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Dr. Feelgood por Aluminia

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Notas del capitulo:

Bueno, en el capi anterior se me olvidó poner lo que era shock hipovolémico, pos ahi les va xD

*shock hipovolémico: afección que se produce cuando se pierde gran cantidad de sangre,por lo tanto el corazón no puede bombear suficiente sangre al cuerpo, puede resultar en que los órganos dejen de funcionar, extremidades engangrenadas y ataque cardiacto.

Si recuerdad, Ronie estaba con hemorragia, y por eso el shock hipovolémico

Advierto que en este cap habrá lemon...pero no se emocionen, es lemon hetero xD, cuando lean sabrán por que

 

La música sonaba estridente, mi cuerpo vibraba mientras me hacía paso entre el montón de gente, un antro de Londres muggle, el ambiente estaba por demás agradable.


 


Me acerqué a una castaña que bailaba y movía sus hermosas y redondeadas caderas al son de la música, rápidamente uní su mirada a la mía, me sonrió.


 


Lo siguiente fue acercarme, después vino otra mirada, pero esta vez entrando al juego del coqueteo, ella continuó con su sexy baile y me acerqué mas y mas y mas…hasta que mis manos estuvieron en su cintura, lentamente su cuerpo se acercó al mío y aquel baile se convirtió en otra cosa, restregábamos nuestros cuerpos cada vez con mas intensidad,  mis labios estaban tan cerca de su cuello, tan cerca que me arriesgué, besé con suavidad la piel de su cuello y ella me respondió con un beso en mi hombro, después, sin darle oportunidad de protestar, me acerqué a su oreja y tomé su lóbulo entre mis labios trémulos, lamí y mordí, ella me dio un suave gemido y supe que era tiempo de salir de ahí.


 


Nos dirigimos a un hotel de paso, pagué yo, obviamente, como todo un caballero, apenas entramos la tumbé en la cama y empecé a desvestirla entre caricias fugaces, se acercó a mis labios para besar, la frené, eso no iba a permitirlo, después de unos segundos de duda me dejó continuar con mi labor, le arranqué las bragas con los dientes y con mis dedos lascivos abrí sus labios suaves, deslicé mi lengua en su interior, que era como una rosa fresca, suave y húmedo, escuché sus jadeos mientras bebía el líquido de la vida, salado y ardiente que le brotaba, me detuvo.


 


Con paso veloz me arranco las ropas que para estas actividades tan íntimas resultaban el invento mas estúpido del ser humano, me arrastró a la orilla de la cama para que me sentara y ella se hincó frente a mí, sus ojos, dos ciudades azuladas y transparentes, me miraron con lujuria, y llevó mi sexo a su boca, yo me dejé hacer, mi respiración se aceleró y uno que otro suspiro se escapó, ahora fui yo quien detuvo tan placentera actividad, la llevé a la cama de nuevo y me acomodé sobre su menudo cuerpo, le acaricié de nuevo y besé cada recoveco de piel, pero nunca sus labios, eso jamás.


 


Ambos estábamos empapados de saliva, sudor y deseo, miré de nuevo sus orbes celestiales, libidinosas, y procedí, sus piernas tostadas se abrieron para dejarme entrar, la embestí suavemente y ella se estremeció bajo mi cuerpo, volví a penetrarla, pero esta vez con más fuerza, su espalda se arqueó, supe que estaba en la dirección correcta, mis caderas se movían rítmicas, como al galopar, mi casual acompañante gemía y suspiraba cada vez con mas frecuencia, el momento estaba cerca.


 


Un movimiento rápido e inesperado me dejó abajo, y la castaña, con todo su desnudo esplendor, guió mi virilidad a su cálido interior, sus movimientos, primero tímidos, se tornaron mas rápidos y erráticos, hasta que pasó, una contracción de su hermoso sexo y un gran suspiro, la moví para quedar encima suyo, un par de embestidas mas bastaron para que yo también alcanzara la gloria de los amantes, salí de su interior para derramar mi semilla líquida sobre su abdomen, sublime orgasmo.


 


 En ese mismo instante me levanté de la cama y procedí a vestirme, ella me miraba incrédula, pero le ignoré, habiéndome vestido le dejé unos billetes en la que se suponía debía ser mi almohada.


 


-No soy una prostituta- me dijo, en tono molesto.


 


-No te estoy pagando por el agradable momento, niña, ese dinero es para que te compres algo de comer o te pagues un taxi a casa o lo que se te venga a la mente-


 


Salí del hotel para irme directo a mi casa, eran las 4 de la madrugada del lunes y se suponía que yo me levantaba a las 7 para irme a trabajar, unas horas de sueño me harían bien, apenas el viernes había ocurrido la tragedia con los mortífagos, el día que casi pierdo a mi mejor amigo, ese viernes de muerte me quedé ahí hasta las 3 de la mañana, cuando llegó a relevarme un Bill bastante maduro y cordial, me saludó animosamente y me invitó a comer un día de estos a la madriguera, que me extrañaban por allá, asentí y me fui a mi casa.


 


El sábado en la tarde, a eso de las doce, me pasé por la madriguera a ver a mis hijos, les expliqué que “el tío Ron se había puesto malito, que por eso papi no podía estar con ellos ese fin de semana, que se quedaran con la Abuelita Molly y que fueran unos angelitos”, mas tarde, a eso de las 3, me pasé por San Mungo, donde no encontré ni a Malfoy ni a Saphir, cuidando a Ron estaba Percy, con su cabello rizado como siempre y su aura de tranquilidad y madurez, me saludó bastante desinhibido, me habló de esto y de aquello, de lo otro y de otra cosa mas, le pedí que se fuera a casa a descansar, que mandara a alguien mas entrada la noche, que yo podía cuidar a Ronald (que aún estaba inconciente).


A las 12 en punto, ni un segundo mas ni un segundo menos, apareció Charlie, también me saludó calurosamente, nos sentamos un rato a hablar, de dragones y de quidditch, me despedí de el a la 1 de la mañana.


 


El domingo en la mañana pasé a ver a mis hijos, estuve con ellos hasta las 5 de la tarde, después partí a San Mungo, donde encontré a una radiante Fleur, a pesar de los hijos y de los años, seguía siendo hermosa y brillante, como la recordaba, como cuando la conocí en cuarto año en Hogwarts, me sonrió y me saludó, me senté junto a ella y platicamos, mas bien ella hablaba, de su Victorie preciosa que ya tenía nueve años, que la niña me extrañaba, que preguntaba por “el tío Harry”, también habló de Dominique y Louis, de lo feliz que estaba con Bill, y de muchas otras cosas. En ese momento apareció alguien inesperado, Viktor Krum llegó sonriente y tan corpulento como lo recordaba, me saludó con un apretón de manos y unas palmaditas en la espalda, a Fleur le dio un beso delicado en la mejilla, me quedé hablando con ellos un rato, Viktor nos contó que estaba casado, que tenía un niño de 9, un apasionado por la musica y el estudio, y una pequeña de 8, una tremenda para el quidditch, nos dijo que “esperaba un niño fuerte y sano que siguiera los pasos de su padre…pero tengo suerte de que me hayan premiado con una niña, será mas emocionante”. Terminaron marchándose hasta las 8, pues la platica estaba demasiado amena, me hizo feliz saber las buenas nuevas.


 


Me quedé cuidando a un Ron aún inconciente, y a eso de las 12 llegó Angelina, la esposa de George y ex capitana del equipo de quidditch de la casa Gryffindor en Hogwarts, le sonreí, me devolvió el gesto y me invitó un café, me aconsejó que me divirtiera, que no todo en la vida era trabajo, me dijo que era yo muy joven y muy guapo como para guardarme en casa todas las noches.


 


Me fui de ahí a las 12:30 de la noche, y por algún motivo hice caso a las palabras de Angelina (¡gracias, bendita mujer!) y me encontré con esa castaña de gestos sensuales, no recordaba hacía cuanto no hacia el amor…es decir, tenía sexo, hacer el amor es una expresión demasiado fuerte, recapacité un momento, no tenía sexo desde que Ginny y yo, en una noche frenética engendramos a nuestra tercera y última hija. Pensé también en mi renuencia a ser besado por aquella agradable compañía, ¿hacía cuanto no besaba de verdad?, mi ex esposa me daba un “beso” antes de irme al trabajar, al regresar del trabajo, ausencia que ella aprovechaba para revolcarse con ese idiota, (ahora que lo pienso…no, mejor no ahondo, no quiero imaginar donde estuvo esa boca antes de besarme al llegar), me daba otro “beso” antes de dormir, y esa era nuestra rutina, y su beso era un roce frío y veloz, uno que yo necesitaba para existir, comprendí entonces mi aversión a ser besado…quería conservar el toque de Ginerva Weasley en mi ser, ese insulso tacto de labio a labio, por que muy a mi pesar, yo aún la amaba con todas mis fuerzas.


 


Llegué a mi casa a las 5 de la mañana, lo mejor era no dormir por que conociéndome, me quedaría tirado en la cama hasta la tarde, una lechuza me esperaba, acaricié al ave y recogí la carta, era de Angelina, decía:


 


“Harry:


 


Ronald ya reaccionó, parece que todo está en orden, cuídate muchachito.


 


Amor, Angie Weasley”


 


Sonreí para mi mismo, el ave se fue y yo entré a mi casa, Grimmauld Place, se había convertido en mi hogar después de mi divorcio (cuando estaba casado con Ginny vivíamos en una casa muy bonita en Londres mágico), hubo que hacerle muchas reparaciones a ese lugar, desde limpiezas, papel tapiz nuevo, quitar cuadros gritones y comprar mobiliario nuevo, pero conservé intactas las habitaciones de Sirius y Regulus, salvo esas habitaciones, todas habían sido remodeladas, al principio Kreacher se negó a los cambios, y yo le comprendí, solo había conocido a los Black como sus amos, pero aún así se continuó con la remodelación, le ofrecí la habitación del primer piso, le instalé una cómoda cama y le di ropa, el la aceptó sin protestar, y a pesar de que aquello significaba que era libre, se quedó en Grimmauld place.


 


Cuando entré, el elfo doméstico apareció, ofreciéndose a preparar algo de café para el amo Harry, lo mandé a dormir y le dije que con que se ocupara del aseo y hacer la cena me daba por bien servido, se fue a regañadientes.


 


Me fui a la cocina y me preparé un café bien cargado, una lechuza llegó con el diario de hoy, el amarillista, es decir, “el profeta”, en la portada estaba la noticia del viernes, del ataque de los mortífagos, se leía lo siguiente:


 


“Violento ataque de mortifagos.


 


Tal parece que aún quedan locos fanáticos del Lord oscuro, a diez años de que nuestro más reciente héroe, el señor Harry James Potter nos haya salvado a todos de una muerte segura acabando con el innombrable, aún quedan mortifagos libres.


 


El ministerio de magia no ha querido hacer declaraciones al respecto, pero las cifras son alarmantes, 52 heridos y 15 muertos, entre los fallecidos 7 eran aurores que murieron en el deber, el resto fueron civiles de Hosmeadge, de los 52 heridos 18 resultaron ser servidores del ministerio.


 


¿Hasta cuando nos perseguirán los vestigios de una guerra ya terminada?, ¿Cuántas vidas mas se llevará el señor tenebroso aún después de muerto?


 


Esas interrogantes, apreciable lector, ni el mismísimo Harry Potter las podría responder


 


Artículo: Dennis Creevey”


 


 


Leer aquello me cayó mal, aunque comprendía el punto de mi ex compañero, de alguna forma sentí que se me culpaba la presencia de mortifagos aún en estos días, terminé mi café sin prisas, y hasta me comí un pastelillo de chocolate, la primera vez que desayunaba en mucho tiempo.


 


A las seis con treinta me metí en la chimenea y llegué inmediatamente al ministerio de magia, me dirigí a mi oficina, para mi sorpresa encontré al auror Roger, radiante, de aquí para allá, le saludé con un movimiento de cabeza, el me sonrió e imitó mi gesto.


 


Una vez en mi oficina, la miré unos instantes, comparándola con la oficina de Malfoy, la mía llegaba a ser hasta sombría, las paredes eran de madera y el piso estaba alfombrado de un color vino, había un perchero junto a la puerta, y en mi escritorio de madera había una lámpara vieja, un par de sillas y un sillón de cuero negro, era todo, (además de los documentos en mi escritorio), las paredes estaban vacías, recordé la oficina de Malfoy, tan blanca, tan llena de luz, con las obras de Alphonse Mucha y Pollock en las paredes, tan suya…


 


Tal vez yo podría colgar algo en las paredes, algo de... Botticelli, no, el no, demasiado elegante, tal vez algo de Van Gogh, aunque no, Van Gogh no era mi favorito, tal vez pop art de Andy Warhol…demasiado informal, incluso hasta para mí, pero ya estaba bien de compararme con Malfoy, ¿y por que había pensado en el?


 


Me apresuré al escritorio para empezar a trabajar, muchas solicitudes para entrevistarse conmigo habían llegado, por supuesto iba a rechazarlas todas, en mis años de ser una “celebridad” me había aprendido algo de memoria respecto a los periodistas, una ley infalible “todo lo que digas podrá y seguramente será usado en tu contra”, lo mejor era no declarar.


 


Terminé con el papeleo (y de rechazar entrevistas) justo a tiempo para salir a comer, me dirigí a San mungo, no sin antes pasarme por una tienda a comprar un kilo de ranas de chocolate, llegué en la eficiente Red flu y fui directo a la habitación de mi amigo, con el estaban su padre y su madre.


 


-¡Harry!, me alegro tanto de verte, estaba preocupado de…-


 


No lo dejé terminar la frase, lo abracé como jamás lo había abrazado, lo apreté fuerte pero con cuidado, no quería lastimarlo.


 


-Ay, Ron…creí que te ibas- le dije, sin soltarlo- creí que te nos ibas a Hermione y a mí…no podría soportar la muerte de mi hermano- eso ultimo lo dije mirándolo a los ojos.


 


Ronald me sonrió ampliamente, vi su cara aún demacrada, sus labios pálidos y dos grandes sombras bajo sus ojos, pero ahí estaba, mi mejor amigo.


 


-No te librarás de mi tan fácil- me dijo, riendo.


 


Los señores Weasley me sonrieron y se retiraron después de un rato, yo me quedé con mi amigo comiendo ranas de chocolate, me preguntó por su esposa y le dije que estaba bien, solo preocupada, después me preguntó por mis hijos, y le dije que estaban bien, le conté de la visita de Krum, cosa que pareció no molestarle en absoluto, me preguntó por el y el resto de su familia, le dije lo que sabía, de Ginny no tenía novedades.


 


-Harry… ¿Tu y mi hermana no se podrían arreglar?, es decir…tienen hijos y yo…-


 


No se cual habrá sido mi expresión, pero Ron se detuvo en ese momento, Ginny y yo reconciliados…no, no había manera, la amaba, ciertamente, la adoraba, la idolatraba, pero ella no me amaba a mi.


 


-No- le contesté secamente, -no se puede-


 


Justo en ese instante la enfermera Saphir irrumpió en la habitación, sonriéndonos, su semblante cambió cuando vio las ranas de chocolate.


 


-Mire, señor Weasley…procure que el Doctor Malfoy no note lo de los dulces, por que en cuanto vea esas golosinas se irán directo a la basura- mientras decía aquello, cambió el suero de Ron por uno nuevo (el anterior se había acabado), y limpiaba la mesita de noche de los envoltorios, desapareciéndolos con un movimiento de varita.


 


-¿Malfoy?- me preguntó Ronald, incrédulo.


 


-Con tanto jaleo no te he podido contar…Malfoy te atendió, de hecho, atendió a los demás aurores heridos…Ron, no solo murió el señor Morrison, también falleció Tyler Thompson, Samantha Clark, Jason White, Jade Bourne, Derek Pedraza y Michael Takahashi, entre otras gentes del pueblo-


 


La impresión que la noticia le causó a mi amigo me hizo desear no haberle contado nada, pero en unos minutos se incorporó.


 


-¿Cuántos más murieron?- preguntó, con la cara serena.


 


-8 personas mas- mi respuesta fue directa.


 


-Tuvo suerte, señor Weasley- intervino Saphir –el Doctor Malfoy se concentró en su caso por que era el mas grave, y sin embargo se salvó, sus otros dos compañeros que venían mas estables no lo lograron, lamento la perdida-


 


La enfermera nos sonrió y movió su mano a manera de despedida, ambos le correspondimos la sonrisa.


-Vaya…- habló Ron, al fin, después de un largo e incómodo silencio- Parece que Malfoy me salvó-


 


Noté la incredulidad aún latente en sus palabras.


 


-Que cosas, ¿cierto?- le dije, luego agregué –Pero es la pura verdad, hermano, te salvó la vida, tenlo en mente-


 


El momento de reflexión se vio interrumpida por la señora esposa de Ronald Weasley, que entraba en ese momento hecha un mar de lágrimas para abrazar a su esposo, supe que era momento de retirarme cuando comenzó a besarlo sin siquiera percatarse de mi presencia ahí, ya habría otro momento.


 


Salí del hospital no sin antes pasarme por la oficina del honorable doctor Malfoy, vacía, suspiré, ya sería en otra ocasión.


 


Volví al trabajo y el día se escurrió entre mis manos cual agua de lluvia, salí de la oficina para irme a casa, sentí un impulso, tenía ganas de salir de nuevo, encontrar a otra acompañante temporal y disfrutar de una placentera noche… pero no, no iba a ser posible, mañana sería martes y me tocaría cuidar a mis hijos, mi instinto paternal le ganó a mi otro instinto mas bajo y me fui a casa, Kreacher me recibió, me quitó la capa y se la llevó, supuse que a lavar, no sin antes avisarme que mi cena estaba en la mesa, el elfo doméstico comía conmigo en la mesa, lo esperé un rato y apareció.


 


-Los hijos del amo vendrán mañana, ¿cierto?-


 


-Si, Kreacher, mañana tendremos visita- le respondí sonriente.


 


-Kreacher les preparará un pastel, entonces-


 


La cena terminó rápido, me fui a la cama y me dormí al instante, a la mañana siguiente me fui al trabajo y todo sin novedades, de nuevo a rechazar peticiones de entrevistas, algunos papeleos, salí a una misión bastante simple (un bogart fastidiando a unos estudiantes) y se acercó mi hora del almuerzo, salí anticipado, no había documentos pendientes y la misión salió bien, fui a la madriguera para encontrarme con mis hijos, la pequeña Lily en brazos de su abuela, y mis muchachos, Albus y James saltando para abrazarme, les di un beso a cada uno y a su paciente abuelita también, quería llevarlos a San Mungo para que vieran al tío Ron pero la señora Molly me dijo que ella me los llevaría mas tarde, que no me preocupara.


 


Salí de la casa rumbo a un restaurante muy popular Muggle, Carl’s Junior o algo así, compré tres hamburguesas, las mas apetitosas del menú y me las llevé al hospital mágico (compré tres porque con el apetito de Ron uno nunca sabe), me escurrí a la habitación de mi amigo y lo encontré platicando animadamente con su hermano George, saludé a ambos con una sonrisa y un abrazo, George bromeaba y reía, pero nunca como cuando Fred vivía, así nunca, en sus ojos había algo que faltaba, esa chispa que se encendía cuando junto a su gemelo hacía locuras y travesuras, a pesar de todo, cuando lo vi reír, un rastro mínimo, casi indetectable de aquella chispa brilló.


 


-Te traje la comida- le dije a Ron,  y su cara se iluminó cuando vio la bolsa con la estrella amarilla.


 


-¡eres el mejor, hermano!- me dijo, mientras George acercaba la mesa de servicio que servía para comer, allí puse las tres hamburguesas, las patatas y unas pequeñas vasijas de plástico con pepinillos, cada quien tomó una hamburguesa y justo cuando pensábamos clavarle el diente, algo nos las arrebató de las manos, vi sorprendido como las hamburguesas volvían a ser envueltas y guardadas en la bolsa, volví los ojos a la puerta y pude ver a Malfoy hecho una furia, con un movimiento de su varita la bolsa con la estrellita amarilla sonriente llegó hasta sus manos, y con otro movimiento de la vara acercó un carrito con comida, de el tomó un plato, entró molesto a la habitación y en la mesa de servicio dejó caer el plato que había sacado del carrito.


 


-Weasley, créeme, la comida de hospital tiene una razón de ser, no es joderte las papilas gustativas, no es amargarte la vida, esta hecha especialmente para cada paciente, es una dieta especial, y con especial me refiero a que te ayudará a irte mas pronto de San mungo, por Dios que afeas el hospital con tus pecas- le regañó el Doctor, mientras le quitaba el plástico protector al plato.


 


La comida era sencilla, una ración de vegetales, pollo con mas vegetales y sopa con... ¡si!, ¡adivinaron!, mas materia verde, ah, y una porcioncita de gelatina roja.


 


-y tú- gruñó el doctor, mirándome – cada vez me convenzo mas de que en esa cabezota que tienes no hay nada, si lanzamos en el interior de tu cabeza una bala de cañón y una pluma las dos caerían al mismo tiempo, el vacío ha de ser absoluto-


 


El doctor Malfoy se percató de la presencia de George, que lo miraba más divertido que cualquier otra cosa.


 


-¿George Weasley?- preguntó Malfoy, con tono de indignación.


 


George soltó una risotada y contestó –el mismo que viste y calza y en casa y en confianza…hasta de descalza, un placer verte, Malfoy-


 


-¡Me quieren volver loco!, ¡otro Weasley en San Mungo!, Dios mío, como si no tuviéramos demasiado rojo con esas gelatinas del carajo que sirven aquí- exclamó el rubio, con las mejillas cada vez mas encendidas –si quieres recuperar la comida, Potty, pásate por mi oficina, cielo, tu sabes que me encanta tenerte aquí-


 


Sobra decir que el tono de Malfoy fue sarcástico y ácido, pero en vez de molestarme me causó gracia.


 


Cuando Malfoy se hubo ido, las risas inundaron el lugar, fue George quien habló primero.


 


-Vaya, lo estirado nunca se le va a quitar, pobrecito, no ha de tener vida sexual- nos bromeó George, Ron y yo reímos de buena gana.


 


-¿y tu tienes mucha acción, tigre?- preguntó Ron a su hermano mayor.


 


-La suficiente, tengo pequeños que pueden escuchar y un trabajo demandante, hermanito, a veces Angie y yo encargamos a los chamacos con una niñera y…bueno, nos divertimos-


 


-Pues con Hermione es igual…aunque el ruidoso soy yo- reconoció Ronald, sonrojándose- de vez en cuando salimos y encontramos un hotel…y desquitamos las horas que nos tocan-


 


-¿y tu, Harry?- me preguntó George, primero sonriendo, después su expresión se puso seria - hey, no era mi intención…- empezó a disculparse, pero lo interrumpí.


 


-El domingo- dije, dejandolos a la expectativa, fue George quien se atrevió a preguntar.


 


-¿El domingo que, Harry?- me cuestionó


 


-Pues…el domingo que tu esposa Angelina vino a relevarme para cuidar a Ron, me aconsejó que saliera y me divirtiera, y eso hice, me fui a un antro muggle y me encontré con una chica que…bueno, terminamos en un hotel, a las 4 de la madrugada, y le dejé un recuerdo mío en su ombliguito, que seguro ya se habrá lavado- No se como hice para no sonrojarme ante mi declaración, solo vi como los hermanos Weasley me sonreían con picardía.


 


-¡Ese es mi amigo!, de vuelta a la acción, semental- me bromeó Ron, dándome un golpecito en el brazo.


 


-¡ese es mi muchacho!, ¡estoy orgulloso!- exclamó George, abrazándome por los hombros.


 


-Pobrecito Malfoy que ni tiempo de una paja ha de tener- Comenté riendo, y mis amigos rieron conmigo.


 


-No me parece correcto que hable usted así del doctor Malfoy- la voz femenina que venía de la puerta la reconocí al instante, Saphir me miraba expectante, esperando una reacción, pero me quedé congelado, entró a la habitación a cambiar el suero de Ron, que también se había quedado paralizado –Mucho mas si se trata de su vida sexual- agregó.


 


-Saphir, nosotros estábamos bromeando- dijo Ronald, sonrojándose por completo.


 


-Bromeando…pues no me parece, sobretodo por que no saben nada del Doctor- dijo ella, con serenidad, mientras revolvía una poción que dio de beber a Ron.


 


-¿y usted si?- intervino George, a nuestro favor.


 


-¿no cree que debe usted primero presentarse antes de hacer preguntas?- le cortó ella, con sonrisa maliciosa.


 


-Claro, dónde están mis modales- Reconoció George, sonriéndole a la guapa enfermera, gesto que ella recibió sin inmutarse –Mi nombre es George Weasley, hermano mayor de Ronald- acto seguido, tomó la mano de Saphir para besarla con suavidad.


 


-Saphir Meissa Wotton, enfermera del señor Weasley y de la Señora Weasley- fue su simple contestación.


 


-y… ¿entonces usted si sabe algo de la vida sexual del queridísimo Doctor Malfoy, que digo queridísimo, adoradísimo- le insistió George, con sonrisa socarrona.


 


-Pues…- comenzó la mujer, mientras se dirigía a la puerta –El Doctor es bueno en todo lo que hace, y no estoy hablando precisamente de su trabajo- guiñó el ojo y se fue.


 


Mis amigos y yo nos quedamos estupefactos, hasta que George, de nuevo, rompió el silencio.


 


-Pues…no tiene malos gustos nuestro doctorcito, ¿verdad?- bromeó, luego agregó –yo los dejo, Ron, cuídate del doctor insufrible, Harry…consigue mas chicas, muchacho, y hazles a todas una alberca en su ombliguito, y no precisamente de agua- tras un apretón de manos para mi y un abrazo para su hermano, se fue.


 


Me quedé otro rato platicando con mi amigo hasta que mi hora de regreso se empezó a acercar, faltaban escasos 10 minutos.


 


-Bueno, hermano, me tengo que ir, pero mañana te doy otra vuelta, ¿estamos?- el aludido asintió, le abracé con cariño y salí de la habitación.


 


Lo primero era recuperar mis hamburguesas, le regalaría una a Kreacher , la otra la partiría a la mitad (Albus y James no pueden acabarse semejante hamburguesa solos) y la tercera sería para mi, me encaminé a la oficina de Malfoy, al llegar la encontré vacía, pero en el escritorio estaba la bolsa con mi comida, la tomé y salí.


 


Pero lo que pasaría después no me lo hubiera imaginado ni en mi peor pesadilla, vi a mis hijos en la sala de espera, ingenuamente pensé que la señora Molly debió haberlos llevado, me iba a acercar a abrazarlos antes de volver al trabajo, pero una figura esplendida, de finas formas y , según recordaba, suave tacto, se paró frente a los niños, el cabello pelirrojo hasta la mitad de la espalda, y una blusa que dejaba ver sus encantadores hombros blancos, llenos de pecas, seguramente sintió mi mirada, al momento en que me percaté de que iba a voltear…corrí como un idiota, escuché unos pasos tras de mi, ¡me había visto!, corrí y entré a la primera puerta que encontré, un hombre conocido, de cabellos rubios y ojos grises tan grises y fríos como el acero me miró molesto.


 


-Ya tienes tu estúpida comida, por que no te la…- interrumpí su frase poniendo mi mano en su boca.


 


- ¡Que no me encuentre!, por Dios, ¡que no me vea!- exclamé asustado, Malfoy me dedicó una mirada inquisidora, hasta que escuchamos los pasos acercarse por el pasillo, el rubio me tomó por el brazo con fuerza y me metió debajo del escritorio, justo a tiempo, segundos después, mi adorada ex esposa, haciendo gala de su sublime belleza entró en la oficina.


 


-¿Qué no te enseñó tu madre a llamar a la puerta?, ah, pero que va, si es otra asquerosa comadreja- le dijo Malfoy, con desprecio.


 


-¿Pero que ven mis ojos?, un ex mortifago dándoselas de buen samaritano, ¿Qué pasó, señorito Malfoy? ¿Te cansaste de ser el malito del cuento?- le respondió Ginny con odio impreso en cada palabra, y aún así, su voz me sonó tan hermosa y pura, sentí como si un cuchillo atravesara mi pecho, definitivamente aún dolía su traición.


 


-Weasley, tu familia apesta el hospital entero, ¿Por qué no te largas de una vez?, busca con quien follar, aunque seguramente nadie se atreve, no quieren preservar gente tan idiota como la que hay en tu familia, ¿Para que queremos mas niños Weasley? son lo peor de la sociedad mágica, si por mi fuera les envenenaba el agua con cianuro y adiós problema-


 


-Cállate, idiota- respondió ella, mas molesta que antes –digan lo que digan, para mi siempre serás una basura, mortifago maldito, escoria, debieron mandarte a Azkaban-


 


-Si, si, voy a llorar, lárgate de mi oficina en este instante antes de que llame a seguridad-


 


Ginny salió de la oficina dando un portazo, después de nos segundos eternos Malfoy habló.


 


-Ya puedes salir, la bruja malvada se ha ido-


  


Salí de mi escondite y miré a una pared, un cuadro de Pollock, “taza de té” me traía recuerdos agridulces de mi relación con Ginny, el dolor de mi pecho era inmenso, era demasiado para un ser humano, mi rostro se volvió sinónimo de dolor.


 


 -ahora lárgate- me dijo fríamente el Doctor, empujándome para poder volver a tomar su lugar en su asiento, continuando con su trabajo.


 


-Gracias- le dije, con voz temblorosa, pero se lo dije.


 


-Agradéceme desapareciendo de mi vista, Potter- me dijo, molesto, pero lo ignoré.


 


-No solo por lo de hoy con…ella, también por lo que hiciste por mi equipo, y sobretodo por haber salvado a mi mejor amigo- eso lo dije con voz muy firme.


 


-Capté el mensaje, Potter, y lo de que te fueras de mi oficina no era broma, vete antes de que pierda el control- me sentenció en tono serio.


 


Salí del hospital para irme al trabajo, yo ya había cumplido, agradecí a Malfoy…pero algo me hacía sentir raro, como si algo estuviera mal, o inconcluso, de todos modos…que el se comportara como un idiota ante mi agradecimiento no era mi culpa, no debí, por ejemplo, invitarle una cerveza o a comer… ¿verdad?, eso ya no me tocaba, ¿o si?

Notas finales:

Vaya xD, me emocioné escribiendo, este cap fue como de 11 hojas de Word, espero que les esté gustando la historia, siendo sincera le hice algunos cambios a mi idea original, y creo que fueron para mejor, no se cuantos capis vaya a durar este fic, pero les prometo intentar hacerlo entretenido de leer.

 

Saludos : D


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