rostros que terminarían bajando luego de la reunión.

Se sintió inquieto en ese momento, deseaba conseguir un poco de compañía pero sabía, que Asmita tampoco estaría en el lugar. Suspiró y decidió entonces recorrer los alrededores del santuario, buscando alguna distracción. Se sentó al lado de una de las columnas y miro hacia el cielo, rememorando los hermosos momentos que había vivido al lado de Asmita. Desde aquella noche que se entregaron, las palabras entre ellos de hecho sobraban. Los roces y caricias que de vez en vez le dejaba Asmita pícaramente eran mucho más claros y suficientes para hacerle entender a Defteros los deseos de su compañero. Por esa razón, buscaba cada instante, cada momento donde pudieran desaparecer de la vista del santuario y así, satisfacer y disfrutar de sus encuentros.

En ese momento, la voz de unos soldados llamo su atención, escuchando atentamente lo que comentaban acerca de la reunión dorada. Lo oído, le quitó toda paz que había estado disfrutando en esos últimos meses. La noticia de que fuera Sisyphus el escogido por el patriarca para sucederlo quebró todas las ilusiones, los esfuerzos, las metas que ellos habían estado gestando por años. Defteros sólo pudo pensar en su hermano y en esa promesa que se habían hecho frente a las constelaciones… no podía ser justo…

A partir de ese momento, las memorias de Defteros son muy difusas. A duras penas puede recordar cuando estuvo frente al patriarca y vio a Asmita. Muchas cosas aún siente que presionan a su mente, pero de lo que estaba seguro es que todo fue premeditado y Asmita lo sabía con anticipación. Para cuando volvió en sí, ya su hermano estaba ensangrentado y todo había pasado. ¡Qué duro fue su destino! ¡Qué profundo el odio de su última mirada!

Lo único que si podía recordar con exactitud de esa noche, fue cuando bajaba con el cadáver de su hermano en los brazos, sintiendo de cerca pero en silencio al santo dorado de Virgo, Asmita. Ese silencio sepulcral que sólo hacía que sus pensamientos se escucharan aún más fuertes. La idea de que todo eso haya sido un plan para probar la pureza de Aspros no era lo que le molestaba, el gran patriarca estaba en su derecho de probar, independientemente de las medidas tomadas, a quien le daría el puesto. Aún así, lo que realmente le importunaba fuertemente en su mente, era la idea que Asmita supiera todo de antemano. Eso era lo único que lo hizo detener en mitad del templo de Piscis, aparentemente sólo, sintiendo que los pasos dorados en sus espaldas también cedieron. La brisa nocturna sopló fuertemente dentro del lugar, en el momento que Defteros volteó con el cuerpo aún en brazos y observó la figura de ese hombre detrás de él.

-Dime que no sabías nada de esto… -Dijo Defteros con voz ronca y sus ojos ardiendo de dolor, deseoso de escuchar una negativa.

El silencio de Asmita mientras que las hebras doradas eran empujadas hacía el frente por la brisa que invadió como un respiro dentro de la casa, sólo hacía ver la escena más triste y sombría.

-¡Responde Asmita! – Gritó el gemelo dejando que una lágrima cayera a su lado-
¡Dime que no sabías nada de esto!

-No puedo mentirte…- Confesó Asmita con dolor

Defteros lo observó lleno de angustia, de un dolor impenetrable que parecía cortarlo en dos… tan agudo como el de la pérdida de su hermano.

-¡Miénteme! ¡Dime que no sabías nada y te creeré! –Vociferó aquel hombre, carcomido de desesperación, queriendo negarse a si mismo perder lo único que le quedaba –

-Lo sabía Defteros…

-Entonces… porqué… ¿por qué no me advertiste de nada? ¿Manejaban la posibilidad de que mi hermano me usara? ¿Sabían que algo así ocurriría? ¡Habla Asmita!

-Todo estaba dentro de las posibilidades.

Sus honestas palabras… sinceras, llenas de verdad, no hicieron más que empujar a Defteros en el rencor. Si era así… si eran así las cosas… al menos… al menos debía disculparse, debía admitir que se habían equivocado, que los había herido… al menos, algo que le hiciera sentir que Asmita estuviera arrepentido de lo que acababa de pasar. Lo que sea, ¡solo quería algo!

-Dime Asmita… ¿crees que esto ha sido lo correcto? – Murmuró el hombre herido, suplicando obtener algo que aliviara su tristeza

-Lo ha sido – Sentenció Asmita, condenando su relación a un enorme vacío-. Todo esto, ha sido lo correcto. Defteros…

-No hables más…

-Quizás ahora no puedas comprender lo difícil que fue esta decisión tanto para el gran patriarca como para mi… - Murmuró Asmita viendo hacía un lado, dejando que ese flequillo dorado se moviera sobre su rostro, juguetonamente.

-Entonces yo aún estoy equivocado…

-El dolor te esta cegando.

Las lágrimas agolparon sus ojos, nublando así su mirada que hervía de impotencia…

-Entiendo… -Rugió Defteros con un semblante totalmente cambiado, que fue detectado con el cosmos del santo-. Quiere decir, que aquí también ha muerto esto…

-Defteros…

-Con Aspros de Géminis… también murió Defteros… y con él… todo lo que amo alguna vez –Aquellas palabras eran habladas con una voz ronca, que cocía al ser escuchadas dentro del cerebro-

-¿Realmente quieres eso Defteros? –Preguntó Asmita, con un rostro que no podía decidir que expresión dibujar para mostrar tantas emociones

-¿Cómo puedo volver a creer en ti después de esto? –Gritó el demonio encarnado con fuerza y ardor, sacudiendo con su cosmos el aire que los rodeaba -Está claro que con todo esto, ¡también mataron a Defteros! Lo que está aquí, Virgo, no es luz ni sombra… ¡Es un demonio! ¡Un demonio que solo vivirá para odiar y recordara este día, eternamente, incluso dentro del Seol!

Con esas palabras, Defteros dejó a Asmita solo, abrumado de emociones encontradas y bajo hasta el último templo, dejándolo atrás para siempre, sin saber, que había dejado tras sus espaldas a un hombre destrozado, ahogado entre lo que fue una decisión entre el deber y el querer.

Del cuerpo de su hermano, de su sueño, de su ambición… todo eso había sido enterrado, muy tras de su vista. De aquel amor que estuvieron alimentando por años y dejaron, libre, tan poco tiempo… sólo quedaba las huellas de caricias que no volverían a ser recorridas y de besos que no serían encendidos. Del pasado… solo cenizas.

Defteros volvió a ponerse en pie, internándose en la bravura de aquel mar encendido, sintiendo como su poder sometía las altas temperaturas quienes gemían por no poder herir a su dueño. Un demonio… durante ese mes se había convertido en un demonio, una bestia que creaba temor a quienes lo escuchasen y con tan poco tiempo, había sido el protagonista de las leyendas más oscuras de los pueblos aledaños. Un demonio… Defteros respiró hondamente el aire contaminado, llenando con ellos sus pulmones como si fuera la droga que lo tenía anestesiado en contra del dolor, el dolor interno, el clamor de su cuerpo que añoraba algo perdido. Dejó ir de sus labios un cumulo de aire ardiente, escapando a la atmosfera sin destino…

Recordó allí esa noche, dos noches antes de aquel fatídico día, donde él se acercó al sexto templo por última vez. La posición de Asmita, usual para él, seguía inmóvil, severa, como ya estaba acostumbrado. El cosmos que lo rodeaba, fuerte, inclemente, dejando que creara una columna dorada con su larga cabellera. Amaba verlo así, a la vista de él, era como ver un dios inmaculado… un dios que sólo se convertía en humano en sus brazos… Se acercó lentamente a él, cuidando que nadie lo observase… era poco más de la medianoche y él seguía meditando.

Defteros se sentó detrás de él, observando aquella nuca blanquecina liberada de los torrentes de hilos dorados que por lo general la cubría. Defteros no podía apartar su vista de aquel cuello fuerte y delgado que estaba a su vista, al alcance de un toque, que ya había sido negado desde hace unos días por una misión que parecía eterna. Deseó entonces darse un momento, acercó sus dedos a aquel rastro de piel, respiró hondamente el aroma que despedía su compañero y se plació dejando deslizar sus dedos suavemente en ese cuello que le pertenecía, para luego, posicionar aquel rastro de piel que no era cubierto por su máscara en la nuca de aquel hombre que amaba. Quizás, buscando un poco de la cercanía que le había sido negada.

-Defteros… - Escuchó el murmullo del santo en media meditación.

El gemelo se sonrío a sí mismo, pensando que al haber captado su atención podría obtener lo que buscaba. Para su decepción, no fue así. Las palabras de su compañero le hicieron sentir, que había algo más importante que eso.

-Ahora no Defteros… Necesito concentrarme…

Fue lo único que tuvo que decir para que Defteros lo entendiera… En realidad, lo entendió fue mucho después… La razón por la que Asmita se negó a él… la razón por la que esos últimos días sus meditaciones se hicieron casi eternas. El escape a su culpa tal vez, a su conciencia, o la preparación mental para lo que acaecería en solo dos noches… no sabría decidir cuál sería la respuesta correcta, tal vez y todas eran igual de acertadas…

La isla de repente empezó a sentirse extrañamente agitada. La presencia de un intruso en el fondo del volcán, alertó su sentido y lo puso estar en guardia. Un cosmos, extremadamente violento se acercaban desde las profundidades y hacía temblar la tierra entera. Supo reconocerlo, pero se negaba a creer que realmente era esa persona la que estaba allí, no era posible eso. Defteros levantó su cosmos con fuerza, para calmar con su poder toda una isla que vacilaba en la exasperación, al tener algo que desde su seno, agitaba las ondas de magma. De repente, en medio del humo y el brillo incandescente de la lava hirviendo, Defteros pudo ver un brillo que se acercaba y abría paso entre las profundidades de las rocas derretidas. Una esfera de luz, que iba saliendo dejando que la lava simplemente cayera a su lado… Lo había reconocido…

La isla cesó su movimiento tectónico por un momento, mientras que en el lugar dentro del volcán, el demonio veía una reluciente armadura dorada, sentada en esa eterna posición y rodeada por hilos dorados que bailaban a su alrededor. Un rugido por parte de la bestia se hizo sentir, colocando en alerta todo el volcán, preparándose para encarar a una persona que venía a importunarlo. Esa persona que al subir su rostro, sólo dejó entrever una expresión sería y decidida. No hubo saludo, no hubo miradas que dieran a entender que se encontraban dos viejos amigos, sólo aquel cosmos, todo un universo yaciendo entre ellos y preparándose para chocar, esperando los resultados, disponiéndose a morir en el intento.

-¿Qué haces aquí? – Preguntó con voz ronca, salpicada de fuego, aquel demonio que miraba con ojos rojos de odio

-Demonio de la isla Kanon –Aquella voz, dulce pero en tono de autoridad, corroía su interior-, he venido a buscar tu verdad.

Con esas palabras, aquel cosmos que él una vez conoció lleno de calidez, esta vez quemaba, como afilados halo de luz incandescente que empezaba a crear combustión en todo su territorio. Defteros lo entendió… Esta vez no estaba bajo la misericordia de un dios… esta vez no sería cobijado por esa luz que el creyó que le pertenecía. Esta vez… estaba frente al juicio, a su verdugo y su pecado… el cosmos de aquella persona amenazaba con matarlo, agitado, impérenme, enfurecido buscando quemar todo lo que se acercase… Amenazante y autoritario, peligroso y obscenamente excitante.

El ambiente perfecto para el reencuentro de un dios y un demonio…
Notas finales: Gracias a todos por sus comentarios en otros fics. ¡Espero que este les guste!

Spoiler Capitulo 3:
"-Es una lástima… -Escucho la voz del dorado, quien rompe su posición de lotos para por fin tocar las rocosidad del volcán- Es difícil elegir un solo infierno, ¿no demonio? -¿Es una orden del santuario? -Pregunto el gemelo levantándose en tierra -¿Que si es así?"

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